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La foto está en el dominio público y la cita es de un artículo de King sobre educación de 1947.
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enero 30, 2013
enero 28, 2013
Nueve años
El 28 de enero de 2004, hace nueve años, este blog comenzaba con la entrada llamada ¿El siglo de los charlatanes?, señalando, entre otras cosas, que el siglo XXI, más que la edad de la ciencia y la razón, estaba siendo "el siglo del regreso a las más groseras supersticiones, a las creencias más ignorantes, a la magia en distintas vertientes".
Gracias a quienes han seguido este blog, a quienes lo leen, a quienes se han tomado la molestia de escribirnos y animarnos.
Gracias también a quienes nos han calumniado, difamado, amenazado e intentado perseguirnos porque han demostrado la bajeza del fanatismo y la falta de límites éticos de los negociantes del miedo y la ignorancia.
Gracias a quienes tienen muchos otros blogs, páginas, cuentas de Twitter y otros espacios donde luchan, sin duda mejor que este blog.
Y seguimos.
Prevenir enfermedades, decía hace poco en Twitter una enfermera, no es sino informar y repetir, repetir, repetir, repetir la información.
Divulgar y luchar contra el ocultismo es también repetir, repetir y repetir. Con frecuencia repetimos cosas en este blog. Ojalá los cuatro lectores habituales sean comprensivos. Muchos adolescentes que eran clientes de los vendedores de humo han dejado de serlo (tanto adolescentes como clientes de charlatanes varios), pero otros muchos han ocupado su espacio como fuente de ingresos para la superstición rentable y la paranoia honesta pero desencaminada.
No se trata de quedar bien con nadie ni de predicarle a los convencidos, al contrario, se trata de llegar a quienes son las víctimas y clientes directos de los charlatanes y oscurantistas, los enemigos del pensamiento ilustrado, del conocimiento, de la ciencia y, por tanto, de la libertad, la igualdad de oportunidades y la justicia social. Aunque se vistan de izquierda contestataria en un acto demagógico lamentable.
Los chicos de la ESO a los que ocasionalmente les damos charlas en centros educativos asturianos, principalmente, tenían 5 o 6 años cuando escribimos esto y por tanto no tienen ni idea de lo que aquí hemos escrito en nueve años y unas 600 entradas hoy que se asombran con las patrañas contadas en Cuarto Milenio (ayer apenas, en ese lamentable programa, el presentador celebraba desde la ignorancia que uno de sus entenados hiciera este viejo truco de ilusionismo y lo presentara, amosnomejodas, como "telepatía").
Y seguimos.
Algunas patrañas de hace 9 años hoy tienen menos cartel que entonces (como las psicopáticas psicofonías o las Caras de Bélmez®), pero otras, en especial las relacionadas con la salud, florecen. Sólo hoy mismo, y no creo que para celebrar nuestro cumpleaños bloguístico, el diario ABC promueve el grosero mito de magia representativa llamado "reflexología podal", mientras que El País (diario en caída libre) difunde otro grosero mito de magia representativa llamado "auriculoacupuntura".
La lucha contra la ciencia de los ya antiguos charlatanes ha dado tristes frutos especialmente en los espacios de la salud, donde a la ignorancia se ha sumado la paranoia no sólo para promover pseudoterapias delirantes, sino para provocar un rechazo a la medicina basada en evidencias cuyo resultado inmediato es el dolor, la muerte y el sufrimiento de muchas víctimas. Tanto el fallecimiento de Steve Jobs como los nuevos brotes de enfermedades infantiles ya olvidadas al menos en los países opulentos (como la polio, la varicela, el sarampión y la tos ferina) resultado de movimientos antivacunas irracionales son polvos de los lodos de quienes durante años han arrojado su basura mental contra el conocimiento científico para justificar sus majaderías, su propia ignorancia y su arrogancia, por desgracia utilizando los medios que nos ha dado la ciencia, como la televisión, la radio e Internet, porque si fueran honestos utilizarían únicamente la telepatía.
También, por contra, en estos años han surgido y se han consolidado muchas otras opciones de divulgación científica y promoción del pensamiento racional. Algunas individuales de amigos y desconocidos, otras colectivas, de algunas somos parte, como el blog colectivo Naukas, y otras a las que apoyamos, como la agencia SINC o la página de ciencia Materia. De este blog surgió la colaboración con el diario bilbaíno El Correo, en cuyo suplemento "Territorios de la cultura" escribimos una página de ciencia semanal desde marzo de 2006 y cuyos artículos (más de 360 a la fecha) se reeditan en el blog Los expedientes Occam. Además, somos parte de iniciativas de divulgación de la ciencia en dos continentes, la SOMEDICyT (Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica) y la AECC (Asociación Española de Comunicación Científica), y de la iniciativa contra la charlatanería y por la razón que es el Círculo Escéptico.
Y repetimos:
Gracias a quienes han seguido este blog, a quienes lo leen, a quienes se han tomado la molestia de escribirnos y animarnos.
Gracias también a quienes nos han calumniado, difamado, amenazado e intentado perseguirnos porque han demostrado la bajeza del fanatismo y la falta de límites éticos de los negociantes del miedo y la ignorancia.
Gracias a quienes tienen muchos otros blogs, páginas, cuentas de Twitter y otros espacios donde luchan, sin duda mejor que este blog.
Y seguimos.
Prevenir enfermedades, decía hace poco en Twitter una enfermera, no es sino informar y repetir, repetir, repetir, repetir la información.
