junio 12, 2007

Las falsas explicaciones: el caso Verne

El domingo pasado, en el cada vez más infumable ladrillo medievalocultista del teleintegrismo "Cuarto Milenio", después de que el siempre pasmado Íker Jiménez dedicara largo rato a convencernos de que el diablo existe y el Vaticano es el dueño único de la verdad que debemos y podemos aceptar en esta España laica de momento, pero no canten victoria, y de que su socia y cónyuge Carmen Porter recitara conmovida los nombres de los demonios derrotados por el patético exorcista que tenían invitado echando rollo, vimos un bonito ejemplo de las "falsas explicaciones" de las que viven los embusteros profesionales, a cargo de un florido ramillete de trapaceros de tomo y lomo, uno que les preguntaba lo que habían acordado antes y varios que respondían lo que habían ensayado, en una coreografía que era un primor.

Los mistificadores en cuestión se habían reunido alrededor de la fallecida figura de Julio Verne con la misma vocación que mueve a las hienas a hacer asamblea alrededor de un antílope en similar estado de fallecimiento, es decir, para sacar la comida. El asunto empezó a degenerar desde el principio, cuando Íker presentó a sus cómplices como "expertos" en Julio Verne, con esa vena entre cómica y lírica que distingue al "rarólogo" Jiménez y que se le acentúa semana a semana. Pero no, ninguno de los invitadísimos era Brian Taves o Stephen Michaluk, autores de La enciclopedia de Jules Verne, ni tampoco ninguno era Herbert R. Lottman, biógrafo del francés, ni estaba Marc Jakubowski, autor de una guía para coleccionistas de obra de Verne, ni mucho menos Jean-Paul Dekiss, autor de varios libros sobre Verne e investigador de verdad.

En lugar de tales genuinos y verdaderos "expertos en Julio Verne", Íker tenía a unos nada inesperados simuladores. El primero, José Lesta, refriteador profesional de rolletes conspiranoicos como el esoterismo nazi (recordemos que en todos los programas, libros y revistas ocultistas siempre le dan cancha a Hitler, a saber por qué, pero a mí me tienen hasta los mismísimos, porque siempre parece promoción) y, claro, el esoterismo franquista que parece gustarle mucho, y que asegura que le funcionaba de maravilla al hijoputa de El Ferrol, además de haber escrito por enésima vez otra vez el refrito conspiranoico del mundo controlado por "sociedades secretas", el mismo que acaba de de re-refritear y volver a escribir Bruno Cardeñosa. Le seguía Mariano Fernández Urresti que también es un misteriólogo profesional que igual le suelta a usted a los templarios que le reinventa a Jesucristo, a Colón o a Verne, todo ello sin ser, claro, experto en ninguno de esos temas, que para el caso importa poco. En resumen, que eran dos colaboradores más de las revistas de siempre, las tres ubres ordeñables del ocultismo de kiosco: Más Allá, Enigmas y Año Cero, donde se ganan la poco ética manduca todos los soplaflautas ibéricos además de ser (casi se me olvidaba) "colaboradores" de Milenio 3, o sea, dóciles empleados de Íker Jiménez.

El tercero en monocordia era Floreal Peleato, que, asómbrese usted, no es misteriodista profesional (al menos no todavía), pero no se preocupe usted, porque tampoco es "especialista en Verne". Es un cineasta, guionista y crítico de cine no muy exitoso que digamos, al que un día le dio por escribir un ensayete sobre Verne, y nuestro incombustible Jimenitos se impresionó hasta el llanto porque Floreal ha leído su ensayete en varios lugares, lo cual a ojos de "el asombrao" Jiménez prueba su acuciosidad histórica, su precisión documental, su adecuada interpretación de los hechos y su profunda familiaridad con las fuentes documentales primarias de la vida de Verne. Floreal, inteligentemente, se presentaba como "director, crítico de cine" apenas el 24 de abril, cuando soltaba el rollo "La banda sonora de tu vida: enseñar con bandas sonoras de películas en clase de música", en unas jornadas de la Federación Española de Religiosos de Enseñanza, pero al parecer en un mes cambió de currete y ahora es experto en Verne. Joer.

Y así comienzan, claro, las falsas explicaciones.

