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febrero 11, 2016

Malaria, buena voluntad e ignorancia: los peligros de Pàmies

Un lector me hace llegar el siguiente artículo de la página Vice, parte del conglomerado Vice Media LLC, con el engañoso título “Me detuvieron por utilizar una planta para tratar la malaria”. Me decía que en los comentarios se mencionaba este blog con relación a Josep Pàmies, pero yo no puedo ver los comentarios... no quisiera pensar que los han borrado.

Captura de pantalla de la entrevista de Vice.
Recomiendo que la lea para ubicarse, pero resumo: es una entrevista absolutamente acrítica y elegíaca a Francisco Javier Galindo, quien se presenta como "cooperante" profesional, y que un buen día se trasladó a Gambia "con un poco de voluntad y unas semillas de la planta Artemisia Annua". En la entrevista, "Xavi" dice que su amigo "agricultor" Josep Pàmies le dio unas semillas de Artemisia annua "que iban fenomenal para la malaria" y que provenían de "los laboratorios de la ONG ANAMED de Alemania".

Xavi decidió dejar "todo" y lanzarse a Gambia con dos mil o tres mil semillas que le dio Pàmies y empezó a administrarle a los gambienses "este tratamiento que francamente es espectacular". Advierte que ahora el tratamiento médico efectivo es gratuito para niños hasta los 5 años, pero hasta ahora "quien no tenía medicación por desgracia se moría". Cuenta: "sin darme cuenta en un mes he tratado a cien personas. Solía atender incluso a gente de Senegal". El "tratamiento" consta en "hervir agua con las hojas de la planta previamente secadas durante cinco minutos" y con eso hace un té milagroso: "No te puedo hablar del cien por cien porque sería demasiado, pero al menos si obtuvimos el noventa y tantos por ciento de casos que se curaron de malaria".

Aparecen los malvados, como el supuesto hospital de  Fulamanta "que solía recibir doscientas personas al día le bajaba la media a cien o a menos". Xavi arruinaba al hospital, así de bueno era. Y finalmente, el líder de los malvados: la directora de una multinacional farmacéutica sin nombre y que había trabajado con Xavi, amenazándolo: "que iba a tener muchísimos problemas por dar a conocer la Artemisa annua o la planta que va bien para la malaria. Me dijo que esto se tenía que curar con su medicamento porque es este medicamento el que lleva la artemisinina, el extracto de la planta."

El desastre se cierne como lo hace sobre Jimmy Stewart en Qué bello es vivir, el guión es perfecto: llegan al "hospital" de Galindo el ejército, sanidad y antidrogas, detienen a Xavi, destruyen su plantío de Artemisa annua, le decomisan las semillas que son "para la gente". Liberado, pasó unos meses en Gambia pero decidió retirarse por lo duro que era "no poder atender a tantísima gente que venía sin recursos". Pero está allí. Al menos para la foto, en la que utiliza como escenografía típica del blanco bueno a unos niños africanos, en una manipulación indignante.

Una verdadera tragedia. Pero no la de un cooperante que tiene el dinero necesario para mantenerse y andar por el mundo sin necesidad de trabajar, algo que siempre nos llama la atención a los que trabajamos para ponernos comida en la mesa. Un cooperante que se siente de pronto médico movido por las patrañas de un conocido empresario agrícola y que hace usurpación de funciones, intrusismo e impostura a costa de la enfermedad ajena. La tragedia es periodística, donde la entrevistadora (que al parecer se fue hasta la aldea de Muritabeh a entrevistar y fotografiar a Galindo) presenta una historia sesgada en la que omite muchísimas cosas de capital importancia, ya sea por ignorancia (en cuyo caso ha faltado a la exigencia profesional de informarse sobre el tema que va a tratar) o por complicidad.

