__________________________________
Este jueves, el inimitable businessman de la patraña, Javier Sierra, aterrizó de nuevo en la televisión española acompañado de algunos de sus animalitos amaestrados.
Los de esta ocasión eran especialmente groseros, bastos y sin chiste, pues reciclaban antiguos cuentos de fantasmas y hablaban de supuestas "investigaciones" que hacen en lugares donde siempre, sin falta, se les aparecen lucecitas y sus grabadoras graban, dicen ellos, voces misteriosonas.
El mismo cuento de siempre. De hecho, no valdría la pena mencionarlos si no fuera porque uno de los invitados soltó una mentira gordísima con el único objetivo de apantallar y asombrar a los ignorantes, que eso más o menos calcula que son las víctimas cuyos bolsillos depreda con embustes francamente bobos.
Francisco Contreras, autoproclamado seudoperiodista charlatanesco de la cadena SER de Málaga además de cobrador puntual en varias revistas dedicadas a la patraña, explicó que en sus "sicofonías" (esas grabaciones que ya hemos explicado acá) usa una misteriosa y asombrosa "Cámara de Faraday" que, en su lisérgica fantasía, "impide que se escuchen las voces externas" al lugar donde se está grabando a los fantasmitas. De hecho, afirmó, que así no se escuchan las voces de los supuestos investigadores que supuestamente están alrededor de la grabadora, tomándose unos alcoholines y fumando, suponemos, algún porrete (churro de hachís equivalente al churro de mota más usado al otro lado del Atlántico por sujetos similares) mientras los muertitos le hablan al micrófono.
La mentira es asombrosa y lastimosa.
Le cuento a usted.
Una "cámara de Faraday" o "jaula de Faraday" es, esencialmente, una jaula metálica destinada a impedir que lleguen a su interior las radiaciones electromagnéticas del exterior.
Todas las cabinas de radio y los estudios de televisión y de grabación, así como los ductos por los que corren sus cables, incluyen una jaula o cámara de Faraday con objeto de que todos los aparatos electrónicos que alberga no perciban las emisiones de radio y televisión de su entorno.
Sin una jaula de Faraday, se corre siempre el riesgo de que alguno de los cables o aparatos funcione como antena y empecemos a recibir el reporte del tiempo, una canción de Paulina Rubio o algo aún peor (si se lo imagina usted) inutilizando nuestra propia emisión o grabación.
¿Y qué tiene que ver esto con aislar una grabadora de las voces de los que se emborrachan a su alrededor?
Pues nada. Absolutamente nada. Un carajo, como dirían personas de educación menos refinada. Una pura chingada, como dirían las mismas personas de haberse educado en la Ciudad de México.
Un personajuelo que lleva años medrando en la radio soltando estupideces y embruteciendo a la gente con grabaciones y filmaciones rodeadas de cuentos que no tiene con qué probar, debe saber bien lo que es una "cámara de Faraday". Yo, que algo de radio he hecho en el pasado, me enteré de qué era la jaula de Faraday como a la semana de tener relación con un estudio de grabación hace ya más de un cuarto de siglo.
La única conclusión es que Francisco PacoPancho Contreras lo sabe también, pero en su empeño por embaucar incautos es capaz de decir cualquier imbecilidad, cualquier mentira que haga burla incluso de la física elemental con tal de que usted siga oyéndole sus tonterías, y leyéndoselas en las revistas en las que teclea, además, con una falta de respeto colosal a los más elementales principios de la gramática y la buena redacción.
No podíamos esperar menos del circo de pulgas mentales de Javier Sierra.
Enlaces
▼
febrero 27, 2004
febrero 16, 2004
Atlantis, el continente de los ingenuos
______________________________________
Relatos de culturas poco conocidas hay muchos. Algunos tienen, según se ha demostrado, bases reales más o menos sólidas y otros son, simplemente, producto de la maravillosa imaginación y creatividad humanas, dos cosas cuya existencia niega a rajatabla todo farsantazo que se respete.
Evidentemente, toda historia antigua y maravillosa se adereza con la imaginación que odian tan intensamente los seguidores de las chapucerías de Von Däniken y parásitos similares.
En la Edad Media, por ejemplo, Asia se pintaba como un lugar donde había hombres sin cabeza que llevaban los ojos en las tetillas y la boca en el ombligo. La cantidad de loqueras divertidas que los escritores y capitanes de barco o mercaderes eran capaces de inventar era tal que fueron muy populares por entonces los "Libros de maravillas", que narraban descabelladas pero interesantes historias sobre sitios lejanos a los que no tenía acceso el lector (y a los que probablemente tampoco había ido el escritor).
Más atrás en el tiempo hay mitos detalladísimos como los del reino de Minos o de Troya, relatados por diversos autores en diversas épocas.
Evidentemente, cuando se encontró la civilización minoica, en ella no había un minotauro u hombre con cabeza de toro, mientras que en las excavaciones de Troya no aparecerán nunca los huesos de un semidiós llamado Aquiles cuyo único punto débil fuera el talón, siguiendo el mito. Y, mucho menos, resultó que en Asia vivieran los fenómenos de circo que inventaban escritores medievales maravillosos y admirables.
Uno de los mitos menos fundamentados es el de no una cultura, sino todo un continente completito perdido: Atlantis, un cuento empleado probablemente por Sócrates y recogido por Platón en sus Diálogos.
Solamente Platón, nadie más, habla de Atlantis. La suposición razonable es que es una alegoría de las muchas que usa Sócrates en los Diálogos de Platón para mostrar cómo se debe pensar.
De allí, numerosos vagos se han pasado años y años, cobrando y buscando Atlantis.
Por supuesto, la tontería no está en ver si ese mito, aunque tenga cara de invento por no estar sustentado en ningún otro autor, tiene una semilla de verdad (probablemente relacionado con la isla de Santorini), sino en que los charlatanes han decidido tomarlo al pie de la letra: todas las marvillas que Platón describe son aclamadas por los descerebrados como descripciones precisas y puntuales de la realidad exacta de un pueblo del que nadie sabe nada excepto Platón.
Por supuesto, si hubiera motivo para creer que tales descripciones se corresponden con la realidad, Atlantis debería ser asunto de la máxima importancia.
Pero, en sus Diálogos, Platón habla de muchas otras cosas que no son verdad ni son descripciones puntuales de la realidad. Así, habla constantemente de los dioses, en particular del rey del Olimpo, Zeus, pero ningún alérgico al trabajo anda tratando de vendernos la búsqueda de comunicación con el dios del rayo.
Igualmente, las imprecisiones de los diálogos (como, digamos, la teoría del color expuesta en "Critias", uno de los dos diálogos donde se menciona a Atlantis, junto con "Timeo") los revelan como lo que son: una forma de enseñar la filosofía que estaba apenas desarrollándose como una aproximación al conocimiento que, si bien estaba por vez primera apartándose de la creencia, no era ni con mucho representante de un conocimiento acabado.
O sea, estos tipos creen que Atlantis fue efectivamente un regalo al dios Poseidón, casado con la mortal Cleito cuyo hijo Atlas fundó la dinastía hasta que se violaron las leyes de Poseidón y Zeus decide destruir Atlantis.
Porque, si esa parte no es cierta, ¿en qué se basan para creer las otras partes, igualmente sin bases, igualmente imaginativas?
De hecho, los Diálogos de Platón en sí son un producto mucho más sorprendente que cualquier ejercicio de la imaginación relacionado con Atlantis o alguna fantasía similar. Sócrates inaugura una aproximación a la realidad que es mucho más importante que una cultura mítica, perfecciona el recién nacido pensamiento crítico (otra causa de alergia entre los simuladores profesionales), proclama la independencia del pensamiento ante el poder y, en resumen, funda la civilización occidental.
Por supuesto, los falsificadores de moneda intelectual no son capaces de darse cuenta de la hazaña de Sócrates. Y entonces se van a buscar Atlantis.
La seriedad y metodología científica empleada por los embaucadores en la búsqueda del mito queda patente en sus conclusiones preliminares.
Sin lugar a dudas, Atlantis está en:
Más seriedad no se puede pedir.
Esta variedad de suposiciones descabelladas que no se pueden llamar teorías se debe a que los charlatanes necesitan salir con una "interpretación original" basada en cualquier pamplina (el supuesto mapa de Piri Reis, alucinaciones disfrazadas de trances mediúmnicos, interpretaciones absurdas de la realidad, libros de sus colegas del fraude, etc.) para vender libros y ser invitados a dictar conferencias a los agujeros en los que se reúnen quienes babean ante cualquier misterio falso (la misma tribu, por desgracia, que se queda fría y desinteresada ante los misterios verdaderos y las auténticas maravillas que nos ofrece el universo).
Y así, comen, beben y viven a costillas del engaño de otros que, de buena fe (por su falta de información) celebran sus palabras asombrados.
Pronto se podrá decir que Atlantis, en realidad, estuvo: en la Luna, en Cuernavaca, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, en Wichita Falls, en la Selva Negra alemana o en cualquier otro lugar novedoso que venda libros.
En fin, los timadores atlánticos no van a buscar a Zeus ni se lanzarán a encontrar el lugar preciso donde está la caverna de otra alegoría platónica, sino que seguirán picando piedra con la tontería de que Atlantis es verdad y no mito.
¿Cómo lo saben?
La verdad es que no lo saben, pero algo tienen que vender, o se verían obligados a hacer lo que más aborrecen: ganarse la vida honradamente.
Una cosa es segura: si Sócrates los viera y se enfrentara a ellos con su método dialéctico, no le llegaban al segundo round.
Relatos de culturas poco conocidas hay muchos. Algunos tienen, según se ha demostrado, bases reales más o menos sólidas y otros son, simplemente, producto de la maravillosa imaginación y creatividad humanas, dos cosas cuya existencia niega a rajatabla todo farsantazo que se respete.
Evidentemente, toda historia antigua y maravillosa se adereza con la imaginación que odian tan intensamente los seguidores de las chapucerías de Von Däniken y parásitos similares.
En la Edad Media, por ejemplo, Asia se pintaba como un lugar donde había hombres sin cabeza que llevaban los ojos en las tetillas y la boca en el ombligo. La cantidad de loqueras divertidas que los escritores y capitanes de barco o mercaderes eran capaces de inventar era tal que fueron muy populares por entonces los "Libros de maravillas", que narraban descabelladas pero interesantes historias sobre sitios lejanos a los que no tenía acceso el lector (y a los que probablemente tampoco había ido el escritor).
Más atrás en el tiempo hay mitos detalladísimos como los del reino de Minos o de Troya, relatados por diversos autores en diversas épocas.
Evidentemente, cuando se encontró la civilización minoica, en ella no había un minotauro u hombre con cabeza de toro, mientras que en las excavaciones de Troya no aparecerán nunca los huesos de un semidiós llamado Aquiles cuyo único punto débil fuera el talón, siguiendo el mito. Y, mucho menos, resultó que en Asia vivieran los fenómenos de circo que inventaban escritores medievales maravillosos y admirables.
Uno de los mitos menos fundamentados es el de no una cultura, sino todo un continente completito perdido: Atlantis, un cuento empleado probablemente por Sócrates y recogido por Platón en sus Diálogos.
Solamente Platón, nadie más, habla de Atlantis. La suposición razonable es que es una alegoría de las muchas que usa Sócrates en los Diálogos de Platón para mostrar cómo se debe pensar.
De allí, numerosos vagos se han pasado años y años, cobrando y buscando Atlantis.
Por supuesto, la tontería no está en ver si ese mito, aunque tenga cara de invento por no estar sustentado en ningún otro autor, tiene una semilla de verdad (probablemente relacionado con la isla de Santorini), sino en que los charlatanes han decidido tomarlo al pie de la letra: todas las marvillas que Platón describe son aclamadas por los descerebrados como descripciones precisas y puntuales de la realidad exacta de un pueblo del que nadie sabe nada excepto Platón.
Por supuesto, si hubiera motivo para creer que tales descripciones se corresponden con la realidad, Atlantis debería ser asunto de la máxima importancia.
Pero, en sus Diálogos, Platón habla de muchas otras cosas que no son verdad ni son descripciones puntuales de la realidad. Así, habla constantemente de los dioses, en particular del rey del Olimpo, Zeus, pero ningún alérgico al trabajo anda tratando de vendernos la búsqueda de comunicación con el dios del rayo.
Igualmente, las imprecisiones de los diálogos (como, digamos, la teoría del color expuesta en "Critias", uno de los dos diálogos donde se menciona a Atlantis, junto con "Timeo") los revelan como lo que son: una forma de enseñar la filosofía que estaba apenas desarrollándose como una aproximación al conocimiento que, si bien estaba por vez primera apartándose de la creencia, no era ni con mucho representante de un conocimiento acabado.
O sea, estos tipos creen que Atlantis fue efectivamente un regalo al dios Poseidón, casado con la mortal Cleito cuyo hijo Atlas fundó la dinastía hasta que se violaron las leyes de Poseidón y Zeus decide destruir Atlantis.
Porque, si esa parte no es cierta, ¿en qué se basan para creer las otras partes, igualmente sin bases, igualmente imaginativas?
De hecho, los Diálogos de Platón en sí son un producto mucho más sorprendente que cualquier ejercicio de la imaginación relacionado con Atlantis o alguna fantasía similar. Sócrates inaugura una aproximación a la realidad que es mucho más importante que una cultura mítica, perfecciona el recién nacido pensamiento crítico (otra causa de alergia entre los simuladores profesionales), proclama la independencia del pensamiento ante el poder y, en resumen, funda la civilización occidental.
Por supuesto, los falsificadores de moneda intelectual no son capaces de darse cuenta de la hazaña de Sócrates. Y entonces se van a buscar Atlantis.
La seriedad y metodología científica empleada por los embaucadores en la búsqueda del mito queda patente en sus conclusiones preliminares.
Sin lugar a dudas, Atlantis está en:
- Bajo el mar del sur de China
- En el espacio exterior (según Alan Alford)
- En la Antártida
- En el altiplano sudamericano (Según J.M. Allen)
- A la mitad del mediterráneo
- En África
- En Gran Bretaña
- En Creta
- En la India
- Turquía occidental
- Cuba
- En Egipto
- En el Mar Egeo
Más seriedad no se puede pedir.
Esta variedad de suposiciones descabelladas que no se pueden llamar teorías se debe a que los charlatanes necesitan salir con una "interpretación original" basada en cualquier pamplina (el supuesto mapa de Piri Reis, alucinaciones disfrazadas de trances mediúmnicos, interpretaciones absurdas de la realidad, libros de sus colegas del fraude, etc.) para vender libros y ser invitados a dictar conferencias a los agujeros en los que se reúnen quienes babean ante cualquier misterio falso (la misma tribu, por desgracia, que se queda fría y desinteresada ante los misterios verdaderos y las auténticas maravillas que nos ofrece el universo).
Y así, comen, beben y viven a costillas del engaño de otros que, de buena fe (por su falta de información) celebran sus palabras asombrados.
Pronto se podrá decir que Atlantis, en realidad, estuvo: en la Luna, en Cuernavaca, en un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, en Wichita Falls, en la Selva Negra alemana o en cualquier otro lugar novedoso que venda libros.
En fin, los timadores atlánticos no van a buscar a Zeus ni se lanzarán a encontrar el lugar preciso donde está la caverna de otra alegoría platónica, sino que seguirán picando piedra con la tontería de que Atlantis es verdad y no mito.
¿Cómo lo saben?
La verdad es que no lo saben, pero algo tienen que vender, o se verían obligados a hacer lo que más aborrecen: ganarse la vida honradamente.