A ver, usted no sabe cómo Verne construía sus imaginaciones, y de lo que se trata es, por supuesto, de que usted no se entere nunca de cómo lo hizo. A cambio, el objetivo es que usted admire a rabiar a los turulatos amaestrados de Íker, les compre los libros y sea su público en la radio y la televisión, cosa que no conseguirían si usted se entera que en la obra de Verne no hay nada de misterioso y sí mucho de admirable, nada de paranormal y sí mucho de singular.

Claro, si usted se ocupa dos minutos en hacer una búsqueda en Internet, averiguará que los misterios que estuvieron vendiendo estos tipos no son tales. Esta entrada no se trata de eso, sino de aprovechar para exhibir algunas "falsas explicaciones" habituales en el mundo de la soplapitología de alto rendimiento.

Pepe no se imagina cómo


Empecemos por algo que el pobre de Pepe Lesta repetía, supongo, convencido de que significaba algo: que lo de Julio Verne estaba muy raro porque Pepe Lesta no atinaba a imaginar cómo se le habían ocurrido tales cosas a un escritor francés del siglo XIX. La idea es que usted quede convencido de que efectivamente hay algo raro allí.

Lo único raro, la verdad, es José Lesta, parece. ¿Cómo no se le va a hacer raro a José Lesta que alguien tenga ides originales si él sólo vende misterios y cuentos raros repetidos que leyó en algún lado? No se trata de hacerlo menos, ojo, somos miles de millones de personas a las que no se nos ocurrió lo que se le ocurrió a Verne, y eso explica, para asombro de gente como José Lesta, que sus libros se hayan vendido, que se le considere un genio y que tenga un lugar ganado en la historia, mientras que personas como los presentes en el esotérico plató jimenoso serán olvidados misericordemente a poco de que dejen de respirar.

Pero Pepe insistía: ¿acaso es creíble que alguien así, nada más, en su escritorio, piense en las cosas que pensaba Verne cuando nadie más las había pensado antes?

Joder, Pepe, pues sí. Y si tú no lo crees, es que tienes una idea muy rara del mundo. Porque quienes pasamos por la escuela y hemos leído libros antes de escribirlos, por ejemplo, sabemos que un día a un tipo griego llamado Eratóstenes se le ocurrió, trescientos años antes de nuestra era, una forma de medir la circunferencia de la Tierra, ¡y funcionó! Y luego, a principios del siglo XX, hubo en Berna, Suiza, un profesor de física llamado Albert Einstein que a falta de trabajo dando clase era funcionario de patentes y al que se le ocurrió usando unos papelitos y unos numerajos una teoría sobre el funcionamiento del universo. ¡Y el tío tenía razón! Y entremedio, José, te asombrará, hubo millones de hombres y mujeres a los que se les ocurrió algo que no se le había ocurrido a nadie antes, que una novela para burlarse de las novelas de caballerías, que inventar el telescopio, que hacer unas obras en verso cojonudas, que la escultura del David bíblico en mármol, que analizar la herencia de los guisantes... vaya, noticia de última hora para José Lesta e Íker "el asombrao": así avanza el mundo y ustedes no se han dado cuenta.

Así que el hecho de que José Lesta "no se imagine algo" no es prueba de que ese algo no existe, quizá demuestra que la imaginación de José no existe, o bien que lo que no existe es su vergüenza, vaya usted a saber.

No lo sabía nadie... y lo sabían varios


La siguiente falsa explicación es de las consentidísimas y supermegafavoritas del mundo esotéurico (no, no está mal escrito, es "esotéurico", de "esotérico" y "euro", que es como diríamos el primer motor de todo este asunto): la de la "sociedad secreta".

Cuando todo falla, los esotéuricos se sacan de la manga una "sociedad secreta", real o imaginaria, buena o mala, pero no faltan. En este caso, no hay ningún dato que indique que Julio Verne haya pertenecido a sociedad secreta alguna, pero eso no puede detener a verdaderos "expertos" como los que nos ha preparado Íker, así que se toma algún hecho (como el asombrosisisisisísimo hecho de que en una de sus novelas Verne haya hablado de una "sociedad secreta", uyuyuy, imagínese usted), se interpretan en versión libre (es imposible que Verne mencionara a una "sociedad secreta" sin pertenecer a una, les parece evidente) y se concluye que "es muy probable" que Verne haya pertenecido a alguna de esas sociedades que ponen a cien a los esotéuricos. Bueno, del "no hay datos" a "es muy probable" usted podría creer que media un descaro monumental, pero lo creería por no saber lo que venía a continuación: "como miembro de una sociedad secreta, Verne tuvo acceso a ciertos conocimientos igualmente reservados y secretos". No, no, el escándalo aquí no es que el intérprete de flauta en cuestión haya saltado hasta afirmar que Verne era ya sin duda miembro de la sociedad ésa sin despeinarse, lo verdaderamente emocionante es que el tipo supone que los conocimientos de Verne los obtuvo, lógicamente, en dicha sociedad secreta, y que acudir a ésta los "explica".

