agosto 13, 2005

Esto de convencer a la gente

Coartada recurrente de los charlatanes es suponer que sus creencias delirantes (y allí contamos tanto a las creencias que realmente tienen como a las creencias que saben que son absolutamente prepósteras pero que defienden porque llevan agua a su molino o arriman al ascua su sardina) son similares de alguna forma al conocimiento obtenido por medio de la ciencia. Así, los sitios chupaflautísticos están llenos de frases como: "el cientificismo es una religión más", o "los científicos creen que sólo ellos tienen la verdad, igual que los curas", o cosas aún más delirantes.

La moneda falsa que quieren pasar de contrabando con esto es que sus orateces son semejanets al conocimiento de verdad.

La diferencia, sin embargo, es bastante clara.

Convencer a los científicos: el secreto


Vamos a suponer por un momento que existe realmente alguna de las veinte mil propuestas de la paranormalología, digamos una que no contravenga gravemente a todo el conocimiento acumulado hasta la fecha y que no ofenda descaradamente al más elemental sentido común.

Supongamos, pues, que mañana un extraterrestre llama a la puerta de su enigmatólogo favorito y se pone enteramente a su disposición para poner en su sitio a quienes dicen neciamente que, hasta hoy, no hay ninguna prueba que nos haga suponer que hay seres inteligentes de otros planetas visitándonos nada más para que el club de los monopolizadores paranormales de los medios de comunicación puedan vender más basura.

¿Qué debería hacer este enigmatólogo para convencer a los científicos de que tiene en su sala a un extraterrestre genuino, verídico y mucho más vivo que cualquier muñequito de goma autopsiado fraudulentamente?

Bueno, el enigmatólogo (llamémoslo Juanjo para sentirnos en confianza) empieza por llamar a los científicos. Los insulta un rato en su inimitable estilo y luego los invita a tomarse un café con el ET que lo hará más rico que Bill Gates.

Los científicos llegan, profundamente escépticos. Entrevistan al ET, toman muestras de sus tejidos, revisan la nave que dejó aparcada a un lado de la piscina olímpica de Juanjo, lo observan acuciosamente y se van muy poco convencidos.

Ahora supongamos que las muestras de tejido (tomadas siguiendo un protocolo claro y reproducible, no como se arrancan cachos de piso de una casita de Bélmez para que los estudien unos laboratorios secretos que no consiguen resultado alguno en ocho meses) indican que el personaje que toma brandy en la elegante sala de Juanjo no tiene una estructura celular similar a la de los seres evolucionados en nuestro planeta. Mientras tanto, los que lo entrevistaron confirman que, efectivamente, los datos que dio para descifrar la escritura de los Moches peruanos realmente parecen tener sentido y, además, la nave espacial parece al menos ser de verdad.

A partir de allí se desarrollarían algunas llamadas telefónicas o correos electrónicos muy peculiares, del tipo: "Oye Pacorro, no vayas a pensar que ya me volví orate, pero hay algo que quiero que veas, tú que eres un bioquímico de Premier League" o "Tráete a todos los antropólogos que conoces".

Bueno, supongamos que las pruebas se multiplican, se afinan protocolos, se repiten independientemente y resulta que sin lugar a dudas el eté de Juanjo no es de este planeta, y tiene conocimientos históricos y técnicos que no se podrían explicar de ninguna forma como no fuera admitiendo que es un eté realmente y que ha visitado nuestro planeta en el pasado.

¿Qué cree usted que harían los científicos?

Pues lo mismo que hicieron cuando les mandaron el primer ornitorrinco disecado desde Australia: al principio creyeron que era una broma, pero al tener más datos y pruebas (repito porque aquí está el meollo del asunto: DATOS Y PRUEBAS) fueron dudando y, finalmente, después de examinar a uno de estos alucinantes monotremas vivo y coleando, aceptaron su existencia.

(Imagínense ahora qué poco serio y menos creíble resultaría cualquier científico al que le mandan algo tan raro como un ornitorrinco y lo aceptara acríticamente, sin estudiarlo, sin dudar y sin pedir, sí, datos ypruebas.)

Es decir, sí hay una forma de convencer a los científicos: datos y pruebas.

Eso además les daría trabajo para muchísimos años, investigando (pero de verdad) a los etés, estableciendo comunicación efectiva y aprendiendo sobre los alcances de la vida, de la física y de la historia humana.

De hecho, los científicos serían enormemente felices, mientras que a Juanjo se le habría secado el pozo de los billetes.

Convencer a un creyente: misión imposible


Vamos ahora al otro extremo. Supongamos que uno intenta convencer a un creyente (en este caso a un genuino convencido, no un simple mercachifle de fumadas para consumo de personas de las que se burla cuando está de copas con los amigotes).

¿Cómo lo haría?

En serio, ¿cómo?

¿Existe alguna forma de convencer a algún creyente de que su creencia irracional, sincera pero sin bases, es falsa?

