Ya puede ver el piloto de "Escépticos", el programa de José A. Pérez presentado por Luis Alfonso Gámez con el tema "¿Fuimos a la Luna?", en este enlace. Altamente recomendable.
diciembre 31, 2010
diciembre 28, 2010
Timopromociones
Ante la envidiable acción de las autoridades australianas (y no, nada de esto es una inocentada) que ha obligado a la mafia internacional PowerBalance a reconocer que "no hay pruebas científicas creíbles que apoyen nuestras afirmaciones (de mejora de la fuerza, el equilibrio y la flexibilidad)", admitiendo la estafa y devolviendo el dinero a sus víctimas, ya otros han expresado públicamente su desazón porque las autoridades de otros países, supuestamente electas para proteger a la sociedad, simplemente han aplicado multas ridículamente irrisorias o han mirado para otra parte mientras las timopulseras se siguen vendiendo hasta en farmacias y tiendas deportivas.
Ya en mayo, en este mismo blog, comentábamos cómo el personal del programa "El Hormiguero" de la cadena Cuatro estaba uniformado con estas pulseras, según rumores a cambio de un pago y como actividad promocional, y también el uso de este talismán por parte de la entonces Secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, y el diputado del PP Gustavo de Aristegui, mientras que otros se escandalizaban por ver a otras figuras políticas y públicas con los mentados trozos de silicona carísima, muy destacadamente el vendedor de misterios Íker Jiménez Elizari, quien llega a lucir cuatro de estos amuletos en su colección de brazaletes.
Más allá del chiste de que esto demuestra cuán desequilibrado se considera a sí mismo el millonario presentador, y cuánta plata le sobra para traer 160 euros de plástico cutre en los brazos, el punto es la obscena fortuna amasada con este timo (contra el que, curiosamente, advierte la guardia civil pero sin actuar legalmente contra los timadores) y cómo se promueve.
¿Es grave que representantes públicos utilicen este tipo de amuletos mágicos? Lo es porque al menos revelan un preocupante nivel de desinformación. Es decir, que estas personas, que deben tener la mejor información (y para ello se pagan generosas cantidades en "asesores") para poder tomar decisiones con base en los datos más confiables disponibles, en realidad no superan el dato del rumor callejero, el cotilleo de portera y el chismorreo de bareto. Y si no preguntan en cosas tan evidentes como pasearse haciendo el ridículo con un timo en la muñeca, aterra pensar el tipo de supersticiones absurdas pueden dominar su accionar de gobierno, de oposición, legislativa, ejecutiva y judicial.
Pero estos servidores públicos han sido objeto de intensa presión por su desinformación. Seguramente se arrepienten de haber ostentado esas bobadas y quizá, sólo quizá, esto les sirva para estar un poco más alertas a las imbecilidades que revolotean por este mundo en busca de orejas acogedoras y cerebros sin defensas ante la irracionalidad.
Lo que no se ha destacado lo suficiente es que quienes más daño hacen y han seguido haciendo a la sociedad son personajes como los de El Hormiguero o Íker Jiménez. Más allá de que se les pague o no por el uso público de estos fraudulentos productos, la influencia que tienen sobre un público que está o absolutamente entregado o no tiene ningún anticuerpo contra lo que estos personajes expelen en los medios es sin duda mucho más profunda y grave que la de los políticos. Su absoluta inmunidad a las críticas y la complacencia (de nuevo) de las autoridades, los convierte en verdaderas fábricas de dinero para el timo de las fraudulentas pulseras y para muchísimos otros timos, libros delirantes, congresos de boberías, aquelarres paranoicos y revistas cuyos directores (como el delirante Enrique de Vicente, director de la revista Año Cero son capaces de afirmar sin ninguna prueba (ni ninguna vergüenza) que existe una "federación galáctica" y ellos saben que nuestro planeta será admitido en ella en cien o doscientos años (si es una profunda esquizofrenia o un descaro monumental, quizá nunca lo sabremos).
Pero, sobre todo, mientras un país como España se ríe de la ingenuidad de sus políticos, sigue permitiendo que sedicentes periodistas falseen los hechos, denigren todo el conocimiento humano, pongan en solfa sin un solo argumento cuanto hemos descubierto con el método científico, ataquen brutalmente a la actividad científica y se erijan en gurús con hordas de seguidores.
Quizá es menos preocupante una foto de un político con un amuleto mágico (como si llevara un crucifijo, digamos) que este bombardeo incesante en medios de comunicación que han dejado de lado todo interés por informar a cambio de engañar, manipular y, como suelen decir los miembros de la manada de los Jiménez y los De Vicente, "entretener".
Ya en mayo, en este mismo blog, comentábamos cómo el personal del programa "El Hormiguero" de la cadena Cuatro estaba uniformado con estas pulseras, según rumores a cambio de un pago y como actividad promocional, y también el uso de este talismán por parte de la entonces Secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, y el diputado del PP Gustavo de Aristegui, mientras que otros se escandalizaban por ver a otras figuras políticas y públicas con los mentados trozos de silicona carísima, muy destacadamente el vendedor de misterios Íker Jiménez Elizari, quien llega a lucir cuatro de estos amuletos en su colección de brazaletes.
Más allá del chiste de que esto demuestra cuán desequilibrado se considera a sí mismo el millonario presentador, y cuánta plata le sobra para traer 160 euros de plástico cutre en los brazos, el punto es la obscena fortuna amasada con este timo (contra el que, curiosamente, advierte la guardia civil pero sin actuar legalmente contra los timadores) y cómo se promueve.
¿Es grave que representantes públicos utilicen este tipo de amuletos mágicos? Lo es porque al menos revelan un preocupante nivel de desinformación. Es decir, que estas personas, que deben tener la mejor información (y para ello se pagan generosas cantidades en "asesores") para poder tomar decisiones con base en los datos más confiables disponibles, en realidad no superan el dato del rumor callejero, el cotilleo de portera y el chismorreo de bareto. Y si no preguntan en cosas tan evidentes como pasearse haciendo el ridículo con un timo en la muñeca, aterra pensar el tipo de supersticiones absurdas pueden dominar su accionar de gobierno, de oposición, legislativa, ejecutiva y judicial.
Pero estos servidores públicos han sido objeto de intensa presión por su desinformación. Seguramente se arrepienten de haber ostentado esas bobadas y quizá, sólo quizá, esto les sirva para estar un poco más alertas a las imbecilidades que revolotean por este mundo en busca de orejas acogedoras y cerebros sin defensas ante la irracionalidad.
Lo que no se ha destacado lo suficiente es que quienes más daño hacen y han seguido haciendo a la sociedad son personajes como los de El Hormiguero o Íker Jiménez. Más allá de que se les pague o no por el uso público de estos fraudulentos productos, la influencia que tienen sobre un público que está o absolutamente entregado o no tiene ningún anticuerpo contra lo que estos personajes expelen en los medios es sin duda mucho más profunda y grave que la de los políticos. Su absoluta inmunidad a las críticas y la complacencia (de nuevo) de las autoridades, los convierte en verdaderas fábricas de dinero para el timo de las fraudulentas pulseras y para muchísimos otros timos, libros delirantes, congresos de boberías, aquelarres paranoicos y revistas cuyos directores (como el delirante Enrique de Vicente, director de la revista Año Cero son capaces de afirmar sin ninguna prueba (ni ninguna vergüenza) que existe una "federación galáctica" y ellos saben que nuestro planeta será admitido en ella en cien o doscientos años (si es una profunda esquizofrenia o un descaro monumental, quizá nunca lo sabremos).
Pero, sobre todo, mientras un país como España se ríe de la ingenuidad de sus políticos, sigue permitiendo que sedicentes periodistas falseen los hechos, denigren todo el conocimiento humano, pongan en solfa sin un solo argumento cuanto hemos descubierto con el método científico, ataquen brutalmente a la actividad científica y se erijan en gurús con hordas de seguidores.
Quizá es menos preocupante una foto de un político con un amuleto mágico (como si llevara un crucifijo, digamos) que este bombardeo incesante en medios de comunicación que han dejado de lado todo interés por informar a cambio de engañar, manipular y, como suelen decir los miembros de la manada de los Jiménez y los De Vicente, "entretener".
diciembre 21, 2010
¿Director del Centro de Formación en Homeopatía?
Como algunos lectores recordarán, este blog, un servidor y mi perro Teko somos, desde el pasado mes de septiembre, especialistas certificados en homeopatía.
Ahora, y dado que el BioScience Talents Group está buscando un director para cierto "Centro de Formación en Homeopatía" que aún no parece existir, probablemente está en proceso de fundación, este humilde bloguero ha decidido solicitar el puesto (algo que ya han hecho algunos periodistas británicos en otros puestos de la rama homeopática).
Usted dirá: "Pero usted no cree en la magia de la homeopatía", y yo le diré "No tiene por qué hablarme de usted, hábleme de tú. Y eso no importa, conozco a muchos homeópatas que no se creen nada y que cuando les duele el píloro corren a su médico de la Seguridad Social, donde se atienden, operan, revisan, reciben recetas de medicamentos reales que consumen felices y recuperan la salud para poder seguir engatusando incautos. Y además, a diferencia de muchos, yo sí sé qué es la homeopatía."
Usted dirá que sin embargo, es poco ético vender un embuste de estas proporciones. Y allí estaré de acuerdo con usted y le diré que claro que no aceptaría el puesto. Pero no se trata, por supuesto, de que realmente me den el puesto de director de un centro dedicado a enseñarle mentiras a sus alumnos a cambio de dinero, sino ver qué respuesta o falta de la misma obtenemos del citado negocio. Y como me ofrezcan el puesto, mire que nos vamos a reír bastante.
¿Y qué dije yo para que me tengan en cuenta como posible cabeza de la empresa?
Ésta es la carta que he enviado a la empresa de headhunting. Lea y opine:
Ahora, y dado que el BioScience Talents Group está buscando un director para cierto "Centro de Formación en Homeopatía" que aún no parece existir, probablemente está en proceso de fundación, este humilde bloguero ha decidido solicitar el puesto (algo que ya han hecho algunos periodistas británicos en otros puestos de la rama homeopática).
Usted dirá: "Pero usted no cree en la magia de la homeopatía", y yo le diré "No tiene por qué hablarme de usted, hábleme de tú. Y eso no importa, conozco a muchos homeópatas que no se creen nada y que cuando les duele el píloro corren a su médico de la Seguridad Social, donde se atienden, operan, revisan, reciben recetas de medicamentos reales que consumen felices y recuperan la salud para poder seguir engatusando incautos. Y además, a diferencia de muchos, yo sí sé qué es la homeopatía."
Usted dirá que sin embargo, es poco ético vender un embuste de estas proporciones. Y allí estaré de acuerdo con usted y le diré que claro que no aceptaría el puesto. Pero no se trata, por supuesto, de que realmente me den el puesto de director de un centro dedicado a enseñarle mentiras a sus alumnos a cambio de dinero, sino ver qué respuesta o falta de la misma obtenemos del citado negocio. Y como me ofrezcan el puesto, mire que nos vamos a reír bastante.
¿Y qué dije yo para que me tengan en cuenta como posible cabeza de la empresa?
Ésta es la carta que he enviado a la empresa de headhunting. Lea y opine:
Estimados señores,
Tengo un gran interés en el puesto de Director del Centro de Formación en Homeopatía que ustedes han anunciado a través del BioScience Talents Group.
Aunque carezco de titulación universitaria, cuento con un diploma de especialista en medicina homeopática de los Laboratorios Boiron, la mayor empresa vendedora de preparados homeopáticos del mundo.
Mi experiencia en 30 años de periodista científico me coloca en una posición singular para dirigir un centro formativo de esta índole, pues conozco a fondo todas las respuestas, pretextos y coartadas que durante 200 años han empleado la homeopatía -y otras muchas disciplinas pseudomédicas- para rehuir la responsabilidad de presentar estudios controlados que validen alguna de las "leyes" de Hahnemann o la mínima capacidad terapéutica por encima del placebo de ninguno de sus preparados. Esta experiencia puede ser invaluable para cualquier institución que pretenda formar personas que finjan curar utilizando procedimientos que rechazan la totalidad del conocimiento científico de la humanidad, ampliando conceptos como "la homeopatía, por su naturaleza, no es sujeta de estudios científicos y debe ser validada por otros medios".
Igualmente, mis conocimientos en otras muchas disciplinas científicas sobre las que he trabajado como divulgador, especialmente la física cuántica, así como cuanto he hecho respecto de la historia de la ciencia y la medicina, me dan una ventaja difícil de igualar en el manejo de términos de la ciencia de modo que parezca que la homeopatía tiene alguna base. "Energías", "campo vibracional", "memoria del agua", "principio curativo", "bioelectricidad", "codificación terapéutica" y otros muchos conceptos ya existentes o producidos ad hoc pueden dar a los estudiantes una firme convicción de que están haciendo algo más que dispensar el agua y la lactosa más caras del planeta. Del mismo modo, estoy ampliamente familiarizado con todas las falacias argumentales comunes, que me permiten hacer argumentos como "la industria farmacéutica es un negocio y por tanto no cura". Algunos años actuando en teatro y televisión me permiten además el control necesario para declarar públicamente frases como la anterior sin soltar la carcajada.
Como periodista dedicado a temas de ciencia y de su opuesta, la pseudociencia, conozco a fondo los procedimientos y estrategias empleados por la homeopatía en Alemania y Francia para conseguir financiamiento y reconocimiento por parte de gobernantes ignorantes de los más elementales principios de la ciencia. Considero que tengo la capacidad de definir estrategias claras y acordes con el pensamiento de los políticos españoles para ayudar a que en un plazo muy breve la Sanidad Pública destine elevadas cantidades al pago de practicantes homeopáticos y los correspondientes preparados. Todo es tema de cabildear la "libertad" en el PP, la cuestión "tradicional-rebelde" en IU, el tema "natural contra artificial" entre los verdes y el aspecto "la gente lo quiere" ante el PSOE.
Adicionalmente a mi labor periodística reconocida tanto en México como en España, he trabajado en comunicación publipromocional, de modo que cuento con las bases necesarias para dirigir certeramente las acciones comunicacionales de la escuela para darle la notoriedad necesaria para cumplir y superar sus objetivos económicos.
Por si todo esto fuera poco, tengo una modesta pero reconocida carrera como escritor de ciencia ficción, ganador del Premio Puebla en 1984, autor de dos colecciones de cuentos y además cuatro novelas policiacas y diversos guiones de cine y televisión, todo lo cual da fe de una capacidad imaginativa que, puesta al servicio de la homeopatía, puede generar numerosas ocurrencias novedosas e interesantes merecedoras de la atención de Discovery DSalud, Cuarto Milenio y Año Cero, independientemente de que sean únicamente fantasía.
La credibilidad de la homeopatía necesita, en mi opinión, un nuevo giro, más allá de los argumentos empleados en los últimos 200 años, donde aún se puede percibir cierta ligera preocupación ética, y me precio de contar con la experiencia, los conocimientos y la capacidad necesarias para generar nuevos argumentos convincentes respecto de esta práctica.
Precisamente por haber recibido un diploma de Boiron en breves minutos de capacitación, y conociendo a fondo los programas de estudios de instituciones que han explotado la homeopatía desde hace años, como el Instituto Politécnico Nacional de México y la Los Angeles School of Homeopathy (entre muchas otras), me considero capaz de desarrollar un plan de estudios prolongado, complejo y altamente convincente pese a las bases tan escasas y simples de la homeopatía, como para crear numerosas materias de aspecto altamente serio y que cubran cualquier cantidad de años y nivel, desde el técnico hasta la licenciatura y el postdoctorado.
