Algunos lectores se han dado cuenta de que este blog está en animación suspendida como un viejo personaje de cómic, haciendo tic-toc de vez en cuando con los vídeos de El rey va desnudo, que sin embargo con frecuencia se me olvida poner por acá (o simplemente tocan temáticas que no son las de este espacio).
Pero hay un vídeo reciente que tiene que ver con cómo eran las cosas cuando nació El retorno de los charlatanes el 29 de enero de 2004, hace ya 14 años, y que motiva esta reflexión. Es éste.
Ayer, efectivamente, las supercherías contra las que uno combatía eran más inocentes, es cierto, y las actualmente de moda son notablemente tóxicas y mucho más serias.
Pero hay otro elemento a tener en cuenta: antes éramos los herejes y hoy ya no lo somos. Muchas de las herejías que nos atrajeron los odios más feroces hoy son comúnmente entendidas como chifladuras de baja estofa. Y eso es un éxito colectivo innegable. Lo comentaba ayer en un tuit medio en broma medio en no tanto:
Cuando Pedro Amorós encabezaba un delirante grupo de lunáticos, "el" Sociedad Española de Investigaciones Parapsicológicas que más o menos se había expropiado para su uso y disfrute el cuento de "Las caras de Bélmez" y tuvo el infinito descaro de amenazarme con una demanda que sigo esperando (soy paciente, de esto hace apenas 14 años), el tema de las caras era más o menos tomado con seriedad por muchos medios. Como las psicofonías, los avistamientos de ovnis, los fantasmas y otras historias. Los videntes no pagaban gruesas cantidades por tener espacios nocturnos en la televisión para desplumar incautos, sino que eran personajes pagados por la televisión -digamos- normal: Rappel, Aramís Fúster, Octavio Aceves y otros impresentables de esta laya eran "famosos", y todo tipo de personalidades se adscribían públicamente a creencias extravagantes y descabelladas.
El que se metía con la videncia, las caras de Bélmez, la homeopatía, los fantasmas y demás era un hereje, por supuesto.
Diario de Jaén, 20 de octubre de 2004. Las caras eran el gran negocio. |
Pero era aún más hereje cuando tocaba a otros ídolos de la percepción popular: la homeopatía, la "nueva medicina germánica", la herbolaria, el veganismo militante, Greenpeace, Jodorowski, el indigenismo neocolonialista, las afirmaciones de los gurús indostanos, el discurso de Podemos, los medios de comunicación a derecha e izquierda, la acupuntura, etc.
Un aspecto relevante del pensamiento crítico y racional es, precisamente, que no se puede aplicar a una sola faceta de la experiencia humana. Es como oir. Cuando a un sordo se le reintegra el oído con un implante coclear, por ejemplo, no oye sólo parte de lo que lo rodea, su nueva herramienta sirve para todo y la curiosidad lo lleva a oir desde música variada hasta el graznido del cuervo, el sonido de una motocicleta, el roer de un conejo en una zanahoria, el goteo de un grifo, los gritos de los niños en el parque, el siseo al frotarse las manos...
De hecho, siempre he creído que promover el pensamiento crítico sobre lo que parecen tonterías como los platillos volantes y los tarotistas es una acción política porque una vez que alguien sabe aplicar el cuestionamiento a las barrabasadas que puede decir un invitado de Íker Jiménez (que en una época era visto como bastante menos friki), no podrá sustraerse a cuestionar lo que le digan sus jefes y su sindicato, la televisión, los publicistas, sus amigos y los políticos. El pensamiento crítico es una herramienta sin fronteras. En esto estuvo de acuerdo conmigo, para mi enorme júbilo (no lo disimulo) Paul Kurtz, con quien lo pude analizar por última vez allá por 1992, en una reunión de humanistas en Amsterdam.
Paul Kurtz, fundador de CSICOP (hoy CSI), ECSO, IEHU y el CFI una de las mayores fuerzas del pensamiento crítico, humanista y racional |
Y este proceso se ha visto en todo nuestro entorno social.
A fuerza de insistir y repetir lo mismo (a contrapelo de los que dicen que ya no hay que seguir repitiendo lo mismo, como si una sola vez bastara para cambiar tendencias sociales), de suicidios homeopáticos y de exhibiciones y vídeos, más y más personas abrieron los ojos. De una farmacia de Madrid que a modo de la aldea de Astérix se negaba a expender homeopatía por entender que era un embuste (y sus colegas farmacéuticos además la impugnaban) pasamos a una organización creciente de farmacias que echan la homeopatía de sus estantes. De cátedras pagadas por Boiron, el gigante francés del embuste homeopático, pasamos a su expulsión de los campus universitarios y, cada día más, de los colegios médicos.
No diré que nada de eso, nada, sea un logro de este blog. Es de mucha gente, sobre todo de los que necearon cuando nadie les daba espacios, antes y después de que yo empezara a buscarme enemigos por aquí, cuando "promover el pensamiento crítico" sonaba a un hobby algo maligno, cuando se hacían revistas marginales que luego pasaron a ser blogs marginales que poco a poco adquirieron cierto número de lectores. No menciono a nadie para no excluir a nadie que debería estar mencionado.
