Actualización el 25 de mayo: Los padres de Daniel Hauser insisten en condenarlo a muerte. Entretanto, se ha hecho público que la "Banda Nemenhah", a la que pertenecen los Hauser, no es una iglesia tradicional india, sino el negocio particular de un tal Philip Landis, que se ha puesto el nombre indio "Cloudpiler" (apilador de nubes) y dejó su original iglesia mormona hace diez años, cuando lo metieron a la cárcel, para fundar esta "religión tradicional basada en la sabiduría milenaria india" y el blablablá habitual en estos estafadores, que podría cobrarse una nueva víctima a cambio de los 250 dólares que cobra Philip Landis por aceptar a alguien en su iglesia falsaria y los 100 dólares de cuota anual, además de tener, como todos estos "sanadores naturales desinteresados y opuestos al negocio farmacéutico", su propio negocio farmacéutico, "Native American Nutritionals".
En estos días en que los sectores religionistas españoles afirman que un padre puede obligar a su hija menor a llevar a término un embarazo y parir aunque ella no quiera ser madre, está llegando a una crisis otro caso que pone en cuestión el supuesto derecho de los padres a imponerle una religión a sus hijos.
El caso no es trivial, como lo demostró la argumentación de Richard Dawkins. No podemos hablar de bebés fascistas, comunistas, demócratas, monárquicos, autoritarios o libertarios, y cualquier padre que quisiera inscribir a un hijo para toda su vida en un partido político sería considerado un irreponsable, y su derecho a tal acción sería cuestionable. Pero los padres anotan a sus hijos en su religión, los someten a sus rituales y los hacen llamarse bebés católicos, protestantes, judíos, musulmanes o sikhs sin que el mundo se dé cuenta de cómo se conculca así el derecho de los niños a elegir qué religión profesarán, o a no profesar ninguna.
Por supuesto, muchos de los rituales de una religión no son asuntos triviales. Con desafortunada frecuencia leemos sobre muertes de niños que tienen la desgracia de tener como padres a miembros de la secta de origen estadounidense "Testigos de Jehová". La Biblia no establece ninguna prohibición a las transfusiones de sangre, pero ellos interpretan el versículo 3:17 del Levítico de modo tal que no aceptan las transfusiones y prefieren ver morir a sus hijos considerándose tal acontecimiento "la voluntad de Dios".
Hace unos días se hizo público que otro grupo religioso estaba condenando a muerte a otro menor. La historia, en resumen, es que un matrimonio formado por Colleen y Anthony Hauser se unió hace 18 años a una organización religiosa de los indios norteamericanos llamada Banda Nemenhah, que entre sus creencias estipula la de la "curación tradicional" de los indios. Esta pareja tiene un hijo, Daniel Hauser, de 13 años de edad, que en enero fue diagnosticado con un tipo de cáncer llamado enfermedad de Hodgkin o linforma de Hodgkin, uno de los tipos de cáncer con mayores posibilidades de curación gracias a los avances de las últimas décadas, especialmente si el paciente tiene menos de 50 años y si la enfermedad se detecta en sus primeros estadios. Un régimen de quimioterapia y radioterapia ha conseguido una supervivencia de más del 80% a 10 años en los Estados Unidos. En el caso de Daniel, los médicos calcularon sus probabilidades de remisión de los tumores en 5 años con el tratamiento adecuado entre 80 y 95 por ciento.
Pero los padres han decidido que su hijo no debe ser tratado médicamente. Más aún, el propio Daniel afirma que el tratamiento violaría "sus creencias religiosas", ya que él fue nombrado "hombre medicina" (médico brujo) por la Banda Nemenhah y ahora debe dar el ejemplo de vivir "una vida virtuosa" oponiéndose a la quimioterapia porque es "autodestructiva y venenosa", afirmación que ciertamente no se sustenta ante los mile y miles de personas cuyas vidas han sido salvadas por una quimioterapia que cada día se parece menos a la caricatura que de ella hacen las pseudomedicinas.
Rápidamente se presentó en los alrededores un abogado con ansias de notoriedad decidido a convertir el caso en una cause célèbre de las pseudomedicinas, y llevó el asunto a juicio el 7 de mayo en la ciudad de New Ulm, Minnesota.
Después de ocho días de juicio donde el abogado defendió el supuesto derecho de Daniel de negarse a recibir tratamiento médico y hacer las delicias de los pseudomédicos y sus seguidores tratándose con alimentos orgánicos, hierbas y vitaminas, el juez de distrito John Rodenberg decidió, en una sentencia de 60 páginas cuidadosamente redactadas, que Daniel debía estar sujeto a los servicios de protección a los menores considerando que había sido víctima de negligencia para recibir atención médica. Aunque el juez no retiró la custodia del menor a sus padres, los emplazó a que se le hiciera una nueva radiografía de tórax y seleccionara un oncólogo tratante a más tardar el 19 de mayo.
Lo más relevante de la sentencia es, claramente la afirmación del juez de que Daniel (traduzco) "tiene solamente una comprensión rudimentaria, en el mejor de los casos, de los riesgos y beneficios de la quimioterapia... no cree estar enfermo actualmente. El hecho es que está muy enfermo", señala el juez, que además afirmó que hay un "interés del estado convincente que es suficiente para anular la oposición genuina del menor". Finalmente, con una visión poco frecuente, el juez estableció: "La medicina alternativa no es suficiente", algo que resulta evidente considerando los hechos.
Ciertamente esto fue una alegría para quienes consideran que no se puede sacrificar la vida de un hijo en el altar de las creencias de sus padres, por sinceras o fuertes que éstas sean. Pero el gusto duró poco.
Aunque tanto Daniel como su familia se comprometieron a respetar la decisión del juez, las agencias internacionales informan de que Daniel y su madre están en paradero desconocido y no se presentaron hoy día 20 ante el tribunal como se les había ordenado.
El juez Rodenberg ha dado la orden de búsqueda y captura de la madre, considerando que "es imperativo que Daniel reciba la atención de un oncólogo tan rápido como sea posible". Esto pese a que la radiografía ordenada mostró un empeoramiento significativo de un tumor en su pecho, además de que el niño se quejaba de un "dolor extremo", en palabras del Dr. James Joyce.
Daniel, que además al parecer no sabe leer (sin que se sepa si esto es parte de las prácticas de la secta), está jugándose la vida por unas creencias que le enseñaron sin darle opción.
Quizá es momento de que reevaluemos, como sociedad, el derecho de los niños a su libertad religiosa, más que el consagrado derecho de los padres de imponer sus supersticiones a sus hijos. Quizá es hora de preguntarnos si en la sociedad que estamos construyendo deseamos que los padres, con base en sus creencias religiosas, supersticiones y cuestiones de fe, puedan matar a sus hijos, obligarlos a parir o torturarlos de cualquier modo, o si como comunidad tenemos una obligación de cuidar a todos los niños.