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En principio podría parecer extraño que se incluya al hombre más rico del mundo en un sitio dedicado a embusteros como Uri Geller, Walter Mercado, Rappel, Chaya Michán, Jaimito Maussán, Javier Sierra y demás fauna empeñada en vivir con lujo oriental sin tener que hacer lo que hacen las víctimas a las que parasitan: trabajar.
Pero eso, precisamente, es lo que ha hecho Bill Gates.
Bill Gates no inventó el sistema operativo original de IBM, el DOS. Lo que hizo fue primero venderle al gigante de la informática un cuento chino similar al de la cara de Marte, el fin del mundo o la curación del SIDA y, ya con el contrato "para hacer el sistema operativo", se fue corriendo con una empresa llamada Seattle Computer Products y les compró en una miseria su sistema operativo llamado Q-DOS, que simplemente adaptó para la PC de IBM y empezó a cobrar por no hacer nada.
Con el tiempo, Bill Gates se fusiló la idea de la interfaz gráfica de la MacIntosh de Apple (que a su vez se la había fusilado a Xerox) y le puso el nombre de "Windows", procediendo a vender un programa más que malo durante varias versiones (hasta la 3.11, que finalmente lograron hacer decente los asalariados de Gates).
Bill Gates y sus asalariados de Microsoft no han inventado absolutamente nada. El Explorer que ahora tienen todas las computadoras u ordenadores, con su plétora de agujeros de seguridad, se lo compró a la empresa Spyglass. Excel es una copia de la hoja de cálculo original, Lotus 1-2-3. Word es un refrito del programa de proceso de texto WordPerfect. Tampoco inventó las bases de datos, pero la recreó para Access; incapaz de hacer un programa de base de datos de tamaño gigante, le compró SQL a su competidor Sybase. Finalmente, el Messenger es la versión Microsofteada del primer programa de mensajería instantánea, ICQ, mientras que su Outlook copió a muchos programas de correo electrónico anteriores y, en especial, a Lotus Notes. Compró Hotmail por no poder crear un servicio igual de bueno (y la calidad de Hotmail se desplomó). Finalmente, su estrepitoso fracaso del X-Box no fue más que su deseo de imitar a Nintendo y a Sega, dos empresas prestigiosas y apreciadas.
Bill Gates no ha hecho nada mas que estar en el lugar correcto, en el momento correcto, con una codicia descarnada, una ambición ilimitada y una falta de escrúpulos a prueba de bombas que nadie más en el mundo de la computación tenía. Un mundo impulsado por soñadores, innovadores anticonvencionales, genios visionarios... del que se ha aprovechado un tipejo mediocre y convencional, impulsado por un deseo imbatible de ser alguien.
Probablemente lo que más le joda a Bill Gates es que pocas personas lo admiran. Y casi ninguna en el mundo de la computación (o informática). Ha demostrado ser un negociante despiadado y cruel, que lo haría todo por un dólar y mucho más por algunos miles de millones. Pero sigue sin ser nadie.
Ejemplo de la charlatanería desbocada de Gates es su ya casi olvidado libro The Road Ahead (torpemente traducido como Camino al futuro) donde el malcriadito de Redmond exhibía ante el mundo su visión del futuro.
Fracasó en todas sus profecías. Su visión resultó ñoña, boba, infantil, desprovista de genio, sin capacidad visionaria. Como siempre. Pero vendió muchos ejemplares y ganó mucho dinero con un libro malo. Como siempre.
Ahora, este fallido Nostradamus ha decidido aplicar su ignorancia y su desmedida ambición a detener el spam o correo basura.
Los virus han derrotado a Gates. Sus programas son tan malos que no pasa semana sin que su empresa tenga que publicar parches para evitar los problemas de seguridad que hacen de su sistema el más inseguro del mundo (otros sistemas, como Unix en sus distintos sabores, incluidos Solaris y Linux, o el MacOS, son mucho menos vulnerables).
Gates ha demostrado que lo puede comprar todo menos la originalidad para enfrentar los errores y fallas de los productos que desvergonzadamente sigue vendiendo desde una posición de monopolio ahora aprobada por el gobierno estadounidense.
Sus programas de correo electrónico no sólo son puertas de todo tipo de virus, gusanos, troyanos, zombies y demás engendros de los crackers (los hackers son otra cosa, dicen los que saben), sino que además son un buzón abierto a todo el correo basura del mundo.
En lugar de mirar hacia su propia empresa y preguntarse dónde está el error en sus sistemas operativos y programas, Gates pensó en lo único en lo que sabe pensar: en dinero. Y entonces su ausente genio diseñó una solución absolutamente brillante para evitar que haya personas que envíen diariamente dos o tres millones de correos jodiendo la marrana con anuncios porno, promesas de incrementar el tamaño del pene hasta que le dé tres vueltas al Maracaná, fraudes emprendidos por nigerianos que supuestamente nos invitan a expoliar a su patria ayudándoles a sacar millonadas mal habidas y otras cosas que recibimos todos en nuestros buzones. Su solución: cobrarnos por enviar correo electrónico.
