Usted seguramente lo ha leído en muchos lugares: las sustancias químicas, los compuestos químicos o, más coloquialmente (y calcando al inglés) "los químicos" son los causantes de todos los males.
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Las sustancias químicas contaminan, nos dicen, las sustancias químicas nos hacen enfermar, las sustancias químicas son peligrosas y deberían ser prohibidas, las sustancias químicas son artificiales y contrarias a todo lo natural, lo puro, lo holístico y lo sano para el cuerpo, el espíritu y la supervivencia humana. Las sustancias químicas son preocupación incesante de supuestos ecologistas, terapeutas "alternativos" y grupos preocupados por las conspiraciones con las cuales nos controlan "ellos".
De hecho "libre de químicos" o "libre de sustancias químicas" es una frase publicitaria de gran impacto que justifica que le cobren a usted más, a veces mucho más, por los productos que consume. Como otros reclamos publicitarios ("natural", "orgánico", "ecológico", "tradicional") forma parte de la enorme industria del consumo alternativo.
Y sin embargo, siento mucho ser yo quien se lo diga, es
imposible huir de las sustancias químicas.
Porque, verá usted, todo el universo está
hecho de sustancias químicas. Sustancias que vienen en dos formas básicas: los elementos químicos (que se ordenan según la
tabla periódica) y los compuestos químicos, que son el resultado de la unión de dos o más elementos. Por ejemplo, el oxígeno es un elemento químico, al igual que el hidrógeno. Y cuando se combinan dan como resultado un
compuesto químico cuyas moléculas están formadas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. H2O. Agua.
Usted también. Usted está hecho de las terribles (dicen) sustancias químicas. Básicamente, todos los seres vivos están hechos de compuestos formados a partir de los elementos denotados por los símbolos químicos de la tabla periódica de los elementos CHONSP: carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, azufre y fósforo. (Chonsp es un bonito y eficaz truco mnemotécnico que se me quedó fijo en la mente desde biología de 5º de bachillerato, por cierto.) Por ejemplo, los azúcares se hacen con carbono, hidrógeno y oxígeno. El azúcar común y corriente llamada glucosa es un compuesto cuya fórmula es C6H12O6, lo que significa que sus moléculas están formadas por seis átomos de carbono, 12 de hidrógeno y 6 de oxígeno.
Y así todo.
La clorofila, los diamantes, los empastes dentales, el tofu, la pantalla de su teléfono o de su ordenador/computadora/computador, sus uñas, Marte, los helicópteros, las pastillas de menta, el papel, las monedas, las orquídeas, absolutamente toda la materia de nuestro universo está hecha de "sustancias químicas". Quien le venda algo "libre de sustancias químicas" le está vendiendo, en todo caso, espacio vacío.
Es decir, le está mintiendo.
La irresponsabilidad comercial y el miedo producto de la ignorancia han hecho que ciertos sectores de gente que ciertamente no son los cuchillos más afilados del cajón crean, digan y divulguen que las sustancias químicas como tales son malas, peligrosas o dañinas, generando así una fácil coartada de mercado para provocar temor, difundir la supuesta existencia de un problema y ofrecer al mismo tiempo la solución a ese problema.
En muchos casos, simplemente se añaden a "sustancias químicas" los adjetivos "artificiales" o "sintéticas", de modo que la propaganda las oponga a las sustancias "naturales".
Sin embargo, la frontera entre lo natural y lo artificial tampoco está claramente diferenciada.
Ciertamente, no todo lo "natural" es bueno: todas las bacterias y virus que nos enferman son "naturales", como lo son las sustancias venenosas que producen e inoculan plantas, hongos, insectos, reptiles y otros animales, incluidos un mamífero, el ornitorrinco, y un bonito pájaro, el pitohui encapuchado. Y, también ciertamente, no todo lo "artificial" o "sintético" es malo o dañino.