Espero que con todo esto quede claro que mi falta de titulación médica no es una desventaja ante la homeopatía sino antes una virtud, puesto que no se me ha indoctrinado en las aulas sobre afirmaciones relacionadas con los gérmenes patógenos, la fisiología, la genética y otras disciplinas que contradicen al maestro Hahnemann que dejó muy claro que de nada sirve investigar el origen de la enfermedad pues éste no puede conocerse (v. Organon, de S. Hahnemann).
Espero su respuesta positiva con los datos concretos de la oferta para proseguir las posibles negociaciones.
Atentamente,
Mauricio-José Schwarz
diciembre 13, 2010
Dos semanas y MOPA
Última oportunidad para nominar a lo más selecto del mundo de la filfa, el embuste, la anticiencia, el balbuceo interesado, la conspiranoia panicosa, la parapsicología paranada y otras disciplinas del maravilloso mundo del misterio y el ocultismo.
Este 28 de diciembre, en su día, los charlatanes y embaucadores celebran una de las fiestas más señaladas del calendario babeante: la entrega de los premios MOPA, Máxima Orden de la Parapsicología Alucinadita, valoradísimos galardones que año con año estremecen a la opinión pública y sustentados en el granítico prestigio de su convocante, otorgante y litigante mangante, la Academia de Ciencias y Artes Neo-Ocultistas (ACA-NO).
En la ceremonia de entrega, que se realiza la noche del 28 de diciembre en un lugar del que se informa telepáticamente a los invitados, nominados y orgullosos ganadores, se reúne la crema, nata y papanata del engaño sin distingos de clase, desde quirománticas de El Retiro hasta millonarios de la televisión, con el único objeto de darse cera, que les gusta hasta el delirio.
Usted, ciudadano normal, común, corriente, vulgar, no dotado de poderes y dones, más bien perrada y ser humano de segunda B que apenas puede aspirar a ser cliente, consumidor, paciente o víctima de estos próceres, puede sin embargo participar nominando a posibles ganadores en las más distintas especialidades: extracción de euros, tontería reciclada décadas después, la cara más dura del misterio, soplapitidos completos de los medios, el personaje más siniestro del 2010 o el "mamarracho 2010". Usted decide la categoría y al ganador, y la ACA-NO decide.
Envíe sus nominaciones a nahual55(arroba)gmail.com, gracias.
Este 28 de diciembre, en su día, los charlatanes y embaucadores celebran una de las fiestas más señaladas del calendario babeante: la entrega de los premios MOPA, Máxima Orden de la Parapsicología Alucinadita, valoradísimos galardones que año con año estremecen a la opinión pública y sustentados en el granítico prestigio de su convocante, otorgante y litigante mangante, la Academia de Ciencias y Artes Neo-Ocultistas (ACA-NO).
En la ceremonia de entrega, que se realiza la noche del 28 de diciembre en un lugar del que se informa telepáticamente a los invitados, nominados y orgullosos ganadores, se reúne la crema, nata y papanata del engaño sin distingos de clase, desde quirománticas de El Retiro hasta millonarios de la televisión, con el único objeto de darse cera, que les gusta hasta el delirio.
Usted, ciudadano normal, común, corriente, vulgar, no dotado de poderes y dones, más bien perrada y ser humano de segunda B que apenas puede aspirar a ser cliente, consumidor, paciente o víctima de estos próceres, puede sin embargo participar nominando a posibles ganadores en las más distintas especialidades: extracción de euros, tontería reciclada décadas después, la cara más dura del misterio, soplapitidos completos de los medios, el personaje más siniestro del 2010 o el "mamarracho 2010". Usted decide la categoría y al ganador, y la ACA-NO decide.
Envíe sus nominaciones a nahual55(arroba)gmail.com, gracias.
diciembre 01, 2010
Carta abierta a la directora de la Fac. de Ciencias, UNAM
Rosaura Ruiz Gutiérrez es doctora en biología y profesora de asignatura A de la materia de biología evolutiva en la Facultad de Ciencias de la UNAM, considerada todavía la máxima casa de estudios de México y una de las principales instituciones de educación superior e investigación del vapuleado Tercer Mundo.
Como tal, y durante la Semana de la Ciencia, al final de su ponencia sobre "Una ciudad educada en ciencia", respondió a una pregunta de los autores del blog Espejo escéptico diciendo, entre otras cosas: "El conocimiento científico tiene que respetar otras formas de conocimiento. La acupuntura, por ejemplo, es un conocimiento milenario de Asia, de países como China, como Japón, muchísima gente... ellos se han curado con estas tecnologías. Creo que también tenemos que respetar las formas de conocimiento de otros grupos humanos".
Ante esto, este blog siempre a caballo, como el poema de Pedro Garfias, entre México y España, y dado que quien esto escribe pasó parte de su vida académica en la UNAM, hemos enviado el siguiente correo electrónico a la Doctora Rosaura Ruiz. Como siempre, esperamos que nos responda. Como siempre, dudamos que lo haga, como es tradicional con estas misivas que son prontamente desechadas como una molestia menor en las carreras políticas y económicas de los más diversos personajes.
Si usted quiere escribirle a la doctora Ruiz, claro, su dirección de correo es pública como las de todos los catedráticos de la UNAM y puede encontrarla aquí.
Como siempre, aquí relataremos lo que nos conteste la doctora. Si no relatamos nada es porque no contestó, claro.
Como tal, y durante la Semana de la Ciencia, al final de su ponencia sobre "Una ciudad educada en ciencia", respondió a una pregunta de los autores del blog Espejo escéptico diciendo, entre otras cosas: "El conocimiento científico tiene que respetar otras formas de conocimiento. La acupuntura, por ejemplo, es un conocimiento milenario de Asia, de países como China, como Japón, muchísima gente... ellos se han curado con estas tecnologías. Creo que también tenemos que respetar las formas de conocimiento de otros grupos humanos".
Ante esto, este blog siempre a caballo, como el poema de Pedro Garfias, entre México y España, y dado que quien esto escribe pasó parte de su vida académica en la UNAM, hemos enviado el siguiente correo electrónico a la Doctora Rosaura Ruiz. Como siempre, esperamos que nos responda. Como siempre, dudamos que lo haga, como es tradicional con estas misivas que son prontamente desechadas como una molestia menor en las carreras políticas y económicas de los más diversos personajes.
Si usted quiere escribirle a la doctora Ruiz, claro, su dirección de correo es pública como las de todos los catedráticos de la UNAM y puede encontrarla aquí.
Estimada doctora Ruiz Gutiérrez,
Al final de su ponencia en la Semana de la Ciencia, usted hizo algunas afirmaciones que ameritan comentarios y preguntas, y espero que usted tenga la amabilidad de responder a este mensaje.
Como bióloga, seguramente conoce los destrozos en cuanto a conocimientos, vidas humanas y ruina de la ciencia que ocasionó Trofim Denisovich Lysenko en la Unión Soviética de Stalin, disfrazando de conocimiento ("oficial", claro) lo que no eran sino delirios ideológicos y convenencieros.
Es por ello alarmante lo que está pasando en muchos países, donde distintas disciplinas no validadas mediante evidencias (las mismas evidencias que usted seguramente demandaría para aceptar cualquier afirmación sobre fisiología celular o la existencia de una nueva especie) están siendo convertidas en "conocimiento" y "ciencia por decreto" gracias a la ignorancia de los gobernantes. Y en vez de combatir este ataque de la anticiencia, la antiinteligencia, la superstición y el embuste brujeril, usted parece convalidarlo.
Afirmó que "el conocimiento científico tiene que respetar otras formas de conocimiento". Esta afirmación, tan amable y en apariencia tolerante tiene muchos problemas. El conocimiento científico no está para respetar, porque no es una persona. Otra cosa es que los científicos, que no son "el conocimiento" respeten otras formas de conocimiento, como el derecho romano, la interpretación violinística y la gimnasia rítmica. Pero cuando esas "otras formas" entran en el terreno de la atención de la ciencia (es decir, hacen afirmaciones sobre el mundo físico y relaciones causales comprobables), no se trata de "respetarlas", sino que deben ser sometidas a validación experimental como cualquier otra afirmación, hipótesis u ocurrencia.
Dice usted que la acupuntura es un "conocimiento milenario" que viene de Asia. Esto no lo valida como conocimiento. Es en realidad una "superstición milenaria" del mismo cuerpo de supersticiones pseudomédicas y precientíficas, la creencia de la "medicina tradicional china", que afirma que el hueso de tigre "cura" los dolores de las articulaciones, y en aras de supersticiones similares e igualmente no probadas se están extinguiendo especies enteras.
La acupuntura parte de una serie de creencias supersticiosas sobre una energía (chi) cuya existencia no está demostrada, que se supone que corre por unos "meridianos" o canales fisiológicos que nadie ha observado nunca. Afirma que la enfermedad se causa cuando se "interrumpe" o "desequilibra" el flujo del "chi", y que la salud se recupera cuando se desobloquea el flujo del chi por los meridianos con una aguja.
Nada de esto es "conocimiento", doctora Ruiz, y presentarlo como tal es engañoso. Es una serie de supersticiones milenarias como otras tantas de diversas culturas precientíficas, y todo intento por validarlas científicamente ha sido inútil. Ni chi, ni meridianos, ni flujos ni, sobre todo, curaciones. Una superstición elevada a la calidad de conocimiento por decreto de Mao Zedong para la visita de Nixon.
Porque usted dice: "ellos se han curado con estas tecnologías", y no hay ni un solo estudio científico serio que diga que la acupuntura "cura" nada. Todo intento por demostrar un efecto terapéutico en esta práctica ha sido inútil: la acupuntura tiene una efectividad similar al placebo, es decir, que durante un tiempo un porcentaje pequeño de pacientes se siente mejor aunque no se cure. Cualquier búsqueda que haga en publicaciones científicas serias (no los falsos "Journals" de "medicina alternativa", claro) al respecto corrobora esto. La acupuntura no "cura", sino que tiene efectos sintomáticos de placebo en situaciones de dolor, malestar vago, etc., como lo corrobora el más reciente estudio al respecto.
Me gustaría conocer su opinión respecto de estos hechos. No podemos confundir conocimiento con creencia, y el que un gobierno cualquiera pretenda convertir en conocimiento por decreto creencias no validadas como la acupuntura y la homeopatía, y despilfarrar los escasos fondos públicos en el pago de brujos con ínfulas debe ser preocupación de todos siempre, y más en tiempos de crisis.
Espero que rectifique usted públicamente su posición en favor del conocimiento real (a diferencia de la superstición), de la imagen de la Facultad de Ciencias, de la imagen de la UNAM y de la lucha contra la ignorancia, las pseudociencias y la manipulación de la ignorancia.
Atentamente,
Mauricio-José Schwarz
Premio Nacional del Club de Periodistas de México 1997
Como siempre, aquí relataremos lo que nos conteste la doctora. Si no relatamos nada es porque no contestó, claro.
noviembre 24, 2010
Enigmas y birras
El 30 de octubre, comenzamos en Gijón una actividad inspirada en las reuniones británicas Skeptics in the Pub que se llevan a cabo desde mediados de la década de 1990, con un giro para no ser reuniones de "escépticos", sino espacios de diálogo con el público en general, se defina o no como escéptico, que quiera conocer información sobre las diversas cuestiones que los medios nos venden como "Enigmas"
En la primera reunión hablamos en general de enigmas y de dos casos en los que este bloguero ha intervenido, en su doble calidad de fotógrafo e incrédulo. Uno de ellos conocido por los lectores de este blog, las falsas fantasmas que promovía Íker Jiménez, y otro que no ha trascendido, el "ovni de Ajo", un par de fotografías tomadas en Cantabria que se nos presentaron para su análisis.
Este sábado 27 de noviembre a las 19:30 horas, celebraremos la 2ª reunión "Enigmas y birras", en el pub La Cuestión, Marqués de Casa Valdés 7, en Gijón. Están todos invitados.
En esta ocasión, el doctor en física Sergio Palacios, autor del blog Física en la ciencia ficción, profesor de la Universidad de Oviedo y autor del libro La guerra de dos mundos, pondrá las bases del tema "Pero... ¿nos visitan los extraterrestres?" para luego proceder a la tertulia generalizada.
La entrada es libre y para todo público. Sin embargo, se agradece que cada asistente haga al menos una consumición en agradecimiento por el préstamo del local a su amable y siempre hospitalaria dueña Adri. La convocatoria es de Círculo escéptico.
Ojalá y se pueda multiplicar esta iniciativa en otros lugares.
En esta ocasión, el doctor en física Sergio Palacios, autor del blog Física en la ciencia ficción, profesor de la Universidad de Oviedo y autor del libro La guerra de dos mundos, pondrá las bases del tema "Pero... ¿nos visitan los extraterrestres?" para luego proceder a la tertulia generalizada.
La entrada es libre y para todo público. Sin embargo, se agradece que cada asistente haga al menos una consumición en agradecimiento por el préstamo del local a su amable y siempre hospitalaria dueña Adri. La convocatoria es de Círculo escéptico.
Ojalá y se pueda multiplicar esta iniciativa en otros lugares.
Pueden seguir Enigmas y birras en Facebook.
noviembre 04, 2010
¿Cómo referirse a un vulgar estafador?
Copio y pego el resumen que hace Luis Alfonso Gámez en Magonia del caso del Profesor Fernando Cuartero:
Estafa es sacarle los cuartos a alguien con un engaño. Y es vulgar hacerlo con el viejo cuento de la comunicación con los espíritus de las personas fallecidas. Porque para condenar al profesor Cuartero, lo menos que la jueza debió hacer es exigirle a los organizadores del aquelarre y en particular al demandante, Rafael Campillo, quien ya ha organizado otros cónclaves ocultistas similares, a la médium Marylin Rossner (que acaba de estar del 23 al 31 de octubre dando otros espectáculos en Alicante y había estado en el anterior show de Campillo) y al parapsicólogo Raymond Moody, que demostraran a satisfacción ante el tribunal que lo suyo no es un engaño, sino una realidad.
Sin esas pruebas, la condena no parece razonable. No lo digo yo, sino Yamato, que es abogado y conoce bien el punto donde la estafa paranormal, ocultista y pseudocientífica se toca con el sistema judicial español, en su blog El fondo del asunto.
Suele darse que la justicia española se ponga del lado de diversos pseudocientíficos, ocultistas, brujos y plagiadores. Recordamos la sentencia contra Luis Alfonso Gámez por atreverse a criticar al santón del embuste Juan José Benítez, o las ocasiones en que los jueces se han negado a sentenciar a los estafadores considerando a las víctimas corresponsables de su ruina económica y moral a manos de unos desalmados "halternativos".
En esta ocasión, se ha creado un grupo de Facebook en apoyo al profesor Cuartero y se está organizando una plataforma para apoyarlo en el recurso de la sentencia.
Ciertamente no es que importen los 204 euros de la multa. El tema es un asunto de principios y de utilizar los recursos de la justicia para evitar que ésta se alinee del lado del trilerío organizado y que cuenta además con los dineros obtenidos de la venta de sus embusteros bienes, como los 45 euros que se le cascaron a los inocentes que cayeron en el aquelarre denunciado por el profesor Cuartero.
Y para poder decirle "vulgares estafadores" a los vulgares estafadores de este mundo, por supuesto.
