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El mito de que las radiaciones electromagnéticas de los teléfonos celulares (o móviles) son más peligrosas que besar de lengüita a una víbora de cascabel adquiere fuerza entre diversas sociedades. Las comunidades de vecinos (incluida la mía) se alborotan como hooligans de fútbol cada vez que vislumbran en lontananza una "amenazante" antena de telefonía móvil. En la televisión, personas que gozan de una profunda y amplia ignorancia sobre el tema, hacen chistes diciendo que llevar el celular en el bolsillo lo deja a uno impotente, y no faltan las dulces viejecitas que, al ver que uno saca un móvil para llamar a la tía Emerenciana, hacen con la manita derecha el símbolo que antaño sus abuelas usaban para protegerse del mal de ojo.
Los terribles daños que supuestamente producen ciertas radiaciones electromagnéticas, en particular las que se emplean en la telefonía móvil tienen, sin que la gente lo sepa, las mismas firmes bases que tiene la creencia en el mal de ojo.
No que eso les importe a los mediopollitos que exhibiendo su falta de ocupación, emplean su excesivo tiempo libre en escribir boberías sin fin para asustar a la gente con cosas que no son ciertas mientras que, al mismo tiempo, cumplen la políticamente trascendente función de distraer a la gente para que no se asuste de cosas que sí son ciertas.
Veamos cómo funcionan quienes difunden esta idea.
Un sitio llamado El vigilante de seguridad (que por desgracia parece pertenecer a Comisiones Obreras, organización que no debería implicarse en la difusión de mentiras), dice lo siguiente:
Los malos efectos que producen estas radiaciones electromagnéticas en las personas están siendo objeto de investigación, y de momento no hay un acuerdo. Para algunos científicos no hay motivos de preocupación. Pero otros opinan que existen riesgos y peligros.
¿Se nota la trapacería de la redacción? Primero, se dan como un hecho comprobado "los malos efectos" y luego se dice que no hay acuerdo sobre ellos, es decir, se sugiere mendazmente que hay "malos efectos" y que algunos científicos (probablemente bastante hijos de puta o cuando menos pagados por los malvados del planeta) dicen que pese a esos "malos efectos", en realidad "no hay motivos de preocupación", cuando lo que realmente ocurre es que, estudiando los efectos posibles, la mayoría de los estudios dicen que no hay efectos negativos pero hay algunos que dicen que quizá si pudiera haberlos. Nadie está investigando los "malos efectos" porque no se ha probado que existan.
En pocas palabras, se pinta de entrada como miserables a las personas que no coinciden con la vacua alarma social encendida y atizada por soplapitos como el autor de la página.
En realidad, lo que hay son científicos (generalmente adscritos ideológicamente a algún grupo de naturistas) que dicen que hay "malos efectos" que no pueden probar, y otros científicos que han hecho investigaciones serias que indican que en la práctica, tal como lo prevé la teoría, tales radiaciones no tienen los atroces efectos que se proclaman.
Al final de su vago articulillo, el sitio insiste:
El problema de las ondas afecta a las personas que viven, duermen, juegan o trabajan horas, días, meses y años, cerca, muy cerca de esas antenas. No es nada bueno crear alarma social, pero tampoco es bueno esconder información.
Pero, tropa de macacos, ¿cuál información y cuál "problema" de las ondas? porque el sitio en cuestión no menciona un solo estudio que diga que hay "un problema", "malos efectos" ni cosa parecida. Se trata, claro, de que el lector no se dé cuenta para luego asestarle este monumento a la miseria moral:
Estas radiaciones podrían producir cambios en el ADN, cambios en la actividad eléctrica del cerebro, en la presión sanguínea, descenso de los niveles de melatonina y otras hormonas, depresiones, irritabilidad, dolores de cabeza, insomnio, fatiga, afectación del sistema inmunitario, enfermedades neurológicas y otras.
Todas las enfermedades que "podrían" producir estas misteriosas y malévolas "radiaciones" (la palabra radiación es clave, ya que debido a la radioactividad suena mucho más peligrosa que "onda") están resaltadas en color solferino jodemelarretina.
Tales "radiaciones" también "podrían" producir ascensos en el empleo, más vigor pulmonar, aumento de probabilidades de ganarse la lotería, alejamiento de las suegras o el crecimiento del pito y las tetas. Digo, de poder, "podrían". La lista, pues, no es informativa, sino asustativa.
