Ante la crítica a la inmensa cantidad de burradas que escriben en sus libros, que sueltan por los medios electrónicos o que administran a los incautos que pagan por asistir a sus conferencias, numerosos personajes del mundo de lo para anormal se defienden diciendo que ellos "sí investigan" mientras que sus críticos no.
Juan José Benítez y su vástago, que heredará el imperio de fábulas desfachatadas de Juanjo, suelen acudir a esto: Juanjo viaja mucho, "investiga", su próximo viaje le va a costar doscientos mil dólares, como si eso probara que no miente.
Lo que no dicen es que a) a Juanjo le encanta viajar y más si le pagan el viaje, b) las "investigaciones" son una tomadura de pelo que se agotan en filmar cobrando y en pasarla bien con sus amiguetes ovnílogos echando unas copichuelas y c) por cada doscientos mil dólares que se "gasta" en investigaciones, Juanitojosesito se levanta como mínimo un milloncete de dólares. Y lo de "gasta" va entre comillas porque este sucedáneo de Rambo no pone ni un céntimo, sino que son las editoriales las que financian los paseos en los que Juanjo departe con sus amigotes, come en los mejores restaurantes, bebe caldos de crianza intachable, suelta alguna conferencilla, se presenta en alguna televisora y luego desata la imaginación para contar otro cuento con el que tintinea alegre la registradora de la editorial y consecuentemente engorda lo suyo la alcancía, hucha o cochinito del propio JJ.
En México, otro reciente simulador, secuaz de Jaime Maussán, es Danielito Muñoz, supuesto "investigador ovni" al que, según me informan, se le ponen los pelos de punta cuando le mencionan mi nombre o el de Héctor Chavarría, al grado que estuvo a punto de propinarle un bofetón a un chavalillo harto despistado que no sólo pagó por escuchar los sonoros rebuznos de Danielín, sino que al final fue a preguntarle cosas y a decir que me conoce (de hecho, el chamaquillo exageró diciendo que es "mi amigo", cosa que tampoco se justifica), lo cual sacó totalmente de sus casillas a distinguido raquítico mental, quien sacó nuevamente la estupidez de que "él sí investiga".
Estos neurolitos que se anuncian como "investigadores", suelen organizar sociedades, asociaciones, puticlubes o bandas cuestionables en las que suele figurar la palabra "investigación" de manera ostentosa.
Así tenemos:
- "el" "Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas", cuyo capo es el probado mentiroso (y lo que falta) Pedro Amorós Sogorb
- la "Organización Mundial (y ¿por qué no Universal?, digo) de Investigación Paranormal" del atrabiliario y violento Carlos Trejo (en realidad cinco empleaditos de este caradura en un barrio de la Ciudad de México, cuyas hazañas reseña puntualmente Tumbaburros, página que incluso ha creado la lista de correos Carlos Trejo y el fraude jocoso "un foro destinado a denunciar los fraudes de Carlos Trejo por medio de los testimonios de quienes participamos")
- la "Corporación de Investigación de Fenómenos Aéreos", feudo de un ovnílatra argentino, Alex Ossandón Núñez, quien es también "sanador" y lo que se ofrezca, además de único miembro conocido de esta pandilla
- el "Grupo Zetta de Investigación Paranormal" (y de apaleo del idioma), que capitanea Carlos E. Pacheco S. (también socio único conocido de tal manada)
- el "Colegio Nacional de Investigación Paranormal y Ovni", Conaipo, de México
- la "Agrupación de Investigaciones Ovnilógicas de Chile" barco pirata capitaneado por Rodrigo Fuenzalida H. y sin tripulación conocida
- la "Asociación Cordobesa de Investigación Parapsicológica", que cuenta el cuento de que es una organización de carácter "cultural y científico" y miente diciendo que eestá formada por "investigadores", cuando la mayoría de sus miembros confesos son igualmente activistas de la troupé de payasos del circo llamado RHOI
- el "Instituto de Investigación y Estudios Exobiológicos", donde el jefe de la banda es Ramón Navia-Osorio, especialista en chupacabronología (estudio de la fantasía del "chupacabras")
- etc...
La palabrita, pues, les encanta.
La pregunta es si saben lo que es "investigar".