Fernando Cuartero, catedrático de Lenguajes y Sistemas Informáticos y subdirector académico del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), ha sido condenado a pagar una multa de 204 euros como autor de una falta de injurias por haber calificado en una carta de "vulgares estafadores" a los organizadores de un seminario espiritista celebrado en esa institución académica, en Albacete, el 31 de octubre y 1 de noviembre del año pasado. La titular del Juzgado de Instrucción Nº 1 de Albacete, Otilia Martínez Palacios, considera en la sentencia que, "aunque sea una crítica social aceptada el hablar de la parapsicología como pseudociencia, no lo es el decir que son vulgares estafadores, porque socialmente estas expresiones son ofensivas y menoscaban y quebrantan la fama y prestigio de la persona a la que van dirigidas".En resumidas cuentas, una jueza dice que es una ofensa llamar "vulgares estafadores" a quienes le sacan dinero a la gente por un engaño, el del espiritismo, con una supuesta médium y un supuesto parapsicólogo.
Estafa es sacarle los cuartos a alguien con un engaño. Y es vulgar hacerlo con el viejo cuento de la comunicación con los espíritus de las personas fallecidas. Porque para condenar al profesor Cuartero, lo menos que la jueza debió hacer es exigirle a los organizadores del aquelarre y en particular al demandante, Rafael Campillo, quien ya ha organizado otros cónclaves ocultistas similares, a la médium Marylin Rossner (que acaba de estar del 23 al 31 de octubre dando otros espectáculos en Alicante y había estado en el anterior show de Campillo) y al parapsicólogo Raymond Moody, que demostraran a satisfacción ante el tribunal que lo suyo no es un engaño, sino una realidad.
Sin esas pruebas, la condena no parece razonable. No lo digo yo, sino Yamato, que es abogado y conoce bien el punto donde la estafa paranormal, ocultista y pseudocientífica se toca con el sistema judicial español, en su blog El fondo del asunto.
Suele darse que la justicia española se ponga del lado de diversos pseudocientíficos, ocultistas, brujos y plagiadores. Recordamos la sentencia contra Luis Alfonso Gámez por atreverse a criticar al santón del embuste Juan José Benítez, o las ocasiones en que los jueces se han negado a sentenciar a los estafadores considerando a las víctimas corresponsables de su ruina económica y moral a manos de unos desalmados "halternativos".
En esta ocasión, se ha creado un grupo de Facebook en apoyo al profesor Cuartero y se está organizando una plataforma para apoyarlo en el recurso de la sentencia.
Ciertamente no es que importen los 204 euros de la multa. El tema es un asunto de principios y de utilizar los recursos de la justicia para evitar que ésta se alinee del lado del trilerío organizado y que cuenta además con los dineros obtenidos de la venta de sus embusteros bienes, como los 45 euros que se le cascaron a los inocentes que cayeron en el aquelarre denunciado por el profesor Cuartero.
Y para poder decirle "vulgares estafadores" a los vulgares estafadores de este mundo, por supuesto.
octubre 29, 2010
Por una universidad libre de pseudociencia y oscurantismo
Cada día más universidades caen bajo el influjo de la estupidez comercialmente rentable para regocijo de quienes sueñan devolvernos al siglo XI y sacar una buena tajada en el proceso.
Desde los desfiguros astrológicos que han hecho universidades en México y en España hasta el avance indetenible de las pseudomedicinas no validadas experimentalmente que denuncia cotidianamente La lista de la vergüenza, el abordaje de la universidad por parte del ocultismo está en marcha a toda máquina.
Ante ello, el blog amigo La ciencia y sus demonios ha decidido lanzar un Manifiesto por una universidad libre de pseudociencia y oscurantismo que usted puede leer y firmar aquí.
Por cierto, si los oscurantistas y ocultistas ofrecen el manido argumento de la "libertad de cátedra" y del "libre debate en las universidades", será que no se enteran de que, precisamente, sus afirmaciones no resisten el ejercicio de la libertad de cátedra y, por supuesto, son ellos quienes se rehúsan al libre debate continuamente. Quieren el reconocimiento de la ciencia pero sin hacer el trabajo científico, simulando rigor, como niños jugando a los médicos, y les horroriza someterse, como lo hacen los científicos de verdad día tras día, a la evaluación de sus métodos y resultados por parte de personas que están fuera de su cofradía o aquelarre, limitándose al insulto, la coartada y la tarea de escurrir el bulto, todo ello enemigo de la esencia misma de la universidad.
Y sin universidad, todo lo que usted tiene, empezando por la libertad y terminando con todo el conocimiento, desde la medicina hasta Internet, desde la luz eléctrica hasta el automóvil, todo, todo, desaparece. Sería, ése sí, el retorno de los charlatanes.
Desde los desfiguros astrológicos que han hecho universidades en México y en España hasta el avance indetenible de las pseudomedicinas no validadas experimentalmente que denuncia cotidianamente La lista de la vergüenza, el abordaje de la universidad por parte del ocultismo está en marcha a toda máquina.
Ante ello, el blog amigo La ciencia y sus demonios ha decidido lanzar un Manifiesto por una universidad libre de pseudociencia y oscurantismo que usted puede leer y firmar aquí.
Por cierto, si los oscurantistas y ocultistas ofrecen el manido argumento de la "libertad de cátedra" y del "libre debate en las universidades", será que no se enteran de que, precisamente, sus afirmaciones no resisten el ejercicio de la libertad de cátedra y, por supuesto, son ellos quienes se rehúsan al libre debate continuamente. Quieren el reconocimiento de la ciencia pero sin hacer el trabajo científico, simulando rigor, como niños jugando a los médicos, y les horroriza someterse, como lo hacen los científicos de verdad día tras día, a la evaluación de sus métodos y resultados por parte de personas que están fuera de su cofradía o aquelarre, limitándose al insulto, la coartada y la tarea de escurrir el bulto, todo ello enemigo de la esencia misma de la universidad.
Y sin universidad, todo lo que usted tiene, empezando por la libertad y terminando con todo el conocimiento, desde la medicina hasta Internet, desde la luz eléctrica hasta el automóvil, todo, todo, desaparece. Sería, ése sí, el retorno de los charlatanes.
octubre 16, 2010
Estimado político
Estimado político,
Me dirijo a usted en su calidad de persona que toma decisiones de gobierno para su país y para sus habitantes.
A efectos de esta carta, da igual si ganó unas elecciones democráticas u obtuvo su puesto mediante alguna irregularidad electoral, por herencia, golpe de estado o cualquier otro procedimiento. También da igual si es o dice ser de derecha o de izquierda, o si alimenta la fantasía del "centro" ideológico; si es hombre o mujer, heterosexual, homosexual, bisexual, polisexual o asexuado. Resulta irrelevante también si actúa buscando beneficiar a sus conciudadanos o simplemente pretende su beneficio personal. Y no tiene ninguna importancia si usted es honrado o pillastre, o si trabaja de presidente, primer ministro, presidente de gobierno, caudillo, premier, diputado, senador, gobernador, presidente de provincia o comunidad autónoma, asambleísta, congresista, presidente municipal, edil, concejal, o en cualquier otra posición de responsabilidad en la toma de decisiones.
Sólo quiero que mire bien lo que hay a su alrededor, que a veces lo obvio se nos pasa de noche, y lo evalúe cuando deba tomar decisiones en el futuro, sobre todo si implican ciertas palabras extrañas, desusadas o en apariencia poco relevantes en la vida diaria. Que valore que aunque las palabras suenen ajenas, los conceptos que transmiten no lo son.
Piense usted en lo que ocurre en la mañana, cuando se levanta. Seguramente tiene usted un lecho limpio y razonablemente cómodo, sea modesto u opulento. La gran mayoría de los dirigentes a lo largo de toda la historia de la humanidad han dormido en condiciones mucho menos deseables que las suyas, acompañados de chinches, pulgas y piojos, ya en el catre de Alejandro Magno, en las mullidas camas de plumón de ganso de Enrique VIII o en el lecho presidencial de Abraham Lincoln.
Como hemos descubierto que estos parásitos no sólo son repugnantes y nos causan picores, sino que transmiten graves enfermedades, los hemos expulsado de nuestros dormitorios. La pulga fue responsable de la peste negra que acabó con entre 1/3 y 1/2 de la población europea en el siglo XIV. Los piojos transmiten enfermedades microbianas y nos pueden inocular desagradables gusanos parásitos. Las chinches provocan poco estéticas erupciones de la piel y graves infecciones.
Por eso se limpia su casa, se airea la ropa de cama y se lava con jabones y detergentes que alejan a los parásitos. Por eso usted se baña, quizás diariamente. Y por eso está libre de muchas enfermedades... y de picores incómodos.
Todo esto lo descubrieron los científicos, haciendo una cosa que se llama ciencia en variedades tan raras como la entomología,la epidemiología, la microbiología y otras palabras así.
Usted se asea, se viste y desayuna. Quizás no sabe que las máquinas que han tejido la tela de su ropa están estrechamente relacionadas con la informática: los sistemas automatizados que se empezaron a usar para obtener tejidos complejos son ancestros de los que se utilizan para programar su teléfono móvil o celular, su ordenador o computadora, y el ordenador o computadora que se usa para controlar sus vuelos en avión y garantizarle todos y cada uno de los despegues, recorridos y aterrizajes de los que ha disfrutado en su vida.
Todos estos dispositivos están construidos sobre principios científicos de nombres como cibernética, robótica, microelectrónica, mecánica de fluidos, aerodinámica, etc. Cuando esos principios se ponen en práctica mediante la ingeniería, hablamos de tecnología. Sin ciencia no hay tecnología... ni sus beneficios.
Lo que usted desayuna no es menos importante. Usted confía razonablemente que sus alimentos no transmiten enfermedades y no tienen sustancias nocivas, además de que puede ver que son económicamente accesibles debido a que existe la agricultura tecnológica y disciplinas como la botánica y la zoología, gracias a que sabemos algo sobre la composición química y el funcionamiento de los seres vivos, su desarrollo, sus relaciones (ecológicas, imagínese) con otros seres vivos, su fisiología y su genética y demás. Y utilizamos eso para producir, transportar y comercializar los productos, y también para analizarlos y certificar que son aptos para el consumo humano. Cuando usted se come un plato de huevos con tocino (o bacon, o panceta) y un vaso de leche, tiene una seguridad razonable de que no se está alimentando con un mortal cóctel de salmonela y triquina aligerado con un vaso de fiebre aftosa.
Todo eso es ciencia, pero con palabras cotidianas: cama, camisa, huevos con tocino, leche, avión, viaje. La ciencia es un sistema probado para obtener conocimientos fiables, un sistema al alcance de todos. Bástele saber eso: funciona, es fiable, no es secreta, conviene.
Seguramente ha tenido problemas de salud, pero sabe que usted y los suyos tienen probabilidades de vivir hasta bien pasados los 70 años. Esto le puede parecer natural, pero no lo era en el pasado. En el siglo XVIII, que no es precisamente la prehistoria, la expectativa de vida era de 35 años. Y no porque todos murieran a los 35, claro, sino por la gran mortalidad infantil, tanta que si usted no es demasiado joven recordará cuando se decía que alguien había tenido tantos hijos y "le habían vivido" tantos. Y luego vivir más de 50 años era igualmente poco frecuente. A los 70 llegaban muy, muy pocos.
Esto se debe a que hoy existen conceptos y productos que no había en el siglo XVIII: asepsia, vacunas, antibióticos, anestésicos, analgésicos, conocimientos de nutrición, etc. Todas esas cosas logradas mediante investigaciones científicas, corroboradas y perfeccionadas continuamente.
Seguramente le han dicho que ciertas "medicinas" antiguas curan ciertas afecciones. No deja de ser raro que no las curaran antes, y que fuera necesario que se desarrollara la medicina basada en evidencias, ésa que llamamos "medicina científica", para curarlas. La viruela era tan común en China como en la India y en Europa, por más yerbas y agujas que usaran, hasta que la medicina científica enfrentó el problema. Hoy no tenemos miedo a la viruela, la erradicamos en 1977 gracias a la ciencia, a cosas como la virología, la inmunología, la bioquímica y otras disciplinas de nombres raros.
Pero tampoco curaban -ni curan- las enfermedades que la medicina científica aún no sabe curar. Por ello, como sociedad --y como individuos-- es más inteligente apostar por la muy joven y muy exitosa medicina científica, que avanza todos los días y que puede demostrar sus logros durante los últimos 150 años, para llegar a curar esas enfermedades que hoy aún son un azote, y no por quienes no han conseguido ningún logro relevante durante siglos o milenios.
De hecho, si usted sufre en el gobierno problemas como "el envejecimiento de la población", es porque los seres humanos de la era científica viven más años y con mejor calidad que los de tiempos y lugares no científicos. Y eso lo goza usted, probablemente con de válvulas cardiacas nuevas, insulina para la diabetes, alguna cadera nueva, un antihipertensivo que le alarga la vida a su corazón y quizá hasta una coqueta liposucción.
Todo eso es ciencia.
Le daré un solo ejemplo más para no agobiarlo con detalles abigarrados: Todo.
Todo lo que usted tiene, vive y disfruta, es resultado de la ciencia. Las edificaciones de su vivienda, oficinas y demás no se caen porque han sido construidos sabiendo científicamente la resistencia y capacidad de los materiales de construcción que vemos funcionar bien día a día, todos los días. Su automóvil. La gasolina que lo mueve. Sus teléfonos. Sus gafas (hijas de los estudios de óptica de Newton). La celdilla fotoeléctrica que impide que el ascensor o elevador se le cierre en las narices (gracias a un principio descubierto por Einstein). El ascensor. La luz del ascensor. Radio y televisión. Bolígrafos e instrumentos de acero. Papel y gomina para el pelo. Latas de anchoas y el láser de su lector de DVD o el que se usó para alinear el túnel del metro (ese láser que decían que no servía para nada). Su reloj y su GPS. La cinta adhesiva y los caramelos para el aliento. La cámara de fotos o de vídeo con que inmortaliza a su familia. Todo, todo es resultado de la ciencia y nada de la pseudociencia, la superstición o la falta de recursos para avanzar. Todo se ha logrado gracias a que algunos seres humanos especialmente curiosos se dedican a averiguar cómo funcionan las cosas, qué leyes las rigen y cómo podemos usarlas y mejorarlas en nuestro beneficio. En el de usted, principalmente.
Porque, verá usted, hay un problema.
Algunas veces parece que los logros y conocimientos de la ciencia son tan abrumadores que ya lo sabemos todo. (Paradójicamente, hay vendedores de miedo al conocimiento y de cierta visión pastoril y ñoña de un pasado que nunca existió, que dicen que la ciencia no sabe nada.)
Pues no, no lo sabemos todo. Ni mucho menos. Sabemos muchas, muchísimas cosas, más cada día... pero son muy poco comparadas con todo lo que nos queda por saber. La ciencia tiene esa peculiar característica: cuando responde una pregunta provoca muchas otras. Como si al conseguir abrir una puerta entráramos a una habitación donde hay otras veinte o más puertas que hay que abrir, con distintas cerraduras, cada una más compleja que la otra.
Para vivir mejor, para que sus conciudadanos vivan mejor, qué caramba, para que usted y sus hijos y sus nietos vivan mejor, más tiempo, con menos incomodidad, más felices y tranquilos, la ciencia debe seguir desarrollándose, aprendiendo, planteándose preguntas difíciles. Esto necesita no sólo investigación, sino recursos y voluntad para formar científicos, para que más jóvenes estudien carreras científicas en mejores condiciones, con mejores profesores y laboratorios, para que los medios informen de modo correcto sobre qué es la ciencia, y para que florezcan disciplinas con nombres que nos pueden sonar raros pero que significan camas, ropa, jabón, teléfonos, caderas, desayunos y películas 3D en DVD.
