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Hay una variedad especialmente llamativa de videntes, síquicos, astrólogos, brujos y otro tipo de farsantes que se caracteriza no por la calidad o cantidad de sus trabajitos para anormales, sino por optar por un estilo estrafalario, extravagante, excesivo, caricaturesco y, en resumen, esperpéntico.
En México es famoso (y cobra en la televisión, que de cobrar se trata) Walter Mercado, supuesto astrólogo puertorriqueño que ha optado por un look que se ubica entre una cruel caricatura de una drag-queen vista por un furibundo homófobo y un remake tardío de María Félix en sus momentos más lamentables.
Como profeta, Mercado es un fracaso (cosa que no debería sorprendernos), pero su imagen es inolvidable: el pelo en crepé (o cardado) y teñido de un rubio anaranjado tipo Yosemite Sam, anillos y collares de oro a tutiplén, largos mantos de brocado en colores delicados (rojo Ferrari, morado "atardecer en el Caribe", dorado tipo reloj imitación de Rolex) que gusta de lucir desde una especie de trono de película mala de los años 60 y una cantidad de maquillaje que igual puede haber inspirado a Michael Jackson que a Marilyn Manson.
Añade a esta imagen sobrecogedora un tono al hablar cansino y seudoprofundo, tan afectado que a veces parece que está cantando cantos gregorianos con sabor a trópico salado, plagado de referencias que nada tienen que ver una con otra y que salpica diciendo "amor" más o menos cada 14 o 16 palabras.
Mercado es ejemplo ideal del charlatán-esperpento, cuyo antecedente inmediato fue Esteban Mayo, mexicano que a sus dotes de astrólogo añadía las de modisto de novias y vendedor de pollos fritos. Pero Esteban Mayo era un modelo de sencillez y buen gusto al lado de los charlatanes-esperpento de hoy en día.
España tiene también interesantes ejemplos de charlatanes-esperpento. Está el "brujo" Rappel, un desvergonzado que ha tomado de Walter Mercado las túnicas, pero adaptándolas a su cuerpo más bien rollizo y añadiéndoles más lentejuelas que si bailara en el Folies Bergere, cabello igualmente teñido aunque escaso, gafas engastadas en pedrería y, claro, joyas por kilo. Rappel también es comentarista de "asuntos del corazón", que son lo que domina la televisión española. Es famoso igualmente por haber atentado contra el buen gusto exhibiéndose en las pantallas caseras con un diminuto tanga, escena que con frecuencia repite la televisión española sin siquiera disculparse.
Del lado femenino hay algo llamado la "bruja" Aramís Fuster, mujer entrada en años y en carnes caracterizada por largos postizos en el cabello anaranjado furibundo, maquillaje desbordante aplicado con cuchara de albañil, escotes francamente omitibles y, por supuesto, gordos anillos de oro y otras joyas ostentosas. Esta mujer se dedica también a falsificar escandalitos ("montajes", que les llaman) relacionados con su vida amorosa para engordar la chequera en la prensa rosa. Y, claro, también ha exhibido sus adiposidades en televisión previo pago para shock de los inocentes espectadores.
El primo pobre de estos charlatanes-esperpento es un sujeto de pequeña estatura (no sólo moral, también es chaparro) llamado Paco Porras, que entre sus ocurrencias tiene la de adivinar el futuro viendo verduras y frutas que corta en pedazos en presencia de los incautos. Durante mucho tiempo se paseó por las emisiones televisuales con un ramito de perejil en una oreja. Suele reaparecer de cuando en cuando con peinados y cortes de pelo extravagantes.
Estas imágenes, pensaría uno que es ingenuo, no pueden ser tomadas en serio por nadie. Se prestan a la burla, al pitorreo, al cachondeo, a la befa, la mofa, el choteo y el escarnio, pero nada más.
Y sin embargo, no es así. Por el contrario, tienen más clientes de los que pueden atender, por lo que todos ellos, sin excepción, se han tecnologizado. No sólo esquilman ingenuos en sus "consultorios", particulares, sino que venden patrañas mediante sitios Web de cobro y números telefónicos de alto costo atendidos por operadores igualmente desvergonzados (o profundamente necesitados), sin contar con que cobran cada vez que asoman sus galas en la televisión para decir memeces.
Lo esperpéntico de estos personajes parece ejercer un influjo hipnótico en sus "clientes". Es decir, tiene su algo de mercadotecnia (o marketing), su algo de show-business, su algo de reclamo publicitario, su algo de circo que invita a participar.
