¿Está usted en Dresden, Alemania? ¿Tiene la creencia de que los extraterrestres lo han abducido, secuestrado o llevado de paseo forzadito? Pues el ufólogo y abogado Jens Lorek está dispuestísimo a tomarlo como cliente para demandar al gobierno alemán.
Esto ya lo había anunciado Jens el año pasado, y se carcajearon de él debidamente varios que conocen sus andanzas, entre ellos la Deutsche Welle en junio y, en noviembre, el famoso sitio Saucer Smear, pero ahora ya tiene a su primer cliente y ha emprendido las acciones legales. Según informa, entre otros, el diario argentino Página 12, Lorek ha demandado al gobierno alemán representando a Paul Hoffman, un caballero que un día cerró una cuenta bancaria, se puso de okupa y empezó a recorrer las calles en pelota picada, en traje de rana o al fresco, cosa que lo llevó a ser detenido por la policía. Paulito explicó que hacía todo eso porque se lo ordenaron unos malvados extraterrestres que lo secuestraron y lo "manipularon" para dejar de ser chef y convertirse en "aprendiz de chamán" para bendecir la ciudad en preparación a la llegada de los etés, lo que al parecer requiere la renuncia de la ropa, al menos en primavera. A Lorek se le ocurre que además de conseguir que su cliente sea liberado de la institución siquiátrica donde hoy lo albergan, puede pedirle una indemización al estado alemán por no proteger al pobre Paul de los malvados secuestradores intergalácticos que, según declaró Jens, "le clavan agujas en los genitales a sus víctimas e intefieren con sus órganos", cosa que en realidad sería aterradora, salvo por el hecho de que no hay ninguna prueba de que tales cosas hayan ocurrido nunca.
Claro que esto tiene una base, que hay negocio allí, una "demanda de asesoría legal" y una forma de meterse dinero en el bolsillo, lo cual a don Jens le parece francamente buena idea, aunque sea el hazmerreír de más de cuatro, al grito de "ándeme yo caliente y ríase la gente".
Si usted se interesó por seguir las incidencias de la parademanda parajudicial a la pimienta verde que perdió Pedro Amorós contra el periodista Javier Cavanilles y el diario El Mundo, seguramente recordará el cuando menos curioso papel que jugó en el proceso el ufólogo, misteriólogo, conspiranoico, vendedor de misterios, altisonante bobalicón y fracasado testigo en favor de los terroristas del 11-M Bruno Cardeñosa Chao, que promovión el paraderecho o legislación paranormal, según el cual el que pierde gana.
Pues Bruno, ahora ya puedes decir, junto con Pedrito, "no estamos solos", al menos no en los delirios de la paralegalidad turulata y el abuso de los tribunales para estupideces egregias.
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junio 25, 2007
junio 24, 2007
Las Sociedades Secretas
Leyendo los libros de los profesionales del misterio, uno no puede sino asombrarse del hecho de que todas las personas que han hecho algo interesante o importante en las artes, las ciencias, la política o la vida pública en general sean declarados por los misteriólogos como "miembros" de una de esas cosas que llaman, mirando para los lados asegurándonos de que no haya orejas indiscretas, "sociedades secretas".
Louis Pasteur, Albert Einstein, Miguel Ángel, Francis Bacon, Mozart, Bach y Churchill, Carlos Gardel, en fin, usted ponga el nombre y no faltará quien venga a asegurarle que esa persona era miembro de una "sociedad secreta".
Evidentemente, esto no significaría nada a no ser por el aura que los representantes comerciales de lo abracdabrante le han conferido a la idea misma de "sociedad secreta". Las llamadas "sociedades secretas" pueden ser de muchísimos tipos, ya que el sólo hecho de ser un colectivo (es decir, de estar formadas por más de una persona) y el que no se sepa que existen basta para convertir a cualquier par de amiguetes que comparten discretamente el gusto por las películas de Santiago Segura en una "sociedad secreta".
La sociedad en cuestión puede ser "secreta", además, de dos formas. La primera es ocultando su propia existencia, y eso le viene como anillo al dedo a los traficantes del estupor, pues siempre pueden decir que la sociedad secreta estaba allí, pero nadie la vió precisamente porque tuvo éxito en su secretismo. La segunda, más simple, es ocultando que sus miembros lo son. Muchas cofradías católicas son en ese sentido "sociedades secretas", como lo son las sociedades anónimas propietarias de medio mundo o los grupos de Alcohólicos Anónimos.
Por supuesto, la gente se ha asociado secretamente incontables veces a lo largo de la historia, con los más diversos objetivos, desde el culto religioso (el cristianismo era una "sociedad secreta" en la Roma imperial) hasta la obtención de ganancias irregulares (muchos oficios requerían pertenecer a un gremio), la delincuencia simple (la mafia), la lucha política (los partidos de izquierda son con frecuencia "sociedades secretas" perseguidos por dictadorzuelos varios), y varios motivos más, solos o mezclados.
Nada de esto tiene que ver con las "sociedades secretas" que los nada secretos comerciantes del misterio usan en sus escritos conspiranoicos. Las "sociedades secretas" que afirman que ellos han "descubierto" son generalmente agrupaciones:
a) Siniestras y despiadadas: nunca tienen interés en hacer nada bueno, nada positivo, nada que pudiera ser aplaudido por las mayorías, es decir, son secretas por vergonzosas y no, digamos, porque sus tendencias populares y justicieras pudieran molestar a los que tienen las armas, porque las sociedades secretas son las que tienen las armas, claro, y matan, destruyen e incluso masacran sin ningún resquemor ético.
b) Poderosísimas: consiguen cuanto se proponen con el sencillo expediente de ser secretas, al grado de que secretamente dominan todo el mundo, salvo a los vendedores de misterios, claro, que las exhiben, las denuncian, las desenmascaran y cobran por ello sin que nadie los moleste (si usted nota una pequeña contradicción, es normal).
c) Eternas: no tienen principio ni fin, hace poco escuché asombrado que Miguel Ángel, el artista renacentista, pertenecía a "Los Illuminati", hazaña nada despreciable si tenemos en cuenta que los "Iluminati Bávaros", la primera organización con ese nombre, se fundaron en 1776, mientras que el artista murió en 1564, más de 200 años antes.
d) Omniscientes: Lo saben todo, tienen todo el conocimiento científico y tecnológico del universo a su disposición, y lo comparten con sus miembros con la consigna de mantener tal conocimiento en secreto y no usarlo. Cuando sus miembros traicionan a las poderosísimas y despiadadas sociedades secretas y divulgan sus conocimientos o incluso los presentan como descubrimientos propios, dichos miembros se llenan de dinero y de reconocimiento mundial sin que las sociedades secretas les hagan nada (si aquí también detecta una pequeña contradicción, es igualmente normal).
e) Una sola: No importa que a lo largo de la historia haya habido "sociedades secretas" tan distintas como los cátaros (en realidad una secta religiosa que no era secreta), los templarios (que tampoco eran secretos), los rosacruces (unos loquitos que dicen conocer los secretos de la religión y de la alquimia), los masones (una sociedad de ayuda mutua con bases metafísicas y un sistema moral liberal), skull and bones (cráneo y huesos, una de las miles de fraternidades estudiantiles de Estados Unidos, ésta de élite en una universidad de élite, Yale), el "Priorato de Sión" (una sociedad falsa inventada por Pierre Plantard en 1956, aunque Dan Brown le cuente otra cosa), los Illuminati (fundados, decíamos, en 1776 y disueltos en 1790, aunque los buhoneros del misterio aseguran que "aún existen"), todas son una y la misma, y domina al mundo, y nadie se da cuenta más que los intrépidos escritores de libros malísimos.
f) Secretas aunque no lo sean: Algunas organizaciones, como el grupo "Bilderberg", organización proestadounidense en Europa que realiza una reunión anual de personajes política y económicamente poderosos en defensa de sus intereses (cosa que sólo sorprendería a los muy tontos), tienen listas públicas de miembros y sus reuniones son igualmente asunto público... pero los profesionales de la conspiranoia las anotan como "sociedades secretas" para convencernos de que realmente todas esas personas dominan el mundo (la verdad no necesitamos a tales expertos para darnos cuenta, pero bueno) y que además todos están de acuerdo, aunque se trate de personas que compiten en lo político y lo económico. Lo cual nos lleva al último punto de las "sociedades secretas" de opereta que se venden en tantos y tantos libros que repiten lo mismo hasta la náusea.
g) Sociedades que hacen lo mismo que vemos, pero de modo "secreto". Decíamos que no es necesario que vengan los conspiranoicos con tarifa a decirnos que en las reuniones Bilderberg se reúnen personas con gran poder, pues. Pero, nos aseguran los negociantes de lo falso fantástico, nos dominan "secretamente"... es decir, que en realidad el dominio del mundo no se efectúa por medio de guerras, de expoliación económica, de presión política, de persecución de disidentes, de promoción de la estupidez y la desinformación en los medios de comunicación, difusión delirante del pensamiento mágico, fantasmas y poderes místicos, de una televisión inane, una radio sin compromiso social alguno y de una pasión desmedida por poseerlo todo y cobrarlo todo, que es el sueño del capitalismo neoliberal... nononono... usted no entiende nada, eso no es "dominación", la verdadera dominación es la que hacen "en secreto", y eso lo saben unos pocos que le cobrarán por decírselo, para... pues para algo que en nada se diferencia de lo que hay hoy: el predominio de unos pocos poderosos sobre unos muchos jodidos, igual que durante toda la historia humana, si usted se fija un poco.
La realidad, claro, tiene la mala uva de contradecir a los especialistas en la venta de falsedades. Muchas "sociedades secretas" no son sino clubes de excéntricos que no van a ningún lado, ni pretenden nada más que hacerle al embozado porque les divierte y les permite ligar (como en las "fraternidades" universitarias estadounidenses), otras sirvieron a algún objetivo y luego se diluyeron, otras fracasaron estrepitosamente, otras ni siquiera existieron y todas, absolutamente todas, sospechan de las demás. La "Gran Federación Universal de Sociedades Secretas" sólo existe en la imaginación interesada de unos vendedores de libros, pues.
Claro que sí hay "sociedades secretas" en este mundo, desde los cárteles de la droga hasta diversos grupos armados y no pocos psicodislépticos que comparten "saberes esotéricos" a tanto el kilo. Pero con admirables astucia los "expertos en misterios" esquivan hablar de las verdaderas sociedades secretas, de investigarlas y de divulgar sus secretillos. Porque es muy emocionante sentirse heroico por asegurar que Bill Clinton perteneció al "club" Bilderberg, pero si en vez de tal no-información uno cuenta las andanzas de algún jefe de la Camorra Napolitana o desvela la identidad de los más destacados dirigentes de la Yakuza japonesa, o los agentes de la CIA infiltrados en Hamas, se ha comprado un boleto de viaje de ida al cementerio mediante procedimientos probadísimos.