Una pista para los despistados: darle vueltas a un círculo en un campo de trigo con dos varitas de zahorí, grabar por millonésima vez los ruidos de la misma frecuencia de radio tratando de escuchar vocecitas, hacer entrevistas a personas que quieren ser famosas, tomarse fotos ante las pirámides de Egipto, tomarle fotos malas a una casa embrujada, escribir rollos chupapitescos refriteando lo que ya escribieron otros, inventar nombres rimbombantes (como "teleplastia") para lo que su limitada dotación neuronal no alcanza a colegir o inventarse teorías sacadas de la manga o de alguna dosis generosa de un potente psicodisléptico no es investigar.
La investigación es una disciplina humana demasiado respetable como para permitir que la aborden violenta y bufonescamente personas de una probada incapacidad, de una ignorancia monumental y de un interés cuando menos sospechoso por hacerse de seguidores y vender productos variaditos.
La investigación es una forma organizada y sistemática de encontrar respuestas a las preguntas. Generalmente sigue el método científico de cuatro pasos: Caracterización (observación y descripción de un fenómeno físico y objetivamente medido), Hipótesis (propuesta de una posible explicación de lo caracterizado), Predicción (deducción lógica derivada de la hipótesis) y Experimento (prueba de todas las anteriores).
La investigación parte del honrado "no sé" para buscar el conocimiento, no parte de un "yo sé" para luego tratar de sustentar interesada y convenencieramente el prejuicio, escondiendo bajo la alfombra los datos que no nos vienen a modo.
Nada de esto lo hacen los supuestos investigadores síquico-paranormalológico-parapsicológico-ovnilógico-rascasobaqueros.
La investigación no es un hecho aislado, sino que es parte de un esfuerzo común a toda la humanidad, mediante el cual los conocimientos certeros que tenemos sobre el universo que nos rodea se van afinando, mejorando, perfeccionando y ampliando, formando un entramado de explicaciones útiles que asombraría al boberío paranormaloide si pudieran entenderlo. Todo sustenta a todo, es una estructura intelectual magnífica y en constante evolución.
La física, la química, la biología, la fisiología celular, la genética, la paleontología, la cosmología, las neurociencias, la geología y otras disciplinas no son entes independientes que flotan en un marasmo de misterio, sino que todas se engarzan maravillosamente, se sustentan mutuamente, se unen como piezas de un modelo para armar de la realidad que va dándonos una imagen cada vez mejor de todo, y donde las aparentes incongruencias o disonancias generan más y mejor investigación, y siempre esta investigación ha dado como resultado un fortalecimiento de nuestra estructura del conocimiento certero o científico.
Ante el maravilloso espectáculo del cerebro humano comprendiendo su mundo e incluso a sí mismo, las poco numerosas pero altamente escandalosas hordas de saraguatos paranormalológicos lo único que aportan es una burda pieza de rompecabezas inventada por ellos, que no describe pero mucho menos explica parte alguna de la realidad, y tratarla de encajar a huevo en la estructura del conocimiento. Cuando ven que a) su malhechota pieza no cabe en ningún lado, b) la gente pensante los toma a chacota y c) su engendrillo no funciona en lo más mínimo, avergonzándose ante otras piezas del rompecabezas que funcionan divinamente (los enlaces químicos, las leyes de la termodinámica, los antibióticos, la neurotransmisión, la herencia genética), reaccionan de tres formas que los ponen en su justa dimensión:
Primero Se encabronan y declaran a cualquier ingenuo que los quiera oír que ese maravilloso edificio producto de miles de años de ciencia y conocimiento certero no sirve para nada. Mientras miran al mundo detrás de sus gafas (graduadas correctamente gracias al conocimiento de la refracción de la luz y de la anatomofisiología del ojo humano), yendo en sus cochecitos (que funcionan gracias a las leyes físicoquímicas que abominan) a estaciones de radio y televisión (maravillas de la electrónica de la que estos aprovechados lo ignoran todo), vestidos con fibras artificiales, vacunados, probablemente conectados a Internet, dicen que la ciencia es inútil, vana y mentirosa.
Segundo Aseguran que los hombres y mujeres que hacen avanzar el conocimiento día tras día, investigando de verdad, son en realidad malvados y crueles conspiradores oscuros porque no los dejan entrar a su club. El soplapitos paranormalólogo considera que su sola existencia, su inquietud (muy legítima a veces, pero siempre mal encaminada), su asombrosa empanada mental, su desorganización conceptual, su falta de sistema, su imbatible ego y, por sobre todo, su egregia ignorancia que confunden con "conocimiento alternativo", le merece Premios Nobel, lugares en las academias de ciencias y el respeto que no se sabe ganar como la gente normal.