Divulgar y luchar contra el ocultismo es también repetir, repetir y repetir. Con frecuencia repetimos cosas en este blog. Ojalá los cuatro lectores habituales sean comprensivos. Muchos adolescentes que eran clientes de los vendedores de humo han dejado de serlo (tanto adolescentes como clientes de charlatanes varios), pero otros muchos han ocupado su espacio como fuente de ingresos para la superstición rentable y la paranoia honesta pero desencaminada.
No se trata de quedar bien con nadie ni de predicarle a los convencidos, al contrario, se trata de llegar a quienes son las víctimas y clientes directos de los charlatanes y oscurantistas, los enemigos del pensamiento ilustrado, del conocimiento, de la ciencia y, por tanto, de la libertad, la igualdad de oportunidades y la justicia social. Aunque se vistan de izquierda contestataria en un acto demagógico lamentable.
Los chicos de la ESO a los que ocasionalmente les damos charlas en centros educativos asturianos, principalmente, tenían 5 o 6 años cuando escribimos esto y por tanto no tienen ni idea de lo que aquí hemos escrito en nueve años y unas 600 entradas hoy que se asombran con las patrañas contadas en Cuarto Milenio (ayer apenas, en ese lamentable programa, el presentador celebraba desde la ignorancia que uno de sus entenados hiciera este viejo truco de ilusionismo y lo presentara, amosnomejodas, como "telepatía").
Y seguimos.
Algunas patrañas de hace 9 años hoy tienen menos cartel que entonces (como las psicopáticas psicofonías o las Caras de Bélmez®), pero otras, en especial las relacionadas con la salud, florecen. Sólo hoy mismo, y no creo que para celebrar nuestro cumpleaños bloguístico, el diario ABC promueve el grosero mito de magia representativa llamado "reflexología podal", mientras que El País (diario en caída libre) difunde otro grosero mito de magia representativa llamado "auriculoacupuntura".
La lucha contra la ciencia de los ya antiguos charlatanes ha dado tristes frutos especialmente en los espacios de la salud, donde a la ignorancia se ha sumado la paranoia no sólo para promover pseudoterapias delirantes, sino para provocar un rechazo a la medicina basada en evidencias cuyo resultado inmediato es el dolor, la muerte y el sufrimiento de muchas víctimas. Tanto el fallecimiento de Steve Jobs como los nuevos brotes de enfermedades infantiles ya olvidadas al menos en los países opulentos (como la polio, la varicela, el sarampión y la tos ferina) resultado de movimientos antivacunas irracionales son polvos de los lodos de quienes durante años han arrojado su basura mental contra el conocimiento científico para justificar sus majaderías, su propia ignorancia y su arrogancia, por desgracia utilizando los medios que nos ha dado la ciencia, como la televisión, la radio e Internet, porque si fueran honestos utilizarían únicamente la telepatía.
También, por contra, en estos años han surgido y se han consolidado muchas otras opciones de divulgación científica y promoción del pensamiento racional. Algunas individuales de amigos y desconocidos, otras colectivas, de algunas somos parte, como el blog colectivo Naukas, y otras a las que apoyamos, como la agencia SINC o la página de ciencia Materia. De este blog surgió la colaboración con el diario bilbaíno El Correo, en cuyo suplemento "Territorios de la cultura" escribimos una página de ciencia semanal desde marzo de 2006 y cuyos artículos (más de 360 a la fecha) se reeditan en el blog Los expedientes Occam. Además, somos parte de iniciativas de divulgación de la ciencia en dos continentes, la SOMEDICyT (Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica) y la AECC (Asociación Española de Comunicación Científica), y de la iniciativa contra la charlatanería y por la razón que es el Círculo Escéptico.
Y repetimos:
- No se debe creer ninguna afirmación, por emocionante que sea, sin pruebas. No se debe comprar ninguna idea sin someterla a un cuestionamiento riguroso.
- La ciencia, el conocimiento y su método no son patrimonio ni coto exclusivo de los científicos, del mismo modo que el deporte no es sólo para los deportistas profesionales. No importa lo que le digan los charlatanes, usted no tiene que ser matemático para aprender a hacer cuentas correctamente y disfrutar del beneficio de que no le vean la cara con el vuelto.
- La ignorancia y la irracionalidad esclavizan, destruyen y matan. El conocimiento libera.
- Los charlatanes están allí, con las más diversas máscaras, honrados y pillastres, sinceros y farsantes, negociantes y voluntarios, movidos por nobles deseos o por bajos intereses, actuando por amor o por odio. Todos tienen un enemigo común y no es este blog: es el peligro de que la gente se informe, cuestione y se atreva a pensar críticamente sobre sus afirmaciones y sus acciones. Nada más. Y nada menos
enero 22, 2013
Pseudociencia y demagogia
Los problemas del mundo son tan claros, sus consecuencias tan inmediatas y sus daños tan evidentes, que la rebeldía es una reacción casi inevitable. Rebeldía ante un reparto de la riqueza tan inequitativo que la pobreza y el hambre siguen existiendo pese a que tenemos las herramientas para erradicarlas. Rebeldía ante la corrupción, que aunque entendamos que es inevitable y consustancial al ser humano, nos ofende cuando se institucionaliza junto con la burla descarnada al ciudadano que pone los dineros con los que se vuelven acaudalados los delincuentes. Rebeldía ante un sistema económico a todas luces imperfecto y que promueve la inequidad. Rebeldía ante el ensañamiento contra los más desprotegidos. Rebeldía ante la inequidad aún más aguda entre sexos. Rebeldía ante la destrucción caprichosa del medio ambiente. Rebeldía contra el racismo y otras discriminaciones. Y súmele usted los disparadores de su rebeldía que le parezcan correctos.