Vaya con la seriedad.
Pero, ¿qué carajos es una onda electromagnética?
Una onda (o radiación) electromagnética es una forma de energía. De hecho, es una de las cuatro únicas formas de energía que hay en el universo. Las otras tres son la gravedad y dos energías que actúan sólo a nivel atómico: la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil.
Para decirlo sencillamente: en nuestro mundo observable, toda energía que no es gravedad es electromagnética.
¿La luz? Energía electromagnética. ¿Los rayos ultravioleta? Energía electromagnética. ¿Las microondas de los hornos? Energía electromagnética. ¿Las ondas de radio? Energía electromagnética. ¿Y las de la televisión? También. ¿Y la atracción de los imanes? Energía electromagnética. ¿Los rayos X? Energía electromagnética. ¿La onda corta de los radioaficionados? Energía electromagnética. ¿La electricidad que mueve a la tecnología? Pues también.
Es decir, todas esas cosas son "radiaciones".
En términos menos coloquiales, la energía electromagnética es la radiación que consta de ondas de energía asociadas con los campos eléctricos y magnéticos resultado de la aceleración de una carga eléctrica.
El "electromagnetismo" no es dañino de por sí, sin importar que tenga siete sílabas. Sin "electromagnetismo" no podríamos hacer nada, porque no existiríamos.
Ahora, toda la energía del universo macroscópico, aparte de la gravedad, es electromagnética, lo cual quiere decir que toda la energía se puede medir (con lo que se exhibe la mentira de los que hablan de "energías" vitales para vender remedios mamones).
La energía electromagnética tiene una determinada longitud de onda y una frecuencia. Las frecuencias de la energía electromagnética se pueden mostrar como un espectro, desde la menor a la mayor.
Véase una representación del espectro electromagnético picando aquí.
Si vemos este espectro, veremos que las energías de baja frecuencia no tienen efectos negativos, son la radio, las microondas, los rayos infrarrojos (calor), la luz visible, los rayos ultravioleta (ésos ya empiezan a causar problemas, pues pueden colaborar en la producción de cáncer), los rayos X (muy benéficos, pero no debe haber uan exposición prolongada a ellos) y los rayos gamma, o rayos cósmicos, que son bastante peligrosos.
Nótese que la frecuencia de los teléfonos móviles o celulares está entre las ondas de radio y las de microondas.
Nótese también que para evitar que cada antena (y cada teléfono móvil) usen una energía demasiado intensa, el radio de acción de cada antena es limitado, de modo que al llamar usted a su primo Epifanio su teléfono sólo transmite hasta la antena más cercana, misma que se conecta con la siguiente y ésta con la siguiente hasta llegar a la central de la que sale "en busca" del teléfono de Epifanio. Por eso en algunos países a la telefonía móvil se le llama "celular", porque cada antena es una célula que sólo se comunica con las adyacentes (véanse los diagramas aquí, aunque la página está en japonés, los dibujitos son clarísimos.
¿No le dijeron eso cuando se reunió con los que le están recomendando un abogado para demandar al vecino por poner una antena? No es raro. La idea que sugieren sin decir estos lameplatos es que cada antena tiene una enorme potencia para transmitir lejos, lejos, lejos, los mensajitos SMS de los adolescentes.
¿Cómo hacen daño las energías electromagnéticas de alta frecuencia?
Llegados a frecuencias por encima de la luz visible, de la región ultravioleta hacia arriba, la energía de las ondas electromagnéticas es tanta que puede provocar que se rompan enlaces químicos en el núcleo de nuestras células produciendo cadenas mutantes de ADN que, a su vez, pueden convertir en cancerosa una célula, provocando un tumor.
Pero por debajo de la luz visible no, es así de simple. No es opinión de los médicos o científicos, es un hecho físicoquímico establecido: se necesita una determinada frecuencia de energía para arrancar un electrón de un átomo, punto, y por debajo de esa frecuencia, sin importar la intensidad de la radiación, eso no ocurre. Por debajo, en el área de las microondas, éstas pueden calentar un tejido (por eso hay hornos de microondas) pero no destruir sus enlaces atómicos. Igual que se necesita una fuerza determinada para romper un muro (en cuyo caso, supongamos que algún meapilas sin cerebro decidiera que habría que prohibir la ropa de algodón porque el algodón "podría" romper las paredes de ladrillo).