Una cosa es segura: si Sócrates los viera y se enfrentara a ellos con su método dialéctico, no le llegaban al segundo round.
febrero 13, 2004
Marte: coletazos posmodernos
________________________________________
El nuevo oscurantismo que disfrutamos en este planeta encuentra su coartada filosófica en las teorías de la posmodernidad, que parten de supuestos tan patentemente irracionales como que el conocimiento científico es equiparable a cualquier superstición, y que las creencias más primitivas en nada se diferencian de la cirugía de alta tecnología o la física de partículas.
Por supuesto, los filósofos de banqueta que promueven tales tonterías no van, cuando se enferman, al médico brujo más a mano. Nomás les duele algo y la filosofía sale por la ventana mientras llaman, por supuesto, a un médico de verdad.
Sin embargo, las doctrinas antiintelectuales de estos vivarachos encuentran eco entre muchas personas que no tienen acceso a los beneficios de la tecnología y de la modernidad, y que se conforman coin su suerte gracias a esta filosofía impostora que pregona que al fin y al cabo es lo mismo ser precarista en Tlaxcala que Bill Gates.
Los filósofos posmodernistas le dan a los jodidos de la tierra una especie de consuelo barato, y aprovechan para decir tonterías sobre la física, la biología o la neurofisiología sin tener que pasar por la atroz penuria de estudiar y comprender estas disciplinas.
Un resultado de esta forma de pensamiento engañoso y pernicioso es la discusión que se ha dejado escuchar desde distintos puntos del planeta oponiéndose (por las razones incorrectas) a la propuesta de George Bush de hacer un esfuerzo por colonizar Marte.
Lo más curioso es que estas mismas personas no gritan porque el presidente Bush gasta en tener verdaderos arsenales de armas de destrucción masiva, los mayores del planeta, o que gasta en invadir a un país al otro lado del planeta por razones puramente económicas, o que subsidie a campesinos estadounidenses para que no planten sus campos o para que tiren el producto y así eviten que baje el precio. No gritan por el hambre que recorre el mundo, no gritan por los vestidos caros de las primeras damas, pero cuando la discusión pasa por enviar una misión tripulada a Marte, eso sí que lo consideran un desperdicio.
La crisis de la educación a nivel casi mundial se refleja, claramente, en el creciente desconocimiento que tiene la mayoría población acerca de algunos temas que merecerían sin duda su atención, por ejemplo: para qué sirve la ciencia, qué es la investigación pura o aplicada, y por qué es importante incluso desde el punto de vista económico; cuáles son las perversiones del capitalismo cavernario que se ha impuesto en el último cuarto de siglo, qué opciones hay a él, pero, sobre todo, cómo se debe ejercer el pensamiento crítico para enfrentar los peligros de la modorra universal, del desamparo individual y social, de los cuentos que nos cuentan.
Las escuelas escupen a la calle, año con año, millones de ignorantes por cuanto se refiere a la ciencia, millones de personas que no tienen una idea de qué pasa en un laboratorio, millones de personas a las que se les da cero preparación para defenderse de las hordas de sinvergüenzas que se lanzarán sobre ellos, su dinero, sus posesiones, su admiración, su sexualidad y su fe.
Para explicar, por ejemplo, que las computadoras personales no hubieran llegado en 1975 a los consumidores sin los avances de la microminiaturización que se hicieron mediante la investigación con objeto de poner a un hombre en la Luna, se necesita tiempo y una base sólida que las escuelas no suelen aportar.
Igualmente, esa microminiaturización y el uso de materiales novedosos (fibras de carbono, cerámicas térmicas, aleaciones ligeras y ultrarresistentes) son los responsables de que haya prótesis cada vez mejores y marcapasos baratos y de fácil instalación en los pechos de millones de personas, por mencionar algunos pocos aspectos beneficiosos de los programas espaciales.
Contar los beneficios que tuvo la carrera espacial es asunto de largo tiempo. Y más lo es comprender que las divagaciones teóricas más impenetrables con el tiempo siempre se han visto traducidas en investigación aplicada que beneficia a parte de la humanidad (y que, si no beneficia a toda la humanidad, es porque hay culpables que se pueden y deben señalar).
Las escuelas no tienen tiempo para eso.
Se ocupan cada día más, en América Latina, en Europa, en Estados Unidos, de crear trabajadores obedientes que se muevan en los estrechos límites del más craso comercialismo, convirtiendo en única verdad el dicho cínico de "tanto tienes, tanto vales".
Un impulso por enviar una tripulación humana a Marte seguramente se convertiría, a no tan largo plazo, en otra serie de beneficios para muchísimas personas, cosa que no se puede decir de las guerras de rapiña que hoy se emprenden con toda frescura.
De entre las cosas en las que las sociedades no deben ahorrar es, precisamente en la investigación científica. Pero es de las primeras víctimas de la furia privatizadora de los gobiernos entrenados en los Estados Unidos (aunque en ese país, obviamente, sí se sigue promoviendo la investigación, porque da las patentes que son la sangre de la economía del siglo XXI).
¿Cuál sería una buena razón para oponerse al proyecto de Bush? Principalmente que lo plantea como una tarea nacional que tiene por objeto que los Estados Unidos se apropien de Marte. El presidente de los Estados Unidos no sabe, seguramente, que hay una pila de tratados internacionales, firmados por su país, que establecen que ningún país puede reclamar soberanía sobre ningún "cuerpo celeste" existente en todo el universo.
Creemos que saber esto enfriaría el entusiasmo de Bush.
Sin embargo, mucho mejor sería que se levantaran las voces de millones pidiendo esa misión a Marte desarrollada a nivel internacional y pidiendo más investigación científica y menos hambre, menos injusticia y menos atrocidades en las que el hombre desperdicia su esfuerzo, su capacidad y sus recursos.
Cosa que, por otro lado, no le conviene a nadie en el poder. Prefieren seguir sacando de las escuelas gente que aplaudirá y dará dinero a astrólogos, publicistas, psíquicos, médiums, mercadotécnicos, videntes y demás fauna parásita, sin poder siquiera criticar la realidad a su alrededor.
Víctimas contentas... ¿será ésa la primera gran aportación del Siglo XXI a la historia humana?
El nuevo oscurantismo que disfrutamos en este planeta encuentra su coartada filosófica en las teorías de la posmodernidad, que parten de supuestos tan patentemente irracionales como que el conocimiento científico es equiparable a cualquier superstición, y que las creencias más primitivas en nada se diferencian de la cirugía de alta tecnología o la física de partículas.
Por supuesto, los filósofos de banqueta que promueven tales tonterías no van, cuando se enferman, al médico brujo más a mano. Nomás les duele algo y la filosofía sale por la ventana mientras llaman, por supuesto, a un médico de verdad.
Sin embargo, las doctrinas antiintelectuales de estos vivarachos encuentran eco entre muchas personas que no tienen acceso a los beneficios de la tecnología y de la modernidad, y que se conforman coin su suerte gracias a esta filosofía impostora que pregona que al fin y al cabo es lo mismo ser precarista en Tlaxcala que Bill Gates.
Los filósofos posmodernistas le dan a los jodidos de la tierra una especie de consuelo barato, y aprovechan para decir tonterías sobre la física, la biología o la neurofisiología sin tener que pasar por la atroz penuria de estudiar y comprender estas disciplinas.
Un resultado de esta forma de pensamiento engañoso y pernicioso es la discusión que se ha dejado escuchar desde distintos puntos del planeta oponiéndose (por las razones incorrectas) a la propuesta de George Bush de hacer un esfuerzo por colonizar Marte.
Lo más curioso es que estas mismas personas no gritan porque el presidente Bush gasta en tener verdaderos arsenales de armas de destrucción masiva, los mayores del planeta, o que gasta en invadir a un país al otro lado del planeta por razones puramente económicas, o que subsidie a campesinos estadounidenses para que no planten sus campos o para que tiren el producto y así eviten que baje el precio. No gritan por el hambre que recorre el mundo, no gritan por los vestidos caros de las primeras damas, pero cuando la discusión pasa por enviar una misión tripulada a Marte, eso sí que lo consideran un desperdicio.
La crisis de la educación a nivel casi mundial se refleja, claramente, en el creciente desconocimiento que tiene la mayoría población acerca de algunos temas que merecerían sin duda su atención, por ejemplo: para qué sirve la ciencia, qué es la investigación pura o aplicada, y por qué es importante incluso desde el punto de vista económico; cuáles son las perversiones del capitalismo cavernario que se ha impuesto en el último cuarto de siglo, qué opciones hay a él, pero, sobre todo, cómo se debe ejercer el pensamiento crítico para enfrentar los peligros de la modorra universal, del desamparo individual y social, de los cuentos que nos cuentan.
Las escuelas escupen a la calle, año con año, millones de ignorantes por cuanto se refiere a la ciencia, millones de personas que no tienen una idea de qué pasa en un laboratorio, millones de personas a las que se les da cero preparación para defenderse de las hordas de sinvergüenzas que se lanzarán sobre ellos, su dinero, sus posesiones, su admiración, su sexualidad y su fe.
Para explicar, por ejemplo, que las computadoras personales no hubieran llegado en 1975 a los consumidores sin los avances de la microminiaturización que se hicieron mediante la investigación con objeto de poner a un hombre en la Luna, se necesita tiempo y una base sólida que las escuelas no suelen aportar.
Igualmente, esa microminiaturización y el uso de materiales novedosos (fibras de carbono, cerámicas térmicas, aleaciones ligeras y ultrarresistentes) son los responsables de que haya prótesis cada vez mejores y marcapasos baratos y de fácil instalación en los pechos de millones de personas, por mencionar algunos pocos aspectos beneficiosos de los programas espaciales.
Contar los beneficios que tuvo la carrera espacial es asunto de largo tiempo. Y más lo es comprender que las divagaciones teóricas más impenetrables con el tiempo siempre se han visto traducidas en investigación aplicada que beneficia a parte de la humanidad (y que, si no beneficia a toda la humanidad, es porque hay culpables que se pueden y deben señalar).
Las escuelas no tienen tiempo para eso.
Se ocupan cada día más, en América Latina, en Europa, en Estados Unidos, de crear trabajadores obedientes que se muevan en los estrechos límites del más craso comercialismo, convirtiendo en única verdad el dicho cínico de "tanto tienes, tanto vales".
Un impulso por enviar una tripulación humana a Marte seguramente se convertiría, a no tan largo plazo, en otra serie de beneficios para muchísimas personas, cosa que no se puede decir de las guerras de rapiña que hoy se emprenden con toda frescura.
De entre las cosas en las que las sociedades no deben ahorrar es, precisamente en la investigación científica. Pero es de las primeras víctimas de la furia privatizadora de los gobiernos entrenados en los Estados Unidos (aunque en ese país, obviamente, sí se sigue promoviendo la investigación, porque da las patentes que son la sangre de la economía del siglo XXI).
¿Cuál sería una buena razón para oponerse al proyecto de Bush? Principalmente que lo plantea como una tarea nacional que tiene por objeto que los Estados Unidos se apropien de Marte. El presidente de los Estados Unidos no sabe, seguramente, que hay una pila de tratados internacionales, firmados por su país, que establecen que ningún país puede reclamar soberanía sobre ningún "cuerpo celeste" existente en todo el universo.
Creemos que saber esto enfriaría el entusiasmo de Bush.
Sin embargo, mucho mejor sería que se levantaran las voces de millones pidiendo esa misión a Marte desarrollada a nivel internacional y pidiendo más investigación científica y menos hambre, menos injusticia y menos atrocidades en las que el hombre desperdicia su esfuerzo, su capacidad y sus recursos.
Cosa que, por otro lado, no le conviene a nadie en el poder. Prefieren seguir sacando de las escuelas gente que aplaudirá y dará dinero a astrólogos, publicistas, psíquicos, médiums, mercadotécnicos, videntes y demás fauna parásita, sin poder siquiera criticar la realidad a su alrededor.
Víctimas contentas... ¿será ésa la primera gran aportación del Siglo XXI a la historia humana?
febrero 12, 2004
Todo lo que usted quería saber sobre la teta de Janet Jackson
___________________________________________
Uno de los mejores cortos de los que componen la película "Todo lo que usted quería saber sobre el sexo", de Woody Allen (que en general me cae tan simpático como un gancho al hígado) era aquél en el que una teta, seno, pecho, chichi o mama perseguía a Woody Allen a campo traviesa.
En lugar de aquel blanco pecho que disparaba leche pongamos a un pecho moreno y en lugar de Woody Allen a los fundamentalistas religiosos que tienen el poder en los Estados Unidos para darnos una idea del monumental escándalo que ha provocado una desnudez fugaz y ni siquiera total entre los puritanos de ese país.
El escándalo es desproporcionado por todo concepto. Un truco de mercadotecnia más bien elemental ha puesto de cabeza al gobierno del país más poderoso del mundo y, de pasada, ha revelado nuevamente que los habitantes de ese país siguen manteniendo una tendencia primitiva y mojigata lista a estallar en todo momento.
No hablamos, ojo, de un país en el que las mujeres estén bajo el control de ayatolas obtusos, ni de una nación primitiva y medieval, sino del país de Playboy y de más premios Nobel de ciencia que ninguno, del país de las libertades civiles (cada vez menos) y de la pornografía más mala y más abundante del mundo.
Detrás de la máscara del progreso, la libre expresión, los derechos civiles y demás avances estadounidenses que causan la admiración de amigos y enemigos, está latente la horca de Cotton Mather contra las supuestas brujas, el puritanismo salvaje sin control alguno por parte de las autoridades civiles, precisamente porque tales autoridades civiles son integristas religiosos.
El encargado de la comisión federal de comunicaciones en el país que más armas de destrucción masiva tiene es, cosa que muchos ignoran, hijo de Colin Powell, el secretario de estado qus sin asomo alguno de pundonor o vergüenza se ocupaba a principios de 2003 de intentar hacerle tragar al Consejo de Seguridad de la ONU una serie de mentiras mondas y lirondas sobre el peligro que representaba Saddam Hussein para Inglaterra, los Estados Unidos, el mundo libre e, incluso, asómbrese e indígnese usted, Acapulco mismo.
Pues el tal encargado de las comunicaciones, es decir, de la sangre misma del siglo XXI, expresó su indignación ante el pecho parcial de Janet Jackson (porque el tema central de la teta, que es el pezón, permaneció siempre oculto por una estrella plateada) con tal energía y arrancándose tan grandilocuentemente las vestiduras que uno no podía sino pensar que de haber tenido a mano a la cantante la habría quemado por bruja.
El mismo Powell no considera obsceno ni indecente que se asesine a multitud de afganos para imponerles otro régimen tan integrista como el Talibán ni que se mantenga ocupado Iraq. No le parece que sea tema de su comisión la violencia repetida en los medios de comunicación que, si es verdad el análisis de Michael Moore en Bowling for Columbine mucho tiene que ver para que los Estados Unidos sean el país más violento del mundo y aquél en el que más probable es que un ciudadano muera por disparo de arma de fuego sin que medie una guerra.
Los funcionarios de los Estados Unidos se han abalanzado sobre las cámaras y micrófonos en una penosa competencia por ver cuál de ellos se puede mostrar más indignado. Se dispara una investigación oficial como no se ha hecho, digamos, en Guantanamo. Se avisa que se diferirán los Grammys y los Oscares para que ninguna teta pueda nuevamente herir la sensible alma estadounidense, que aguanta cualquier cantidad de muertos y de masacres cometidas en la pantalla por el gobernador de California, pero muy poca teta.
Un pueblo que rinde pleitesía a la violencia y se horroriza de todo lo que suene a sexo es, evidentemente, un pueblo atrasado y, sin duda, peligroso tanto para sus ciudadanos como para el resto del mundo.