Tan desinformada que no conoce los nombres de las localidades gambienses cercanas a Muritabeh (no existe "Fulamanta", sino la ciudad de Fula Bantang, pero allí NO se encuentra hospital alguno; el único de la zona es el Hospital de Bansang, que NO es tampoco un hospital privado que se lucre con el número de pacientes que le llegan, como sugiere Vice insidiosamente, sino una institución caritativa que vive de donaciones y hace un trabajo espectacular en una zona abandonada de Gambia).

Presentados como horribles villanos, los hombres y mujeres del Hospital de Bansang luchan todos los días contra la malaria, sí, pero también contra el VIH/SIDA, reducir las tasas de mortalidad maternoinfantil, luchar contra la violencia de género y facultar a las mujeres... en fin, cosas mucho más dignas de un artículo de Vice que las andanzas de un iluminado.

Tu YouYou en 1951 con su entonces mentor, el reconocido farmacólogo
Lou Zhicen (Imagen CC de Xinhua News vía Wikimedia commons
Dos puntos fundamentales de la química de verdad dan por tierra con las pretensiones de Galindo y el entusiasmo de su publicista. Efectivamente, la artemisinina, obtenida de Artemisa annua es la más eficaz sustancia contra la malaria. Fue descubierta en la década de 1960 por la investigadora china Tu Youyou, a quien se le concedió por su descubrimiento nada menos que el Premio Nobel de Medicina o Fisiología de 2015. Se basó, como muchos farmacólogos, en la etnobotánica y el conocimiento empírico del pasado para buscar un principio activo. A veces funciona, a veces no.

Pero, descubrió pronto, la artemisinina no se puede obtener hirviendo las hojas de la planta... en su proceso de descubrimiento, la propia doctora Tu Youyou relata que hervir las plantas destruía la artemisinina, así que utilizó un método de remojo en agua fría (hoy sustituido por otros más eficaces, como la extracción con éter) para obtener la sustancia. Así que los tés hervidos de Galindo no tienen artemisinina. Lo cual no es tan difícil de averiguar, está hasta en Wikipedia (en inglés, claro).

Luego están dos situaciones de las que tampoco es tan difícil enterarse. La primera es que la malaria es, en la mayoría de los casos, una enfermedad benigna (aunque dolorosa y molesta) que desaparece a los 15 días. Sólo en algunos casos, especialmente cuando la infección es de Plasmodium falciparum, uno de los cuatro microorganismos que causan malaria, se desarrolla la malaria cerebral y la enfermedad avanza hasta causar la muerte. Por ponerlo en números, se calcula que hay 214 millones de casos nuevos de malaria al año en todo el mundo, causando 438.000 muertes. En simples números "sólo" muere el 0,2% de los infectados. Pero siendo tantos los afectados año tras año, el número de muertes es aterrador, sobre todo porque la gran mayoría de ellos (unos 306.000 según la OMS) son niños de menos de 5 años. Precisamente esos niños que tienen tratamiento gratuito incluso en Gambia.

Si Galindo, que evidentemente no sabe nada de medicina, infectología, epidemiología y biología, tiene un éxito del "noventa y tantos por ciento" está siendo menos eficaz que la media, ya que el 99,8% de los casos sobreviven a la malaria sin Xavi.

El parásito de la malaria, Plasmodium falciparum, en sangre humana.
(Imagen CC de Michael Zahniser, vía Wikimedia Commons)
Pero hay algo aún más grave: supongamos que algún bajo contenido de artemisinina en la pócima preparada por Galindo bajo las indicaciones de Josep Pàmies (un desenfrenado que hace giras para dar charlas pagadas donde vende sus productros, asegurando que puede curar el ébola, el cáncer y el SIDA sin haber nunca curado a nadie) tiene algún efecto en sus pobres víctimas gambienses. Lo que está haciendo Galindo es provocar la resistencia de los agentes patógenos a la artemisinina, además de que provoca una elevada tasa de recurrencia.

