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enero 10, 2007

Pero... ¿hay vida extraterrestre?

Nota a modo de proemio (jé): El pasado domingo, el comediante Íker Jiménez Elizari, "El Alfredo Urdaci del Misterio" dio una muestra del tipo de cosas a las que llama "rigor" en lo que sin duda es un abuso del lenguaje.

Para promover la creencia en que las luces raras son naves extraterrestres, mandó a uno de sus becarios a preguntarle a la gente si creía que había vida fuera de la Tierra, sí o no, y resultó que, para sorpresa de nadie, la gran mayoría de los encuestados dijo que le parecía probable que hubiera vida fuera de nuestro planeta. Íker sonreía como un ratón encima de un queso.

Pero en realidad, el que la gente crea que hay vida extraterrestre no significa que la haya, por supuesto, y la verdad no es algo que se obtenga por medio de encuestas o votaciones. Ya me imagino a Jimenitos el día de mañana haciendo una encuesta a ver si es cierto o no que la luz viaja a una velocidad de 299.792,458 kilómetros por segundo o si en realidad nada más viaja "rapidisísisimo", "en chinga" o "por encima del límite permitido en autopista". O, mejor aún, mandando a sus inttrépidos reporterazos a que diluciden el escabroso tema: "¿una isquemia de colon se debe tratar con emplastos de camomila y orina de zorrillo?" o bien "¿la materia oscura son mis calcetines sucios?"

Por cierto, hablando de la ikerada dominical, ¿alguien vio si el buen Íker le mostró a sus sufridas víctimas, a sus queridos puntos de rating, las fotografías que demuestran que la "cara de Marte" era una pareidolia como una cara de Bélmez?

En fin, que al menos el tema me recordó que tenía a medio cocinar un artículo sobre la vida extraterrestre, que procedo a pulir para someterlo a la aguda visión de los lectores (y a los berrinches de la
troupe de misteriólogos). La pregunta es muy sencilla, ¿hay vida extraterrestre? La respuesta no lo es tanto.


Una de las disciplinas más peculiares del ocultismo moderno es lo que podríamos llamar "etémanía", por el eté o E.T. de Steven Spielberg.

La "etemanía" incluye muchísimas locuras, entre ellas la ufología u ovnilogía (estudio de cosas no identificadas que parece que vuelan, pero que algunos dicen que han identificado, y que lo son hasta cuando no vuelan); la "abductología" (jejé), dedicada a los testimonios de personas que dicen -sin poderlo demostrar- que los han secuestrado los etés que viajan en las cosas no identificadas; la "cerealogía" (juro que así le dicen) que es la observación con cara de pánfilo de ciertos dibujitos realizados aplastando plantas en campos de cultivo para concluir que los han hecho los etés a bordo de las cosas no identificadas o algo así, y por supuesto la "astroarqueología", invento de Erich Von Däniken que promueve la idea racista de que las grandes construcciones realizadas por pueblos no-blancos (egipcios, incas, aztecas, siameses, etc.) deben haber sido hechas realmente por etés blancos, rubios, altos, de ojos azules y miembros de las SS, porque los pobres del color de la tierra (como dicen los zapatistas) no podían saber tanto como para hacer pirámides, rayas en el suelo (Nazca) o estatuas de sus antepasados (Isla de Pascua).

Hay ufólogos absolutamente serios, claro, que tienen el problema de que al serlo nunca encuentran a los etés y además se topan de frente con los fraudes, cuentos, alucinaciones y exageraciones que conforman el imaginario ufológico y les da el asco. Los que además de serios son honestos, acaban estudiando la etemanía desde una perspectiva científica sumamente interesante. Entre ellos se cuentan personajes como el Philip Klass, ya fallecido, James Oberg y el mexicano Luis Ruiz Noguez, cuyo blog Marcianitos verdes y su anterior esfuerzo como parte del grupo que hacía la Web #Perspectivas (grupo que murió sonriente, esperando una demanda que nunca le interpuso el bobo de guardia del ocultismo español, Bruno Cardeñosa, pese a haberla anunciado urbi et ubre) es lo más recomendable para quienes se interesan por saber acerca de supuestos extraterrestres y platillos voladores y además sospechan (ah, gente desconfiada y retobada) que los grandes himbestigadores como Jaime Maussán, Enrique de Vicente, Javier Sierra, Sixto Paz y el payaso Lagrimita sean absolutamente confiables y honestos en la presentación de sus tonteorías.