Por supuesto, tales trabajos les quedan a algunos pocos verdaderos periodistas de investigación que sí se juegan el pellejo (sin andarlo proclamando) para averiguar asuntos de genuino interés para la sociedad. Los otros, los misteriólogos o rarólogos, se agotan repitiendo las mismas zarandajas que usted puede escuchar todas las semanas (si el hígado le da) en las emisiones del imperio "Jiménez del Misterio", y que puede leer en libros como el último tabique que con su inimitable estilo "high-hortera" ha expelido Bruno Cardeñosa, quien junto con sus coleguitas, dicen los malintencionados, pertenece a la primera ONG secreta del mundo esotérico y cobracional: "Soplapitos Sin Fronteras", que se conforman con alimentar de combustible a los más extraños conspiranoicos, milicianos de ultraderecha, sicópatas tipo Unabomber, antisemitas con rasgos más o menos neonazis y expertos en promover miedos falsos que, quiéranlo o no, ayudan al control nada secreto de las masas en bien de los poderosos.
Louis Pasteur, Albert Einstein, Miguel Ángel, Francis Bacon, Mozart, Bach y Churchill, Carlos Gardel, en fin, usted ponga el nombre y no faltará quien venga a asegurarle que esa persona era miembro de una "sociedad secreta".
Evidentemente, esto no significaría nada a no ser por el aura que los representantes comerciales de lo abracdabrante le han conferido a la idea misma de "sociedad secreta". Las llamadas "sociedades secretas" pueden ser de muchísimos tipos, ya que el sólo hecho de ser un colectivo (es decir, de estar formadas por más de una persona) y el que no se sepa que existen basta para convertir a cualquier par de amiguetes que comparten discretamente el gusto por las películas de Santiago Segura en una "sociedad secreta".
La sociedad en cuestión puede ser "secreta", además, de dos formas. La primera es ocultando su propia existencia, y eso le viene como anillo al dedo a los traficantes del estupor, pues siempre pueden decir que la sociedad secreta estaba allí, pero nadie la vió precisamente porque tuvo éxito en su secretismo. La segunda, más simple, es ocultando que sus miembros lo son. Muchas cofradías católicas son en ese sentido "sociedades secretas", como lo son las sociedades anónimas propietarias de medio mundo o los grupos de Alcohólicos Anónimos.
Por supuesto, la gente se ha asociado secretamente incontables veces a lo largo de la historia, con los más diversos objetivos, desde el culto religioso (el cristianismo era una "sociedad secreta" en la Roma imperial) hasta la obtención de ganancias irregulares (muchos oficios requerían pertenecer a un gremio), la delincuencia simple (la mafia), la lucha política (los partidos de izquierda son con frecuencia "sociedades secretas" perseguidos por dictadorzuelos varios), y varios motivos más, solos o mezclados.
Nada de esto tiene que ver con las "sociedades secretas" que los nada secretos comerciantes del misterio usan en sus escritos conspiranoicos. Las "sociedades secretas" que afirman que ellos han "descubierto" son generalmente agrupaciones:
a) Siniestras y despiadadas: nunca tienen interés en hacer nada bueno, nada positivo, nada que pudiera ser aplaudido por las mayorías, es decir, son secretas por vergonzosas y no, digamos, porque sus tendencias populares y justicieras pudieran molestar a los que tienen las armas, porque las sociedades secretas son las que tienen las armas, claro, y matan, destruyen e incluso masacran sin ningún resquemor ético.
b) Poderosísimas: consiguen cuanto se proponen con el sencillo expediente de ser secretas, al grado de que secretamente dominan todo el mundo, salvo a los vendedores de misterios, claro, que las exhiben, las denuncian, las desenmascaran y cobran por ello sin que nadie los moleste (si usted nota una pequeña contradicción, es normal).
c) Eternas: no tienen principio ni fin, hace poco escuché asombrado que Miguel Ángel, el artista renacentista, pertenecía a "Los Illuminati", hazaña nada despreciable si tenemos en cuenta que los "Iluminati Bávaros", la primera organización con ese nombre, se fundaron en 1776, mientras que el artista murió en 1564, más de 200 años antes.
d) Omniscientes: Lo saben todo, tienen todo el conocimiento científico y tecnológico del universo a su disposición, y lo comparten con sus miembros con la consigna de mantener tal conocimiento en secreto y no usarlo. Cuando sus miembros traicionan a las poderosísimas y despiadadas sociedades secretas y divulgan sus conocimientos o incluso los presentan como descubrimientos propios, dichos miembros se llenan de dinero y de reconocimiento mundial sin que las sociedades secretas les hagan nada (si aquí también detecta una pequeña contradicción, es igualmente normal).
e) Una sola: No importa que a lo largo de la historia haya habido "sociedades secretas" tan distintas como los cátaros (en realidad una secta religiosa que no era secreta), los templarios (que tampoco eran secretos), los rosacruces (unos loquitos que dicen conocer los secretos de la religión y de la alquimia), los masones (una sociedad de ayuda mutua con bases metafísicas y un sistema moral liberal), skull and bones (cráneo y huesos, una de las miles de fraternidades estudiantiles de Estados Unidos, ésta de élite en una universidad de élite, Yale), el "Priorato de Sión" (una sociedad falsa inventada por Pierre Plantard en 1956, aunque Dan Brown le cuente otra cosa), los Illuminati (fundados, decíamos, en 1776 y disueltos en 1790, aunque los buhoneros del misterio aseguran que "aún existen"), todas son una y la misma, y domina al mundo, y nadie se da cuenta más que los intrépidos escritores de libros malísimos.
f) Secretas aunque no lo sean: Algunas organizaciones, como el grupo "Bilderberg", organización proestadounidense en Europa que realiza una reunión anual de personajes política y económicamente poderosos en defensa de sus intereses (cosa que sólo sorprendería a los muy tontos), tienen listas públicas de miembros y sus reuniones son igualmente asunto público... pero los profesionales de la conspiranoia las anotan como "sociedades secretas" para convencernos de que realmente todas esas personas dominan el mundo (la verdad no necesitamos a tales expertos para darnos cuenta, pero bueno) y que además todos están de acuerdo, aunque se trate de personas que compiten en lo político y lo económico. Lo cual nos lleva al último punto de las "sociedades secretas" de opereta que se venden en tantos y tantos libros que repiten lo mismo hasta la náusea.
g) Sociedades que hacen lo mismo que vemos, pero de modo "secreto". Decíamos que no es necesario que vengan los conspiranoicos con tarifa a decirnos que en las reuniones Bilderberg se reúnen personas con gran poder, pues. Pero, nos aseguran los negociantes de lo falso fantástico, nos dominan "secretamente"... es decir, que en realidad el dominio del mundo no se efectúa por medio de guerras, de expoliación económica, de presión política, de persecución de disidentes, de promoción de la estupidez y la desinformación en los medios de comunicación, difusión delirante del pensamiento mágico, fantasmas y poderes místicos, de una televisión inane, una radio sin compromiso social alguno y de una pasión desmedida por poseerlo todo y cobrarlo todo, que es el sueño del capitalismo neoliberal... nononono... usted no entiende nada, eso no es "dominación", la verdadera dominación es la que hacen "en secreto", y eso lo saben unos pocos que le cobrarán por decírselo, para... pues para algo que en nada se diferencia de lo que hay hoy: el predominio de unos pocos poderosos sobre unos muchos jodidos, igual que durante toda la historia humana, si usted se fija un poco.
La realidad, claro, tiene la mala uva de contradecir a los especialistas en la venta de falsedades. Muchas "sociedades secretas" no son sino clubes de excéntricos que no van a ningún lado, ni pretenden nada más que hacerle al embozado porque les divierte y les permite ligar (como en las "fraternidades" universitarias estadounidenses), otras sirvieron a algún objetivo y luego se diluyeron, otras fracasaron estrepitosamente, otras ni siquiera existieron y todas, absolutamente todas, sospechan de las demás. La "Gran Federación Universal de Sociedades Secretas" sólo existe en la imaginación interesada de unos vendedores de libros, pues.
Claro que sí hay "sociedades secretas" en este mundo, desde los cárteles de la droga hasta diversos grupos armados y no pocos psicodislépticos que comparten "saberes esotéricos" a tanto el kilo. Pero con admirables astucia los "expertos en misterios" esquivan hablar de las verdaderas sociedades secretas, de investigarlas y de divulgar sus secretillos. Porque es muy emocionante sentirse heroico por asegurar que Bill Clinton perteneció al "club" Bilderberg, pero si en vez de tal no-información uno cuenta las andanzas de algún jefe de la Camorra Napolitana o desvela la identidad de los más destacados dirigentes de la Yakuza japonesa, o los agentes de la CIA infiltrados en Hamas, se ha comprado un boleto de viaje de ida al cementerio mediante procedimientos probadísimos.
Por supuesto, tales trabajos les quedan a algunos pocos verdaderos periodistas de investigación que sí se juegan el pellejo (sin andarlo proclamando) para averiguar asuntos de genuino interés para la sociedad. Los otros, los misteriólogos o rarólogos, se agotan repitiendo las mismas zarandajas que usted puede escuchar todas las semanas (si el hígado le da) en las emisiones del imperio "Jiménez del Misterio", y que puede leer en libros como el último tabique que con su inimitable estilo "high-hortera" ha expelido Bruno Cardeñosa, quien junto con sus coleguitas, dicen los malintencionados, pertenece a la primera ONG secreta del mundo esotérico y cobracional: "Soplapitos Sin Fronteras", que se conforman con alimentar de combustible a los más extraños conspiranoicos, milicianos de ultraderecha, sicópatas tipo Unabomber, antisemitas con rasgos más o menos neonazis y expertos en promover miedos falsos que, quiéranlo o no, ayudan al control nada secreto de las masas en bien de los poderosos.
junio 22, 2007
60 años de platillos volantes
Quizá usted no lo sepa, pero los primeros platillos voladores no eran circulares. Eran más bien de forma de luna creciente o de bumerang y se movían "como un plato" lanzado sobre la superficie de un estanque (lo que en México se llama "hacer patito"). Pero un reportero entendió lo que le dio la gana y habló de objetos voladores en forma de platos de taza de café (saucers) y la gente que se fascinó con el cuento contado por Kenneth Arnold empezó a ver naves misteriosísimas no en forma de bumerang, sino de plato.
El histórico "avistamiento" de Kenneth Arnold, hombre de negocios y piloto de avioneta, ocurrió el 24 de junio de 1947 y marcó el inicio de un mito singular del siglo XX, que incorporó la paranoia de la guerra fría, los delirios de la xenofobia y la eterna disposición de algunas personas a creer en cualquier cosa sin prueba alguna, como era el caso de los "platillos voladores", "platos volantes" o "platívolos" que la prensa le inventó a Kenneth Arnold.