Hace muchos, muchos años, que los seres humanos están expuestos a muchas de estas formas de energía. Hasta hoy, no se ha detectado que los trabajadores de las emisoras de radio y televisión caigan muertos como moscas, mucho menos la gente que vive cerca de estas emisoras. En cambio y por contraste, está más que probado que los tejidos expuestos a rayos gamma sí pueden desarrollar cáncer.
Cuando no había satélites, las ondas de televisión (que no rebotan en la atmósfera) se tenían que enviar más allá del horizonte mediante repetidoras de microondas. Tampoco hay informes de que la gente que vive cerca de tales repetidoras (todavía las hay) se convierta en monstruos de película.
Y, por supuesto, más allá del cáncer, la sugerencia de que otra enorme cantidad de enfermedades son "causadas" por la radiación electromagnética de la telefonía móvil no pasa de ser una ocurrencia sin bases serias.
¿Y cuánta plata puedo sacar por esto?
El mito de la malevolencia de las "radiaciones" de los teléfonos móviles nace, fundamentalmente, de la afición estadounidense a demandar al congénere como forma de ganarse la vida. El primero de ellos, en 1999, fue un viudo que, al ver el cadáver de su señora esposa, antes de pensar en cuánto la iba a echar de menos, pensó en cuánto podía comercializarla. Y como la buena señora murió de un cáncer cerebral que estaba en la zona de detrás de la oreja y en esa oreja se ponía el móvil, el viudo en cuestión ejerció de buitre rápidamente, demandó a la empresa de teléfonos móviles sacándose de la manga la idea de que el teléfono causó el tumor y salió prontamente en televisión (cobrando) en el amarillista y siempre disparejo programa de entrevistas de Larry King.
Y allí empezó la cobrada el cabroneo, la cobranza y el encabrone. Muchos buenos ciudadanos determinaron sagazmente que podían llenarse las alforjas con lo mismo y procedieron a demandar a todas las empresas de móviles de los Estados Unidos. Los medios de comunicación, siempre dispuestos al escándalo para vender unos ejemplares más o unas planas de publicidad adicionales, se hicieron eco. Los europeos leyeron estas tonterías y se asustaron y empezaron a reclamar "control" sin enterarse primero de si había o no algún "problema" qué "controlar". Y los mismos medios estadounidenses (incluido Larry King) se olvidaron oportunamente de informar que todos estos personajes perdieron sus demandas porque no tenían bases para ellas.
Hoy se habla irresponsablemente de una gran cantidad de enfermedades, síntomas o afecciones "causados" por las antenas de telefonía móvil. ¿Las pruebas que ofrecen? Que cerca de la casa de la persona enferma hay una antena de telefonía móvil. Por supuesto, esto no indica que haya una relación causal, sino que es una forma de la falacia post hoc, ergo propter hoc, madre de todas las supersticiones (véase el punto 13 de nuestra Guía para detectar a los pillastres y sus patrañas.
Los estudios
Pero, ¿hay estudios que dicen que las frecuencias electromagnéticas suponen un peligro? Sí, los hay. Uno famoso es el de Robert P. Liburdy, del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley en los Estados Unidos. Este estudio es ampliamente citado por quienes alborotan a la gente aprovechándose de su ignorancia.
Lo que no dicen es que, según informa C-Health News, el tal Robert P. Lidbury falseó los datos del estudio con mala fe, tanto así que fue obligado a renunciar. El científico chapucero había descartado los datos que no apoyaban su creencia, igual que lo hacen los astrólogos, los charlatanes médicos en general y los tarados que olvidan que fallan el 89% de sus "predicciones".
Una investigación a cargo de otros científicos demostró que Robertico falsificó y alteró los datos, suponemos que porque recibía dineros estatales para sus investigaciones y temía que le cerraran el grifo si no obtenía algo "espectacular".
Más de 20 estudios hechos desde que se publicó la mentira de Liburdy en 1992 han indicado que no hay indicaciones de que haya una relación causal entre las frecuencias electromagnéticas estudiadas por Liburdy (las de los cables de alta tensión) y ninguna enfermedad.
De todos modos, los gobiernos y la comunidad europea han dictado algunas precauciones razonables para calmar la ira popular atizada sobre todo por sitios charlatanescos.
