Nota previa: Antes que yo, y seguramente mejor, al despistadísimo Juan Manuel de Prada le han aplicado sus respectivos correctivos El Paleofreak, Fogonazos y Magonia. Esperamos que con todo esto, el bien alimentado plumífero de Baracaldo se ocupe de informarse y documentarse, así fuera mínimamente, la siguiente vez que sienta el impulso de escribir su opinión, ahorrándose asi recibir ulteriores rapapolvos enérgicos cuanto bien ganados, además de ofrecer al sufrido lector una genuina opinión y no una vaga creencia irracional, supersticiosa, bobalicona y sin pies ni cabeza.
De nada, señor de Prada.
En estos días hay gran alboroto en los medios de divulgación del pensamiento crítico y científico porque un señor que de ciencia no sabe más que cómo se escribe (probablemente previa consulta del DRAE) llamado Juan Manuel de Prada, de profesión escritor, se ha alzado en defensa del "creacionismo", esa doctrina religiosa que afirma que la evolución de las especies no existe, sino que todas las especies fueron creadas por una inteligencia superior porque su mera existencia revela, dicen, un "diseño inteligente".
El argumento creacionista del "diseño inteligente", recordemos brevemente, es una puesta al día del argumento de la Primera Causa o el Primer Motor. En el caso del viejo argumento aristotélico, se nos dice que nada puede existir sin causa, y que por tanto el universo está causado por dios. Pero, si nada puede existir sin causa, dios debe de tener una causa. Y si, por el contrario, se admite que un dios podría existir sin causa, no hay motivo para no reconocer que el universo podría alegremente existir sin causa.
En el caso del "diseño inteligente", algunas estructuras complejas que los pobres creacionistas "no atinan a imaginar cómo habrían podido evolucionar" son usadas por lo pobres creacionistas para decir que "fueron diseñadas inteligentemente".
(Como paréntesis, el argumento del "no se me ocurre cómo" es uno de los más manidos y pobres del arsenal de lo paranormal. Si un soplaflautas cualquiera "no puede imaginarse cómo" ocurre algo, digamos, los círculos en las cosechas, ya le basta para suponer un fenómeno paranormal y redituable, como si su pobre imaginación fuera la medida del universo.)
Bien, si aceptamos que algo que los creacionistas consideran tan complejo que no se les ocurre cómo pueda evolucionar debe haber tenido un diseñador más complejo, se sigue directamente que el diseñador de tal estructura compleja, la deidad a la que acuden, que es un ser mucho más complejo que la estructura original, seguramente tiene también un diseñador que es, a su vez, más complejo y poderoso que el primer dios, y éste segundo dios debe haber sido creado por otro tercer dios más poderoso y complejo, y así ad infinitum o sea, hasta el infinito, sin parar y en el absurdo. Esto no demuestra sino que los argumentos de los depradas de este mundo no son sino trucos sofistas de la más baja estofa, no explican nada, no refutan nada y esencialmente sólo sirven para los teístas intolerantes se tranquilicen seguros de que la maldita ciencia no se mete en "sus" cotos de caza.
Juan Manuel de Prada, sin embargo, busca atacar desde un punto de vista que nos retrotrae inevitablemente a la famosa conferencia de "Las dos culturas" de C.P. Snow, que durante muchos años movió a conciencias críticas aunque a últimas fechas parezca olvidada. C.P. Snow, científico y novelista, lamentaba que los mundos de los intelectuales humanistas, el mundo "de letras", y el mundo de los intelectuales científicos vivieran profundamente separados salvo excepciones.
