Me entero con cierta desazón que La Sexta, esa cadena de televisión que ha demostrado un exquisito buen gusto en su programación, y que mantiene una relación orgánica con el diario Público, destacado desde sus inicios por no tener sección de "astrología" y contar con una excelente sección de ciencias, ha decidido fichar a un sujeto, un cómico, según algunos, que tiene excelentes relaciones públicas y una imagen de niño bueno que ganas dan de darle una colleja, pero que en el fondo no es sino un simulador. Un profesional de los medios disfrazado de profesional de la salud.
Este fingidor vive con los cuentos de la "Botica de la abuela", tratando de que usted no se acuerde de que en tiempos de su abuela no había ni siquiera anestesia, ya no digamos antibióticos, medicamentos contra el cáncer, insulina, antirretrovirales ni neurocirugía que sirviera para algo. Que los que se "curaban" así morían a los 40 años, y no a los más de 70 que mueren hoy los beneficiarios de la higiene, la medicina científica y la alimentación... tres cosas que no descubrió la naturopatía porque tal "disciplina" nunca ha descubierto nada, no investiga, sólo vende.
Se trata de un conocido impostor que simula ser profesional de la salud, con lo que ello implica por cuanto a la figura del delito de intrusismo profesional (artículos 403 y 637 del Código Penal Español), el engaño, la suplantación de profesionistas cuyo ejercicio demanda certificación universitaria y, posiblemente, la estafa al estilo del "doctor" Coté.
Le explico primero por qué este personaje es peligrosísimo y puede llevar a que pierdan la salud o la vida muchas personas que confían en su bonachona sonrisa, su pausada voz, su intensidad fanática y su aparente sinceridad. Es un tipo simpático, sí, y hasta parece a veces que se cree todo lo que dice, sin advertir siquiera cuando cae en contradicciones tremendas, y ello hace que muchas personas de buena fe puedan perder calidad y cantidad de vida. Alguien que acepte algunas de las delirantes terapias que contamos en esta entrada, dejaría por lógica de ir al médico (sobre todo porque estos sujetos suelen denostar a la medicina basada en evidencias) y podría sufrir graves consecuencias por un tratamiento tardío, un mal diagnóstico o una suspensión de un tratamiento que pueda no funcionar de inmediato de modo mágico, sino que necesite largo tiempo para surtir efecto. Si al menos de cuándo en cuándo el tal Txumari dijera que el enfermo puede usar la medicina y las burradas que se le ocurren a él, por seguridad o por no dejar, ya sería mil veces mejor de lo que es.
Pero prefiere ser un riesgo para la salud, y aunque a veces diga que los médicos deben diagnosticar y él puede curar, no es infrecuente que diagnostique con una certeza que sería admirable si se basara en algo.
El nuevo rostro durísimo de La Sexta, que la semana pasada sólo fracasó en audiencia mientras que en otros países estaría en alguna cárcel, becado por los estados que no permiten que cualquiera se finja médico, ingeniero o abogado, es un presunto experto en cosas que nunca ha estudiado ni por accidente, y un vergonzoso negociante del dolor y las ilusiones humanas por medio de la brujería, la magia y el curanderismo fantástico: se trata de Jesús María Alfaro, un sujeto al que nadie conoce por ese nombre porque le gusta que le digan "Chumari" (de "Jesús" y "María") pero usando la grafía euskera: "Txumari" que viene mucho al caso cuando en euskera "Jesús" es "Josu", "María" es "Miren" y, en todo caso, "Jesús María" se diría "Josune". De Txumari nada salvo en la fantasía de Chumari, pero vaya.
"Txumari" Alfaro gusta de decir que es "naturópata" y, en su entrada de Wikipedia que casi no se nota que escribió él mismo con su característica humildad inexistente, asegura que "se doctoró en esa ciencia", sin importarle un rábano que ni la naturopatía sea una ciencia, ni mucho menos él tenga un doctorado de verdad, un grado que tiene el requisito de ser antes de ello licenciado, grado que Jesús María no ha demostrado poseer.