En los 60-años-60 durante los cuales los creadores y difusores de mitos depredaron impunemente los terrenos creativos y artísticos de la ciencia ficción (literaria, televisual y cinematográfica) para promover la idea de visitas de misteriosas naves extraterrestres, se ha podido reunir una gran cantidad de información sobre el génesis, desarrollo y difusión de un mito, sobre la ingenuidad humana, sobre el infinito descaro de los perpetradores de todo tipo de fraudes, engaños y bulos y sobre la siempre delicada función de los medios de comunicación. Pero lo que no ha habido es ni una prueba sólida de la existencia de tales extraterrestres inteligentes ni mucho menos de que se recorran una o dos galaxias para venir a nuestro planeta con el único objetivo de ser vistos por el tonto del pueblo. Es una pena, sin dudarlo. Realmente, la existencia de seres inteligentes que nos visitaran con tecnologías mucho más desarrolladas sería un vuelco tan trascendente de la historia humana que a todos nos gustaría ser testigos de ello, pero hasta ahora nada indica que haya ocurrido.
Recordando el avistamiento de Kenneth Arnold, que bien podría llamarse "Cómo un vendedor de sistemas antiincendios armó la gorda", la Biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao (c/ Bidebarrieta, 4) acogerá el 5 de julio el ciclo de charlas "60 años de platillos volantes", en una iniciativa del diario El Correo, la Universidad del País Vasco (UPV), el Círculo Escéptico (CE), el Center for Inquiry y el Ayuntamiento de Bilbao.
El programa de la jornada es el siguiente:
El histórico "avistamiento" de Kenneth Arnold, hombre de negocios y piloto de avioneta, ocurrió el 24 de junio de 1947 y marcó el inicio de un mito singular del siglo XX, que incorporó la paranoia de la guerra fría, los delirios de la xenofobia y la eterna disposición de algunas personas a creer en cualquier cosa sin prueba alguna, como era el caso de los "platillos voladores", "platos volantes" o "platívolos" que la prensa le inventó a Kenneth Arnold.
En los 60-años-60 durante los cuales los creadores y difusores de mitos depredaron impunemente los terrenos creativos y artísticos de la ciencia ficción (literaria, televisual y cinematográfica) para promover la idea de visitas de misteriosas naves extraterrestres, se ha podido reunir una gran cantidad de información sobre el génesis, desarrollo y difusión de un mito, sobre la ingenuidad humana, sobre el infinito descaro de los perpetradores de todo tipo de fraudes, engaños y bulos y sobre la siempre delicada función de los medios de comunicación. Pero lo que no ha habido es ni una prueba sólida de la existencia de tales extraterrestres inteligentes ni mucho menos de que se recorran una o dos galaxias para venir a nuestro planeta con el único objetivo de ser vistos por el tonto del pueblo. Es una pena, sin dudarlo. Realmente, la existencia de seres inteligentes que nos visitaran con tecnologías mucho más desarrolladas sería un vuelco tan trascendente de la historia humana que a todos nos gustaría ser testigos de ello, pero hasta ahora nada indica que haya ocurrido.
Recordando el avistamiento de Kenneth Arnold, que bien podría llamarse "Cómo un vendedor de sistemas antiincendios armó la gorda", la Biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao (c/ Bidebarrieta, 4) acogerá el 5 de julio el ciclo de charlas "60 años de platillos volantes", en una iniciativa del diario El Correo, la Universidad del País Vasco (UPV), el Círculo Escéptico (CE), el Center for Inquiry y el Ayuntamiento de Bilbao.
El programa de la jornada es el siguiente:
- 18.00 horas: La invasión que nunca llegó, por Ricardo Campo, filósofo de la Universidad de La Laguna, y miembro de la Fundación Anomalía y el CE.
- 18.30 horas: La chapuza galáctica: ufología a la española, por Fernando L. Frías, abogado y presidente del CE.
- 19.00 horas: ¡Marciano, ven a casa!, por Eduardo Angulo, biólogo de la UPV y miembro del CE.
- 19.30-19.45 horas: Descanso.
- 19.45 horas: 40 años de hombrecillos grises, por Luis Alfonso Gámez, periodista.
- 20.15 horas. Mesa redonda. Platillos volantes, realidad y ficción, con los conferenciantes e invitados.
junio 19, 2007
Los caras de Bélmez: más que un berrinche
Un recorrido por el libro Los caras de Bélmez de Javier Cavanilles y Francisco Máñez, que se proponía ante todo como una lectura divertida, aparece en realidad como un cuidadoso desmontaje pieza a pieza de un mito conveniente, tarea realizada con acuciosidad, seriedad y una absoluta falta de piedad hacia los nobles sentimientos de avaricia, egotrip y autobombo de los embusteros profesionales, de modo que merece una breve reseña y una invitación a visitar su sitio Web.
Pero antes, vale la pena hacer mención de algunas consecuencias más o menos silenciosas de todo el escándalo Bélmez que culmina con este libro, aseado y entretenido, informativo y sabroso.
En primerísimo lugar, el mundillo de los vendedores de misterios, los grandes empresarios del embuste, ha dado ejemplo de un accionar similar al de otros grupos de interés bien conocidos, como la mafia siciliana, los crips de Los Ángeles y la mara salvatrucha, pues algunos de sus miembros no han encontrado mejor ocupación (pudiéndose dar de martillazos en las muelas, se me ocurre como opción) que hacerle la vida imposible a ciertos "aficionados al misterio" que han reconocido que las caras son un fraudazo y que la SEIP era una organización menos clara que un bote de brea. Se castiga a quienes sus creencias en fantasmitas, poderes mágicos y extraterrestres no los convierte en deshonestos ni negociantes.
Así, cierto investigador a quien por otro lado hemos puesto en este blog como jaula de perico, y con buenas razones, exempleado de un millonario del ocultismo, ha recibido hasta amenazas de muerte a altas horas de la noche en el teléfono de su casa. Por su parte, el que fuera dócil perrito faldero de Pedro Amorós, Manuel Capella, ex "segundo vicepresidente" de la inexistente SEIP, ha sido hostigado al grado de que se ha visto obligado a denunciar a quienes lo están atacando, señalando entre los posibles responsables a su ex socio.
Ojo, Manuelito Capella, "el vengador hipnótico", no me merece ninguna simpatía como falsario "terapeuta" que decía hipnotizar a sus víctimas para sacarles los cuartos, ni como miserable capaz de llegar al robo de la propiedad intelectual para insultar impotente a quienes le oponen argumentos que rebasan su limitadísima capacidad intelectual, ni mucho menos como derechista aznariano y paleofranquista. Pero nada de eso hace aceptable que se le hostigue en lo personal. Como charlatán con diplomas falsos, bien merecería que sus víctimas lo llevaran a los tribunales para que devolviera lo malcobrado, y merece -y mucho- que se lo exhiba como mamarracho del ocultismo convenenciero... pero eso se refiere únicamente a su accionar público, y allí debe mantenerse, máxime si Capella renunció al club de zafaditos de Amorós cuando descubrió que lo de los dineros no se manejaba con aseo, lo que revela que hasta su deshonestidad tiene límite.
Por último, el libro objeto de esta entrada, Los caras de Bélmez se está convirtiendo rápidamente en objeto de un silencio concertado más o menos convenenciero. Vaya, evidentemente los beneficiarios del embuste Bélmez, digamos el "Cuarto Milenio" de la dupla Jiménez-Porter, o revistas como Enigmas, que tanto rentabilizaron el asunto, no van a hacer una reseña del libro ni para cubrirlo de insultos. Pero lo curioso es que, según dicen los autores, parece que "a nadie le interesa que las caras sean un embuste", y por tanto la mayoría de los medios informativos llamémosles "normales" están haciéndole el vacío al volumen, exhibiendo poco entusiasmo y simpatía para promoverlo, por decir algo, con el entusiasmo desaforado con el que el programa "En Antena" de Jaime Cantizano le dio minutos y minutos al espectáculo audiovisual de discotheque parapsicótica de los pedritos (Amorós y Fernández), incluido el show de láser y la desvergüenza necesaria para sumir en el pánico a una reportera ingenua en esto de lidiar con personajes de tal calaña. Hasta ahora, con la salvedad del programa de la primera de TVE sobre los infames caretos belmecianos, los presentadores de radio y televisión y los entrevistadores de diarios parecen renuentes a aceptar que muera ya, de una vez, el cuento de las caras de Bélmez y dejar que ocupen su lugar junto al Preste Juan, las Siete Ciudades de Oro de Cibola y otros mitos. La ética periodística va mal, ya lo decíamos.
A la reseña.
En la "investigación de misterios", los buhoneros profesionales del perpetuo asombro, llevan una ventaja enorme sobre quienes buscan promover el simple pensamiento crítico y cuestionador ante las afirmaciones más extravagantes. El vendedor de arcanos tiene, por lo general, el apoyo de potentes factores económicos: editoriales, revistas, programas de radio y televisión, anunciantes ambiciosos y otros beneficiarios de la credulidad. Cuenta además con la plena certeza de que le esperan interesantes beneficios cuando la "investigación" sea publicada en la revista, en el medio electrónico o en el infaltable libro. Y el misteriólogo profesional sabe que puede decir cualquier cantidad de mentiras, ya que sus medios de comunicación no suelen exigirle que se ajuste a código deontológico alguno (como no sea el de que "dos euros son mejores que uno"), y todo cuento, falsificación, embuste, estafa, fraude, mistificación y engaño se vale, sabiendo que a veces desenmascararlos demanda tiempo, dedicación y, muchas veces, recursos que no están al alcance de quienes sólo cuentan con las armas de la razón y la honestidad.
Igualmente, el profesional de la venta de arcanos al menudeo llega a cualquier "labor de investigación" con la verdad ya aprendida, al menos la "verdad" que le importa: "aquí hay un misterio, y es muy misterioso, y debe seguir siéndolo para sacarle plata". En esos términos, el "himbestigador" no sólo se guarda mucho de investigar con tanta intensidad que el misterio deje de serlo, sino que además ocupa gran parte de su tiempo, espacio en medios y esfuerzos en la labor de denigrar, ofender y atacar a quienes osan afirmar que no hay misterio o tengan la desfachatez de demostrar que no lo hay. Los profesionales del asombro de saldo pueden así emitir numerosas hipótesis contradictorias, ocultar información, retorcer los hechos, alterar la verdad, fingir demencia oportunamente y hacer todo lo que sirva a la perpetuación del misterio y, por tanto, del negocio. Lo que hacen en el proceso, ejemplificado de modo excelente en el libro que nos ocupa, es inventar un misterio y sostenerlo contra viento y marea en una exhibición que oscila entre lo cómico, lo patético y lo indignante, como lo van demostrando Cavanilles y Máñez con documentación vastísima y reuniendo elementos que durante más de ters décadas han estado dispersos. Revelan así, por ejemplo, la forma en que los "expertos en Bélmez" no tienen empacho en afirmar, para conseguir asombros y ventas, que algo ocurrió años antes o después de que realmente ocurriera, o la forma en que cambian la redacción de informes, entrevistas e incluso artículos publicados para llevar agua a su molino da mucho qué pensar sobre la forma en que estos personajes confeccionan sus mitos.