Nuestra justa indignación, sin embargo, le abre la puerta a veces, y sin que nos demos cuenta, a demagogos que nos ofrecen la idea de que las causas de todos los problemas son sencillas (o incluso que existe una sola causa de todos los distintos problemas del planeta y del ser humano) y que para resolverlos hay una respuesta sencilla (que tienen ellos, claro, en exclusiva).
El sólo hecho de afirmarse como rebeldes, como opositores "al sistema" (entendido así, en un abstracto donde cabe todo pero también puede no haber nada), les da cartel, credibilidad y entrada en ciertos sectores sociales que buscan, lógicamente, compañeros y aliados en su rebeldía.
El mismo abordaje de la rebeldía desde el simplismo demanda un manejo eficaz de eso que se llamaba "demagogia" y que ahora se llama "populismo" (aunque, en justicia, originariamente el populismo buscaba hacer políticas beneficiosas para el pueblo, verdaderamente populares y que satisficieran las necesidades de las mayorías; sin embargo, desde que los partidos que más detestan a las mayorías populares se hacen llamar a sí mismos "Populares", en su propia versión de la demagogia, las definiciones de las palabras se han visto difuminadas cuando no dinamitadas).
¿Qué pasa? Preguntarán los cuatro lectores habituales de este blog. ¿Nos pasamos directamente a la política mientras los charlatanes siguen a lo suyo? No se preocupe. O preocúpese mucho, porque en primer lugar toda lucha contra el pensamiento irracional tiene una dimensión política, y si en este blog no se ha notado que así lo vemos, que la ignorancia es dominación, oscurantismo y autoritarismo mientras que el conocimiento es libertad y democracia, no será por falta de ejemplos; y, en segundo lugar, estamos hablando de charlatanería. Charlatanería política basada en charlatanería preternatural o descabellada, supersticiones, creencias irracionales, falsedades patentes, mentiras sobre la realidad, paranoia, pánico y pseudociencia. Charlatanería que en tiempos de crisis se multiplica ferozmente.
Los conspiranoicos más diversos gustan de posicionarse entre los "rebeldes" que están luchando por las mejores causas de la humanidad. Si para ello tienen que inventarse enemigos malévolos y aterradores, lo hacen sin problema. Crearse peligros inexistentes es propio de todos los populistas, de izquierda o de derecha, pero que ciertamente no son rebeldes honestos. Los comunistas, los judíos, los masones, son tres ejemplos que el nazismo en sus diversas formas amalgamó en una sola "amenaza" más bien imaginaria pero que alentó dictaduras atroces, genocidas y de negra memoria hasta bien entrada la década de 1970. "Los burgueses" en una acepción de la burguesía bastante incierta y vaga, fueron el enemigo contra el que Mao lanzó a sus guardias en la Revolución Cultural, con resultados atroces no sólo por la cantidad de muertos, sino por el retraso científico-tecnológico al que condenó a China durante las décadas siguientes al haber barrido con su intelectualidad humanística y científica.
El conspiranoico más estridente de Estados Unidos, Alex Jones, gusta de presentarse como un defensor de los principios democráticos básicos con los que se fundó su país en 1776, pero apenas se rasca la superficie se encuentra uno con un sujeto delirante, antisemita, aislacionista, excluyente, proviolencia, religioso y anticientífico... vamos, algo totalmente opuesto al pensamiento y vida, por decir algo, de Thomas Jefferson o Benjamin Franklin.
Ir contra "las grandes empresas" sin matizar está tan bien visto (pues no es del todo absurdo considerando algunos hechos) y tiene tanto cartel en el espacio de la rebeldía que muchas veces se admite como cierta, sin someterla a la mínima visión crítica, cualquier barbaridad sin pruebas que se pueda lanzar contra cualquier empresa o grupo de empresas, como las telefónicas, las empresas textiles, las farmacéuticas, las petroleras o las telefónicas. Para este extremo hay que dejar de considerar, claro, otros muchos hechos.
Pero si bien esto es preocupante (porque realmente sería deprimente que los millones y millones de personas implicadas en esas industrias directa o indirectamente fueran todas parte de una conspiración perfecta para aniquilar, enfermar, contaminar, destruir y hacer sufrir a todos los demás seres humanos, que ningún médico salvo los conspiranoicos tuviera un honrado interés por beneficiar a sus semejantes, por ejemplo), más lo es la falaz conclusión que suelen ofrecer con entusiasmo: si las farmacéuticas se comportan de modo inadecuado (y lo hacen, pese a la compleja normativa a la que están sometidas sobre todo en los países opulentos), entonces no es verdad ningún postulado de la medicina basada en la ciencia. Si las telefónicas son abusivas y deshumanizadas (y lo son cuando pueden), entonces la física que nos dice que las microondas no causan cáncer es mentira. Si las textiles subcontratan empresas en el Tercer Mundo que explotan a sus trabajadores, entonces nos envenenan con sustancias atroces en su ropa y casi tenemos que empezar a plantar e hilar nuestro algodón al estilo Gandhi (en vez, digamos, de legislar para que las subcontratas al Tercer Mundo de todas las empresas de los países opulentos se ciñan a unos requisitos básicos y que de no hacerlo haya consecuencias económicas serias, multas de verdad, etc.)
