Primero que nada, vea usted esta imagen.
¿Ya?
No me dirá usted que no es la viva imagen de un superinvestigador que le provoca al espectador una sensación de absoluta confianza, que transmite total seriedad, que exuda esa modestia que emana de los científicos bien preparados, esa tranquilidad que da el trabajo cotidiano en el laboratorio, en el observatorio, en el pizarrón donde se desarrollan las fórmulas matemáticas.
Es, obviamente, un autodoctorado "investigador" de "el" Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas (SEIP), feudo de Pedro Amorós Sogorb, el modesto y tímido agente de seguros que al ponerse un chaleco milbolsillos con su escudo se convierte en Superinvestigador, el azote de los fantasmas.
Bueno, el investigadorazo de la foto, con las cabezas de dos etés decapitados, es José Manuel Durán Martínez, quien por supuesto "dirige" una revista en la que repite las mismas tonterías que todas las revistas de ese tipo.
Me lo encontré sin buscar al SEIP, lo juro, buscaba sólo una cita en español sobre abducciones para empezar esta entrada en memoria de la pobre Betty Hill, recién fallecida, y la cita de él que encontré no tiene desperdicio, con el sabroso añadido inesperado de proceder de la factoría de imbecilidades que es "el" SEIP: "La clave de la Ufología se encuentra en el ámbito de las Abducciones", nos dice en este sesudo artículo.
Me gusta mucho que ponga Ufología y Abducciones con mayúsculas, demostrando que como todos los de su especie disfruta pateando el idioma, y me gusta porque en sólo 13 palabras nos muestra la colección de cosas en las que creen estos tipos, cada una más improbable que la otra, a saber:
1. Hay civilizaciones extraterrestres (muy probable, nada orate).
2. Las civilizaciones extraterrestres son más avanzadas que nosotros (probable, sin duda).
3. Las civilizaciones extraterrestres más avanzadas nos han detectado (poco probable por radio, las ondas de las primeras transmisiones apenas han viajado por el espacio unos 110 años a la velocidad de la luz, y a 110 años luz de la Tierra hay pocas estrellas que puedan mantener vida inteligente).
4. Las civilizaciones extraterrestres que nos han detectado están muy lejos, incluso en las Pléyades, a 400 años luz de distancia (imposible por medios naturales, quizá por "telepatía" o algo así, lástima que la telepatía tampoco existe).
5. Dichas civilizaciones pueden viajar más rápido que la luz (imposible según nuestro conocimiento científico).
6. Estas civilizaciones viajan a nuestro planeta pero sólo se dejan ver por unas pocas personas, generalmente demasiado ingenuas, demasiado crédulas o soplapitos interesados en la venta de cuentos, y se esconden de los científicos, los filósofos, los astrónomos y la gente normal (muy poco probable, cuando algo real ocurre en el cielo, suele darse cuenta mucha gente, sin contar con el absurdo que implica que vengan hasta aquí tratando de esconderse, pero pese a toda su tecnología sean tan tontos que cualquier baboso puede verlos).
7. Los viajeros de estas naves espaciales secuestran (abducen, en idioma ocultista) gente, pero su tecnología no sirve para hacer que lo olviden (muy poco probable).
8. Toda persona que dice haber sido abducida ha sido abducida, pero curiosamente la mayoría son estadounidenses, hasta dos millones de estadounidenses, el 1% de la población (no sólo improbable, sino bobo).
9. Cualquier papanatas que se vista chistoso y se autonombre investigador nos dará las claves de todo esto si le damos suficiente atención, dinero o sexo (imposible).
Si usted puede creer en todo esto al mismo tiempo sin levantar una ceja y hacerse las dos preguntas mágicas (¿Cómo lo saben? y ¿Pueden probarlo?), quizá sea mejor que suelte el dinero y se haga parte del SEIP o de cualquier otro club o camarilla de atarantados.
Seguimos los demás.
El caso de Betty y Barney Hill
Resumen rápido según los crédulos: Los esposos Betty y Barney Hill vieron un ovni la noche del 19 de septiembre de 1961 y se volvieron muy inquietos, tanto que más de un año después fueron a consultar al Dr. Benjamin Simon, quien los hipnotizó y pudo así determinar que la pareja había sido secuestrada por la nave extraterrestre y se les habían practicado estudios supuestamente médicos a bordo de la nave. Esto dio como resultado que el público se enterara en 1966 mediante dos artículos en la revista Look, un libro, The interrupted Journey de John G. Fuller, y una película para la TV estadounidense. A partir de entonces, el fenómeno de la "abducción" se disparó con miles y miles de casos.