Casi a diario, en los Estados Unidos muere alguien, generalmente mexicano y cada vez con más frecuencia de algún país centroamericano, tratando de hacerse de una parte de la tierra de oportunidades que, dicen los gobernantes latinoamericanos, siempre tan serviciales, debe ser el modelo sobre el cual sus países normen su proyecto de futuro.
Para eso, por supuesto, no hay investigaciones.
Y no crea usted que ello se debe a que la religión que se practica en los Estados Unidos acepte el asesinato. Sus biblias, como las de todo el mundo judeocristiano, ordenan "no matarás". Pero ese mandamiento es visto más como una amable recomendación en plan de "si te fuera posible y tienes un tiempito libre, trata de no matar demasiadas personas, ¿te parece?", mientras que la lectura del mandamiento "no fornicarás" se entiende como "todo el sexo es malo, sin excepción, si disfrutas, acabarás en el infierno".
O sea, no se necesita ser doctor en física nuclear para darse cuenta de que lo que está ante nuestros ojos es, llanamente, otra expresión de la hipocresía, tan común en los humanos, tan exagerada en el país imperial.
No es posible, para muchas personas, tomarse en serio el escándalo gigantesco creado por el más bien pequeño pecho de la menor de los hermanos Jackson. Pero dicho escándalo es una revelación del alma estadounidense que mal haremos en ignorar. El número de quejas recibidas por la comisión de Powell el pequeño es de más de 200,000, todas hablando de ese segundo de teta al aire.
Si en vez de enseñar la teta, Janet Jackson sólo hubiera sido alcohólica y drogadicta, si hubiera tenido la obligación de ir a la guerra y no hubiera ido gracias a las influencias de papá, si hubiera quebrado cuatro empresas y atacado a dos países matando a gran cantidad de ciudadanos de esos países y del propio, sería, claro, una estadounidense ejemplar digna de ser presidenta.
Pero si canta y enseña una teta, entonces es el peor ejemplo para la niñez estadounidense.
El fundamentalismo está más cerca de lo que usted cree.
Uno de los mejores cortos de los que componen la película "Todo lo que usted quería saber sobre el sexo", de Woody Allen (que en general me cae tan simpático como un gancho al hígado) era aquél en el que una teta, seno, pecho, chichi o mama perseguía a Woody Allen a campo traviesa.
En lugar de aquel blanco pecho que disparaba leche pongamos a un pecho moreno y en lugar de Woody Allen a los fundamentalistas religiosos que tienen el poder en los Estados Unidos para darnos una idea del monumental escándalo que ha provocado una desnudez fugaz y ni siquiera total entre los puritanos de ese país.
El escándalo es desproporcionado por todo concepto. Un truco de mercadotecnia más bien elemental ha puesto de cabeza al gobierno del país más poderoso del mundo y, de pasada, ha revelado nuevamente que los habitantes de ese país siguen manteniendo una tendencia primitiva y mojigata lista a estallar en todo momento.
No hablamos, ojo, de un país en el que las mujeres estén bajo el control de ayatolas obtusos, ni de una nación primitiva y medieval, sino del país de Playboy y de más premios Nobel de ciencia que ninguno, del país de las libertades civiles (cada vez menos) y de la pornografía más mala y más abundante del mundo.
Detrás de la máscara del progreso, la libre expresión, los derechos civiles y demás avances estadounidenses que causan la admiración de amigos y enemigos, está latente la horca de Cotton Mather contra las supuestas brujas, el puritanismo salvaje sin control alguno por parte de las autoridades civiles, precisamente porque tales autoridades civiles son integristas religiosos.
El encargado de la comisión federal de comunicaciones en el país que más armas de destrucción masiva tiene es, cosa que muchos ignoran, hijo de Colin Powell, el secretario de estado qus sin asomo alguno de pundonor o vergüenza se ocupaba a principios de 2003 de intentar hacerle tragar al Consejo de Seguridad de la ONU una serie de mentiras mondas y lirondas sobre el peligro que representaba Saddam Hussein para Inglaterra, los Estados Unidos, el mundo libre e, incluso, asómbrese e indígnese usted, Acapulco mismo.
Pues el tal encargado de las comunicaciones, es decir, de la sangre misma del siglo XXI, expresó su indignación ante el pecho parcial de Janet Jackson (porque el tema central de la teta, que es el pezón, permaneció siempre oculto por una estrella plateada) con tal energía y arrancándose tan grandilocuentemente las vestiduras que uno no podía sino pensar que de haber tenido a mano a la cantante la habría quemado por bruja.
El mismo Powell no considera obsceno ni indecente que se asesine a multitud de afganos para imponerles otro régimen tan integrista como el Talibán ni que se mantenga ocupado Iraq. No le parece que sea tema de su comisión la violencia repetida en los medios de comunicación que, si es verdad el análisis de Michael Moore en Bowling for Columbine mucho tiene que ver para que los Estados Unidos sean el país más violento del mundo y aquél en el que más probable es que un ciudadano muera por disparo de arma de fuego sin que medie una guerra.
Los funcionarios de los Estados Unidos se han abalanzado sobre las cámaras y micrófonos en una penosa competencia por ver cuál de ellos se puede mostrar más indignado. Se dispara una investigación oficial como no se ha hecho, digamos, en Guantanamo. Se avisa que se diferirán los Grammys y los Oscares para que ninguna teta pueda nuevamente herir la sensible alma estadounidense, que aguanta cualquier cantidad de muertos y de masacres cometidas en la pantalla por el gobernador de California, pero muy poca teta.
Un pueblo que rinde pleitesía a la violencia y se horroriza de todo lo que suene a sexo es, evidentemente, un pueblo atrasado y, sin duda, peligroso tanto para sus ciudadanos como para el resto del mundo.
Casi a diario, en los Estados Unidos muere alguien, generalmente mexicano y cada vez con más frecuencia de algún país centroamericano, tratando de hacerse de una parte de la tierra de oportunidades que, dicen los gobernantes latinoamericanos, siempre tan serviciales, debe ser el modelo sobre el cual sus países normen su proyecto de futuro.
Para eso, por supuesto, no hay investigaciones.
Y no crea usted que ello se debe a que la religión que se practica en los Estados Unidos acepte el asesinato. Sus biblias, como las de todo el mundo judeocristiano, ordenan "no matarás". Pero ese mandamiento es visto más como una amable recomendación en plan de "si te fuera posible y tienes un tiempito libre, trata de no matar demasiadas personas, ¿te parece?", mientras que la lectura del mandamiento "no fornicarás" se entiende como "todo el sexo es malo, sin excepción, si disfrutas, acabarás en el infierno".
O sea, no se necesita ser doctor en física nuclear para darse cuenta de que lo que está ante nuestros ojos es, llanamente, otra expresión de la hipocresía, tan común en los humanos, tan exagerada en el país imperial.
No es posible, para muchas personas, tomarse en serio el escándalo gigantesco creado por el más bien pequeño pecho de la menor de los hermanos Jackson. Pero dicho escándalo es una revelación del alma estadounidense que mal haremos en ignorar. El número de quejas recibidas por la comisión de Powell el pequeño es de más de 200,000, todas hablando de ese segundo de teta al aire.
Si en vez de enseñar la teta, Janet Jackson sólo hubiera sido alcohólica y drogadicta, si hubiera tenido la obligación de ir a la guerra y no hubiera ido gracias a las influencias de papá, si hubiera quebrado cuatro empresas y atacado a dos países matando a gran cantidad de ciudadanos de esos países y del propio, sería, claro, una estadounidense ejemplar digna de ser presidenta.
Pero si canta y enseña una teta, entonces es el peor ejemplo para la niñez estadounidense.
El fundamentalismo está más cerca de lo que usted cree.
febrero 10, 2004
El síndrome de la vida perdida
______________________________________________
Vengo a enterarme por estos días de que en el verano de 2003 un experto español en el tema de las sectas destructivas hizo un comentario sobre el tal Javier Sierra, director del más amplio circo de fenómenos para anormales de España.
El experto decía que Javier Sierra es bastante buena persona y que, aunque parece un caradura que desvergonzadamente promueve barbaridades que atentan contra el sentido común, es en realidad una persona que cree genuinamente en todas las insanías que promueve en su lucrativa revista, sus lucrativos libros y sus no menos lucrativas presentaciones en los medios de comunicación.
Es decir, Javier Sierra es un bobo que parece engañabobos. Fea combinación, si las hay.
Es difícil de creer, en realidad, que sea un convencido, pero lo usaremos como hipótesis a reserva de otras entradas de este blog.
Esto viene a cuento porque acaba de aparecer en una revista "del corazón" española otra entrevista con Javier Sierra, quien parece decidido a ocupar un espacio absolutamente injustificado en los medios (lo cual no es poco decir en estos tiempos, cuando cualquier subnormal sin talento alguno se puede convertir en famoso en cosa de 15 segundos si tiene la cara lo bastante dura).
En la entrevista, promueve sus libracos y, sobre todo, la fantasía de que es periodista de investigación. Tanto en sus libros como en la entrevista, el personaje en cuestión asegura creer en cosas que ni los más expertos y adinerados charlatanazos profesionales se atreven a creer, como que realmente pasó algo en Roswell en 1947. Lo que no explica es por qué la única foto real del csao es de lo que siempre se dijo que era: un globo aerostático plateado como el que usó en México Rafael Fernández Flores para poner en el más absoluto de los ridículos al equivalente mexicano de Javier Sierra, el tal Jaime Maussán, campeón nacional de falta de credibilidad.
Curiosamente, Javiercito admite que la autopsia del "extraterrestre de Roswell" fue un fraude. Pero convenientemente olvida que todos los ufólogos y mafufólogos (del mexicano "mafufo", persona empeñada en el consumo de mariguana, hierba santa, verde, mota, cannabis) lo saludaron como la mayor verdad desde el teorema de Pitágoras y le dieron al defraudador Ray Santilli suficiente dinero como para retirarse y alejarse de los reflectores desde 1997.
Ahora afirman que el fraude de la autopsia no fue de uno de sus correligionarios, sino que la hicieron "ellos" para distraer la atención de "algo". Wow... o guau...
Si lee en inglés, le recomendamos este sitio con los datos sobre la engañifa del extraterrestre .
Y sobre el incidente de Roswell tamién está prácticamente todo escrito y resumido por el diccionario escéptico y en la revista de CSICOP, por desgracia todo en inglés, a ver cuándo se puede traducir para joderles el negocio a éstos.
Por cierto, Javiersuco vive la fantasía de que la Segunda Guerra Mundial acabó en 1949, ya que afirma tan campante: "Eso sucedió en 1947, dos años antes de acabar la Segunda Guerra Mundial".
Eso es precisión en los datos... ¿cómo no creerle las demas pamplinas que oferta a modo de "investigación"?
Por ejemplo, desconociendo los avances de la paleoantropología, sigue creyendo en la paparrucha decimonónica del "eslabón perdido", inventado por los opositores a Darwin cuando aún no se había siquiera empezado a recuperar el registro fósil que va desde el Australopithecus afarensis hasta el Homo sapiens o algo menos sapiens en casos como el que nos ocupa.
Es decir, que contra los datos aportados por gente mucho más preparada que él, Javier Sierra aporta su opinión y espera que sea considerada más valiosa que los datos, lo cual es una reacción habitual en los fanáticos.
Javier Sierra también cree, por supuesto, en que los círculos de Wiltshire son realmente resultado del aterrizaje de naves extraterrestres.
Mientras estos ingenuos se tragan todo tipo de majaderías, en Internet se pueden encontrar sitios de los creadores de los círculos y hasta una guía para hacer círculos místicos para sorprender a personas que no gustan de molestar a sus neuronas.
Para mantener esa creencia, este personajillo debe negarse a admitir la evidencia de que son producto de la acción humana. Por ello es de suponerse que por mucho que le guste darse brillo llamándose "periodista" e "investigador", Javiercín es incapaz de la mínima objetividad necesaria para corregir estilo en un periódico serio, ya no digamos para hacer "investigaciones", dado que salta a conclusiones inadmisibles a partir de premisas más que dudosas, demostrando así que lo ignora todo acerca del método científico de investigación. Y del periodístico, por supuesto.
Citemos algunas de las declaraciones más alarmantes del domador de místicos Javier Sierra:
"Muchos mitos de muchas culturas y religiones se basan en observaciones celestes, que quizá no fueron bien entendidas en su día y acabaron creando esos mitos de seres blancos que bajaron del cielo y nos regalaron la sabiduría."
La cantidad de barbaridades contenidas en este párrafo es sublime. Va desde apoyar la teoría racista de Von Däniken que dice que los pueblos de piel oscura no pueden haber realizado los avances que los distinguieron hasta afirmar, después de un "quizá" engañoso, que los mitos no pueden haber procedido ni siquiera de la imaginación de los pueblos "inferiores".
Vaya usted y pregúntele a Javier Sierra en qué realidad se basa la historia de la caperucita roja, a ver si le dice que está "basada en observaciones". Porque los mitos no son menos imaginarios que el cuento de la caperucita, claro.
El figurón del cuento nos relata entonces cómo fue a ver ovnis (apariciones programadas) y ¿qué cree usted? ¡Los vio! Y no sólo los vió... ¡los fotografió!
Fantástico, increíble, maravilloso... ¿y las fotos?
Ah, pues no me lo va a creer usted, pero resulta que los carretes o rollos de las tres-cámaras-tres que llevaban "se velaron" y esta maravilla sólo la vieron él y sus acompañantes.
¿Casualidad? ¿O tendrá algo que ver con lo que mencionábamos en el artículo "Platos voladores y meteoritos" de este blog el febrero 4, 2004?
Y si de decir se trata, sin prueba alguna, sugiere que el proyecto estadounidense en el que se hundieron millones tratando de hacer espías síquicos sin ningún resultado, realmente tuvo resultados. Sin saber la biología más elemental, asegura que las sondas marcianas han "contaminado" Marte con vida, que la vida en la Tierra viene del espacio, que el hombre es producto de una manipulación genética extraterrestre "hace 30 mil años" (a saber de dónde saca esta fecha) y mil barbaridades más que el entrevistador traga fascinado, quizá impotente ante su incapacidad de poner a prueba las afirmaciones del joven sofista que pierde el pelo ante sus ojos.
Si realmente cree en tales extravagancias, lo más probable es que este crédulo businessman sea una víctima del llamado "síndrome de la vida perdida", una reacción humana que permite que los fanáticos persistan en las creencias más extravagantes sin importar la cantidad de pruebas, datos, hechos y demostraciones que se le puedan hacer.
Cuando alguien cree firmemente en algo, es inamovible.
Basta recordar que los creyentes en el espiritismo, a principios del siglo XX, se rehusaron a creer en la confesión de una de las hermanas que iniciaron la locura de la mediumnidad y el negocio de las telecomunicaciones con el otro mundo: Margaret Fox.
Y es que, admitámoslo, los seres humanos no decimos con la frecuencia que merecen las palabras "me equivoqué".
Si alguien ha apostado su formación, su profesión, su vida social, su imagen pública y su compromiso individual con alguna creencia, por extravagante que sea, será muy difícil que llegue a aceptar que ha estado perdiendo el tiempo durante toda su vida anterior, que se ha entregado con intensidad sublime a una paparrucha, que ha adorado como deidad a un gurú primitivo y abusivo, que ha sido un ingenuo, un bobo, un incauto, un crédulo.
Es el tipo de vergüenza que impide que la mayoría de quienes caen en las garras de estafadores profesionales se presente a denunciarlos ante la policía. La denuncia implica aceptar que uno es un imbécil total o un inocente inmaduro capaz de creer alguna locura cuidadosamente urdida por un delincuente vivaracho.