Y, por contra, siguiendo el retorcido razonamiento, a todas luces peleado con la lógica, se considera verdad cualquier ocurrencia no comprobada que el demagogo en cuestión quiera vender. Así sea que "todo cura el cáncer menos la medicina basada en hechos" o cualquier propuesta alternativista, paranormal y disparatada.
Y así sucesivamente.
Las pseudociencias y posiciones anticientíficas, especialmente las tomadas como bandera o palanca propagandística por la demagogia conspiranoica (terapias alternativas, "energía libre", pseudoecologismo, HAARP, antivacunación, chemtrails) se van convirtiendo poco a poco en una amenaza no sólo a nuestra salud, a la educación, a la solución de problemas urgentes como el hambre y la satisfacción de las necesidades energéticas de la sociedad, sino que también se erigen como nuevas inquisiciones en las que es tremendamente difícil, aterrador incluso, expresar opiniones impopulares.
Tenemos casos de científicos expertos que aquí, en España, en 2011, se han negado a decir en los medios de comunicación "no hay pruebas de que las antenas de telefonía móvil puedan causar cáncer, y es implausible que lo hagan según lo que sabemos con certeza sobre la radiación electromagnética", porque saben que algunos que lo han hecho han sido hostigados, amenazados e insultados como si en vez de estar enunciando hechos demostrables fueran no sólo cómplices de las telefónicas, sino genocidas despreciables (la acusación infaltable es "te paga tal o cual empresa o grupo o industria que yo odio a muerte"). Lo mismo ocurre con quienes quieren informar al público sobre la realidad de la medicina, las vacunas, la biotecnología (hace una semana leíamos en Facebook amenazas directas de "destruir" a un científico que se atreve a ser crítico con los pseudoecologistas), la medicina científica, la energía nuclear y otros temas políticamente candentes donde la demagogia lucha desesperadamente por anular toda aproximación seria, imparcial, científica y objetiva, a cambio de miedo, incertidumbre y duda que le puedan dar seguidores fieles.
Si los demagogos han vendido eficazmente una solución simple a un problema simple, es lógico que sus seguidores no quieran a quien les diga "las cosas son bastante más complicadas que eso" o, peor, "los monstruos que tú odias no son tan fieros como te los pintan, aunque no sean hermanitas de la caridad". El único antídoto es no comprar soluciones simples.
Es allí donde el pensamiento crítico debe ser también parte de una acción política sólida para la lucha colectiva por resolver los problemas más acuciantes de nuestra sociedad.
El riesgo es claro: que las opciones políticas que en un momento dado puedan hacerse con el poder implanten por decreto prácticas, terapias, persecuciones y prohibiciones sin atender a los datos más certeros que nos puede ofrecer la ciencia y el conocimiento en cada momento. Con el pretexto de que la ciencia "no es perfecta" y "podría cambiar", se puede implantar cualquier tontería.
Resulta verdaderamente temible que un partido promueva oficialmente una superstición tan grosera como el "reiki", según el cual unas "energías" indetectables corren por unos "canales" que nadie ha visto y se pueden alterar para curar enfermedades con unos pases mágicos inventados por un ascético monje japonés zen que dejó el ascetismo para forrarse embaucando inocentes con su invento.
¿Qué diferencia tiene esto con la intención del Tea Party ultraconservador estadounidense (y algunos sectores de la ultraderecha más jurásica en otros países, como Juan Manuel de Prada en España) de abolir la enseñanza de la evolución y todas las evidencias científicas que la sustentan para sustituirla por el creacionismo porque lo dice un libro? ¿O respecto de la "ciencia racial" del Tercer Reich (entendida en su dimensión pseudocientífica y no política, no se trata de hacer acusaciones extralógicas ni de llamar "nazi" a nadie, especialmente si es un demagogo)? ¿O con el lysenkoísmo que destruyó los avances de la genética en la Unión Soviética durante 35 años y colaboró a la hambruna del Gran Salto adelante de Mao?
En nombre de una creencia mística promovida institucionalmente por los partidos políticos se puede llegar a jugar con la salud de la gente diciendo que se deben utilizar métodos no probados por encima de otros sobre los cuales tenemos abundantes y sólidas evidencias. Por eso dan miedo los políticos que exhiben su ignorancia sin pudor.
Esto ya se hace en distintos países independientemente de la ideología, sistema político o modo de producción y distribución. En Cuba, la acupuntura y la piramidología son "terapias oficiales" por decreto. En Alemania, en parte con el asnal pretexto de que Hahnemann era alemán, las aseguradoras y mutuas pagan la homeopatía (con el dinero de primas de todos sus asegurados, sean o no creyentes). En el Reino Unido, parte del dinero público se tira en terapias indemostradas ya que el máximo negocio de pseudoterapias de las islas es propiedad del príncipe heredero, el impresentable Carlos. Y en Francia se promueve desde gobiernos de derecha e izquierda el florecimiento de la mayor multinacional homeopática, Boiron. Todo ello sin dar pruebas de la eficacia terapéutica de tales prácticas, sólo porque "muchas personas están satisfechas con ellas". Como si se implantaran en la sanidad pública ya de por sí agónica los rezos a Santa Lucía junto a la oftalmología basada en conocimientos porque "muchas personas están satisfechas con los milagros de Santa Lucía" y, claro "a ellos les funciona".