No me ocuparé de repetir el trabajo de Luis, simplemente remito a los lectores a ese depósito riquísimo de la experiencia de alguien que lleva ya sus buenas tres décadas persiguiendo la verdad y encontrándola, a diferencia de los mercachifles que mantienen el misterio para venderle a usted más cosas. Y eso que cuando nos conocimos, allá por el cretácico inferior, tanto Luis como yo andábamos interesados en el tema a ver si tenía miga o no, y un día nos cruzamos trabajando en la redacción de Contactos extraterrestres, revista mexicana de ufología malona y con la inclinación inevitable al amarillismo escandaloso que vende ejemplares a costa de la verdad, pero que comparada con lo que se perpetra y comete hoy en el mundo editorial, era un dechado de valores periodísticos.

A lo que voy es a la pregunta esencial que subyace a toda la etemanía, es decir: ¿hay vida fuera de nuestro planeta? Digo, claro, descontando a los habitantes de la Estación Espacial Internacional y a las bacterias, hongos y otros microorganismos que puedan andar viajando de polizontes en distintas naves, robots y sondas lanzadas por el ser humano para conocer el universo. (No, claro que ninguna de esas naves ha sido enviada por los ufólogos.)

Los vendedores de etés o chupaflautas suelen introducir esta pregunta, con cierta insidia (nada rara en ellos), como "argumento" para sustentar su promoción de la idea de que los etés nos visitan más de lo que las parejas de recién casados visitan Cancún. Y para pintar a los que no aceptan ciegamente sus tonterías como cabecitas huecas que "creen que estamos solos en el universo".

La pregunta, para empezar, no tiene nada que ver con los platillos volantes, los etés, las abducciones, los círculos de las cosechas, las "mutilaciones de ganado", el chupacabras, las fotos borrosas de cosas humanamente no identificables, ni ninguna onda similar.

Pero se trata de que usted no se dé cuenta de que no tiene nada que ver, claro.

La única respuesta honrada a esa pregunta, claro, es "no sé". Yo no lo sé, los científicos más avanzados no lo saben y tampoco lo saben Javier Sierra, Íker Jiménez, Pedro Amorós, J.J. Benítez, ni el bobo de guardia ni nadie en todo el planeta.

Pero un ejercicio especulativo nos dice que, dado que el universo es no sólo grande, sino que tremendamente grande, y sin duda más grande de lo que podemos concebir resultaría cuando menos aventurado afirmar que no hay más vida en él que la surgida en nuestro planeta.

Otra cosa es que, estudiando los parámetros necesarios para que haya vida como la conocemos (es decir, determinada iluminación solar sin demasiados rayos ultravioleta, con temperaturas adecuadas para que haya agua, sin extremos, una atmósfera estable, etc.) los astrónomos de verdad digan hoy que de todos modos la vida podría ser un fenómeno bastante menos frecuente en el universo de lo que nos gustaría creer. De todos modos, las probabilidades en favor de alguna forma de vida en otro lugar del universo existen claramente.

Pero si vamos hacia la mitología etemaníaca (o etefílica, o hasta etelátrica), las probabilidades bajan todavía más. Porque para que nos visiten los etés necesitamos planetas con: a) vida que evolucione hasta la inteligencia, b) inteligencia y tecnología capaces de violar las leyes de la física y c) que lo hagan ahora y no hace doscientos millones de años (un suspiro en términos cósmicos) ni dentro de cien millones, sino hoy mismo. Esas condiciones podrían cumplirse concebiblemente, pero sus probabilidades son más escasas. Dicho de otro modo, es probable y concebible que le den a usted cuatro ases de mano en una partida de pókar, pero la probabilidad es tan, pero tan pequeña, que no vale la pena apostarle a ella ni un chicle a medio mascar.

