Para mi amigo de la infancia, Enrique,
afectado por la poliomielitis,
que jugaba de portero en los recreos,
donde quiera que esté.
Esta visión conspiradora implica que no hay médicos honestos en el mundo, ni hay investigadores químicos o farmacobiológicos que no sean parte de la conspiración. Ellos son malvados. Hay que huir de ellos.
Acusaciones terribles como que "los médicos perpetúan la enfermedad" se sueltan con una facilidad propia de quien no tiene una percepción clara de la gravedad de sus palabras.
Estas afirmaciones, obviamente, provocan miedo entre quienes no están al tanto del nivel lamentable del debate por parte de los que sostienen la fe en lo paranormal. En su infinito desprecio por un conocimiento que no comprenden ni quieren comprender, mucho se guardan los cienciófobos de decir que la viruela, por ejemplo, no fue erradicada por bailes vudú, por acupunturistas, quiroprácticos o cualquier otra forma de curanderismo irracional, sino por la medicina con bases científicas.
Pero esto sería anecdótico de no ser porque, en parte debido a estos temores, se causa un dolor terrible y evitable.
Por ejemplo, parece increíble, que hoy en día sigue habiendo niños que contraen la poliomielitis debido a que muchas personas creyentes en diversas supersticiones le temen a que sus hijos sean vacunados.
Cuidado, no es que sus gobiernos no los atiendan, no es que no haya medicamentos o sean caros. Es que cuando los vacunadores van a sus casas, los padres impiden que los niños se vacunen.
La vacuna es un verdadero milagro de la ciencia: una gota administrada en la boca de un niño con un gotero. Nada más. Ni agujas ni sahumerios, ni invocaciones a Changó, ni imposición de manos, ni auras, ni energías imaginarias, nada que no sea una pequeña gota de vacuna en la boca del niño.
Y sin embargo hoy en día hay muchos casos de polio, sobre todo en países como la India, en los que supersticiones bastas y cavernarias como la medicina ayurvédica se oponen a la medicina moderna. Y por cada niño diagnosticado se calcula que hay 200 sin diagnosticar.
El objetivo de las organizaciones dedicadas a la salud es erradicar la poliomielitis para el año 2005. Los cienciófobos tienen el objetivo de impedirlo.
Veo un documental reciente, Un médico indio recorre un barrio pobre. Las madres ordenan a sus hijos esconderse para no ser sometidos a la malévola vacuna. Los niños huyen. El médico tiene que hacer investigación policiaca. "Me dicen que no hay niños, pero en la ropa recién lavada hay camisas de niños", explica, y se lanza a luchar tratando de usar la razón para convencer a los padres de que no pasará nada, que no es miembro de una conspiración horrenda y cruel, que no quiere dañar a sus hijos, al contrario, quiere evitarles que sufran una parálisis poliomielítica que arruine sus vidas.
Pero el mito en la India es que la vacuna de la polio, esa gota, "esteriliza" a los que la toman. Es un mito fácilmente refutable con los millones de hijos que tenemos quienes fuimos vacunados en los tiempos de la gran epidemia de polio. Pero las pruebas no llegan, o no cuentan, o son miradas como parte de la conspiración. Y entonces, en las campañas nacionales de vacunación, le cierran las puertas a los voluntarios que traen la sospechosa gota. Los gurús de los grupos económicamente más desprotegidos en la India siguen difundiendo el rumor de que la vacuna causa impotencia en los niños. La ignorancia hace el resto.
¡Triunfos de la cienciofobia y la sabiduría milenaria!
El médico recuerda a unos padres indios que le dijeron que, si insistía, permitirían que su hijo fuera vacunado, pero después matarían al niño estrellándolo contra el piso.
Una niña pakistaní ha desarrollado la enfermedad. La trabajadora social explica: no la pueden enviar a la escuela y con esa "tara" no se podrá casar, de modo que estará protegida mientras vivan sus padres; cuando los padres mueran... ocurrirán cosas "impensables".
