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noviembre 13, 2005

Telepatrañas

Escribo esto unas pocas horas antes de que Íker Jiménez, misteriólogo mediático y atrabiliario inquisidor fallido de la ciencia en general, inicie su programa "Cuarto milenio" en la nueva televisora privada española "Cuatro".

Ciertamente, quienes nos ocupamos de divulgar el conocimiento científico y el pensamiento crítico y ordenado que subyace al método de la ciencia, estamos muy atentos al programa.

¿Hay oposición a Íker Jiménez porque es más rico (sin duda alguna) que la mayoría de nosotros, o será que se encuentra cuestionable la forma en que manipula la información para tener más público (sin importarle engañarlo) y así obtener ingresos elevados de forma poco ética?

¿Por qué parece haber una obsesión en la figura del regordete mercachifle de enigmas de saldo? ¿Es simple mala voluntad o, como algunos de sus cófrades han afirmado con la desvergüenza que les caracteriza, nuestras críticas nos generan jugosos cheques de la CIA, el FBI, el CESID, el MI5, Kaos, la KGB (bueno, ésa ya no existe)? ¿O se debe a que es preocupante la presencia cada vez más extendida de las falsedades que disemina sin pudor alguno este personaje, primero en revistas charlatanescas, luego en radio, después perpetrando libros y cobrando por hacer "colecciones" de misteriología, luego como colaborador de la televisión mañanera "para mujeres" y ahora como titular de su propio espacio televisual?

¿Será que, como lo documenta ampliamente el dossier que al respecto ha recopilado el Círculo Escéptico y enviado a la televisora, Íker Jiménez se ha destacado por mentir, ocultar información, amenazar a sus críticos, censurar a quienes opinan distinto de él e incluso ser parte de manipulaciones poco claras como en el caso de la fotografía de la que depende todo su último libro y donde se le abrieron varias vías de agua cuando se hizo pública la foto original en la que las fantasmas que comercializaba Jiménez estaban llamativamente ausentes? En resumen, ¿es posible que los críticos se sientan ofendidos ante tanta desvergüenza en lugar de ser parte de una conspiración enorme contra los héroes míticos, sabios y maravillosos que algunos vividores del cuento imaginan ser?

¿O quizá la crítica se debe a que Íker Jiménez se ha empeñado en decirle a su numeroso público que la ciencia, gracias a la cual funcionan la radio, la televisión y las imprentas de las que obtiene sus ingresos, la ciencia cuya medicina lo ha atendido, la ciencia gracias a la que tiene aviones para ir a dar conferencias cobradas, la ciencia detrás de la luz eléctrica, la telefonía móvil, las vacunas que han erradicado enfermedades milenarias, las neveras, los ordenadores, Internet y todo cuanto nos rodea es, ni más ni menos, una forma de "fascismo", es "dogmática" y es "negativista"?

(Amerita paréntesis: hay dos casos históricamente relevantes que ilustran lo que ocurre cuando se le adjudica al conocimiento una filiación ideológica. El primero es el de Trofim Denisovich Lysenko, quien convenció a Stalin de que la genética científica era "ciencia burguesa", lo que no sólo retrasó el conocimiento en la antigua URSS, sino que dejó tullida a su agricultura y costó varios millones de muertos ya que las propuestas "ideológicamente correctas" de Lysenko no servían para aumentar la productividad agrícola. El segundo, claro, es el del racismo eugénico del nazismo alemán, que sobre bases científicamente inadmisibles [pero políticamente convenientes para los gobernantes] ocasionó el genocidio de judíos, gitanos, eslavos y hasta comunistas [había "demostraciones" tipo Íker Jiménez de que "ser comunista" era un defecto genético hereditario, lo que justificaba matar a los hijos de los comunistas tanto en la Europa nazi como en la España bajo Franco durante la Guerra Civil]. La ciencia no es "fascista" ni "comunista", es real (se puede demostrar y funciona) o no. Punto.)

¿Se critica a Íker Jiménez por tener mucho público o porque dice mendazmente que es "escéptico" y repite que "cada quien se debe formar su propia opinión" cuando su principal ocupación es denostar a quienes dudan de él (a los "escépticos" reales) e impedir por todo concepto que "su público" se vea expuesto a opiniones, datos, argumentos, información y visiones que cuestionen lo que él promueve en sus programas, en los que el conocimiento es malo, un simple periodista es una especie de superinvestigador mezcla de Indiana Jones y Mortadelo, y donde absolutamente toda afirmación extravagante se certifica como "misterio genuino" y se comercializa alegremente sin dejar espacio a la duda y al cuestionamiento?

El programa de misteriología rentable que se iniciará esta noche de domingo no puede ni debe estar exento de la crítica que se hace a otros productos televisuales, e independientemente de su rating o de la cantidad de euros que genere en publicidad. En este caso cuando estamos ante alguien que ha construido su "prestigio", su Premio Ondas y sus buenas ganancias en la negación tajante de cualquier valor que puedan tener la enseñanza, la ciencia, el pensamiento cuestionador, la capacidad crítica, las preguntas incómodas y las posiciones independientes, es normal que reciba atención de quienes se oponen a su perversión del periodismo, a las mentiras que difunde y al tonito amenazante con el que se dirige ante quienes tratan de dar información que a él no le conviene.

Pero que no se diga, por favor, que alguien quiere que al pobrecito de Íker le quiten su juguete nuevo, que será de lo que ya estará quejándose el próximo fin de semana en la Cadena Ser donde hace su negocio radiofónico.

Por el contrario, lo que se le puede (y debe) pedir a la televisión española es que por cada astróloga, por cada misteriólogo, por cada TNT y cada Cuarto Milenio ofrezca, atendiendo a lo previsto por las leyes que regulan a los medios de comunicación, un espacio similar (en tiempo, en promoción, en costos de producción, en publicidad) para que el público pueda ver la otra cara de la moneda, los datos, los argumentos, el cuestionamiento libre, crítico y abierto de las afirmaciones descabelladas de los ocultistas neomilenarios.

En pocas palabras, que el público que le da de comer a los medios pueda realmente disponer de suficiente información como para formarse su propia opinión y no la prevista por los mercaderes de la falsedad.