Casi nadie está dispuesto a renunciar a sus creencias del pasado y asumir con humilidad los hechos que los contradicen.
Por eso mismo, la labor de la promoción del pensamiento crítico no tiene en realidad por objeto a estos personajes. El defraudador que sabe que vende pamplinas es distinto del verdadero creyente, aunque actúen de manera parecida. Pero ninguno de ellos cambiará de opinión.
Quienes sí pueden cambiar de opinión, por supuesto, son quienes aún no se convierten en fanáticos de las falacias más diversas, generalmente jóvenes inquietos (cosa más que legítima) que buscan lsa sorpresas que les reserva el mundo y que son, por tanto, el público meta de gran parte del esfuerzo de los embusteros profesionales y de quienes, por no padecer el síndrome de la vida perdida, están dispuestos a aceptar cualquier ficción como dogma de fe.
El pensamiento crítico empieza simplemente preguntando: "¿Cómo lo sabe?" y "¿Puede probarlo?" Con esas dos preguntas tiene uno para hacerle la vida muy difícil a los embaucadores.
Lo triste es que hasta ahora nadie parece haberle preguntado eso a Javier Sierra, el omnipresente de la charlatanería española.
Vengo a enterarme por estos días de que en el verano de 2003 un experto español en el tema de las sectas destructivas hizo un comentario sobre el tal Javier Sierra, director del más amplio circo de fenómenos para anormales de España.
El experto decía que Javier Sierra es bastante buena persona y que, aunque parece un caradura que desvergonzadamente promueve barbaridades que atentan contra el sentido común, es en realidad una persona que cree genuinamente en todas las insanías que promueve en su lucrativa revista, sus lucrativos libros y sus no menos lucrativas presentaciones en los medios de comunicación.
Es decir, Javier Sierra es un bobo que parece engañabobos. Fea combinación, si las hay.
Es difícil de creer, en realidad, que sea un convencido, pero lo usaremos como hipótesis a reserva de otras entradas de este blog.
Esto viene a cuento porque acaba de aparecer en una revista "del corazón" española otra entrevista con Javier Sierra, quien parece decidido a ocupar un espacio absolutamente injustificado en los medios (lo cual no es poco decir en estos tiempos, cuando cualquier subnormal sin talento alguno se puede convertir en famoso en cosa de 15 segundos si tiene la cara lo bastante dura).
En la entrevista, promueve sus libracos y, sobre todo, la fantasía de que es periodista de investigación. Tanto en sus libros como en la entrevista, el personaje en cuestión asegura creer en cosas que ni los más expertos y adinerados charlatanazos profesionales se atreven a creer, como que realmente pasó algo en Roswell en 1947. Lo que no explica es por qué la única foto real del csao es de lo que siempre se dijo que era: un globo aerostático plateado como el que usó en México Rafael Fernández Flores para poner en el más absoluto de los ridículos al equivalente mexicano de Javier Sierra, el tal Jaime Maussán, campeón nacional de falta de credibilidad.
Curiosamente, Javiercito admite que la autopsia del "extraterrestre de Roswell" fue un fraude. Pero convenientemente olvida que todos los ufólogos y mafufólogos (del mexicano "mafufo", persona empeñada en el consumo de mariguana, hierba santa, verde, mota, cannabis) lo saludaron como la mayor verdad desde el teorema de Pitágoras y le dieron al defraudador Ray Santilli suficiente dinero como para retirarse y alejarse de los reflectores desde 1997.
Ahora afirman que el fraude de la autopsia no fue de uno de sus correligionarios, sino que la hicieron "ellos" para distraer la atención de "algo". Wow... o guau...
Si lee en inglés, le recomendamos este sitio con los datos sobre la engañifa del extraterrestre .
Y sobre el incidente de Roswell tamién está prácticamente todo escrito y resumido por el diccionario escéptico y en la revista de CSICOP, por desgracia todo en inglés, a ver cuándo se puede traducir para joderles el negocio a éstos.
Por cierto, Javiersuco vive la fantasía de que la Segunda Guerra Mundial acabó en 1949, ya que afirma tan campante: "Eso sucedió en 1947, dos años antes de acabar la Segunda Guerra Mundial".
Eso es precisión en los datos... ¿cómo no creerle las demas pamplinas que oferta a modo de "investigación"?
Por ejemplo, desconociendo los avances de la paleoantropología, sigue creyendo en la paparrucha decimonónica del "eslabón perdido", inventado por los opositores a Darwin cuando aún no se había siquiera empezado a recuperar el registro fósil que va desde el Australopithecus afarensis hasta el Homo sapiens o algo menos sapiens en casos como el que nos ocupa.
Es decir, que contra los datos aportados por gente mucho más preparada que él, Javier Sierra aporta su opinión y espera que sea considerada más valiosa que los datos, lo cual es una reacción habitual en los fanáticos.
Javier Sierra también cree, por supuesto, en que los círculos de Wiltshire son realmente resultado del aterrizaje de naves extraterrestres.
Mientras estos ingenuos se tragan todo tipo de majaderías, en Internet se pueden encontrar sitios de los creadores de los círculos y hasta una guía para hacer círculos místicos para sorprender a personas que no gustan de molestar a sus neuronas.
Para mantener esa creencia, este personajillo debe negarse a admitir la evidencia de que son producto de la acción humana. Por ello es de suponerse que por mucho que le guste darse brillo llamándose "periodista" e "investigador", Javiercín es incapaz de la mínima objetividad necesaria para corregir estilo en un periódico serio, ya no digamos para hacer "investigaciones", dado que salta a conclusiones inadmisibles a partir de premisas más que dudosas, demostrando así que lo ignora todo acerca del método científico de investigación. Y del periodístico, por supuesto.
Citemos algunas de las declaraciones más alarmantes del domador de místicos Javier Sierra:
"Muchos mitos de muchas culturas y religiones se basan en observaciones celestes, que quizá no fueron bien entendidas en su día y acabaron creando esos mitos de seres blancos que bajaron del cielo y nos regalaron la sabiduría."
La cantidad de barbaridades contenidas en este párrafo es sublime. Va desde apoyar la teoría racista de Von Däniken que dice que los pueblos de piel oscura no pueden haber realizado los avances que los distinguieron hasta afirmar, después de un "quizá" engañoso, que los mitos no pueden haber procedido ni siquiera de la imaginación de los pueblos "inferiores".
Vaya usted y pregúntele a Javier Sierra en qué realidad se basa la historia de la caperucita roja, a ver si le dice que está "basada en observaciones". Porque los mitos no son menos imaginarios que el cuento de la caperucita, claro.
El figurón del cuento nos relata entonces cómo fue a ver ovnis (apariciones programadas) y ¿qué cree usted? ¡Los vio! Y no sólo los vió... ¡los fotografió!
Fantástico, increíble, maravilloso... ¿y las fotos?
Ah, pues no me lo va a creer usted, pero resulta que los carretes o rollos de las tres-cámaras-tres que llevaban "se velaron" y esta maravilla sólo la vieron él y sus acompañantes.
¿Casualidad? ¿O tendrá algo que ver con lo que mencionábamos en el artículo "Platos voladores y meteoritos" de este blog el febrero 4, 2004?
Y si de decir se trata, sin prueba alguna, sugiere que el proyecto estadounidense en el que se hundieron millones tratando de hacer espías síquicos sin ningún resultado, realmente tuvo resultados. Sin saber la biología más elemental, asegura que las sondas marcianas han "contaminado" Marte con vida, que la vida en la Tierra viene del espacio, que el hombre es producto de una manipulación genética extraterrestre "hace 30 mil años" (a saber de dónde saca esta fecha) y mil barbaridades más que el entrevistador traga fascinado, quizá impotente ante su incapacidad de poner a prueba las afirmaciones del joven sofista que pierde el pelo ante sus ojos.
Si realmente cree en tales extravagancias, lo más probable es que este crédulo businessman sea una víctima del llamado "síndrome de la vida perdida", una reacción humana que permite que los fanáticos persistan en las creencias más extravagantes sin importar la cantidad de pruebas, datos, hechos y demostraciones que se le puedan hacer.
Cuando alguien cree firmemente en algo, es inamovible.
Basta recordar que los creyentes en el espiritismo, a principios del siglo XX, se rehusaron a creer en la confesión de una de las hermanas que iniciaron la locura de la mediumnidad y el negocio de las telecomunicaciones con el otro mundo: Margaret Fox.
Y es que, admitámoslo, los seres humanos no decimos con la frecuencia que merecen las palabras "me equivoqué".
Si alguien ha apostado su formación, su profesión, su vida social, su imagen pública y su compromiso individual con alguna creencia, por extravagante que sea, será muy difícil que llegue a aceptar que ha estado perdiendo el tiempo durante toda su vida anterior, que se ha entregado con intensidad sublime a una paparrucha, que ha adorado como deidad a un gurú primitivo y abusivo, que ha sido un ingenuo, un bobo, un incauto, un crédulo.
Es el tipo de vergüenza que impide que la mayoría de quienes caen en las garras de estafadores profesionales se presente a denunciarlos ante la policía. La denuncia implica aceptar que uno es un imbécil total o un inocente inmaduro capaz de creer alguna locura cuidadosamente urdida por un delincuente vivaracho.
Casi nadie está dispuesto a renunciar a sus creencias del pasado y asumir con humilidad los hechos que los contradicen.
Por eso mismo, la labor de la promoción del pensamiento crítico no tiene en realidad por objeto a estos personajes. El defraudador que sabe que vende pamplinas es distinto del verdadero creyente, aunque actúen de manera parecida. Pero ninguno de ellos cambiará de opinión.
Quienes sí pueden cambiar de opinión, por supuesto, son quienes aún no se convierten en fanáticos de las falacias más diversas, generalmente jóvenes inquietos (cosa más que legítima) que buscan lsa sorpresas que les reserva el mundo y que son, por tanto, el público meta de gran parte del esfuerzo de los embusteros profesionales y de quienes, por no padecer el síndrome de la vida perdida, están dispuestos a aceptar cualquier ficción como dogma de fe.
El pensamiento crítico empieza simplemente preguntando: "¿Cómo lo sabe?" y "¿Puede probarlo?" Con esas dos preguntas tiene uno para hacerle la vida muy difícil a los embaucadores.
Lo triste es que hasta ahora nadie parece haberle preguntado eso a Javier Sierra, el omnipresente de la charlatanería española.
febrero 06, 2004
Médicos brujos sin máscara
____________________________________
De entre todos los charlatanes, son especialmente execrables los que comercian con la salud humana o, más exactamente, con la enfermedad humana.
Sus presas o víctimas son personas bajo una tensión física y emocional que los vuelve vulnerables, y estos amos de la desvergüenza aprovechan esa vulnerabilidad para echarse unos dineros al bolsillo, sin importarles lo que pueda pasarles a los incautos que caen en sus garras.
Javier Sierra, director del circo de fenómenos para anormales llamado "Mäs allá", volvió a presentarse en la televisión española, en el programa "Crónicas Marcianas" acompañado de un farsante. Pero este farsante es especial. Se trata de Txumari (se pronuncia "chumari") Alfaro, un médico brujo cuyo nombre original era el vulgar "Jesús María" y que se quitó de trabajar desde que tuvo, en la televisión española, un programa sobre pamplinas naturópatas llamado "La botica de la abuela".
Como cada vez más charlatanes, éste no se limita a sus delirios sobre naturismo, sino que se desborda hacia todas las áreas del curanderismo supersticioso que puedan dejar dinero, entre ellos la acupuntura, la auriculoacupuntura y otras prácticas peligrosas e inútiles.
No se confunda el naturismo con la herbolaria, que debidamente estudiada por la bioquímica yla farmacología es fuente de numerosos medicamentos que han mejorado de manera impresionante la calidad de vida de quienes tienen acceso a la atención médica.
Naturismo
El naturismo es una forma de charlatanería que asegura que "en el pasado" los seres humanos éramos totalmente vegetarianos, que comer carne o productos animales nos llena de unas malignas "toxinas" (de las cuales ninguno puede dar la fórmula química, por supuesto) y nos altera el equilibrio de temperaturas en el cuerpo. Precisamente por eso la naturopatía acude a baños de temperaturas contrastantes y a prácticas absurdas como envolver a sus víctimas en sábanas empapadas de agua fría.
Entonces, la teoría de la enfermedad de la naturopatía es el desequilibrio de temperaturas por culpa de las toxinas. No es verdad que tal ocurra, y la paleoantropología nos enseña sin lugar a dudas que todos los antecesores del hombre en la escala evolutiva comían carne, pero al menos es una teoría clara. Para la naturopatía, el equilibrio de las temperaturas es la curación.
Acupuntura
La acupuntura, por su parte, dice que eso no es cierto, que en realidad las enfermedades son causadas por desviaciones mágicas de la energía mágica llamada "chi" que corre (nadie sabe cómo) por 12 meridianos mágicos del cuerpo humano, y que la curación ocurre cuando se desbloquea mágicamente el flujo del mágico chi con mágicas agujas puestas en mágicos lugares específicos que nadie sabe cómo se determinaron.
Tampoco es cierto, pero es una teoría clara. Ya hasta el médico personal de Mao Tse-Tung (o Mao Zedong) contó en un libro cómo embaucaron a Nixon con la acupuntura cuando en realidad todos los pacientes que vio estaban fuertemente anestesiados. (La acupuntura sirve, solamente, para provocar el efecto placebo, que bien podemos comentar otro día).
Ahora, ¿cómo explica usted que alguien pueda creer en esas dos teorías de la enfermedad al mismo tiempo y que, sin embargo, crea también en la teoría científica de la enfermedad que dice que las enfermedades son causadas por desarreglos anatomofisiológicos de los órganos componentes del cuerpo o bien por la acción de gérmenes patógenos (protozoarios, bacterias, virus)?
Pero antes de hacernos un lío con un tipo capaz de creer en tres teorías totalmente contrapuestas para explicar el mismo fenómeno, cosa que en psiquiatría tiene su nombre, agreguémosle a la ensalada de barbaridades su promoción de la magia representativa.
¿Qué es la magia representativa?
La forma más antigua de la magia es aquélla que crea o inventa una representación de la realidad y, posteriormente, pretende controlar la realidad actuando sobre la representación.
Las escenas de caza exitosas de las pinturas rupestres bien pueden ser una forma de magia representativa: pintar el éxito en la cacería es una forma de garantizar mágicamente que ocurra en la realidad.
La forma más conocida de la magia representativa es el vudú: usted hace un muñeco que representa a su adversario y le clava alfileres al muñeco esperando que su enemigo sienta los piquetes.
El tal Txumari Alfaro, animado con entusiasmo inexplicable (o casi) por Javier Sierra, se presentó para dar recetas de brujería para dejar de fumar. Además de agujas, zanahorias y demás parafernalia, se presentó con un esquema complicadísimo de una oreja humana.
La teoría que pretende que se traguen los crédulos es que la oreja, como tiene vagamente (muy vagamente) la forma de un feto humano, representa a todo el cuerpo y, por tanto, si uno actúa sobre el punto de la oreja que representa al hígado, el hígado se enterará y mágicamente reaccionará. Magia representativa del nivel más primitivo imaginable.
Quienes conocen a fondo la anatomía y la fisiología humana le pueden explicar de manera clarísima que no hay nada que conecte a una zona de la oreja con el órgano o parte del cuerpo que esta descabellada teoría pretende que represente.
