Suponga que usted de pronto siente, percibe, cree o ha notado que hay "demasiados" casos de cáncer de aparición "súbita" en un entorno determinado.
Hay varias cosas que puede hacer, claro.
Primero, lo inteligente es consultar a expertos en epidemiología oncológica para determinar, antes que nada, si realmente hay un aumento en los casos de cáncer respecto de la media del entorno más grande, es decir, si se trata o no de un artefacto estadístico. Ya sabe usted que si deja caer un puñado de arroz, los granos no se esparcen uniformemente, sino que en algunos puntos pueden quedar varios muy cerca entre sí, o sea, grupos o clústeres que son normales porque en términos de todos los granos de arroz, la distribución sigue siendo aleatoria. Dicho de otro modo: lo aleatorio no es uniforme. Podría ser una coincidencia.
Una vez determinado que NO es una coincidencia, sino que realmente hay un disparo en casos de cáncer, lo razonable sería denunciar la situación ante las autoridades sanitarias para que busquen las causas, es decir, los carcinógenos que pueden estar presentes en ese entorno en concentraciones elevadas causando el aumento en la incidencia del cáncer. Y, con base en sus recomendaciones, hacer los cambios necesarios para eliminar la fuente del cancerígeno.
O bien puede usted hacer lo que han hecho los funcionarios del Departamento vasco de Industria, ubicado en la quinta planta del edificio Lakua I: contratar a un zahorí que por supuesto no sabe nada de cáncer, de estadística ni, esencialmente, de nada aque tenga que ver con el mundo real, sino que cree que tiene poderes mágicos para detectar unas energías que nadie más que él ve (como los esquizofrénicos que escuchan y ven a personas que nadie más ve, pero cobrando y con prestigio), para que entre de tapadillo en las oficinas, se pasee por ellas con un péndulo sometido al efecto ideomotor diga muy serio que ha "detectado e interpretado" esas energías y sugiera, en trance feng-shui, "una serie de cambios en la disposición de las mesas para evitar consecuencias nocivas para la salud".
Los funcionarios, convencidos de que el cáncer es provocado realmente por la posición de las mesas en una oficina y no por cosillas como el tabaco, la quema de combustibles fósiles, el amianto y esas tonterías, proceden a cambiar las mesas y a rediseñar (con cargo al contribuyente) el sistema de comunicación informática.
Por supuesto, si realmente hay un motivo de preocupación, cambiar de sitio las mesas no lo eliminará. Aunque en realidad los médicos que han estudiado el asunto dicen que el aumento en los casos de cáncer se debe, como en el resto del mundo, al envejecimiento de la plantilla: antes había menos cáncer porque es una enfermedad degenerativa mucho más frecuente a edad avanzada... y antes de la medicina, en tiempos del feng-shui y otras supersticiones delirantes, la gente se moría a los 40 años de todas las enfermedades que la medicina sí ha curado.
Lo que no ha trascendido es el nombre del brujo y el monto de sus honorarios (que suponemos pagados por los desprendidos funcionarios y no pasado a las cuentas de la administración, que sería bueno saberlo). Lo que sí ha pasado es incluso una pregunta parlamentaria sobre el uyuyuyante tema, por cierto que reporteado por el Diario Vasco con visión crítica que ya quisiéramos ver en otros medios entregados a la promoción de la charlatanería como los informativos de La Sexta.
Pero no se preocupe. Usted manténgase atento a un brujo armado con un péndulo y una cara con la dureza del wolframio, anunciando que ha sido "llamado como experto por el Departamento de Industria del gobierno vasco" y sabrá quién es. Si se entera, avise.