Pues casi. Pero como siempre, los buenos investigañanes mienten usando la verdad como parapeto.
La historia es un poco más compleja.
Betty Hill, trabajadora social blanca, y Barney Hill, empleado postal negro (foto aquí), vivían bajo fuerte presión como pareja interracial en un tiempo en que la "segregación" (forma amable de llamar al apartheid) era la ley en los Estados Unidos. Las muchas presiones a las que estaban sometidos le causaban graves problemas estomacales (incluida una úlcera) a Barney, razón por la cual se fueron de vacaciones y tuvieron el avistamiento.
No hay duda de que dicen que vieron un objeto raro en el cielo. Lo que no se sabe es si vieron simplemente una luz que no pudieron identificar, una nave extraterrestre, o no vieron nada y, como ha sugerido alguien, cocinaron la historia para hacerse de notoriedad como antídoto a la violencia racial de su época (ambos podían haber recibido fácilmente una paliza si se tomaban de la mano en los Estados Unidos de 1961). Además, estaban bajo el bombardeo mediático de películas como Invaders From Mars, las revistas pulp de ciencia ficción (respetabilísimo género literario que confunden con realidad algunas personas que viven con una sola neurona en estado lamentable) y los inicios de las revistas y libros sobre ovnis que eran entonces tan buen negocio como hoy.
Como resultado de su supuesto avistamiento, Betty compró y se leyó The Flying Saucer Conspiracy (La conspiración de los platillos voladores) del Mayor Donald Kehoe (ufólogo que exprimió los cuentos de etés hasta bien entrados los 70), y se obsesionó al grado de escribirle a Kehoe contándole que habían visto "algo", momento a partir del cual empezó a sufrir pesadillas en las cuales el platillo volador se los llevaba.
La carta de Betty a Kehoe cayó en las manos de Walter Webb, un "investigador" del barco pirata de "investigación" que Kehoe había fundado en 1956, el Comité nacional de investigaciones sobre fenómenos aéreos (National Investigations Committee on Aerial Phenomenon, NICAP, changarro que aún existe manteniendo vagos). (Obsérvese cómo se cumple la regla de que estos grupos suelen ser "nacionales" o "internacionales" y enchufan la palabra "investigación" en su nombre sin un instante de reflexión).
Webb, creyentazo irredento, fue a ver a los Hill y escribió un informe creyente. Dos periodistas creyentísimos, Robert Hohman y C.D. Jackson, leyeron el informe, fueron también a hablar con los Hill y "descubrieron" que les había tomado dos horas de más a los Hill llegar a su casa. Inventaron rápidamente el "tiempo perdido" de la pareja y lo convirtieron en un "gran misterio". El Mayor James MacDonald, amigo de los Hill y presente en la entrevista, sugirió la hipnosis para recuperar la memoria de esas dos horas (como cualquier persona sabe, un mayor de la inteligencia de la fuerza aérea está mejor capacitado que nadie para recetar hipnosis).
Por ahí de 1962, Barney empezó a tratarse con un psiquiatra, y más adelante, el psiquiatra en cuestión, luego de ver un acto de Betty y Barney hablando de su experiencia ovni, decidió que quizá sí necesitaban hipnosis (haberle preguntado antes a un mayor del espionaje) y los remitió a Benjamin Simon, psiquiatra, neurólogo y la mayor víctima de esta historia.
Durante seis meses, Simon sometió a ambos a sesiones de hipnosis. En ellas, por ejemplo, Barney describió a extraterrestres idénticos a los que habían salido días antes en la televisión, en el programa Outer limits (una de las muchas copias blandengues del excelente Twilight zone o "La dimensión desconocida" de Rod Serling). Según Betty, los etés le hablaban en inglés, según Barney, se comunicaban telepáticamente. Las historias eran incompatibles en muchos aspectos, y donde no lo eran resultaba viable que Betty y Barney se fueran comentando lo que "recordaban" en las sucesivas sesiones con Simon.
