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diciembre 04, 2014

Hospital homeopático, otra vergüenza mexicana

(Nota bene: De ninguna manera se debe dejar de lado la tragedia que está viviendo México desde hace especialmente ocho años, secuestrado por la violencia y con gobiernos que sólo saben reaccionar mediante la represión ante un conflicto social que demandaría sensibilidad y voluntad política. El conflicto actual se debe a la gota que ha derramado el vaso de decenas de miles de muertos y de un nivel de criminalidad agobiante: el bárbaro y aún impune asesinato de 43 jóvenes de la Normal de Ayotzinapa, Guerrero, según todos los indicios mediante la connivencia de bandas de narcotraficantes, de una policía en descomposición profunda y de un gobernante municipal de un partido que dejó de ser de izquierda para convertirse en pozo de corrupción y clientelismo. Lo que hoy comentamos es un tema relacionado con la pseudomedicina, lacerante, que no es ni de lejos lo más importante, pero del que hay poca información en España, desde donde escribo.)


Ha corrido por las redes, comentada con la mala leche evidente, la noticia de que el presidente Enrique Peña Nieto ha inaugurado un alucinante "Hospital Nacional Homeopático" en un México de miseria, pobreza y cobertura notoriamente insuficiente de los servicios de salud.

No es que este esperpento sea exclusivo de México, aclaremos. España luce como un baldón pseudomédico el Hospital de San José aunque se trata de una fundación privada que tiene la desfachatez de asegurar que "ayuda a personas con cáncer", truculenta afirmación de la que no existe una sola prueba sólida, ya no diga usted un estudio clínico debidamente validado por la comunidad médica, mientras que la institución mexicana, su construcción y manutención, incluidos los sueldos de los que se fingen médicos en su interior, se paga con los escasos dineros de los mexicanos, que a duras penas alcanzan para hacer el preceptivo nuevo lote de multimillonarios súbitos en cada sexenio (que es la eternidad agobiante que dura una legislatura en el país de Benito Juárez, hágame usted el favor).


Como muchas personas me han preguntado de qué se trata este monumental despropósito, hay que contar la vergonzosa historia de la homeopatía oficial en México.

El poder político y económico

A fines de los 80 y principios de los 90, quien esto escribe tenía la columna editorial "A contracorriente" en Diario de México (historia que ya conté aquí) y pertenecía a un grupo de editorialistas que todos los miércoles desayunábamos en el mítico Hotel Reforma del Distrito Federal con algún político o diplomático relevante. Les dábamos así la oportunidad de hablar no con reporteros de infantería sino, teóricamente, con formadores de opinión, y hacerlo directamente y sin esquema de rueda de prensa, en una conversación abierta... donde nosotros pagábamos el desayuno. Es decir, era nuestro terreno, no espacio de cooptación para el político. (Lo que funcionó muy bien unos años, luego algún listo decidió que podía sacarle dinero al gobierno por sus servicios y el grupo se fue al garete.) Allí conocí a Cuauhtémoc Cárdenas, allí fue en 1989 el agregado de prensa de la Embajada de Cuba a tratar de justificar ante nosotros el fusilamiento de Arnaldo Ochoa; allí conocimos a Ernesto Zedillo, burócrata insignificante al que el destino convirtió en presidente de México, y que a los veinte días de su toma de posesión hundió al país en la más atroz de sus endémicas crisis económicas, como narré en mi libro Crónica del desconcierto.

Y allí estuvo dos veces Óscar Joffre Vázquez, cuando era director del Instituto Politécnico Nacional. Dos de los periodistas del grupo, Mario Méndez Acosta y yo, le preguntamos por qué motivo imaginable el dignísimo IPN, núcleo de las ingenierías y la innovación tecnológica del país, mantenía incrustada entre sus escuelas la espuria Escuela Nacional de Medicina y Homeopatía. Joffre echó las manos al cielo demostrando su impotencia y dijo que la escuela tenía demasiado apoyo político y económico por parte de sus creyentes, y que cualquier cuestionamiento que se le hiciera era inútil y atraía consecuencias. Por supuesto, la validez científica, los hechos, los datos, los estudios y la realidad no jugaban ningún papel en el debate. La escuela existe y chupa presupuesto porque "los señores" del poder así lo disponen. Y punto.

Algo de historia

La homeopatía llegó a México en 1849, cuando todavía Louis Pasteur y Robert Koch no fundaban la medicina moderna al constatar (constatar, demostrar fehacientemente, algo que la homeopatía no hace sobre ninguna de sus afirmaciones) la teoría de los gérmenes patógenos.

