El tema de la "abducción extraterrestre" que comentamos en la entrada "Abduzcámonos los unos a los otros" depende principalmente de dos asuntos estudiados por la psicología más contemporánea: las falsas memorias (los recuerdos de la abducción) y las falsas percepciones (los avistamientos de supuestas naves extraterrestres).
Dependemos tanto de nuestra memoria y de nuestra percepción que resulta muy inquietante admitir que ninguna de ellas es perfecta. Pero a lo largo de los años, la psicología seria, la sociología y la criminalística han empezado a cuestionar la fe ciega que solíamos tener en las personas que dicen "yo lo vi" o "me acuerdo perfectamente".
Nuestras percepciones y memoria no son tan confiables, tendremos que aceptarlo.
Confiar en las percepciones
Hace algunos años impartí un taller de géneros periodísticos en un diplomado en periodismo de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).
Los alumnos que asistían eran en su mayoría ya periodistas en activo que deseaban consolidar su formación, por lo cual no se cocían al primer hervor, ni mucho menos. Eran ya profesionales de los medios.
Cuando tratamos el tema de la confiabilidad de las fuentes de la información y la necesidad de confirmar la fuente siempre, relaté algunas anécdotas que ilustraban cómo los propios testigos de un acontecimiento no lo podían describir con precisión, y me enfrenté al escepticismo de los alumnos-compañeros-periodistas ante lo que les sonaba una exageración del profesor. Tuve que hacer una demostración práctica.
Basado en un experimento de percepción que había leído tiempo atrás en la revista Psychology today, diseñé una representación-experimento didáctica.
Estamos dando clase y llega un chaval a la puerta, llama mi atención y pregunta por una alumna llamada "Enriqueta". Le pregunto a los alumnos si hay alguna Enriqueta en el salón, porque yo no recuerdo a ninguna, y todos niegan la presencia de la tal Enriqueta en el grupo de periodismo. En ese momento, llega un segundo alumno por detrás del primero, grita "¡Así te quería encontrar, hijo de tu chingada madre!" y lo golpea lanzándolo al suelo a mitad del salón. Se acerca al caído, le da una patada en la espalda, le advierte "¡No te vuelvas a meter con ella!" y sale corriendo. El caído se incorpora y sale detrás de su agresor.
El ser humano, enfrentado al hecho de la violencia, reacciona con enorme intensidad. Yo, de hecho, estaba listo para atajar a cualquiera de mis alumnos que se tratara de meter en la fingida gresca, pero ninguno lo hizo. Todos, eso sí, palidecieron, se tensaron y miraron todos los acontecimientos con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas (señales de preparación para la lucha, como nos enseñan los etólogos y psicólogos).
Cuando salió el segundo muchacho en persecución del primero, mis alumnos empezaron a preguntar si debían avisar a la dirección de la escuela o qué hacer. Yo simplemente dije: "Nota corta. Cinco minutos. Acaban de ser testigos de un hecho, como periodistas. Hagan una nota informativa corta sobre él".
Cierto que alguno me miró con odio, pero entendieron e hicieron su preceptiva nota informativa corta de más o menos media cuartilla (o medio folio).
El resultado no me decepcionó. En las notas de mis alumnos periodistas, al participante en la pelea que no tenía bigote, se lo pusieron, repartieron barbas a uno o al otro, nadie describió con precisión la ropa de los dos muchachos (luego los invité a pasar para cotejarlos con su descripción, eran dos alumnos de teatro que me ayudaron en la charada), les cambiaron el color y diseño de la ropa, a una camisa le pusieron rayas cuando tenía un dibujo más bien moteado, al que traía pantalón vaquero negro se lo pusieron azul, las estaturas eran inventadas y, finalmente, nadie recordó con precisión el breve diálogo (el error más común fue decir que el agresor gritó "¡No te vuelvas a meter con Enriqueta!" en lugar de "ella", complicando la cosa al suponer que la chica de la pregunta inicial y la de la agresión eran la misma).
Los alumnos de periodismo estaban absolutamente confundidos y frustrados al ver que no habían podido describir lo que vieron.
Mi explicación fue que si ellos, siendo periodistas, no podían describir lo que habían visto minutos atrás dado que las reacciones emocionales y la experiencia previa afectan a la percepción, como lo han demostrado los científicos que estudian la percepción, razón de más para ser escéptico con la gente que nos diera testimonio de lo ocurrido para un medio informativo, y que siempre había que confirmar la fuente o contrastar, preguntarle a dos mejor que a uno y a tres mejor que a dos, y mejor a veinte.
Pero la experiencia tiene otra lección ya no para los periodistas, sino para los paranormalólogos: su creencia ciega en las declaraciones de todo tipo de personas (médiums o canalizadores, contactados, abducidos, tarotistas, inventores de caras pintadas en el piso, psicofonistas, testigos de apariciones y cuanto le venga a usted en gana) no sólo es riesgosa, es peligrosa y boba porque las percepciones no son del todo confiables.
Y, por supuesto, lo son menos al paso del tiempo.
Las falsas memorias
En las películas suena muy bien eso de "¿Dónde estaba usted la tarde del 23 de marzo de 1994?", pero en la vida real, en la gran mayoría de los casos, la única respuesta sincera es: "¿Y yo cómo carajos voy a saberlo si no me acuerdo donde estaba hace tres semanas?"