Mejores personas entraron en liza, con más conocimientos, con más preparación, como los científicos que antes consideraban -con buenas razones, no por necios ni por tontos- que no debían involucrarse en debates que parecían de bastante baja estofa. Además, los que sí se interesaban por participar se veían desalentados por sus propias instituciones académicas que, además de pensar que cualquier actividad no académica era inadecuada para sus investigadores, casi no ofrecían créditos académicos por la labor divulgativa. Esto ha cambiado. Las universidades hoy ven el valor de la divulgación a varios niveles, apoyan a sus científicos y las voces se han multiplicado poderosamente, sacando además a la luz pública muchos debates, como los de las vacunas, los transgénicos, la quimiofobia y el curanderismo.
Durante muchos años, por ejemplo, dos o tres veces por año me llamaban de los medios de comunicación para ver si no conocía yo a un catedrático, de preferencia con doctorado, que quisiera ir a un canal de televisión a debatir con un chifladito que decía que veía el futuro, curaba con pases mágicos o estaba en contacto telepático con los seres de Alfa Centauri. Yo les explicaba que primero debían tener un catedrático que validara las chifladuras de su último hallazgo y con ése sí que debatiría un científico, pero pedir a un doctor en física para ponerlo al mismo nivel que un mascapiedras que decía que los aviones lo fumigaban y por eso era tonto... pues resultaba ofensivo.
Luego a veces me invitaban a mí a hablar y de lo que decía publicaban poco o nada. Alguna vez, un programa de Mercedes Milá gastó en llevarme en avión a Madrid, darme de comer, moverme con chofer y entrevistarme durante tres horas para luego devolverme a Asturias... pero nunca se emitió ni un suspiro de esa entrevista.
Las herejías de ayer hoy están a debate en los medios. Greenpeace ya no es intocable. No lo es la homeopatía. No lo son los charlatanes depredadores del cáncer. No lo son los medios de comunicación. No lo es el ecologismo político ni el posmodernismo relativista. No lo son ya ni los mesías de 2014, cuando criticar a Podemos era visto como lo más horrible que nadie podría hacer.
No existe la costumbre del cuestionamiento, pero se han dado pasos.
Hace pocos días me llamaron de un diario local ante una serie de noticias publicadas sobre unos charlatanes que hicieron uno de sus muchos aquelarres para captar ingenuos a quiénes decirles que les curan el cáncer con cualquier chorrada. El periodista me preguntaba si ahora había un boom de estos curanderos.
Le tuve que decir que no, que son los mismos que mucha gente lleva denunciando más de 20 años. En particular, a Txumari Alfaro yo lo empecé a mencionar en la sexta entrada de este blog, cuando estuvo en el entonces famoso progtrama "Crónicas marcianas", cumbre de la telebasura española, y lo volví a repasar en 2008 cuando La Sexta, canal que ahora denuncia indignado las chuminadas del curandero, le dio un programa de televisión para difundir su peligrosa basura pseudomédica.
Lo que ha pasado es que, ahora finalmente, los medios de comunicación que padecemos en España se han dado cuenta de lo que ha estado pasando bajo sus narices durante décadas. Y qué bueno. Bienvenidos aunque lleguen a media fiesta.
Las cosas han cambiado, sí. Por suerte. No que se haya resuelto nada, simplemente hay tendencias diferentes. Hoy renacen los terraplanistas pero al mismo tiempo universidades y espacios públicos se guardan mucho de abrirle sus puertas a pseudomédicos denunciados. No es como cuando la organización colegial de médicos de Madrid le dejaba espacio a Joe Dispenza o el Colegio Jovellanos de Gijón albergaba al tóxico Josep Pàmies.
Y en parte es por eso que le ha entrado la modorra a este blog. Me dediqué a escribir tres libros que me han llevado a escribir otro en el que ando atrasado, y a tener dos más abocetados para seguir, lo cual es mucho trabajo que, además, si se nota, se hizo mal y, si se hace bien, al lector no le parece trabajo, paradoja enorme. Me he empeñado más en algunas cuestiones de sociedad y política que toco en el blog hermano No que importe por las propias urgencias de la realidad. He dedicado más tiempo a los vídeos de YouTube porque alcanzan a un público joven y porque hoy hay, por fortuna, muchos blogs sobre ciencia y pensamiento crítico, pero por desgracia en YouTube sigue dominando la estupidez, la manipulación demagógica y el embuste con poco contrapeso, así que uno va a donde está la batalla.
La realidad cambia, uno cambia. No pienso sin embargo que El retorno de los charlatanes haya finalizado su ciclo, simplemente vive a otro ritmo. Sirve además como lugar donde están explicados muchos embustes, temas y personas, donde perviven las denuncias de muchos años y a donde, lo sé por las estadísticas, la gente sigue acudiendo a enterarse de una visión distinta respecto de asuntos muy graves como el de la Banca Tríodos, que también emprendió su persecución contra un servidor. Son, con ésta, 484 entradas, obviamente disparejas, algunas ya obsoletas y otras sin duda vigentes.
Así que el blog vive, pero bajo las condiciones de 2018 y en otro modo y velocidad, que no son las de 2004. El lector será benevolente y lo comprenderá, estoy seguro. Y si no me lo acepta a mí, que se lo acepte a Mercedes Sosa.
Seguimos.