Le da igual, jura y perjura que ha profundizado en otras dos patrañas, la "iridología" y la "acupuntura", que son formas de la más primitiva e inútil magia representativa, y afirma además que "se doctoró" (¡otra vez!) en Ciencias de la Alimentación por la Universidad de California. En realidad, su carrera ha sido como figura mediática que dice mentiras ante las cámaras, pero con una dosis de buen rollito, sonrisa falsa y voz de pito de sereno antiguo que conquista a muchas personas de buena fe a las que les cierra el acceso a la medicina real.
Si de la acupuntura ya hablamos varias veces en este blog, concitando la furia de los que viven de ese cuento, dediquemos un párrafo a la iridología.
¿Iridología?
El portal "Naturamedic", que no tiene nada de natural, nada de médico y, como usted verá, la lleva también a patadas con la gramática, define a la iridología como "un método de diagnostico, consiste a leer en el iris los signos de ciertos trastornos o enfermedades del organismo".
En resumidas cuentas, esta forma de magia cree que toda enfermedad o afección del cuerpo y el alma humanas "se ve" en el iris del ojo, y de hecho se puede ver antes de que "se manifieste" como un sindicato ofendido.
Los problemas empiezan cuando preguntamos cómo es que tales enfermedades se reflejan "en el iris". No sólo por el problema grave de que el iris no está conectado anatomofisiológicamente a ningún órgano del resto del cuerpo, es un músculo coloreado con melanina absolutamente dedicado a regular la cantidad de luz que entra en el ojo. Pero los iridólogos no saben nada de esto, así que mágicamente dividen el iris en 12 partes (como un reloj, curiosamente) sin explicar por qué, y juran que en el segmento 1 se ve el cerebro, el cerebelo y el oído, en el segmento 2 el bulbo (raquídeo, supongo), la hipófisis, la laringe y la hipolaringe, el 6 la vejiga y el colon (pero el apéndice solito se pasa al 7), etcétera. ¿Lo investigaron? Ni de coña.
Bueno, pero uno podría pensar que aunque no se conociera el mecanismo por el cual se refleja tan ordenadamente el cuerpo en el iris, si lo hace, pues hay que admitir que lo hace y a tomar por saco (o a investigar cómo funciona), ¿no es así? Pues sí, la prueba del vino está en probarlo. Y Miguel Ángel Sabadell nos relata en el blog La ciencia es la única noticia (precisamente del diario Público nos cuenta cómo en 1979 se probaron las afirmaciones de uno de los más famosos y presumidos "iridólogos" del mundo, Bernard Jensen, junto con dos animalitos de su misma especie, se pusieron a estudiar los iris de 143 pacientes y no tuvieron ni un acierto. Otro estudio que nos relata Sabadell puso en ridículo a cinco iridólogos holandeses, demostrando que sus aciertos correspondían al puro y celestial azar, la chiripa de mi pueblo.
O sea, no podemos averiguar cómo funciona porque no funciona, no se ajusta a lo que dice su publicidad.
Tal es la "ciencia" que le permite a Txumari tener dinero para su diaria pastura, sus trajecitos de lino blanco y sus sesiones de peluquería. Tal es la ciencia que merca ahora La Sexta en el programa "Salud a la carta", en cuya publicidad declara a Txumari "experto en medicina natural", como si la tal "medicina natural" existiera a diferencia de otra medicina (¿sería la "artificial"?) que por supuesto es más mala que la "natural".
Lo bueno es que la Sexta confiesa abiertamente que su empleado probablemente delinque, pues anuncia que: "explicará las propiedades curativas de los diferentes alimentos y también propondrá remedios naturales para las dolencias más habituales". Evidentemente, Alfaro no tiene la certificación necesaria para proponer "remedios naturales" para dolencias tan habituales como la diabetes o la aterosclerosis. No es médico, sus afirmaciones no están contrastadas en estudios que pudieran encender en nosotros alguna confianza, no ha estudiado anatomía, fisiología, farmacología y genética, sino que suele recomendar estupideces como "beber la propia orina" a modo de curación, vieja superstición que no tiene ningún valor curativo demostrado, y puede ser dañina en algunos casos (cosa que a Txumari francamente se la menea).
