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febrero 06, 2004

Médicos brujos sin máscara

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De entre todos los charlatanes, son especialmente execrables los que comercian con la salud humana o, más exactamente, con la enfermedad humana.

Sus presas o víctimas son personas bajo una tensión física y emocional que los vuelve vulnerables, y estos amos de la desvergüenza aprovechan esa vulnerabilidad para echarse unos dineros al bolsillo, sin importarles lo que pueda pasarles a los incautos que caen en sus garras.

Javier Sierra, director del circo de fenómenos para anormales llamado "Mäs allá", volvió a presentarse en la televisión española, en el programa "Crónicas Marcianas" acompañado de un farsante. Pero este farsante es especial. Se trata de Txumari (se pronuncia "chumari") Alfaro, un médico brujo cuyo nombre original era el vulgar "Jesús María" y que se quitó de trabajar desde que tuvo, en la televisión española, un programa sobre pamplinas naturópatas llamado "La botica de la abuela".

Como cada vez más charlatanes, éste no se limita a sus delirios sobre naturismo, sino que se desborda hacia todas las áreas del curanderismo supersticioso que puedan dejar dinero, entre ellos la acupuntura, la auriculoacupuntura y otras prácticas peligrosas e inútiles.

No se confunda el naturismo con la herbolaria, que debidamente estudiada por la bioquímica yla farmacología es fuente de numerosos medicamentos que han mejorado de manera impresionante la calidad de vida de quienes tienen acceso a la atención médica.

Naturismo

El naturismo es una forma de charlatanería que asegura que "en el pasado" los seres humanos éramos totalmente vegetarianos, que comer carne o productos animales nos llena de unas malignas "toxinas" (de las cuales ninguno puede dar la fórmula química, por supuesto) y nos altera el equilibrio de temperaturas en el cuerpo. Precisamente por eso la naturopatía acude a baños de temperaturas contrastantes y a prácticas absurdas como envolver a sus víctimas en sábanas empapadas de agua fría.

Entonces, la teoría de la enfermedad de la naturopatía es el desequilibrio de temperaturas por culpa de las toxinas. No es verdad que tal ocurra, y la paleoantropología nos enseña sin lugar a dudas que todos los antecesores del hombre en la escala evolutiva comían carne, pero al menos es una teoría clara. Para la naturopatía, el equilibrio de las temperaturas es la curación.

Acupuntura

La acupuntura, por su parte, dice que eso no es cierto, que en realidad las enfermedades son causadas por desviaciones mágicas de la energía mágica llamada "chi" que corre (nadie sabe cómo) por 12 meridianos mágicos del cuerpo humano, y que la curación ocurre cuando se desbloquea mágicamente el flujo del mágico chi con mágicas agujas puestas en mágicos lugares específicos que nadie sabe cómo se determinaron.

Tampoco es cierto, pero es una teoría clara. Ya hasta el médico personal de Mao Tse-Tung (o Mao Zedong) contó en un libro cómo embaucaron a Nixon con la acupuntura cuando en realidad todos los pacientes que vio estaban fuertemente anestesiados. (La acupuntura sirve, solamente, para provocar el efecto placebo, que bien podemos comentar otro día).

Ahora, ¿cómo explica usted que alguien pueda creer en esas dos teorías de la enfermedad al mismo tiempo y que, sin embargo, crea también en la teoría científica de la enfermedad que dice que las enfermedades son causadas por desarreglos anatomofisiológicos de los órganos componentes del cuerpo o bien por la acción de gérmenes patógenos (protozoarios, bacterias, virus)?

Pero antes de hacernos un lío con un tipo capaz de creer en tres teorías totalmente contrapuestas para explicar el mismo fenómeno, cosa que en psiquiatría tiene su nombre, agreguémosle a la ensalada de barbaridades su promoción de la magia representativa.

¿Qué es la magia representativa?

La forma más antigua de la magia es aquélla que crea o inventa una representación de la realidad y, posteriormente, pretende controlar la realidad actuando sobre la representación.