Así que, como en tantos otros asuntos que ciertos sectores pretenden simplificar al máximo (manteniendo de paso la desinformación del público en general), la situación es más compleja de lo que le dicen. Si toda la materia del universo está formada por sustancias químicas, lo que debemos buscar es cuáles sustancias son dañinas (y en qué cantidades, todo puede ser venenoso en exceso, incluso
el agua), cómo se comportan y cómo podemos aprovechar las benéficas y evitar las malas.
El miedo no es la mejor forma de enfrentar problemas complejos. Y sin embargo es lo que suelen promover quienes venden salud, bienestar, naturaleza y ecología.
En varias ocasiones, esta credulidad producto del miedo ha sido ejemplificada con un embuste muy revelador.
Por ejemplo, una joven con aspecto de adepta a lo holístico y natural se aproxima a un grupo de personas y les pide que firmen una petición para que se prohíba una peligrosa sustancia química, el monóxido de dihidrógeno de la cual afirma, entre otros, los siguientes hechos (todos demostrables):
- Es el principal componente de la lluvia ácida
- Su inhalación le provoca la muerte a miles de personas cada año
- Provoca la erosión de los parajes naturales
- Acelera la corrosión de los metales
- Se encuentra en nuestra comida pero no suele indicarse en la etiqueta
- Se encuentra en todos los tumores extraídos a pacientes de cáncer
- Se utiliza ampliamente en plantas de energía nuclear
- Es utilizado en la agricultura no orgánica y no ecológica
- Las empresas lo arrojan impunemente a ríos, lagos y mares
Por supuesto, la gente tiende a firmar, convencida de que se ha descubierto otra sustancia letal producida por los malvados científicos y cuyos horrores son ocultados por los gobiernos y las empresas.
Todo es cierto. El monóxido de dihidrógeno existe. Está formado por una molécula de oxígeno y dos de hidrógeno. H2O. Agua.
En 1997, un estudiante de secundaria de Idaho, Nathan Zohner, consiguió que de un total de cincuenta alumnos de noveno grado (unos 15 años) 43 firmaran a favor de la prohibición de producir, distribuir o utilizar el monóxido de dihidrógeno (sólo uno se dio cuenta de que la sustancia en cuestión era el agua).
Diez años después, una parlamentaria neozelandesa se tomó en serio una carta de una votante preguntando si había planes de prohibir el monóxido de dihidrógeno.
Actualmente, sigue existiendo en inglés
un sitio que detalla todos los peligros, horrores y motivos de preocupación por nuestra salud que debería provocarnos el malvado monóxido de dihidrógeno. Incluido el resbalar en la ducha.
Y esto va más allá de una broma. Por ejemplo, varios sitios web y cadenas de correos electrónicos afirman que el sodio lauril sulfato (SLS), un agente detergente común de usos múltiples (incluye lavavajillas y pastas dentales), puede ocasionar cáncer. Y sustentan esta afirmación señalando que esta "potente" sustancia se utiliza también para limpiar suelos de talleres y fábricas. Lo cual es cierto. Y el monóxido de dihidrógeno también. (La American Cancer Society
ha indicado repetidamente que no hay ninguna evidencia que sustente esta campaña de pánico.) Y como éste ha habido campañas de pánico respecto de muy diversas sustancias, como las dioxinas y, más recientemente, los parabenos. Y habrá más.
Así que hágase un favor y no se sume al pánico de "los químicos" o "las sustancias químicas". Pregúntese mejor cuáles sustancias son realmente dañinas, cuáles son las bases científicas que sustentan la idea de que son dañinas y cómo protegerse de ellas. Pero no le haga caso a cualquiera que, sin ninguna evidencia, sin ningún conocimiento y sin ninguna responsabilidad, aunque lo diga de buena fe, pretende asustarle con la plétora de sustancias químicas que hay en sus alimentos, cosméticos, productos de limpieza, ropa, etc.
Pregúntele si sabe que está respirando un montón de sustancias químicas (el aire, compuesto entre otras sustancias de nitrógeno, oxígeno, argón, bióxido de carbono, neón, helio, dióxido de azufre, vapor de agua y metano).
Pregúntele si prohibiría el monóxido de dihidrógeno.
Y recuerde que es preferible informarse a aterrorizarse.