Desde 2006 (pero ni al supuesto salvador ni a su publicista les interesó averiguarlo), la Organización Mundial de la Salud, OMS, pidió que se dejaran de administrar medicamentos con artemisinina como único ingrediente activo, mismos que producen muchas empresas, dado que la artemisinina no está patentada. ¿El motivo? Los conspiranoicos dirán que la OMS es una máquina de matar que tiene como motivación el servicio a las farmacéuticas. Por desgracia para ellos, los estudios en los que se basa son conocidos, contrastables y certeros... la monoterapia de artemisinina debilita, pero no mata al parásito de la malaria, y por tanto permite que los parásitos más resistentes a la sustancia se reproduzcan y sean nuevamente absorbidos y transmitidos por mosquitos anófeles. Esta recomendación se repitió en 2014.

Esto debería saberlo cualquiera que se ponga a jugar con la malaria y sus víctimas. Que es lo que ha hecho Galindo.

Molécula de arteminisina. (Imagen D.P. vía Wikimedia Commons)
El tratamiento que se utiliza hoy (ése que le regalan a los niños de 0 a 5 años) es conocido como ACT, siglas de "terapia de combinación basada en la artemisinina", en la que se usan dos sustancias distintas, como la artemisinina u la mefloquina, o la dihidroartemisinina (un derivado de la artemisinina) y la piperaquina, con el fin de eliminar por completo al parásito. Los estudios que demuestran la eficacia de esta terapia son bastante contundentes, incluidos los que comparan la monoterapia de artemisinina con la ACT.

En resumidas cuentas, Galindo está administrando una pócima que no sirve, y que va en contra de las indicaciones científicas sobre el combate a la malaria. Pero él se siente muy bien en su papel de médico sin título, aunque el precio de su bienestar sea el interferir con las campañas en las que miles de personas, basadas en conocimientos y con las mejores herramientas de la ciencia están luchando día a día contra la malaria en todo el mundo.

Finalmente, la delirante acusación a una persona sin nombre de una supuesta multinacional farmacéutica (dicho como si eso por sí mismo fuera una condena) implica que la artemisinina y sus derivados, así como la ACT, son propiedad sólo de esa farmacéutica, que los vende vorazmente a los pobres africanos. La ACT de dihidroartemisinina y piperaquina es producida por GPSC (Guilin Pharmaceutical (Shanghai) Corporation de China), Holleykin, Genix Pharma, Sami Pharma, Sigma Tau y Holley Pharm, mientras que la combinación de artemisinina y piperaquina la producen Artepharm de China, Novartis y Sanofi-Aventis, que lo proporcionan al costo, no en el negocio que denuncian Galindo y su entrevistadora. ¿El precio, en dólares entre 0.9 y 1.40 para un tratamiento completo para un adulto y entre 0,30 y 0,40 para un niño. La cloroquina solía costar entre 10 y 15 céntimos de dólar por tratamiento.

Y, por cierto, científicos chinos están buscando mejorar la producción de artemisinina modificando genéticamente la Artemisa annua, es decir, creando plantas transgénicas que hagan aún menos costoso el tratamiento de la malaria. Supondré que eso no gustará a Galindo, a Pàmies y a sus animadores que son, esencialmente, enemigos de la medicina, del conocimiento, de la ciencia y de los hechos que demuestran que gracias a ello hoy vivimos el doble que nuestros bisabuelos.

Los tratamientos con ACT además están siendo financiados por diversas organizaciones, de modo que no tengan que pagarlos las víctimas. Hablamos de esfuerzos millonarios, integrales, basados en datos y no en fantasías naturistas de ignorancia que debería ser denunciada antes que elogiada. Hay organizaciones que estudian cercanamente y basándose en evidencias (y no en las recomendaciones de un usurpador médico) los resultados y avances de las terapias ACT. Son bastante mejor fuente y es lamentable que no se hayan consultado.