Es decir, era una de las muchas terapias especulativas y no basadas en ninguna evidencia sólida, sino en el "amimefuncionismo" de sus pacientes. El éxito de la homeopatía, lo hemos comentado, es que era menos agresiva que la más extendida medicina precientífica que se practicaba en Europa, y que dependía de sangrías, uso de sustancias como el mercurio en dosis que hoy sabemos que son muy perjudiciales, lavativas y otras prácticas que con frecuencia mataban al paciente. La homeopatía no hacía nada: daba granulitos de azúcar con agua y por tanto interfería menos en los casos en que el paciente se podía curar solo.

No se sabía entonces que sus principios eran descabellados, así que naturalmente se le adoptó como otras terapias de la época. El negocio se amplió en 1867 con la primera farmacia homeopática y el Instituto Homeopático Mexicano, y en 1893 el dictador Porfirio Díaz fundó el Hospital Nacional Homeopático, de propiedad y financiamiento privados.

Para entonces ya algunos médicos habían señalado que las dosis infinitesimales a las que la homeopatía les atribuía poderes terapéuticos asombrosos eran insostenibles y absurdas, y ciertamente inútiles. Entre ellos Oliver Wendell Holmes, Sr., que en 1842 detalló en un libro todas las críticas que la homeopatía sigue sin responder, llamando a esta disciplina "una masa amorfa de ingenuidad perversa, erudición de oropel, credulidad imbécil y hábil tergiversación".

Ya empezaba a ser conocido el hecho de que la homeopatía fingía resultados que no podía sustentar cuando en 1895 el dictador le dio reconocimiento oficial en un decreto que permitió la fundación de la Escuela Nacional de Medicina Homeopática, la misma que hoy malversa fondos públicos en el IPN, que empezó malversando fondos del ministerio de Gobernación en 1896. José Vasconcelos, como rector de la UNAM, pretendió que formara parte de esta casa de estudios, algo que apenas duró hasta 1925.

Por esos años hubo un intento de racionalidad y rechazo a la patraña homeopática hasta que en 1926 la UNAM decidió no dar títulos universitarios a los homeópatas de la Escuela Libre de Homeopatía. En 1933, la Cámara de Diputados intentó excluir a la homeopatía de la lista de profesiones legítimas, pero la presión económica y política, nuevamente, impidieron la reforma. No se ha vuelto a intentar nada que cuestione a los homeópatas o les exija al menos el consenso médico, la verificación independiente y la explicación citológica y química que se requiere para cualquier práctica terapéutica.

Mientras tanto, en el mundo real, en 1936 el presidente Lázaro Cárdenas hizo realidad un proyecto para integrar y estructurar la enseñanza técnica en México al crear el Insituto Politécnico Nacional, proyecto de brillantes científicos entre los cuales destacaba el ingeniero y astrónomo Luis Enrique Erro. Por presiones del entorno presidencial, la Escuela de Medicina Homeopática se incorporó a la recién creada universidad técnica, y allí se enquistó hasta hoy.

Hablamos de una escuela donde se enseña medicina y homeopatía, que es como enseñar física y brujería en la misma institución, donde a los alumnos se les enseña una clase de microbiología y parasitología la teoría de los gérmenes de Pasteur y en la siguiente clase, de "Bases doctrinarias de la homeopatía" tienen a un tipo contando que los gérmenes no provocan enfermedades, sino que todas son producto de los miasmas; donde los alumnos tienen clases de bioquímica médica donde aprenden cómo actúan los principios activos de los medicamentos y a continuación les dan otra clase de presunta "Farmacodinamia homeopática" donde les enseñan que la magia homeopática funciona en ausencia total de principio activo.

Un total despropósito al que se añaden especialidades fantasiosas de posgrado como "Terapéutica Homeopática" o Acupuntura Humana".



Los egresados de esa esquizofrénica institución son los que suelen practicar en el hospital en cuestión, que en 1944 consiguió aferrarse a los presupuestos públicos como una de las instituciones con las que se fundó la Secretaría de Salubridad y Asistencia. El hospital que inauguró Peña Nieto, por tanto, no es "nuevo", sino que es una renovación costosa e inútil del que ya existía. Andrés Tonini, luchador mexicano contra la tontería, nos cuenta la historia más detalladamente aquí.

Por supuesto, y esto hay que aclararlo, todos los supuestos "principios" de la homeopatía se derrumban cuando conviene a quienes venden esta patraña. Baste decir que ni en este hospital ni en ningún otro se aplica anestesia en dosis homeopáticas. A la hora de atreverse a meterle escalpelo a un paciente, las "leyes" de los infinitesimales, los similares y los miasmas salen por la ventana y entran el propofol y otros anestésicos de la medicina basada en evidencias (que los homeópatas llaman con desprecio "alópata"). Y si ningún homeópata se operaría él o a sus hijos con anestesia homeopática, es sólo otro motivo para cuestionar la eficacia de estos rituales del siglo XVIII y de las falacias sobre las que se sustentan y con las que tienen el descaro de afirmar con todo descaro que pueden curar el cáncer... y hasta el ébola.