Recetas abracadabrantes
Mendigando regresar a la televisión, en noviembre de 2007 Txumari Alfaro se daba cera en el periódico (es un decir) El Mundo, chateando con sus víctimas, digo, lectores, con afirmaciones singulares.
Por ejemplo, con millones de dólares y miles de expertos estudiando en universidades y laboratorios, los neurocientíficos aún no dan con las causas de la migraña, aunque tienen como hipótesis viable que se trata de un desorden del sistema de control serotonérgico, aunque han detectado algunas variantes que se originan en el tallo cerebral e implican una disfunción en el transporte de calcio y potasio en las membranas celulares, además de que parecen influir factores genéticos así como algunas fluctuaciones hormonales. Todas esas palabras llenas de sílabas le resultan ajenas y pesadas a Txumari, el ágil, que asegura contundente que "el 90% de los tipos de migraña tienen que ver con alimentación y tensiones personales". ¡Haberle preguntado al caradura navarro en vez de gastar el dinero!. Así, en lugar de medicamentos preventivos y analgésicos, Txumari "receta" lavativas de café (como las que mataron a Peter Sellers), no tomar alimentos fritos, tomar pan integral, "leches vegetales" (que no existen, habla de un preparado de soya o soja con el que los vegetarianos se engañan y malnutren a sus inocentes hijos)m y en vez de azúcar recomienda melazas. Con eso ya se le quitan a usted las migrañas.
Y si no, pues tiene más "remedios" mamertos en su libro, que de lo que se trata el "chateo" en cuestión es de sacarle la pasta al público, por supuesto.
La magia Txumárica es inagotable: el insomnio lo provocan los aparatos eléctricos en el dormitorio porque, jódase usted y asómbrense los físicos y meteorológos, "a las tres de la mañana es la hora de máxima emisión de campos electromagnéticos a nivel atmosférico", payasada que no es cierta, no significa nada y no le sirve a un paciente de insomnio para dormir mejor, salvo por efecto placebo si realmente cree que un tipo con aspecto de pijo expulsado de una regata sabe medicina porque le bajó del cielo.
Para la sinusitis, "una tortilla de berbena con la clara de dos huevos puesta a punto de nieve". No explica qué es la berbena, si la tortilla se pone como cataplasma, se inyecta en los senos craneales o se come con la mano izquierda, pero se queda bien contento y jura "mano de santo".
Asegura que sabe cómo "a través de la alimentación se rejuvenece", lo cual uno podría creer a sus setenta años, a no ser porque tiene 56 mal llevados.
Antes de entrar de lleno en la imagen de este vivales bebiéndose sus propios meados, no puedo dejar de indicar su remedio para el dolor de muelas: "coge un corcho de botella, quémale un extremo y póntelo en el bolsillo que coincida con el lado que esté la muela que duele". ¿Medicina natural? ¡Brujería pura y dura! ¡Y frases sin sentido alguno como "masticar tus bebidas y beber tus alimentos", que emocionan a las señoras que se ponen a 100 con Paulo Coelho, y no a todas!
Vale, uno más: ¡el crecepelo Txumarino!: como la caída del pelo se debe a la grasa (y no a la genética y a la testosterona), basta "alimentarte solo y exclusivamente de legumbres, cereales, frutas, verduras y frutos secos, eliminando cualquier otro alimento" para que las grasas acaben y se deje de caer el pelo. La abundante melena de Txumari es mudo testigo de esta patochada.
