enero 28, 2014

10 años

Las cinco cabeceras que ha tenido el blog.
Ésta es la entrada 548 de este blog.

La primera se publicó el 28 de enero de 2004 y en ella expresaba mi preocupación de que estuviéramos en el siglo no de la ciencia, de la tecnología, del progreso, del conocimiento, del descubrimiento, de la capacidad de entender el universo, sino en el siglo de los charlatanes, decididos a devolvernos al medievo.

Es fácil celebrar (si son celebrables, no lo sé) estos diez años haciendo un resumen de algunos momentos surrealistas que nos ha dado este blog, como las amenazas de muerte, de demandas quiroprácticas por hasta 20 millones de euros, de veganos que "nos van a estar vigilando", el acoso de obsesionados con menos neuronas que una esponja, el odio babeante de chifladitos varios o la censura promovida por el banco de una secta esotérica... pero también la oportunidad de conocer a gente de gran valía, periodistas, científicos, ciudadanos que se apropian del pensamiento racional entendiendo que no es la provincia exclusiva de los científicos, el que de cuando en cuando alguien nos escriba para apoyar al blog, la oportunidad de entrevistar a distancia a un Premio Nobel victimizado por el mal periodismo, o la ocasional invitación a hablar ante grupos que igual pueden ser de chavales de la ESO, de estudiantes universitarios, de periodistas, profesores, divulgadores o incluso un teatro con un montón de físicos de primer nivel y dos o tres Premios Nobel salpimentados por ahí para provocarnos pánico escénico.

 

Pero más allá de esas experiencias, y pese a que el pensamiento crítico ha adquirido una difusión mucho mayor que la que tenía hace diez años (no reclamo crédito por ello, correlación no es causación y eso), los charlatanes en todas sus formas siguen apropiándose del siglo.

No son sólo timadores sonrientes como Uri Geller, o caraduras delirantes como Madam Blavatsky, chifladitos que ven cosas en el cielo y creen que demuestran la existencia de vastos imperios galácticos capaces de venir a la Tierra a exhibirse ante el tonto del pueblo, o payasos trágicos y desalmados como Anne Germain que utilizan métodos más viejos que caminar descalzo para depredar las emociones de sus víctimas.

Son también grupos integristas que matan, torturan, humillan y arrancan derechos a sus víctimas, sin distinción de religiones (ejemplifico con el desprecio a la mujer de grupos tan distintos como el Islam radical, los ortodoxos judíos, los cristianos fundamentalistas en Estados Unidos o los opusdeístas católicos en el poder en España).

Son los valedores del New Age, empeñados en combatir el pensamiento crítico, racional, libre y cuestionador: posmodernistas, pseudoecologistas, conspiranoicos varios, misántropos disfrazados de animalistas, pseudoterapeutas de mil formas depredando a personas enfermas, negacionistas del cambio climático, salvajes neoliberales del aynrandismo sociopático... todos además fingiéndose rebeldes para atraer seguidores y lograr la prohibición de cuanto usted se imagine: desde el ejercicio de la sexualidad hasta la anticoncepción, desde la telefonía móvil y el wifi hasta el consumo de leche, desde las vacunas hasta el plástico, desde el petróleo hasta la agricultura tecnológica, desde la física nuclear hasta la biotecnología, desde los aviones hasta los caballos de tiro... y todos los libros, canciones, pinturas, obras de teatro y películas que representen actitudes que consideran reprobables... hasta prohibir toda forma de libre expresión so pretexto del "respeto" a religiones, creencias, ideologías o supersticiones.

Lo que representaría volver a la época anterior a la ilustración y anterior a la revolución científica. Una nueva Edad Media que se puede hacer realidad si no se le combate.

Porque estos charlatanes no sólo quieren demostrar la existencia de alguna maravilla, como las visitas extraterrestres o la telepatía, sino que buscan el poder político y económico para imponer sus ideas sin que les preocupe mentir para conseguirlo, y usando el miedo como su principal arma propagandística: todos son malvados, todos están contra ti, todo causa cáncer, todo causa daño, todos vamos a morir... si no me sigues.