Hay un experimento que se documentó en vídeo y que es verdaderamente revelador. Una experimentadora le pregunta a una niña de unos 5 años si recuerda cuando se lastimó un dedo con un clavo. La niña no recuerda nada, porque el hecho no ocurrió nunca. Día tras día, la experimentadora repite la pregunta y pronto la niña "empieza a acordarse" del incidente. Al cabo de pocos días, la niña asegura "recordar" lo que estaba haciendo y dónde estaba el día que se lastimó con un clavo, el dolor, el dedo exacto que se lastimó con el clavo y cómo su mamá la curó y la consoló.
Vimos nacer una memoria falsa.
La memoria no es nada confiable, hecho que deberíamos admitir humildemente cada vez que empezamos a dar vueltas por la casa todos soliviantados y preguntando "¿Dónde dejé las putas llaves del coche?"
Los expertos en las neurociencias, los psicólogos y los estudiosos en general, no confiaban demasiado en la memoria, mucho menos cuando ésta era "evocada" por una figura de autoridad (como un médico), pero los casos eran pocos y, a sus ojos, de poca importancia: alguien, hipnotizado, decía que lo habían secuestrado los extraterrestres; pues que lo disfrute, que le ponga sal y se lo coma sin estar jodiendo la marrana. ¿Que los cálculos indicaban que para los ovnílatras entre uno y cuatro millones de estadounidenses habían sido abducidos? Pues como dijo Carl Sagan, "es sorprendente que no se hayan dado cuenta más vecinos".
Sin embargo, el celo antisatánico y el temor sexual de muchas personas en los puritanísimos Estados Unidos llevó, en los años 80-90, a una verdadera catarata de personas que de pronto "recordaban" (generalmente después de algunas sesiones de hipnosis) que sus padres habían abusado sexualmente de ellos y los habían hecho participar en, claro, ritos satánicos atroces. El escándalo fue mayúsculo y varios buenos y santos padres fueron arrojados a los calabozos del policía del mundo. Los estudiosos pararon las orejas, empezaron a analizar la situación y determinaron que en la inmensa mayoría de los casos, los propios psiquiatras o hipnólogos tratantes habían introducido en la memoria de sus pacientes los supuestos abusos y los ritos satánicos.
Elizabeth F. Loftus, profesora de la Universidad de Washington, estudiosa del asunto y una de las máximas (si no la máxima) autoridades en falsas memorias, recuerda en este artículo que resume sus experimentos y los de otros sobre las falsas memorias: los profesionales de la salud mental y otros deben estar conscientes de cuán intensamente pueden influir en la recordación de acontecimientos, y de la necesidad urgente de limitarse en situaciones en las cuales la imaginación se usa como ayuda para recuperar memorias presuntamente perdidas".
Por supuesto, los "profesionales" de la paranormalología, en particular los que se creen "hipnotistas", no se limitan. Ellos están seguros de que la persona tuvo vidas pasadas, así que los hacen recordar cosas de edades más tempranas de su vida hasta que llegan antes del nacimiento, momento en el que, entre sus sugestiones y la imaginación del sujeto, se puede inventar cualquier cosa. (Elizabeth Loftus señala, también: Es muy poco probable que un adulto pueda recordar memorias episódicas genuinas del primer año de vida, en parte porque el hipocampo, que juega un papel clave en la creación de los recuerdos, no ha madurado lo suficiente como para formar y almacenar memorias perdurables que puedan recuperarse en la edad adulta.)
Crear falsas memorias, dice la científica, es bastante simple, y lo ha demostrado en numerosas ocasiones, en experimentos que han reproducido otros estudiosos.
Por otro lado, hay memorias irrecuperables, porque el cerebro humano sólo guarda cosas que va considerando útiles, y se deshace de numerosos datos irrelevantes. ¿Dónde estaba usted el 13 de agosto de 2001? es una pregunta que sólo puede responder alguien para quien esa fecha sea relevante. Como contraparte, casi todos podemos recordar dónde vimos la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, porque fue y es relevante para todos.
El trabajo de Elizabeth Loftus, el Dr. John Hochman y otros contribuyó a detener la epidemia de falsas memorias de atrocidades padres-contra-hijos hacia mediados-fines de los 90.
Y, mientras todo esto pasaba, los "expertos" en "abducciones" y en "hipnosis regresivas" optaban por no enterarse, un sistema que sin duda alguna tienen totalmente dominado.
Si la conclusión ante las falsas percepciones es que deben corroborarse con más fuentes y sólo se deben tomar como probablemente ciertos los hechos en los que todos los testigos estén de acuerdo, los expertos nos dicen que la única forma de confirmar la verdad de la memoria es con pruebas que la corroboren.
En el caso de abducidos y "regresaditos", no hay tales pruebas, no hay información nueva que nos llegue de los etés o de las vidas pasadas. Lo único que hay es una ilusión, fortalecida porque la comparten (y la promueven) personas a las que la víctima les otorga cierta posición de autoridad.
Pero lo más alarmante es que los hipnotistas que hacen "regresiones" y creen descubrir "memorias reprimidas" nunca se plantean siquiera la posibilidad de que los relatos fantásticos que escuchan sean producto de la fantasía.
Y como ya dijimos, ¿cómo van a encontrar una explicación racional si ni siquiera la buscan?