Los problemas que vive nuestro planeta, decíamos al principio, son tan claros que la rebeldía es una reacción natural e inevitable. Pero cuando esa rebeldía es parasitada por sectores desorientados y desorientadores, ignorantes, paranoicos, movidos por el odio, desinformadores, ocultadores de datos o directamente negociantes que viven de vender miedo, debemos aprender a ser tan críticos con ellos como lo debemos ser con la parte del mundo que despierta nuestra rebeldía natural más inmediata. El demagogo siempre utiliza a las pseudociencias para ser convincente, palabras impresionantes no sustentadas en hechos.
Quizá tenemos que ser más rebeldes, y atrevernos a ser críticos ante los demagogos que quieren instrumentalizar nuestra justa indignación para promover supersticiones, afirmaciones dudosas o, directamente, falsedades y desinformación. Preguntarles cómo saben las cosas que dicen, qué pruebas tienen y si las creencias que nos quieren endosar han sido verificadas independientemente o son sólo un sistema de creencias de un grupo cerrado, marginal y oscuro?
Cartel en la Acampada Sol, 2011 Fotografía CC de José María Mateos @rinze |
El sólo hecho de afirmarse como rebeldes, como opositores "al sistema" (entendido así, en un abstracto donde cabe todo pero también puede no haber nada), les da cartel, credibilidad y entrada en ciertos sectores sociales que buscan, lógicamente, compañeros y aliados en su rebeldía.
El mismo abordaje de la rebeldía desde el simplismo demanda un manejo eficaz de eso que se llamaba "demagogia" y que ahora se llama "populismo" (aunque, en justicia, originariamente el populismo buscaba hacer políticas beneficiosas para el pueblo, verdaderamente populares y que satisficieran las necesidades de las mayorías; sin embargo, desde que los partidos que más detestan a las mayorías populares se hacen llamar a sí mismos "Populares", en su propia versión de la demagogia, las definiciones de las palabras se han visto difuminadas cuando no dinamitadas).
¿Qué pasa? Preguntarán los cuatro lectores habituales de este blog. ¿Nos pasamos directamente a la política mientras los charlatanes siguen a lo suyo? No se preocupe. O preocúpese mucho, porque en primer lugar toda lucha contra el pensamiento irracional tiene una dimensión política, y si en este blog no se ha notado que así lo vemos, que la ignorancia es dominación, oscurantismo y autoritarismo mientras que el conocimiento es libertad y democracia, no será por falta de ejemplos; y, en segundo lugar, estamos hablando de charlatanería. Charlatanería política basada en charlatanería preternatural o descabellada, supersticiones, creencias irracionales, falsedades patentes, mentiras sobre la realidad, paranoia, pánico y pseudociencia. Charlatanería que en tiempos de crisis se multiplica ferozmente.
Los conspiranoicos más diversos gustan de posicionarse entre los "rebeldes" que están luchando por las mejores causas de la humanidad. Si para ello tienen que inventarse enemigos malévolos y aterradores, lo hacen sin problema. Crearse peligros inexistentes es propio de todos los populistas, de izquierda o de derecha, pero que ciertamente no son rebeldes honestos. Los comunistas, los judíos, los masones, son tres ejemplos que el nazismo en sus diversas formas amalgamó en una sola "amenaza" más bien imaginaria pero que alentó dictaduras atroces, genocidas y de negra memoria hasta bien entrada la década de 1970. "Los burgueses" en una acepción de la burguesía bastante incierta y vaga, fueron el enemigo contra el que Mao lanzó a sus guardias en la Revolución Cultural, con resultados atroces no sólo por la cantidad de muertos, sino por el retraso científico-tecnológico al que condenó a China durante las décadas siguientes al haber barrido con su intelectualidad humanística y científica.
El conspiranoico más estridente de Estados Unidos, Alex Jones, gusta de presentarse como un defensor de los principios democráticos básicos con los que se fundó su país en 1776, pero apenas se rasca la superficie se encuentra uno con un sujeto delirante, antisemita, aislacionista, excluyente, proviolencia, religioso y anticientífico... vamos, algo totalmente opuesto al pensamiento y vida, por decir algo, de Thomas Jefferson o Benjamin Franklin.
Ir contra "las grandes empresas" sin matizar está tan bien visto (pues no es del todo absurdo considerando algunos hechos) y tiene tanto cartel en el espacio de la rebeldía que muchas veces se admite como cierta, sin someterla a la mínima visión crítica, cualquier barbaridad sin pruebas que se pueda lanzar contra cualquier empresa o grupo de empresas, como las telefónicas, las empresas textiles, las farmacéuticas, las petroleras o las telefónicas. Para este extremo hay que dejar de considerar, claro, otros muchos hechos.
Pero si bien esto es preocupante (porque realmente sería deprimente que los millones y millones de personas implicadas en esas industrias directa o indirectamente fueran todas parte de una conspiración perfecta para aniquilar, enfermar, contaminar, destruir y hacer sufrir a todos los demás seres humanos, que ningún médico salvo los conspiranoicos tuviera un honrado interés por beneficiar a sus semejantes, por ejemplo), más lo es la falaz conclusión que suelen ofrecer con entusiasmo: si las farmacéuticas se comportan de modo inadecuado (y lo hacen, pese a la compleja normativa a la que están sometidas sobre todo en los países opulentos), entonces no es verdad ningún postulado de la medicina basada en la ciencia. Si las telefónicas son abusivas y deshumanizadas (y lo son cuando pueden), entonces la física que nos dice que las microondas no causan cáncer es mentira. Si las textiles subcontratan empresas en el Tercer Mundo que explotan a sus trabajadores, entonces nos envenenan con sustancias atroces en su ropa y casi tenemos que empezar a plantar e hilar nuestro algodón al estilo Gandhi (en vez, digamos, de legislar para que las subcontratas al Tercer Mundo de todas las empresas de los países opulentos se ciñan a unos requisitos básicos y que de no hacerlo haya consecuencias económicas serias, multas de verdad, etc.)