Gracias a ellos, "todo mundo sabe" alguna gran mentira difundida sin ningún remilgo. "Todo mundo sabe" que una buena disposición de ánimo ayuda a vencer el cáncer (no hay pruebas de ello), todo mundo sabe que los científicos son psicópatas malvados que sólo se mueven por el dinero (aunque la ciencia es de las profesiones peor pagadas, y sin pasión por conocer no se hace, salvo por excepciones que acaban del lado de los charlatanes)... "Todo mundo sabe" que los transgénicos causan daños a la salud (no, el más amplio metaanálisis realizado, revisando 1783 estudios encontró que todas las evidencias indican que los cultivos transgénicos no tienen más riesgos que los no transgénicos)... "Todo mundo sabe" que Jamie Oliver le ganó una demanda a McDonald's (no es verdad, los demandados han sido el fogonero y quienes le siguieron)... y así.

Desde 2007, cuando empezó a contarse, este blog ha tenido
más de dos millones de visitas. No será mucho en el mundo
de los virales de Internet, pero es más de lo que nadie se
imaginó que pudiera tener cuando empezó en 2004
Ante este panorama, quizás hay más motivos hoy para este blog que cuando lo inicié, un tanto a la ligera y sin ninguna pretensión, hace una década.

En las próximas semanas habrá cambios en el blog. Se iban a hacer hoy pero, como tantas cosas importantes, se han visto pospuestos por las urgentes: trabajo, una exposición de fotografía en preparación, un libro que no acabo para inquietud de mi pacientísimo editor... en fin.

Entre otros, esos cambios buscan garantizar que este blog no vuelva a ser objeto de la censura de ningún grupo religioso, místico o esotérico y acaudalado. Eso sí, la censura demuestra que El retorno de los charlatanes (el eterno retorno, diría) ha sido muy incómodo para muchos negocios, para muchos listos y para muchos chifladitos.

A diez años de su inicio, pretendo que siga siendo incómodo, que lo sea cada vez más y para más desvergonzados, durante tanto tiempo como sea posible.

enero 10, 2014

¿Cuál de las muchas homeopatías se quiere regularizar?

Cuando la ministra de sanidad Ana Mato anunció la intención de regularizar los preparados, pócimas o mejunjes homeopáticos mediante un proyecto de orden ministerial, las reacciones no se hicieron esperar.

Muchos se declararon en contra de que se engañe a la gente vendiéndole 100% agua como medicamentos capaces de curar afecciones, prevenirlas o controlar síntomas, unos preparados que no han demostrado eficacia en estudios del rigor que se le exige a los medicamentos reales, estudios de laboratorio, en animales y en ensayos clínicos de cuatro fases, completos, sólidos y, de preferencia, verificados independientemente. La campaña de los médicos está basada en el concepto "No sin evidencia". Los alumnos de medicina también se manifestaron en contra.

Han vuelto a la mesa los estudios, las explicaciones y los argumentos que indican que las bases de la homeopatía no sólo no están demostradas sino que van a contracorriente de lo que sí sabemos y que, para ser aceptadas, deberían ofrecer estudios sólidos sobre las maravillas que afirman, estudios de buena calidad, que se confirmen contundentemente en revisiones sistemáticas (o metaestudios), que se usan precisamente para detectar los efectos de los errores metodológicos, los artefactos estadísticos, el error humano, la calidad de los datos y, en su caso, el fraude científico.

Las revisiones sistemáticas que existen (como ésta y ésta)  sobre los estudios que los prohomeópatas blanden como pruebas contundentes siguen concluyendo que a) la homeopatía no parece tener efectos distintos del placebo y b) que mientras más riguroso es el diseño y realización de un estudio, más probable es que no encuentre beneficios más allá del placebo. Es decir, que en los estudios que parecen mostrar un efecto medible que debería estudiarse más a fondo, la calidad de los datos es mala, la metodología problemática o la interpretación sesgada... o simplemente no han podido ser reproducibles de modo sistemático. Esto explica el hecho incontrovertible de que las ciencias biomédicas, la química y la física, y la enorme mayoría de los médicos científicos no aceptan las propuestas de la homeopatía, y la medicina basada en evidencias no la utiliza como una terapia fiable.

Concurso lanzado en España por la
multinacional homeopática Boiron.
Lo que pretenden los homeópatas es pasar por alto la responsabilidad de convencer a los científicos y buscar el apoyo del público en general mediante propaganda interesada, ataques, embates mediáticos y medias verdades, del mismo modo que cualquier otra disciplina pseudocientífica.