En este caso ejemplar, Cavanilles y Máñez (quienes, por otra parte, difícilmente podrían considerarse "escépticos" en el sentido que dan a la palabra los miembros de "Soplapitos Sin Fronteras") se han empeñado en una labor de investigación y documentación exhaustivas, en la que todos y cada uno de los embustes menores que rodean a la munífica ubre de Bélmez van cayendo para regocijo y asombro del lector. Así, quien lleve décadas oyendo hablar del "Señor Profesor Don Germán de Argumosa" vendrán a enterarse fehacientemente que Germán no es profesor de nada, sino un espiritista del montón que cuenta más cuentos que Walt Disney. Quienes llevan otros tantos años escuchando que el "gran Hans Bender" estudió y certificó el caso de las "Caras de Bélmez®" como "el fenómeno paranormal más importante de todos los tiempos" podrá constatar que Bender era otro espiritista, torpe como personaje de dibujos animados, que metía la pata sin cesar, se tragaba todos los fraudes, nunca investigó en Bélmez y que para remate nunca dijo la frase que repiten los cobrones de siempre.
El lector igualmente podrá disfrutar (y mucho) con el relato de cómo un grupo de profesionales de lo enigmático enviados por una revista necesitada de ventas inventaron hace pocos años un supuesto y horrendo complot franquista contra Bélmez, de las gordas y numerosas mentiras contadas al efecto (con mención especial a cómo una vergüenza del periodismo cuenta la misma historia de distintas maneras según le convenga y falsifica pruebas que es un contento), y de las abundantísimas contradicciones que demuestran que la "Operación Tridente" que repiten hasta la saciedad los Bélmez Boys and Girls sólo existió en las por lo demás vacantes cabecitas de los empleadetes de la revista.
Personaje a personaje, caso a caso, día a día, Cavanilles y Máñez hacen en Los caras de Bélmez la crónica de cómo colaboran distintos grupos y personas con acuerdos más o menos tácitos y todos tratando de arrimar al ascua su sardina: particulares sin escrúpulos, autoridades políticas de un pueblo con una economía deprimida, vecinos con ganas de que el negocio siga o de verle la cara (de Bélmez) a los personajes de ciudad que llegan con aire de matasiete, maestros de la picardía, encargados de medios sin sentido crítico, periodistas del misterio sin ética, negociantes varios, etc.
El libro ofrece en el proceso una perspectiva histórica que contextualiza el affaire Bélmez con casos relevantes en la historia de los embustes seudoparanormales, como el de las Hermanas Fox, máximas superstars del espiritismo, la tabla Ouija® y las parademandas turulatas de delirantes del ocultismo como Uri Geller y Octavio Aceves, preámbulo a las tontas amenazas que Pedro Amorós hizo contra quien esto escribe y que desembocaron en la más que tonta demanda del propio Amorós contra Javier Cavanilles y el diario El Mundo, que ha sumido en el más absoluto ridículo a Amorós, a sus defensores, a la SEIP (o como se llame esta semana el cónclave de cabecitas huecas de Amorós), al paraabogado Bruno Cardeñosa que hizo lo imposible por quedar como un tonto a lo largo de toda la demanda que perdió su amigo Pedro, y a otros casi tan bobos como los anterioers.
Ojalá (no lo creo, pero tengo ganas de decirlo) este libro fuera el anuncio del surgimiento del "escéptico profesional" al que tanto pánico le tienen los vendedores de misterios, ésos que aúllan enloquecidos cuando algún incrédulo cobra por alguna actividad de comunicación honesta de información real, mientras ellos se embolsan montones de euros, a veces incluso anónimamente, por vender las más diversas bajezas, inmoralidades, mentiras, camelos y embustes, pero tratando siempre de ajustarse al PIJE: "Principio Íker Jiménez sobre la Estafa" que a la letra dice: "Cuando el que paga está satisfecho...no es estafado". Es decir, lo que tenem es que el "escéptico" (que no es sino un investigador de misterios sin ánimo de creerse cualquier bobada ni interés en venderla) desvele el misterio y demuestre que la satisfacción del que paga es espuria, porque en tal caso la estafa se hace evidente.
Mientras llega el día en que de escuelas, universidades y responsables de educación a todos los niveles de la administración apoyen los esfuerzos por educar al público y defender su derecho a saber, tenemos a Los caras de Bélmez como un muy buen ejemplo de cómo dar al traste con las descabelladas propuestas de los misteriólogos profesionales, y divertirse en el proceso. Un tratamiento que merecen muchos camelos más del mundo del ocultismo profesional en horario de máxima audiencia.
Y una consideración posterior. Los autores relatan la amenaza que me lanzó Amorós y sus consecuencias para concluir: "Sin las bravuconadas de Amorós y su pulso con Schwarz, los autores de este libro jamás se hubieran conocido y la mentira de Bélmez gozaría de excelente salud". Creo que es un exceso, considero que Pedro Amorós es el arquitecto de su propio desatino, y que habría resbalado en sus embustes con o sin sus delirios contra mí, haciendo inevitable que se reunieran Cavanilles y Máñez para dar cuenta final de este delirio del folclor ocultista... pero quizá sea oportuno que Pedro Amorós le ofrezca disculpas a quienes allá por agosto de 2004 le advirtieron que estaba metiendo la pata tratando de atemorizar a gente honrada con babosadas como su cerril amenaza contra mí. Sabemos quiénes son, y que tenían razón. Y como decía mi asombrosamente inteligente abuela Sofía, más rápido cae un hablador...
Pero antes, vale la pena hacer mención de algunas consecuencias más o menos silenciosas de todo el escándalo Bélmez que culmina con este libro, aseado y entretenido, informativo y sabroso.
En primerísimo lugar, el mundillo de los vendedores de misterios, los grandes empresarios del embuste, ha dado ejemplo de un accionar similar al de otros grupos de interés bien conocidos, como la mafia siciliana, los crips de Los Ángeles y la mara salvatrucha, pues algunos de sus miembros no han encontrado mejor ocupación (pudiéndose dar de martillazos en las muelas, se me ocurre como opción) que hacerle la vida imposible a ciertos "aficionados al misterio" que han reconocido que las caras son un fraudazo y que la SEIP era una organización menos clara que un bote de brea. Se castiga a quienes sus creencias en fantasmitas, poderes mágicos y extraterrestres no los convierte en deshonestos ni negociantes.
Así, cierto investigador a quien por otro lado hemos puesto en este blog como jaula de perico, y con buenas razones, exempleado de un millonario del ocultismo, ha recibido hasta amenazas de muerte a altas horas de la noche en el teléfono de su casa. Por su parte, el que fuera dócil perrito faldero de Pedro Amorós, Manuel Capella, ex "segundo vicepresidente" de la inexistente SEIP, ha sido hostigado al grado de que se ha visto obligado a denunciar a quienes lo están atacando, señalando entre los posibles responsables a su ex socio.
Ojo, Manuelito Capella, "el vengador hipnótico", no me merece ninguna simpatía como falsario "terapeuta" que decía hipnotizar a sus víctimas para sacarles los cuartos, ni como miserable capaz de llegar al robo de la propiedad intelectual para insultar impotente a quienes le oponen argumentos que rebasan su limitadísima capacidad intelectual, ni mucho menos como derechista aznariano y paleofranquista. Pero nada de eso hace aceptable que se le hostigue en lo personal. Como charlatán con diplomas falsos, bien merecería que sus víctimas lo llevaran a los tribunales para que devolviera lo malcobrado, y merece -y mucho- que se lo exhiba como mamarracho del ocultismo convenenciero... pero eso se refiere únicamente a su accionar público, y allí debe mantenerse, máxime si Capella renunció al club de zafaditos de Amorós cuando descubrió que lo de los dineros no se manejaba con aseo, lo que revela que hasta su deshonestidad tiene límite.
Por último, el libro objeto de esta entrada, Los caras de Bélmez se está convirtiendo rápidamente en objeto de un silencio concertado más o menos convenenciero. Vaya, evidentemente los beneficiarios del embuste Bélmez, digamos el "Cuarto Milenio" de la dupla Jiménez-Porter, o revistas como Enigmas, que tanto rentabilizaron el asunto, no van a hacer una reseña del libro ni para cubrirlo de insultos. Pero lo curioso es que, según dicen los autores, parece que "a nadie le interesa que las caras sean un embuste", y por tanto la mayoría de los medios informativos llamémosles "normales" están haciéndole el vacío al volumen, exhibiendo poco entusiasmo y simpatía para promoverlo, por decir algo, con el entusiasmo desaforado con el que el programa "En Antena" de Jaime Cantizano le dio minutos y minutos al espectáculo audiovisual de discotheque parapsicótica de los pedritos (Amorós y Fernández), incluido el show de láser y la desvergüenza necesaria para sumir en el pánico a una reportera ingenua en esto de lidiar con personajes de tal calaña. Hasta ahora, con la salvedad del programa de la primera de TVE sobre los infames caretos belmecianos, los presentadores de radio y televisión y los entrevistadores de diarios parecen renuentes a aceptar que muera ya, de una vez, el cuento de las caras de Bélmez y dejar que ocupen su lugar junto al Preste Juan, las Siete Ciudades de Oro de Cibola y otros mitos. La ética periodística va mal, ya lo decíamos.
A la reseña.
Los caras de Bélmez, una referencia que faltaba
En la "investigación de misterios", los buhoneros profesionales del perpetuo asombro, llevan una ventaja enorme sobre quienes buscan promover el simple pensamiento crítico y cuestionador ante las afirmaciones más extravagantes. El vendedor de arcanos tiene, por lo general, el apoyo de potentes factores económicos: editoriales, revistas, programas de radio y televisión, anunciantes ambiciosos y otros beneficiarios de la credulidad. Cuenta además con la plena certeza de que le esperan interesantes beneficios cuando la "investigación" sea publicada en la revista, en el medio electrónico o en el infaltable libro. Y el misteriólogo profesional sabe que puede decir cualquier cantidad de mentiras, ya que sus medios de comunicación no suelen exigirle que se ajuste a código deontológico alguno (como no sea el de que "dos euros son mejores que uno"), y todo cuento, falsificación, embuste, estafa, fraude, mistificación y engaño se vale, sabiendo que a veces desenmascararlos demanda tiempo, dedicación y, muchas veces, recursos que no están al alcance de quienes sólo cuentan con las armas de la razón y la honestidad.