En la intimidad de sus "consultorios", como lo han revelado algunos programas de cámara oculta, no se diferencian en nada de todos los demás charlatanes: dicen vaguedades disfrazadas de profecías, ofrecen curaciones milagrosas que atentan contra la inteligencia, hacen trabajos contra el mal de ojo y realizan rituales inútiles por los que cobran sin excepción.
Pero, en la vida pública, el charlatán-esperpento destaca porque ha superado completamente el miedo al ridículo que una persona normal siente si se ocupa de decir estupideces sin cesar en público, de divulgar mentiras evidentes y de sacarle dinero a personas de buena voluntad con engañifas y amenazas místicas.
El charlatán-esperpento. al parecer, ha descubierto que la opulencia caricaturesca de su vestido lo hace parecer más "extraterreno" y, consecuentemente, más místico y con mejores posibilidades de estar en contacto con "energías" extrañas que hacen que valga la pena darle dinero, admiración y atención. Y quizá algo más.
enero 29, 2004
enero 28, 2004
Cuentos chinos I
Nota: Esta entrada es la primera de dos. La segunda es Cuentos chinos II: ignorancia tradicional, ignorancia alternativa
La muerte es una terrible certeza.
Gran parte de las motivaciones humanas se encuentran en el intento por perpetuarse de alguna forma. Tener hijos, escribir un libro, conquistar imperios, construir grandes monumentos, son todas actividades que al menos en parte están movidas por nuestro deseo de no morir o, al menos, de no morir del todo.
Pero algunos sueñan con la inmortalidad real, con no morirse nunca. Los faraones egipcios se momificaban esperando revivir. Los emperadores chinos desde hace al menos tres mil doscientos años pusieron a sus sabios a determinar por qué estaban vivos y cómo podían mantener para siempre esa agradable condición.
La ciencia china, aunque avanzada, no daba para tanto. Pero los emperadores disponían de prácticas sumamente desagradables reservadas para quienes les causaban molestias, de modo que los sabios acudieron a las creencias populares para darle el secreto a sus monarcas y conservar la cabeza debidamente adosada al cuello, ya que a ellos tampoco les seducía mucho la idea de la muerte.
Una creencia popular era que la vida era una especie de energía llamada "chi" (o "qi"), que igual recorría el planeta que las piedras, los ríos y los seres vivos. A partir de esta creencia, los sabios rescataron o inventaron toda una serie de postulados que nunca se preocuparon por demostrar. Algunos de ellos:
1.- El chi recorre el cuerpo humano a través de 12 meridianos, y la enfermedad se produce cuando se interrumpe el flujo del chi.
2.- El chi recorre el planeta, de modo que para tener suerte hay que disponer las casas y las cosas de acuerdo al supuesto flujo del supuesto chi.
3.- El chi se encuentra en concentraciones especiales en el aire. Si aprendemos a respirar, podremos prolongar nuestra vida e incluso evitar la muerte.
4.- El chi se encuentra en el semen, que es la razón por la que (según esta visión) el hombre da a la mujer la vida (los hijos) qutándose él parte de su existencia, y por tanto al no eyacular viviremos más.
Como es obvio, estas cuatro propuestas están detrás de prácticas muy conocidas traídas "de la China milenaria" por cuentistas profesionales.
El chi y los 12 meridianos son la base de la acupuntura.
El chi y la disposición de las cosas es la base del feng-shui.
El chi y la respiración están detrás del tai-chi y del qi-gong o chi-gong.
El chi y la eyaculación son también la base del qi-gong o chi-gong.
Hay todo un desarrollo sobre el chi yin y el chi yang, y numerosas teorías a cual más extravagante sobre el chi, cómo conservarlo, aumentarlo, mejorarlo, domarlo, lavarlo, peinarlo, vestirlo, aleccionarlo, purificarlo, fortalecerlo y sacarlo a pasear. Algún día volveremos sobre tales teorías.
Igualmente, es claro que muchas disciplinas indostanas (o hindúes, o indias) tienen sus orígenes en estas creencias. El "prana" como fuerza que viene del aire o el yoga sexual están estrechamente relacionados con la idea del "chi". También lo dejamos para otro día.
Vamos a los hechos básicos, que son más importantes:
1.- Ninguno de los millones y millones de practicantes de las más demandantes prácticas relacionadas con el chi ha logrado evitar morirse.
2.- De hecho, pese a todas esas prácticas, la expectativa de vida en China antes de la llegada de la medicina con bases científicas era bajísima.
3 (y la más importante).- Nadie ha podido demostrar la existencia del chi.
