Uno busca al científico Christopher Gupta en Google y éste insiste en no aparecer.
Hasta que Beatriki Rucci me mandó desde Grecia la frase original en inglés y al buscarla descubrí varias cosas:
No existe Christopher Gupta, sino un tal Chris Gupta, si se llama "Christopher" o no, queda al gusto del bautizador de turno. Alterini se presentó con su pila bautismal y zas.
El tal Chris Gupta tiene de científico más o menos lo que yo de centro delantero del Chelsea. Es un loquito activista antitabaco que cree en las "terapias alternativas" con pasión turca, construye chiflados aparatos de "electromedicina" y se dedica a promover loqueras en su blog, una colección de conspiranoias surtidas entreveradas con rollos de pseudomedicinas a granel. Todas sin una sola prueba de que funcionen, claro.
Chris Gupta, el bloguero que cree en la magia, no dijo esa frase nunca. La frase está ciertamente en su blog, y Juliancito Alterini, que según me cuentan ahora se las da de "periodista" (para el caso, si Gupta es scientífico, Alterini es periodista y David Attenborough probablemente es prima ballerina del Bolshoi) no se enteró de que estaba citando al autor del rollo llamado "Las diez leyes de la industria farmacéutica".
Esas "diez leyes" (que son diez, pero ciertamente no son "leyes", son sólo propaganda interesada) son de la autoría de Matthias Rath, publicadas en su libro Why Animals Don't Get Heart Attacks, But People Do!
Matthias Rath es el médico alemán responsable de una cantidad indeterminada de muertes en África, donde vende sus "Vitaminas del Dr. Rath" (mucho más caras que las vitaminas comunes, como hemos demostrado) como curas para el SIDA, convenciendo a la gente de no tomar los antirretrovirales. Recientemente los activistas sidóticos africanos consiguieron que se prohibieran las "pruebas clínicas" de las vitaminas de Rath que, además de no seguir un protocolo científico, implicaban que sus sujetos experimentales abandonaran los antirretrovirales. La aterradora lista de negacionistas del SIDA que han muerto de SIDA incluye al menos a una víctima directa de la locura ambiciosa de Rath (sin duda menos ética que la de cualquier farmacéutica, piense usted en la más malévola), Marietta Ndziba. Anteriormente ya se habían denunciado muertes de "pacientes" de Rath como la joven Noxolo Ngalo, Ntombekhaya Kruthani y el paciente conocido como Noluthando.
La cifra real de ataúdes que este monstruo de la ambición y el abuso racista ha llenado en África es sin embargo todavía una interrogación.
Ése es el personaje que, mientras se forra los bolsillos vendiendo vitaminas con sobreprecio para aprovecharse de la epidemia de SIDA en África, se atreve a acusar a la industria farmacéutica de poca ética, el tipo cuyas palabras leyó Juliancito Alterini, se hizo la picha un lío, se las atribuyó a un tipo al que le arregló el nombre y le dio un título de scientífico y lanzó por el mundo el bulo para darse cera y conseguir que lo entrevisten.
Al fin y al cabo, Alterini y los de su calaña saben que es difícil que alguien los llame a cuentas haciéndolos responsables por desinformar al público fingiéndose héroes de la contrainformación.