Entiendo que es muy seductora la idea de complacer a sus electores otorgando financiamiento público a prácticas supuestamente curativas (digamos, por decir, la homeopatía o la acupuntura) que nadie ha demostrado que funcionen y que además contravienen cuanto sabemos (cosas que funcionan y se llaman química, fisiología, física y así). La gente las quiere, y usted sabe que si uno les da lo que quieren, votan por uno, lo cual no está del todo mal. Igualmente es seductor prohibir cosas que unos señores muy escandalosos aseguran que son dañinas y peligrosas (digamos, por decir, los teléfonos móviles o las vacunas) para que voten por nosotros o al menos nos aplaudan mucho y dejen de estar molestando, lo que siempre es agradable. Pero esa seducción tiene su precio.
Los escasos recursos del estado (y no importa si su país es pequeño y pobre o grande y económicamente poderoso, los recursos del estado siempre son escasos) que se desvíen de la ciencia hacia otras actividades más cercanas a la magia acaban redundando en perjuicio de todos, especialmente de usted mismo y de su cómoda supervivencia futura. No apoyar a Jonas Salk en 1955 durante la epidemia de poliomielitis de Estados Unidos, por ejemplo, podría haber significado que sus hijos (los de usted, no los de Salk) hubieran sufrido la enfermedad. O usted mismo. Y entonces la cama, el desayuno, el vuelo y el trabajo de toma de decisiones de gobierno sería bastante menos amable. Sin piernas, imagínese. O conectado de por vida a un respirador. O muerto, que no es una buena situación para disfrutar de la vida como es debido.
La ciencia es fundamental y promover su desarrollo, su conocimiento, su presencia y su reconocimiento, es tema de la más elemental justicia. No debe dejarse sólo en manos de la libre empresa (que usted, sea de izquierda o de derecha, me da igual, sabe que no es muy de fiar), sino que debe ser parte de cualquier política de gobierno a cualquier nivel. Lo contrario, desproteger a la ciencia o, peor aún, promover la anticiencia, la charlatanería, la brujería, el esoterismo y la superstición, es una injusticia para toda la sociedad y, sobre todo, para usted.
Y no me refiero sólo a la justicia básica que implica el que su pueblo (pobre o rico) reciba información real y no engaños. Ni a la justicia que implica el no premiar a embusteros sino a la gente que en realidad trabaja. Se trata de la justicia de no privarlos a usted y los suyos de lo que puede ofrecer la ciencia: triunfos aún mayores contra el cáncer (que ya mata muchas menos personas que en el pasado), contra la diabetes, contra el Alzheimer, contra la caries... viajes turísticos al espacio, mejores consolas de juegos, televisión en tres dimensiones. Todo lo que nos da el conocimiento ante la ausencia de aportaciones (salvo endulzarnos la oreja) que ofrece la superstición.
Hágase justicia, pues, señor político. La ciencia es fundamental y hacerla crecer entre toda la sociedad es benéfico, redituable y de gran importancia para tener una existencia mejor. Sí, para todos nosotros, para sus electores, súbditos, ciudadanos, vasallos o compatriotas, sí. Pero sobre todo para usted.
La próxima vez que tenga que tomar decisiones sobre ciencia, piense en su lecho, su ropa, sus vuelos, su teléfono, su ascensor, sus gafas, sus hijos vivos y sanos. Nada más.
Atentamente,
Mauricio-José Schwarz
Me dirijo a usted en su calidad de persona que toma decisiones de gobierno para su país y para sus habitantes.
A efectos de esta carta, da igual si ganó unas elecciones democráticas u obtuvo su puesto mediante alguna irregularidad electoral, por herencia, golpe de estado o cualquier otro procedimiento. También da igual si es o dice ser de derecha o de izquierda, o si alimenta la fantasía del "centro" ideológico; si es hombre o mujer, heterosexual, homosexual, bisexual, polisexual o asexuado. Resulta irrelevante también si actúa buscando beneficiar a sus conciudadanos o simplemente pretende su beneficio personal. Y no tiene ninguna importancia si usted es honrado o pillastre, o si trabaja de presidente, primer ministro, presidente de gobierno, caudillo, premier, diputado, senador, gobernador, presidente de provincia o comunidad autónoma, asambleísta, congresista, presidente municipal, edil, concejal, o en cualquier otra posición de responsabilidad en la toma de decisiones.
Sólo quiero que mire bien lo que hay a su alrededor, que a veces lo obvio se nos pasa de noche, y lo evalúe cuando deba tomar decisiones en el futuro, sobre todo si implican ciertas palabras extrañas, desusadas o en apariencia poco relevantes en la vida diaria. Que valore que aunque las palabras suenen ajenas, los conceptos que transmiten no lo son.
Piense usted en lo que ocurre en la mañana, cuando se levanta. Seguramente tiene usted un lecho limpio y razonablemente cómodo, sea modesto u opulento. La gran mayoría de los dirigentes a lo largo de toda la historia de la humanidad han dormido en condiciones mucho menos deseables que las suyas, acompañados de chinches, pulgas y piojos, ya en el catre de Alejandro Magno, en las mullidas camas de plumón de ganso de Enrique VIII o en el lecho presidencial de Abraham Lincoln.
Como hemos descubierto que estos parásitos no sólo son repugnantes y nos causan picores, sino que transmiten graves enfermedades, los hemos expulsado de nuestros dormitorios. La pulga fue responsable de la peste negra que acabó con entre 1/3 y 1/2 de la población europea en el siglo XIV. Los piojos transmiten enfermedades microbianas y nos pueden inocular desagradables gusanos parásitos. Las chinches provocan poco estéticas erupciones de la piel y graves infecciones.
Por eso se limpia su casa, se airea la ropa de cama y se lava con jabones y detergentes que alejan a los parásitos. Por eso usted se baña, quizás diariamente. Y por eso está libre de muchas enfermedades... y de picores incómodos.
Todo esto lo descubrieron los científicos, haciendo una cosa que se llama ciencia en variedades tan raras como la entomología,la epidemiología, la microbiología y otras palabras así.
Usted se asea, se viste y desayuna. Quizás no sabe que las máquinas que han tejido la tela de su ropa están estrechamente relacionadas con la informática: los sistemas automatizados que se empezaron a usar para obtener tejidos complejos son ancestros de los que se utilizan para programar su teléfono móvil o celular, su ordenador o computadora, y el ordenador o computadora que se usa para controlar sus vuelos en avión y garantizarle todos y cada uno de los despegues, recorridos y aterrizajes de los que ha disfrutado en su vida.
Todos estos dispositivos están construidos sobre principios científicos de nombres como cibernética, robótica, microelectrónica, mecánica de fluidos, aerodinámica, etc. Cuando esos principios se ponen en práctica mediante la ingeniería, hablamos de tecnología. Sin ciencia no hay tecnología... ni sus beneficios.
Lo que usted desayuna no es menos importante. Usted confía razonablemente que sus alimentos no transmiten enfermedades y no tienen sustancias nocivas, además de que puede ver que son económicamente accesibles debido a que existe la agricultura tecnológica y disciplinas como la botánica y la zoología, gracias a que sabemos algo sobre la composición química y el funcionamiento de los seres vivos, su desarrollo, sus relaciones (ecológicas, imagínese) con otros seres vivos, su fisiología y su genética y demás. Y utilizamos eso para producir, transportar y comercializar los productos, y también para analizarlos y certificar que son aptos para el consumo humano. Cuando usted se come un plato de huevos con tocino (o bacon, o panceta) y un vaso de leche, tiene una seguridad razonable de que no se está alimentando con un mortal cóctel de salmonela y triquina aligerado con un vaso de fiebre aftosa.
Todo eso es ciencia, pero con palabras cotidianas: cama, camisa, huevos con tocino, leche, avión, viaje. La ciencia es un sistema probado para obtener conocimientos fiables, un sistema al alcance de todos. Bástele saber eso: funciona, es fiable, no es secreta, conviene.
Seguramente ha tenido problemas de salud, pero sabe que usted y los suyos tienen probabilidades de vivir hasta bien pasados los 70 años. Esto le puede parecer natural, pero no lo era en el pasado. En el siglo XVIII, que no es precisamente la prehistoria, la expectativa de vida era de 35 años. Y no porque todos murieran a los 35, claro, sino por la gran mortalidad infantil, tanta que si usted no es demasiado joven recordará cuando se decía que alguien había tenido tantos hijos y "le habían vivido" tantos. Y luego vivir más de 50 años era igualmente poco frecuente. A los 70 llegaban muy, muy pocos.
Esto se debe a que hoy existen conceptos y productos que no había en el siglo XVIII: asepsia, vacunas, antibióticos, anestésicos, analgésicos, conocimientos de nutrición, etc. Todas esas cosas logradas mediante investigaciones científicas, corroboradas y perfeccionadas continuamente.
Seguramente le han dicho que ciertas "medicinas" antiguas curan ciertas afecciones. No deja de ser raro que no las curaran antes, y que fuera necesario que se desarrollara la medicina basada en evidencias, ésa que llamamos "medicina científica", para curarlas. La viruela era tan común en China como en la India y en Europa, por más yerbas y agujas que usaran, hasta que la medicina científica enfrentó el problema. Hoy no tenemos miedo a la viruela, la erradicamos en 1977 gracias a la ciencia, a cosas como la virología, la inmunología, la bioquímica y otras disciplinas de nombres raros.
Pero tampoco curaban -ni curan- las enfermedades que la medicina científica aún no sabe curar. Por ello, como sociedad --y como individuos-- es más inteligente apostar por la muy joven y muy exitosa medicina científica, que avanza todos los días y que puede demostrar sus logros durante los últimos 150 años, para llegar a curar esas enfermedades que hoy aún son un azote, y no por quienes no han conseguido ningún logro relevante durante siglos o milenios.
De hecho, si usted sufre en el gobierno problemas como "el envejecimiento de la población", es porque los seres humanos de la era científica viven más años y con mejor calidad que los de tiempos y lugares no científicos. Y eso lo goza usted, probablemente con de válvulas cardiacas nuevas, insulina para la diabetes, alguna cadera nueva, un antihipertensivo que le alarga la vida a su corazón y quizá hasta una coqueta liposucción.
Todo eso es ciencia.
Le daré un solo ejemplo más para no agobiarlo con detalles abigarrados: Todo.
Todo lo que usted tiene, vive y disfruta, es resultado de la ciencia. Las edificaciones de su vivienda, oficinas y demás no se caen porque han sido construidos sabiendo científicamente la resistencia y capacidad de los materiales de construcción que vemos funcionar bien día a día, todos los días. Su automóvil. La gasolina que lo mueve. Sus teléfonos. Sus gafas (hijas de los estudios de óptica de Newton). La celdilla fotoeléctrica que impide que el ascensor o elevador se le cierre en las narices (gracias a un principio descubierto por Einstein). El ascensor. La luz del ascensor. Radio y televisión. Bolígrafos e instrumentos de acero. Papel y gomina para el pelo. Latas de anchoas y el láser de su lector de DVD o el que se usó para alinear el túnel del metro (ese láser que decían que no servía para nada). Su reloj y su GPS. La cinta adhesiva y los caramelos para el aliento. La cámara de fotos o de vídeo con que inmortaliza a su familia. Todo, todo es resultado de la ciencia y nada de la pseudociencia, la superstición o la falta de recursos para avanzar. Todo se ha logrado gracias a que algunos seres humanos especialmente curiosos se dedican a averiguar cómo funcionan las cosas, qué leyes las rigen y cómo podemos usarlas y mejorarlas en nuestro beneficio. En el de usted, principalmente.
Porque, verá usted, hay un problema.
Algunas veces parece que los logros y conocimientos de la ciencia son tan abrumadores que ya lo sabemos todo. (Paradójicamente, hay vendedores de miedo al conocimiento y de cierta visión pastoril y ñoña de un pasado que nunca existió, que dicen que la ciencia no sabe nada.)
Pues no, no lo sabemos todo. Ni mucho menos. Sabemos muchas, muchísimas cosas, más cada día... pero son muy poco comparadas con todo lo que nos queda por saber. La ciencia tiene esa peculiar característica: cuando responde una pregunta provoca muchas otras. Como si al conseguir abrir una puerta entráramos a una habitación donde hay otras veinte o más puertas que hay que abrir, con distintas cerraduras, cada una más compleja que la otra.
Para vivir mejor, para que sus conciudadanos vivan mejor, qué caramba, para que usted y sus hijos y sus nietos vivan mejor, más tiempo, con menos incomodidad, más felices y tranquilos, la ciencia debe seguir desarrollándose, aprendiendo, planteándose preguntas difíciles. Esto necesita no sólo investigación, sino recursos y voluntad para formar científicos, para que más jóvenes estudien carreras científicas en mejores condiciones, con mejores profesores y laboratorios, para que los medios informen de modo correcto sobre qué es la ciencia, y para que florezcan disciplinas con nombres que nos pueden sonar raros pero que significan camas, ropa, jabón, teléfonos, caderas, desayunos y películas 3D en DVD.
Entiendo que es muy seductora la idea de complacer a sus electores otorgando financiamiento público a prácticas supuestamente curativas (digamos, por decir, la homeopatía o la acupuntura) que nadie ha demostrado que funcionen y que además contravienen cuanto sabemos (cosas que funcionan y se llaman química, fisiología, física y así). La gente las quiere, y usted sabe que si uno les da lo que quieren, votan por uno, lo cual no está del todo mal. Igualmente es seductor prohibir cosas que unos señores muy escandalosos aseguran que son dañinas y peligrosas (digamos, por decir, los teléfonos móviles o las vacunas) para que voten por nosotros o al menos nos aplaudan mucho y dejen de estar molestando, lo que siempre es agradable. Pero esa seducción tiene su precio.
Los escasos recursos del estado (y no importa si su país es pequeño y pobre o grande y económicamente poderoso, los recursos del estado siempre son escasos) que se desvíen de la ciencia hacia otras actividades más cercanas a la magia acaban redundando en perjuicio de todos, especialmente de usted mismo y de su cómoda supervivencia futura. No apoyar a Jonas Salk en 1955 durante la epidemia de poliomielitis de Estados Unidos, por ejemplo, podría haber significado que sus hijos (los de usted, no los de Salk) hubieran sufrido la enfermedad. O usted mismo. Y entonces la cama, el desayuno, el vuelo y el trabajo de toma de decisiones de gobierno sería bastante menos amable. Sin piernas, imagínese. O conectado de por vida a un respirador. O muerto, que no es una buena situación para disfrutar de la vida como es debido.
La ciencia es fundamental y promover su desarrollo, su conocimiento, su presencia y su reconocimiento, es tema de la más elemental justicia. No debe dejarse sólo en manos de la libre empresa (que usted, sea de izquierda o de derecha, me da igual, sabe que no es muy de fiar), sino que debe ser parte de cualquier política de gobierno a cualquier nivel. Lo contrario, desproteger a la ciencia o, peor aún, promover la anticiencia, la charlatanería, la brujería, el esoterismo y la superstición, es una injusticia para toda la sociedad y, sobre todo, para usted.
Y no me refiero sólo a la justicia básica que implica el que su pueblo (pobre o rico) reciba información real y no engaños. Ni a la justicia que implica el no premiar a embusteros sino a la gente que en realidad trabaja. Se trata de la justicia de no privarlos a usted y los suyos de lo que puede ofrecer la ciencia: triunfos aún mayores contra el cáncer (que ya mata muchas menos personas que en el pasado), contra la diabetes, contra el Alzheimer, contra la caries... viajes turísticos al espacio, mejores consolas de juegos, televisión en tres dimensiones. Todo lo que nos da el conocimiento ante la ausencia de aportaciones (salvo endulzarnos la oreja) que ofrece la superstición.
Hágase justicia, pues, señor político. La ciencia es fundamental y hacerla crecer entre toda la sociedad es benéfico, redituable y de gran importancia para tener una existencia mejor. Sí, para todos nosotros, para sus electores, súbditos, ciudadanos, vasallos o compatriotas, sí. Pero sobre todo para usted.