Y, por contra, siguiendo el retorcido razonamiento, a todas luces peleado con la lógica, se considera verdad cualquier ocurrencia no comprobada que el demagogo en cuestión quiera vender. Así sea que "todo cura el cáncer menos la medicina basada en hechos" o cualquier propuesta alternativista, paranormal y disparatada.
Y así sucesivamente.
Las pseudociencias y posiciones anticientíficas, especialmente las tomadas como bandera o palanca propagandística por la demagogia conspiranoica (terapias alternativas, "energía libre", pseudoecologismo, HAARP, antivacunación, chemtrails) se van convirtiendo poco a poco en una amenaza no sólo a nuestra salud, a la educación, a la solución de problemas urgentes como el hambre y la satisfacción de las necesidades energéticas de la sociedad, sino que también se erigen como nuevas inquisiciones en las que es tremendamente difícil, aterrador incluso, expresar opiniones impopulares.
Tenemos casos de científicos expertos que aquí, en España, en 2011, se han negado a decir en los medios de comunicación "no hay pruebas de que las antenas de telefonía móvil puedan causar cáncer, y es implausible que lo hagan según lo que sabemos con certeza sobre la radiación electromagnética", porque saben que algunos que lo han hecho han sido hostigados, amenazados e insultados como si en vez de estar enunciando hechos demostrables fueran no sólo cómplices de las telefónicas, sino genocidas despreciables (la acusación infaltable es "te paga tal o cual empresa o grupo o industria que yo odio a muerte"). Lo mismo ocurre con quienes quieren informar al público sobre la realidad de la medicina, las vacunas, la biotecnología (hace una semana leíamos en Facebook amenazas directas de "destruir" a un científico que se atreve a ser crítico con los pseudoecologistas), la medicina científica, la energía nuclear y otros temas políticamente candentes donde la demagogia lucha desesperadamente por anular toda aproximación seria, imparcial, científica y objetiva, a cambio de miedo, incertidumbre y duda que le puedan dar seguidores fieles.
Si los demagogos han vendido eficazmente una solución simple a un problema simple, es lógico que sus seguidores no quieran a quien les diga "las cosas son bastante más complicadas que eso" o, peor, "los monstruos que tú odias no son tan fieros como te los pintan, aunque no sean hermanitas de la caridad". El único antídoto es no comprar soluciones simples.
Es allí donde el pensamiento crítico debe ser también parte de una acción política sólida para la lucha colectiva por resolver los problemas más acuciantes de nuestra sociedad.
El riesgo es claro: que las opciones políticas que en un momento dado puedan hacerse con el poder implanten por decreto prácticas, terapias, persecuciones y prohibiciones sin atender a los datos más certeros que nos puede ofrecer la ciencia y el conocimiento en cada momento. Con el pretexto de que la ciencia "no es perfecta" y "podría cambiar", se puede implantar cualquier tontería.
Resulta verdaderamente temible que un partido promueva oficialmente una superstición tan grosera como el "reiki", según el cual unas "energías" indetectables corren por unos "canales" que nadie ha visto y se pueden alterar para curar enfermedades con unos pases mágicos inventados por un ascético monje japonés zen que dejó el ascetismo para forrarse embaucando inocentes con su invento.
Captura de pantalla del 22 de enero de 2013. |
¿Qué diferencia tiene esto con la intención del Tea Party ultraconservador estadounidense (y algunos sectores de la ultraderecha más jurásica en otros países, como Juan Manuel de Prada en España) de abolir la enseñanza de la evolución y todas las evidencias científicas que la sustentan para sustituirla por el creacionismo porque lo dice un libro? ¿O respecto de la "ciencia racial" del Tercer Reich (entendida en su dimensión pseudocientífica y no política, no se trata de hacer acusaciones extralógicas ni de llamar "nazi" a nadie, especialmente si es un demagogo)? ¿O con el lysenkoísmo que destruyó los avances de la genética en la Unión Soviética durante 35 años y colaboró a la hambruna del Gran Salto adelante de Mao?
En nombre de una creencia mística promovida institucionalmente por los partidos políticos se puede llegar a jugar con la salud de la gente diciendo que se deben utilizar métodos no probados por encima de otros sobre los cuales tenemos abundantes y sólidas evidencias. Por eso dan miedo los políticos que exhiben su ignorancia sin pudor.
Decreto "científico" que autoriza el uso de pirámides de juguete para atender enfermedades de verdad en Cuba. |
Los problemas que vive nuestro planeta, decíamos al principio, son tan claros que la rebeldía es una reacción natural e inevitable. Pero cuando esa rebeldía es parasitada por sectores desorientados y desorientadores, ignorantes, paranoicos, movidos por el odio, desinformadores, ocultadores de datos o directamente negociantes que viven de vender miedo, debemos aprender a ser tan críticos con ellos como lo debemos ser con la parte del mundo que despierta nuestra rebeldía natural más inmediata. El demagogo siempre utiliza a las pseudociencias para ser convincente, palabras impresionantes no sustentadas en hechos.
