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enero 15, 2005

Palmer, la quiropráctica y sus víctimas

Muchas de las autoproclamadas "terapias alternativas"tienen como principal ventaja el que, si bien el único beneficio que pueden aportar es debido al efecto placebo, al menos no pueden causar daños graves a sus víctimas directamente (aunque sí indirectamente cuando el charlatán le dice a sus víctimas que no vayan al médico, que no confíen en la medicina y sugerencias de ese tipo). Los "terapeutas alternativos" sueltan rollo mientras el cuerpo se cura solo, lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones. Y cuando no se cura, fingen demencia y se hacen a un lado (y ni siquiera suelen asistir a los funerales de sus "pacientes").

Daniel David Palmer,
inventor de la quiropráctica
(Foto D.P. vía Wikimedia Commons)
La homeopatía de Hahnemann, que se ha demostrado que no funciona para nada, tuvo en sus años la ventaja de que era mucho menos perjudicial que las otras supersticiones médicas con las que competía: lavativas, sangrías y la administración de sustancias potencialmente mortales, ya que a principios del siglo XIX no había una medicina con bases científicas. (Cuando la hubo, gracias a Pasteur y los verdaderos investigadores médicos, la homeopatía debería haber seguido el camino de las lavativas, las sangrías y otras supersticiones.)

La acupuntura, si el acupunturista es cuidadoso y usa los principios básicos de la asepsia (en la que no cree la medicina china, por cierto, pero tontos, tontos no son), tampoco puede ser muy dañina. Otras formas de magia representativa como la reflexología podal, por no mencionar tonterías como la cromatoterapia (curar con colores) o la aromaterapia (curar con olorcitos), la magnetoterapia (curar con imanes) y la imposición de manos, son igualmente inocuas.

La herbolaria, tan del gusto de la tribu del New Age (los niueicheros), sí tiene peligros, especialmente por sobredosis de algunas sustancias y por poder ocasionar alergias, hipervitaminosis y otras afecciones que van de moderadas a serias.

Pero hay una "terapia alternativa" que es perfectamente capaz de dejarlo a usted cuadripléjico (o tetrapléjico) con gran efectividad y aunque usted esté perfectamente sano: se trata de la quiropráctica.

Los orígenes y la teoría

La "quiropráctica" fue propuesta en 1895 por un vendedor de comestibles y "curandero magnético" llamado Daniel David Palmer. Como en muchos casos de terapias alternativas, Palmer construyó todo un castillo de delirios basado en una sola observación de un solo caso.

Según lo cuenta el propio Palmer, a fines de 1895 lo fue a ver un tal Harvey Lillard, quien había quedado sordo desde que tuvo un tirón muscular 17 años antes. Palmer notó que el paciente tenía una vértebra prominente y lo convenció de que dejara a Palmer reposicionarla. Palmer lo hizo, Lillard volvió a oir y así nació una teoría completa.

(Evidentemente, un paciente con una vértebra tan notoriamente desplazada seguramente tiene mucho más de qué preocuparse que del oído, sobre todo porque los nervios que van al oído no pasan por la columna vertebral, sino que pertenecen a los llamados "pares de nervios craneales", que se distinguen precisamente por salir directamente al cráneo. Y, evidentemente, realinear una vértebra como dice haberlo hecho don Daniel David no es tan fácil como meter en su sitio un hombro dislocado. Dicho de otro modo, todo el relato es más sospechoso que un zorro dando serenata en un gallinero.)

La teoría que Palmer procedió a sacarse de la manga dice, en lo esencial, que existe una energía vital llamada "inteligencia innata" que controla la salud y que fluye por la espina dorsal, y que las enfermedades son causadas por interferencias en el flujo de la inteligencia innata debidas a pequeñas desviaciones o "subluxaciones" de la columna vertebral. Al manipular la columna, se libera el flujo de inteligencia innata, y ésta cura todo, conserva la salud y el equilibrio del cuerpo.

Uno supondría que, para probar todo eso, don Daniel David se embarcó en un intenso estudio científico de las subluxaciones, la caracterización de la inteligencia innata, del análisis de su flujo y esas cosas. En realidad, lo que hizo Palmer fue, en menos de dos años, abrir una escuela de quiropráctica y empezar a cobrar por enseñar su ocurrencia.

No está por demás traducir una frase que revela la modestia, el rigor y la visión de don Daniel David Palmer: Yo soy el originador, la fuente primaria del principio esencial de que la enfermedad es el resultado de demasiado funcionamiento o de no suficiente funcionamiento. Yo creé el arte de ajustar las vértebras, usando las apófisis espinosas y transversales como palanca, y le dí nombre de Quiropráctica al acto mental de acumular conocimiento, la función acumulativa, correspondiente a la función vegetativa física (el crecimiento de lo intelectual y lo físico) junto con la ciencia, arte y filosofía. Ahora la siguen más o menos dos mil quiroprácticos. Yo fui quien combinó la ciencia y el arte y desarrolló los principios de la misma. Yo he respondido la antigua pregunta: ¿qué es la vida?