Otro: recomienda pócimas homeopáticas para controlar la ansiedad: "Hipotálamo a la potencia 9CH"... no lo dice, pero se trata de un remedio que otros curanderos recomiendan para la rinitis, para el insomnio con depresión nerviosa, para adelgazar, para el síndrome de deficiencia de la atención en niños... es decir, cada brujo lo usa distinto, y por tanto hay motivos para pensar que se trata de un placebo y nada más. Porque lo de "potencia 9CH" parece que indica que hay muchísima fuerza, pero significa que el producto "hypothalamus" (que no nos dicen qué es, pero no contiene hipotálamo de ningún animal) fue sometido al siguiente procedimiento: en un litro de agua se puso un centilitro de sustancia "curativa" y se agitó, de esa solución se tomó un centilitro y se disolvió en otro litro de agua, se agitó y se volvió a tomar un centilitro y a disolverlo en otro litro de agua nueve veces. Cualquiera que sepa de química le puede explicar que en el gránulo de azúcar que usted se toma, al cual se le pone una gota de la última solución conseguida (la 9CH) no existe ni una molécula de la sustancia original. También le puede decir que no cura nada. Y le puede decir que eso le da igual a Alfarito.
Todas las tonterías en las que se ha creído alguna vez conforman el universo de falsedades sin demostración de Txumari Alfaro. Donde los paleoantropólogos han demostrado (con estudios, datos, información, análisis y pruebas) que comer carne nos hizo humanos, nos permitió obtener la energía necesaria para que nuestro cerebro creciera y se desarrollara más allá del que posee el chimpancé, Txumari Alfaro le dice que "la carne crea agresividad". Y lo dice basado en sus propias supersticiones, que nunca ha sometido a demostración. Se inventa que comer carne altera nuestra percepción igual que tomarse tres whiskys. Donde los biólogos, genetistas, fisiólogos celulares, neurocientíficos y otros señores que no salen en la tele saben que la enfermedad puede ser causada por infecciones, problemas genéticos, desarreglos fisiológicos, envenenamientos, malas posturas, desastres genéticos locales (como en el caso del cáncer), fallos a nivel de estructuras de las microscópicas a las macroscópicas, el señor Txumari Alfaro se opone y dice alegremente que "Todas las enfermedades tienen que ver con un desequilibrio al respecto" de la nutrición. Todas. Todititas. ¿Cómo lo sabe? No lo sabe, pero se trata de sacarle dinero a usted, no de "saber cómo funciona el cuerpo y sus enfermedades", por supuesto.
¡Bébase su orina! ¿Y nos comemos el cerumen de las orejas, crack?
Llegamos así a recordar el tipo de esperpéticos espectáculos que este médico brujo hacía de la mano del ufólogo Javier Sierra, y, sobre todo, su promoción de la orinoterapia, urinoterapia, pipifagia o meadotragación, una superstición oriental que asegura que beber la propia orina, pis o meados es "bueno para la salud". Esta superstición nunca se ha demostrado, como no se ha demostrado la superterapia de comer heces fecales de cabra para el dolor de estómago. Ambas ideas tienen exactamente el mismo valor, y si usted practica una, debería practicar la otra.
Pero nuestro cuerpo conserva lo que necesita y expulsa lo que no necesita, la orina es un desecho y no necesita que venga un pobre despistado navarro al que le gusta creerse médico y salir en tele a decirnos que tenemos que meter de regreso lo que el cuerpo echó fuera.
Es especialmente interesante la argumentación que utiliza este pobre tipo para defender su gusto por beberse los meados, que "en China hay 35 millones de personas" que se beben su orina.
Eso impresionará al vendedor de remedios inútiles, pero extraña más que no le impresione para nada que haya mil doscientos setenta y nueve millones de chinos que no hacen tal estupidez. Como no la hacen los animales, tan "naturales".
Ante esto no queda sino pedirle a La Sexta que tenga la delicadeza de contratar a un nutriólogo para orientar a su sufrido público y ponga en la calle a este impostor y embustero, a ver si se consigue que uno de estos días se ponga a trabajar honradamente, que las nuevas experiencias siempre son enriquecedoras.