Inquieto y triste queda uno cuando una escuela se convierte en un museo al espiritismo cutre, como contamos en la anterior entrada de este blog.
También es cierto que se queda uno con la idea de que no es demasiado útil exhibir el despropósito de los sucesivos alcaldes de Bélmez de la Moraleda, María Rodríguez y ahora Pedro Justicia (movidos por la SEIP, el club de chifladitos de Pedro Amorós), al decidir instalar en la población un "Centro de interpretación de las Caras de Bélmez®".
Porque es verdad que, como ya decíamos en 2004, Bélmez de la Moraleda y en general la zona de la Sierra Mágina donde está enclavado tienen una situación económica lamentable y desde que se inventaron la chapuza de las Caras de Bélmez® en 1971, las personas que visitan la localidad ya sea por ingenuidad, por ver qué sacan, por diversión, por mala uva, por lo que sea, han sido una fuente de ingresos, así escasa, donde no abundan.
¿Qué podrían hacer don Pedro Justicia y la corporación municipal que dignamente preside con los 768.457,43€ que hasta el día de hoy parecen empeñados en tirar en una bobada pseudomisteriosa?
Se me ocurre algo.
Funde usted, señor alcalde, un museo sobre la credulidad, la superstición y sus antídotos demostrando que Bélmez puede reaccionar con inteligencia y apresurarse a llegar al presente.
En vez de poner un puñadito de fotos del pseudomisterio de las caras mal pintadas en el suelo (fotos que todos podemos ver en Internet, en toda su cutredad), instale una exhibición sobre cómo investiga la ciencia, un apartado de método científico (observacion, hipótesis, prueba... nada demasiado fancy) y sus mejores descubrimientos; añádale la historia de las Caras de Bélmez® y las mil tonterías que se han dicho sobre ellas, junto con los estudios que revelan que fueron pintadas.
En vez de una sala donde se pongan ruiditos que algunos creen que son voces o directamente voces falsificadas por paranormalólogos necesitados de fama, enséñele a los visitantes cómo se han desmontado fraudes bastante menos bastos y marcarregistrados, pídale alguna donación a algún coleccionista de Houdini y muestre fotos del mago desenmascarando espiritistas tan escuchimizados como los que han ganando bastante (quizá más que el pueblo) como Luis Mariano Fernández e Íker Jiménez, que se han vendido una pila de ejemplares de su libro Tumbas sin nombre desde 2003 sin jamás ofrecer una agradecida donación de parte de sus beneficios a Bélmez de la Moraleda. Muestre el trabajo de los magos franceses Kassagi y Gerard Majax, que pusieron en ridículo a Uri Geller. Pídale una donación de fotos a Circlemakers y deslumbre al visitante con el fraude de los "círculos de las cosechas", las mil bobadas que se dijeron sobre ellos y la desazón de los rarólogos al descubrir que su origen fue una broma y su resultado un negocio que igual le hace un jeroglífico misterioso que le pone a Hello Kitty en un sembrado.
Organice, en la sala de conferencias, ciclos amables al estilo de Enigmas y Birras o Escépticos en el Pub o Beers for Science o similares, haga conferencias y jornadas en colaboración con la Universidad de Jaén; invite a astrónomos aficionados a aprovechar la poca contaminación lumínica de los alrededores del pueblo para hacer concentraciones divertidas en eclipses o lluvias de estrellas anuales como las Perseidas; organice unas jornadas de "introducción a los misterios del planeta" con excursiones geológicas y presentaciones sobre los dinosaurios de Jaén.
Y eso sin contar lo que puede hacer respecto de la historia de Bélmez desde el siglo XIII, la microhistoria de sus habitantes en estos 800 años, su paisaje, fauna, flora, gastronomía, peculiaridades más allá de las trolas que se tragaron unos pobres que en la década de 1970 se creían parapsicólogos o algo similar, ofreciendo en cambio conocimiento, inquietud por saber, ciencia y una mirada cuestionadora ante supuestos misterios que no lo son.
Vamos, que oportunidades no le faltan (muchas más que éstas que se me han ocurrido a vuelapluma) para hacer con ese dinero que le ha dado la Unión Europea algo divertido, inteligente y valioso para atraer visitantes a su localidad, un proyecto que ponga a Bélmez en el mapa como espacio del pensamiento que desvela misterios y no del oscurantismo medieval momificado que mira algo, decide que es "un misterio" y se dedica a contemplarlo babeante por toda la eternidad. Eduque y motive a los visitantes en ese espacio, convertido en lugar de la razón contra la tontería tardofranquista de unas caras misteriosas (entre las que estuvo la de Franco, no lo olvide). Y los turistas irán a ver las caras bobas y se llevarán mucho consigo.
Todavía está a tiempo, señor alcalde, de no pasar a la posteridad como uno más de los participantes en un circo disparatado, sino como un hombre del siglo XXI, que buena falta hace.