La próxima vez que tenga que tomar decisiones sobre ciencia, piense en su lecho, su ropa, sus vuelos, su teléfono, su ascensor, sus gafas, sus hijos vivos y sanos. Nada más.
Atentamente,
Mauricio-José Schwarz
octubre 13, 2010
Astrología en la UNAM
Actualización viernes 15: No, el grupo de Facebook no ha sido borrado, simplemente la tarotista encargada del negocio ha decidido borrar los comentarios de muchas personas y "banearnos" para que no podamos ver cómo se desarrolla su publicidad engañosa. Como ella misma explica:
Donde dice "agresivos" debe leerse "críticos, cuestionadores y disidentes", pero las dictaduras (y el esoterismo ocultista es esencialmente dictatorial) suelen tratar así a los que no piensan "como deben". La tontería de "respetar las creencias" es por supuesto una de las coartadas habituales de estos truhanes. Las personas son respetables, las creencias son discutibles. La idea de "respetar las creencias" ahoga, precisamente, la esencia de la universidad, que es el libre debate (mismo que no habrá en el aquelarre del próximo lunes). Es la lógica del fanático que mata herejes y de los religionistas que buscan la penalización de la crítica a las religiones. (Captura de pantalla completa aquí.)
De paso, el arquitecto Trápaga, responsable de Difusión Cultural de la Fac. de Arquitectura de la UNAM, sigue sin responder ni a nuestra carta ni a las que han enviado otras personas y blogs que les han escrito preocupados por este despropósito, como Héctor Julián Coronado, Andrés Tonini, Manuel Abeledo, esceptica.net y otros. Esperemos que hoy responda.
_________________________
Actualización jueves 14: El grupo de Facebook referenciado ha sido borrado, lo cual hace más valioso el que hayamos capturado las pantallas con todos los despropósitos de los empresarios de la hechicería y la adivinación que mueven esto. Alguien en México consultó al Instituto de Astronomía, sólo para encontrarse con una persona que decía que no había nada qué hacer y hasta ahora, Difusión Cultural de la Facultad de Arquitectura no ha respondido a nuestra carta. Seguimos esperando.
Vía una querida amiga del bachillerato me vengo a enterar del siguiente dislate: el próximo 18 de octubre, en el teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, la máxima casa de estudios de México aunque cada vez más dando bandazos, un reconocido embustero profesional de la antigua superstición astrológica, el negociante Steven Forrest (en cuyo sitio Web, como puede usted ver, todo tiene etiqueta de precio) se presentará promovido por unos tarotistas mexicanos para dar una conferencia y embolsarse una buena cantidad (entradas de 100 pesos con un aforo de 422 personas, para un total de 42 200 pesos mexicanos o 2 445 euros a precio de hoy).
Ante las protestas de varias personas en el grupo de Facebook de este despropósito, manejado entre otros por la presunta arquitecta Roxana Muñoz Mercado y la presunta pedagoga y tarotista Nina María Ortega, se ha procedido a censurar varios comentarios críticos tanto de la impostura astrológica como de las mentiras que ofrecen los promotores (que la astrología está presente como "ciencia" en las universidades europeas", que los científicos "estudian y validan" las supersticiones prealfabéticas sobre las estrellas) para forrarse los bolsillos y, por supuesto, del absurdo inconmensurable que implica el que se cedan espacios de la UNAM, universidad pública por excelencia y por tanto patrimonio de todos los mexicanos, para que haga negocio un aquelarrito de neobrujos y de paso se promuevan para conseguir clientes
(Por si las dudas, haga clic aquí para ver la captura de pantalla y los comentarios.)
Uno se pregunta, por supuesto, qué significado se le puede dar a esta celebración de la irracionalidad, la anticiencia y la antiinteligencia en una casa de estudios donde prestan sus servicios los científicos del más alto nivel en México, algunos de ellos ácidos críticos de las más diversas supersticiones como la doctor Julieta Fierro, Premio Kalinga de la UNESCO por su labor en la divulgación de la ciencia.
En todo caso, este humilde blog, como siempre, pasa a preguntarle a los responsables del asunto. El Teatro Carlos Lazo depende directamente de la Facultad de Arquitectura, y son sus autoridades las que están avalando este negocio esotérico-oscurantista, así que le enviamos el siguiente mensaje de correo electrónico al arquitecto Mauricio Trápaga Delfín, que en la página de la Facultad de Arquitectura aparece como encargado de la Coordinación de Difusión Cultural y cuya dirección de correo electrónico pública es difusion.cultural@correo.arq.unam.mx:
Estimado Arq. Trápaga,
Me entero de que en próximas fechas, el Teatro Carlos Lazo de la Facultad de Arquitectura de la UNAM alojará una actividad de negocios de la anticiencia, la superstición y la irracionalidad bajo la guisa de una supuesta "Conferencia de astrología evolutiva" impartida por un célebre negociante del esoterismo oscurantista, Steve Forrest (http://www.flickr.com/photos/lpato/5000759246/).
Alarma y preocupa que la máxima casa de estudios de México preste las instalaciones que son de todos los universitarios y de todos los mexicanos para realizar una actividad comercial respecto de una antigua superstición tan superada como lo pueden ser los sacrificios a Huitzilopochtli para tener buenas cosechas. Y para certificarlo, basta que pregunte al Instituto de Astronomía de la propia UNAM sobre la consideración que merece la astrología en el siglo XXI.
La UNAM debe ser el espacio de la inteligencia, del debate y de la ciencia, y no un expendio de falsedades para llenarle los bolsillos a un brujo de la nueva era. Máxime cuando las adivinaciones están tipificadas, junto con las falsas curaciones y la evocación de espíritus, como fraude de conformidad con el Código Penal del Distrito Federal, Artículo 231 fracción VII, y que esto fue recientemente ratificado por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (http://www.mxnoticias.com/189_Mexico/709956_Suprema-Corte-tacha-de-fraude-abusos-de-espiritistas-adivinos-o-curanderos.html) ante una disposición similar del Código Penal de San Luis Potosí.
Mucho le agradecería que me informara de los motivos que han llevado a la Facultad de Arquitectura a dar su beneplácito ante esta barbaridad cavernaria o, en su defecto, su decisión de retirar la autorización a los organizadores de esta actividad por mal uso de las instalaciones de la universidad, y la consecución de un lucro claramente penado por nuestras leyes.
Atentamente,
Mauricio-José SchwarzComo siempre, informaremos aquí de la atenta respuesta de la Facultad de Arquitectura (o la falta de la misma).
Y como siempre, si usted también quiere protestar, preguntar o comentar ante la propia facultad, no estaría de más, no.
octubre 05, 2010
Premio de ¿comunicación? a "Rappel"
"Había una vez un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos. Y había también un príncipe malo, una bruja hermosa y un pirata honrado", escribía José Agustín Goytisolo y cantaba Paco Ibáñez. En ese mundo al revés que soñaba el poeta catalán también se toma a un embustero profesional que engaña desvergonzadamente a todos a su alrededor y se le da un premio por inundar los medios de comunicación con falsedades perjudiciales para su sociedad.
Es el mundo del revés con el que nos encontramos esta mañana al enterarnos de que "Rappel", que es como se hace conocer el pseudovidente Rafael Payá Pinilla, "charlatán esperpento" de excepción ha sido galardonado con un premio "Antena de oro" por su acercamiento "de la astrología, parapsicología y otras ciencias a los medios audiovisuales".
El despropósito es colosal, tanto que la indignación no deja de estar acompañada por una sonora carcajada ante tal monumento a la sandez. De un plumazo, la astrología y la parapsicología son declaradas "ciencias" por quienes conceden el premio. Y del anterior plumazo se enseña a la sociedad española y sus alrededores que contar mentiras y engañar vilmente a la sociedad haciéndole creer que se tienen "poderes" que nunca se han demostrado, y desorientar a grandes públicos haciendo uso del aparato televisual es algo digno de ser premiado.
Pero no premiado por las revistas dedicadas a la misma trapacería (y que florecen con anuncios de "Rappel" y sus cómplices) o sitios esotéricos y clubes de embaucadores, sino por la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión de España, organización que debería tener alguna idea de la ética en el manejo de los medios de comunicación.
El premio en cuestión, no demasiado prestigioso, ya había caído en una atrocidad similar al galardonar en 2004 a Íker Jiménez, adalid del antiperiodismo, la contraética y la pseudoinformación, quien se ha construido una colosal fortuna con la impunidad que le concede el Grupo Prisa, desarrollando un periodismo no sólo pletórico de falsedades demostrables, sino profundamente amarillo, sanguinario, escandaloso y desprovisto de todo respeto por las personas que tienen la desgracia de ser presas de su avaricia irresponsable.
Los medios de comunicación vuelven a hacer el ridículo. Esto no es noticia, por supuesto. Sin embargo, los daños sociales de este premio son verdaderamente preocupantes.
Los encargados de conceder este premio mediante decisiones evidentemente nada democráticas ni transparentes le están diciendo a la sociedad española que la astrología y la parapsicología son ciencias, y por lo tanto respetables y tan fiables como la física o los cálculos de los ingenieros que diseñan aviones.
Están diciendo que las historias de los adivinadores son buena comunicación, comunicación que debe destacarse y premiarse por encima de, digamos, la divulgación de la ciencia o el periodismo que denuncia desgracias humanas, tropelías de díazferranes o escándalos de pederastia eclesial.
Están diciéndole a la gente que puede poner, con toda confianza, su credibilidad, sus problemas, sus angustias, sus sueños y el diseño de sus proyectos a futuro en manos de mangantes desvergonzados, sin importar que continuamente rebuznen ofreciendo a los micrófonos predicciones, profecías y videncias que no se cumplen.
María Elena Walsh, la compositora argentina, también cantaba en su "Reino del revés": "Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies, / que un ladrón es vigilante y otro es juez, / y que dos y dos son tres".
Hoy podría anotar que en el Reino del Revés, la mendacidad es comunicación y el engaño, si bien cobrado, es motivo de admiración. Y en lugar de ser enjuiciados por engañar a quienes les sacan el dinero para vivir como gángsters de película, los "videntes de la tele" son agasajados y galardonados.
Es el mundo del revés con el que nos encontramos esta mañana al enterarnos de que "Rappel", que es como se hace conocer el pseudovidente Rafael Payá Pinilla, "charlatán esperpento" de excepción ha sido galardonado con un premio "Antena de oro" por su acercamiento "de la astrología, parapsicología y otras ciencias a los medios audiovisuales".
El despropósito es colosal, tanto que la indignación no deja de estar acompañada por una sonora carcajada ante tal monumento a la sandez. De un plumazo, la astrología y la parapsicología son declaradas "ciencias" por quienes conceden el premio. Y del anterior plumazo se enseña a la sociedad española y sus alrededores que contar mentiras y engañar vilmente a la sociedad haciéndole creer que se tienen "poderes" que nunca se han demostrado, y desorientar a grandes públicos haciendo uso del aparato televisual es algo digno de ser premiado.
Pero no premiado por las revistas dedicadas a la misma trapacería (y que florecen con anuncios de "Rappel" y sus cómplices) o sitios esotéricos y clubes de embaucadores, sino por la Federación de Asociaciones de Radio y Televisión de España, organización que debería tener alguna idea de la ética en el manejo de los medios de comunicación.
El premio en cuestión, no demasiado prestigioso, ya había caído en una atrocidad similar al galardonar en 2004 a Íker Jiménez, adalid del antiperiodismo, la contraética y la pseudoinformación, quien se ha construido una colosal fortuna con la impunidad que le concede el Grupo Prisa, desarrollando un periodismo no sólo pletórico de falsedades demostrables, sino profundamente amarillo, sanguinario, escandaloso y desprovisto de todo respeto por las personas que tienen la desgracia de ser presas de su avaricia irresponsable.
Los medios de comunicación vuelven a hacer el ridículo. Esto no es noticia, por supuesto. Sin embargo, los daños sociales de este premio son verdaderamente preocupantes.
Los encargados de conceder este premio mediante decisiones evidentemente nada democráticas ni transparentes le están diciendo a la sociedad española que la astrología y la parapsicología son ciencias, y por lo tanto respetables y tan fiables como la física o los cálculos de los ingenieros que diseñan aviones.
Están diciendo que las historias de los adivinadores son buena comunicación, comunicación que debe destacarse y premiarse por encima de, digamos, la divulgación de la ciencia o el periodismo que denuncia desgracias humanas, tropelías de díazferranes o escándalos de pederastia eclesial.
Están diciéndole a la gente que puede poner, con toda confianza, su credibilidad, sus problemas, sus angustias, sus sueños y el diseño de sus proyectos a futuro en manos de mangantes desvergonzados, sin importar que continuamente rebuznen ofreciendo a los micrófonos predicciones, profecías y videncias que no se cumplen.
María Elena Walsh, la compositora argentina, también cantaba en su "Reino del revés": "Me dijeron que en el Reino del Revés / nadie baila con los pies, / que un ladrón es vigilante y otro es juez, / y que dos y dos son tres".
Hoy podría anotar que en el Reino del Revés, la mendacidad es comunicación y el engaño, si bien cobrado, es motivo de admiración. Y en lugar de ser enjuiciados por engañar a quienes les sacan el dinero para vivir como gángsters de película, los "videntes de la tele" son agasajados y galardonados.
octubre 04, 2010
Periodismo eructo
Admitámoslo, salvo lo que son estrictamente noticias (y no todas), el resto de la oferta de los medios españoles supuestamente informativos, y muy especialmente la televisión, ya la vimos. La vimos una y otra vez, tomada desde la derecha y desde la izquierda, en analógico y digital, en resolución normal y en HDTV, con reporteros simplones y reporteras ilusionadas y poco avisadas, con equipos de la televisión privada y de la televisión pública. Es periodismo de recetario de restaurante limitadito, periodismo-eructo que se repite una y otra vez, y especialmente en el terreno del esoterismo, el ocultismo, la superstición y la tarea de divorciar a los ciudadanos de su dinero acudiendo a pachangas sobrenaturales.
Periódicamente recibo una llamada de algún programa de Antena 3 o de Telecinco, y más infrecuentemente de alguna emisora regional (nunca de Asturias, será que aquí ya me conocen) o de un reportero o reportera de prensa en situación de desamparo que me dicen, más o menos, lo mismo siempre:
La conversación luego puede asumir otros derroteros. Preguntan si conozco alguna organización, grupo, club, cofradía o tienda de segunda mano donde "tengan" existencias de posibles entrevistados/estafados que "den juego" en la tele y explico que no, que en España (y en el mundo en general) nadie se ocupa de estas personas salvo para sacarlas en televisión, cuando incluso los jueces se niegan a condenar a quienes los estafan lo cual entra en el concepto de "encima de cornudo apaleado".
Puede ser que alguno me pregunte por un "científico" o de menos "catedrático" que puedan criticar a los videntes y curanderos en televisión (mismos videntes y curanderos a los que NO les piden que los valide un científico o un catedrático para promoverlos, claro). Entonces explico que esta labor generalmente la hacen los periodistas de divulgación porque los científicos habitualmente -y para fortuna de todos- se ocupan de hacer ciencia y no comunicación.
Lo que viene después, más o menos prolongado es tiempo perdido, claro. Y al final el reportero se va a buscar otro lugar donde "tengan" al tertuliano a medida que le han mandado a conseguir.