Y tercero Sufren la peligrosa alucinación de que son como los científicos a los que perseguía la iglesia (complejo de Galileo). Pero Galileo se enfrentaba con datos reales a las creencias salvajes de la iglesia. Los científicos o precientíficos de la época apoyaban a Galileo, mientras que los archiensotanados de la creencia irracional se rehusaban a ver por el telescopio (pregunta rápida: ¿cuántos ovnilocos cree usted que hayan puesto el ojo en el ocular de un telescopio?). Los soplapitos son una creencia fanática, enemigos, como los ensotanados del renacimeinto, de la ciencia, y como buenos inquisidores quieren ejecutar en el patíbulo a la ciencia, quemar en leña verde a los científicos (Galileo incluido, ya que su teoría hizo pedazos las alucinaciones astrológicas) y matar cualquier asomo de pensamiento crítico en la mente de sus seguidores, con el único objeto de sentirse justificados en sus delirios y considerarse menos estrafalarios, y gritan a los cuatro vientos que son "investigadores", cuando no hacen sino repetir como robots industriales el programita que algún vivillo les enseñó (la millonésima prueba con cartas Zener que no demuestra nada, la enésima foto Kirlian que sigue fotografiando la descarga eléctrica que se usa para tomarla, la duomilésima grabación de ruido en el que juran que se ocultan las voces del "más pallá", la chorrocentésima "regresión hipnótica" que no demuestra nada más que la fantasía conjunta del hipnotizador y su víctima, etc., etc.).
Un ejemplo de lo mal que se lleva el abordaje pirata de los monederos ajemos con la investigación nos lo da el origen de todos estos grupos, la Society for Psychical Research (SPR, Sociedad para la investigación psíquica), fundada en Inglaterra en 1882 con objeto de realizar una investigación científica sobre el espiritismo. Seis áreas les interesaban a los científicos serios que fundaron tal institución conjuntamente con algunos espiritistas y fingidores: la telepatía, el "mesmerismo" (hoy hipnosis), los médiums, las apariciones, los fenómenos físicos asociados con las sesiones espiritistas y, finalmente, la historia de todos estos fenómenos.
El interés era ciertamente legítimo en aquél entonces. Pero pronto vinieron los problemas. Como en la SPR había gente inteligente, inquisitiva y pensante, para 1887 muchos espiritistas abandonaron el grupo, y más cuando vieron que los tales científicos no se quedaban calladitos cuando veían mentiras y engañifas, sino que las admitían con la frescura y honestidad que enseña el método científico. Precisamente el momento más alto de la SPR fue cuando desenmascararon las numerosísimas patrañas de "Madam" Helena (o Elena) Petrovna Blavatsky, que es como la madre espiritual de todo embustero paranormaloide actual.
Los tales científicos siguieron adelante, usando la observación, la inteligencia, el pensamiento crítico y buenos protocolos de investigación para enfrentar a los potentes videntes de su era. Pronto vinieron los desenmascaramientos de espiritistas falsarios a cargo de Houdini, al que la SPR de entonces no hizo menos. Conforme se veía que todo tenía el aspecto de un grosero y regordete embuste, la gente inteligente se fue saliendo de la SPR, sobre todo cuando se hizo evidente que no podían siquiera demostrar la existencia de sus objetos de estudio, cuantimenos (como dicen en mi pueblo) iban a poder describir, analizar y explicar los tales objetos de estudio. La gente seria acabó abandonando la SPR y actualmente es un cascarón inútil.
Los verdaderos investigadores investigan. La crítica a los delirios, muchas veces peligrosos, de los paranormalólogos y los enigmatistas queda principalmente en manos de los divulgadores de la ciencia. Cierto, ocasionalmente algún científico se distrae de sus ocupaciones, exasperado, para poner en su lugar al pendejerío paranormalista, pero son los menos. Y qué bueno. Es obviamente preferible que los bioquímicos se ocupen de encontrar nuevos medicamentos a que pierdan el tiempo con la magnetoterapia (salvo el tiempo justo para demostrar que no cura ni un callo), o que los arqueólogos sigan develando los misterios de nuestro pasado en vez de ocuparse de discutir con un racista ignorante como Von Däniken, o que los astrónomos sigan explicándonos el universo en lugar de tratar de meter en la cabecita de los ovnílatras y los astrólogos los conceptos más elementales del tamaño del Universo, la velocidad de la luz y otros asuntos más allá de su comprensión.
Cuando estos mareados usan la palabra "investigador" para autoaplicársela, no se están describiendo, pues, sino mostrando alegremente su intrusismo, simulación, suplantación y desfachatez.