Hipérbole, pues, no le faltaba a don Daniel David, pero quizá se justifique que creamos que exageró un poco.

El caso es que su escuelita sigue viva y cobrando pese a que no se ha podido conseguir nunca que los quiroprácticos definan con precisión qué es la "inteligencia innata", qué es una "subluxación", qué relación hay entre cada "subluxación" y las distintas enfermedades, cómo se corrigen realmente con sus "ajustes" las "subluxaciones" (además de hacer que las articulaciones chasqueen, cosa que los pone muy felices, aunque no cambien realmente la posición de los huesos) y otras cosillas que parecen importantes.

Uno de los momentos más altos de la Asociación Nacional de Quiropráctica de los Estados Unidos, fue cuando a mediados de los años 50, cuando la epidemia de poliomielitis estaba en su clímax y se promovía la vacuna antipolio de Jonas Salk para inmunizar a los niños contra la poliomielitis, dicha asociación hizo una intensa campaña contra la vacuna antipolio, recomendando en su lugar "ajustes quiroprácticos" para evitar y tratar la enfermedad.

El caso es que, al paso de los años, todos los "hueseros" tradicionales y diversos curanderos, masajistas y niueicheros diversos dicen que hacen "quiropráctica" sin ajustarse exactamente a la teoría de Palmer, mientras que entre los propios quiroprácticos hay distintas corrientes y grupos que se dedican a morderse los tobillos mutuamente por motivos políticos, para obtener representatividad, para ganar miembros en sus asociaciones y demás, pero siempre unidos en la lucha por llevar clientes a sus consultas.

El aprovechamiento de la ingenuidad de estos personajes ha llegado a ser delirante. Pese a que ellos solían decir que las "subluxaciones" no se podían detectar mediante Rayos X (y siempre han mantenido en secreto la forma en la que ellos detectan una supuesta subluxación), cuando bajo presión popular el seguro médico estadounidense aceptó pagarle a los quiroprácticos por sus inútiles atenciones, estableció que sólo serían válidas las subluxaciones identificables en radiografías. Los quiroprácticos se reunieron rápidamente y ¡milagro, milagro! de pronto las subluxaciones se veían en las radiografías, los quiroprácticos entregaron sus "criterios" inventados a toda prisa y empezaron a cobrar.

Para cobrar, empezaron a realizar cantidades ingentes de radiografías a sus pacientes, en particular niños, al grado de que la Sección pediátrica de la Asociación médica de Alberta, Canadá levantó la voz de alarma por los riesgos de cáncer y otros daños que pueden sufrir los niños a los que los quiroprácticos radiografían para cobrar.

Ajustes y derrames por el mismo precio

Muchos son, por desgracia, los informes de perjuicios gravísimos ocasionados a la médula espinal y sus tejidos adyacentes por los "ajustes" bárbaros que exige la práctica de esta bárbara disciplina, sobre todo en Estados Unidos que es donde medra la mayoría de los quiroprácticos.

Así, tenemos informes en revistas científicas de parálisis diafragmática producto de la manipulación cervical quiropráctica, libros completos sobre la quiropráctica vista desde la perspectiva de las víctimas, organizaciones de víctimas de la quiropráctica en el Reino Unido (donde se relatan casos de horror como el de un derrame del tallo cerebral a consecuencia de un "ajuste" quiropráctico o el de una disección bilateral de las arterias vertebrales a cargo de otro curandero quiropráctico), e incluso afirmaciones como la del Stroke Consortium, un grupo de 100 investigadores médicos canadienses, que en un estudio de 65 víctimas de derrames, casi un tercio tenían su origen en manipulaciones quiroprácticas.

Todo lo cual no ha detenido a los quiroprácticos en su lucha contra las vacunas, todo hay que admitirlo.

Tirar del cuello, girarlo violentamente, hacer restallar las vértebras o hacer cualquiera de las cosas que los quiroprácticos llaman "tratamiento" son acciones que tienen todas el potencial de causar graves daños, muchos irreparables, entre ellos la muerte del cliente.

Ciertamente, en muchas intervenciones médicas está en riesgo la vida del paciente. Pero en tales casos se conoce perfectamente el porcentaje de riesgo, se informa al paciente y se hace todo lo posible por disminuir dicho riesgo ajustando multitud de variables, desde la dosificación de un medicamento hasta el tiempo máximo en que debe realizarse una intervención quirúrgica. Es decir, el riesgo es conocido y admitido por los médicos y por sus pacientes.