Las bases de la homeopatía tal como la inventó Hahnemann ya se han contado aquí, y al paso de los años y con el trabajo de numerosos periodistas y divulgadores se han dado a conocer los estudios que refutan las ocurrencias del alemán de una manera bastante más amplia que cuando hice aquella entrada. La difusión de esas objeciones, por cierto, ha sido causa de verdaderos desquiciamientos por parte de la grey creyente en la homeopatía.

Por su parte, los laboratorios homeopáticos, los practicantes de "la homeopatía" y los defensores de "la homeopatía" lanzaron un potente embate de medios para impedir que se difundieran más las críticas a esta práctica y para simular que sus afirmaciones tienen validez demostrada.

¿Por qué "la homeopatía" entre comillas? Porque si uno lee a los distintos expertos en homeopatía (autoproclamados expertos, ya que no hay una base sólida para identificar quién es verdaderamente un experto, un consenso como el que nos podría decir que Peter Higgs es un experto en física de partículas o que Richard Dawkins es un experto en biología evolutiva) "la homeopatía" como tal no existe.

Es decir, que al revisar su literatura no hay una sola práctica coherente, organizada y estructurada, una teoría unificada que se pueda llamar "la homeopatía", sino multitud de corrientes, opiniones, puntos de vista y prácticas incluso contrapuestas o francamente enfrentadas.

O sea, que hay muchas "homeopatías".

Y, mientras en el mundo de la ciencia las posiciones diversas se resuelven mediante la obtención de nuevos datos, de observaciones y experimentación, en el mundo de la homeopatía (como en el de todas las formas de la charlatanería) por lo visto ni siquiera se ocupan en intentar resolverlas. Como pasa con otras ocurrencias ocultistas sobre conspiraciones, extraterrestres, curaciones milagrosas o comunicación con los muertos, los datos son lo que menos importa.

El problema es claro: ¿a qué va a llamar homeopatía el Ministerio de Sanidad (llamado ya por muchos el Monasterio de Insanidad)? ¿Cualquier fulano puede presentarse con un mejunje y decir "esto es homeopatía" y ya puede venderlo en farmacias o va a haber un criterio para identificar aquello que pertenece al reino fantástico de la homeopatía? Y, si lo va a haber, ¿cuál es y de dónde lo han sacado?

¿O es que solamente se trata de apoyar y ceder ante los laboratorios que dicen hacer preparados homeopáticos y quieren legitimidad sin demostrar eficacia?

Mientras el equipo de Ana Mato y su despistada directora de la Agencia Española del Medicamentos y Productos Sanitarios, Belén Crespo, nos lo aclaran, visitemos el mundo de las varias homeopatías.

Distintas ocurrencias enfrentadas

¿Cuál corriente será legítima para el ministerio? ¿La homeopatía "unicista", la "pluralista", la "complejista" o alguna otra?

Si una es legítima, las otras no lo son, o al menos eso dicen los homeópatas militantes en cada una de ellas.

Las bases del diferendo de estas corrientes o escuelas no son datos clínicos, experimentos de farmacodinámica o algún otro hecho vagamente comprobable, no. Simplemente, los "unicistas" son ortodoxos que siguen al pie de la letra las enseñanzas de Samuel Hahnemann y consideran que las afecciones se deben curar con un remedio único y es inaceptable usar más de un remedio al mismo tiempo. Pero "un remedio" puede no ser "una sustancia", porque el concepto de "remedio" es más bien laxo y vago, a gusto del vendedor.

Para los practicantes de la homeopatía "unicista" (a la que también llaman "clásica" o "hahnemanniana" para subrayar su ortodoxia respecto de los textos del fundador, inmóviles desde hace 200 años) "un remedio" puede ser trióxido de arsénico (al que llaman, porque les encantan los latinajos, Arsenicum album), o mercurio, al que llaman Mercurius solubilis, pero también puede ser Allium cepa, nombre científico de la cebolla, bulbo vegetal que contiene, como todo ser vivo, miles y miles de sustancias diversas, o algo tan complejo como el Anas Barbarie Hepatis et Cordis Extractum que significa extracto de hígado y corazón de pato real que, por cierto, además de miles y miles de sustancias diversas, se utiliza porque se supone que contiene una bacteria (el oscillococo) que simplemente no existe. O uno de los remedios alucinantes de la homeopatía: la caca de perro... (sobre remedios extraños hablamos más abajo).