El diagnóstico final de Simon era que seguramente habían visto "algo" el 19 de septiembre de 1961, pero en su diagnóstico final a la compañía de seguros (la que tenía que pagar porque los dos abducidos no "podían" trabajar más) dijo que Betty había creado fantasías de una abducción para llenar el período de "amnesia" (período inventado por un creyente en ovnis) y que Barney, al escuchar a su esposa contar sus sueños, los había hecho suyos con el mismo objeto: llenar el tiempo supuestamente faltante.
Barney murió a fines de los 60 y Betty pasó a convertirse en la adorada abuela de todos los ufólogos, ovnílatras y ocultólogos del mundo, viajando gratis, viviendo sin trabajar y sintiéndose importante hasta el día de su muerte.
Lástima que los ovnílatras (nombre correcto de quienes adoran a los ovnis creyendo que son potentes fuerzas del más allá) no le creyeron al doctor Simon. Él, que apenas era psiquiatra y neurólogo, conocía las limitaciones de la hipnosis. Ellos, en la búsqueda de misterios en todos los rincones, inventaron que la hipnosis podía devolver la memoria y que, dijera lo que dijera el simple médico, ellos, "investigadorsísimos por la gracia de su propio dedo", declaraban que lo de Betty y Barney eran "recuerdos" precisos de algo que realmente ocurrió.
Y John G. Fuller escribió su libro (luego trataría de ordeñar otras zonas de la ocultología con historias de fantasmas en un avión, historias de curanderos brasileños y multitud de fábulas más que le permitieron vivir cómodamente hasta su muerte en 1990), la aseguradora pagó, las revistas pagaron, las editoriales pagaron, la televisión pagó y el negocio lo podía haber visto cualquiera con los ojos cerrados.
Cientos de miles de abducidos
El nuevo resumen que podemos hacer es: dos personas bajo fuerte presión social dijeron haber visto algo sin dar pruebas que lo corroboraran, influidos por creyentes en un mito, acaban creyendo que el mito tiene relación con lo que vieron y crean una fantasía que detecta un médico bien calificado, pero tampoco tienen una sola prueba sobre su fantasía. Los creyentazos les creen y se enfadan con los dubitativos.
Si dos personas así hubieran dicho que habían visto una "bruja" y, luego de ser influidos por creyentes en brujas, en las sesiones de hipnosis hubieran "recordado" que la vecina de la casa de junto era una bruja que los hechizó, los creyentazos habrían quemado a la vecina y probablemente a los dubitativos con ella.
Evidentemente, hay muchas otras explicaciones posibles a los acontecimientos, declaraciones y afirmaciones de los Hill, desde un engaño consciente y preparado en un mundo hostil hasta una fantasía disparada por ver algo que ellos no reconocían (desde un avión en posición desusada hasta Júpiter) y que fueron afinando y deformando bajo la influencia de al menos cuatro destacados creyentes en el origen extraterrestre de los ovnis.
Llegar a la creencia acrítica en los nueve puntos que indicábamos al principio de esta entrada basados solamente en las declaraciones no corroboradas con ninguna evidencia, inconexas, cambiantes y hasta contradictorias de dos personas a lo largo de varios años requiere un esfuerzo claro y firme por no pensar.
Todo lo cual no es una condena a la pobre Betty. Al final, pudo vivir varios años en paz con su marido mientras en los Estados Unidos se desataba la guerra por los derechos civiles, y luego gozó de admiración, respeto, buena onda (o buen rollo) e ingresos sólidos hasta el final de su vida.
Pero sí es una condena a quienes creen ciegamente, y especialmente a quienes se negaron a aceptar el diagnóstico del médico sobre las fantasías de Betty y Barney Hill.
Evidentemente, muchos "abducidos" o "contactados" posteriores han lanzado sus historias al mundo con el único objeto de ganar dinero y notoriedad, como es el lamentabilísimo caso del "doctor Jonathan Reed" (en realidad, el dependiente de gasolinera John Rutter) o el nerviosísimo escritor Whitley Strieber que pasó de escribir novelas a denunciar su abducción. Otros son gente que tiene claros signos de alteraciones conductuales que claman a gritos por un psiquiatra calificado. Finalmente, y esto es lo peor, muchos son personas normales y corrientes con tendencia a la imaginación y la fantasía, y a las que la oleada mediática y los charlatanazos mercantiloides los han convencido de que pueden ser abducidos e, ingenuamente, acaban creyéndolo.