Se han escrito numerosos volúmenes sobre el chi, se les cobran fortunas a millones de personas por enseñarles a manejar su chi o por decorarles la casa según el feng-shui, pero el "chi" sigue siendo un constructo hipotético no demostrado.
Los charlatanes disfrutan enormemente al hablar de "energía" o, sobre todo, de "energías". Lo disfrutan tanto, de hecho, que nunca explican qué rayos quieren decir.
La energía no es algo misterioso o místico, es un fenómeno que la física entiende claramente, tanto que puede convertir algunos tipos de energía en otros (el movimiento de un río en electricidad, la electricidad en calor para la cafetera, etc.). La energía tiene características muy claramente definidas, como la intensidad, la frecuencia y la amplitud.
Esto nos queda muy claro cuando usamos un radiorreceptor: las distintas estaciones emiten energía en forma de ondas electromagnéticas de distinta frecuencia, de modo que no se interfieren unas a otras. Cuando escuchamos radio en el 98.1 de FM lo que estamos escuchando son ondas emitidas a una frecuencia de 98.1 kilohertzios. En AM, tales ondas habrán sufrido una modulación en su amplitud, pero en FM habrán sido moduladas en su frecuencia. A nosotros esto nos tiene sin cuidado porque el receptor de radio se encarga de demodular la señal, interpretarla y decodificarla para convertir la energía electromagnética nuevamente en sonido de modo que podamos disfrutar las fantasías de charlatanes en programas de radio hablada.
¿En qué frecuencia está el chi? ¿Cuál es su amplitud? ¿Cuál es su lugar en el espectro electromagnético? A todas estas preguntas, los expertos en vender chi (y "energías" místicas en general) responden con un atronador silencio.
Más silencio podemos disfrutar si nos explican cómo se transmite el chi por los ríos y por el cuerpo humano y por el aire, y cuál es el mecanismo fisiológico que tienen los pulmones para extraer del aire que respiramos no sólo oxígeno, sino "chi". Y cómo se conserva el "chi" en el semen, si se puede medir cuánto hay y cuál es el mecanismo por el cual se almacena en el cuerpo.
Y, sobre todo, sería excelente contar con su explicación de por qué el chi se comporta distinto de todas las demás formas de energía del universo, claro.
Si fueran honestos, lo menos que podrían decir es que creen que el chi es una fuerza mágica y, por tanto, sobrenatural. Pero no lo dicen, porque gustan de contar fábulas diciendo que todo lo que se ha dicho sobre el chi es producto de las experiencias de monjes fabulosos y sabios sobrehumanos que, sin excepción, procedieron a morirse a tiempo sin que al chi le importara en lo más mínimo.
Es decir, tienen una creencia supersticiosa sin bases reales, sustentada en una tradición oral que no se sustenta en la experiencia real. Y eso venden. Y eso compran sus víctimas.
Otro día desmontaremos, también, las patrañas sobre cada una de las disciplinas relacionadas con esta fuerza que no existe. Baste de momento tener presente que cuando nos hablan de la "energía" del "chi" están hablando de una fantasía. El "chi" no es más real que las hadas. Sin embargo, la gente paga hoy por usar el "chi" aunque, por supuesto, nos negaría su dinero si le propusiéramos que nos lo diera a cambio de bailar en el bosque con los duendes.
Y,sin embargo, creen en este duende maravilloso, hijo como tantas otras teorías de la ignorancia de otros tiempos. No se puede condenar a quienes en el pasado creyeron en estas fantasías, ya que estaban empeñados en entender y controlar su mundo.
Pero cuando se ha demostrado más allá de toda duda que esa teoría era una falsa forma de entender la realidad, sí se puede (y se debe, cómo no) cuestionar a quienes siguen vendiendo productos ya caducados, sobre todo cuando lo hacen sabiendo que lo suyo es un timo.
¿El siglo de los charlatanes?
La televisión está llena de ellos. Sus lugares en la "prensa rosa" o "prensa del corazón" están asegurados. Sus fortunas son inmensas y están creciendo día a día (¡y sin declarar ni un céntimo o centavo a Hacienda!), el número de sus víctimas crece igualmente día con día.
¿El siglo XXI iba a ser la edad de la ciencia y la razón? Pues no lo es. Está siendo, por el contrario, el siglo del regreso a las más groseras supersticiones, a las creencias más ignorantes, a la magia en distintas vertientes.
La primera pregunta es, claro, ¿qué tiene de malo que alguien cobre por hacer algo que otras personas quieren, como pasarles el agua, leerles el tarot, decirles su horóscopo, recetarles yerbajos de dudosa calidad, comunicarlos con sus seres queridos muertos o contarles que viajaron en un platillo volador?