Pero al hacer la pregunta de "¿existe vida fuera de nuestro planeta?", los misteriodistas con taxímetro, los vendedores de libros, los mercaderes de revistas, los tonteóricos del atolondre y los amarillistas profesionales pretenden evitar la principal objeción que los científicos, y la gente normal e inteligente que no es científica pero que sabe que la cabeza no es sólo para llevar sombrero, hacen a sus delirios. Y esa objeción no es que no hay vida extraterrestre, sino que, la haya o no la haya, da igual, hasta hoy, ningún empresario de los misterios de rebaja ha dado NI UNA PRUEBA de que ningún ser de otros planetas haya visitado la Tierra. Es decir, que igual el universo puede ser un hervidero de vida como un hormiguero, pero eso no demuestra nada de lo que dicen estos tipos.

Y ellos no quieren que se note que no dan pruebas.

La sucesión lógica, para que usted se ría, es ésta:

1. el misteriólogo "A" asegura que cierto personaje llamado "X" dice que un día vio unas luces en el cielo que se comportaban "distinto de todos los objetos celestes habituales", y que por tanto esas luces eran ovnis, es decir, naves extraterrestres tripuladas (o sea, ya no eran objetos "no identificados", dado que los identificaron rápidamente, pero eso de la coherencia a estos pájaros se les da mal).

2. El aguafiestas incrédulo "B" se atreve a preguntar si "X" tiene, para empezar conocimientos bastantes de aeronáutica, meteorología, astronomía y zoología (principalmente aves, sobre todo migratorias, y murciélagos, que en el aire maniobran fantásticamente) como para asegurar que el comportamiento de tales luces es realmente tan desusado, y considera entre otras la posibilidad de que "X" esté tratando de sacar raja del cuento y se lo haya inventado todo, que no sería la primera vez.

3. En el silencio subsiguiente, aguafiestas "B" se pregunta si el misteriólogo "A" no estará más interesado en vender su cuento y viajar y comer gratis y conocer nenas que lo admiran que en descubrir la verdad sobre el que sería el hecho más asombroso y trascendente de la historia humana, asombrado de que se trate con tal frivolidad.

4. Como "A" sigue fingiendo demencia, "B" pregunta qué tan confiable es la observación de "X" y qué tan riguroso ha sido "A" al analizar los testimonios (y las fotos borrosísimas, de haberlas).

5. Acorralado y ya sulfuradito ante tanta pregunta irreverente, temeroso de ser descubierto cuando menos como periodista chapucero si no es que como embustero profesional, timador vulgar y desvergonzado de primera línea de playa, el misteriólogo "A" afirma que "B" tiene "cerrada la mente" y es un "arrogante" porque, siendo el universo tan vasto, no cree que haya vida extraterrestre.

¿Juát?

No, criticar la interpretación aventurada y sensacionalista de las luces que "X" dice haber visto y que "A" anda comercializando en el librísimo Ovnis a medianoche: alucinante encuentro con los pelos de punta no tiene nada que ver con que haya o no vida extraterrestre, sino con que haya o no chupaflautas desvergonzados.

No hay ningún estudioso serio, ninguno que haya dicho nunca que no hay vida extraterrestre. Lo que se dice es algo un poco más complicado, pero que cualquier persona normal y sin intereses económicos en el tema puede comprender:

1. No hay ninguna, pero absolutamente ninguna prueba sólida hoy en día de que nos visitan los etés. Y en todos los casos que se pueden estudiar por haber suficientes datos se han encontrado explicaciones naturales a los diversos fenómenos que tontamente engloban bajo uno solo los etémanos. Las explicaciones van desde errores honrados o ignorancia del observador hasta engaños cuidadosamente planeados (como en el caso de Travis Walton o, actualmente, el del doctor Jonathan Reed, que ni siquiera se llama así y, por supuesto, no es doctor). En los pocos casos en los que no hay suficientes datos, no es posible dar una explicación, y de esos casos se agarran los misteriodistas para seguir ordeñando el tema con la desmelenada lógica de que "si no se puede explicar con causas naturales a mi satisfacción, entonces seguro, seguro, seguro que era extraterrestre y misterioso". (Y luego se admiran de que uno sospeche que las más de las veces no se lo creen, sino lo dicen por pura y celestial conveniencia.)