Para los unicistas los preparados que se hagan con cada uno de los anteriores entran en la categoría de "un solo remedio". Lo cual se contradice si uno lo piensa porque, por ejemplo, la cebolla contiene entre las numerosísimas sustancias que la forman varios compuestos de azufre (responsables de que nos lloren los ojos al picarla), y también tiene calcio y hierro, tres elementos que en homeopatía se usan como Sulphur, como Calcarea carbonica y como Ferrum metallicum. Así que un remedio hecho de cebollas tendría varios remedios, violando el principio del unicismo. Pero los expertos no parecen apreciar la contradicción.

Lo único bueno para el paciente es que cualquier dilución superior a 12C de cualquier remedio homeopático no contiene ya ni una sola molécula del remedio original, sea algún componente de la cebolla, azufre, calcio, hierro, hígado de pato o cualquier otra cosa. Que "cosas" hay muchas en las muchas homeopatías, como veremos. Más adelante veremos cómo es que esas "cosas" o remedios se supone que llegan al paciente y lo hacen que se cure abracadabrantemente.

Por supuesto, la homeopatía quiere que usted crea que el agua que no ha pasado por el procedimiento homeopático de tener algo diluido, agitarse, diluirse de nuevo, agitarse y así numerosas veces es distinta del agua que no ha pasado por él. El problema, claro, es que ningún homeópata puede diferenciarlas. No hay diferencia química a partir de la dilución centesimal 12, no hay diferencia física, no hay diferencia molecular y no existe un procedimiento para identificar el agua mágica de la que no lo es.

Usted se lo tiene que creer y punto. Un supuesto laboratorio pone una gota del agua mágica en una pildoruca, se la vende a un precio elevadísimo, usted se la toma y se cura. Y si no se cura, mala suerte, porque no hay forma de demandar a un homeópata por malapraxis como sí la hay para demandar a los médicos de verdad.

Los "pluralistas", por su parte, propugnan la administración simultánea de varios preparados (igualmente diluidos) para atacar una misma enfermedad. Esto se le ocurrió a un homeópata de la primera mitad del siglo XX y rápidamente ganó adeptos, aunque tampoco demostró su eficacia con los estudios científicos correspondientes. Para un pluralista, vale igual hacer una pildoruca con hierro, mercurio y arsénico que sumarle cebolla, perejil y una pizca de sal. Supuestamente, si estos productos "causan" los mismos síntomas que la enfermedad que se está tratando, la van a curar.

Esto asegura el Dr. Julio César Escot, uno de esos practicantes que fje médico y se pasó
a las pseudomedicinas.
Luego están los "complejistas" se ahorran problemas y proponen que se den preparados mucho más complejos, con muchos ingredientes iniciales (aunque igualmente diluidos hasta ser 100% agua) y el cuerpo, que es sabio, elegirá los que necesita para curarse. (Aquí uno se pregunta por qué no simplemente tomar agua, que ha tenido disueltas en un momento u otro todas las sustancias del planeta, y que el cuerpo se cure con ella.)

Están también los "alternistas" que usan varios preparados pero que se toman en horarios alternos.

Todos ofrecen las mismas evidencias de sus afirmaciones (ninguna) y todos aseguran tener la razón, al tiempo que todos diluyen sus preparados de la misma forma.

Pero hay más.

Las pócimas mágicas... y su negación

En los debates que ha propiciado la propuesta del Ministerio de Sanidad abundan defensores de la homeopatía que niegan a una gran cantidad de sus "respetados colegas" de manera más bien enérgica. Por ejemplo, si uno señala que la homeopatía afirma poder curar el cáncer, el homeópata de guardia reclama que eso no es cierto, que la homeopatía no hace tal afirmación.


Se le cita a un colegio homeopático de California, pero resulta que ese colegio es "falsa homeopatía". Se le cita a famosos homeópatas (debidamente refutados) de la India (donde la homeopatía florece gracias, sobre todo, a las supersticiones de Gandhi) y resulta que tampoco son "verdaderos homeópatas". Incluso un egresado del Colegio Médico de Madrás y de la Facultad de Homeopatía de Londres resulta ser un "falso homeópata". (Nota 1)

En ese debate, los únicos "verdaderos homeópatas" eran, pues, aquéllos que no afirman curar el cáncer... o el SIDA... o la diabetes. ¿Por qué? Pues porque le da la gana al que lleva la supuesta representación homeopática y lo que quiere a toda costa no son los hechos, sino validar su superstición y poder hincar las garras en las billeteras y dolencias de más víctimas a las que no va a ayudar salvo por aligerarles la cuenta bancaria y darles placebo a precios delirantes. Caprichosamente se excluye a numerosos practicantes de la "verdadera homeopatía".