Televisión no exenta de riesgos
La presentación fue, como suelen ser las de los entenados de Javier Sierra, una afrenta a la inteligencia más elemental. Desde malinterpretar fresca e ignorantemente a la neuropsicología para decir que la oreja izquierda es "más emocional" que la derecha hasta inventarse que los chinos se quitaban el vicio del tabaco hace 3,500 años con un remedio bobo (cuando ni conocían el tabaco)... todo eso y más ofreció el médico brujo Txumari en breves, brevísimos minutos mientras Javier Sierra aplaudía extasiado.
La primera teoría que puso en práctica fue la siguiente mescolanza de tonterías: para que un "voluntario" dejara de fumar, le cosió con hilo de sutura el punto mágico de la boca en la representación de la oreja con el punto que excepcionalmente no representa nada, sino que es el punto de "entrada de la energía" (¿cuál energía?) al cuerpo humano.
Para esta salvaje demostración, empleó una aguja e hilo de sutura, dos cosas que nunca deberían estar en manos de nadie sin formación médica, pues la formación del tal Txumari es de, según él, "graduado de Doctor en Naturopatía, Iridología y Acupuntura Tradicional China", cosas que, para aclararnos, no se estudian en universidades serias, sino en círculos de mamarrachos que se aplauden sus gracejadas, intercambian estupideces y se lanzan al mundo a desplumar inocentes.
Pero el asombro nos llenó realmente cuando vimos que, primero, el tal Txumari se ponía unos guantes quirúrgicos de látex... ¿acaso le temía al Sida? ¿Es que entonces sí cree en los virus? Y si cree en los virus, ¿por qué engaña a la gente diciendo que las cosas se curan con remedios mamones y agujitas no exentas de riesgo? Para enfatizar aún más que también cree en la teoría de la enfermedad de la medicina con bases científicas... ¡desinfectó la oreja del palero con betadine antes de coserlo!
Ya ni preguntamos cómo es que el hilo de sutura va mágicamente a transportar energía del mágico punto de entrada de energía al punto auricular correspondiente a la boca que es donde, según las fantasías de este peligroso personaje, dan ganas de fumar.
Una vez ensartado el "voluntario", la recomendación fue que cada que le dieran ganas de fumar se jalara el hilito que había cosido el brujo y se "descargaría ansiedad", cosa por demás interesante. Ojalá el conductor del programa, Javier Sardá, hubiera preguntado cómo se medían las descargas de ansiedad.
Si no le gusta, lo tengo en otro color
Como el Txumari y su domador, Javier Sierra, tienen muchas patrañas que vender al mismo tiempo, echaron a un lado al incauto con la oreja cosida y Txumari procedió a decir varias mentiras más acerca de la medicina china y explicó que también se puede dejar de fumar pegándose una semilla misteriosa en la oreja, en un tercer punto que nada tiene que ver con los dos anteriores.
Ya encarrerado, presentó un par de imanes que se atraían como todos los imanes y mintió descaradamente asegurando que la atracción se debía a un misterioso "carbón activado", que clavó en otra oreja.
Y como hay que promover otras opciones para atraer a la mayor cantidad posible de gente que suelte la plata, inventa que "los conquistadores" de América Latina se volvían adictos a la nicotina y que, para desengancharse, mascaban un trozo de hoja de tabaco y se lo pegaban "en el vértice superior del pulmón izquierdo", y de inmediato procedió a chupar un trozo de hoja de tabaco y se lo plantó al comedido "voluntario" en el músculo trapezoide de la zona clavicular, arriba del omóplato, más o menos a un palmo de donde podría estar el pulmón.
Claro que si lo hubiera puesto exactamente en el pulmón, éste no se habría enterado de nada ni se le hubieran quitado las ganas de fumar. Pero eso no le impidió al personaje soltar la mendacidad de que esa porquería era "un parche de nicotina".
Y para terminar con su naturopatía, recomendó que también se debe mascar un puñado de pepitas de uva y pasarlo por toda la boca. Por supuesto, acudió como suelen hacerlo estos tipos a afirmar que eso que propone está "científicamente" demostrado.
No faltará quien diga que estos majaderos finalmente no hacen mal a nadie y, claro, si alguien quiere regalarles su dinero está en plena libertad de hacerlo.
Decir eso es como decir que cualquier delincuente puede cometer el delito de fraude o de timo y que, como la víctima es libre para no dejarse defraudar o timar, la sociedad no debería meterse.
Peligros y daños
En primer lugar, estos sujetos mienten, y lo saben. El uso de guantes quirúrgicos por parte del embustero en cuestión lo demuestra patentemente. Él sabe que está expuesto al Sida y sabe perfectamente que tal afección no se cura con sus paparruchas. No olvidemos que incluso el más famoso dizque "cirujano psíquico", el tal Tony Agpaoa, filipino que montó un megafraude asociado con Imelda Marcos, se hizo operar del apéndice por médicos reales de la ciudad de Baguío en vez de intentar operarlo él o alguno de su corte de impúdicos negociantes del dolor ajeno, e igualmente puso a su hijo en manos de médicos de verdad en los Estados Unidos (los "cirujanos psíquicos" no operan nada, como veremos otro día).
En segundo lugar, estos personajes impiden que muchas personas lleguen a obtener atención médica oportuna, mareándolos con cuentos y diciéndoles (como decía Javier Sierra con su desfachatez habitual) que "no tienen que ir a clínicas y a médicos" que sólo les sacan el dinero. (O sea, para qué le das dinero a ése si aquí me tienes a mí con la mano en tu bolsillo.) No son pocos los casos que quien esto escribe ha conocido de personas que han llegado a perder una pierna por atenderse de diabetes con algún charlatanazo en lugar de tener una atención médica adecuada.
En tercer lugar con sus embustes estos personajes impiden que la gente tenga una visión real del mundo que los rodea y de sí mismos. Un diabético debe hacerse a la idea de que su enfermedad se puede controlar, pero todavía no tiene cura. Embaucarlo con promesas de curación (la diabetes siempre aparece en la nómina de especialidades de estos sinvergüenzas) que son falsas es abusar de una persona vulnerable y herida. Pero su maligna influencia no se limita a la salud ni a las víctimas de las enfermedades, sino que promueven entre toda la población una visión integral del universo falsa, engañosa y mutiladora de la libertad de pensamiento.
Y por eso, con todo lo simpático que sabe ser, con su sonrisa de "yo no fui, mamá", con su excelente habilidad para el espectáculo, el tal Txumari Alfaro no es sino parte del sector más execrable de la insolencia charlatanesca.
De entre todos los charlatanes, son especialmente execrables los que comercian con la salud humana o, más exactamente, con la enfermedad humana.
Sus presas o víctimas son personas bajo una tensión física y emocional que los vuelve vulnerables, y estos amos de la desvergüenza aprovechan esa vulnerabilidad para echarse unos dineros al bolsillo, sin importarles lo que pueda pasarles a los incautos que caen en sus garras.
Javier Sierra, director del circo de fenómenos para anormales llamado "Mäs allá", volvió a presentarse en la televisión española, en el programa "Crónicas Marcianas" acompañado de un farsante. Pero este farsante es especial. Se trata de Txumari (se pronuncia "chumari") Alfaro, un médico brujo cuyo nombre original era el vulgar "Jesús María" y que se quitó de trabajar desde que tuvo, en la televisión española, un programa sobre pamplinas naturópatas llamado "La botica de la abuela".
Como cada vez más charlatanes, éste no se limita a sus delirios sobre naturismo, sino que se desborda hacia todas las áreas del curanderismo supersticioso que puedan dejar dinero, entre ellos la acupuntura, la auriculoacupuntura y otras prácticas peligrosas e inútiles.
No se confunda el naturismo con la herbolaria, que debidamente estudiada por la bioquímica yla farmacología es fuente de numerosos medicamentos que han mejorado de manera impresionante la calidad de vida de quienes tienen acceso a la atención médica.
Naturismo
El naturismo es una forma de charlatanería que asegura que "en el pasado" los seres humanos éramos totalmente vegetarianos, que comer carne o productos animales nos llena de unas malignas "toxinas" (de las cuales ninguno puede dar la fórmula química, por supuesto) y nos altera el equilibrio de temperaturas en el cuerpo. Precisamente por eso la naturopatía acude a baños de temperaturas contrastantes y a prácticas absurdas como envolver a sus víctimas en sábanas empapadas de agua fría.
Entonces, la teoría de la enfermedad de la naturopatía es el desequilibrio de temperaturas por culpa de las toxinas. No es verdad que tal ocurra, y la paleoantropología nos enseña sin lugar a dudas que todos los antecesores del hombre en la escala evolutiva comían carne, pero al menos es una teoría clara. Para la naturopatía, el equilibrio de las temperaturas es la curación.
Acupuntura
La acupuntura, por su parte, dice que eso no es cierto, que en realidad las enfermedades son causadas por desviaciones mágicas de la energía mágica llamada "chi" que corre (nadie sabe cómo) por 12 meridianos mágicos del cuerpo humano, y que la curación ocurre cuando se desbloquea mágicamente el flujo del mágico chi con mágicas agujas puestas en mágicos lugares específicos que nadie sabe cómo se determinaron.
Tampoco es cierto, pero es una teoría clara. Ya hasta el médico personal de Mao Tse-Tung (o Mao Zedong) contó en un libro cómo embaucaron a Nixon con la acupuntura cuando en realidad todos los pacientes que vio estaban fuertemente anestesiados. (La acupuntura sirve, solamente, para provocar el efecto placebo, que bien podemos comentar otro día).
Ahora, ¿cómo explica usted que alguien pueda creer en esas dos teorías de la enfermedad al mismo tiempo y que, sin embargo, crea también en la teoría científica de la enfermedad que dice que las enfermedades son causadas por desarreglos anatomofisiológicos de los órganos componentes del cuerpo o bien por la acción de gérmenes patógenos (protozoarios, bacterias, virus)?
Pero antes de hacernos un lío con un tipo capaz de creer en tres teorías totalmente contrapuestas para explicar el mismo fenómeno, cosa que en psiquiatría tiene su nombre, agreguémosle a la ensalada de barbaridades su promoción de la magia representativa.
¿Qué es la magia representativa?
La forma más antigua de la magia es aquélla que crea o inventa una representación de la realidad y, posteriormente, pretende controlar la realidad actuando sobre la representación.
Las escenas de caza exitosas de las pinturas rupestres bien pueden ser una forma de magia representativa: pintar el éxito en la cacería es una forma de garantizar mágicamente que ocurra en la realidad.
La forma más conocida de la magia representativa es el vudú: usted hace un muñeco que representa a su adversario y le clava alfileres al muñeco esperando que su enemigo sienta los piquetes.
El tal Txumari Alfaro, animado con entusiasmo inexplicable (o casi) por Javier Sierra, se presentó para dar recetas de brujería para dejar de fumar. Además de agujas, zanahorias y demás parafernalia, se presentó con un esquema complicadísimo de una oreja humana.
La teoría que pretende que se traguen los crédulos es que la oreja, como tiene vagamente (muy vagamente) la forma de un feto humano, representa a todo el cuerpo y, por tanto, si uno actúa sobre el punto de la oreja que representa al hígado, el hígado se enterará y mágicamente reaccionará. Magia representativa del nivel más primitivo imaginable.
Quienes conocen a fondo la anatomía y la fisiología humana le pueden explicar de manera clarísima que no hay nada que conecte a una zona de la oreja con el órgano o parte del cuerpo que esta descabellada teoría pretende que represente.
Televisión no exenta de riesgos
La presentación fue, como suelen ser las de los entenados de Javier Sierra, una afrenta a la inteligencia más elemental. Desde malinterpretar fresca e ignorantemente a la neuropsicología para decir que la oreja izquierda es "más emocional" que la derecha hasta inventarse que los chinos se quitaban el vicio del tabaco hace 3,500 años con un remedio bobo (cuando ni conocían el tabaco)... todo eso y más ofreció el médico brujo Txumari en breves, brevísimos minutos mientras Javier Sierra aplaudía extasiado.
La primera teoría que puso en práctica fue la siguiente mescolanza de tonterías: para que un "voluntario" dejara de fumar, le cosió con hilo de sutura el punto mágico de la boca en la representación de la oreja con el punto que excepcionalmente no representa nada, sino que es el punto de "entrada de la energía" (¿cuál energía?) al cuerpo humano.
Para esta salvaje demostración, empleó una aguja e hilo de sutura, dos cosas que nunca deberían estar en manos de nadie sin formación médica, pues la formación del tal Txumari es de, según él, "graduado de Doctor en Naturopatía, Iridología y Acupuntura Tradicional China", cosas que, para aclararnos, no se estudian en universidades serias, sino en círculos de mamarrachos que se aplauden sus gracejadas, intercambian estupideces y se lanzan al mundo a desplumar inocentes.
Pero el asombro nos llenó realmente cuando vimos que, primero, el tal Txumari se ponía unos guantes quirúrgicos de látex... ¿acaso le temía al Sida? ¿Es que entonces sí cree en los virus? Y si cree en los virus, ¿por qué engaña a la gente diciendo que las cosas se curan con remedios mamones y agujitas no exentas de riesgo? Para enfatizar aún más que también cree en la teoría de la enfermedad de la medicina con bases científicas... ¡desinfectó la oreja del palero con betadine antes de coserlo!
Ya ni preguntamos cómo es que el hilo de sutura va mágicamente a transportar energía del mágico punto de entrada de energía al punto auricular correspondiente a la boca que es donde, según las fantasías de este peligroso personaje, dan ganas de fumar.
Una vez ensartado el "voluntario", la recomendación fue que cada que le dieran ganas de fumar se jalara el hilito que había cosido el brujo y se "descargaría ansiedad", cosa por demás interesante. Ojalá el conductor del programa, Javier Sardá, hubiera preguntado cómo se medían las descargas de ansiedad.
Si no le gusta, lo tengo en otro color
Como el Txumari y su domador, Javier Sierra, tienen muchas patrañas que vender al mismo tiempo, echaron a un lado al incauto con la oreja cosida y Txumari procedió a decir varias mentiras más acerca de la medicina china y explicó que también se puede dejar de fumar pegándose una semilla misteriosa en la oreja, en un tercer punto que nada tiene que ver con los dos anteriores.
Ya encarrerado, presentó un par de imanes que se atraían como todos los imanes y mintió descaradamente asegurando que la atracción se debía a un misterioso "carbón activado", que clavó en otra oreja.
Y como hay que promover otras opciones para atraer a la mayor cantidad posible de gente que suelte la plata, inventa que "los conquistadores" de América Latina se volvían adictos a la nicotina y que, para desengancharse, mascaban un trozo de hoja de tabaco y se lo pegaban "en el vértice superior del pulmón izquierdo", y de inmediato procedió a chupar un trozo de hoja de tabaco y se lo plantó al comedido "voluntario" en el músculo trapezoide de la zona clavicular, arriba del omóplato, más o menos a un palmo de donde podría estar el pulmón.
Claro que si lo hubiera puesto exactamente en el pulmón, éste no se habría enterado de nada ni se le hubieran quitado las ganas de fumar. Pero eso no le impidió al personaje soltar la mendacidad de que esa porquería era "un parche de nicotina".
Y para terminar con su naturopatía, recomendó que también se debe mascar un puñado de pepitas de uva y pasarlo por toda la boca. Por supuesto, acudió como suelen hacerlo estos tipos a afirmar que eso que propone está "científicamente" demostrado.
No faltará quien diga que estos majaderos finalmente no hacen mal a nadie y, claro, si alguien quiere regalarles su dinero está en plena libertad de hacerlo.
Decir eso es como decir que cualquier delincuente puede cometer el delito de fraude o de timo y que, como la víctima es libre para no dejarse defraudar o timar, la sociedad no debería meterse.