Lo que nadie le ha preguntado a Mariano, José y Floreal (parece el elenco de una película de los años 40) es ¿de dónde sacó la información la sociedad secreta?

Para la gente normal, no es tan asombroso que Verne supiera ciertas cosas (véase abajo, Nota 1), pero para José, Mariano y Floreal, tal es increíble e inaceptable, que si lo aceptan, se verían condenados a trabajar o algo así. Actúan como si lo que se le ocurrió a Verne se hubiera descubierto apenas la semana pasada, y ya en viernes, y no pueden creer que Verne lo supiera antes.... pero les parece totalmente normal que lo supiera una "sociedad secreta" incluso antes que Verne... ¿Se nota el nivel de delirio? Es decir, a modo de "explicación" del misterio de Verne, le han ofrecido a usted un misterio aún más opiáceo y más increíble: que las "sociedades secretas" saben cosas que nadie sabe, antes que nadie, y quién sabe cómo las saben... pero de eso están seguros Pepe, Mariano y Floreal... ¿cómo? Pues no se angustie esperando la respuesta porque no se la van a dar. Ellos sacan su sociedad secreta y se quedan tan anchos.

Todo tiene una sola causa, y yo la sé


Por supuesto, los contertulios del desvarío se lanzan a buscar LA explicación de cómo hizo Verne para conocer la forma que podrían tener algunas cosas en el futuro.

Pero... ¿cómo saben los expertísimos que hay sólo UNA explicación?

Pues quién sabe. Pero ellos pretenden que hay sólo UNA explicación para todas las cosas que han decretado que son "misterios": UNA explicación para los ruidos en la noche (fantasmas), UNA explicación para las luces que se ven en el cielo (naves extraterrestres), UNA explicación para los hundimientos de barcos (las fuerzas magicosas del Triángulo de las Bermudas), UNA explicación para las previsiones (que no predicciones ni profecías) de Julio Verne (en este caso, la "sociedad secreta" que lo sabe todo quién sabe cómo).

Evidentemente, esta mentalidad sólo se puede tener si uno está convencido de la explicación antes de ponerse a buscarla. O aunque no esté convencido, si uno sabe qué explicación va a vender pase lo que pase en la investigación.

Porque, claro, podría ser que algunas cosas Verne las dedujo del conocimiento que ya existía (ver la nota 1 abajo), que otras cosas las supiera porque conocía a quienes estaban trabajando en ellas (por ejemplo, al parecer fue alumno de Brutus de Villeroi, inventor francés que se hizo famoso inventando el primer submarino de los Estados Unidos, el "USS Alligator"), otras eran lógicas de toda lógica o bien se trataba de sueños humanos eternos como el vuelo (era de locos ver a la tropilla jimenezada asustarse porque a Verne se le ocurrió el vuelo, como si nadie lo hubiera pensado antes, cosa que revela que estos expertos en la ignorancia no saben ni de Ícaro y Dédalo, ni de Leonardo da Vinci -excepto por lo que leyeron en El código Da Vinci y sus secuelas, claro- ni de Sir George Cayley u Otto Lilienthal). Es decir, en busca de datos para sus novelsa, Verne, como todos los escritores, acude a muchísimas fuentes, no a una, como pretendieron venderlo los alegres compadres de Windsor.

Las cosas suelen tener diversas explicaciones. Una luz en el cielo puede ser desde el sol reflejado en las panzas de una parvada de garzas hasta un helicóptero, un avión de pasajeros, un avión caza, un globo meteorológico, una estrella, un planeta, un reflejo en un vidrio y hasta podría ser una nave extraterrestre, cosa que aceptaremos si se ocupan de demostrarlo antes que de vender sus tonteorías a alto precio.