En los debates también se suelen presentar, como prueba de la falta de seriedad de la homeopatía y de sus sesgos más bien brujeriles, algunos de los más desquiciados remedios homeopáticos que se venden todos los días a inocentes personas en todo el mundo que creen que están recibiendo una atención médica de calidad. Como la luz de luna (incluida en una guía de remedios homeopáticos de Robin Murphy, que parece tener un gran reconocimiento en el mundillo)... trozos del muro de Berlín... el polo sur de un imán (propuesto por un conocido homeópata estadounidense del siglo XIX)... e incluso agua diluida en agua, que da como resultado un agua más potente que la que no está diluida en agua (como usted lo lee). Y entonces aparece el prohomeópata de turno diciendo que ésa no es la "verdadera homeopatía" e incluso indignándose de que uno mencione todas esas chifladuras de pro que aparecen en las páginas más celebradas de la homeopatía.

Luego tiene usted, claro, a los laboratorios homeopáticos que producen preparados que no tienen las diluciones recomendadas por Hahnemann, principalmente la 30C que el inventor de esta ocurrencia consideraba adecuada para la mayoría de los casos. Las diluciones son el resultado de una de las ideas caprichosas de don Samuel que llamó "leyes" porque sonaba respetable y que supuestamente son las bases doctrinales de la homeopatía, la "ley de la dosis infinitesimal", según la cual mientras más diluida está una sustancia (o compuesto, o extracto), más potente resulta. Si hay suficiente principio activo en un producto como para tener un efecto farmacológico demostrable, no es estrictamente "homeopatía" por no tener diluciones infinitesimales.

Pero no, resulta que hay una "verdadera homeopatía" que no cree en uno de sus principios básicos y entiende que la potencia de una sustancia aumenta con la dosis, que es lo que dice la medicina real, y que precisamente utiliza parte de sus estudios clínicos para determinar las dosis de medicamentos que sean a la vez efectivas y seguras (demasiado poco no es eficaz, demasiado puede ser perjudicial, algo de sentido común excepto en la homeopatía).

Es decir, hay una "verdadera homeopatía" que a veces es lo que ellos llaman "alopatía" o medicina real, que ataca los síntomas o enfermedades no con similares, sino con contrarios. Por ejemplo, las pomadas de árnica o algunos remedios para la tos tienen, efectivamente, un principio activo químicamente identificable. No son homeopatía estrictamente, pero su eficacia es un excelente gancho para llevar a los clientes al mundo de las bacterias inexistentes en los hígados de los patos y los remedios hechos de luz de Saturno o de agua remojada en diamante.

Vitalistas y van de listos


Aunque hay otras variedades de homeopatía, hay dos aproximaciones a su evaluación que son mutuamente excluyentes y que sin embargo son usadas también a conveniencia por los defensores de esta práctica. En primer lugar, se afirma que la homeopatía es "vitalista", es decir, que se ocupa de cierta "fuerza vital" imperceptible, que no se puede medir ni detectar, y que modifica con el "espíritu curativo" de sus preparados. En consecuencia, dicen algunos, la homeopatía no puede estudiarse usando el método científico o, cuando menos, el método debe aplicarse "con flexibilidad" (punto 4). (Nota 2)

Esto no sería tan absurdo. Admitiría que la homeopatía es magia, que funciona fuera de los parámetros de la realidad física y por tanto es asunto únicamente de creencias, como lo son la existencia de las hadas, los pitufos o los políticos del PP honrados. Ubica a la homeopatía en el terreno de la religión y fuera completamente del dominio de la ciencia, que se ocupa del universo cuya realidad podemos constatar. La mantendría en el nivel de la brujería, la religión, el esoterismo y el misticismo. Y la discusión desaparecería en gran medida: las pócimas de brujería no se debe vender en farmacias, punto.