Pensemos en una verdaderamente evidente: el supuesto "rostro marciano".

El orbitador Viking envió en 1976 una serie de interesantes fotografías de la superficie marciana. Pese a su baja resolución, los científicos aprendieron mucho sobre el planeta rojo.

Pero los misteriópatas se lanzaron como lobos sobre una foto en particular que parecía mostrar algo parecido a un rostro más o menos humanoide.

A partir de allí, todo era escribir loqueras, y los creyentes en lo que sea empezaron a engarzar las gemas de la estupidez en largos collares de necedades. Para empezar, bautizaron a la formación en cuestión como "La esfinge de Cidonia" (los más mamertos escriben "Cydonia"), decidiendo que era una esfinge como las egipcias porque... bueno, realmente nada más porque se veía bonito decirlo y porque cerca del rostro hay unas sombras que con algo de buena voluntad y medio cerrando los ojos parecen pirámides. Y todo el mundo sabe que las pirámides llevan acoplada una esfinge, como se puede ver en la cultura Maya... ah no, en la Mexica... bueno, tampoco... pero es que los egipcios eran marcianos y a ver, chistosito, demuéstrame que no es cierto.

Todo lo que a usted se le ocurra, lo dijeron, escribieron y vendieron los misteriólogos. Veinte años de pendejadas hubimos de escuchar y leer. Premio especial del jurado lleva, por cierto, la afirmación de que una de las "pirámides" era, ni más ni menos, un generador de energía alimentado con hidrógeno. (El autor de esta barbaridad vio el hidrógeno en la foto, casi seguro.)

Algunas sectas procedieron a invocar la "cara de Marte" para pedir dinero con objeto de intensificar sus contactos telepáticos con Marte.

Pero finalmente pasó lo que tenía que pasar. Mejores naves con mejores cámaras volvieron a Marte y, algo más de 20 años después, el 5 de abril de 1996, se dieron a conocer imágenes tomadas por el Mars Surveyor en la misma zona, dejando claro que la cara era una ilusión óptica o pareidolia, en esta imagen, la foto de baja resolución de la Viking está a la izquierda, y a la derecha la foto del Mars Surveyor en positivo y en negativo.

(Actualización: Aquí hay una fotografía muy grande (casi un mega) de la montaña que parecía una cara, fotografiada pro el Mars Surveyor. Juzguen la lectora y el lector.)

Asunto terminado, ¿o no?

Pues no.

Los mismos que consagraron las imágenes del Viking como "la prueba de vida inteligente en Marte aportada ni más ni menos que por la respetadísima NASA" pasaron a considerar las segundas fotos "un intento de manipulación de los perversos miserables de la isignificante y engañosa NASA", y escribieron nuevos libros y artículos repitiendo lo mismo de antes pero añadiéndole la teoría de la conspiración que tanto los hace ronronear. Los "malos" que van a Marte nos quieren ocultar algo que sabemos con certeza los "buenos" que no podemos ni tirar un cohete o volador sin perder cuatro dedos.

El máximo embustero de México, Jaime Maussán, sigue haciendo y vendiendo programas este mismo 2005 dándole a "la cara de Marte" y pase usted a caja a pagar.

Los que se divirtieron tantos años con la "esfinge de Cydonia" no se conforman con ser "loquitos que ven caras en Marte y borrequitos en las nubes", nonono... son (agárrese de la silla) "¡marsfasciólogos!!" (etimología papanatas: del latín "mars", marte; "fascies", cara y "logos" que significa "estudio" o bien "sufijo que se le sorraja a cualquier tontería para hacerla parecer respetable").

¿Cómo se convence a estos creyentes y a tales negociantes de que su afirmación es falsa?

Pues no se puede.

Si los lleva uno a Marte, siempre podrán decir que los "malos" conspiradores han "borrado" la cara de Marte para ocultarnos el conocimiento. O que los marcianos la borraron para no quedar a merced de la NASA. Puestos a inventar coartadas, no tienen límite.

Ni necesidad de dar datos, pruebas o algo más que fantasías envueltas en papel atractivo.

Así, resulta mucho más fácil convencer a los "científicos oficiales académicos" de que Juanjo tiene un eté en casa que hacer entender a los más sinceros convencidos de que realmente no existen cosas tan evidentemente falsas como la cara de Marte, el bigfoot o "pie grande", o los círculos de las cosechas realizados por platillos voladores (aunque puede usted hacerse el suyo contratando a los verdaderos expertos que los hacen, quienes, por cierto, no hace mucho crearon un verdadero "pie grande" para Nike).

Es la diferencia entre creer y saber. Para saber hay que cuestionar, dudar y estar dispuesto a aceptar algo en lo que no creemos de entrada. Para creer basta aceptar algo que nos gusta y negarnos a admitir que se cuestione o que se ponga en duda.

Promover la fe, por tanto, sólo se puede confundir con promover el conocimiento y el pensamiento crítico desde el interés y el fanatismo. Lo demás es lírica.