Y ciertamente hay una forma de ludismo lamentable en el mundo del intelectual humanista, especialmente el que se siente exquisito y digno de ser admirado. En el caso de Juan Manuel de Prada, no se pone a discutir de los puntos finos del neodarwinismo o del debate evolución-diseño inteligente, entre otras cosas porque es evidente que no tiene ni la más vaga, remota, nebulosa o lejana idea de que tales cosas existen, y que es en los puntos finos primero señalados donde hoy se desarrollan los más fértiles debates de la biología evolutiva, como los que protagonizaron Stephen Jay Gould (ya fallecido) y Richard Dawkins, aleccionadores, vigorizantes y emocionantes enfrentamientos de ideas basadas en hechos, datos y conocimientos certeros. No, Juan Manuel más o menos supone que Darwin escribió un libro que hoy se considera sagrado, y que las cosas están más o menos donde el genial naturalista británico las dejó el 19 de abril de 1882, cuando falleció. ¿De dónde sacará tales ideas el premiado escritor? Probablemente del mundo de la fantasía de donde extrae sus argumentos de novela.
Juan Manuel considera, en una óptica estrecha cuanto inservible, que el tema es asunto de "la prensa", aunque la prensa poco se haya ocupado del tema y las páginas de ciencia sean tan escasas en los periódicos de hoy en día. Afirma que la prensa hace algo así como defender "a Darwin", pasando por alto 150 años de evolución sobre las propuestas de Darwin. Tal despliegue de supina ignorancia equivale a mencionar el éter en el que durante un tiempo creyó Einstein o su falta de aceptación de la mecánica cuántica, como si la física no hubiera evolucionado bastante desde 1905.
Leamos uno de los momentos culminantes de la sarta de necedades que nos regala Juan Manuel de Prada en XL Semanal aprovechándose de que tiene la alta calidad de "firma" y por tanto no tiene que saber de qué habla:
Pero la prensa que exalta las teorías darwinistas sin conocerlas, o conociéndolas tan sólo de forma brumosa, a la vez que hace escarnio de unos creacionistas bufos, esquiva el asunto primordial, precisamente para evitar que la pobre gente abducida emplee su juicio. Y el asunto primordial no es otro sino aceptar que la creación es fruto de un azar complejo o asumir que obedece a un designio divino. El propio Darwin nunca negó la intervención divina en su obra canónica, El origen de las especies; pero, misteriosamente, la prensa que lo jalea –que, por supuesto, no se ha tomado la molestia de leerlo– suele esgrimirlo como autoridad irrefutable para negar tal intervención, condenando a quienes la afirman al gueto de los indoctos y los oscurantistas.
Te explico, Juan Manuel, para ver si entiendes por qué te has convertido en objeto de befa, mofa, rechazo, cuchufletas y comentarios soeces y poco respetuosos cuanto extrañamente edificantes: no puedes acusar a "la prensa que exalta las teorías darwinistas sin conocerlas, o conociéndolas sólo de forma brumosa" cuando has dejado clarísimo, desnudo ante el mundo, que tu propia comprensión de la teoría de la evolución es tan... inexistente. Llamar a la elegantísima, eficaz, clara y comprobada explicación darwinista de la evolución y la variabilidad "azar complejo" es realmente ponerse en el mejor lugar para que todo mundo haga escarnio de tu estulticia, tu falta de datos y la enorme irresponsabilidad que exhibes al tratar temas que sólo conoces por la prensa.
La prensa que hoy "jalea" a la teoría de la evolución ("teoría" en su acepción científica, es decir, la 2 del DRAE, no la 1, sinónimo de "ocurrencia", ojo Juan Manuel de Prada) no lo hace con Darwin, sino con 150 años de conocimiento científico que ha ido confirmando que la vida evoluciona aprovechando la variabilidad genética. Es decir, se defiende un cuerpo de conocimientos que es rico, variado, sólido y que se apoyan unos a otros para reconfirmar, día a día, que la evolución es la explicación de el origen de las especies por medio de la selección natural. Es tan claro eso como que la Tierra gira alrededor del Sol y no a la inversa (según lo explica, sí, la teoría de la gravitación de Newton, y lo amplia la, claro que sí, teoría de la relatividad de Einstein.
Si no sabes esto, Juan Manuel de Prada, por muchos premios literarios que acumules y por muchas nóminas en las que estés inscrito para vivir sintiéndote intelectual, eres, y por lo visto con gusto y jolgorio, indocto y oscurantista.
Juan Manuel de Prada debiera saber que los libros no muerden. Ni los de ficción ni los de biología.