Ahora me toca a mí
Todo esto me lo recordó hoy el reportaje sobre videntes emitido por Tele Cinco en el programa de Ana Rosa. No, para éste no me llamaron, pero el esquema lo ha visto usted hasta el hartazgo en programas de mañana, tarde o noche:
Periódicamente recibo una llamada de algún programa de Antena 3 o de Telecinco, y más infrecuentemente de alguna emisora regional (nunca de Asturias, será que aquí ya me conocen) o de un reportero o reportera de prensa en situación de desamparo que me dicen, más o menos, lo mismo siempre:
"Soy del programa de (aquí va el presentador debidamente maquillado) y estamos haciendo un reportaje sobre (videntes o curanderos). Me encontré con su blog (pero no me preocupé mucho en leerlo) y quería saber si usted tiene (así, en un cajón o en un bolsillo de los otros pantalones) a personas que hayan sido estafadas por (videntes o curanderos) para que aparecieran en nuestro programa porque vamos a denunciar esta estafa en un reportaje."Mi respuesta es también más o menos la misma siempre, y dice así:
"No, mire, no tengo a nadie, porque debe usted tener presente que alguien que haya dejado una fuerte cantidad en manos de un estafador, cuando no un miembro que tuvo que amputarse, la vida de alguno de sus seres queridos o su propia salud, no suele estar interesado en presentarse ante el público a decir que le han visto la cara de gil, salvo que sea tertuliano profesional, y de ésos no conozco. Si me permite, creo que lo que deberían ustedes hacer es dar a conocer los mecanismos de la estafa, cómo hacen creer los videntes que lo son o en qué se basan los curanderos para que sus víctimas crean que los han curado, e incluso confrontarlos públicamente y desafiarlos a que demuestren con hechos sus afirmaciones, lo cual sería mucho más útil para su público."Aquí habitualmente se crea una pausa incómoda. Primero, mi interlocutor al parecer dedica unos segundos a preguntarse quién coños se cree ese tipo de acento raro para decir qué es o no es útil para el público. Después, se le ocurre que quizá estoy tratando de presentarme candidato para que me inviten al programa y hacerme rico y famoso. Quizá como última idea, en el fondo de su cerebro un viejo profesor repite algo sobre deontología y ética informativa, pero rápidamente acuden los ejecutivos de la cadena que viven en el cerebro del reportero y amordazan al pesado del profesor (que por algo está dando clases en una universidad y no conduciendo un programa de telebasura rosa) mientras gritan que la publicidad y no el público es la que paga y aseguran que los resultados financieros son responsabilidad del reportero o reportera, que obviamente se asusta.
La conversación luego puede asumir otros derroteros. Preguntan si conozco alguna organización, grupo, club, cofradía o tienda de segunda mano donde "tengan" existencias de posibles entrevistados/estafados que "den juego" en la tele y explico que no, que en España (y en el mundo en general) nadie se ocupa de estas personas salvo para sacarlas en televisión, cuando incluso los jueces se niegan a condenar a quienes los estafan lo cual entra en el concepto de "encima de cornudo apaleado".
Puede ser que alguno me pregunte por un "científico" o de menos "catedrático" que puedan criticar a los videntes y curanderos en televisión (mismos videntes y curanderos a los que NO les piden que los valide un científico o un catedrático para promoverlos, claro). Entonces explico que esta labor generalmente la hacen los periodistas de divulgación porque los científicos habitualmente -y para fortuna de todos- se ocupan de hacer ciencia y no comunicación.
Lo que viene después, más o menos prolongado es tiempo perdido, claro. Y al final el reportero se va a buscar otro lugar donde "tengan" al tertuliano a medida que le han mandado a conseguir.
Ahora me toca a mí
Todo esto me lo recordó hoy el reportaje sobre videntes emitido por Tele Cinco en el programa de Ana Rosa. No, para éste no me llamaron, pero el esquema lo ha visto usted hasta el hartazgo en programas de mañana, tarde o noche:
- Valiente reportera va con una serie de videntes contándoles una trola que los videntes se tragan sin masticar, sin desplumar y sin sal (en el programa de hoy, les contaba un falso embarazo y preguntaba si el niño era del marido o del amante).
- Los videntes, como era de esperarse, no le atinan ni al mundo en sus "videncias" y dicen más o menos lo que creen que la clienta/víctima quiere oír.
- Esto se presenta casi como una hazaña periodística similar a la de Watergate, lo nunca visto, asombro, estupor, emoción y futuro Pulitzer
- Se procede a la tertulia.
La terulia, a su vez, tiene un esquema prediseñado que usted también ha visto hasta aprendérsela de memoria:
- El locutor habla de "falsos videntes" o "falsos curanderos", dejando claro que los hay "verdaderos" para no meterse en líos, pues las cadenas suelen tener negocios con estos embusteros, ya sea como sus empleados (Rappel, Octavio Aceves, Aramís Fúster y otros distinguidos frikis) o como clientes que les alquilan su horario nocturno para anunciarse y conseguir víctimas, o porque los presentadores mismos son sus clientes y no van a poner en duda sus propias supersticiones.
- Los tertulianos están todos de acuerdo en que sí hay "verdaderos" videntes o curanderos.
- Todos se asombran al unísono de que los videntes no descubran el engaño ni tengan acierto alguno, probablemente porque esperaban otra cosa.
- Alguno hace brevemente de escéptico (en este caso, Alessandro Lequio y Marta Sánchez, "tertulianos" profesionales).
- Una vez habiéndose burlado de los "falsos" videntes, el presentador (en este caso Ana Rosa Quintana) sale en defensa de los "verdaderos" declarando algo así como "a mí una vez me atinaron en todo".
- Después viene la oportunidad de defender un poco a los pobres "falsos" videntes preguntando, por ejemplo, si mentirles "impide la videncia".
- Algún tertuliano echa mano de sus intachables fuentes informativas afirmando: "El otro día me dijeron..."
- Se le quita importancia a la estafa porque "sólo son veinte euros" (Lequio) o "es como ir al psicólogo (Marta).
- En raras ocasiones se invita a un verdadero crítico de lo supuestamente sobrenatural, más que nada para presentarlo al principio e impedir que hable mucho durante el segmento. Si el crítico se apodera de la palabra durante más de doce segundos, el presentador va a publicidad y al regresar no vuelve a darle oportunidad alguna al aguafiestas.
- Se llama a un "verdadero vidente" (en este caso Elena Jiménez, vidente del programa y también tertuliana profesional de TeleCinco) que jura que no cobra, le zumba a los falsos videntes, afirma que su caso es distinto y que él o ella no habría sido engañado (nadie lo intentó, por supuesto), se hace publicidad para su "consulta" y sonríe (en vivo o por teléfono).
- Todos se queden muy contentos. Publicidad.
Lo que no hacen estos reportajes-eructo es, sin embargo, lo que deberían hacer:
- Acudir a magos y divulgadores para explicar el mecanismo de la estafa.
- Denunciar la impunidad fiscal, legal y social de estos personajes y entrevistar a políticos, jueces, abogados y psicólogos para valorar el daño que pueden hacer estas prácticas supersticiosas.
- Buscar fuentes sobre la inexistencia de videntes "reales" e informar de ellas a su público.
- Asumir y recomendar una posición crítica ante las afirmaciones extrañas y preternaturales.
Lo fácil es asumir mala fe de directivos, presentadores, tertulianos y reporteros, claro, como si supieran que realmente no hay "videntes verdaderos", como si ejercitaran el pensamiento crítico y, malévolamente, se hicieran parte de la estafa mientras se ríen de nuestra ingenuidad.
Es criticable, sin duda, que repitan una y otra vez los mismos reportajes poco útiles, poco informativos y desprovistos de todo indicio de originalidad, pero su visión sobre cosas como la videncia, las pseudomedicinas, los fantasmas y demás falsos enigmas es normalmente de ignorancia e ingenuidad, y eso es lo que promueven.
Pero lo verdaderamente criticable es que algunos de sus empleados, reporteros, presentadores y tertulianos, estén al tanto de la existencia de una posición crítica, cuestionadora, basada en hechos y datos, ejemplificada en numerosos blogueros y divulgadores científicos no sólo en el ciberespacio, sino en la prensa y en la radio, y sin embargo al final se opte por no abrirles las puertas en la mayoría de los casos y mantener esta posición oculta a ojos de sus televidentes.
Lo evidente es que se trata de "hacer tele", no de informar, ni hacer pensar.
Y de repetir lo que atrae público, sin importar sus consecuencias.
Es criticable, sin duda, que repitan una y otra vez los mismos reportajes poco útiles, poco informativos y desprovistos de todo indicio de originalidad, pero su visión sobre cosas como la videncia, las pseudomedicinas, los fantasmas y demás falsos enigmas es normalmente de ignorancia e ingenuidad, y eso es lo que promueven.
Pero lo verdaderamente criticable es que algunos de sus empleados, reporteros, presentadores y tertulianos, estén al tanto de la existencia de una posición crítica, cuestionadora, basada en hechos y datos, ejemplificada en numerosos blogueros y divulgadores científicos no sólo en el ciberespacio, sino en la prensa y en la radio, y sin embargo al final se opte por no abrirles las puertas en la mayoría de los casos y mantener esta posición oculta a ojos de sus televidentes.
Lo evidente es que se trata de "hacer tele", no de informar, ni hacer pensar.
Y de repetir lo que atrae público, sin importar sus consecuencias.
octubre 01, 2010
septiembre 29, 2010
Astrología en la universidad
Actualización el 1º de octubre: La Universidad de Alicante afirma que no puede impedir la reunión de brujos porque cumplieron los requisitos para solicitar el local donde mañana 2 de octubre celebrarán su aquelarre. Sin embargo, el diario Público ha descubierto que la Sociedad Astrológica Española al hacer su solicitud ante Extensión Universitaria de la UA ocultó que era una función de cobro: 20 euros para los ingenuos sin patente, 10 euros para los miembros de dicha sociedad astrológica y 5 euros para los estudiantes, futuros clientes de los agoreros que organizan el sarao. ¿Y aún así tiene que permitirse el desfiguro de mañana?
Actualización el 30 de septiembre: Luis Alfonso Gámez, en su blog Magonia informa de que los astrónomos de la Universidad de Alicante, un total de 10 profesores, investigadores, catedráticos y doctorandos, han expresado públicamente en una carta al rector su rechazo a la presencia de brujos en la Universidad. ¿Podría estar en riesgo la habitual impunidad de los ocultistas cuando toman por asalto los espacios de la ciencia a la que denigran? Veremos.Una asociación de adivinos ha conseguido, a saber cómo, hacerse del uso de las instalaciones de la Universidad de Alicante para una jornada de "Divulgación astrológica" destinada a promover la superstición y aumentar la clientela de estos augures.
No repetiré lo que ya han dicho otros blogueros, así que recomiendo tanto la visita a Magonia, de Luis Alfonso Gámez, como a la tristemente creciente Lista de la vergüenza.
Esta actividad, que tiene tanto lugar en una universidad como la podría tener una celebración de sacrificios de corderos a Baal, ha provocado que el Presidente de la Sociedad Española de Astronomía, Emilio J. Alfaro, remita una carta al rector de la Universidad de Alicante que puede usted leer en los blogs de Javier Armentia y de José María Mateos, y supongo que estará en otros lugares.
Este blog le propone a usted que no se quede callado si considera igualmente escandaloso que los espacios de la inteligencia y el conocimiento sean ocupados por videntes y brujos, y a su vez le haga llegar su inquietud al señor rector, que muy probablemente apenas se está enterando de que alguien ha metido la pata con entusiasmo.
Si se hace camino al andar, hace unos minutos hemos remitido el siguiente mensaje al señor rector de la Universidad de Alicante, a su dirección pública rector@ua.es, y le invitamos a hacer lo propio, con esta redacción o con una mejor, por supuesto.
Estimado Sr. Rector,
Quiero hacerme eco de la carta que le ha remitido don Emilio J. Alfaro, Presidente de la Sociedad Española de Astronomía respecto de la muy lamentable acogida que la Universidad de Alicante hará de una actividad relacionada con la magia representativa, la superstición y la antiinteligencia, a cargo de un grupo de astrólogos.
Secundo la petición de que las instalaciones de la Universidad de Alicante, como verdadero templo de la actitud inteligente y de investigación científica del universo, no se cedan a la magia, la superchería y el embuste.
Por contra, sugeriría que se planteara la posibilidad de realizar más jornadas abiertas de astronomía divulgativa para la población en general, en seguimiento de las actividades de la Noche de los Investigadores que se celebró hace pocos días.
Respetuosamente,
Mauricio-José Schwarz
Periodista y divulgador científico
septiembre 26, 2010
A mí me funciona
Virtulinda y los elefantes
Cada media hora, más o menos y esté donde esté, la tía Virtulinda suelta sin previo aviso un aullido desgarrador, aletea entusiasta varias veces, se mete cuatro dedos en la boca y silba el tema de la Obertura 1812 de Tchaikovsky (en riguroso mi bemol) antes de imitar el ruido de arranque de un tren mientras da tres vueltas sobre el dedo gordo del pie derecho con los ojos en blanco, al cabo de lo cual continúa la conversación como si no hubiera acontecido nada digno de mención, aunque los visitantes no advertidos suelen quedar en estado lamentable y más de un infarto al miocardio se le ha atribuido a la singular práctica de Virtulinda. Cuando se le pregunta por qué desarrolla esa inquietante sucesión de actividades, Virtulinda explica que es para ahuyentar a los elefantes. Por supuesto, uno comenta que en Cozumel, donde vive y realiza su performance la tía Virtulinda, no hay elefantes, ante lo cual ella esboza una amplia y satisfecha sonrisa de "deber cumplido" y sentencia: "Funciona, ¿lo ves?"
La tía Virtulinda está absolutamente convencida de que "a ella le funciona" el aleteo,el silbido, el tren y las vueltas, y que esas acciones, en ese orden, son las responsables de que la paradisíaca isla del Caribe mexicano no sufra de una peligrosísima plaga de elefantes rondando por sus modestos 647 kilómetros cuadrados de superficie.
Es imposible convencer a Virtulinda de que la ausencia de paquidermos en la isla se podría deber a otras causas. Y, por supuesto, no está dispuesta a realizar el obvio experimento de suspender sus ruidos y meneos a ver si su ausencia se traduce en la aparición súbita de una manada de elefantes en Cozumel, ya fuera africanos, asiáticos o de peluche.
Y si usted le dice a Virtulinda que no hay pruebas de que sus desfiguros mantengan alejados a los elefantes, lo azotará con el látigo de nueve colas de su desprecio o, si amaneció con la ciática, lo azotará con la sartén grande, certeramente aplicada al punto anatómico donde se encuentran el parietal, el temporal y el occipital, mismos que nunca más se volverán a encontrar, dejándole bastante estropeado el gabinete de los pensares.
Cuando se habla de supuestas prácticas curativas o terapéuticas, suele llegarse a un punto en que, confrontado el creyente con el hecho de que no existen pruebas, evidencias, estudios o validaciones sólidas para la práctica que le entusiasma, sea la homeopatía, la acupuntura, la quiropráctica o los sacrificios de corderos a Apolo, procede a quitarle importancia a ese detalle diciendo: "A mí me funciona".
O sea, esta persona no necesita ni desea pruebas de laboratorio, ensayos clínicos, estudios epidemiológicos, análisis de farmacodinámica, bioquímica y fisiología, eficacia, toxicidad, riesgos varios, etc., porque considera que ya tiene una prueba suficiente: la de su propia experiencia. Con similar frecuencia, cuando alguien expresa dudas sobre la eficacia de una práctica curativa, especialmente tratándose de algunas singularmente descabelladas como el reiki, la aromaterapia, la cromatoterapia o la homeopatía, en vez de hablarse de estudios, evidencias, pruebas clínicas, etc., el proponente solicita al crítico que experimente por sí mismo la práctica curativa, convencido de que, al sentirse curado, el crítico dejará de lado también la necesidad o deseo de contar con pruebas de laboratorio, ensayos clínicos, estudios epidemiológicos, análisis de farmacodinámica, funcionamiento, eficacia, riesgos, etc.