Las escenas de caza exitosas de las pinturas rupestres bien pueden ser una forma de magia representativa: pintar el éxito en la cacería es una forma de garantizar mágicamente que ocurra en la realidad.

La forma más conocida de la magia representativa es el vudú: usted hace un muñeco que representa a su adversario y le clava alfileres al muñeco esperando que su enemigo sienta los piquetes.

El tal Txumari Alfaro, animado con entusiasmo inexplicable (o casi) por Javier Sierra, se presentó para dar recetas de brujería para dejar de fumar. Además de agujas, zanahorias y demás parafernalia, se presentó con un esquema complicadísimo de una oreja humana.

La teoría que pretende que se traguen los crédulos es que la oreja, como tiene vagamente (muy vagamente) la forma de un feto humano, representa a todo el cuerpo y, por tanto, si uno actúa sobre el punto de la oreja que representa al hígado, el hígado se enterará y mágicamente reaccionará. Magia representativa del nivel más primitivo imaginable.

Quienes conocen a fondo la anatomía y la fisiología humana le pueden explicar de manera clarísima que no hay nada que conecte a una zona de la oreja con el órgano o parte del cuerpo que esta descabellada teoría pretende que represente.

Televisión no exenta de riesgos

La presentación fue, como suelen ser las de los entenados de Javier Sierra, una afrenta a la inteligencia más elemental. Desde malinterpretar fresca e ignorantemente a la neuropsicología para decir que la oreja izquierda es "más emocional" que la derecha hasta inventarse que los chinos se quitaban el vicio del tabaco hace 3,500 años con un remedio bobo (cuando ni conocían el tabaco)... todo eso y más ofreció el médico brujo Txumari en breves, brevísimos minutos mientras Javier Sierra aplaudía extasiado.

La primera teoría que puso en práctica fue la siguiente mescolanza de tonterías: para que un "voluntario" dejara de fumar, le cosió con hilo de sutura el punto mágico de la boca en la representación de la oreja con el punto que excepcionalmente no representa nada, sino que es el punto de "entrada de la energía" (¿cuál energía?) al cuerpo humano.

Para esta salvaje demostración, empleó una aguja e hilo de sutura, dos cosas que nunca deberían estar en manos de nadie sin formación médica, pues la formación del tal Txumari es de, según él, "graduado de Doctor en Naturopatía, Iridología y Acupuntura Tradicional China", cosas que, para aclararnos, no se estudian en universidades serias, sino en círculos de mamarrachos que se aplauden sus gracejadas, intercambian estupideces y se lanzan al mundo a desplumar inocentes.

Pero el asombro nos llenó realmente cuando vimos que, primero, el tal Txumari se ponía unos guantes quirúrgicos de látex... ¿acaso le temía al Sida? ¿Es que entonces sí cree en los virus? Y si cree en los virus, ¿por qué engaña a la gente diciendo que las cosas se curan con remedios mamones y agujitas no exentas de riesgo? Para enfatizar aún más que también cree en la teoría de la enfermedad de la medicina con bases científicas... ¡desinfectó la oreja del palero con betadine antes de coserlo!

Ya ni preguntamos cómo es que el hilo de sutura va mágicamente a transportar energía del mágico punto de entrada de energía al punto auricular correspondiente a la boca que es donde, según las fantasías de este peligroso personaje, dan ganas de fumar.

Una vez ensartado el "voluntario", la recomendación fue que cada que le dieran ganas de fumar se jalara el hilito que había cosido el brujo y se "descargaría ansiedad", cosa por demás interesante. Ojalá el conductor del programa, Javier Sardá, hubiera preguntado cómo se medían las descargas de ansiedad.

Si no le gusta, lo tengo en otro color

Como el Txumari y su domador, Javier Sierra, tienen muchas patrañas que vender al mismo tiempo, echaron a un lado al incauto con la oreja cosida y Txumari procedió a decir varias mentiras más acerca de la medicina china y explicó que también se puede dejar de fumar pegándose una semilla misteriosa en la oreja, en un tercer punto que nada tiene que ver con los dos anteriores.

