agosto 25, 2004

La hora de la verdad y los minutos de la falsedad

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El hombre siempre ha tenido el sueño de poder detectar a los mentirosos con alguna certeza.

Deje usted de lado que mi abuela Sofía, mujer sabia si las hay, decía que más pronto cae un mentiroso que un cojo, el hecho real es que numerosos chapuceros pasan por la vida exhibiendo una cara de diamante, sin inmutarse cuando los atrapan faltando a la verdad y, sobre todo, reincidiendo en sus mentiras. Si no hubiera tal, el esoterismo sería un páramo y la paranormalología un vago recuerdo.

De hecho, cualquier detector de mentiras real se sobrecalentaría aplicándolo a cualquier área de las que son ocupación del charlatanaje.

Las formas de "sacarle la verdad" a una persona han sido tan variadas como inútiles, desde la escopolamina hasta el thiopental sódico (o Pentotal, que el hoy exjefe de la CIA quería usar en los internos del campo de concentración de Guantanamo) pasando por la tortura inquisitorial o conosuriana y llegando hasta la patraña llamada "detector de mentiras" o, más precisamente, "polígrafo". Todas fallan.

Y esto adquiere alguna relevancia porque el martes zapeaba yo por la tele cuando me encontré a Alicia Senovilla (al parecer ahora especializada en exhibiciones lamentables de tontería) en su programoide "La hora de la verdad" y, mientras una chavalilla afirmaba su inocencia de una determinada infidelidad, la presentadora dijo con aplomo: "El polígrafo no miente".

¿Eh?

Así, simplemente: "el polígrafo no miente".

A ver, Alicia, corazón, que calladita decoras bastante, el polígrafo no sirve para un carajo y tu guionista sí miente, como veremos a continuación.

Antes, dejo constancia de que es de desearse que los participantes en tan lamentable emisión sean tan falsarios como parecen. Es decir, que sean personas que actúan como "parejas en las que él quiere saber si ella le adornó la testa con una elegante cuanto viril cornamenta" pero que en la vida real ni se conocen o algo así, y que el enfrentamiento es producto de las relaciones de un guionista con el hachís. Porque si los problemas, broncazos, gritos, angustias, lloros, reclamos y hasta separaciones de parejas que atestigua el televidente en tan lamentable emisión son reales, los productores de la emisión están rozando los delicados terrenos del delito grave.

La historia del programa no es nada complicada. Antena 3, en su página Web, suelta la siguietne ristra de imprecisiones, falsedades, engañifas y tonterías con sabor a márketing:

"LA HORA DE LA VERDAD" es un talk show presentado por Alicia Senovilla, en el que personas anónimas con historias inusuales, se enfrentan cada martes a la verdad a través de diversos pruebas como el polígrafo, el test de la voz y de paternidad. Este programa producido para ANTENA 3 por Boomerang incorpora una novedosa modalidad: el test de voz, una nueva técnica para averiguar, mediante la variación de la voz, si el invitado miente o dice la verdad. Por su parte, el polígrafo, que es utilizado por la policía de más de 90 países, es un instrumento de gran sensibilidad y precisión, capaz de registrar en un gráfico los cambios que se producen en el organismo ante determinadas preguntas. "LA HORA DE LA VERDAD" también resuelve las dudas sobre su paternidad a aquellos hombres que lo solicitan.

Básicamente, lo que se exhibe ante la curiosidad del público son parejas de amigos, amantes, novios o esposos en las cuales uno desea saber si el otro dice la verdad (o el otro quiere demostrarle al uno que la dice, da igual) o determinar la paternidad de algún inocente.

El análisis de ADN no es, como quieren creer algunos, una especie de determinante mágico de la paternidad. En casos policiacos, cuando se tiene ADN de un sospechoso y al sospechoso, y se pueden comparar dos muestras de ADN, las probabilidades son tales que dan una certeza casi total. Pero en los casos de paternidad, el padre sólo pone el 50% del ADN, y por tanto la prueba tiene probabilidades de error, así sean de entre 98 y 99%.

Pero si la duda es de otro tipo, generalmente de un asunto decoración córnea en la frente de la pareja, entonces se acude al polígrafo y a un "análisis de voz" que, se implica, se asegura, son 100% infalibles.