Sitios como la revista Discovery DSalud, que promueve patrañas como el "fosfenismo" del doctor Lefebure o, de manera absolutamente contradictoria, el "casco alfa", gorro mágico que "genera campos magnéticos pulsantes sin conexión a red y estimula los centros nerviosos del cerebro de forma no invasiva e inocuo mediante baja frecuencia 8 Hz y 50 pT". Lo curioso acá es que las torres de alta tensión tienen más o menos la misma frecuencia. Claro, ésas no les dan negocio a estos mamarrachos.
Peligros reales, posibles, probables e imaginarios
Dicho todo esto, las hojas que se reparten en las comunidades de vecinos generalmente hacen gran alharaca sobre el hecho de que no está probado que las antenas de telefonía móvil sean seguras, ante lo que habría que preguntar: ¿qué clase de pruebas estarían dispuestos a aceptar los lidercillos de este movimiento neopastoril?
Porque, digamos, no está probado que el uso de zapatos sea seguro, ni está probado que el teléfono alámbrico mismo sea seguro, ni mucho menos está probado que la luz eléctrica sea segura.
Pero nadie parece preocuparse por eso. Les basta que la mayoría de estudios realizados con rectitud científica y la experiencia acumulada demuestren que los zapatos, el teléfono y la luz eléctrica no causan ningún daño demostrable conocido, mientras que sus beneficios son ciertamente medibles y demostrables.
¿Por qué no aplican la misma lógica que usan para organizar marchas y piquetes contra las antenas de telefonía móvil para hacer pliegos petitorios contra las bombillas de 60 vatios o los botines de fútbol?
Son docenas los estudios que se han hecho para determinar si estas radiaciones electromagnéticas de microondas causan efectos perjudiciales en la salud. Hasta ahora, ningún estudio es concluyente, lo cual no deja de ser raro si los estudios, por ejemplo, de los daños a la salud de las emisiones de los automóviles son totalmente concluyentes: una persona expuesta a emisiones de motores a explosión sufrirá daños en la salud. Sin duda alguna.
Pero el peligro real de los motores a explosión no parece preocupar mucho a los liderzuelos de esta "lucha popular" que algo tiene de cacería de brujas (de hecho, no deja uno de sentir que al difundir información está "defendiendo" a los proveedores de telefonía móvil, que son unas sanguijuelas que venden carísimo un servicio que les sale muy barato, pero el punto acá no es la cuestión sociopolítica, que corresponde a otro debate, sino la cuestión científica y el escándalo social artificialmente producido esperando presionar a jueces que no reconocerían al espectro electromagnético ni aunque los saludara en la calle).
Muchos peligros reales que son parte de nuestra vida quedan ocultos bajo la marea mediática y los charlatanes profesionales del miedo. No es seguro, y es perjudicial, comer comida basura; es perjudicial vivir en ciudades con automóviles que usan gasolina; es perjudicial trabajar en determinadas posiciones y condiciones (como verse obligado a estar de pie 8 horas, vía corta para las várices); es perjudicial votar por los partidos de ultraderecha, es perjudicial la telebasura... ¿por qué son tan selectivos quienes movilizan a la gente respecto de un peligro potencial que según los estudios es bastante improbable?
Esto no es decir que el peligro sea imposible, pero ateniéndonos a los estudios realizados, parecería que, de existir, sería pequeño y escaso. El peligro de electrocución es igualmente pequeño, y aunque cada año un determinado número de congéneres se fríen eficazmente al cambiar un enchufe sin cortar la electricidad, no se le ve como algo tan grave como para pedir que se prohíba la electricidad.
Y como el peligro es remotamente posible y muy poco probable, es razonable y defendible que se impongan reglamentos y límites a la capacidad de emisión de las antenas y los teléfonos móviles en función de los estudios que sí tenemos. Y tales precauciones tampoco deben hacer que se detengan estudios que podrían probar algún peligro real que debe prevenirse. Pero el peligro, las precauciones y los estudios no indican, hasta este momento, en modo alguno, que sea razonable el amarillismo, la alarma social y el escándalo vacuo que unos pocos irresponsables hacen alrededor del tema.
Si algún estudio sólido y contrastado probara lo contrario, lo razonable sería cambiar de opinión, como hoy parece razonable el oponerse a esta tarea de infundir miedo en la población.
El otro día hubo junta de vecinos en mi comunidad para protestar por una antena que pusieron en el edificio de enfrente. Se interrumpió cuatro veces cuando sonaron los móviles de algunos de los preocupados asistentes.