(Según la autora india Phoolan Devi, lo "impensable" es muy sencillo: en las áreas más atrasadas de esos países, la mujer que no tiene un marido que la proteja, una mujer que no "pertenece" a nadie, está "a disposición" de todos los hombres, lo cual quiere decir que legalmente, según las iluminadas tradiciones milenarias, puede ser violada diariamente por quien así lo desee, entre otras vejaciones.)
¡Vivan la medicina alternativa y la superstición tradicional!
Los brotes de poliomielitis en Nigeria, que tiene la mayoría de los casos del mundo junto con India, también son atacados con campañas de vacunación. El mito de la esterilización causada por las vacunas se mezcla en este país y en el resto del África occidental amenazada por la polio con uno aún más atroz, que seguramente aplaudirán los cienciófobos occidentales (bien comidos y vacunados, claro): la vacuna contiene el virus del SIDA introducido por occidente para matar a los africanos.
La resistencia a las vacunas viene por parte de familias y jefes locales. Algunos jefes aceptan la oferta de enviar a analizar muestras de la vacuna para determinar que no sea dañina, que no tenga sino agua, agentes conservantes y virus de la poliomielitis debilitado. Pero otros ni siquiera admiten eso, después de todo, los análisis los harán científicos similares a los que hicieron la vacuna.
¡Vivan la iluminación del pasado y las venerables costumbres!
Africare, la Organización Mundial de Salud, UNICEF, los organismos nacionales de salud... todos son impotentes ante la superstición. Siempre quedan niños sin vacunar. Siempre hay el peligro de que la polio recurra a partir de un solo caso si hay otros niños sin vacunar.
En Sierra Leona, por ejemplo, los grupos de vacunación se juegan la vida para entrar a los 2/3 del país controlados por los rebeldes con el único objetivo de vacunar niños. Este documental en inglés relata parte de sus esfuerzos, apoyados por los "cascos azules" de Naciones Unidas.
Cada niño arrastrándose hoy por las calles de la India, Pakistán, Bangladesh, África occidental, Angola, Somalia, Haití, etc., cada niño con poliomielitis nacido en el siglo XXI es un dedo acusador apuntado a los cienciófobos, a los brujos, a los conspiranoicos.
¿Se harán cargo de ello o simplemente ni siquiera están enterados de tales tragedias humanas cuando enfilan sus baterías contra "la medicina" y "la ciencia" en general?
Cuidado: esto no significa que no deba mejorarse la investigación, que se deba descomercializar a la medicina o que las ideas ultraneoliberales que hoy dominan no deban ser atacadas, impugnadas y rechazadas. Tampoco significa que deba aceptarse que la ambición de las grandes farmacéuticas domine la investigación farmacológica. Mucho menos niega los errores, tanto de buena fe como hijos de la codicia. Pero estos defectos nos dicen no que la medicina sea inválida o temible, sino que las sociedades deben tener un mucho mayor control de la investigación farmacéutica y la medicina (como debería tenerlo sobre curanderismos, parapsicólogos, hipnotistas, adivinadores, médiums y sanadores) y, sobre todo, que debemos luchar por una sociedad más justa, mejor educada, capaz de pensar críticamente.
Pero quienes no "creen" en la medicina y luchan denodadamente contra ella, ni siquiera son parte del esfuerzo por controlar a los grandes monopolios. Les basta con denunciarlos y luego se ponen a defender a quienes aseguran que las afecciones se curan con un CD de "autohipnosis".
La lucha del pensamiento crítico y el conocimiento certero contra la superstición y el ocultismo a veces puede parecer enormemente banal, una forma de perder el tiempo con discusiones bizantinas entre desocupados.
Sí, con frecuencia lo parece. Pero lo que hay detrás incluso de la discusión más trivial sobre la existencia de duendes son las consecuencias últimas del pensamiento mágico y supersticioso. Ante estas consecuencias, como las fotografías captadas por el ojo privilegiado de Sebastião Salgado, como todo el documental The last child sobre la lucha mundial para erradicar la poliomielitis, toda abstracción misteriológica se reduce a una complicidad repugnante con el sufrimiento ajeno.
Estos hechos le dan dimensión a lo que, de otro modo, sería sólo un barato ejercicio intelectual de burguesitos aburridos.