Y no lo son.

El polígrafo lo inventó el creador de la Mujer Maravilla

En serio. Lo hizo en 1917 un psicólogo llamado William Moulton Marston, que luego fue el creador de la famosa Wonder Woman de los cómics. No precisamente un experto en fisiología, por cierto.

El polígrafo y las teorías que lo sustentan son ciencia basura (algo así como las paraciencias), que parten de una idea no probada para llegar a conclusiones absolutamente jaladas de los pelos.

Un polígrafo mide cuatro variables reales: la presión sanguínea, la frecuencia respiratoria, la frecuencia cardiaca y la resistencia galvánica de la piel. También es cierto que estas variables cambian conforme se modifica el estado emocional de una persona sometida a las mediciones. Y aquí empieza la estupidez: estas tres variables se relacionan más o menos con la ansiedad y la tensión emocional de la persona, de modo que quienes inventaron este negocito en los Estados Unidos decidieron ya divorciados de la lógica que cuando uno miente está más ansioso y tenso y que, por tanto, la variación de esas tres variables indicaría que una persona está mintiendo.

En principio "suena lógico", y como tantas cosas que "suenan lógicas" no soporta un análisis minucioso.

Por ejemplo, supongamos que cuando le preguntan a usted si mató a Carlomagno usted se pone muy nervioso porque teme que el polígrafo se equivoque, o simplemente teme que su mala suerte le haga una jugarreta, o en ese momento se acuerda de que dejó la fabada en la estufa. Pues aumentará su tensión sanguínea, aumentará su frecuencia respiratoria, aumentará la resistencia galvánica de la piel y el "experto" en el polígrafo podrá afirmar, equivocándose integralmente, que usted mintió cuando dijo que no, que no sólo no mató a Carlomagno sino que ni había nacido en aquellos años.

Ni la frecuencia cardiaca y respiratoria, ni la tensión arterial ni la resistencia galvánica de la piel están asociadas obligatoriamente al hecho de mentir, mucho menos de manera exclusiva, de modo que cualquier forma de nerviosismo, alteraciones emocionales durante la "entrevista" con el "experto", o incluso una memoria agradable o desagradable, pueden provocar cambios que se pueden interpretar como si se relacionaran con lo que le preguntan y lo que contestó.

Y el "expertazo" no tiene forma de saber si usted exhibió esa tensión por mentir o por lo que fuere. Eso es un invento charlatanesco.

El polígrafo es tan poco confiable que sólo se usa en algunos países (no en 90, como mendazmente dice la publicidad de Antena 3), y no ha logrado impresionar a las fuerzas policiacas ni judiciales de la gran mayoría de las naciones. Pero incluso en el país de su nacimiento, los Estados Unidos, se ha visto bajo tales ataques que el Congreso de los EE.UU. promulgó una ley que impide que los patrones sometan a sus empleados a pruebas de polígrafo.

Porque, más allá de la teoría que "suena lógica", el hecho real es que en pruebas con polígrafo estudiadas científicamente el examinador llega a una conclusión equivocada el 80% de las veces.

Para que usted lo entienda correctamente, si usted sólo adivina si una persona dice la verdad o miente, y lo hace al azar o echando al aire una moneda, las probabilidades son de que tenga razón el 50% de las veces. Es decir, un examinador "experto" dotado de una chimistreta llamada "polígrafo" se equivocará más veces que alguien que simplemente tome una respuesta al azar.

El polígrafo ni miente ni dice la verdad. El polígrafo registra variables que una teoría mal planteada dice que señalan cuando alguien miente, el "experto" examinador interpreta los datos y entonces da un dictamen que en el 80% de las ocasiones estará equivocado.

¿Por qué se sigue usando el polígrafo en algunos países como Estados Unidos, Japón, Canadá o Israel? Pues porque su promesa es demasiado seductora como para renunciar a ella. Lo mismo que pasa con otras formas de la charlatanería como los ovnis, el monstruo del Lago Ness, la telepatía o la mediumnidad (con o sin grabadora): son mentiras tan atractivas que la gente prefiere olvidarse de que hay datos que indican con toda certeza que son mentiras y no hay datos sólidos que las sustenten. Por fortuna, en la enorme mayoría de los casos, ni siquiera el sistema judicial estadounidense admite los estudios de polígrafo como pruebas en tribunales.