Igualmente, el profesional de la venta de arcanos al menudeo llega a cualquier "labor de investigación" con la verdad ya aprendida, al menos la "verdad" que le importa: "aquí hay un misterio, y es muy misterioso, y debe seguir siéndolo para sacarle plata". En esos términos, el "himbestigador" no sólo se guarda mucho de investigar con tanta intensidad que el misterio deje de serlo, sino que además ocupa gran parte de su tiempo, espacio en medios y esfuerzos en la labor de denigrar, ofender y atacar a quienes osan afirmar que no hay misterio o tengan la desfachatez de demostrar que no lo hay. Los profesionales del asombro de saldo pueden así emitir numerosas hipótesis contradictorias, ocultar información, retorcer los hechos, alterar la verdad, fingir demencia oportunamente y hacer todo lo que sirva a la perpetuación del misterio y, por tanto, del negocio. Lo que hacen en el proceso, ejemplificado de modo excelente en el libro que nos ocupa, es inventar un misterio y sostenerlo contra viento y marea en una exhibición que oscila entre lo cómico, lo patético y lo indignante, como lo van demostrando Cavanilles y Máñez con documentación vastísima y reuniendo elementos que durante más de ters décadas han estado dispersos. Revelan así, por ejemplo, la forma en que los "expertos en Bélmez" no tienen empacho en afirmar, para conseguir asombros y ventas, que algo ocurrió años antes o después de que realmente ocurriera, o la forma en que cambian la redacción de informes, entrevistas e incluso artículos publicados para llevar agua a su molino da mucho qué pensar sobre la forma en que estos personajes confeccionan sus mitos.
En este caso ejemplar, Cavanilles y Máñez (quienes, por otra parte, difícilmente podrían considerarse "escépticos" en el sentido que dan a la palabra los miembros de "Soplapitos Sin Fronteras") se han empeñado en una labor de investigación y documentación exhaustivas, en la que todos y cada uno de los embustes menores que rodean a la munífica ubre de Bélmez van cayendo para regocijo y asombro del lector. Así, quien lleve décadas oyendo hablar del "Señor Profesor Don Germán de Argumosa" vendrán a enterarse fehacientemente que Germán no es profesor de nada, sino un espiritista del montón que cuenta más cuentos que Walt Disney. Quienes llevan otros tantos años escuchando que el "gran Hans Bender" estudió y certificó el caso de las "Caras de Bélmez®" como "el fenómeno paranormal más importante de todos los tiempos" podrá constatar que Bender era otro espiritista, torpe como personaje de dibujos animados, que metía la pata sin cesar, se tragaba todos los fraudes, nunca investigó en Bélmez y que para remate nunca dijo la frase que repiten los cobrones de siempre.
El lector igualmente podrá disfrutar (y mucho) con el relato de cómo un grupo de profesionales de lo enigmático enviados por una revista necesitada de ventas inventaron hace pocos años un supuesto y horrendo complot franquista contra Bélmez, de las gordas y numerosas mentiras contadas al efecto (con mención especial a cómo una vergüenza del periodismo cuenta la misma historia de distintas maneras según le convenga y falsifica pruebas que es un contento), y de las abundantísimas contradicciones que demuestran que la "Operación Tridente" que repiten hasta la saciedad los Bélmez Boys and Girls sólo existió en las por lo demás vacantes cabecitas de los empleadetes de la revista.
Personaje a personaje, caso a caso, día a día, Cavanilles y Máñez hacen en Los caras de Bélmez la crónica de cómo colaboran distintos grupos y personas con acuerdos más o menos tácitos y todos tratando de arrimar al ascua su sardina: particulares sin escrúpulos, autoridades políticas de un pueblo con una economía deprimida, vecinos con ganas de que el negocio siga o de verle la cara (de Bélmez) a los personajes de ciudad que llegan con aire de matasiete, maestros de la picardía, encargados de medios sin sentido crítico, periodistas del misterio sin ética, negociantes varios, etc.
El libro ofrece en el proceso una perspectiva histórica que contextualiza el affaire Bélmez con casos relevantes en la historia de los embustes seudoparanormales, como el de las Hermanas Fox, máximas superstars del espiritismo, la tabla Ouija® y las parademandas turulatas de delirantes del ocultismo como Uri Geller y Octavio Aceves, preámbulo a las tontas amenazas que Pedro Amorós hizo contra quien esto escribe y que desembocaron en la más que tonta demanda del propio Amorós contra Javier Cavanilles y el diario El Mundo, que ha sumido en el más absoluto ridículo a Amorós, a sus defensores, a la SEIP (o como se llame esta semana el cónclave de cabecitas huecas de Amorós), al paraabogado Bruno Cardeñosa que hizo lo imposible por quedar como un tonto a lo largo de toda la demanda que perdió su amigo Pedro, y a otros casi tan bobos como los anterioers.
Ojalá (no lo creo, pero tengo ganas de decirlo) este libro fuera el anuncio del surgimiento del "escéptico profesional" al que tanto pánico le tienen los vendedores de misterios, ésos que aúllan enloquecidos cuando algún incrédulo cobra por alguna actividad de comunicación honesta de información real, mientras ellos se embolsan montones de euros, a veces incluso anónimamente, por vender las más diversas bajezas, inmoralidades, mentiras, camelos y embustes, pero tratando siempre de ajustarse al PIJE: "Principio Íker Jiménez sobre la Estafa" que a la letra dice: "Cuando el que paga está satisfecho...no es estafado". Es decir, lo que tenem es que el "escéptico" (que no es sino un investigador de misterios sin ánimo de creerse cualquier bobada ni interés en venderla) desvele el misterio y demuestre que la satisfacción del que paga es espuria, porque en tal caso la estafa se hace evidente.
Mientras llega el día en que de escuelas, universidades y responsables de educación a todos los niveles de la administración apoyen los esfuerzos por educar al público y defender su derecho a saber, tenemos a Los caras de Bélmez como un muy buen ejemplo de cómo dar al traste con las descabelladas propuestas de los misteriólogos profesionales, y divertirse en el proceso. Un tratamiento que merecen muchos camelos más del mundo del ocultismo profesional en horario de máxima audiencia.
Y una consideración posterior. Los autores relatan la amenaza que me lanzó Amorós y sus consecuencias para concluir: "Sin las bravuconadas de Amorós y su pulso con Schwarz, los autores de este libro jamás se hubieran conocido y la mentira de Bélmez gozaría de excelente salud". Creo que es un exceso, considero que Pedro Amorós es el arquitecto de su propio desatino, y que habría resbalado en sus embustes con o sin sus delirios contra mí, haciendo inevitable que se reunieran Cavanilles y Máñez para dar cuenta final de este delirio del folclor ocultista... pero quizá sea oportuno que Pedro Amorós le ofrezca disculpas a quienes allá por agosto de 2004 le advirtieron que estaba metiendo la pata tratando de atemorizar a gente honrada con babosadas como su cerril amenaza contra mí. Sabemos quiénes son, y que tenían razón. Y como decía mi asombrosamente inteligente abuela Sofía, más rápido cae un hablador...
junio 12, 2007
Las falsas explicaciones: el caso Verne
El domingo pasado, en el cada vez más infumable ladrillo medievalocultista del teleintegrismo "Cuarto Milenio", después de que el siempre pasmado Íker Jiménez dedicara largo rato a convencernos de que el diablo existe y el Vaticano es el dueño único de la verdad que debemos y podemos aceptar en esta España laica de momento, pero no canten victoria, y de que su socia y cónyuge Carmen Porter recitara conmovida los nombres de los demonios derrotados por el patético exorcista que tenían invitado echando rollo, vimos un bonito ejemplo de las "falsas explicaciones" de las que viven los embusteros profesionales, a cargo de un florido ramillete de trapaceros de tomo y lomo, uno que les preguntaba lo que habían acordado antes y varios que respondían lo que habían ensayado, en una coreografía que era un primor.
Los mistificadores en cuestión se habían reunido alrededor de la fallecida figura de Julio Verne con la misma vocación que mueve a las hienas a hacer asamblea alrededor de un antílope en similar estado de fallecimiento, es decir, para sacar la comida. El asunto empezó a degenerar desde el principio, cuando Íker presentó a sus cómplices como "expertos" en Julio Verne, con esa vena entre cómica y lírica que distingue al "rarólogo" Jiménez y que se le acentúa semana a semana. Pero no, ninguno de los invitadísimos era Brian Taves o Stephen Michaluk, autores de La enciclopedia de Jules Verne, ni tampoco ninguno era Herbert R. Lottman, biógrafo del francés, ni estaba Marc Jakubowski, autor de una guía para coleccionistas de obra de Verne, ni mucho menos Jean-Paul Dekiss, autor de varios libros sobre Verne e investigador de verdad.
En lugar de tales genuinos y verdaderos "expertos en Julio Verne", Íker tenía a unos nada inesperados simuladores. El primero, José Lesta, refriteador profesional de rolletes conspiranoicos como el esoterismo nazi (recordemos que en todos los programas, libros y revistas ocultistas siempre le dan cancha a Hitler, a saber por qué, pero a mí me tienen hasta los mismísimos, porque siempre parece promoción) y, claro, el esoterismo franquista que parece gustarle mucho, y que asegura que le funcionaba de maravilla al hijoputa de El Ferrol, además de haber escrito por enésima vez otra vez el refrito conspiranoico del mundo controlado por "sociedades secretas", el mismo que acaba de de re-refritear y volver a escribir Bruno Cardeñosa. Le seguía Mariano Fernández Urresti que también es un misteriólogo profesional que igual le suelta a usted a los templarios que le reinventa a Jesucristo, a Colón o a Verne, todo ello sin ser, claro, experto en ninguno de esos temas, que para el caso importa poco. En resumen, que eran dos colaboradores más de las revistas de siempre, las tres ubres ordeñables del ocultismo de kiosco: Más Allá, Enigmas y Año Cero, donde se ganan la poco ética manduca todos los soplaflautas ibéricos además de ser (casi se me olvidaba) "colaboradores" de Milenio 3, o sea, dóciles empleados de Íker Jiménez.
El tercero en monocordia era Floreal Peleato, que, asómbrese usted, no es misteriodista profesional (al menos no todavía), pero no se preocupe usted, porque tampoco es "especialista en Verne". Es un cineasta, guionista y crítico de cine no muy exitoso que digamos, al que un día le dio por escribir un ensayete sobre Verne, y nuestro incombustible Jimenitos se impresionó hasta el llanto porque Floreal ha leído su ensayete en varios lugares, lo cual a ojos de "el asombrao" Jiménez prueba su acuciosidad histórica, su precisión documental, su adecuada interpretación de los hechos y su profunda familiaridad con las fuentes documentales primarias de la vida de Verne. Floreal, inteligentemente, se presentaba como "director, crítico de cine" apenas el 24 de abril, cuando soltaba el rollo "La banda sonora de tu vida: enseñar con bandas sonoras de películas en clase de música", en unas jornadas de la Federación Española de Religiosos de Enseñanza, pero al parecer en un mes cambió de currete y ahora es experto en Verne. Joer.
Y así comienzan, claro, las falsas explicaciones.
A ver, usted no sabe cómo Verne construía sus imaginaciones, y de lo que se trata es, por supuesto, de que usted no se entere nunca de cómo lo hizo. A cambio, el objetivo es que usted admire a rabiar a los turulatos amaestrados de Íker, les compre los libros y sea su público en la radio y la televisión, cosa que no conseguirían si usted se entera que en la obra de Verne no hay nada de misterioso y sí mucho de admirable, nada de paranormal y sí mucho de singular.