Gambia, por su parte, ha reducido notablemente la incidencia de la malaria utilizando técnicas preventivas, medicamentos y educación de la población. Si alguien quiere ayudar a Gambia, en 2017 decían que necesitaban donaciones por 25 millones de dólares para lograr el objetivo de erradicar totalmente la malaria para 2020. Si alguien quiere ayudar, no tiene que ir a hacerle al San Francisco, sino ayudar a obtener los fondos que el gobierno gambiense necesita. Solidaridad, no caridad para promover los embustes de Pàmies ante su público español, que le paga sus yerbas a precio de medicina real aunque no sirvan para nada.

Hablando de yerbas y negocios...

Como colofón, una nota sobre ANAMED, la proveedora de las semillas de Pàmies cuyas siglas significan Acción para la Medicina Natural. Se trata de una organización alemana que promueve la "medicina natural" y que tiene la misma desvergüenza potencialmente asesina de Pàmies al asegurar que su producto estrella (sí, lo venden), la Artemisa annua puede curar la artitis, el asma, la biolerrosis, la diabetes, la epilepsia, las hemorroides, los problemas menstruales, el cáncer, el SIDA, el ébola y, claro, la malaria. La clásica panacea de la que se puede decir lo que sea porque no tiene que probarse, una planta mágica que podía sustituir a todo el conocimiento médico de la historia, y que tienen ellos en exclusiva porque los tontos científicos no se dan cuenta o no les importa.

Captura de pantalla a día de hoy de una de las páginas de ANAMED.
Lista de precios de ANAMED.
La buena intención no vale por sí misma. Probablemente la tiene el rico "cooperante", que además ya desde 2005 está en relación con Gambia vamos, que tampoco es cierto que un día se fuera a la aventura con tres mil semillas, es un viajero bien curtido sino que ha sido parte de la bien financiada ONG Amigos de Diabugu, otra población en el otro extremo de Gambia.

La ignorancia mata. Aunque esté vestida de buena voluntad. Y cuando detrás está el negocio de un embustero como Pàmies, el resultado puede ser desastroso para vidas inocentes. ¿Cuándo actuará la ley en defensa de sus víctimas?

(Nota: me he tratado de poner en contacto con la autora de la entrevista vía Twitter, pero ha sido imposible. Si hay alguna conversación posterior, ya lo publicaré aquí.)

diciembre 17, 2013

El Nobel Richard Roberts: "Se me citó incorrectamente"

"Se me citó incorrectamente", dice Sir Richard
J. Roberts, biólogo molecular y Premio Nobel
de Química 1993. (Foto CC de Paloma
Baytelman vía Wikimedia Commons) 
Usted seguramente ha leído, porque está emplastado por toda la red, que un Premio Nobel de Fisiología o Medicina, el Dr. Richard Roberts, ha realizado algunas afirmaciones terribles, como que las farmacéuticas "bloquean los medicamentos que curan" e incluso, delictivamente "bloquean su distribución",  que producen "medicamentos cronificadores" que provocan que sus víctimas sufran enfermedades toda la vida, que la investigación es súbitamente "desviada" para hacer medicinas que "hacen crónica la enfermedad".

Una terrible acusación que sustentaría la visión conspiranoica, sostenida por personajes como la monja Teresa Forcades, los delirantes empresarios del miedo, los anticientíficos del New Age y los misteriólogos que viven de fingir que encuentran terribles y malignas verdades en cada esquina.

Pero el Dr. Richard Roberts asegura que no dijo eso.

Sólo que en estos seis años nadie le informó de cuanto se le atribuía en los medios hispanoparlantes para que hiciera las aclaraciones que considerara pertinentes.

De hecho, no fue posible encontrar entrevistas en inglés (él es británico y trabaja en los EE.UU.) donde ampliara o reiterara esas afirmaciones, aunque es fácil encontrar otras cosas que ha dicho, como que la investigación para las curaciones debe ser producto de la inversión pública porque es absurdo suponer que las farmacéuticas van a investigar algo que no les deje rentabilidad financiera, como empresas que son. Y lo más rentable es tratar enfermedades crónicas que requieren atención toda la vida. Lo cual puede ser poco amable, pero no tiene los niveles delictivos que la conspirósfera le ha atribuido.