Pero luego están los defensores de la homeopatía materialista que, por el contrario, aseguran que los efectos de los medicamentos homeopáticos son reales, físicos y medibles, que tienen una validez química demostrable y que, incluso, hay estudios científicos que cuando menos a ellos les parecen prometedores (si algún día se demuestra que los resultados alentadores no sólo los tienen los creyentes, claro, y los resultados son sólidos y la metodología correcta, cosa que según la mayoría de los científicos no ocurre).

Algunos de los que defienden la eficacia demostrable, suelen hablar de la "memoria del agua", propuesta interesante pero nunca demostrada. Aunque luego se hacen un lío con la memoria del agua, porque mientras para algunos es sólo que el agua conserva "el espíritu curativo" de la sustancia que una vez tuvo diluída, otros aseguran que esa sustancia se fija (nunca dicen cómo) en la estructura molecular del agua, y otros aún dicen que son vibraciones tales que pueden transmitir los remedios homeopáticos por Internet, como aseguró hacerlo Jacques Benveniste, una hazaña que no ha reproducido ninguno de sus defensores.

Más locura homeopática: la Sulis MK3 Professional,
una máquina de 1400 libras esterlinas que asegura
ser capaz de copiar (como una fotocopiadora)
cualquier remedio homeopático "leyendo" la
huella "energética" del remedio e infundiéndola
en otra sustancia. Algunos homeópatas la usan,
otros la rechazan. 
Otros, en cambio, hablan de "resonancias" de ciertas "energías", quizá contaminados por la verborrea pseudocientífica del new age, afirmando por ejemplo que "los humanos son como los electrones de un átomo", en palabras del homeópata Gabriel Camacho, o simplemente dicen las palabras mágicas "mecánica cuántica" como si eso "explicara" la homeopatía. Y esto no lo hace cualquier homeópata de pueblo, sino Guillermo Basauri, uno de los representantes de la poderosa multinacional Boiron.

Porque en tal caso tampoco habría problema, por supuesto. De ser cierto que la homeopatía puede curar con la efectividad de la medicina, el peso de la evidencia eventualmente inclinará la balanza en su favor y se tendrá que reescribir lo que sabemos de farmacodinámica, de física, de química, de fisiología, de biología y de otras disciplinas.

Muchos grandes descubrimientos científicos enfrentan una oposición razonable y razonada si contradicen cuanto se sabe hasta el momento, pero si son sólidos (como la tectónica de placas o la evolución), acaban demostrando su validez y son aceptados por el consenso científico, con base en la acumulación de datos experimentales y observacionales, y no con base en los argumentos, ataques, insultos, berrinches y pataletas de los proponentes.

Mal se habrían visto actuando así un Alfred Wegener, que puso las bases de la tectónica de placas con su errónea pero bien orientada hipótesis de la deriva continental, o un Charles Darwin, que explicó la evolución mediante la selección natural aunque fuera de modo incompleto al desconocer la genética que eventualmente se unió a su teoría para darnos una visión clara de cómo los seres vivos se han desarrollado, la llamada síntesis evolutiva.

El problema es que esto no ha ocurrido en las homeopatías, en ninguna. Desde 1810. Y mientras no ocurra, el lugar de la homeopatía sigue siendo el de las afirmaciones maravillosas no demostradas, junto con las hadas, lo elfos, los unicornios y las habilidades musicales de Justin Bieber.

Las afirmaciones extraordinarias requieren evidencias extraordinarias, y de ésas estamos escasos pese a que han pasado 203 años después de la publicación del libro seminal de Hahnemann, en los tiempos en que la medicina no tenía ni una base científica. Y es que, si comparamos el avance en una y otra disciplina, a los homeópatas se les debería caer la cara de vergüenza. Salvo porque muchos de ellos ni siquiera se dan cuenta de este hecho y los que sí se dan cuenta no parecen tener mucha vergüenza.

Otro remedio homeopático alucinante: hostia de comunión,
ofrecido por una de las principales "farmacias" homeopáticas
de la Gran Bretaña.
Lo curioso es que los que se consideran a sí mismos "verdaderos homeópatas" no dedican mucho tiempo, a lo que se ve, en desmentir a los colegas a los que consideran falsarios, embusteros y promotores de ideas engañosas respecto de su cuerpo de creencias. Ni mucho menos se ocupan de educar al público de cuáles son las homeopatías que sí valen y cuáles no (que sería toda una hazaña, pues cada uno cree que la suya es la única válida). Y ya no digamos que se dediquen a demostrar cuál de las prácticas, visiones, ideas, escuelas o tendencias tiene validez y cuál no.