Claro, si usted se ocupa dos minutos en hacer una búsqueda en Internet, averiguará que los misterios que estuvieron vendiendo estos tipos no son tales. Esta entrada no se trata de eso, sino de aprovechar para exhibir algunas "falsas explicaciones" habituales en el mundo de la soplapitología de alto rendimiento.
Empecemos por algo que el pobre de Pepe Lesta repetía, supongo, convencido de que significaba algo: que lo de Julio Verne estaba muy raro porque Pepe Lesta no atinaba a imaginar cómo se le habían ocurrido tales cosas a un escritor francés del siglo XIX. La idea es que usted quede convencido de que efectivamente hay algo raro allí.
Lo único raro, la verdad, es José Lesta, parece. ¿Cómo no se le va a hacer raro a José Lesta que alguien tenga ides originales si él sólo vende misterios y cuentos raros repetidos que leyó en algún lado? No se trata de hacerlo menos, ojo, somos miles de millones de personas a las que no se nos ocurrió lo que se le ocurrió a Verne, y eso explica, para asombro de gente como José Lesta, que sus libros se hayan vendido, que se le considere un genio y que tenga un lugar ganado en la historia, mientras que personas como los presentes en el esotérico plató jimenoso serán olvidados misericordemente a poco de que dejen de respirar.
Pero Pepe insistía: ¿acaso es creíble que alguien así, nada más, en su escritorio, piense en las cosas que pensaba Verne cuando nadie más las había pensado antes?
Joder, Pepe, pues sí. Y si tú no lo crees, es que tienes una idea muy rara del mundo. Porque quienes pasamos por la escuela y hemos leído libros antes de escribirlos, por ejemplo, sabemos que un día a un tipo griego llamado Eratóstenes se le ocurrió, trescientos años antes de nuestra era, una forma de medir la circunferencia de la Tierra, ¡y funcionó! Y luego, a principios del siglo XX, hubo en Berna, Suiza, un profesor de física llamado Albert Einstein que a falta de trabajo dando clase era funcionario de patentes y al que se le ocurrió usando unos papelitos y unos numerajos una teoría sobre el funcionamiento del universo. ¡Y el tío tenía razón! Y entremedio, José, te asombrará, hubo millones de hombres y mujeres a los que se les ocurrió algo que no se le había ocurrido a nadie antes, que una novela para burlarse de las novelas de caballerías, que inventar el telescopio, que hacer unas obras en verso cojonudas, que la escultura del David bíblico en mármol, que analizar la herencia de los guisantes... vaya, noticia de última hora para José Lesta e Íker "el asombrao": así avanza el mundo y ustedes no se han dado cuenta.
Así que el hecho de que José Lesta "no se imagine algo" no es prueba de que ese algo no existe, quizá demuestra que la imaginación de José no existe, o bien que lo que no existe es su vergüenza, vaya usted a saber.
La siguiente falsa explicación es de las consentidísimas y supermegafavoritas del mundo esotéurico (no, no está mal escrito, es "esotéurico", de "esotérico" y "euro", que es como diríamos el primer motor de todo este asunto): la de la "sociedad secreta".
Cuando todo falla, los esotéuricos se sacan de la manga una "sociedad secreta", real o imaginaria, buena o mala, pero no faltan. En este caso, no hay ningún dato que indique que Julio Verne haya pertenecido a sociedad secreta alguna, pero eso no puede detener a verdaderos "expertos" como los que nos ha preparado Íker, así que se toma algún hecho (como el asombrosisisisisísimo hecho de que en una de sus novelas Verne haya hablado de una "sociedad secreta", uyuyuy, imagínese usted), se interpretan en versión libre (es imposible que Verne mencionara a una "sociedad secreta" sin pertenecer a una, les parece evidente) y se concluye que "es muy probable" que Verne haya pertenecido a alguna de esas sociedades que ponen a cien a los esotéuricos. Bueno, del "no hay datos" a "es muy probable" usted podría creer que media un descaro monumental, pero lo creería por no saber lo que venía a continuación: "como miembro de una sociedad secreta, Verne tuvo acceso a ciertos conocimientos igualmente reservados y secretos". No, no, el escándalo aquí no es que el intérprete de flauta en cuestión haya saltado hasta afirmar que Verne era ya sin duda miembro de la sociedad ésa sin despeinarse, lo verdaderamente emocionante es que el tipo supone que los conocimientos de Verne los obtuvo, lógicamente, en dicha sociedad secreta, y que acudir a ésta los "explica".
Lo que nadie le ha preguntado a Mariano, José y Floreal (parece el elenco de una película de los años 40) es ¿de dónde sacó la información la sociedad secreta?
Para la gente normal, no es tan asombroso que Verne supiera ciertas cosas (véase abajo, Nota 1), pero para José, Mariano y Floreal, tal es increíble e inaceptable, que si lo aceptan, se verían condenados a trabajar o algo así. Actúan como si lo que se le ocurrió a Verne se hubiera descubierto apenas la semana pasada, y ya en viernes, y no pueden creer que Verne lo supiera antes.... pero les parece totalmente normal que lo supiera una "sociedad secreta" incluso antes que Verne... ¿Se nota el nivel de delirio? Es decir, a modo de "explicación" del misterio de Verne, le han ofrecido a usted un misterio aún más opiáceo y más increíble: que las "sociedades secretas" saben cosas que nadie sabe, antes que nadie, y quién sabe cómo las saben... pero de eso están seguros Pepe, Mariano y Floreal... ¿cómo? Pues no se angustie esperando la respuesta porque no se la van a dar. Ellos sacan su sociedad secreta y se quedan tan anchos.
Por supuesto, los contertulios del desvarío se lanzan a buscar LA explicación de cómo hizo Verne para conocer la forma que podrían tener algunas cosas en el futuro.
Pero... ¿cómo saben los expertísimos que hay sólo UNA explicación?
Pues quién sabe. Pero ellos pretenden que hay sólo UNA explicación para todas las cosas que han decretado que son "misterios": UNA explicación para los ruidos en la noche (fantasmas), UNA explicación para las luces que se ven en el cielo (naves extraterrestres), UNA explicación para los hundimientos de barcos (las fuerzas magicosas del Triángulo de las Bermudas), UNA explicación para las previsiones (que no predicciones ni profecías) de Julio Verne (en este caso, la "sociedad secreta" que lo sabe todo quién sabe cómo).
Evidentemente, esta mentalidad sólo se puede tener si uno está convencido de la explicación antes de ponerse a buscarla. O aunque no esté convencido, si uno sabe qué explicación va a vender pase lo que pase en la investigación.
Porque, claro, podría ser que algunas cosas Verne las dedujo del conocimiento que ya existía (ver la nota 1 abajo), que otras cosas las supiera porque conocía a quienes estaban trabajando en ellas (por ejemplo, al parecer fue alumno de Brutus de Villeroi, inventor francés que se hizo famoso inventando el primer submarino de los Estados Unidos, el "USS Alligator"), otras eran lógicas de toda lógica o bien se trataba de sueños humanos eternos como el vuelo (era de locos ver a la tropilla jimenezada asustarse porque a Verne se le ocurrió el vuelo, como si nadie lo hubiera pensado antes, cosa que revela que estos expertos en la ignorancia no saben ni de Ícaro y Dédalo, ni de Leonardo da Vinci -excepto por lo que leyeron en El código Da Vinci y sus secuelas, claro- ni de Sir George Cayley u Otto Lilienthal). Es decir, en busca de datos para sus novelsa, Verne, como todos los escritores, acude a muchísimas fuentes, no a una, como pretendieron venderlo los alegres compadres de Windsor.
Las cosas suelen tener diversas explicaciones. Una luz en el cielo puede ser desde el sol reflejado en las panzas de una parvada de garzas hasta un helicóptero, un avión de pasajeros, un avión caza, un globo meteorológico, una estrella, un planeta, un reflejo en un vidrio y hasta podría ser una nave extraterrestre, cosa que aceptaremos si se ocupan de demostrarlo antes que de vender sus tonteorías a alto precio.
Bueno, pero ¿Verne realmente predijo todo lo que dicen que predijo? La verdad es que escuchando al grupo que cobraba con infantil abandono, uno se queda con la idea de que Verne alcanzó a decir que íbamos a buscar cosas en Internet usando Google, que un programa llamado Cuarto Milenio iba a hacer millonario a un profesional del periodismo amarillista, sensacionalista y desaseado, o que iba a haber una marca de móviles llamada Nokia y un campeón de carreras de Fórmula 1 llamado Alonso. Es decir, que era más preciso que un reloj atómico.
Pero no, no lo era. Lo fue en unos pocos casos, que tampoco son tan relevantes considerando que escribió casi sesenta novelas de aventuras, asombro y ciencia, pero esos ejemplos se usan desaseadamente como si fueran la norma y no la excepción, afirmando mendazmente que todas sus novelas están rellenas de profecías aturrullantes.
Julio Verne no era mago, brujo, profeta, vidente, iniciado, adivino, psíquico, sensitivo, chupaflautas, rarólogo, embustero ni nada por el estilo. Era un gran escritor de ciencia ficción de aventuras. Y como tal, usaba la ciencia para darle verosimilitud a sus novelas, que no eran sino obras de ficción bien documentadas, pero sin las exactitudes preternaturales que sólo ocurren en los cráneos más o menos deshabitados de los vendedores de asombros.
Por ejemplo, Verne supo a qué velocidad y desde dónde había que lanzar algo para que saliera del influjo de la gravedad terrestre de la mejor forma. Eso era fácil (véase la Nota 1, al final). Pero no se le ocurrió usar cohetes para alcanzar esa velocidad, y en cambio usó un cañón, muy bueno para conseguir la velocidad de escape, sí, pero con el pequeño defecto de que al momento de dispararlo, los tres ocupantes humanos de la bala-cápsula y su compañero canino habrían quedado convertidos en una papilla de mal aspecto, apachurrados, inidentificables y bastante fallecidos por la súbita aceleración del cañonazo. Este "pequeñísimo error" verniano no llegó a tiempo al coloquio de los estupefactos, usted pregúntese por qué.
Del mismo modo, en las previsiones de Verne, asombrosas si se consideran como producto natural de una mente cuestionadora, inteligente y creativa orientada a la factura de novelas asombrosas, pero francamente fallidas si se quieren ver por cojones como profecías, hay numerosas fallas, imprecisiones, errores y metidas de pata que al lector le importan un pito porque se trata de literatura y que a éstos les importa ocultarlo porque si se supiera el asunto sería menos uyuyuyante de lo que conviene a las finanzas de los presentes y la empresa a la que sirven.
Datos así, sumados a interpretaciones cuando menos turulatas y exageradas que quieren ver en ciertos pasajes de Verne "predicciones" que realmente no están allí (al estilo de la "interpretación" o himterpretación de las cuartetas de Nostradamus que hacen estas mismas rémoras cuando se presenta la oportunidad) redondean las falsas explicaciones de fenómenos que a) no son como se los cuentan, b) que se mencionan sin saber de qué se habla, c) que falsean los hechos y d) que no buscan explicar nada.
Por supuesto, sin embargo, nunca hay que olvidar la explicación falsa más socorrida en el mundo del misterio con taxímetro: simple y llanamente mentir.
