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mayo 19, 2009

Estafas al gobierno mexicano: dinero y vidas

Desde principios de este año, cuando menos, Andrés Tonini ha estado denunciando en su blog El viaje de Lonjho una estafa en la que han caído varias dependencias del gobierno mexicano.

No se trata de una estafa cualquiera, sino de una que puede costar vidas más allá de las decenas de miles de dólares que ya le ha costado al ejército mexicano, a algunas de las innumerables corporaciones policiacas que campan por el país e incluso a Pemex, Petróleos Mexicanos, organización que en el pasado se llegó a destacar por el alto nivel del trabajo científico realizado en el Instituto Mexicano del Petróleo. Tan alto, anoto, que allí entrevisté hace años al Dr. Luis Miramontes, el mexicano que sintetizó la noretistrona en el equipo de Carl Djerassi y George Rosenkranz, permitiendo así la producción de anticonceptivos eficaces y baratos.

La estafa la conforma un "detector molecular" inservible, que en pocas palabaras es una varita de zahorí con unos circuitos que no hacen nada. Sus principios de funcionamiento son una sarta de insensateces nada científicas. Esta varita mágica (que según los estafadores puede "detectar" igual drogas que explosivos, a saber cómo) tuvo una versión anterior llamada "Sniffex" que fue desenmascarada efectivamente de varias formas y denunciada por expertos en seguridad como Bruce Shneier, por lo que se reempaquetó, se le cambió el nombre y se volvió a vender, únicamente a países tercermundistas con líderes autoritarios, medio salvapatrias (o "salvahumanidades" en el caso de México), encantados de conocerse, con un elevadísimo concepto de sí mismos y una ignorancia científica total.

Se trata de un aparato comercializado como GT 200 por la empresa británica Global Technical, que cuando vendía el Sniffex se llamaba "Homeland Safety International". Pero dicho aparato no es utilizado por ejércitos serios como el británico (que sigue siendo quizá el mejor del mundo) o el estadounidense, no, se le vende a países petroleros del medio oriente y a bananeros de centroamérica, entre los cuales los gobernantes recientes han hecho un gran esfuerzo por incluir a México.

No voy a repetir el excelente trabajo de investigación de Andrés Tonini. Por el contrario, lo invito a leer todas las entradas de El Viaje de Lonjho bajo la etiqueta GT200 y valorar la abundante información que contienen.

Los países que han comprado estas varitas mágicas, estas varas de zahorí inútiles, están arriesgando muchas vidas: las de los policías, soldados y expertos que puedan confiarse de las "lecturas" aleatorias del aparato y ponerse en riesgo, y las de los ciudadanos que, a tenor del estilo habitual entre el ejército y los cuerpos policiacos, pueden ser golpeados, pisoteados, pateados, torturados y encarcelados ante la indicación de esta ouija de mano de que entre sus cada vez más escasas posesiones tengan droga o armas.

El pánico de un gobierno desbordado por un narcotráfico con el que los gobiernos mexicanos sucesivos han pactado, junto con la ignorancia plena de los altos cargos gubernamentales y su poca disposición a consultar expertos de verdad tiene ahora una expresión altamente preocupante, la del mágico (y científicamente imposible) GT200, que NO SIRVE PARA NADA.

En el caso de los ovnis petroleros cuyos vídeos entregó el ejército mexicano al peculiarísmo comerciante Jaime Maussán, la ignorancia, indolencia e incuria gubernamental fue una anécdota dolorosa, simplemente, pero al final cómica. En el caso de la gripe porcina o gripe nueva A H1N1, ha costado algunas vidas y ciertamente le costará a México cientos de millones de dólares en turismo y comercio que se han sacrificado en el altar de la incapacidad de gestionar una crisis con visión de estado. En el caso del GT200, el ridículo también se combina con el riesgo de pérdida de vidas de mexicanos.

Vea los datos reunidos por Andrés Tonini y luego pida a su diputado, a su asambleísta, a su senador, a su gobernador, al presidente de México, a los periódicos, a los periodistas honestos (los hay) que hablen para que deje de jugarse la vida de los ciudadanos con un aparato mágico inútil, sin importar cuánto se llevó de comisión quién por comprarlo. Por favor.