Ni han podido demostrar que su modelo de salud y enfermedad sea una descripción correcta de la realidad.

Elija una homeopatía y demuestre que es verdad

Para que las ciencias biológicas y físicas "acepten la homeopatía" (o al menos "una homeopatía") no basta un estudio indicando que una supuesta pócima supuestamente basada en una hipótesis no demostrada como es la homeopatía "logró" que alguien dijera que sentía menos dolor o comezón que antes de consumirla.

La homeopatía es una aproximación integral que propone ciertas afirmaciones sobre el cuerpo humano, la enfermedad y la curación, y por tanto los estudios que la demuestren deberían estar orientados a demostrar la validez general de las bases teóricas de la homeopatía: que una enfermedad se cura con una sustancia que provoque síntomas similares, que las dosis infinitesimales son más potentes que las dosis masivas, que la sucusión aumenta la potencia de una dilución y que los miasmas son la causa de todas las enfermedades), y que el agua homeopatizada es distinta de alguna forma del agua común.

Mecanismo de acción de los antibióticos, demostrado
experimentalmente. Algo que si ofreciera la homeopatía
le daría el sustento del que aún carece.
(Foto CC de Kendrick Johnson, vía Wikimedia Commons)
La teoría de la enfermedad de la medicina científica dice que ciertas enfermedades están provocadas por la infección a cargo de microorganismos patógenos. Numerosos experimentos y observaciones lo confirman. En consecuencia, ciertas sustancias pueden, en ciertas condiciones, matar a los microorganismos. Son los antibióticos. Su efectividad se ha demostrado en células independientes en laboratorio (in vitro), en animales (in vivo) y en seres humanos con resultados clarísimos, sólidos, no con una desviación estadística ligera que se considera significativa, sugerente o meritorioa de más estudios, sin ser contundente.

A partir de allí, apenas desde 1944, cuando la penicilina llegó a los hospitales, hemos aprendido cómo funcionan qué antibióticos, para qué bacterias son eficaces y cómo se dan mecanismos como la aparición de cepas resistentes. Lo que sabemos ocupa volúmenes y volúmenes que sustentan la teoría de la enfermedad por gérmenes patógenos y la teoría de la curación... no es un estudio aislado hecho por ahí. Lo mismo con la anestesia, las vacunas, la insulina, etc., etc. La diferencia debería ser clara para cualquiera.

Si las bases no están demostradas como tales, las conclusiones de los estudios supuestamente relacionados con sus resultados son siempre altamente especulativas. Sin contar con que tales estudios siguen sin ser concluyentes.

Si uno dice que los duendes curan mediante gotas de vino de Rioja y ven que alguien se curó después de tomar gotas de vino de Rioja, decir que ello demuestra que los duendes existan y además curan es extralimitarse.

Demostrar que la homeopatía funciona y cura es demostrar, primero, que sus bases son efectivas y reales, y después ver cómo se aplican esas bases. Pero sin la primera demostración, la causa de los resultados de estudios vagos y ocasionales sobre aparentes efectos en la salud no está determinada.

En 200 años no nos han dado ni un experimento contundente como los de Pasteur, ni un resultado como los de las vacunas o los antibióticos, ni una demostración como las de la acción de los bloqueadores de los receptores de la angiotensina que controlan la hipertensión, o como la de los antiácidos.

Y sin eso, resulta absurdo tomar en serio a las homeopatías, a cualquiera de ellas, implicando que tienen alguna efectividad y dándoles carta blanca para timar descaradamente a quienes confían en alguna de ellas.
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Nota 1: Esto se conoce como la "falacia del verdadero escocés", que se define como: "Cuando nos enfrentamos a un contraejemplo a una pretensión universal, en lugar de negar el contraejemplo o rechazar la pretensión universal original, esta falacia modifica el objeto de la afirmación de excluir el caso concreto o de otros similares por la retórica, sin referencia a ninguna norma objetiva específica." 
Es decir, que en transcurso de los debates se va modificando la definición de homeopatía y excluyendo de ella a todo lo que incomode para dejar la que le guste al debatiente.
Nota 2: Ésta es la falacia del "alegato especial", según la cual los principios comunes que se aplican a una categoría de afirmaciones o argumentos deben dejarse de aplicar selectivamente en ciertos casos a conveniencia de quien argumenta.