Si usted es habitual de los programas de la radio ocultista nocturna, de la televisión ocultista o de las revistas y páginas web ocultistas, seguramente habrá notado una tendencia sumamente curiosa de los gurusitos (o sea, pequeños gurús) que nos ofrecen sus cavilaciones en estos medios: no tienen héroes.
Vaya, al menos no tienen héroes propios.
Cuando los ocultistas promotores del pensamiento irracional se enfrentan (según ellos) con el pensamiento racional (al que odian con denuedo), suelen echar mano de las afirmaciones de los científicos, de los descubrimientos científicos, del método científico y de los conocimientos científicos para tapar un poco sus lamentables vergüenzas.
Por ejemplo, los astrólogos suelen recordarnos que los cuerpos celestes ejercen una acción física medible sobre nosotros (gravedad, emisiones de calor, emisión o reflexión de luz) y de allí, en una pirueta mental de alto grado de dificultad y sin red, pasan a concluir que entonces si usted nació bajo el "signo" de Capricornio, será más lento de reflejos que los nacidos bajo los demás signos.
La lógica asombrosa de "como existe algo real, puedo afirmar cualquier mariguanada que se me ocurra" nos puede dejar estupefactos, pero lo que no solemos notar es que la gravedad, las emisiones electromagnéticas, la descripción de la luz y esas cosillas no fueron descubrimientos que se lograran haciendo el ritual de la carta natal, ni se obtuvieron mediante telepatía, ni nos los revelaron los espíritus ni los extraterrestres, sino que fueron producto de la aplicación del método científico, ese método del que tenemos declaraciones interesantísimas provenientes de los gurusitos del ocultismo irracional.
Critico el hecho de que alguien que propone una visión diferente sea menospreciado por ello. Le pasó a Miguel Servet, a Galileo, al mismo Darwin..., afirma sin despeinarse Bruno Cardeñosa, coequipero de una de las emisiones de la radio ocultista española. En su delirio cree que es menospreciado sólo por "proponer una versión diferente", como si el ser "diferente" tuviera algún valor intrínseco, y ocultando que en realidad la gente seria no le hace caso porque su visión, sin importar qué tan "diferente" sea (o qué tan parecida sea, digamos, a una obra de Michael A. Cremo), es tonta, es ignorante y niega conocimientos que sabemos que son certeros.
Por otro lado, oculta convenencieramente que el valor de las visiones "diferentes" de Servet, Galileo y Darwin se comprobó precisamente mediante la ciencia, esa ciencia a la que odia. Eso de ser "original" nomás por serlo es una pose, no una posición, ni sirve para nada. Más datos con las canciones de moda.
Sin embargo, en su infinita humildad, el misteriólogo de la mirada perdida (Bruno Cardeñosa, claro) considera que él, por el sólo hecho de escribir tochos de imbecilidades, merece las mismas consideraciones que Servet, Galileo y Darwin. Así quiere que lo vean, claro, no que lo vean con la condescendencia que merecen los desplantes de Enrique de Vicente, la ambición de Von Däniken, el ridículo de la Blavatsky, las falsedades del Cyril Henry Hoskins (Lobsang Rampa).
Quiere que lo aplaudan como a científicos de verdad que llegaron a darnos a todos los seres humanos verdaderos conocimientos que nos han beneficiado mucho más que, digamos, la exhibición de ignorancia brutal de Cardeñosa acerca de la diferencia que en la ingeniería tienen las cargas estáticas y las cargas dinámicas, todo para inventar un nuevo misterio incomprobable, cebándose como buitre sobre las víctimas del 11-S de Nueva York para forrarse los bolsillos a su costa.
Pero Bruno dice además sin pudor alguno: He recibido por parte de muchos científicos muchas cartas y comentarios que realmente me han animado a seguir en esta búsqueda.
Es decir, para darle visos de seriedad a sus rolletes de imprecisión y paranormalidad, acude nuevamente a "los científicos", sólo que, como suele ocurrir, no dice quiénes son los tales científicos, cuando lo más probable es que sólo existan en su febril imaginación.
Supongamos que no: desafío públicamente a Bruno Cardeñosa a que presente los nombres de los científicos que apoyan las tonterías ignorantes que presentó en su libraco El código secreto, que es del que habla en esa entrevista.
(Lo más probable, claro, es que diga que esos científicos no quieren que se den sus nombres porque "tienen miedo", por supuesto, mientras que él, el enigmatólogo, es valeroso, claro.)
La actitud que se ve en estos desplantes caguengues, por supuesto, no es científica, sino de fanatismo y conveniencia: ataquemos a "la ciencia" (total, dado que "la ciencia" no es una persona, no puede defenderse) cuando se opone a considerarnos tan geniales como nuestra megalomanía dice que somos... pero apoyémonos en la ciencia (que tampoco puede defenderse) para darle validez a nuestras milongas diciendo mentiras acerca de los científicos.
Íker Jiménez, primadonna del joven ocultismo desvergonzado español también tiene su opinión: A mi determinado tipo de ciencia me la trae floja. Estoy harto de quienes consideran que lo científico y aprobado académicamente es todo. ¡Qué sandez!