Sin embargo, en el caso de la quiropráctica, todas las asociaciones quiroprácticas coinciden en que sus manipulaciones están tan bien "estudiadas" (a saber por quién y dónde, no hay estudios) que no representan ningún riesgo.

Por ello, el paciente entra al quiropráctico creyendo que está yendo a experimentar un tratamiento sano, inocuo, "natural" y utilísimo, sin pensar en que unos minutos después puede encontrarse confinado para siempre en una silla de ruedas, cuando no como protagonista de un funeral.

Y, precisamente porque los quiroprácticos "se oponen" a la medicina y porque según ellos sus manipulaciones "no tienen ningún riesgo", en sus consultorios no hay nada que pudiera ayudar a salvarle la vida a los clientes que se les quedan en la mesa quiropráctica: ni adrenalina, ni desfibriladores, ni abatelenguas, ni equipo de traqueotomía ni ninguna de esas cosas que, por otro lado, al cabo de cuatro años de estudios en sus inútiles escuelas de quiropráctica, tampoco saben usar estos charlatanes.

El contacto charlatanesco

De acuerdo con la "Ley de la capilaridad de la imbecilidad" o "Ley de universalización de la estupidez" que enunciamos aquí cuando hablamos de la patraña de la fotografía Kirlian, Toda afirmación de una pseudociencia será rápidamente puesta al servicio de todas las pseudociencias y esoteriqueces.

Y la quiropráctica no es una excepción.

No sólo resulta ahora que cualquier masajista se autoproclama "quiropráctico", sino que la quiropráctica se ve adicionada con otras formas de la charlatanería curanderista: moxibustión, reflexología podal, acupuntura, meditación, yoga e, incluso, como en el caso de la extrañísima doctora Maddalena Galliani, cosas tan irreales como la "medicina futurista" o los "fenómenos asociados con el campo taquiónico".

(Aquí vale una pausa. Los "taquiones" son partículas subatómicas teóricas cuya característica sería que podrían viajar a una velocidad mayor que la de la luz y que en teoría tendrían una energía infinita. Es un interesante y muy abstruso divertimento en física, pero aún no existe ni una prueba de que los taquiones existan, mucho menos que haya un "campo taquiónico" localizado que los emita... pero como suele ocurrir con las ideas teóricas y más complejas de la física, la industria del ocultismo tomó la parte sensacional de la idea, borró la parte donde decía que se trataría de partículas "teóricas", que no hay pruebas de que existan y que serían un fenómeno subatómico, y procedió a venderlo de varias formas, incluida, claro, la sanación mágica con nombre impresionante. No, hay, pues, doctora guapita, ningún fenómeno asociado al campo taquiónico, como no sea en los vastos confines de su desfachatez.)

Por supuesto, ya que las radiografías y otros métodos no demuestran ni las "subluxaciones" ni los efectos de los "ajustes", los quiroprácticos no han tardado en afirmar que los efectos de la quiropráctica se demuestran con fotografía Kirlian, que es como decir que el origen paranormal de un rostro en el piso se demuestra porque nos lo dijo un espíritu en una psicofonía.

La quiropráctica también tiene su sección "productos", es decir, a las empresas que ofrecen maquinitas y aparatos "autoquiroprácticos" con precios tan accesibles como el que puede ver abajo a la izquierda, un moderno potro de tormento de diseñador por sólo 10.560 dólares que se usa en "clínicas de crecimiento", o la máquina del chi (después de todo, la "inteligencia innata" de Palmer y el chi de la superstición china podrían estar relacionados). Y, por supuesto, los quiroprácticos echan mano del omnipresente galvanómetro, que se usa para medir la resistencia eléctrica de la piel y que se usa como parte del poco confiable polígrafo, al que los cienciólogos o dianéticos llaman E-metro y aseguran que lo inventó su fundador y que un tal Guy Coggins rebautizó "Aura Camera 6000", lo conectó a un programa que transformaba las mediciones de resistencia galvánice en imágenes y empezó a vender, claro, "fotografías del aura". Los quiroprácticos, por su parte, lo usan para diagnosticar misteriosas "alergias ocultas" contra determinados alimentos (que no se sabe cómo se relacionan con el flujo de la inteligencia innata por la columna vertebral, pero eso son minucias cuando hablamos de los millones de dólares que entran a las arcas de los quiroprácticos.

Y todo esto sin mencionar las clínicas de quiropráctica para mascotas que florecen felices, especialmente en los EE.UU. y Canadá.

Otra teoría de la enfermedad no apoyada en ningún dato experimental. Otra terapia chiflada. Otro grupo de vivos que se forran los bolsillos... la historia no sería nueva a no ser por la estela de paralíticos que han dejado atrás en su camino de supercherías.