Los mistificadores en cuestión se habían reunido alrededor de la fallecida figura de Julio Verne con la misma vocación que mueve a las hienas a hacer asamblea alrededor de un antílope en similar estado de fallecimiento, es decir, para sacar la comida. El asunto empezó a degenerar desde el principio, cuando Íker presentó a sus cómplices como "expertos" en Julio Verne, con esa vena entre cómica y lírica que distingue al "rarólogo" Jiménez y que se le acentúa semana a semana. Pero no, ninguno de los invitadísimos era Brian Taves o Stephen Michaluk, autores de La enciclopedia de Jules Verne, ni tampoco ninguno era Herbert R. Lottman, biógrafo del francés, ni estaba Marc Jakubowski, autor de una guía para coleccionistas de obra de Verne, ni mucho menos Jean-Paul Dekiss, autor de varios libros sobre Verne e investigador de verdad.
En lugar de tales genuinos y verdaderos "expertos en Julio Verne", Íker tenía a unos nada inesperados simuladores. El primero, José Lesta, refriteador profesional de rolletes conspiranoicos como el esoterismo nazi (recordemos que en todos los programas, libros y revistas ocultistas siempre le dan cancha a Hitler, a saber por qué, pero a mí me tienen hasta los mismísimos, porque siempre parece promoción) y, claro, el esoterismo franquista que parece gustarle mucho, y que asegura que le funcionaba de maravilla al hijoputa de El Ferrol, además de haber escrito por enésima vez otra vez el refrito conspiranoico del mundo controlado por "sociedades secretas", el mismo que acaba de de re-refritear y volver a escribir Bruno Cardeñosa. Le seguía Mariano Fernández Urresti que también es un misteriólogo profesional que igual le suelta a usted a los templarios que le reinventa a Jesucristo, a Colón o a Verne, todo ello sin ser, claro, experto en ninguno de esos temas, que para el caso importa poco. En resumen, que eran dos colaboradores más de las revistas de siempre, las tres ubres ordeñables del ocultismo de kiosco: Más Allá, Enigmas y Año Cero, donde se ganan la poco ética manduca todos los soplaflautas ibéricos además de ser (casi se me olvidaba) "colaboradores" de Milenio 3, o sea, dóciles empleados de Íker Jiménez.
El tercero en monocordia era Floreal Peleato, que, asómbrese usted, no es misteriodista profesional (al menos no todavía), pero no se preocupe usted, porque tampoco es "especialista en Verne". Es un cineasta, guionista y crítico de cine no muy exitoso que digamos, al que un día le dio por escribir un ensayete sobre Verne, y nuestro incombustible Jimenitos se impresionó hasta el llanto porque Floreal ha leído su ensayete en varios lugares, lo cual a ojos de "el asombrao" Jiménez prueba su acuciosidad histórica, su precisión documental, su adecuada interpretación de los hechos y su profunda familiaridad con las fuentes documentales primarias de la vida de Verne. Floreal, inteligentemente, se presentaba como "director, crítico de cine" apenas el 24 de abril, cuando soltaba el rollo "La banda sonora de tu vida: enseñar con bandas sonoras de películas en clase de música", en unas jornadas de la Federación Española de Religiosos de Enseñanza, pero al parecer en un mes cambió de currete y ahora es experto en Verne. Joer.
Y así comienzan, claro, las falsas explicaciones.
A ver, usted no sabe cómo Verne construía sus imaginaciones, y de lo que se trata es, por supuesto, de que usted no se entere nunca de cómo lo hizo. A cambio, el objetivo es que usted admire a rabiar a los turulatos amaestrados de Íker, les compre los libros y sea su público en la radio y la televisión, cosa que no conseguirían si usted se entera que en la obra de Verne no hay nada de misterioso y sí mucho de admirable, nada de paranormal y sí mucho de singular.
Claro, si usted se ocupa dos minutos en hacer una búsqueda en Internet, averiguará que los misterios que estuvieron vendiendo estos tipos no son tales. Esta entrada no se trata de eso, sino de aprovechar para exhibir algunas "falsas explicaciones" habituales en el mundo de la soplapitología de alto rendimiento.
Pepe no se imagina cómo
Empecemos por algo que el pobre de Pepe Lesta repetía, supongo, convencido de que significaba algo: que lo de Julio Verne estaba muy raro porque Pepe Lesta no atinaba a imaginar cómo se le habían ocurrido tales cosas a un escritor francés del siglo XIX. La idea es que usted quede convencido de que efectivamente hay algo raro allí.
Lo único raro, la verdad, es José Lesta, parece. ¿Cómo no se le va a hacer raro a José Lesta que alguien tenga ides originales si él sólo vende misterios y cuentos raros repetidos que leyó en algún lado? No se trata de hacerlo menos, ojo, somos miles de millones de personas a las que no se nos ocurrió lo que se le ocurrió a Verne, y eso explica, para asombro de gente como José Lesta, que sus libros se hayan vendido, que se le considere un genio y que tenga un lugar ganado en la historia, mientras que personas como los presentes en el esotérico plató jimenoso serán olvidados misericordemente a poco de que dejen de respirar.
Pero Pepe insistía: ¿acaso es creíble que alguien así, nada más, en su escritorio, piense en las cosas que pensaba Verne cuando nadie más las había pensado antes?
Joder, Pepe, pues sí. Y si tú no lo crees, es que tienes una idea muy rara del mundo. Porque quienes pasamos por la escuela y hemos leído libros antes de escribirlos, por ejemplo, sabemos que un día a un tipo griego llamado Eratóstenes se le ocurrió, trescientos años antes de nuestra era, una forma de medir la circunferencia de la Tierra, ¡y funcionó! Y luego, a principios del siglo XX, hubo en Berna, Suiza, un profesor de física llamado Albert Einstein que a falta de trabajo dando clase era funcionario de patentes y al que se le ocurrió usando unos papelitos y unos numerajos una teoría sobre el funcionamiento del universo. ¡Y el tío tenía razón! Y entremedio, José, te asombrará, hubo millones de hombres y mujeres a los que se les ocurrió algo que no se le había ocurrido a nadie antes, que una novela para burlarse de las novelas de caballerías, que inventar el telescopio, que hacer unas obras en verso cojonudas, que la escultura del David bíblico en mármol, que analizar la herencia de los guisantes... vaya, noticia de última hora para José Lesta e Íker "el asombrao": así avanza el mundo y ustedes no se han dado cuenta.
Así que el hecho de que José Lesta "no se imagine algo" no es prueba de que ese algo no existe, quizá demuestra que la imaginación de José no existe, o bien que lo que no existe es su vergüenza, vaya usted a saber.
No lo sabía nadie... y lo sabían varios
La siguiente falsa explicación es de las consentidísimas y supermegafavoritas del mundo esotéurico (no, no está mal escrito, es "esotéurico", de "esotérico" y "euro", que es como diríamos el primer motor de todo este asunto): la de la "sociedad secreta".
Cuando todo falla, los esotéuricos se sacan de la manga una "sociedad secreta", real o imaginaria, buena o mala, pero no faltan. En este caso, no hay ningún dato que indique que Julio Verne haya pertenecido a sociedad secreta alguna, pero eso no puede detener a verdaderos "expertos" como los que nos ha preparado Íker, así que se toma algún hecho (como el asombrosisisisisísimo hecho de que en una de sus novelas Verne haya hablado de una "sociedad secreta", uyuyuy, imagínese usted), se interpretan en versión libre (es imposible que Verne mencionara a una "sociedad secreta" sin pertenecer a una, les parece evidente) y se concluye que "es muy probable" que Verne haya pertenecido a alguna de esas sociedades que ponen a cien a los esotéuricos. Bueno, del "no hay datos" a "es muy probable" usted podría creer que media un descaro monumental, pero lo creería por no saber lo que venía a continuación: "como miembro de una sociedad secreta, Verne tuvo acceso a ciertos conocimientos igualmente reservados y secretos". No, no, el escándalo aquí no es que el intérprete de flauta en cuestión haya saltado hasta afirmar que Verne era ya sin duda miembro de la sociedad ésa sin despeinarse, lo verdaderamente emocionante es que el tipo supone que los conocimientos de Verne los obtuvo, lógicamente, en dicha sociedad secreta, y que acudir a ésta los "explica".
Lo que nadie le ha preguntado a Mariano, José y Floreal (parece el elenco de una película de los años 40) es ¿de dónde sacó la información la sociedad secreta?
Para la gente normal, no es tan asombroso que Verne supiera ciertas cosas (véase abajo, Nota 1), pero para José, Mariano y Floreal, tal es increíble e inaceptable, que si lo aceptan, se verían condenados a trabajar o algo así. Actúan como si lo que se le ocurrió a Verne se hubiera descubierto apenas la semana pasada, y ya en viernes, y no pueden creer que Verne lo supiera antes.... pero les parece totalmente normal que lo supiera una "sociedad secreta" incluso antes que Verne... ¿Se nota el nivel de delirio? Es decir, a modo de "explicación" del misterio de Verne, le han ofrecido a usted un misterio aún más opiáceo y más increíble: que las "sociedades secretas" saben cosas que nadie sabe, antes que nadie, y quién sabe cómo las saben... pero de eso están seguros Pepe, Mariano y Floreal... ¿cómo? Pues no se angustie esperando la respuesta porque no se la van a dar. Ellos sacan su sociedad secreta y se quedan tan anchos.
Todo tiene una sola causa, y yo la sé
Por supuesto, los contertulios del desvarío se lanzan a buscar LA explicación de cómo hizo Verne para conocer la forma que podrían tener algunas cosas en el futuro.
Pero... ¿cómo saben los expertísimos que hay sólo UNA explicación?
Pues quién sabe. Pero ellos pretenden que hay sólo UNA explicación para todas las cosas que han decretado que son "misterios": UNA explicación para los ruidos en la noche (fantasmas), UNA explicación para las luces que se ven en el cielo (naves extraterrestres), UNA explicación para los hundimientos de barcos (las fuerzas magicosas del Triángulo de las Bermudas), UNA explicación para las previsiones (que no predicciones ni profecías) de Julio Verne (en este caso, la "sociedad secreta" que lo sabe todo quién sabe cómo).
Evidentemente, esta mentalidad sólo se puede tener si uno está convencido de la explicación antes de ponerse a buscarla. O aunque no esté convencido, si uno sabe qué explicación va a vender pase lo que pase en la investigación.
Porque, claro, podría ser que algunas cosas Verne las dedujo del conocimiento que ya existía (ver la nota 1 abajo), que otras cosas las supiera porque conocía a quienes estaban trabajando en ellas (por ejemplo, al parecer fue alumno de Brutus de Villeroi, inventor francés que se hizo famoso inventando el primer submarino de los Estados Unidos, el "USS Alligator"), otras eran lógicas de toda lógica o bien se trataba de sueños humanos eternos como el vuelo (era de locos ver a la tropilla jimenezada asustarse porque a Verne se le ocurrió el vuelo, como si nadie lo hubiera pensado antes, cosa que revela que estos expertos en la ignorancia no saben ni de Ícaro y Dédalo, ni de Leonardo da Vinci -excepto por lo que leyeron en El código Da Vinci y sus secuelas, claro- ni de Sir George Cayley u Otto Lilienthal). Es decir, en busca de datos para sus novelsa, Verne, como todos los escritores, acude a muchísimas fuentes, no a una, como pretendieron venderlo los alegres compadres de Windsor.