(Tan incierto es que algunos científicos lo asemejan a la frenología, mientras que hay suficiente información en Internet sobre cómo "engañar" al polígrafo (en inglés, aclaro).)

La "prueba de voz" y los estudios inexistentes

Ls "prueba de voz" es aún más extraña e incierta. Dado que el programa no se rebaja a explicarlo, no queda sino suponer que la productora o el "experto" en cuestión sacudieron 9 mil dólares para hacerse de un analizador de estrés de voz computarizado o CSVA por sus siglas en inglés.

La teoría detrás de este adminículo es que la voz cambia cuando mentimos. Probablemente. Pero la voz también cambia cuando comemos mucha sal, cuando pensamos en nuestros mitos sexuales, cuando queremos que cambie y por enemil razones aún más complejas que los cambios en las variables que mide el polígrafo. Y tenemos más control sobre ellas.

Nadie ha medido cómo exactamente cambia la voz cuando mentimos, y mucho menos se ha demostrado que ese cambio se dé si y sólo si mentimos.

Lo que afirman los fabricantes (que no iban a afirmar otra cosa porque lo que les interesa es vender aparatitos de CSVA) es que es "más confiable que el polígrafo".

Pues vaya notición. Ya quedamos que el azar es "más confiable que el polígrafo", así que superar el lamentable desempeño de esa pamplina tampoco es como para impresionar a nadie. Claro que ellos aseguran que tienen una validez del 97%, lo que (si fuera cierto, porque la cifra la lanzan al mundo sin fuente alguna que la sustente) quiere decir que los practicantes de esta patraña pueden freír en una silla eléctrica a 3 inocentes por cada 97 culpables. O refundir en la cárcel a un ciudadano común por cada 35 culpables.

Las bases del CVSA son tan guangas e imprecisas como las del polígrafo: afirman que el aparatito en cuestión puede detectar modulaciones de frecuencia en la voz que supuestamente son involuntarias, y luego se saltan a asegurar que tales variaciones ocurren de manera única y privilegiada cuando la gente dice una mentira. ¿Cómo lo saben? No lo dicen. ¿Pueden probarlo? No. ¿Les importa? En lo más mínimo, y menos aún a nueve mil dólares el pepinazo.

Como todo charlatán que se precie, los fabricantes del CVSA no son una simple empresa, nonono. Son el "Instituto nacional para la verificación de la verdad" o NITV, de los Estados Unidos, cuyos anuncios hablan de "cientos de estudios" que los convalidan, pero sin mostrar ni uno de esos estudios hechos por científicos serios en instituciones serias.

¿Todos los seres humanos siempre que mienten tienen exactamente las mismas variaciones en la voz y este aparatejo mide exactamente esas variaciones? Pues no hay ningún dato que lo demuestre, y los que mercan el cuentito se guardan mucho de ofrecer tales datos.

Sobre estas bases inestables, burlescas, engañosas y bajo fuego, Antena 3 y la productora Boomerang usan en la televisión española tanto el polígrafo como el "análisis de voz" para dictaminar, con afirmaciones tajantes, si alguien "miente" o "dice la verdad" y, por tanto, le dicen al público, con base en eso se rompen o consolidan parejas, amistades, amores, matrimonios, etc. Ojalá no sea cierto, pues y todo sea actuación pura.

Pero lo que se le está diciendo al público en general, y eso es una irresponsabilidad gigantesca, no es sólo que alguna ciudadana inocente se metió a la cama con un señor que no era su marido, asunto que nos debería importar un carajo a menos que seamos la ciudadana, el señor o el marido, sino que se les está mandando el mensaje de que sí hay una forma de saber con certeza cuando alguien dice la verdad y cuando alguien miente. Y eso es desinformar al público, por decir lo menos.

"La hora de la verdad", pues, no es sino la hora de las mentiras, las exageraciones, la anticiencia y el embuste para consumo masivo. Nada de qué estar orgullosos.

Y nada muy lejos de "El castillo de las mentes prodigiosas" o de los más deleznables reality shows.