Quizá tenemos que ser más rebeldes, y atrevernos a ser críticos ante los demagogos que quieren instrumentalizar nuestra justa indignación para promover supersticiones, afirmaciones dudosas o, directamente, falsedades y desinformación. Preguntarles cómo saben las cosas que dicen, qué pruebas tienen y si las creencias que nos quieren endosar han sido verificadas independientemente o son sólo un sistema de creencias de un grupo cerrado, marginal y oscuro?
enero 18, 2013
Claroscuros de la quinua, la moda de hoy
Evo Morales, presidente de Bolivia, se ha esforzado en promover muchos aspectos de la cultura indígena andina en todo el mundo, lo cual es en realidad parte de su labor como presidente de su nación. Una de las cosas que más entusiastamente ha dado a conocer es la quinoa o quinua, un pseudocereal propio de los Andes que ha sido durante siglos el alimento básico de los indígenas pobres y sometidos por propios y ajenos.
Es una planta interesante, con un alto contenido en proteínas que tienen además la característica de ser proteínas completas, es decir, que tienen todos los aminoácidos que el ser humano necesita en su nutrición. Las proteínas están formadas de aminoácidos y al digerir las proteínas precisamente lo que hacemos es disgregarlas en sus componentes aminoácidos básicos para poder aprovecharlas fabricando nuestras propias proteínas. Tener los aminoácidos completos en la cantidad necesaria es uno de los problemas de los veganos, no irresoluble pero que demanda cuidadosa atención a su dieta para no sufrir ninguna deficiencia, ya que algunos aminoácidos básicos son escasos en el mundo vegetal.
Los aficionados a la comida vegetariana y vegana adoptaron rápidamente la quinua como adoptan distintas modas alimenticias y supuestamente curativas, con una enorme pasión y un enorme poder adquisitivo, puesto que se trata principalmente de opulentos habitantes del Primer Mundo acostumbrados a (y felices de) pagar más por alimentos con menos controles sanitarios pero que cumplan los requisitos para obtener la certificación de "orgánicos" o "ecológicos".
Evo ha dicho que podría ayudar a paliar el hambre en el mundo, y quizás tenga razón en alguna medida, independientemente de los vuelos líricos que en ocasiones han dado al traste con la credibilidad del presidente boliviano. Integrada a la producción (aunque su cultivo en otras latitudes ha sido problemático) y sometida a estudios que permitan obtener variedades de gran rendimiento, poco uso de agua y formas de aumentar la productividad reduciendo el uso de pesticidas, podría ser un arma importante en la lucha contra el hambre.
Por ello, en este tema la ONU y la FAO le dieron la razón a Evo Morales y declararon a 2013 el año de la quinua, en una ceremonia hace unos pocos días a la que asistió el propio mandatario andino.
Todo muy bien, pensaría uno que considera a Norman Borlaug uno de los grandes benefactores de la humanidad, cuya Revolución Verde que evitó el desastre alimentario de la década de 1970 que se aleteaba sobre buena parte de la humanidad (y del que no se informa a los jóvenes en las escuelas, por cierto).
Pero no. Según informa la periodista especializada en alimentación Joanna Blythman en el diario británico The Guardian, el éxito que ha alcanzado la quinua desde 2006 entre los vegetarianos y otros militantes del New Age en su vertiente ecológica y bucólica ha tenido un efecto por otra parte esperable pero que no casa con los ideales generalmente propuestos por estos potenciales consumidores de quinua en grandes cantidades: el precio de este cultivo, debido a la demanda, se ha elevado tanto que ya no lo pueden comprar los peruanos más pobres.
"El apetito por este grano de países como el nuestro", dice Joanna hablando del Reino Unido, claro, "ha disparado los precios en tal medida que los más pobres de Perú y Bolivia, para quienes fue alguna vez un alimento básico nutritivo, ya no pueden permitirse comerlo. La comida basura importada es más barata. En Lima, la quinua ahora cuesta más que el pollo."
El precio original de la quinua, de hecho, se triplicó entre 2008 y 2010, pasando de 1.100 dólares la tonelada a 3.000. La inasequibilidad de la quinua no es un delirio de alguna periodista británica probablemente pagada por algún cartel de malvados de ésos que se invocan para evitar cualquier argumento más o menos razonable y basado en hechos. Por estos mismos días, han levantado la voz de alarma diarios como La República, mientras que asociaciones peruanas de pequeños empresarios como Pymex han acentuado que los largos y costosos procesos de certificación "ecológica" u "orgánica" ayudan a inflar los precios del grano que en 2006 era la forma más barata de comer en Los Andes.
En Bolivia, el precio por quintal (algo más de 46 kg) subió de 280 a 800 bolivianos, es decir, de 29 a 84 euros. Esto se traduce en 1,82€ o 2,42 dólares el kilo, un precio inalcanzable para el 26% de los bolivianos que viven con menos de 1 dólar al día.
Otro aspecto en el que el éxito de la quinua ha resultado indeseable es que los campesinos se ven animados a abandonar sus cultivos variados y dedicarse a esta planta como monocultivo para saciar a occidente, al menos mientras dure la temporada de la quinua (que tuvo como predecesora notable, curiosamente, a otra planta de su misma familia, el amaranto, que era el alimento milagro de los años 90).
Este mecanismo no es nuevo por desgracia en los países más desfavorecidos. Grandes extensiones de tierra se emplean en África para producir alimentos "orgánicos" de alto precio de venta en Europa, dejando de lado las posibilidades de tener alguna seguridad alimentaria para millones de africanos, que se ven reducidos a una agricultura miseria de subsistencia, sin ninguna herramienta tecnológica que les permita mejorar sus rendimientos, algo que han denunciado en varias ocasiones expertos en biotecnología como J.M. Mulet.
