Las irresponsables y delirantes afirmaciones de un empresario agrícola que se cree médico. |
Hace largo tiempo, el empresario agrícola Josep Pámies se ha empeñado en una carrera esquizofrénica como impostor que finge al mismo tiempo ser un rebelde contra "el sistema" (sea lo que sea "el sistema", depende de cada conspiranoico), un experto en química, un cualificadísimo nutricionista y un profesional de la atención a la salud.
Por supuesto, más allá de ser un negociante sin escrúpulos y al parecer con un grave problema mental que amerita la más profesional y urgente atención psiquiátrica, como se hace con quien se cree Napoleón, el señor Pámies no es nada de esto. Lo ignora todo, y le da igual.
En esta ocasión, el tal Pámies ha dado un paso hacia la delincuencia que debería preocuparnos a todos. Ha declarado (sin estudios, sin investigaciones, sin pruebas, sin nada más que sus febriles ocurrencias megalomaníacas), que la insulina que se produce desde 1978 utilizando un organismo genéticamente modificado (la bacteria E. coli) es causante de cáncer. Tiene la desvergüenza ignorante de llamarla "insulina transgénica" (que no lo es) y defiende el uso de insulinas de origen animal (de origen porcino y vacuno) que eran causantes de horribles efectos secundarios para los diabéticos precisamente por no ser molecularmente idénticas a la humana.
Esta afirmación destinada a aterrorizar a los diabéticos insulinodependientes se parece demasiado a gritar "fuego" en un teatro repleto de gente.
Y no hay fuego.
Hay sólo los delirios y las ocurrencias de un señor que se hace el simpático y el rebelde sin ningún respeto por los hechos, los datos y la realidad.
Y no es la primera vez que lo hace
Es hora de que la justicia revise lo que hace y dice el señor Pámies. No es asunto, como suele afirmar él, de libertad de expresión. La libre expresión tiene como uno de sus límites la mentira y la estafa. Engañar a alguien con falsedades para obtener su anuencia, dinero o bienes no es libre expresión, se llama timo.
Para que la justicia se ponga en acción, es necesario que ciudadanos preocupados por el desenfreno irresponsable y potencialmente homicida de Pámies contemos con una asesoría legal adecuada para presentar cargos ante las autoridades. Y que contemos con los medios económicos, a través de un esfuerzo de crowdfunding, para llevar adelante los procesos judiciales con la máxima atingencia y calidad de modo que se logre que de haber cualquier delito éste deje de ser impune y Pámies enfrente las consecuencias de sus campañas, sus falsedades, sus engaños y el negocio que tiene detrás de ellos.
Si quiere conocer más sobre la historia de este desaforado personaje, ha sido detallada ampliamente por JM Mulet, bioquímico de verdad con un doctorado de verdad y poca paciencia con los charlatanes, en entradas de sus blogs detallando las muchas facetas del delirio pseudoprofesional del horticultor, por ejemplo, Un pseudomédico llamado Josep Pamies, El cachondísimo destino de la Estevia rebaudiana o Chatarreros de miserias ajenas, por mencionar sólo unos cuantos. Si quiere usted saber de qué va el estrafalario campesino, lea a Mulet.
Resumiremos diciendo que el personaje creyó haber descubierto una especie de panacea o planta milagrosa (de ésas que la charlatanería de lo pseudonatural "descubre" una cada dos años y al final no sirven para nada, piense usted en el áloe vera o la uña de gato, entre otras moditas) que es la Stevia rebaudiana, que produce unos edulcorantes llamados glicósidos de esteviol. Estos edulcorantes no tienen ningún efecto en la diabetes (como no los tienen, digamos, el aspartamo o la sacarina), pero hay estudios que advierten que algunos pueden ser cancerígenos (como NO lo son, digamos, el aspartamo o la sacarina). Pero el señor Pámies decidió que la estevia curaba la diabetes. ¿Cómo lo sabe?, preguntará cualquier persona razonable. Pues no lo sabe. No tiene estudios, no tiene investigaciones, no tiene idea, sólo tiene algunos testimonios de creyentes pero, como usted sabe, también hay testimonios de gente que asegura haberse curado de todo género de males rezándole a Santa Eufrasia y no por ello es práctica médica ética recetar oraciones a dicho personaje como forma de tratamiento eficaz.
Esto no le importó, por supuesto, a Pámies. Recibido con honores por el mundo de lo alternativista y sus publicaciones (desde las más delirantes hasta la joya de lo irracional chic que es El Diario de Ignacio Escolar), se subió a todos los trenes de la antimedicina: hace campaña contra las vacunas (ahora que la OMS empieza a tomar cartas en el asunto contra los locos como Pámies que son corresponsables de la muerte de cada vez más niños), promueve la venta y consumo de un blanqueador industrial como medicamento con argumentos que evidentemente proceden de un desapego grave respecto de la realidad, a grado tal que asegura (sin pruebas, sin estudios, sin investigaciones) que dicho peligroso producto sirve para "curar el ébola", que hablar es gratis. Defiende las ocurrencias nunca probadas de Wilhelm Reich, afirma haber encontrado plantas "antirradiactivas" (cosa que le merecería un Nobel de ser cierto... pero no lo es) y otra larga ristra de chifladuras.
En el camino, Josep Pámies ha hecho frente común con otros alternativistas de la medicina o la pseudomedicina como la monja (o ya no tanto) Teresa Forcades, Juan Gérvas (quien afirma que el "conocimiento científico" es una falsedad, sin más) y otros chiflados entre los cuales destacan los grandes negociantes de la conspiranoia en España, como Miguel Celades Rex y numerosos políticos anticiencia como el Secretario General de Podemos en Gijón, que le dejó no hace mucho las instalaciones de un colegio público pagado por todos nosotros para que predicara su evangelio enloquecido. Es, como debe ser para obtener el aplauso de la ignorancia militante: antitransgénicos, primitivista, antimedicina, cienciófobo y victimista.
Es hora de decir un ¡ya basta! al intrusismo profesional de Josep Pámies. Él y los suyos son un peligro tan grande para la salud pública como el PP y su destrucción de lo que es una de las bases fundamentales de un estado de bienestar justo, equitativo, sano, progresista y humano. Es el mundo de la superstición tomando por asalto el conocimiento subido en el miedo y la ignorancia... y animado por la más absoluta falta de respeto a los hechos. Investigación, juicio y, en su caso, penas justas pero decididas. No es tanto pedir.