Peligros y daños
En primer lugar, estos sujetos mienten, y lo saben. El uso de guantes quirúrgicos por parte del embustero en cuestión lo demuestra patentemente. Él sabe que está expuesto al Sida y sabe perfectamente que tal afección no se cura con sus paparruchas. No olvidemos que incluso el más famoso dizque "cirujano psíquico", el tal Tony Agpaoa, filipino que montó un megafraude asociado con Imelda Marcos, se hizo operar del apéndice por médicos reales de la ciudad de Baguío en vez de intentar operarlo él o alguno de su corte de impúdicos negociantes del dolor ajeno, e igualmente puso a su hijo en manos de médicos de verdad en los Estados Unidos (los "cirujanos psíquicos" no operan nada, como veremos otro día).
En segundo lugar, estos personajes impiden que muchas personas lleguen a obtener atención médica oportuna, mareándolos con cuentos y diciéndoles (como decía Javier Sierra con su desfachatez habitual) que "no tienen que ir a clínicas y a médicos" que sólo les sacan el dinero. (O sea, para qué le das dinero a ése si aquí me tienes a mí con la mano en tu bolsillo.) No son pocos los casos que quien esto escribe ha conocido de personas que han llegado a perder una pierna por atenderse de diabetes con algún charlatanazo en lugar de tener una atención médica adecuada.
En tercer lugar con sus embustes estos personajes impiden que la gente tenga una visión real del mundo que los rodea y de sí mismos. Un diabético debe hacerse a la idea de que su enfermedad se puede controlar, pero todavía no tiene cura. Embaucarlo con promesas de curación (la diabetes siempre aparece en la nómina de especialidades de estos sinvergüenzas) que son falsas es abusar de una persona vulnerable y herida. Pero su maligna influencia no se limita a la salud ni a las víctimas de las enfermedades, sino que promueven entre toda la población una visión integral del universo falsa, engañosa y mutiladora de la libertad de pensamiento.
Y por eso, con todo lo simpático que sabe ser, con su sonrisa de "yo no fui, mamá", con su excelente habilidad para el espectáculo, el tal Txumari Alfaro no es sino parte del sector más execrable de la insolencia charlatanesca.
febrero 04, 2004
Platos voladores y meteoritos
________________________________________
Los geólogos y astrónomos españoles están de plácemes por haber encontrado cuatro fragmentos de un meteorito que cruzó los cielos ibéricos el pasado 4 de enero y se estrelló en Palencia.
Aprovechando esta celebración científica, es oportuno señalar cuáles son las diferencias entre un fenómeno real y un fenómeno imaginario, en este caso, entre los meteoritos y los platillos voladores que alucinan algunos y con los que hacen su agosto otros.
El paso del meteorito por los cielos fue visto por miles o cientos de miles de personas de todo tipo.
Los platívolos o naves de supuestas civilizaciones extraterrestres sólo los ven unos pocos elegidos, mientras que todas las personas en las cercanías no se enteran de nada sino hasta que sus vecinos consiguen salir en la tele.
El paso del meteorito fue filmado, videograbado y fotografiado por docenas de personas, con gran nitidez y claridad.
Las espacionaves tripuladas por hombrecitos verdes (o por angelicales tipos rubios y buenotes) suelen ser filmadas, videograbadas o fotografiadas por una sola persona, que además no sabe afocar el aparato que maneja.
Las filmaciones, videograbaciones y fotografías del meteorito se han conservado sin problemas para ser estudiadas por los que saben.
Las filmaciones, videograbaciones y fotografías de esotéricas astronaves suelen extraviarse (en especial los negativos fotográficos), quemarse o arruinarse de alguna forma muy conveniente para que nadie que sabe pueda estudiarlas.
El meteorito, como toda cosa real, ha dejado restos efectivos y estudiables de su presencia en nuestro planeta.
Nadie jamás ha logrado obtener un trozo, por pequeño que fuera, de las cientos o miles de cosmonaves que aseguran que los han secuestrado, que se han estrellado en la Tierra o en las que han salido de paseo.
(Y si alguien acá me sale con los restos del tan traído "OVNI de Puebla", que algún mafufólogo llamó "El caso perfecto", deberemos informarles que tras 13 años de investigaciones se pudo determinar sin lugar a dudas que era la tercera etapa del cohete soviético que puso en órbita al satélite Cosmos 242.)
La diferencia es clarísima para todos excepto para algunas personas con interesantes trastornos de la personalidad que merecerían obtener una atención neuropsiquiátrica adecuada y para los que hacen negocio con el tema, claro.
Los geólogos y astrónomos españoles están de plácemes por haber encontrado cuatro fragmentos de un meteorito que cruzó los cielos ibéricos el pasado 4 de enero y se estrelló en Palencia.
Aprovechando esta celebración científica, es oportuno señalar cuáles son las diferencias entre un fenómeno real y un fenómeno imaginario, en este caso, entre los meteoritos y los platillos voladores que alucinan algunos y con los que hacen su agosto otros.
El paso del meteorito por los cielos fue visto por miles o cientos de miles de personas de todo tipo.
Los platívolos o naves de supuestas civilizaciones extraterrestres sólo los ven unos pocos elegidos, mientras que todas las personas en las cercanías no se enteran de nada sino hasta que sus vecinos consiguen salir en la tele.
El paso del meteorito fue filmado, videograbado y fotografiado por docenas de personas, con gran nitidez y claridad.
Las espacionaves tripuladas por hombrecitos verdes (o por angelicales tipos rubios y buenotes) suelen ser filmadas, videograbadas o fotografiadas por una sola persona, que además no sabe afocar el aparato que maneja.
Las filmaciones, videograbaciones y fotografías del meteorito se han conservado sin problemas para ser estudiadas por los que saben.
Las filmaciones, videograbaciones y fotografías de esotéricas astronaves suelen extraviarse (en especial los negativos fotográficos), quemarse o arruinarse de alguna forma muy conveniente para que nadie que sabe pueda estudiarlas.
El meteorito, como toda cosa real, ha dejado restos efectivos y estudiables de su presencia en nuestro planeta.
Nadie jamás ha logrado obtener un trozo, por pequeño que fuera, de las cientos o miles de cosmonaves que aseguran que los han secuestrado, que se han estrellado en la Tierra o en las que han salido de paseo.
(Y si alguien acá me sale con los restos del tan traído "OVNI de Puebla", que algún mafufólogo llamó "El caso perfecto", deberemos informarles que tras 13 años de investigaciones se pudo determinar sin lugar a dudas que era la tercera etapa del cohete soviético que puso en órbita al satélite Cosmos 242.)
La diferencia es clarísima para todos excepto para algunas personas con interesantes trastornos de la personalidad que merecerían obtener una atención neuropsiquiátrica adecuada y para los que hacen negocio con el tema, claro.
La iglesia medieval del siglo XXI
___________________________
La Conferencia Episcopal Española parece haber decidido entrar en una competencia enérgica con la Conferencia Episcopal Mexicana por ver cuál es más medieval, más supersticiosa y más cavernaria.
Es de suponerse que tal reacción de las sotanas ibéricas proviene de su molestia al ver que sus propios talibanes, como Escrivá de Balaguer, han cedido terreno a los salvajes curas mexicanos, como el padre Marcial Maciel, cuyos "Legionarios de Cristo" (mejor conocidos como los "Millonarios de Cristo") han llegado a tener una influencia excesiva en el actual gobierno español, al grado que el confesor de Ana Botella, todavía primera dama y diputada en la legislatura de la comunidad de Madrid, pertenece a ese distinguido club.
Para demostrar que la iglesia católica puede, si se lo propone, superar las fanáticas barbaridades de cualquier otro fundamentalista religioso, la CEE ha emitido el "Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España", un documento de 250 páginas que, en resumen, culpa a la "revolución sexual" de los años 60 y 70 del siglo pasado de la violencia doméstica, los abusos sexuales, la pederastia, la homosexualidad y los hijos sin familias idílicas.
Lo más alarmante no es tanto lo que dice tal pastoral, sino lo que implica, es decir:
- Que en tiempos de Franco los hombres no golpeaban a sus mujeres.
- Que en tiempos de Franco no había abusos sexuales.
- Que en tiempos de Franco no había pederastas (ni siquiera entre los curas, tan conocidos por su afición a esta perversión).
- Que en tiempos de Franco no había homosexuales.
- Y que en tiempos de Franco las familias eran idílicas y modélicas, probablemente debido a que el divorcio estaba prohibido.
Lo que supuestamente se presenta como una pastoral dirigida al análisis de la familia (y uno supondría que de la familia católica, porque las que no lo son no deberían ser asunto de estos personajes) se revela como un documento político que se aferra a las más groseras supercherías para dar una imagen falsa no sólo de la actualidad, sino, sobre todo, del franquismo que añoran los curas, cuando ellos se encargaban de las delaciones de "rojos" que acababan en la cárcel o, idealmente, fusilados en campo abierto y arrojados en fosas comunes cavadas a la vera de los caminos.
Las 800 fosas que se calcula existen aún con restos de republicanos reales o supuestos contienen muchos miles de víctimas del sanguinario talante inquisitorial de los mensajeros del amor cristiano.
La fuerza que la iglesia católica alcanzó en el franquismo es, lógicamente, añorada hoy cuando la educación ha alejado a los jóvenes de las iglesias donde se dictan misas casi preconciliares (con las excepciones del caso, que curas progresistas también los hubo y también fueron perseguidos por las huestes de Franco y las jaurías de sus propios correligionarios).
El arribo al poder de una derecha zafia y ramplona como la que personifican José María Aznar y Vicente Fox es una invitación a que la iglesia se meta hasta el fondo de los asuntos públicos que deberían mantenerse en el laicismo.
Si el clero no tuviera poder, y poder real, sobre algunos gobernantes, sus palabras y opiniones no pasarían de ser una anécdota, una muestra de que entre los más salvajes integristas islámicos y los más salvajes integristas católicos no media mucho por cuanto a ideologías se refiere.
Es decir, nada sería más fácil que demostrar que, en tiempos de Franco, los hombres golpeaban brutalmente (pero éstas no podían quejarse y los curas, en confesión, les recomendaban resignación), que había abusos sexuales a tutiplén, pederastas abundantes, homosexuales reprimidos que sufrían por su condición para satisfacción de los curas y que las familias eran, por supuesto, unidades en las que los esquemas del poder autoritario se reflejaban claramente, donde el padre de familia tenía como modelo la brutalidad del dictador.
Pero si bien es fácil demostrar con datos y hechos que las afirmaciones de la CEE son absolutamente producto de su más enfermiza imaginación, lo difícil es echar para atrás lo que los gobiernos hacen para congraciarse con los sectores más montaraces del integrismo católico que lidera Juan Pablo II.
En España, por presiones de la iglesia católica, está prohibida la investigación con células madre.
En México, personajes del fascismo criollo quitan fondos a las organizaciones civiles para darle 3 millones de dólares a un grupo católico de salvajismo cruel, protagonista incluso de agresiones físicas, autodenominado "Comité Nacional Pro-Vida" y reconocido como quizá el más oscurantista de México.
En España, por presiones de la iglesia católica se ha reimplantado la enseñanza de la religión en las escuelas primarias y secundarias.
En México, la Conferencia Episcopal y el Cardenal Rivera Carrera se desviven difundiendo la mentira de que la píldora "del día después" es abortiva.
En España, en México y en todo el mundo, la iglesia católica busca desmontar del todo el Concilio Vaticano II y cerrar la entrada al poco aire fresco que dicho concilio permitió que entrara en una institución desprestigiada y rancia. La actitud beligerante e integrista del Papa Wojtyla ha sido recogida con entusiasmo por el sector menos civilizado de las sotanas que busca, nuevamente, controlar el poder político con la coartada celestial.
La Conferencia Episcopal Española parece haber decidido entrar en una competencia enérgica con la Conferencia Episcopal Mexicana por ver cuál es más medieval, más supersticiosa y más cavernaria.
Es de suponerse que tal reacción de las sotanas ibéricas proviene de su molestia al ver que sus propios talibanes, como Escrivá de Balaguer, han cedido terreno a los salvajes curas mexicanos, como el padre Marcial Maciel, cuyos "Legionarios de Cristo" (mejor conocidos como los "Millonarios de Cristo") han llegado a tener una influencia excesiva en el actual gobierno español, al grado que el confesor de Ana Botella, todavía primera dama y diputada en la legislatura de la comunidad de Madrid, pertenece a ese distinguido club.
Para demostrar que la iglesia católica puede, si se lo propone, superar las fanáticas barbaridades de cualquier otro fundamentalista religioso, la CEE ha emitido el "Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España", un documento de 250 páginas que, en resumen, culpa a la "revolución sexual" de los años 60 y 70 del siglo pasado de la violencia doméstica, los abusos sexuales, la pederastia, la homosexualidad y los hijos sin familias idílicas.
Lo más alarmante no es tanto lo que dice tal pastoral, sino lo que implica, es decir:
- Que en tiempos de Franco los hombres no golpeaban a sus mujeres.
- Que en tiempos de Franco no había abusos sexuales.
- Que en tiempos de Franco no había pederastas (ni siquiera entre los curas, tan conocidos por su afición a esta perversión).
- Que en tiempos de Franco no había homosexuales.
- Y que en tiempos de Franco las familias eran idílicas y modélicas, probablemente debido a que el divorcio estaba prohibido.
Lo que supuestamente se presenta como una pastoral dirigida al análisis de la familia (y uno supondría que de la familia católica, porque las que no lo son no deberían ser asunto de estos personajes) se revela como un documento político que se aferra a las más groseras supercherías para dar una imagen falsa no sólo de la actualidad, sino, sobre todo, del franquismo que añoran los curas, cuando ellos se encargaban de las delaciones de "rojos" que acababan en la cárcel o, idealmente, fusilados en campo abierto y arrojados en fosas comunes cavadas a la vera de los caminos.
Las 800 fosas que se calcula existen aún con restos de republicanos reales o supuestos contienen muchos miles de víctimas del sanguinario talante inquisitorial de los mensajeros del amor cristiano.
La fuerza que la iglesia católica alcanzó en el franquismo es, lógicamente, añorada hoy cuando la educación ha alejado a los jóvenes de las iglesias donde se dictan misas casi preconciliares (con las excepciones del caso, que curas progresistas también los hubo y también fueron perseguidos por las huestes de Franco y las jaurías de sus propios correligionarios).
El arribo al poder de una derecha zafia y ramplona como la que personifican José María Aznar y Vicente Fox es una invitación a que la iglesia se meta hasta el fondo de los asuntos públicos que deberían mantenerse en el laicismo.
Si el clero no tuviera poder, y poder real, sobre algunos gobernantes, sus palabras y opiniones no pasarían de ser una anécdota, una muestra de que entre los más salvajes integristas islámicos y los más salvajes integristas católicos no media mucho por cuanto a ideologías se refiere.
Es decir, nada sería más fácil que demostrar que, en tiempos de Franco, los hombres golpeaban brutalmente (pero éstas no podían quejarse y los curas, en confesión, les recomendaban resignación), que había abusos sexuales a tutiplén, pederastas abundantes, homosexuales reprimidos que sufrían por su condición para satisfacción de los curas y que las familias eran, por supuesto, unidades en las que los esquemas del poder autoritario se reflejaban claramente, donde el padre de familia tenía como modelo la brutalidad del dictador.
Pero si bien es fácil demostrar con datos y hechos que las afirmaciones de la CEE son absolutamente producto de su más enfermiza imaginación, lo difícil es echar para atrás lo que los gobiernos hacen para congraciarse con los sectores más montaraces del integrismo católico que lidera Juan Pablo II.
En España, por presiones de la iglesia católica, está prohibida la investigación con células madre.