Quizá si los entusiastas antitecnológicos que se pueden permitir el lujo de pagar por sus alimentos cantidades inimaginables para los 2.800 millones de seres humanos que viven con menos de dos dólares al día se tomaran el tiempo necesario para cotejar sus creencias con la realidad, si se ocuparan de leer algo de biología, ciencia agrícola, genética, hibridización, química y geología, podrían encontrar mejores formas de vivir su estilo de vida con base en las evidencias del conocimiento.
Vamos, una forma larga de decir "soñar es gratis" (pero despertar suele ser costoso).
Campesinos peruanos trillando quinua a mano cerca de Puno (Foto C.C. de Michael Hermann y Crops for the Future, vía Wikimedia Commons) |
Los aficionados a la comida vegetariana y vegana adoptaron rápidamente la quinua como adoptan distintas modas alimenticias y supuestamente curativas, con una enorme pasión y un enorme poder adquisitivo, puesto que se trata principalmente de opulentos habitantes del Primer Mundo acostumbrados a (y felices de) pagar más por alimentos con menos controles sanitarios pero que cumplan los requisitos para obtener la certificación de "orgánicos" o "ecológicos".
Evo ha dicho que podría ayudar a paliar el hambre en el mundo, y quizás tenga razón en alguna medida, independientemente de los vuelos líricos que en ocasiones han dado al traste con la credibilidad del presidente boliviano. Integrada a la producción (aunque su cultivo en otras latitudes ha sido problemático) y sometida a estudios que permitan obtener variedades de gran rendimiento, poco uso de agua y formas de aumentar la productividad reduciendo el uso de pesticidas, podría ser un arma importante en la lucha contra el hambre.
Por ello, en este tema la ONU y la FAO le dieron la razón a Evo Morales y declararon a 2013 el año de la quinua, en una ceremonia hace unos pocos días a la que asistió el propio mandatario andino.
Todo muy bien, pensaría uno que considera a Norman Borlaug uno de los grandes benefactores de la humanidad, cuya Revolución Verde que evitó el desastre alimentario de la década de 1970 que se aleteaba sobre buena parte de la humanidad (y del que no se informa a los jóvenes en las escuelas, por cierto).
Pero no. Según informa la periodista especializada en alimentación Joanna Blythman en el diario británico The Guardian, el éxito que ha alcanzado la quinua desde 2006 entre los vegetarianos y otros militantes del New Age en su vertiente ecológica y bucólica ha tenido un efecto por otra parte esperable pero que no casa con los ideales generalmente propuestos por estos potenciales consumidores de quinua en grandes cantidades: el precio de este cultivo, debido a la demanda, se ha elevado tanto que ya no lo pueden comprar los peruanos más pobres.
"El apetito por este grano de países como el nuestro", dice Joanna hablando del Reino Unido, claro, "ha disparado los precios en tal medida que los más pobres de Perú y Bolivia, para quienes fue alguna vez un alimento básico nutritivo, ya no pueden permitirse comerlo. La comida basura importada es más barata. En Lima, la quinua ahora cuesta más que el pollo."
El precio original de la quinua, de hecho, se triplicó entre 2008 y 2010, pasando de 1.100 dólares la tonelada a 3.000. La inasequibilidad de la quinua no es un delirio de alguna periodista británica probablemente pagada por algún cartel de malvados de ésos que se invocan para evitar cualquier argumento más o menos razonable y basado en hechos. Por estos mismos días, han levantado la voz de alarma diarios como La República, mientras que asociaciones peruanas de pequeños empresarios como Pymex han acentuado que los largos y costosos procesos de certificación "ecológica" u "orgánica" ayudan a inflar los precios del grano que en 2006 era la forma más barata de comer en Los Andes.
En Bolivia, el precio por quintal (algo más de 46 kg) subió de 280 a 800 bolivianos, es decir, de 29 a 84 euros. Esto se traduce en 1,82€ o 2,42 dólares el kilo, un precio inalcanzable para el 26% de los bolivianos que viven con menos de 1 dólar al día.
Otro aspecto en el que el éxito de la quinua ha resultado indeseable es que los campesinos se ven animados a abandonar sus cultivos variados y dedicarse a esta planta como monocultivo para saciar a occidente, al menos mientras dure la temporada de la quinua (que tuvo como predecesora notable, curiosamente, a otra planta de su misma familia, el amaranto, que era el alimento milagro de los años 90).
Este mecanismo no es nuevo por desgracia en los países más desfavorecidos. Grandes extensiones de tierra se emplean en África para producir alimentos "orgánicos" de alto precio de venta en Europa, dejando de lado las posibilidades de tener alguna seguridad alimentaria para millones de africanos, que se ven reducidos a una agricultura miseria de subsistencia, sin ninguna herramienta tecnológica que les permita mejorar sus rendimientos, algo que han denunciado en varias ocasiones expertos en biotecnología como J.M. Mulet.
Quizá si los entusiastas antitecnológicos que se pueden permitir el lujo de pagar por sus alimentos cantidades inimaginables para los 2.800 millones de seres humanos que viven con menos de dos dólares al día se tomaran el tiempo necesario para cotejar sus creencias con la realidad, si se ocuparan de leer algo de biología, ciencia agrícola, genética, hibridización, química y geología, podrían encontrar mejores formas de vivir su estilo de vida con base en las evidencias del conocimiento.
Vamos, una forma larga de decir "soñar es gratis" (pero despertar suele ser costoso).