Ya encarrerado, presentó un par de imanes que se atraían como todos los imanes y mintió descaradamente asegurando que la atracción se debía a un misterioso "carbón activado", que clavó en otra oreja.

Y como hay que promover otras opciones para atraer a la mayor cantidad posible de gente que suelte la plata, inventa que "los conquistadores" de América Latina se volvían adictos a la nicotina y que, para desengancharse, mascaban un trozo de hoja de tabaco y se lo pegaban "en el vértice superior del pulmón izquierdo", y de inmediato procedió a chupar un trozo de hoja de tabaco y se lo plantó al comedido "voluntario" en el músculo trapezoide de la zona clavicular, arriba del omóplato, más o menos a un palmo de donde podría estar el pulmón.

Claro que si lo hubiera puesto exactamente en el pulmón, éste no se habría enterado de nada ni se le hubieran quitado las ganas de fumar. Pero eso no le impidió al personaje soltar la mendacidad de que esa porquería era "un parche de nicotina".

Y para terminar con su naturopatía, recomendó que también se debe mascar un puñado de pepitas de uva y pasarlo por toda la boca. Por supuesto, acudió como suelen hacerlo estos tipos a afirmar que eso que propone está "científicamente" demostrado.

No faltará quien diga que estos majaderos finalmente no hacen mal a nadie y, claro, si alguien quiere regalarles su dinero está en plena libertad de hacerlo.

Decir eso es como decir que cualquier delincuente puede cometer el delito de fraude o de timo y que, como la víctima es libre para no dejarse defraudar o timar, la sociedad no debería meterse.

Peligros y daños

En primer lugar, estos sujetos mienten, y lo saben. El uso de guantes quirúrgicos por parte del embustero en cuestión lo demuestra patentemente. Él sabe que está expuesto al Sida y sabe perfectamente que tal afección no se cura con sus paparruchas. No olvidemos que incluso el más famoso dizque "cirujano psíquico", el tal Tony Agpaoa, filipino que montó un megafraude asociado con Imelda Marcos, se hizo operar del apéndice por médicos reales de la ciudad de Baguío en vez de intentar operarlo él o alguno de su corte de impúdicos negociantes del dolor ajeno, e igualmente puso a su hijo en manos de médicos de verdad en los Estados Unidos (los "cirujanos psíquicos" no operan nada, como veremos otro día).

En segundo lugar, estos personajes impiden que muchas personas lleguen a obtener atención médica oportuna, mareándolos con cuentos y diciéndoles (como decía Javier Sierra con su desfachatez habitual) que "no tienen que ir a clínicas y a médicos" que sólo les sacan el dinero. (O sea, para qué le das dinero a ése si aquí me tienes a mí con la mano en tu bolsillo.) No son pocos los casos que quien esto escribe ha conocido de personas que han llegado a perder una pierna por atenderse de diabetes con algún charlatanazo en lugar de tener una atención médica adecuada.

En tercer lugar con sus embustes estos personajes impiden que la gente tenga una visión real del mundo que los rodea y de sí mismos. Un diabético debe hacerse a la idea de que su enfermedad se puede controlar, pero todavía no tiene cura. Embaucarlo con promesas de curación (la diabetes siempre aparece en la nómina de especialidades de estos sinvergüenzas) que son falsas es abusar de una persona vulnerable y herida. Pero su maligna influencia no se limita a la salud ni a las víctimas de las enfermedades, sino que promueven entre toda la población una visión integral del universo falsa, engañosa y mutiladora de la libertad de pensamiento.

Y por eso, con todo lo simpático que sabe ser, con su sonrisa de "yo no fui, mamá", con su excelente habilidad para el espectáculo, el tal Txumari Alfaro no es sino parte del sector más execrable de la insolencia charlatanesca.