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diciembre 06, 2005

Cuarto milenio y enésima fantasía

No sé si la fantasía nació cuando Guillermo León vio Blade y decidió que él también era un héroe de lo oscuro como Wesley Snipes, o se le ocurrió a Carmen Porter para darle lustre al programoide que perpetran en Cuatro, o bien surgió del propio Íker Jiménez, a quien el respeto a los hechos no parece impresionarle mucho...

Pero lo que se dijo en el programa Cuarto milenio de este 4 de diciembre, atribuyéndole a Guillermo León (que me da que es tan "ingeniero informático" como Pedro Amorós) el megadescubrimiento de que los "orbes" u "orbs" son lo que en fotografía se llama "lens flare" (luz que no forma imágenes pero entra en el objetivo de la cámara, dispersándose, reflejándose y refractándose, motivo por el cual los objetivos profesionales llevan el aditamento llamado "parasol") es un cuento chino, probablemente inventado para poder decir la tontería sublime de que a Guille "no se le va una".

El "lens flare" es el tema esencial del diseño de objetivos profesionales. E incluso se puede ver en algunas de las fotos tomadas en la luna como ésta, aunque eso no impresionará a la tribu de Cuarto milenio, pues dicen que el hombre nunca fue a la Luna.

Guillermo León, dice Íker Jiménez, es "experto informático" que "analiza fotos" y dictamina con precisión quirúrgica cuáles son "genuinas" y cuáles son "trucadas". Como los "expertazos" que hicieron el supuesto análisis de la fotografía de un rostro en un remo de madera que ya reseñamos aquí.

Por supuesto, los "orbs" son, entre otras cosas, "flare", pero eso no lo "descubrió" ningún "Guillermo León". Y también son producto de la suciedad en la lente u objetivo. Pero sobre todo son producto de partículas suspendidas en el aire muy cerca del objetivo, como polvo y humedad, según explica pacientemente la gente de Fuji, al parecer sin preguntarle a ningún Guillermo León. A estos orbs, muchos cómplices de Jiménez los consideran "manifestaciones paranormales", entre ellos ni más ni menos que Pedro Amorós.

Pero el colmo de la fotografía ficción de Cuarto milenio es la otra fantasía según la cual la sobrepoblación reciente de "orbs" es "producto de las cámaras digitales".

¿Cómo lo saben? Porque Guillermo es "experto informático" y por tanto nada de lo digital le es ajeno. Si hay apartos informáticos implicados en el análisis de secuencias de ADN, en el proceso de las tomas del telescopio Hubble, en la cromatografía gaseosa o en la datación radiométrica por potasio-argón, según la lógica esperpéntica de Cuarto milenio, el tal Guillermo León es, asómbrese usted y nomínelo para el Nobel, experto en el análisis de secuencias de ADN, en procesos de las tomas del telescopio Hubble, en cromatografía gaseosa y en la datación radiométrica por potasio-argón.

Pamplinas.

Los "orbs" se multiplican:

1) porque cada vez hay más cámaras de aficionados,

2) porque las cámaras de aficionados poco a poco han ido incorporando objetivos zoom y mientras más elementos tiene un objetivo más flare tiene (los zoom tienen más elementos que los de distancia focal fija), esto también pasa en cámaras profesionales, como vemos en la siguiente fotografía digital con original de 6 megapíxeles, tomada en el Jardín Botánico de Gijón con una cámara Canon 10D y en la que se aprecia un bonito "orb" doble originado en el sol que está tras las hojas arriba de la esquina superior derecha del cuadro.


Fotografía cortesía de Marta Menéndez ©

3) porque las cámaras de aficionados tienden a ser cada vez más pequeñas y el flash se sitúa más cerca del objetivo, por lo que el ángulo de reflexión respecto de la lente es menor e ilumina los objetos cercanos a ésta, como el polvo, la lluvia, los copos de nieve o los insectos (hay ejemplos varios en la entrada sobre "orbs" en Wikipedia en inglés), y

4) porque la difusión de la estupidez, el pensamiento mágico y la misteriología por parte de negociantes caraduras es cada vez mayor, diciéndole a la gente que existen los "orbs" y animando a que busquen "misterios" en sus fotos de la última fiestuca que hicieron con los amigos, al tiempo que los medios le cierran la puerta a sus críticos y a ideas que puedan joderles el negocio.

Y, por supuesto, a estos procesos que pueden causar "orbs" les importa un rábano si la luz finalmente incidirá sobre un sensor digital (CCD o CMOS) o sobre una película en blanco y negro, color, diapositiva o infrarroja o sobre la última neurona de Cuarto milenio. Que la cámara sea digital o no, no significa nada fuera de la fantasilandia de estos pájaros.

Ni me meto esta semana con las "luces misteriosas" de Belchite, que no dudaría que tuvieron su misteriosísimo y acojonantérrimo origen en la linterna del mismo coequipero de Pedro Amorós que lanzó la moneda igualmente acojonomisteriosa de la patética emisión de TNT del lunes 28 de noviembre y le daba al ordenador para que pitara "hablando con los muertos".

Mucho menos me ocuparé demasiado de los "testigos profesionales" amaestrados de Jiménez, que ya llevó al programa de María Teresa Campos y a su programa radial Milenio 3 para aprovecharse desvergonzadamente de la desgracia del camping de Los Alfaques. Sólo señalo la insensibilidad mercenaria que implica el retransmitir insistentemente, amarillismo puro, sensacionalismo deshumanizado, las imágenes de las víctimas, sin pensar siquiera que algún familiar podría estar viendo la televisión. Es evidente que, si de cobrar se trata, la industria del ocultismo no conoce límites.

Porque, dígame usted, ¿qué media entre el brujo miserable, buitre e inmune al dolor humano que en Beslán le ha estado cobrando dos mil euros por niño a las madres de las pequeñas víctimas asesinadas por la brutalidad combinada del terrorismo integrista y del ejército ruso "para revivirlos" y el superinvestigador millonario que, con el único objetivo de ganar dinero y prestigio le dice a los familiares de las más de 200 víctimas de la tragedia de Los Alfaques que quizá algunos de sus seres queridos vaga como alma en pena en el sitio del holocausto?

No abundaré sobre eso ni sobre el refrito bobo de la leyenda urbana estadounidense de la "dama de la carretera" en versión "quiero salir en la tele, Íkeeeeeer".

Pero afirmo, contundentemente, que Guillermo León, si existe y no es otro producto de la fértil imaginación de la dupla JIménez-Porter, no sabe absolutamente nada de fotografía, de manipulación de imágenes por medios informáticos, de efectos especiales ni de formatos ni de algoritmos de compresión.

Si cualquier experto de Íker Jiménez supiera lo mínimo sobre la estructura interna de los archivos de imagen generados por las cámaras digitales (es decir, si supiera fotografía en lugar de ser "experto informático"), se habría dado cuenta sin muchos análisis de que la foto de las niñas del misterioso camposanto que depreda ahora como buitre Íker Jiménez es una trapacería, un engaño, una manipulación y un truco desvergonzado, algo que se puede demostrar por mucho que, según parece, Íker haya aleccionado a la familia "García Peña" a amenazar con demandas a quien ose reproducir sus fotos, sobre todo si es para demostrar que las fantasmas del cementerio son más falsas que un dólar con la cara de Ronald Reagan.

Demostrar que Guillermo León no puede detectar si una fotografía es trucada o no ni con ayuda de George Lucas y el fantasma de George Eastman es más fácil que demostrar que, cuando llueve, cae agua de arriba para abajo.