La televisión está llena de ellos. Sus lugares en la "prensa rosa" o "prensa del corazón" están asegurados. Sus fortunas son inmensas y están creciendo día a día (¡y sin declarar ni un céntimo o centavo a Hacienda!), el número de sus víctimas crece igualmente día con día.
¿El siglo XXI iba a ser la edad de la ciencia y la razón? Pues no lo es. Está siendo, por el contrario, el siglo del regreso a las más groseras supersticiones, a las creencias más ignorantes, a la magia en distintas vertientes.
La primera pregunta es, claro, ¿qué tiene de malo que alguien cobre por hacer algo que otras personas quieren, como pasarles el agua, leerles el tarot, decirles su horóscopo, recetarles yerbajos de dudosa calidad, comunicarlos con sus seres queridos muertos o contarles que viajaron en un platillo volador?
Hay varias respuestas.
En el caso de los médicos brujos (que gustan de llamarse "practicantes de la medicina alternativa", pero que no son otra cosa que médicos brujos), el daño es más evidente: al engañar a sus víctimas con supuestas terapias, disminuyen la probabilidad de que dichas víctimas acudan a médicos que tienen más capacidad para detectar y tratar las enfermedades.
En otros casos, las cosas no son tan claras a primera vista. Pero analizando el tema se va viendo la insidia de estas prácticas.
Las personas ponen en los charlatanes una gran cantidad de confianza y credibilidad, que pueden llegar, en casos extremos, a confiar en sus charlatanes de manera ciega, de entregarles todas sus posesiones o de darles control sobre su vida.
La apuesta emocional de quien va a que le lean el futuro o lo pongan en contacto con los espíritus es muy elevada, y a cambio de ella reciben engañifas, embustes y abusos previo pago.
Pero, en general, todos los que creen en las distintas disciplinas de la charlatanería se ven despojados de algo mucho más importante: su capacidad de análisis objetivo, su pensamiento crítico, su libertad de conciencia y su osibilidad de asombrarse ante la realidad porque se les mantiene asombrados sobre mentiras.
¿Son mentiras las propuestas de todos estos negociantes de la confianza humana?
Sí. Sin duda alguna.
Incluso cuando llegan a acudir a principios reales (como los efectos de algunas plantas), la forma en que presentan sus "disciplinas" es mentirosa.
¿Estamos condenados a convivir para siempre con personajes que viven de hacer profecías que nunca se vuelven realidad, de gente que cuenta historias producto de su imaginación, de brujos y magos medievales que nos roban la posibilidad de conocer, entender y apreciar nuestra realidad?
¿O hay alguna posibilidad de que se imponga la cordura, que se les impongan las leyes a estos personajes y que se establezca claramente que lo que dicen son mentiras?
La única forma de enfrentarlos es por medio del conocimiento y del estudio de sus extravagantes afirmaciones.