Uno se acuerda del principio de El sentido de la vida de Monty Python, cuando un grupo de millonarios se muestran molestos porque hay todavía muchas cosas que se pueden poseer. Brillantes, los cinco cómicos británicos y su Maquiavelo estadounidense veían en el futuro a gente vendiendo agua o apropiándose de los "derechos de autor" del universo.
Bill Gates es así. No puede ver que alguien obtenga algo sin pagar por ello, y si de él dependiera, uno sólo podría respirar aire pagándole a Microsoft la licencia correspondiente de propiedad intelectual. Dejas de pagar un año y te mueres, y de pasadita dejas de estar jodiendo.
En su delirio, Bill Gates cree que el correo electrónico es gratis, y que entonces hay que cobrar por él. La idea es brillante: pasar de una red mundial a una red de diseñador, Members Only.
Pero alguien debería informarle a Billy que los seres humanos ya pagamos por nuestro correo electrónico.
Todavía no hay un proveedor de servicios de Internet que diga que sus servidores de correo no son negocio. A la hora de cobrar la mensualidad de Internet, pagamos el ancho de banda, el equipo, el personal, las computadoras, los programas (incluso los de Billy) y la electricidad para que funcionen los servidores de correo de nuestro proveedor particular.
Los proveedores de Internet suelen ser empresas boyantes, con resultados anuales que hacen ronronear a los accionistas. Cobran por el correo electrónico y cobran tanto que obtienen ganancias jugosas y sabrosas, aunque para ello tengan que dar un servicio y un producto infinitamente mejores que los que ofrece Microsoft.
Cuando Bill Gates se entere de esto, probablemente montará en cólera y se lanzará a comprar proveedores de servicio de Internet hasta convertirse en su dueño y único beneficiario.
Pero entretanto, la idea de cobrar por correo electrónico, en dinero o en tiempo (tiempo que uno ya paga) no es más que otra pesadilla de Bill Gates que puede representar un problema gravísimo no sólo para los privilegiados que tenemos una computadora en casa, sino sobre todo para las empresas que tienen la osadía de ofrecer acceso a Internet para los no privilegiados: los cibercentros, cibercafés, cafés Internet, cibers o como se llamen en su geografía, apreciado lector. Su negocio es precisamente permitir que muchas personas manden correos electrónicos desde sus máquinas, y quitarles segundos de acceso a Internet es quitarles ganancias. O sea que aumentarán los precios.
La idea de Gates es que nos quiten algunos segundos de Internet cada que mandamos un correo electrónico. Eso será maravilloso cuando estemos descargando por FTP un trabajo que nos puede representar un buen negocio o la simple supervivencia. Disfrutaremos de un mensajito de "Compadre, tu transferencia de 100 megabytes se detuvo en los 99 megabytes y 999 kilobytes y se te cortó el acceso durante seis segundos por el último correíto que mandaste, para que se te quite".
Pero el verdadero problema que inventa Gates con esto es que los enviadores de correo electrónico tienen un poco menos de escrúpulos que Bill Gates, así que no hay nada que impida que estos personajes aprovechen los miles de agujeros de seguridad de los programas del monopolio de Bill Gates para hackearle su máquina a cualquier ciudadano inocente y usar dicha máquina y la cuenta del incauto para mandar sus dos millones de correos electrónicos sobre porno, penes y estafitas.
Y, por supuesto, los que legítimamente tienen que mandar miles o millones de correos al día (los servicios de noticias, las empresas que venden en la red, como Amazon, resúmenes de periódicos, sistemas para compartir bugs como Bugzilla, etc.) serán los perjudicados. Es decir, los que no molestan.
Porque el problema no es "mandar millones de mensajes", sino el que los destinatarios no quieren recibir los mensajes.
Cuando a usted, lectora, lector, se le vuelva tremendamente lento su acceso a Internet y le aparezca el mensaje "No tendrás acceso a la red durante dos semanas por los correos que enviaste" (cuando no envió ninguno, pero le hackearon la máquina), acuérdese de que está en manos de un hombre que no ha hecho nada que no sea vender cuentos y ganar dinero. Su legado a la humanidad es inexistente.
De nuevo somos víctimas de una idea mal cocinada en el cerebro de Bill Gates, sin visión de conjunto, sin considerar su contexto social, geográfico, nacional (o más bien internacional) ni tecnológico.
Lo que hace que Bill Gates confirme su puesto inamovible como rey, envidia y modelo de todos los charlatanes, vagos y parásitos del mundo.
(Texto original enviado por email --gratis-- por Servando Medina.)