2. El universo es realmente grande, sí... y precisamente por eso es un tanto difícil encontrar a un planeta en su inmensidad. La única forma en la que se podría detectar vida inteligente en otro planeta sería por sus emisiones de ondas hertzianas de alta potencia. Las ondas de radio normales rebotan en la parte inferior de la ionosfera y no salen de nuestro planeta, sólo empezaron a emitirse señales fuera del planeta a partir de las primeras emisiones de televisión, en la década de 1930. Como las ondas hertzianas viajan a la velocidad de la luz en el vacío (300 mil km/seg), resulta que nuestra "esfera de ondas" detectable es a día de hoy de aproximadamente 70 años luz, lo que hace muy sospechosas las afirmaciones de visitas de etés de estrellas o galaxias más lejanas. Por ejemplo, los falsos etés y sus naves, creados por el mago de los efectos especiales y la desvergüenza Billy Meier, provienen supuestamente de las Pléyades, que están a unos 440 años luz de la Tierra. Así que es razonable dudar de cómo se enteraron de que estamos aquí.

3. El universo es realmente grande, pero en serio es GRANDE, o para ponerlo en términos de mi barrio es encabronadamente grande y resulta que funciona con leyes que conocemos gracias al trabajo de científicos de verdad y bajo las cuales no se pueden hacer cosas como alcanzar la velocidad de la luz, de modo que los etés de, digamos, las Pléyades, se tardarían cuando menos 440 años en venir a visitarnos en caso de habernos descubierto. Y en tal caso, quedaría la pregunta de para qué vienen además de para posar ante Billy Meier y garantizarle que siga viviendo como rey sin trabajar.

Todo esto no demuestra que no vengan los etés por miles y miles, deseosos de darle a Javier Sierra y a J.J. Benítez material para seguir dándose la gran vida, por supuesto, pero no me negará usted que son dudas razonables que los etémanos no resuelven más que con vaguedades o acudiendo a la ciencia ficción (no olvidemos que los primeros platillos volantes y etés surgieron en el imaginario de la gente precisamente cuando la ciencia ficción tecnológica estaba en su edad de oro, a fines de la década de 1940 y principios de la de 1950, y los etémanos no han dejado de plagiarla desde entonces) pero sin dar un solo dato sólido y, repetimos, ni una prueba de que sus afirmaciones tengan alguna base real.

No olvidemos además algunas cosillas. Aunque haya vida extraterrestre, que quizá la haya, es curioso que los astrónomos profesionales y amateurs que viven con el ojo pegado al cielo, frecuentemente con cámaras fotográficas preparadas y que conocen lo que pasa allá arriba, para donde la mayoría de las personas no solemos mirar, no ven ovnis. Haya o no vida extraterrestre, llama la atención que casi siempre los vea el tonto del pueblo o un tipo muy dispuesto a ir a los medios y cobrar por contar su maravillosa experiencia, o personas con creencias místicas previas galopantes. Haya o no vida extraterrestre, ésta no queda demostrada por testimonios dudosos interpretados de manera interesada por negociantes cuyos alimentos diarios dependen de que los misterios sigan y no dejen de serlo nunca (por eso cuando se demuestra patentemente que alguna de sus barbajanadas es mentira, se apresuran a olvidar tales demostraciones y al poco tiempo refritean la tontería, trátese del Triángulo de las Bermudas, o bien de las los supuestos "ovnis" en pinturas antiguas, o acaso de la patrañá de los mensajes subliminales entre otros habitantes habituales de las páginas de las revistas misteriológicas, de los programas de radio y televisión "más de lo mismo" o "el mismo cuento de siempre").