Hay varias respuestas.
En el caso de los médicos brujos (que gustan de llamarse "practicantes de la medicina alternativa", pero que no son otra cosa que médicos brujos), el daño es más evidente: al engañar a sus víctimas con supuestas terapias, disminuyen la probabilidad de que dichas víctimas acudan a médicos que tienen más capacidad para detectar y tratar las enfermedades.
En otros casos, las cosas no son tan claras a primera vista. Pero analizando el tema se va viendo la insidia de estas prácticas.
Las personas ponen en los charlatanes una gran cantidad de confianza y credibilidad, que pueden llegar, en casos extremos, a confiar en sus charlatanes de manera ciega, de entregarles todas sus posesiones o de darles control sobre su vida.
La apuesta emocional de quien va a que le lean el futuro o lo pongan en contacto con los espíritus es muy elevada, y a cambio de ella reciben engañifas, embustes y abusos previo pago.
Pero, en general, todos los que creen en las distintas disciplinas de la charlatanería se ven despojados de algo mucho más importante: su capacidad de análisis objetivo, su pensamiento crítico, su libertad de conciencia y su osibilidad de asombrarse ante la realidad porque se les mantiene asombrados sobre mentiras.
¿Son mentiras las propuestas de todos estos negociantes de la confianza humana?
Sí. Sin duda alguna.
Incluso cuando llegan a acudir a principios reales (como los efectos de algunas plantas), la forma en que presentan sus "disciplinas" es mentirosa.
¿Estamos condenados a convivir para siempre con personajes que viven de hacer profecías que nunca se vuelven realidad, de gente que cuenta historias producto de su imaginación, de brujos y magos medievales que nos roban la posibilidad de conocer, entender y apreciar nuestra realidad?
¿O hay alguna posibilidad de que se imponga la cordura, que se les impongan las leyes a estos personajes y que se establezca claramente que lo que dicen son mentiras?
La única forma de enfrentarlos es por medio del conocimiento y del estudio de sus extravagantes afirmaciones.
¿El siglo XXI iba a ser la edad de la ciencia y la razón? Pues no lo es. Está siendo, por el contrario, el siglo del regreso a las más groseras supersticiones, a las creencias más ignorantes, a la magia en distintas vertientes.
La primera pregunta es, claro, ¿qué tiene de malo que alguien cobre por hacer algo que otras personas quieren, como pasarles el agua, leerles el tarot, decirles su horóscopo, recetarles yerbajos de dudosa calidad, comunicarlos con sus seres queridos muertos o contarles que viajaron en un platillo volador?
Hay varias respuestas.
En el caso de los médicos brujos (que gustan de llamarse "practicantes de la medicina alternativa", pero que no son otra cosa que médicos brujos), el daño es más evidente: al engañar a sus víctimas con supuestas terapias, disminuyen la probabilidad de que dichas víctimas acudan a médicos que tienen más capacidad para detectar y tratar las enfermedades.
En otros casos, las cosas no son tan claras a primera vista. Pero analizando el tema se va viendo la insidia de estas prácticas.
Las personas ponen en los charlatanes una gran cantidad de confianza y credibilidad, que pueden llegar, en casos extremos, a confiar en sus charlatanes de manera ciega, de entregarles todas sus posesiones o de darles control sobre su vida.
La apuesta emocional de quien va a que le lean el futuro o lo pongan en contacto con los espíritus es muy elevada, y a cambio de ella reciben engañifas, embustes y abusos previo pago.
Pero, en general, todos los que creen en las distintas disciplinas de la charlatanería se ven despojados de algo mucho más importante: su capacidad de análisis objetivo, su pensamiento crítico, su libertad de conciencia y su osibilidad de asombrarse ante la realidad porque se les mantiene asombrados sobre mentiras.
¿Son mentiras las propuestas de todos estos negociantes de la confianza humana?
Sí. Sin duda alguna.
Incluso cuando llegan a acudir a principios reales (como los efectos de algunas plantas), la forma en que presentan sus "disciplinas" es mentirosa.
¿Estamos condenados a convivir para siempre con personajes que viven de hacer profecías que nunca se vuelven realidad, de gente que cuenta historias producto de su imaginación, de brujos y magos medievales que nos roban la posibilidad de conocer, entender y apreciar nuestra realidad?
¿O hay alguna posibilidad de que se imponga la cordura, que se les impongan las leyes a estos personajes y que se establezca claramente que lo que dicen son mentiras?
La única forma de enfrentarlos es por medio del conocimiento y del estudio de sus extravagantes afirmaciones.
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