Las cosas suelen tener diversas explicaciones. Una luz en el cielo puede ser desde el sol reflejado en las panzas de una parvada de garzas hasta un helicóptero, un avión de pasajeros, un avión caza, un globo meteorológico, una estrella, un planeta, un reflejo en un vidrio y hasta podría ser una nave extraterrestre, cosa que aceptaremos si se ocupan de demostrarlo antes que de vender sus tonteorías a alto precio.
¿Se equivocó? Pues no me di cuenta
Bueno, pero ¿Verne realmente predijo todo lo que dicen que predijo? La verdad es que escuchando al grupo que cobraba con infantil abandono, uno se queda con la idea de que Verne alcanzó a decir que íbamos a buscar cosas en Internet usando Google, que un programa llamado Cuarto Milenio iba a hacer millonario a un profesional del periodismo amarillista, sensacionalista y desaseado, o que iba a haber una marca de móviles llamada Nokia y un campeón de carreras de Fórmula 1 llamado Alonso. Es decir, que era más preciso que un reloj atómico.
Pero no, no lo era. Lo fue en unos pocos casos, que tampoco son tan relevantes considerando que escribió casi sesenta novelas de aventuras, asombro y ciencia, pero esos ejemplos se usan desaseadamente como si fueran la norma y no la excepción, afirmando mendazmente que todas sus novelas están rellenas de profecías aturrullantes.
Julio Verne no era mago, brujo, profeta, vidente, iniciado, adivino, psíquico, sensitivo, chupaflautas, rarólogo, embustero ni nada por el estilo. Era un gran escritor de ciencia ficción de aventuras. Y como tal, usaba la ciencia para darle verosimilitud a sus novelas, que no eran sino obras de ficción bien documentadas, pero sin las exactitudes preternaturales que sólo ocurren en los cráneos más o menos deshabitados de los vendedores de asombros.
Por ejemplo, Verne supo a qué velocidad y desde dónde había que lanzar algo para que saliera del influjo de la gravedad terrestre de la mejor forma. Eso era fácil (véase la Nota 1, al final). Pero no se le ocurrió usar cohetes para alcanzar esa velocidad, y en cambio usó un cañón, muy bueno para conseguir la velocidad de escape, sí, pero con el pequeño defecto de que al momento de dispararlo, los tres ocupantes humanos de la bala-cápsula y su compañero canino habrían quedado convertidos en una papilla de mal aspecto, apachurrados, inidentificables y bastante fallecidos por la súbita aceleración del cañonazo. Este "pequeñísimo error" verniano no llegó a tiempo al coloquio de los estupefactos, usted pregúntese por qué.
Del mismo modo, en las previsiones de Verne, asombrosas si se consideran como producto natural de una mente cuestionadora, inteligente y creativa orientada a la factura de novelas asombrosas, pero francamente fallidas si se quieren ver por cojones como profecías, hay numerosas fallas, imprecisiones, errores y metidas de pata que al lector le importan un pito porque se trata de literatura y que a éstos les importa ocultarlo porque si se supiera el asunto sería menos uyuyuyante de lo que conviene a las finanzas de los presentes y la empresa a la que sirven.
Datos así, sumados a interpretaciones cuando menos turulatas y exageradas que quieren ver en ciertos pasajes de Verne "predicciones" que realmente no están allí (al estilo de la "interpretación" o himterpretación de las cuartetas de Nostradamus que hacen estas mismas rémoras cuando se presenta la oportunidad) redondean las falsas explicaciones de fenómenos que a) no son como se los cuentan, b) que se mencionan sin saber de qué se habla, c) que falsean los hechos y d) que no buscan explicar nada.
Por supuesto, sin embargo, nunca hay que olvidar la explicación falsa más socorrida en el mundo del misterio con taxímetro: simple y llanamente mentir.
Nota 1: El cálculo de la "velocidad de escape" se podía hacer desde que Newton postuló la Ley de la Gravitación Universal. Se trata de la velocidad de un objeto relativa a la velocidad de la superficie del objeto de cuya atracción gravitatoria desea liberarse. Dado que la velocidad de la tierra es de 465 m/s hacia el este en el Ecuador, un cohete lanzado tangencialmente desde el Ecuador hacia el este requiere de una velocidad inicial de unos 10,735 km/s respecto de la Tierra. Dado que la velocidad de un planeta como la tierra disminuye con el coseno de la latitud geográfica, la física nos dice que las instalaciones de lanzamiento deben ubicarse tan cerca del Ecuador como se pueda. En Estados Unidos, lo más cerca es Florida. Es la misma razón por la que la ESA tiene su área de lanzamientos en la Guayana Francesa.
Pero todo esto ya se sabía en tiempos de Verne. Otra cosa es que fuera árido como un verano en el Teneré, y que a nadie le importara un carajo como no fuera a algunos físicos que gracias a personajes como Íker Jiménez se perciben como aburridos. Fue necesario el genio de Julio Verne para que tales datos fueran relevantes en una historia sabrosa y bien contada, emocionante y original... pero no misteriosa ni mágica.
junio 04, 2007
Guadalupeando en Cuarto Milenio
Imagen de Wikimedia Commons |
a) ¿Verdad, Íker, Carmen, que es asombrosísimo que la tela de la imagen guadalupana, fabricada con fibra de maguey, haya durado 500 años en lugar de los 30 o 40 normales que dura el ixtle, del que ustedes saben tanto que no saben cómo se llama? Vaya, nos dimos cuenta de que a ustedes dos les parecía fabulosísimo porque ambos pelaban los ojos y casi les colgaba la baba ante este hecho que verdaderamente pone de cabeza todo el conocimiento científico del mundo, la galaxia y el universo entero, y ustedes están allí para decirlo, ¡con dos! Bueno... sería asombrosísimo si fuera cierto, pero no lo es, porque la tela en la que está pintada la imagen de la virgen de Guadalupe (copiadita de la imagen que se venera en Extremadura) no es de fibra de maguey, que de serlo, además, no sería una tilma (ropa indígena, especie de túnica corta), sino el ayate (especie de bolsa abierta) usado para cargar cosas, que los indios no eran bobos y no usarían a modo de tilma un tejido que es algo más basto que el esparto. Pero tampoco es una tilma, que habitualmente se hacía de algodón, sino que es, asómbrense ustedes y léanlo con voz uyuyuyante, una tela mezcla de lino y cáñamo preparada para ser pintada y por tanto para durar muchos años. Tal cosa no la descubrió un asombrao profesional, sino José Sol Rosales, experto en restauración de obras y en su momento director del Centro Nacional de Registro y Conservación para Obra Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), quien en 1982 estudió la tela con toda seriedad. Describió también la composición de las pinturas usadas, ninguna de ellas preternatural ni merecedora de que alguno de los peones del capataz Jiménez se lance al arrebato lírico de lo acojonante que es la realidad.
b) ¿Verdad que acojona que en los ojos de la pintura se vean figuras? Bueno, en realidad no se ven figuras, sino manchas que se pueden interpretar más o menos como le venga en gana a cada uno, como las manchas de tinta de la lamentable prueba de Rorschach. Pero hay que quitarse el sombrero ante la habilidad manipulativa de sus expertos en vídeo para tomar una mancha, dibujar una persona con la misma silueta de la mancha y luego escuchar a Íker decir que lo que se ve no es una mancha, sino un "sacerdote indígena sentado" (debo decir a los que ignoran todo sobre la historia de México y por tanto son víctimas de las trolas y delirios más o menos peligrosos de la banda que capitanea Jiménez que en 1531 ya no quedaban "sacerdotes indígenas" como los que le pintó a usted el dibujante a sueldo de Cuarto Milenio, y menos andaban tomándose el chocolate con el obispo Zumárraga, porque para entonces se había prohibido toda forma de culto o religión no cristiana en México, y mantener el culto a los viejos dioses lo pasaportaba a uno rápidamente a una ejecución rápida y con malos modos. Pero repiten todos los delirios de José Aste Tönsmann... ¿por qué? Porque trabajaba en IBM. ¿Y qué? Pues que a Íker eso le parece irrebatible: si trabajó en IBM, es infalible, aunque trabaje en cosas que no tienen absolutamente nada que ver con la identificación de figuritas en las ampliaciones de pinturas. IBM no avaló sus delirios religionistas, y don José, astutamente, no menciona el tema en su currículum pese a que sigue vendiendo el libro El secreto de sus ojos y dando conferencias bien cobradas por todo el mundo.
c) ¿Nos podrías decir, oh doctora en antropología especialista en Mesoamérica con atención especial a la cultura mexica, Carmen Porter, quién es la "diosa virgen" cuyo templo estaba donde luego se puso la Basílica de Guadalupe? Porque si te referías a Tonantzin, la "nuestra madrecita", la madre tierra o madre de los dioses, uno podría pensar que mencionaste que era una "virgen" por pura ignorancia, aunque conociéndote uno también podría pensar que mentiste con todo descaro para darle más emoción a la cosa, porque la emoción de la cosa es lo que llena el cántaro, no la verdad, la precisión ni zarandajas similares. Sí, en el cerro del Tepeyac había un adoratorio a Tonantzin, y sí, como siempre ha pasado, la iglesia católica se la apropió. El fenómeno del sincretismo forzado por la iglesia vaticana, que convierte la fiesta del sol victorioso romana en la Navidad o que se apropia de todo tipo de dioses para erigirlos en santos y fagocitar la fe y los óbolos de sus creyentes daría para un maravilloso programa de televisión... pero tendría que ser serio, y de ésos, lo sabemos, ustedes no hacen. El caso es que la identidad Tonantzin-Guadalupe llegó a escandalizar incluso a Fray Bernardino de Sahagún, que recomendaba se remediara, sin decir cómo.
Pues así fue todo el espectáculo del domingo, lo de siempre, pero más de lejos, lo cual tiene la ventaja de que al telespectador al que pretenden embaucar en Cuenca, Salamanca o Vitoria le resulta un poco más difícil hincarle el diente a este tema que al "astronauta fantasma" jimenezoide, por cosas de la distancia geográfica pero, sobre todo, cultural. Lo que sí es cierto, por otra parte, es que el lamentable y disparatado segmento que intentó paranormalizar el mito guadalupano (sin meterse en su dimensión histórico-social, que sí es algo interesante y relevante, no que un creyente peruano vea figuritas en unas manchas) resultaba serio, ponderado y atingente junto a la descacharrante médium jadeante que nos recetaron con lo de la "Mano Negra", con lo que Íker y sus criaturitas avanzan dos posiciones en el mundo friki.