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marzo 27, 2004

El "psíquico" y la bomba en el avión

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Imagínese usted que está a cargo de la seguridad de un aeropuerto y recibe una llamada que le dice, más o menos, lo siguiente:

"Pues verá usted, resulta que yo soy psíquico o vidente, es decir, que poseo poderes mentales asombrosos y maravillosos para ver el futuro y aunque mis maravillosos dones ultraterrenales y supranaturales no me sirvieron para ver el atentado de las Torres Gemelas, ni el de Bali, ni el de Madrid, ni siquiera para sacarme la lotería, fíjese que los espíritus me han dicho que tal vez, quizá, haya una bomba en el avión que va a hacer el vuelo número tal, de modo que mejor deje a un par de cientos de inocentes en tierra y movilice a todas sus fuerzas antes de que ocurra una desgracia."

Para tomarse tamaña parrafada de abrazafarolas en serio, usted debería ser:
  • Fanático de las más descabelladas alucinaciones y lector de las papillas mentales de Javier Sierra

  • El encargado de seguridad más inepto desde el retiro del Inspector Clouseau

  • Un pusilánime de proporciones ciclópeas

  • Todas las anteriores.

Algo así debe haber sido la persona que recibió una llamada este 26 de marzo en el Aeropuerto internacional sureste de Florida, en Fort Myers. Un autoproclamado psíquico (pero, pregunta uno, ¿es que acaso no todos los psíquicos son autoproclamados?) dijo que "tal vez" había una bomba en el vuelo 1304 de American Airlines.

La serena, inteligente y ponderada decisión tomada fue la de revisar el avión con perros entrenados y personal especializado, lo cual puede ser algo excesivo. Pero, pensaría uno, si el que llamó está tan orate como para sentirse poderoso y hacerle caso a las voces que escucha en su cabeza (cosa que en psiquiatría tiene su nombre), existe la posibilidad de que esté lo bastante demente como para poner la bomba.

Pero por suerte no hubo bomba. Los perros olisquearon la nave y luego procedieron a olisquearse el culo entre sí, actividad que hallaban más efectiva. Los especialistas no vieron ninguna bomba. Entonces se prolongó la búsqueda. ¿Qué tal que la bomba era invisible? O acaso estaban esperando que llegaran unos médiums para conectar con el espíritu de la bomba y decirle que siguiera la luz y descansara en paz. O necesitaban que los extraterrestres bajaran con música de John Williams y revelaran la existencia de la bomba y el significado de las pendejadas que braman los síquicos.

Como dijo Doug Perkins, administrador local de la dirección federal de la Administración de seguridad en el transporte local: "En estos tiempos, no podemos ignorar nada. Queremos tomar las medidas correctas".

Vaya usted a saber qué confunde este tipo con "medidas correctas". El caso es que la búsqueda se prolongó tanto que se les pasó el horario de trabajo a algunos miembros de la tripulación y se canceló el vuelo para júbilo (suponemos) de los 128 pasajeros que deseaban ir a Dallas, Texas.

Por supuesto que no se dio el nombre del oligofrénico que hizo la llamada ni el del inocente que la recibió.

Pero eso sí, ahora se sabe que si usted quiere paralizar al país más avanzado del planeta, si quiere sumir en el miedo y la angustia a la nación que tiene más Premios Nobel de ciencias que ninguna otra en el mundo, si se ha propuesto torpedear a la primera democracia de la era moderna, no necesita ser Bin Laden ni Saddam Hussein.

Basta que sea un onanista mental dotado de un teléfono y hará de estos tipos lo que se le dé la gana.

Y luego se pregunta uno dónde están las armas de destrucción masiva. Quizá sean invisibles, a que no lo había pensado usted.