En México, personajes del fascismo criollo quitan fondos a las organizaciones civiles para darle 3 millones de dólares a un grupo católico de salvajismo cruel, protagonista incluso de agresiones físicas, autodenominado "Comité Nacional Pro-Vida" y reconocido como quizá el más oscurantista de México.
En España, por presiones de la iglesia católica se ha reimplantado la enseñanza de la religión en las escuelas primarias y secundarias.
En México, la Conferencia Episcopal y el Cardenal Rivera Carrera se desviven difundiendo la mentira de que la píldora "del día después" es abortiva.
En España, en México y en todo el mundo, la iglesia católica busca desmontar del todo el Concilio Vaticano II y cerrar la entrada al poco aire fresco que dicho concilio permitió que entrara en una institución desprestigiada y rancia. La actitud beligerante e integrista del Papa Wojtyla ha sido recogida con entusiasmo por el sector menos civilizado de las sotanas que busca, nuevamente, controlar el poder político con la coartada celestial.
febrero 01, 2004
Mejor show contra los charlatanes
Quienes critican a los charlatanes pueden convertirse en pesados capaces de soltar rollos larguísimos acerca de temas como por qué las constelaciones no pueden, en modo alguno, determinar si alguien va a enamorar a una mujer rubia de cabello largo o si es el mejor momento para que otra persona cambie de empleo, en los términos de la física y la astronomía.
Igualmente, algunos pueden analizar con toda serenidad y seriedad por qué todas y cada una de las disciplinas adivinatorias carece de bases, desde la lectura de la mano hasta la de la borra del café, por no mencionar el tarot o la visión del aura.
Todo eso está muy bien, pero el público de una emisión de TV o radio generalmente no se ocupa de entender tales rollos, por exactos y comprobables que sean, porque los escépticos aburridillos no tienen el glamour, la capacidad de show, la emoción mediática de los charlatanazos más connotados.
De hecho, para desmontar las estupideces que venden los videntes de este mundo no hace falta tomarse en serio sus supuestas disciplinas y desmontarlas con ayuda de la ciencia. Y no hace falta porque ellos tampoco se las toman en serio.
¿Cómo se demuestra que ni ellos mismos creen en sus "poderes"?
Todavía no he conocido un profeta que no vaya con un asesor de bolsa para que le ayude a invertir sus malhabidas ganancias.
Todavía no he conocido a un vidente al que no pueda sorprender, demostrando así que su conocimiento del futuro es totalmente inexistente.
Todavía no he conocido a un síquico o místico que no pregunte "¿Quién es?" cuando llaman a la puerta. Uno pensaría que lo menos que se le puede pedir a un vidente es que sepa quién carajos llama a la puerta.
Tales hechos deberían bastar para desenmascarar a estos tipos. No es tan necesario atacarlos en sus ofensas groseras a los principios de la ciencia como hacer evidente que, con que uno se fije un poco, atentan de manera verdaderamente atroz contra el sentido común más elemental.
Los estudios científicos son importantes, pero los charlatanes ni los leen (ni los entenderían) ni mantienen su debate en el mundo de la precisión científica.
Lo suyo son los medios, mismos que usan para publicitarse y atraer nuevas presas a su red. Por ello, hace falta un escepticismo capaz de hacer espectáculo.
Los charlatanes más experimentados tienen bastante dominado el arte de debatir con un escéptico nerd (o empollón, que dirían en España).
Lo que no tienen modo de manejar es a gente mediática capaz de detectar y exhibir su ridículo más obvio, sus contradicciones más patentes, sus mentiras más destacadas, su desvergüenza más descarnada.
La única vez que un adivinador estuvo a punto de lanzarse a golpearme fue durante un programa realizado a principios de algún año, en el que un selecto rosario de cínicos iba a presentar ante el asombro del público mexicano las joyas de sus predicciones para ese año.
Quien esto escribe, junto con sus colegas, llevó al programa de televisión no refutaciones sesudas sobre los fallos metodológicos detrás de las papasadas que previsiblemente iban a difundir estos simuladores, sino la lista de sus predicciones del año pasado.
Conforme cada uno de ellos se dirigía al público para soltar sus predicciones, nosotros mostrábamos las más gloriosas tonterías que había dicho un año atrás y exhibíamos cómo la realidad lo había contradicho de manera contundente e irrefutable.
Un simulador que obtenía sus supuestas predicciones hipnotizando a su esposa, amante o algo así, perdió los estribos, se puso de pie mirándome con odio sincero y dio un paso antes de que su poco avispado cerebro registrara que estaba a punto de cometer una agresión en televisión a nivel nacional.
Es decir, el ridículo funcionaba mucho mejor que el intento de acudir a la historia de la astrología o a la explicación sobre la hipnosis. Después de todo, estos vivales suelen despreciar públicamente la ciencia (aunque luego, para vender sus mercancías, no duden en asegurar que los avala tal o cual estudio científico).
Uno de los secretos de James Randi que lo han hecho quizá el más famoso desenmascarador de charlatanes es que él es, primero que nada, un exitoso mago de escenario. No sólo comprende a los charlatanes y la mecánica de su engaño, sino que comprende y maneja también los resortes que mueven al público.
Vamos, pues: la mayoría de las propuestas de estos personajes atentan contra la más elemental inteligencia, son estúpidas y bastan, por sí mismas, para exhibirlos en todo su esplendor.
Pero... ¿para qué exhibirlos?
No para convencerlos de que dejen de ser parásitos que se aprovechan de la ingenuidad de sus congéneres, que eso sería como pedirle a Al Capone que dejara de vender whisky.
No para convencer a sus seguidores, ya que éstos son fanáticos tan inamovibles como cualquier fundamentalista religioso.
No para obtener un triunfo intelectual ante estos ejemplares, cosa que tiene tanta gloria como ganarle una partida de Trivial Pursuit a un orangután.
Esto es lo que muchas veces olvidan los escépticos y críticos que se presentan en los medios para debatir con brujitos y brujitas surtidos: qué objetivo se persigue al confrontarlos y exhibir sus vergüenzas.
La crítica a las groseras propuestas de lo paranormal se hace, se debe hacer, por un motivo fundamental: sembrar la semilla de la duda entre el público que aún no se le ha entregado totalmente a la superstición.
Para hacerlo en los medios, es necesario hacerlo con un sentido del espectáculo que se equipare al menos dignamente con los shows que tiene montados esta tribu, hacerlo en el terreno mediático y usar las armas mejores para conseguir ese objetivo. Lo demás es ejercicio académico que no tiene lugar en los medios.
La semilla de la duda es el mejor antídoto contra el charlatán. Una persona que sabe hacer preguntas incómodas como "¿Y usted cómo lo sabe?" o "¿Puede demostrarlo?" tiene muchísimas menos posibilidades de encontrarse un día ante el consultorio de un estafador de éstos, aceptando sin ninguna visión del absurdo el que la "mente sensible e iluminada" que está al otro lado de la puerta, preparada para separar al incauto de su dinero, le pregunte "¿Quién es?"
Igualmente, algunos pueden analizar con toda serenidad y seriedad por qué todas y cada una de las disciplinas adivinatorias carece de bases, desde la lectura de la mano hasta la de la borra del café, por no mencionar el tarot o la visión del aura.
Todo eso está muy bien, pero el público de una emisión de TV o radio generalmente no se ocupa de entender tales rollos, por exactos y comprobables que sean, porque los escépticos aburridillos no tienen el glamour, la capacidad de show, la emoción mediática de los charlatanazos más connotados.
De hecho, para desmontar las estupideces que venden los videntes de este mundo no hace falta tomarse en serio sus supuestas disciplinas y desmontarlas con ayuda de la ciencia. Y no hace falta porque ellos tampoco se las toman en serio.
¿Cómo se demuestra que ni ellos mismos creen en sus "poderes"?
Todavía no he conocido un profeta que no vaya con un asesor de bolsa para que le ayude a invertir sus malhabidas ganancias.
Todavía no he conocido a un vidente al que no pueda sorprender, demostrando así que su conocimiento del futuro es totalmente inexistente.
Todavía no he conocido a un síquico o místico que no pregunte "¿Quién es?" cuando llaman a la puerta. Uno pensaría que lo menos que se le puede pedir a un vidente es que sepa quién carajos llama a la puerta.
Tales hechos deberían bastar para desenmascarar a estos tipos. No es tan necesario atacarlos en sus ofensas groseras a los principios de la ciencia como hacer evidente que, con que uno se fije un poco, atentan de manera verdaderamente atroz contra el sentido común más elemental.
Los estudios científicos son importantes, pero los charlatanes ni los leen (ni los entenderían) ni mantienen su debate en el mundo de la precisión científica.
Lo suyo son los medios, mismos que usan para publicitarse y atraer nuevas presas a su red. Por ello, hace falta un escepticismo capaz de hacer espectáculo.
Los charlatanes más experimentados tienen bastante dominado el arte de debatir con un escéptico nerd (o empollón, que dirían en España).
Lo que no tienen modo de manejar es a gente mediática capaz de detectar y exhibir su ridículo más obvio, sus contradicciones más patentes, sus mentiras más destacadas, su desvergüenza más descarnada.
La única vez que un adivinador estuvo a punto de lanzarse a golpearme fue durante un programa realizado a principios de algún año, en el que un selecto rosario de cínicos iba a presentar ante el asombro del público mexicano las joyas de sus predicciones para ese año.
Quien esto escribe, junto con sus colegas, llevó al programa de televisión no refutaciones sesudas sobre los fallos metodológicos detrás de las papasadas que previsiblemente iban a difundir estos simuladores, sino la lista de sus predicciones del año pasado.
Conforme cada uno de ellos se dirigía al público para soltar sus predicciones, nosotros mostrábamos las más gloriosas tonterías que había dicho un año atrás y exhibíamos cómo la realidad lo había contradicho de manera contundente e irrefutable.
Un simulador que obtenía sus supuestas predicciones hipnotizando a su esposa, amante o algo así, perdió los estribos, se puso de pie mirándome con odio sincero y dio un paso antes de que su poco avispado cerebro registrara que estaba a punto de cometer una agresión en televisión a nivel nacional.
Es decir, el ridículo funcionaba mucho mejor que el intento de acudir a la historia de la astrología o a la explicación sobre la hipnosis. Después de todo, estos vivales suelen despreciar públicamente la ciencia (aunque luego, para vender sus mercancías, no duden en asegurar que los avala tal o cual estudio científico).
Uno de los secretos de James Randi que lo han hecho quizá el más famoso desenmascarador de charlatanes es que él es, primero que nada, un exitoso mago de escenario. No sólo comprende a los charlatanes y la mecánica de su engaño, sino que comprende y maneja también los resortes que mueven al público.
Vamos, pues: la mayoría de las propuestas de estos personajes atentan contra la más elemental inteligencia, son estúpidas y bastan, por sí mismas, para exhibirlos en todo su esplendor.
Pero... ¿para qué exhibirlos?
No para convencerlos de que dejen de ser parásitos que se aprovechan de la ingenuidad de sus congéneres, que eso sería como pedirle a Al Capone que dejara de vender whisky.
No para convencer a sus seguidores, ya que éstos son fanáticos tan inamovibles como cualquier fundamentalista religioso.
No para obtener un triunfo intelectual ante estos ejemplares, cosa que tiene tanta gloria como ganarle una partida de Trivial Pursuit a un orangután.
Esto es lo que muchas veces olvidan los escépticos y críticos que se presentan en los medios para debatir con brujitos y brujitas surtidos: qué objetivo se persigue al confrontarlos y exhibir sus vergüenzas.
La crítica a las groseras propuestas de lo paranormal se hace, se debe hacer, por un motivo fundamental: sembrar la semilla de la duda entre el público que aún no se le ha entregado totalmente a la superstición.
Para hacerlo en los medios, es necesario hacerlo con un sentido del espectáculo que se equipare al menos dignamente con los shows que tiene montados esta tribu, hacerlo en el terreno mediático y usar las armas mejores para conseguir ese objetivo. Lo demás es ejercicio académico que no tiene lugar en los medios.
La semilla de la duda es el mejor antídoto contra el charlatán. Una persona que sabe hacer preguntas incómodas como "¿Y usted cómo lo sabe?" o "¿Puede demostrarlo?" tiene muchísimas menos posibilidades de encontrarse un día ante el consultorio de un estafador de éstos, aceptando sin ninguna visión del absurdo el que la "mente sensible e iluminada" que está al otro lado de la puerta, preparada para separar al incauto de su dinero, le pregunte "¿Quién es?"
Psicofonías y psicopatologías
____________________________
(Republiicado luego de borrarlo por error)
Cada jueves, en el popularísimo programa "Crónicas marcianas" de Telecinco (el canal 5 de la TV española), toma la tribuna un tal Javier Sierra, director de la revista "Más allá" dedicada a la difusión de todo tipo de charlatanerías, sin más límite que su comerciabilidad.
Javier Sierra viene acompañado siempre de uno o más farsantes, algunos pintorescos, otros francamente ofensivos y, los más, sujetos aburridísimos que refritean más o menos bien aleccionados las mismas supercherías que se difundían hace un cuarto de siglo en revistas como "Duda", "Contactos extraterrestres" y "Supermente" en México o "Mundo desconocido" y "Stendek" en España.
Evidentemente, los clientes potenciales de esta repetición de temas no están al tanto de los ridículos que pasaron quienes, en el pasado, hicieron las mismas afirmaciones y ocuparon los reflectores de la opinión pública mientras se llenaban los bolsillos. Total, era cosa de aguantar un poco y, renovado generacionalmente el público, resurgieron los charlatanes televisuales con las mismas historias.
Uno de los ejemplos recientes más clamorosos a los que pudimos asistir asombrados fue la presentación de un tipo que asegura que hace "psicofonías".
Esto de las "psicofonías", que suena científico e importante, consiste en lo siguiente: usted graba algunas barbaridades en una cinta magnetofónica (casete o carrete, da igual), repitiendo lugares comunes místicos (digamos, creyéndose por un momento una especie de sabio oriental, sean como sean los sabios orientales), fingiéndose espíritu (abuelo o bisabuelo de alguien) o recreando alguna escena más o menos histórica (para esto puede ayudarse grabando balazos y gritos en el Canal de Historia, que todo el tiempo transmite documentales de la Segunda Guerra Mundial).
Una vez que dispone de la grabación, se provee de una cara dura, la más dura que pueda encontrar, y se presenta a las oficinas de Javier Sierra diciendo que fue a un lugar misteriosón (cementerio, casa embrujada, hogar de místico, campo de batalla), encendió la grabadora y se quedó allí, mirando a una pared, durante dos o tres horas (o días) durante los cuales, por supuesto, usted no escuchó nada ni mucho menos dijo ni pío. Y, sin embargo, asegura con vehemencia, en la cinta aparecieron mágicamente grabados esos sonidos que vienen del pasado, del más allá, de Ganimedes o del sótano de un chef de sushi de Kyoto.
Javier Sierra le cree de inmediato (o al menos lo finge de manera convincente, vaya usted a saber) y publica en su revista la fantástica historia aderezándola con preguntas que hagan aún más misteriosa y maravillosa su cinta y relacionándola con otros tremendos misterios que pueden no tener nada que ver pero que llenan páginas y hacen volar la imaginación del lector. Si tiene suerte, le publica un CD con su asombrosa grabación. Luego, lo pasea por emisoras de radio donde usted repite su historia, adornándola de cuando en cuando con detalles que recuerda de repente y, finalmente, lo lleva a "Crónicas marcianas", donde, en todo caso, el director Javier Sardá hará burla de sus tonterías y las tratará de confrontar con la más elemental razón, pero sin llegar a profundizar en los abismos del absurdo que usted realmente propone (Sardá es, después de todo, un comunicador muy profesional que maneja magníficamente a los charlatanes de la prensa rosa, pero no tiene gran experiencia lidiando con charlatanes místicos y desenmascarando sus pamplinas).