Por supuesto, el cachetón que ahora también idiotiza gente en un programa mañanero, no se ocupa de definir cuál es ese "determinado tipo de ciencia" (digamos, la óptica, la fisiología de los neurotransmirsores o la aeronáutica) que se "la trae floja" (cosa que, en justicia, importa un pito... ¿se debe poner a llorar "la ciencia" porque Íker hace declaraciones así de acéfalas?). Pero además inventa una loquera, que alguien (no nos dice quién) considera que lo científico y aprobado académicamente "es todo".
Por supuesto, Íker Jiménez no podría jamás demostrar con citas y fuentes que tal posición exista y sea la predominante en la actividad científica, ni mucho menos. Su verborragia se demuestra falsa simplemente al ver que en la ciencia se sigue investigando porque nadie cree que lo que ya sabemos "sea todo", del mismo modo en que nadie puede negar las experiencias subjetivas. Y más adelante en la misma entrevista afirma tronante: No quiero ser científico. Me aburren los científicos ultra negativistas (sin explicar, otra vez, quiénes son esos "ultra negativistas" de sus alucinaciones y cómo los define, son tigres de papel para asustar a sus adeptitos).
Y todo eso no obsta para que el Íker Jiménez (el mismo, no un clon o un homónimo) reciba ilusionadísimo el "Premio Ciencia y Humanidad 2004" que ofrece la muy desconocida Asociación Profesional Libre de Periodistas, misma que no parece tener ni la más peregrina idea de lo que es eso de "ciencia". Y, por no dejar, el mismo Jiménez se apresura a invitar a astrónomos científicos a sus alertas ovni fracasadas y a promover que se lleven, supuestamente, muestras de las "caras de Bélmez" a uno o dos o tres laboratorios (nadie lo sabe); laboratorios, claro, científicos.
Y Jimenitos se ultraencabrona cuando los astrónomos y gente seria, advertida de lo que representa el periodista y su jugosa emisión radial, se niegan a hacerle el caldo gordo.
La disonancia cognoscitiva los tiene en vilo, de eso no cabe duda. ¿En qué quedamos?
El problema en todo este entramado de excusas disfrazadas de argumentos es que ninguno de los misteriólogos sensacionalistas que medran en los medios tiene a un solo héroe esotérico al qué acudir. Ninguno.
Y, va de nuevo, ninguno de los descubrimientos grandes o pequeños de la humanidad ha sido producto de las "investigaciones" de los misteriólogos utilizando sus chanchulleros e inservibles métodos (como el misteriosísimo "método paracientífico", del que dio una charla el infaltable Pedro Amorós, el rey del desfiguro, en las jornadas “Vida después de la vida” en 2003, gracias a los recursos que la SEIP le sonsacó al Ayuntamiento de Hellín y al Cultural de Albacete, lo que no obstó para que cobraran la entrada). Los "estudios" espiritistas, las fotos de teleplastias, los miles y miles de supuestas psicofonías, los miles y miles de fotos malas de platillitos volantes, los millones de sesiones de ouija, los otros millones de sesiones espiritistas, los abundantes rituales de "regresión hipnótica a vidas pasadas" y toda la parafernalia parapsicológica para anormales que suele adornar a estos divagantes nunca ha servido para nada y como resultado no nos ha dado ningún conocimiento.
Es más, cuando hay hechos detrás de las supersticiones (como ocurre con algunos conocimientos herbolarios tradicionales), resulta que quienes han desarrollado medicamentos debidamente probados, conocidos y dosificados que ayudan a prolongar o mejorar la vida de muchas personas nunca han sido los curanderillos y sanadores cobrones, los esotéricos ni los parapsicólogos, los reikiorates y los floreros bachianos, sino los bioquímicos, farmacólogos y médicos que se han aproximado a las afirmaciones herbolarias usando el tan denostado "método científico" para ponerlas a prueba, demostrarlas y explicarlas.
¿Dónde están el Einstein de la telekinesis (o telequinesia), el Galileo de la astrología, el Semelweiss de la acupuntura, la Marie Curie de la precognición, los Crick y Watson de la ufología, el Goddard del movimiento perpetuo, la Dian Fossey de la telepatía, el Michael Faraday de la psicofonía? ¿Dónde están los conocimientos derivados de alguno, cualquiera, de los muchos libros que son la fuente de ingresos (a veces plurimillonarios en euros) de todo el charlatanaje urbi et orbi?
No existen.
Por eso los charlatanes gustan tanto de compararse con los grandes científicos. No se pueden compararse con los grandes descubridores de lo paranormal, porque no los hay.
Lo cual puede explicar sus furibundos cabreos y sus pavoneos de gallo emasculado. Sus maravillosas disciplinas no han dado a un solo benefactor de la humanidad. Sólo sirven para engañar ingenuos, vender libros y publicidad e inflarle el ego a estos personajes.
(Oportunidad singular para recordar que ya hace 297 días que el mentiroso megalómano Pedro Amorós Sogorb, timonel del barco de embustes llamado SEIP, me mandó un correo electrónico amenazándome con una querella tremebunda. Vamos, Pedrillo, que la justicia es lenta lo sabemos, pero para lo que me acusabas (delitos contra el honor, cosa que yo dudo que tengas) hay ahora juicios rápidos. O tus abogados te están engañando o se ha demostrado públicamente que no tienes ninguna vergüenza. Y de pasadita se demostró que a la gente de bien, las amenazas mamonas de tipos intrascendentes no les asustan.)