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marzo 24, 2004

Otra exprimida al cuento de la hipnosis

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"¡Alárguese el pene!"

La afirmación no viene en uno de los millones de correos electrónicos fraudulentos que llenan de basura el ciberespacio, sino del monarca de los pesos pesadísimos de la farsantería española, Javier Sierra.

Con el espectáculo lamentable que llevó a la televisión el jueves 18 de marzo, Sierra ejemplifica perfectamente uno de los trucos más socorridos de los embusteros profesionales: hablar de cosas magníficas, milagrosas, impresionantes, asombrosas y tremendas... y sustituirlas luego por dos o tres trucos de salón y datos vagos e imprecisos, cuando no manipulados y majaderos, con los que pretenden convencer a la gente de la verdad de sus primeras, excesivas, afirmaciones para luego pasar el sombrero con objeto de sacarle a los ingenuos su dinero.

Gato por liebre a precio de faisán dorado.

Compárese la afirmación de que "la telepatía permite a dos mentes comunicarse como si fueran dos walkie-talkies", lo cual verdaderamente escalofriaría de ser cierto, y compárese con los lamentables resultados experimentales conseguidos por tipos como J.B Rhine, en los que el parecido más vago entre lo que se le ocurría a un sujeto y lo que le "transmitía" otro se consideraba un éxito pitorreándose de toda decencia científica.

Pues en el mismo tenor, Javier Sierra empezó su semanal engañifa de fenómenos para anormales diciendo que con la hipnosis se puede hacer crecer los pechos de las mujeres y los penes de los hombres.

¡La hipnosis puede hacer realidad los anhelos sexuales de la humanidad! Caramba y zamba, que diría Violeta Parra. A ver, demuéstrenmelo.

A la demostración de tales maravillas, por supuesto, no llegamos nunca.

Lo que se nos mostró fue a un muchachito de vivaracha imaginación (como suelen serlo los mejores sujetos hipnóticos) que asegura que descubrió sus vidas pasadas gracias a la hipnosis. Según esto, vivió en el País Vasco en 1808, cuando se llevaron a sus hijos a la guerra contra Napoleón, y en el antiguo Egipto, cuando sus hijas murieron en alguna atroz epidemia. No explica en qué cajón lo guardaron durante los tres mil años que mediaron entre ambas "reencarnaciones", pero bueno, no se puede pedir todo. Lo que tampoco dice, y esto es lo más triste, es si le creció el pito mientras chapoteaba en sus fantasías.

El domador de este muchachito y por tanto el cómplice directo de Javiercito Sierra es un tal Pere Alcaraz, hipnotizador supuestamente "clínico", aunque su parloteo revela que es, principalmente, cínico.

Al tal Pere le traen a dos cómplices, paleros o compinches previamente "condicionados" o aleccionados con una "clave" para entrar en "estado hipnótico". Se dice que son del público, sin probarlo, claro.

El brujo hipnotista dice una palabra y los dos se descoyuntan en la silla como muñecos rotos, la cabeza floja con el mentón sobre el pecho, los brazos colgando inservibles a los lados, las piernas con las rodillas juntas, totalmente en asombroso y místico "trance"...

Pero ojo, no hay borracho que coma lumbre ni supuesto hipnotizado que se rompa la crisma a lo imbécil. Todos relajadísimos, la muchachita y el muchachito participantes en el fraudazo se mantienen bien sentaditos en sus sillas. Dicho de otro modo: se les aflojan todos los músculos que sirven para el show, pero no los que los mantienen fijos en la silla. Si se relajaran de verdad azotarían en el suelo como sapos mojados y probablemente se averiarían algo. Y no se trata de eso.