Y siempre llama la atención que las tonteorías que los himbestigadores arrojan a diestro y siniestro suelen contradecirse entre sí. Igual dicen que los gobiernos y los etés están acompadrados para joder al mundo que los gobiernos persiguen a los platillos volantes con furia de odio. Que los etés tienen avances tecnológicos acojonantes y hasta son telépatas, pero deciden mandarnos mensajes en dibujitos en campos cultivados (dibujitos que se ha demostrado que hace la gente en pocas horas) en lugar de enviarnos sus ideas telepáticamente (no, de la telepatía tampoco hay pruebas). Que los etés traen un mensaje de amor y buena onda o buen rollete, pero mutilan ganado a lo bobo jodiendo granjeros. Que tienen sabiduría suficiente para encontrarnos en el vasto océano universal, pero al mismo tiempo son tan babosos que secuestran gente para hacerles miles de veces las mismas pruebas para "estudiarnos", y claro que su tecnología les permite viajar por el universo violando las leyes de la física, pero no es tan avanzada como para aplicar una anestesia en condiciones y siempre "los descubren" los supuestos secuestrados.

Vamos, que cualquier alumno de la escuela de escritores de la SOGEM en México, o de los talleres de cuento que yo he dado hasta en Corvera, Asturias (no olvide que quien esto escribe es "el barrendero ilustrado"), puede urdir una trama más coherente y con menos agujeros, menos plagada de contradicciones, estupideces y falta de respeto por la inteligencia del público.

Quienes venden historias asombrosas e "inquietantes", como dice Íker Jiménez cuatro veces por minuto, lo que menos quieren es que usted se ponga a pensar en esas cosas, porque como muchos persistan en preguntas incómodas, esa tropa se podría ver orillada a la desgracia de trabajar para ganarse la vida, y no parecen muy dispuestos a ello.

Resumiendo:

¿Hay vida en otros planetas? No se sabe, pero cabe la probabilidad y los científicos de verdad la están buscando (los soplapitos que le meten la mano en el bolsillo dicen que ya la encontraron, pero no la pueden mostrar, si la mostraran, se les acababa el almuerzo gratis).

¿Y los cuentos que cuentan los autoproclamados "investigadores" y los supuestos "testigos" son reales? Se sabe claramente que muchos, muchísimos, no lo son, se ha demostrado hasta la náusea la falsedad de muchas de las cosillas que se venden en los libros y las revistas del ocultismo etemaníaco, pero eso nunca lo admiten los que viven de esto. Hay dudas más que razonables respecto de todos los demás cuentos o casos presentados en toda la historia, hay explicaciones médicas clarísimas (reproducibles, demostradas) de algunas experiencias como las "abducciones" extraterrestres, principalmente las ahora bien conocidas alucinaciones hipnogógicas e hipnopómpicas, desarreglos al momento de conciliar el sueño o de despertar. Hay demostraciones claras de que cuando hay datos suficientes, las lucecitas y objetos tienen explicaciones triviales. Y para remate, por todo lo anotado resulta bastante poco probable que nos visiten los etés, y francamente increíble que sus visitas las ocupen en las pendejadas místicoides de las que dan cuenta los libros, revistas y programas que conforman el monopolio mediático del ocultismo, que se emberrinchan cada vez que un incrédulo escribe cositas que no les gustan.

"Por algo será", como cantaba Violeta Parra.

Pero nunca olvide usted que los que buscan vida en otros planetas, los que han llegado a Marte e identificado agua en su superficie, los que planean las expediciones a Europa (satélite de Júpiter que probablemente tiene agua líquida) los encargados del programa de búsqueda de inteligencia extraterrestre por radiotelescopio, etc., etc., no son "ufólogos", "abductólogos", "cerealólogos" (es que en serio), ni mucho menos periodistas poco afectos al trabajo fecundo y creador. Son todos científicos, gente ocupada en obtener conocimiento, no dinero y puntos de rating en los medios. Son esos científicos a los que denostan, como parte de su profesión, los vendedores de misterios.

Curioso, diría un jesuita como mi amigo Luis.