Así que nos pusimos en contacto con él para preguntarle sobre sus declaraciones.

Y lo primero que nos dijo es: "Se me citó incorrectamente, y probablemente de modo deliberado, por lo que parece".

Algunas de las literalmente miles de reproducciones, reinterpretaciones y redistorsiones que
han aparecido a lo largo de los años  de las supuestas declaraciones que "La Contra" atribuyó
al Dr. Richard Roberts en julio de 2007. (Haga clic para verlo a mayor tamaño.)

La fuente original de las multicitadas supuestas declaraciones del Dr. Roberts es el periódico La Vanguardia del 27 de julio de 2007, en la sección "La contra", conocida por su desapego de la realidad y su promoción de las pseudociencias. En ella, el redactor Lluís Amiguet le atribuye citas como: "...de repente, (la investigación) es desviada hacia el descubrimiento de medicinas que no curan del todo, sino que hacen crónica la enfermedad y le hacen experimentar una mejoría que desaparece cuando deja de tomar el medicamento” y también "...es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para cronificar dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo".  (Las negritas de todas las citas son añadidas).

Si hubiera científicos trabajando en sustancias que provoquen que una enfermedad se vuelva crónica, si hubiera tales medicamentos "cronificadores" pregúntese, pensando en la forma en que funcionan los tribunales de los EE.UU., el mayor mercado del mundo: ¿por qué no hay demandas por esta barbaridad de campo de concentración como sí las hay contra otras acciones reprochables, generalmente mucho más inocentes, de empresas de todas las actividades económicas imaginables, no sólo de las farmacéuticas grandes y pequeñas?

(Un ejemplo son los laboratorios homeopáticos como Boiron, que el año pasado se vio obligado a pagar 12 millones de dólares para resolver una demanda colectiva de gente que se consideraba defraudada por haber pagado como medicamentos unas píldoras de azúcar con la marca Oscillococcinum, además de detener sus prácticas de publicidad engañosa, anunciando en sus paquetes que sus pócimas no han sido evaluadas por la agencia de medicamentos y alimentos (FDA) y explicar las diluciones que hace y por las cuales se puede afirmar que la homeopatía es 100% agua, un cambio que le costará otros 7 millones de dólares.)

Las farmacéuticas invierten en los productos que dejan más dinero a sus accionistas, algo que no es sorprendente en sí. Es una realidad que conocen muy bien quienes padecen enfermedades raras y que dependen de la inversión pública y la solidaridad social para costear las investigaciones sobre sus dolencias. Pero de allí a tener como política la creación de sustancias que provoquen que las enfermedades se vuelvan crónicas, como psicópatas desalmados de caricatura media un gran trecho.

"Lo que sí dije," nos escribe el Dr. Roberts en los mensajes que intercambiamos por correo electrónico en los últimos meses, "es que las compañías farmacéuticas tienen poco interés en gastar mucho para encontrar curas de algunas enfermedades porque una vez que se encuentra una cura eso limita enormemente el potencial de mercado. Prefieren encontrar medicamentos que sean efectivos contra enfermedades crónicas que los pacientes tendrán que seguir tomando durante muchos años, idealmente el resto de sus vidas".

Algo que, por otra parte, el Dr. Roberts ha señalado en numerosas ocasiones. Quienes padecen hipertensión, por ejemplo, deben tomar, por siempre, "antagonistas de los receptores de angiotensina II" y "bloqueadores de los canales de calcio" para prolongar su vida y evitar problemas cardiacos asociados a la hipertensión (que por cierto, carece de síntomas). Eso es muy distinto a que esos medicamentos mágica y malvadamente "conviertan en crónica" la hipertensión arterial.