Y, además, en todos los casos usted recibe los respectivos cheques, nada despreciables.
¿Por qué se podría dudar de usted? Después de todo, está diciendo que asistió a una maravilla sin que lo viera nadie, sin control alguno, con una cinta que nadie comprobó que era virgen, y que obtuvo secretamente resultados que desafían a la inteligencia y que sólo usted sabe interpretar correctamente.
Pocas cosas más confiables puede haber en este mundo, ¿no?
Además, usted lleva barba y se peina con secador de aire, sin contar con que se presenta impecablemente vestido de traje. ¿Alguien sería capaz de dudar de la honestidad, honorabilidad y seriedad de una persona así? ¿Qué importa si nadie lo vio cuando cocinaba su milagrito? ¿Qué tiene que ver el que desafíe todas las leyes de la física? ¿Por qué habría alguien de preguntarse cómo se enteró usted de que allí, precisamente, se escucha la voz de Alejandro Magno tomando preso a Darío o la música de la banda de la cantina de Star Wars? ¿Qué insultante se tendría que ser para preguntarle a usted cómo es que el mecanismo electromagnético de una grabadora se convierte en una especie de médium que no cobra?
En realidad, para creer que hay una "verdadera psicofonía" sería necesario diseñar la experiencia de una forma controlada desde el punto de vista experimental, con participación de técnicos, científicos y magos de escenario que tuvieran total supervisión de cintas, grabadoras y psicofonistas durante todo el tiempo que durara la experiencia.
Aquí vale la pena hacer un alto y preguntar por qué rayos habríamos de meter a un mago de escenario en este enjuague. La respuesta es muy sencilla: los científicos no están muy acostumbrados a que alguien trate de engañarlos. Dicho sin ánimo de ofender, suelen ser gente bienintencionada y bastante ingenua. Un mago, por otro lado, es un profesional del engaño, de la simulación y de la distracción para aparentar milagros, y por tanto es un especialista indispensable cuando se trata de desenmascarar charlatanes.
La idea de un experimento controlado, obviamente, es que ni un farsante muy bien entrenado pueda introducir un engaño, truco o falsedad en el proceso, aunque tuviera un ingenio y una versatilidad que, por lo demás, no suelen ser parte del bagaje intelectual de estos personajes.
Por supuesto, quienes se ocupan de este lucrativo negocio se niegan sistemáticamente a someterse a controles de cualquier tipo. Para ello han inventado un argumento en apariencia impenetrable: la presencia de incrédulos, escépticos, científicos o personas que les parezcan non gratas provoca misteriosas "malas vibraciones" que impiden que se manifiesten las fuerzas sobrenaturales.
En otras palabras: si el milagro no ocurre, la culpa es de los que se atreven a dudar, no del honrado y trabajador charlatán.
En los años ochenta asistí a la actuación de un célebre vidente que afirmaba, al principio de su show, que si alguna de las maravillas que anunciaba no se materializaba se debería a las malas vibraciones de los escépticos descreídos malvados. Durante los siguientes cientoytantos minutos me concentré en echarle toda la mala vibra del mundo, pero sus trucos siguieron funcionando exactamente igual que siempre (trucos, por cierto, que cualquiera puede aprender en un club de magos o escuela de magia de escenario).
Siempre me he preguntado si las maravillas habrían funcionado igual de bien si el psíquico en cuestión hubiera sabido que yo estaba allí en calidad de escéptico y que, posteriormente, revelaría algunos de sus trucos en los medios de difusión.
Pero lo que verdaderamente hace de las psicofonías la mejor puerta de entrada a las maravillas de vivir sin dar golpe es que requieren de una inversión mínima y cero habilidades (como no sea que susurrar ante un micrófono se considere una habilidad). Simplemente necesita una grabadora, una cinta, una desvergüenza monumental y, claro, a Javier Sierra.
(Republiicado luego de borrarlo por error)
Cada jueves, en el popularísimo programa "Crónicas marcianas" de Telecinco (el canal 5 de la TV española), toma la tribuna un tal Javier Sierra, director de la revista "Más allá" dedicada a la difusión de todo tipo de charlatanerías, sin más límite que su comerciabilidad.
Javier Sierra viene acompañado siempre de uno o más farsantes, algunos pintorescos, otros francamente ofensivos y, los más, sujetos aburridísimos que refritean más o menos bien aleccionados las mismas supercherías que se difundían hace un cuarto de siglo en revistas como "Duda", "Contactos extraterrestres" y "Supermente" en México o "Mundo desconocido" y "Stendek" en España.
Evidentemente, los clientes potenciales de esta repetición de temas no están al tanto de los ridículos que pasaron quienes, en el pasado, hicieron las mismas afirmaciones y ocuparon los reflectores de la opinión pública mientras se llenaban los bolsillos. Total, era cosa de aguantar un poco y, renovado generacionalmente el público, resurgieron los charlatanes televisuales con las mismas historias.
Uno de los ejemplos recientes más clamorosos a los que pudimos asistir asombrados fue la presentación de un tipo que asegura que hace "psicofonías".
Esto de las "psicofonías", que suena científico e importante, consiste en lo siguiente: usted graba algunas barbaridades en una cinta magnetofónica (casete o carrete, da igual), repitiendo lugares comunes místicos (digamos, creyéndose por un momento una especie de sabio oriental, sean como sean los sabios orientales), fingiéndose espíritu (abuelo o bisabuelo de alguien) o recreando alguna escena más o menos histórica (para esto puede ayudarse grabando balazos y gritos en el Canal de Historia, que todo el tiempo transmite documentales de la Segunda Guerra Mundial).
Una vez que dispone de la grabación, se provee de una cara dura, la más dura que pueda encontrar, y se presenta a las oficinas de Javier Sierra diciendo que fue a un lugar misteriosón (cementerio, casa embrujada, hogar de místico, campo de batalla), encendió la grabadora y se quedó allí, mirando a una pared, durante dos o tres horas (o días) durante los cuales, por supuesto, usted no escuchó nada ni mucho menos dijo ni pío. Y, sin embargo, asegura con vehemencia, en la cinta aparecieron mágicamente grabados esos sonidos que vienen del pasado, del más allá, de Ganimedes o del sótano de un chef de sushi de Kyoto.
Javier Sierra le cree de inmediato (o al menos lo finge de manera convincente, vaya usted a saber) y publica en su revista la fantástica historia aderezándola con preguntas que hagan aún más misteriosa y maravillosa su cinta y relacionándola con otros tremendos misterios que pueden no tener nada que ver pero que llenan páginas y hacen volar la imaginación del lector. Si tiene suerte, le publica un CD con su asombrosa grabación. Luego, lo pasea por emisoras de radio donde usted repite su historia, adornándola de cuando en cuando con detalles que recuerda de repente y, finalmente, lo lleva a "Crónicas marcianas", donde, en todo caso, el director Javier Sardá hará burla de sus tonterías y las tratará de confrontar con la más elemental razón, pero sin llegar a profundizar en los abismos del absurdo que usted realmente propone (Sardá es, después de todo, un comunicador muy profesional que maneja magníficamente a los charlatanes de la prensa rosa, pero no tiene gran experiencia lidiando con charlatanes místicos y desenmascarando sus pamplinas).
Y, además, en todos los casos usted recibe los respectivos cheques, nada despreciables.
¿Por qué se podría dudar de usted? Después de todo, está diciendo que asistió a una maravilla sin que lo viera nadie, sin control alguno, con una cinta que nadie comprobó que era virgen, y que obtuvo secretamente resultados que desafían a la inteligencia y que sólo usted sabe interpretar correctamente.
Pocas cosas más confiables puede haber en este mundo, ¿no?
Además, usted lleva barba y se peina con secador de aire, sin contar con que se presenta impecablemente vestido de traje. ¿Alguien sería capaz de dudar de la honestidad, honorabilidad y seriedad de una persona así? ¿Qué importa si nadie lo vio cuando cocinaba su milagrito? ¿Qué tiene que ver el que desafíe todas las leyes de la física? ¿Por qué habría alguien de preguntarse cómo se enteró usted de que allí, precisamente, se escucha la voz de Alejandro Magno tomando preso a Darío o la música de la banda de la cantina de Star Wars? ¿Qué insultante se tendría que ser para preguntarle a usted cómo es que el mecanismo electromagnético de una grabadora se convierte en una especie de médium que no cobra?
En realidad, para creer que hay una "verdadera psicofonía" sería necesario diseñar la experiencia de una forma controlada desde el punto de vista experimental, con participación de técnicos, científicos y magos de escenario que tuvieran total supervisión de cintas, grabadoras y psicofonistas durante todo el tiempo que durara la experiencia.
Aquí vale la pena hacer un alto y preguntar por qué rayos habríamos de meter a un mago de escenario en este enjuague. La respuesta es muy sencilla: los científicos no están muy acostumbrados a que alguien trate de engañarlos. Dicho sin ánimo de ofender, suelen ser gente bienintencionada y bastante ingenua. Un mago, por otro lado, es un profesional del engaño, de la simulación y de la distracción para aparentar milagros, y por tanto es un especialista indispensable cuando se trata de desenmascarar charlatanes.
La idea de un experimento controlado, obviamente, es que ni un farsante muy bien entrenado pueda introducir un engaño, truco o falsedad en el proceso, aunque tuviera un ingenio y una versatilidad que, por lo demás, no suelen ser parte del bagaje intelectual de estos personajes.
Por supuesto, quienes se ocupan de este lucrativo negocio se niegan sistemáticamente a someterse a controles de cualquier tipo. Para ello han inventado un argumento en apariencia impenetrable: la presencia de incrédulos, escépticos, científicos o personas que les parezcan non gratas provoca misteriosas "malas vibraciones" que impiden que se manifiesten las fuerzas sobrenaturales.
En otras palabras: si el milagro no ocurre, la culpa es de los que se atreven a dudar, no del honrado y trabajador charlatán.
En los años ochenta asistí a la actuación de un célebre vidente que afirmaba, al principio de su show, que si alguna de las maravillas que anunciaba no se materializaba se debería a las malas vibraciones de los escépticos descreídos malvados. Durante los siguientes cientoytantos minutos me concentré en echarle toda la mala vibra del mundo, pero sus trucos siguieron funcionando exactamente igual que siempre (trucos, por cierto, que cualquiera puede aprender en un club de magos o escuela de magia de escenario).
Siempre me he preguntado si las maravillas habrían funcionado igual de bien si el psíquico en cuestión hubiera sabido que yo estaba allí en calidad de escéptico y que, posteriormente, revelaría algunos de sus trucos en los medios de difusión.
Pero lo que verdaderamente hace de las psicofonías la mejor puerta de entrada a las maravillas de vivir sin dar golpe es que requieren de una inversión mínima y cero habilidades (como no sea que susurrar ante un micrófono se considere una habilidad). Simplemente necesita una grabadora, una cinta, una desvergüenza monumental y, claro, a Javier Sierra.
La edad media en los Estados Unidos
_____________________________________
El fundamentalismo religioso continúa su avance indetenible, erosionando las libertades, negando la ciencia y proclamando como única verdad aceptable la de su libro sagrado.
¿Dónde? En los Estados Unidos.
Según información del New York Times y de La Jornada, el embate religioso ha acelerado su lucha contra la ciencia, sobre todo en el campo de batalla más delicado: el del aula escolar.
Un nuevo proyecto educativo en el estado de Georgia pretende que se omita por completo cualquier mención a la palabra "evolución" y niega que se pueda hablar de una "larga" historia de la Tierra, ya que según los fundamentalistas nuestro planeta tiene apenas unos miles de años desde su creación, y no ha habido evolución alguna entre los seres vivos.
La superintendente escolar de Georgia, Kathy Cox, promueve la idea de que se enseñen las distintas teorías sobre el origen de la vida, lo que en resumen significa que las supersticiones bíblicas recibirían en el salón de clases el mismo tratamiento que los estudios de la geología, la biología, la paleontología y la paleoantropología.
¿Por qué? Porque Kathy Cox está aliada con los padres de familia cristianos que consideran herético que se les enseñe a sus hijos algo que contradiga a la Biblia.
Tal idea distorsionada de la educación ya se ha impuesto en otros lugares de los Estados Unidos, como el condado de Cobb al norte de Atlanta, donde ya se enseña a los alumnos "creacionismo" junto con la ciencia. Y otros, como el estado de Alabama, obligan a los editores de libros de texto a señalar que la evolución es una teoría "controvertida".
Mientras tanto, el Servicio de Parques de los Estados Unidos ha dejado de explicar que el Cañón del Colorado fue resultado de la fuerza de la erosión del río Colorado durante 6 millones de años y ha publicado un folleto que afirma que cañón surgió hace 6 mil años y se formó en unos cuantos días a consecuencia del diluvio del que habla la Biblia en el Génesis
Es evidente que los jóvenes científicos estadounidenses del futuro estarán asombrosamente mal preparados, lo cual es grave.
Más grave aún es pensar en los líderes políticos, financieros y de opinión que en el futuro tendrán poder de decision en todo el mundo: talibanes ignorantes, cavernarios, fanatizados y, ellos sí, con armas de destrucción masiva en cantidad suficiente para acabar con el planeta.
El fundamentalismo religioso continúa su avance indetenible, erosionando las libertades, negando la ciencia y proclamando como única verdad aceptable la de su libro sagrado.
¿Dónde? En los Estados Unidos.
Según información del New York Times y de La Jornada, el embate religioso ha acelerado su lucha contra la ciencia, sobre todo en el campo de batalla más delicado: el del aula escolar.
Un nuevo proyecto educativo en el estado de Georgia pretende que se omita por completo cualquier mención a la palabra "evolución" y niega que se pueda hablar de una "larga" historia de la Tierra, ya que según los fundamentalistas nuestro planeta tiene apenas unos miles de años desde su creación, y no ha habido evolución alguna entre los seres vivos.
La superintendente escolar de Georgia, Kathy Cox, promueve la idea de que se enseñen las distintas teorías sobre el origen de la vida, lo que en resumen significa que las supersticiones bíblicas recibirían en el salón de clases el mismo tratamiento que los estudios de la geología, la biología, la paleontología y la paleoantropología.
¿Por qué? Porque Kathy Cox está aliada con los padres de familia cristianos que consideran herético que se les enseñe a sus hijos algo que contradiga a la Biblia.
Tal idea distorsionada de la educación ya se ha impuesto en otros lugares de los Estados Unidos, como el condado de Cobb al norte de Atlanta, donde ya se enseña a los alumnos "creacionismo" junto con la ciencia. Y otros, como el estado de Alabama, obligan a los editores de libros de texto a señalar que la evolución es una teoría "controvertida".
Mientras tanto, el Servicio de Parques de los Estados Unidos ha dejado de explicar que el Cañón del Colorado fue resultado de la fuerza de la erosión del río Colorado durante 6 millones de años y ha publicado un folleto que afirma que cañón surgió hace 6 mil años y se formó en unos cuantos días a consecuencia del diluvio del que habla la Biblia en el Génesis
Es evidente que los jóvenes científicos estadounidenses del futuro estarán asombrosamente mal preparados, lo cual es grave.
Más grave aún es pensar en los líderes políticos, financieros y de opinión que en el futuro tendrán poder de decision en todo el mundo: talibanes ignorantes, cavernarios, fanatizados y, ellos sí, con armas de destrucción masiva en cantidad suficiente para acabar con el planeta.