Por ejemplo, el sitio Alien Abduction Experience and Research (Experiencia e investigación [obviamente] en abducciones extraterrestres) nos ofrece este sesudísimo test para determinar si hemos sido abducidos:
- ¿Ha tenido frecuentes hemorragias nasales o dolores en las articulaciones sin un motivo médicamente explicable?
- ¿Ha sentido que lo observan, o ha tenido una visión en estado de vigilia en la que se pregunta si pueden haberlo visitado los extraterrestres?
- ¿Ha tenido una pesadilla que le causara escalofríos, lo paralizara, le hiciera sacudir la cama como en la película El exorcista, impedido que gritara pidiendo ayuda y lo ha sacado flotando por la ventana a una nave espacial que espera?
- ¿Ha visto un ser con enormes ojos oscuros de aspecto húmedo y forma de almendra, con piel arrugada y gris?
Si responde "sí" o "tal vez" a cualquiera de estas preguntas... ¡rápidamente le ofrecen el IRM, método de "sanación psíquica" para la eliminación y desactivación de implantes extraterrestres!
65 dólares por sesión si su eté es de los "grises", pero si es "reptiliano", sube a 95. Tres sesiones y es usted libre.
Ajá.
Los "implantes" son el único añadido importante a la historia de Betty y Barney Hill en el mundo de los abducidos. Hay incluso un famoso podólogo (pedicurista, le diríamos en México) "especializado" en encontrarle "implantes extraterrestres" a todo el mundo y luego dar conferencias y pasearse por congresos con su cuento. (Los implantes generalmente parecen pequeñas piedras, y pregúntele usted a un médico qué tan infrecuente es que tengamos pequeños objetos dentro del cuerpo, sin que nadie los haya metido, y se sorprenderá. Ningún laboratorio de verdad ha estudiado tales trozos de grava.)
Hasta ahora, sin embargo, no ha habido un solo abducido que tenga alguna prueba medianamente sólida de una experiencia tan asombrosa. A lo más a lo que llegan es a mostrar una cicatriz que descubrieron en un momento dado de su vida y decir algo tan inteligente como "¿Usted puede explicar exactamente quién me hizo esto? (Igual se lo hizo solo, un accidente olvidado años atrás no hay modo de saberlo.) ¿Me puede decir exactamente para qué me lo hicieron? (Uta, ni que uno fuera vidente, probablemente para nada, fue un accidente.) Si no tiene respuestas, la única posibilidad es que me hayan abducido los extraterrestres y ellos me lo hicieron".
Ante una lógica así, uno se rinde. Otros rinden su credulidad y sus billetes. Pero sólo es posible separarse tanto de la realidad en esa lógica, y sólo en esa lógica, sin pruebas, sin nada que mostrar como no sean libros (y revistas y cedés y otros materiales de merchandising) que cuentan historias.
(El asunto de las falsas memorias y las falsas percepciones, que son parte importante de esta historia, lo dejamos para otra entrada más genérica, que ya se hizo tarde y ya toca.)
Lo que tiene el cuento es que es interesante, misterioso y atractivo. Pero, para buscar cosas interesantes, misteriosas y atractivas, más vale aficionarse a la literatura. De preferencia de ciencia ficción y fantasía. A menos que su equilibrio mental no sea sólido, claro.
Si no, el peligro más evidente que tiene usted es el de acabar siendo cliente de "investigadores" así y que tire su dinero comprándoles revistas para que ellos puedan comprar así cartelitos con etés llevando sombreros con la bandera estadounidense. Sujetos que nos susurran cavilaciones tan científicas como ésta de otro sitio ocultovnístico: "No hay nada más horrible que ser abducido por seres no humanos y estar a expensas de las vejaciones más truculentas. A tenor de los relatos de supuestos abducidos..., los raptores no son precisamente tan inocentes como muchos quisieran. Horroroso ver en nuestro propio cuarto la figura de un típico gris que nos amenaza con su peculiar mirada."
En verdad que escribe mal el tipo.