Cuando el hipnotista c(l)ínico va a empezar su show, el conductor Javier Sardá se acuerda que esto no iba de ver a dos tipos fingiéndose en trances esperpéticos, sino de que a los hombres les crezca el pito y a las mujeres las tetas. Ante la insistencia del conductor, el tal Pere tartajea dos o tres estupideces. Dice que para que crezca el pene se hace que hipnóticamente se "redirija el flujo sanguíneo" para que alimente el tamaño, y entonces, automágicamente, el cipote crece (obviamente esto es un insulto a la fisiología elemental, pero el hipnotista no está para saber de medicina, claro), luego tartamudea tres o cuatro palabras más y se sale por la tangente a toda velocidad para dar su espectaculito.

Qué pitos ni qué pitos, vea lo bueno.

Empieza por pellizcar a los "hipnotizados" y luego a uno le clava una aguja con el consiguiente sangrado. Eso demuestra que no sienten dolor "debido a la hipnosis" (es decir, demuestra que la sugestión funciona, o deja claro que el efecto placebo es real, o prueba de nuevo que la hipnosis es un fenómeno social y no un "estado de conciencia alterado" o incluso puede ser evidencia de la aplicación oportuna de una pequeña inyección de lidocaína en la mano del comparsa del hipnotizador, no hay modo de saberlo, se espera que usted le crea a éstos, después de todo, ¿cuándo ha dicho una mentira Javier Sierra?)

Las chusmas aplauden porque se los indica un azafato, la hipnosis queda "demostrada" porque lo repite hasta el hartazgo Javier Sierra, los compinchados despiertan "sintiéndose muy bien", como siempre y sonríen como chimpancés orgullosos de su truco circense y esperando que les den su plátano.

Con base en este espectáculo bastante menos que impresionante, Sierra suelta el cuento de que hay "varias clases de hipnosis", para diferenciar las de relejamiento de las de "regresiones" a vidas pasadas, donde siempre las víctimas vivieron cosas muy emocionantes (epidemias, guerras, momentos históricos) en lugares fantásticos e importantes (Egipto tiene mucho cartel, hay millones y millones que juran haber vivido en Egipto, pero nadie dice que vivió comiendo cocos y copulando sin novedad en el frente, digamos, en una isla diminuta en la Melanesia).

Claro que lo que nunca se consigue es una sola prueba.

Imagínese que encontráramos a un alucinado de éstos que haya vivido, digamos, entre los olmecas de Veracruz o los moches del altiplano andino y nos diera datos precisos, veraces y comprobables acerca de estas culturas tan desconocidas. Sería un ejemplo que realmente merecería que se diera crédito a sus delirios.

Pero no, igual que los "contactaditos", los que "reviven vidas pasadas" dan informaciones vagas, imaginarias e imprecisas sobre su entorno social e histórico, lo cual demuestra que no tienen idea de lo que están hablando, y que sólo han liberado su imaginación mediante una sugestión eficaz que nada tiene que ver con un "estado de trance".

Lo que se ha demostrado incesantemente es que una persona a la que se sugestiona con facilidad (el llamado "sujeto hipnótico") puede generar con facilidad falsas memorias de acontecimientos que evidentemente nunca vivió. Lo mismo pasa con los contactados a los que hipnotizan (empezando por Betty y Barney Hill, los fundadores de esta fantasía) y, claro, con las "vidas pasadas". Las más de las veces,estos ingenuos no están conscientes de que las memorias son falsas, pero sí lo están quienes los manipulan para exhibirlos como fenómenos de circo.

La hipnosis, lo saben los estudiosos de la sicología no es lo que dicen estos aprovechados, ni mucho menos "demuestra" la existencia de los extraterrestres ni la "reencarnación".

Y, por supuesto, no le hace crecer el pene ni las glándulas mamarias a nadie.

Lo que sí hacen la hipnosis y todo el arsenal de las supercherías ofensivas es darle su dinerito periódico a Javier Sierra quien, a cambio de ello, se supera en desvergüenza semana a semana para desgracia de los televidentes españoles, inocentes totalmente de las ficciones de estos vividores.

(Más datos sobre la hipnosis, en inglés, en el inmejorable Diccionario escéptico.)