Una lógica aplastantemente equivocada
¿Qué cadena de acontecimientos lleva a que alguien diga "a mí me funciona" respecto de tal o cual práctica supuestamente curativa?
En primer lugar, la persona tiene una enfermedad, afección, incomodidad, trastorno, dolencia, achaque, padecimiento, indisposición o alifafe al que llamaremos "A". "A" puede haber sido diagnosticado con las más recientes técnicas médicas o, cosa bastante frecuente, puede haber sido diagnosticado por la propia persona que lo padece, la vecina del dieciséis, la comadre Matatena, la tía Válamedios, una señora en la cola de la compra, un actor en horas bajas en televisión o un pseudomédico con un título obtenido por Internet y en 15 minutos (como el título de especialista en medicina homeopática que tiene este blog y que ha conseguido también mi perro Teko, can pionero si los hay). Ante este diagnóstico ya de por sí dudoso, la persona consume un producto o realiza una acción o se somete a un proceso supuestamente terapéutico a los que llamaremos "B", y que pueden ir desde el consumo de heces de cabra (remedio esencial de la "medicina" ayurvédica) o de pildoras de azúcar sin nada más que azúcar, hasta que le pasen por encima un puro de hierbas malolientes (la tal "moxibustión" china) o incluso trasladarse a París para que un actorcillo con el seso en situación de desamparo le apriete fuertemente los testículos (remedio que según el actorcillo en cuestión, Alejandro Jodorowsky, es eficacísimo para algo, creo que el tartamudeo). Pasado un tiempo no demasiado preciso, la persona siente que ha disminuido o ha desaparecido su enfermedad, afección, incomodidad, trastorno, dolencia, achaque, padecimiento, indisposición o alifafe, dice que se ha curado, a lo que llamaremos "C".
Al decir "a mí me funciona", la persona expresa la absoluta convicción de que el efecto C es producto, resultado, consecuencia y efecto de B sobre A. La acción B ha causado que A desaparezca y por tanto es curativa. Asunto concluido.
El problema, claro, es que esa lógica no es tan sólida como podría parecer a primera vista. Aunque se presente con frecuencia acompañada de una pasión vociferante y farisaica, casi religiosa y de un entusiasmo un poco exagerado.
La misma lógica se usa en situaciones como la siguiente:
Mal de ojo y brujería
El niño N está sano, un día lo mira el vecino V y poco después el niño sufre una dolencia E. La conclusión de la lógica que vimos en el "a mí me funciona" es que la dolencia E fue causada o provocada por la mirada del vecino V.
¿Le parece increíble? No lo es. Es el supuesto "mal de ojo" y, por supuestamente causarlo, se ha linchado a una buena cantidad de seres humanos inocentes a lo largo de la historia. Un niño que tiene diarrea, que llora, etc., se considera con frecuencia (hoy en día y también en la Europa siglovigesimoprimérica, no en el pasado y entre tribus paleolíticas) víctima del mal de ojo, y los diarios e Internet están pletóricos de personas dispuestas a explicarnos el mal de ojo, enseñarnos cómo curarlo y hasta cobrarnos por curarlo. Mire aquí, aquí, aquí, aquí o aquí sólo como ejemplos, hay literalmente cientos de miles, quizá millones de páginas en Internet que consideran que el mal de ojo es algo real.
Y no es que la gente que cree en el mal de ojo sea tonta. Como quien cree en la homeopatía, la acupuntura o cualquiera de los cientos de disciplinas pseudoterapéuticas a nuestro alcance y que quieren hurgar en nuestros bolsillos, simplemente usan una lógica incorrecta a la que le dan un valor muy superior al que tiene. Y los beneficiarios del cuento, los que hurgan en los bolsillos del inocente y se apropian los euros, no tienen ninguna intención de que aprendan una mejor lógica.
Razonablemente podemos decir que, vamos, a los niños les da diarrea continuamente, y lloran sin motivo hasta llevar a sus padres al borde de la locura y un poquito más allá, y que las causas de la diarrea son muchísimas, no todas debidamente conocidas, y que muchas veces la diarrea se cura sola y que la diarrea y la mirada del desconocido simplemente han coincidido sin que una cause a la otra.
Y también puede serlo el que alguien se sienta mejor después de un pseudotratamiento no médico.
Si teníamos un sembradío en buenas condiciones y un día veíamos que pasaba la vecina tuerta solterona que tenía al gato negro y resultaba que poco después sufríamos una plaga y perdíamos la cosecha, no era infrecuente que la vecina tuerta fuera acusada de practicar la brujería y en no pocas ocasiones ejecutada con pocos miramientos.
El hecho de que una cosa ocurra después de otra no significa que sea causada por ella.
Claro que podemos decir que el paseo de la vecina tuerta y la plaga de la cosecha son una simple coincidencia, y evitarle a la mujer la pena de ser juzgada y condenada por bruja simplemente por decidir una relación causa-efecto que realmente no es nada fiable.
Y también puede serlo que alguien mejore después de un pseudotratamiento médico.
La falacia y la prueba
A este error se le conoce en lógica como falacia "post hoc, ergo propter hoc", latinajo que significa "después de esto, por tanto a consecuencia de esto" y que se ve mejor escrito así:
El no tener claras las causas de algo es una forma de pensamiento mágico a la que habitualmente le llamamos superstición, es decir, le atribuimos un efecto a una causa que nos parece "lógica" o simplemente nos gusta. O nos dijeron que funcionaba.
A nuestro alrededor encontramos numerosas supersticiones que caen en esa falacia: futbolistas que un día que se pusieron los calzoncillos al revés marcaron un gol, y ahora se ponen los calzoncillos al revés en todos los partidos, sin que les afecte el hecho evidentísimo de que no marcan goles en todos los partidos.
El necio que sólo ve una de las posibles causas, ya no busca más explicaciones. Cree tener una explicación correcta sobre el origen del resultado y no se plantea siquiera la posibilidad de equivocarse. Su visión cerrada, para remate, suele acompañarse con la queja de que el crítico "no tiene la mente abierta" a su cerrazón de miras, y a su afirmación sin bases y de lógica achurruscada e inútil.
Otro elemento que es probablemente el más común es que la enfermedad corre su curso normal y desaparece como lo hacen la enorme mayoría de las afecciones. En los sitios pseudomédicos no es raro encontrarse con testimonios del tipo: "tuve gripe durante la mayor parte de una semana, pero después de unos días me sentí mejor gracias a que tomé (pócima X)". Pues no, con o sin la pócima X, el curso normal de una gripe es de una semana, donde los primeros días nos sentimos especialmente mal y luego vamos mejorando. Con o sin medicina, homeopatía, acupuntura o estridentes cantos a Changó, las gripes duran más o menos una semana.
Luego no podemos descontar las defensas de nuestro propio cuerpo. Salvo casos de especial gravedad, nuestro cuerpo se las arregla bastante bien para enfrentar y contrarrestar las enfermedades. Nuestro cuerpo tiene un complejo y bien afinado sistema inmunitario que reconoce y combate agentes patógenos (productores de enfermedades) de todo tipo, todo el tiempo. Mientras usted lee esto, las células NK de su organismo están destruyendo células infectadas por virus. Usted tiene esos virus, y bacterias, y protozoarios y células cancerosas, y procesos tóxicos de distinto tipo, y ni se entera, sigue feliz mientras sus glóbulos blancos se baten valerosamente, hasta el día en que su sistema inmunitario pierde una batalla y usted se siente mal, y busca ayuda.
Así que creer que una práctica determinada causa la curación de una enfermedad es, sin más, una superstición. ¿Cómo sabemos realmente qué es lo que causa, y en qué medida, una curación? El progreso logrado en el conocimiento del universo se lo debemos precisamente a que hemos ido conociendo las limitaciones de nuestra lógica y creamos un procedimiento (llamado "método científico") diseñado para reunir conocimientos más eficazmente y someter a prueba diversas hipótesis hasta dar con la que mejor describe los hechos. Hechos como la plaga que se cargó nuestra cosecha, la diarrea del niño y la curación o mejora que experimentamos. Sólo estudiando con una lógica adecuada los hechos podemos decir con certeza que una diarrea está causada por una salmonela y no por el mal de ojo, y que se cura con el tiempo o, en casos muy graves, con antibióticos, pero no con arsénico como creen los homeópatas.
Igualmente, tenemos el problema de que hasta los más apasionados proponentes de alguna pseudoterapia aceptan que puede existir la curación C sin que se presente la supuesta causa B. Y sin embargo, pese a ello, siempre consideran que en su caso por supuesto que la causa fue B, aunque en otros pudiera pasar algo distinto. Y la mayoría de las veces no se dan cuenta de lo contradictoria y terriblemente interesada y egolátrica que es tal visión del mundo, además de carecer absolutamente de todo rigor.
Las afirmaciones como "tienes que creerlo porque yo lo he experimentado personalmente, me funciona, yo lo he visto" pertenecen a la clase de falacias (errores de lógica) llamadas "evidencia anecdótica" y no tienen ningún valor probatorio.
Esto con frecuencia enfurece a los creyentes.
Su furia se debe a que olvidan que hay gente que afirma "a mí me funciona" respecto de las afirmaciones más extrañas y descabelladas.
El asunto no es trivial, en lo más mínimo. Cuando uno está ante dos (o más) explicaciones del mismo fenómeno, necesita tener un procedimiento fiable, de eficacia demostrada, para poder evaluar correctamente cuál es la explicación más ajustada a la realidad.
Es decir, cuando desapasionadamente vemos los hechos, resulta que en el proceso que va de A, la aparición de la enfermedad, afección, incomodidad, trastorno, dolencia, achaque, padecimiento, indisposición o alifafe a C, la curación, han ocurrido muchas cosas, y ello nos plantea más preguntas que respuestas.
Para encontrar la verdadera causa de la curación C, lo que tenemos que hacer es investigar con seriedad el asunto. Estudiar a muchos enfermos que hayan padecido A, para ver cuál es el proceso normal de la enfermedad y a cuáles causas suele atribuirse. Podemos, por ejemplo, encontrar a personas que tengan la enfermedad A y, manteniendo controladas todas las demás posibles causas de una curación, hacer que la mitad de ellos se someta a los efectos de B (sustancia, práctica, ritual, etc.) y la mitad se enfrente a la enfermedad sin ayuda. Si resulta que los dos grupos se curan más o menos igual, podríamos decir que no es cierto que B cause la curación C. Aunque alguien crea que le funciona. Los estudios se hacen varias veces para asegurarnos de que el resultado no sea una coincidencia. Si B funciona, podemos empezar a ver qué dosis de B basta para, sin afectar demasiado al enfermo, provocar la curación. Si no funciona, hacemos lo mismo con C, D, E y demás.
A esto se le conoce como método científico. Simple y llanamente. Es una forma ordenada de obtener un conocimiento más fiable que el "a mí me funciona", "me dijeron", "tiene una larga tradición" o cualquier otro sistema de los que han fracasado estrepitosamente a lo largo de los milenios.
El método científico nos permite evaluar todas las posibles causas de un efecto hasta encontrar las que son, efectivamente, las responsables de tal efecto.
Más importante aún, este procedimiento nos permite averiguar cuándo y a quién "le funcionan" realmente algunos remedios. El medicamento ideal para doña Dietilamida Malamañana, rotunda diabética de 48 años, 40 de ellos sin hacer ejercicio más agotador que levantarse por la mañana, 120 kilos al ecuador, el colesterol tan alto que los aviones tienen que darle vuelta, intolerante a la lactosa y en un proceso menopáusico de 8 grados en la escala de Richter podría no ser el remedio adecuado para Aerobindo Maratones, esbelto deportista de 66 kilos, 23 primaveras, las hormonas en estado de alerta roja, un estómago capaz de digerir piedras y un habitual consumo de cerveza de tales proporciones que le han puesto una estrella con su nombre en la Oktoberfest.
Ahora pregúntese usted por qué los vendedores de agua destilada (que gustan que les llamen "homeópatas" y hasta "médicos homeópatas"), los que creen en la magia de unas agujitas que afectan una energía que nadie ha visto (y que prefieren ser llamados "acupunturistas" y hasta "médicos acupunturistas"), los tuercecuellos que año tras año dejan paralíticos a muchos inocentes con sus violentas "correcciones" (a los que les gusta ser conocidos como "quiroprácticos") y otros sacacuartos que se dejaron la vergüenza en los otros pantalones y que no saben de medicina más que el tío Frumencio no quieren someter sus filfas a una comprobación con un método científico y fiable.
Siempre habrá alguien a quien "le funcione" cualquier tontería. Si le reza a Santa Tecla y se cura, supondrá que el rezo le funcionó. Si se toma una pócima de pelos de perro y ojos de sapo, supondrá que ésa fue la cura... Y como de la mayoría de las enfermedades nos curamos sin ayuda (con mayor o menor incomodidad), cualquier cosa puede parecer funcionar para mayor gloria de los que venden cosas no probadas.
Y claro, por eso pasan los berrinches que pasan los pseudomédicos, charlatanes, curanderos y vendedores de humo imaginario cuando pese a su reticencia, sus afirmaciones acaban poniéndose a prueba y resulta que no funcionan mejor que un placebo, es decir, un falso medicamento que sólo sirve para complacer (de allí el nombre) al paciente.
Y contundentemente, a día de hoy, ni la homeopatía, ni la acupuntura, ni la quiropráctica, ni las flores de Bach, ni el reiki, ni la chorromedicina ortomolecular, ni ninguno de los miles de delirios que inventan a diario los vagos que no quieren trabajar han demostrado servir para nada.
Salvo para mantener a los vagos que se agarran al "a mí me funciona", siempre confiados en que al que "no le funcione" tampoco va a hacer demasiada alharaca, claro.
Y todo esto sin meternos, esta vez, con los horribles peligros de estas prácticas, las muertes, el dolor y la desesperación que siembran a su paso.
Cada media hora, más o menos y esté donde esté, la tía Virtulinda suelta sin previo aviso un aullido desgarrador, aletea entusiasta varias veces, se mete cuatro dedos en la boca y silba el tema de la Obertura 1812 de Tchaikovsky (en riguroso mi bemol) antes de imitar el ruido de arranque de un tren mientras da tres vueltas sobre el dedo gordo del pie derecho con los ojos en blanco, al cabo de lo cual continúa la conversación como si no hubiera acontecido nada digno de mención, aunque los visitantes no advertidos suelen quedar en estado lamentable y más de un infarto al miocardio se le ha atribuido a la singular práctica de Virtulinda. Cuando se le pregunta por qué desarrolla esa inquietante sucesión de actividades, Virtulinda explica que es para ahuyentar a los elefantes. Por supuesto, uno comenta que en Cozumel, donde vive y realiza su performance la tía Virtulinda, no hay elefantes, ante lo cual ella esboza una amplia y satisfecha sonrisa de "deber cumplido" y sentencia: "Funciona, ¿lo ves?"
La tía Virtulinda está absolutamente convencida de que "a ella le funciona" el aleteo,el silbido, el tren y las vueltas, y que esas acciones, en ese orden, son las responsables de que la paradisíaca isla del Caribe mexicano no sufra de una peligrosísima plaga de elefantes rondando por sus modestos 647 kilómetros cuadrados de superficie.
Es imposible convencer a Virtulinda de que la ausencia de paquidermos en la isla se podría deber a otras causas. Y, por supuesto, no está dispuesta a realizar el obvio experimento de suspender sus ruidos y meneos a ver si su ausencia se traduce en la aparición súbita de una manada de elefantes en Cozumel, ya fuera africanos, asiáticos o de peluche.