El Dr. Roberts explica qué es lo que le molesta: "El único problema que tengo con eso es que las compañías farmacéuticas no deberían fingir que están interesadas en curaciones, porque no lo están. Hasta donde sé, es infrecuente que financien investigaciones que busquen curaciones. Eso es distinto que decir que estén intentando hacer crónicas las enfermedades, que no es verdad. Del mismo modo, aunque habitualmente no hacen investigaciones que conduzcan a una curación, hay una enorme cantidad de investigaciones que se hacen en hospitales y entornos clínicos que sí buscan curaciones. En los Estados Unidos, los National Institutes of Health gastan muchos miles de millones de dólares al año haciendo precisamente eso".

El científico, que trabaja en la empresa New England Biolabs (dedicada a suministrar reactivos biológicas para la investigación en las ciencias de la vida, incluida la farmacéutica) aclara: "No dije que las farmacéuticas detuvieran investigaciones prometedoras que llevaran a curaciones. Más bien que no tienen incentivo para hacer ese tipo de investigaciones en primer lugar". Y cita: "El único caso que conozco en que las farmacéuticas trataron de desacreditar una investigación se refiere a la Helicobacter pylori, que causa úlceras y por cuyo descubrimiento Marshall y Warren recibieron el Premio Nobel. Sus hallazgos fueron cuestionados constantemente en los primeros momentos por las farmacéuticas, que preferían vender antiácidos" (Nota 1).

El Dr. Roberts aclara que las compañías farmacéuticas: "No son poco éticas en lo que hacen, dado que fabrican productos que la población en general necesita: antibióticos, analgésicos, agentes anticáncer, etc. Donde se extralimitan es cuando afirman estar buscando curaciones. Ése no es habitualmente su modelo de negocios, excepto en casos como el de los antibióticos. Y hasta hace poco tiempo no habían estado gastando demasiado dinero buscando nuevos antibióticos porque los márgenes de beneficios son muy bajos".

Ante ese panorama, el Dr. Roberts recuerda que las curaciones que no buscan las farmacéuticas, como la del VIH, están siendo investigadas en "la esfera académica". Abunda: "La búsqueda de curaciones casi con certeza se hace mejor a través de la medicina académica y sólo se transfiere a las empresas cuando hay un modelo de negocios que tiene sentido".

Quizá, entonces, antes que promover el pánico a la industria biomédica, los conspiranoicos harían bien en promover lo único que hace avanzar a la medicina: la inversión pública abundante en ciencia, en laboratorios, en estudios clínicos, en investigación básica y aplicada como la que se ha decapitado en España en los últimos años, precisamente dejándolo todo en manos de empresas privadas que no pueden ni quieren asumir las responsabilidades sociales que pertenecen a los gobiernos.

Pero quizás informar correctamente de las críticas y los problemas reales tampoco es rentable para quienes viven –y bien– del sensacionalismo, la incertidumbre y el miedo.
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Nota 1: Lo que relata el Dr. Roberts ocurrió poco después de que, en 1982, Barry J. Marshall y J. Robin Warren descubrieron que las úlceras estomacales no eran producto del "estrés" y otras ideas vagas, sino que las causaba la infección con la bacteria que llamaron Helicobacter pylori. Pese a los intentos de las farmacéuticas, pese al enorme valor que tenía por entonces el mercado de los antiácidos, y pese a que las farmacéuticas estaban bajo menos regulaciones que en la actualidad, se impusieron los hechos, los datos científicos, no las afirmaciones conspiranoicas promovidas con la fuerza de las farmacéuticas, y hoy la mayoría de las úlceras son curables con un sencillo tratamiento que mezcla medicamentos inhibidores de la bomba de protones, que reducen la producción de ácido en el estómago, y dos antibióticos que combaten la bacteria. Ambos científicos fueron premiados con el Nobel en 2005 por este descubrimiento. El caso también podría interpretarse como una demostración de que los hechos científicos no pueden ocultarse aún cuando se tenga un gran poder, precisamente lo opuesto a lo que afirman los conspiranoicos médicos.