¿Se equivocó? Pues no me di cuenta


Bueno, pero ¿Verne realmente predijo todo lo que dicen que predijo? La verdad es que escuchando al grupo que cobraba con infantil abandono, uno se queda con la idea de que Verne alcanzó a decir que íbamos a buscar cosas en Internet usando Google, que un programa llamado Cuarto Milenio iba a hacer millonario a un profesional del periodismo amarillista, sensacionalista y desaseado, o que iba a haber una marca de móviles llamada Nokia y un campeón de carreras de Fórmula 1 llamado Alonso. Es decir, que era más preciso que un reloj atómico.

Pero no, no lo era. Lo fue en unos pocos casos, que tampoco son tan relevantes considerando que escribió casi sesenta novelas de aventuras, asombro y ciencia, pero esos ejemplos se usan desaseadamente como si fueran la norma y no la excepción, afirmando mendazmente que todas sus novelas están rellenas de profecías aturrullantes.

Julio Verne no era mago, brujo, profeta, vidente, iniciado, adivino, psíquico, sensitivo, chupaflautas, rarólogo, embustero ni nada por el estilo. Era un gran escritor de ciencia ficción de aventuras. Y como tal, usaba la ciencia para darle verosimilitud a sus novelas, que no eran sino obras de ficción bien documentadas, pero sin las exactitudes preternaturales que sólo ocurren en los cráneos más o menos deshabitados de los vendedores de asombros.

Por ejemplo, Verne supo a qué velocidad y desde dónde había que lanzar algo para que saliera del influjo de la gravedad terrestre de la mejor forma. Eso era fácil (véase la Nota 1, al final). Pero no se le ocurrió usar cohetes para alcanzar esa velocidad, y en cambio usó un cañón, muy bueno para conseguir la velocidad de escape, sí, pero con el pequeño defecto de que al momento de dispararlo, los tres ocupantes humanos de la bala-cápsula y su compañero canino habrían quedado convertidos en una papilla de mal aspecto, apachurrados, inidentificables y bastante fallecidos por la súbita aceleración del cañonazo. Este "pequeñísimo error" verniano no llegó a tiempo al coloquio de los estupefactos, usted pregúntese por qué.

Del mismo modo, en las previsiones de Verne, asombrosas si se consideran como producto natural de una mente cuestionadora, inteligente y creativa orientada a la factura de novelas asombrosas, pero francamente fallidas si se quieren ver por cojones como profecías, hay numerosas fallas, imprecisiones, errores y metidas de pata que al lector le importan un pito porque se trata de literatura y que a éstos les importa ocultarlo porque si se supiera el asunto sería menos uyuyuyante de lo que conviene a las finanzas de los presentes y la empresa a la que sirven.

Datos así, sumados a interpretaciones cuando menos turulatas y exageradas que quieren ver en ciertos pasajes de Verne "predicciones" que realmente no están allí (al estilo de la "interpretación" o himterpretación de las cuartetas de Nostradamus que hacen estas mismas rémoras cuando se presenta la oportunidad) redondean las falsas explicaciones de fenómenos que a) no son como se los cuentan, b) que se mencionan sin saber de qué se habla, c) que falsean los hechos y d) que no buscan explicar nada.

Por supuesto, sin embargo, nunca hay que olvidar la explicación falsa más socorrida en el mundo del misterio con taxímetro: simple y llanamente mentir.

Nota 1: El cálculo de la "velocidad de escape" se podía hacer desde que Newton postuló la Ley de la Gravitación Universal. Se trata de la velocidad de un objeto relativa a la velocidad de la superficie del objeto de cuya atracción gravitatoria desea liberarse. Dado que la velocidad de la tierra es de 465 m/s hacia el este en el Ecuador, un cohete lanzado tangencialmente desde el Ecuador hacia el este requiere de una velocidad inicial de unos 10,735 km/s respecto de la Tierra. Dado que la velocidad de un planeta como la tierra disminuye con el coseno de la latitud geográfica, la física nos dice que las instalaciones de lanzamiento deben ubicarse tan cerca del Ecuador como se pueda. En Estados Unidos, lo más cerca es Florida. Es la misma razón por la que la ESA tiene su área de lanzamientos en la Guayana Francesa.

Pero todo esto ya se sabía en tiempos de Verne. Otra cosa es que fuera árido como un verano en el Teneré, y que a nadie le importara un carajo como no fuera a algunos físicos que gracias a personajes como Íker Jiménez se perciben como aburridos. Fue necesario el genio de Julio Verne para que tales datos fueran relevantes en una historia sabrosa y bien contada, emocionante y original... pero no misteriosa ni mágica.