Y si usted le dice a Virtulinda que no hay pruebas de que sus desfiguros mantengan alejados a los elefantes, lo azotará con el látigo de nueve colas de su desprecio o, si amaneció con la ciática, lo azotará con la sartén grande, certeramente aplicada al punto anatómico donde se encuentran el parietal, el temporal y el occipital, mismos que nunca más se volverán a encontrar, dejándole bastante estropeado el gabinete de los pensares.
Cuando se habla de supuestas prácticas curativas o terapéuticas, suele llegarse a un punto en que, confrontado el creyente con el hecho de que no existen pruebas, evidencias, estudios o validaciones sólidas para la práctica que le entusiasma, sea la homeopatía, la acupuntura, la quiropráctica o los sacrificios de corderos a Apolo, procede a quitarle importancia a ese detalle diciendo: "A mí me funciona".
O sea, esta persona no necesita ni desea pruebas de laboratorio, ensayos clínicos, estudios epidemiológicos, análisis de farmacodinámica, bioquímica y fisiología, eficacia, toxicidad, riesgos varios, etc., porque considera que ya tiene una prueba suficiente: la de su propia experiencia. Con similar frecuencia, cuando alguien expresa dudas sobre la eficacia de una práctica curativa, especialmente tratándose de algunas singularmente descabelladas como el reiki, la aromaterapia, la cromatoterapia o la homeopatía, en vez de hablarse de estudios, evidencias, pruebas clínicas, etc., el proponente solicita al crítico que experimente por sí mismo la práctica curativa, convencido de que, al sentirse curado, el crítico dejará de lado también la necesidad o deseo de contar con pruebas de laboratorio, ensayos clínicos, estudios epidemiológicos, análisis de farmacodinámica, funcionamiento, eficacia, riesgos, etc.
De "La pulga snob" de Andrés Diplotti |
Una lógica aplastantemente equivocada
¿Qué cadena de acontecimientos lleva a que alguien diga "a mí me funciona" respecto de tal o cual práctica supuestamente curativa?
En primer lugar, la persona tiene una enfermedad, afección, incomodidad, trastorno, dolencia, achaque, padecimiento, indisposición o alifafe al que llamaremos "A". "A" puede haber sido diagnosticado con las más recientes técnicas médicas o, cosa bastante frecuente, puede haber sido diagnosticado por la propia persona que lo padece, la vecina del dieciséis, la comadre Matatena, la tía Válamedios, una señora en la cola de la compra, un actor en horas bajas en televisión o un pseudomédico con un título obtenido por Internet y en 15 minutos (como el título de especialista en medicina homeopática que tiene este blog y que ha conseguido también mi perro Teko, can pionero si los hay). Ante este diagnóstico ya de por sí dudoso, la persona consume un producto o realiza una acción o se somete a un proceso supuestamente terapéutico a los que llamaremos "B", y que pueden ir desde el consumo de heces de cabra (remedio esencial de la "medicina" ayurvédica) o de pildoras de azúcar sin nada más que azúcar, hasta que le pasen por encima un puro de hierbas malolientes (la tal "moxibustión" china) o incluso trasladarse a París para que un actorcillo con el seso en situación de desamparo le apriete fuertemente los testículos (remedio que según el actorcillo en cuestión, Alejandro Jodorowsky, es eficacísimo para algo, creo que el tartamudeo). Pasado un tiempo no demasiado preciso, la persona siente que ha disminuido o ha desaparecido su enfermedad, afección, incomodidad, trastorno, dolencia, achaque, padecimiento, indisposición o alifafe, dice que se ha curado, a lo que llamaremos "C".
Al decir "a mí me funciona", la persona expresa la absoluta convicción de que el efecto C es producto, resultado, consecuencia y efecto de B sobre A. La acción B ha causado que A desaparezca y por tanto es curativa. Asunto concluido.
El problema, claro, es que esa lógica no es tan sólida como podría parecer a primera vista. Aunque se presente con frecuencia acompañada de una pasión vociferante y farisaica, casi religiosa y de un entusiasmo un poco exagerado.
Mal de ojo y brujería
El niño N está sano, un día lo mira el vecino V y poco después el niño sufre una dolencia E. La conclusión de la lógica que vimos en el "a mí me funciona" es que la dolencia E fue causada o provocada por la mirada del vecino V.
¿Le parece increíble? No lo es. Es el supuesto "mal de ojo" y, por supuestamente causarlo, se ha linchado a una buena cantidad de seres humanos inocentes a lo largo de la historia. Un niño que tiene diarrea, que llora, etc., se considera con frecuencia (hoy en día y también en la Europa siglovigesimoprimérica, no en el pasado y entre tribus paleolíticas) víctima del mal de ojo, y los diarios e Internet están pletóricos de personas dispuestas a explicarnos el mal de ojo, enseñarnos cómo curarlo y hasta cobrarnos por curarlo. Mire aquí, aquí, aquí, aquí o aquí sólo como ejemplos, hay literalmente cientos de miles, quizá millones de páginas en Internet que consideran que el mal de ojo es algo real.
Razonablemente podemos decir que, vamos, a los niños les da diarrea continuamente, y lloran sin motivo hasta llevar a sus padres al borde de la locura y un poquito más allá, y que las causas de la diarrea son muchísimas, no todas debidamente conocidas, y que muchas veces la diarrea se cura sola y que la diarrea y la mirada del desconocido simplemente han coincidido sin que una cause a la otra.
Y también puede serlo el que alguien se sienta mejor después de un pseudotratamiento no médico.
Si teníamos un sembradío en buenas condiciones y un día veíamos que pasaba la vecina tuerta solterona que tenía al gato negro y resultaba que poco después sufríamos una plaga y perdíamos la cosecha, no era infrecuente que la vecina tuerta fuera acusada de practicar la brujería y en no pocas ocasiones ejecutada con pocos miramientos.
El hecho de que una cosa ocurra después de otra no significa que sea causada por ella.
Claro que podemos decir que el paseo de la vecina tuerta y la plaga de la cosecha son una simple coincidencia, y evitarle a la mujer la pena de ser juzgada y condenada por bruja simplemente por decidir una relación causa-efecto que realmente no es nada fiable.
Y también puede serlo que alguien mejore después de un pseudotratamiento médico.
La falacia y la prueba
A este error se le conoce en lógica como falacia "post hoc, ergo propter hoc", latinajo que significa "después de esto, por tanto a consecuencia de esto" y que se ve mejor escrito así:
A nuestro alrededor encontramos numerosas supersticiones que caen en esa falacia: futbolistas que un día que se pusieron los calzoncillos al revés marcaron un gol, y ahora se ponen los calzoncillos al revés en todos los partidos, sin que les afecte el hecho evidentísimo de que no marcan goles en todos los partidos.
El necio que sólo ve una de las posibles causas, ya no busca más explicaciones. Cree tener una explicación correcta sobre el origen del resultado y no se plantea siquiera la posibilidad de equivocarse. Su visión cerrada, para remate, suele acompañarse con la queja de que el crítico "no tiene la mente abierta" a su cerrazón de miras, y a su afirmación sin bases y de lógica achurruscada e inútil.
Esta forma de pensar nos hace llegar a conclusiones tajante aunque en realidad no tenemos datos suficientes para sostenerla. El que nuestro estado de salud mejore después de una práctica pseudoterapéutica no demuestra que ésta haya sido la causa de la mejoría. Hay muchísimos elementos que podrían afectar el resultado, entre ellos el que estemos tomando medicamentos basados en evidencias al mismo tiempo que realizamos la práctica mágica, un cambio en el clima, el que dejemos de usar una prenda de ropa que nos provoca reacciones, lo que comemos o dejamos de comer, la calidad del aire, la presión atmosférica, nuestro estado de ánimo, la temperatura ambiente y hasta un fenómeno muy sencillo que tiene el complicado nombre de "regresión estadística", que nos dice que cuando existe un estado extremo, lo más probable es que se regrese a la situación media anterior. Por ejemplo, cuando estamos muy enfermos, lo más probable no es que empeoremos infinitamente, sino que nos sintamos mejor, asunto que sin conocerlo aprovechan muy bien numerosos vendedores de curaciones más que dudosas.
Otro elemento que es probablemente el más común es que la enfermedad corre su curso normal y desaparece como lo hacen la enorme mayoría de las afecciones. En los sitios pseudomédicos no es raro encontrarse con testimonios del tipo: "tuve gripe durante la mayor parte de una semana, pero después de unos días me sentí mejor gracias a que tomé (pócima X)". Pues no, con o sin la pócima X, el curso normal de una gripe es de una semana, donde los primeros días nos sentimos especialmente mal y luego vamos mejorando. Con o sin medicina, homeopatía, acupuntura o estridentes cantos a Changó, las gripes duran más o menos una semana.
Luego no podemos descontar las defensas de nuestro propio cuerpo. Salvo casos de especial gravedad, nuestro cuerpo se las arregla bastante bien para enfrentar y contrarrestar las enfermedades. Nuestro cuerpo tiene un complejo y bien afinado sistema inmunitario que reconoce y combate agentes patógenos (productores de enfermedades) de todo tipo, todo el tiempo. Mientras usted lee esto, las células NK de su organismo están destruyendo células infectadas por virus. Usted tiene esos virus, y bacterias, y protozoarios y células cancerosas, y procesos tóxicos de distinto tipo, y ni se entera, sigue feliz mientras sus glóbulos blancos se baten valerosamente, hasta el día en que su sistema inmunitario pierde una batalla y usted se siente mal, y busca ayuda.
Así que creer que una práctica determinada causa la curación de una enfermedad es, sin más, una superstición. ¿Cómo sabemos realmente qué es lo que causa, y en qué medida, una curación? El progreso logrado en el conocimiento del universo se lo debemos precisamente a que hemos ido conociendo las limitaciones de nuestra lógica y creamos un procedimiento (llamado "método científico") diseñado para reunir conocimientos más eficazmente y someter a prueba diversas hipótesis hasta dar con la que mejor describe los hechos. Hechos como la plaga que se cargó nuestra cosecha, la diarrea del niño y la curación o mejora que experimentamos. Sólo estudiando con una lógica adecuada los hechos podemos decir con certeza que una diarrea está causada por una salmonela y no por el mal de ojo, y que se cura con el tiempo o, en casos muy graves, con antibióticos, pero no con arsénico como creen los homeópatas.
Igualmente, tenemos el problema de que hasta los más apasionados proponentes de alguna pseudoterapia aceptan que puede existir la curación C sin que se presente la supuesta causa B. Y sin embargo, pese a ello, siempre consideran que en su caso por supuesto que la causa fue B, aunque en otros pudiera pasar algo distinto. Y la mayoría de las veces no se dan cuenta de lo contradictoria y terriblemente interesada y egolátrica que es tal visión del mundo, además de carecer absolutamente de todo rigor.
Las afirmaciones como "tienes que creerlo porque yo lo he experimentado personalmente, me funciona, yo lo he visto" pertenecen a la clase de falacias (errores de lógica) llamadas "evidencia anecdótica" y no tienen ningún valor probatorio.
Esto con frecuencia enfurece a los creyentes.
Su furia se debe a que olvidan que hay gente que afirma "a mí me funciona" respecto de las afirmaciones más extrañas y descabelladas.
El asunto no es trivial, en lo más mínimo. Cuando uno está ante dos (o más) explicaciones del mismo fenómeno, necesita tener un procedimiento fiable, de eficacia demostrada, para poder evaluar correctamente cuál es la explicación más ajustada a la realidad.
Es decir, cuando desapasionadamente vemos los hechos, resulta que en el proceso que va de A, la aparición de la enfermedad, afección, incomodidad, trastorno, dolencia, achaque, padecimiento, indisposición o alifafe a C, la curación, han ocurrido muchas cosas, y ello nos plantea más preguntas que respuestas.
A esto se le conoce como método científico. Simple y llanamente. Es una forma ordenada de obtener un conocimiento más fiable que el "a mí me funciona", "me dijeron", "tiene una larga tradición" o cualquier otro sistema de los que han fracasado estrepitosamente a lo largo de los milenios.
El método científico nos permite evaluar todas las posibles causas de un efecto hasta encontrar las que son, efectivamente, las responsables de tal efecto.
Más importante aún, este procedimiento nos permite averiguar cuándo y a quién "le funcionan" realmente algunos remedios. El medicamento ideal para doña Dietilamida Malamañana, rotunda diabética de 48 años, 40 de ellos sin hacer ejercicio más agotador que levantarse por la mañana, 120 kilos al ecuador, el colesterol tan alto que los aviones tienen que darle vuelta, intolerante a la lactosa y en un proceso menopáusico de 8 grados en la escala de Richter podría no ser el remedio adecuado para Aerobindo Maratones, esbelto deportista de 66 kilos, 23 primaveras, las hormonas en estado de alerta roja, un estómago capaz de digerir piedras y un habitual consumo de cerveza de tales proporciones que le han puesto una estrella con su nombre en la Oktoberfest.
El "a mí me funciona", pues, incluso en las pocas ocasiones en que fuera cierto, no es garantía de que "le funcione" a nadie más y por tanto no es razonable, sano ni cuerdo el que la gente intercambie recetas con base en el dudosísimo "a mí me funciona".
Vamos, si usted no le haría caso a su tío Frumencio, de profesión taxista, si le explicara cómo debe construir su casa o cómo hacer para reparar la red de ordenadores/computadoras de su oficina... ¿por qué le hace caso cuando le dice, injertado súbitamente en médico, que tome infusiones de hierba de nomejodas porque es buenísima para el reflujo y a él le funciona?
Ahora pregúntese usted por qué los vendedores de agua destilada (que gustan que les llamen "homeópatas" y hasta "médicos homeópatas"), los que creen en la magia de unas agujitas que afectan una energía que nadie ha visto (y que prefieren ser llamados "acupunturistas" y hasta "médicos acupunturistas"), los tuercecuellos que año tras año dejan paralíticos a muchos inocentes con sus violentas "correcciones" (a los que les gusta ser conocidos como "quiroprácticos") y otros sacacuartos que se dejaron la vergüenza en los otros pantalones y que no saben de medicina más que el tío Frumencio no quieren someter sus filfas a una comprobación con un método científico y fiable.
Siempre habrá alguien a quien "le funcione" cualquier tontería. Si le reza a Santa Tecla y se cura, supondrá que el rezo le funcionó. Si se toma una pócima de pelos de perro y ojos de sapo, supondrá que ésa fue la cura... Y como de la mayoría de las enfermedades nos curamos sin ayuda (con mayor o menor incomodidad), cualquier cosa puede parecer funcionar para mayor gloria de los que venden cosas no probadas.
Y claro, por eso pasan los berrinches que pasan los pseudomédicos, charlatanes, curanderos y vendedores de humo imaginario cuando pese a su reticencia, sus afirmaciones acaban poniéndose a prueba y resulta que no funcionan mejor que un placebo, es decir, un falso medicamento que sólo sirve para complacer (de allí el nombre) al paciente.
Y contundentemente, a día de hoy, ni la homeopatía, ni la acupuntura, ni la quiropráctica, ni las flores de Bach, ni el reiki, ni la chorromedicina ortomolecular, ni ninguno de los miles de delirios que inventan a diario los vagos que no quieren trabajar han demostrado servir para nada.
Salvo para mantener a los vagos que se agarran al "a mí me funciona", siempre confiados en que al que "no le funcione" tampoco va a hacer demasiada alharaca, claro.
Y todo esto sin meternos, esta vez, con los horribles peligros de estas prácticas, las muertes, el dolor y la desesperación que siembran a su paso.
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