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Una de las supersticiones más antiguas que sobreviven en nuestra época es la de la astrología, disciplina iniciada por los antiguos habitantes de Babilonia.
Es de suponerse que, si pudiera usted elegir entre ser atendido por un médico con los conocimientos que se tenían en la Babilonia de hace 4 mil años o un especialista en Rochester, elegiría usted al segundo. No por despreciar al primero, pero todos sabemos que el conocimiento ha avanzado un poco desde aquél entonces, y que le meta cuchillo un tipo que desconoce las normas elementales de la higiene y la teoría de la enfermedad producida por agentes patógenos microscópicos (por no contar que en lugar de anestesia le daban a usted una flecha para que la mordiera mientras lo operaban) no parece una opción inteligente.
El nivel del conocimiento del universo de los babilonios era más o menos el mismo que su nivel de conocimiento de la medicina.
Y sin embargo, hay toda una subespecie de para anormalistas que se dedica a forrarse los bolsillos con el cuento de la astrología.
¿Qué dice la astrología?
Fundamentalmente, que ciertas colecciones de estrellas y los planetas de nuestro sistema solar pueden afectar mágicamente nuestras vidas dependiendo del momento de nuestro nacimiento según sus posiciones.
Las tonterías que subyacen a esta afirmación son muchísimas, anotamos solamente las más bastas y groseras.
Los astrólogos afirman que una constelación formada por estrellas que pueden estar a millones de años unas de otras puede afectarnos en su totalidad, sin importar la distancia a la que cada estrella esté de nosotros ni su tamaño tanto aparente como real (desde la Tierra se puede ver muy pequeña una estrella cientos de veces más grande que el sol y muy grande una que sea la mitad del sol pero que esté más cerca), porque la magia estelar no sabe de distancias, tiempos y tamaños.
Lo que nunca explican es por qué sólo esas estrellas y no los trillones y trillones de estrellas adicionales del universo (muchas de ellas metidas en el mágico cinturón del "Zodiaco") nos afectan. ¿Por qué son especiales esas estrellas y las constelaciones que forman si uno las mira con ánimo fantasioso y abandonado?
¿Cómo efectúan su mágica labor las estrellas y planetas? Pues no lo dicen. Suelen salirse por la tangente diciendo que es obvio que el sol y la luna afectan a la tierra, produciendo las mareas. Pero las mareas son resultado de la gravedad, una fuerza elemental bastante bien explicada. Tan bien explicada que sabemos que la influencia que puede tener la gravedad de una estrella que esté a algunos miles de años luz sobre nosotros es minúscula y se ve compensada, claro, por fuerzas gravitacionales más inmediatas. Porque, y de esto no se han enterado estos papanatas, la fuerza de la gravedad disminuye exponencialmente con la distancia.
Pero, se apresuran a intervenir, la fuerza mágica que ejercen las estrellas seleccionadas por los astrólogos no es la de la gravedad, qué va, eso de la gravedad resulta que era sólo un ejemplo, que en realidad la fuerza que ejercen las estrellas es... ah, pues no lo dicen.
Como explicábamos en otra entrada de este irreverente blog, las energías místicas no existen y éstos embaucadores no pueden ni siquiera definir tales energías.
En realidad, todas las interpretaciones astrológicas se basan en la poesía mítica antigua que decía que si el planeta Marte corresponde al dios de la guerra, cuando una víctima esté bajo la influencia de Marte estará expuesta a violencia, mientras que si la dominante es Venus, mejorará su vida amorosa.
Paparruchas a tutiplén, pues.
Y luego, para desgracia de estos petisuís, llegan los científicos que realmente estudian el universo y les anuncian con ensordecedoras fanfarrias que se ha descubierto otro planeta en el Sistema Solar.
¿Volverán a rehacer sus cálculos estos desvergonzados tomando ahora en consideración a Sedna como influencia astrológica? Porque fíjese usted que la pamplina astro(i)lógica vivió durante milenios asegurando que servía para prever el futuro (y cobrando por cartas astrales y otras mamadas sin base alguna) considerando sólo a los planetas visibles a simple vista.
En 1930 los astrónomos serios informaron que existía Plutón (en versión anterior decíamos que Urano, varios lectores y hasta el tal Manuel Capella nos señalaron el error, que se corrige y punto), planeta no visible a simple vista, lo cual debería haber bastado para que todos los astrólogos, en un ejercicio colectivo de la decencia, dejaran atrás sus cuentos chinos y se dedicaran a las labores del campo u otras ocupaciones honradas. Pero no, medio explicaron algo y siguieron cobrando.
Y lo mismo pasará con Sedna. Los que tienen visión de negocios empezarán a vender "cartas astrales mejoradas incluyendo la influencia de Sedna", otros dirán que Sedna no importa por ser tan pequeño (aunque originalmente decían que el tamaño importaba un rábano) o se sacarán de la manga alguna explicación por la cual la influencia de Sedna es secundaria por alguna causa.
Y luego, para remate, los astrónomos descubren una seudoluna, un asteroide que gira alrededor del sol en la misma órbita que nosotros.
La astrología no pasa de ser un espectáculo de salón empleado para separar a los inocentes de su dinero.
¿O usted no se dio cuenta que de entre todos los astrólogos (y otros videntes de España entera) ninguno advirtió que iba a ocurrir una desgracia el 11 de marzo?
Ahora a ver si no le echan la culpa a Sedna.