Imagínese usted que una empresa en cualquier lugar del mundo procede a despedir a una persona al descubrir que es judío. O católico, musulmán, episcopaliano o sikh.
El escándalo, evidentemente, sería mayúsculo.
Sobre todo si las creencias de esa persona no tuvieran ninguna relación con el trabajo para el que se le ha contratado.
Si usted, digamos, fue contratado para dar una cátedra de teología en un seminario luterano pero usted es católico, hay incompatibilidades notables, sin duda. Cuando hay esas incompatibilidades, y las creencias u opiniones de alguien entran en conflicto con el empleo objeto del contrato, la disolución de común acuerdo o el despido son justificados.
Pero si no, la única explicación es la intolerancia, ese animal que suele acompañar a las personas fervorosamente religiosas, especialmente cuando se enfrentan a quienes no le rezan al mismo ser invisible en el que ellos creen.
Lo alarmante, realmente, es que si se da exactamente el mismo fenómeno, pero la empresa es propiedad de la iglesia católica y el despedido es ateo, a todo el mundo le parece "muy normal".
El caso es que Javier Armentia, astrofísico, escéptico y autor del blog Por la boca muere el pez fue llamado a hacer una sección de ciencia en la cadena del episcopado, la COPE, en el programa matinal que sustituye al lamentable rosario de ignominia y difamación que tenía el por cierto supuestamente ateo y supuestamente periodista Federico Jiménez Losantos.
Armentia fue llamado como periodista científico y nadie le preguntó si era ateo o anticlerical, porque en su espacio no iba a hablar de religión, sino de ciencia.
Un blog creacionista y antidarwinista de autoría anónima (qué raro), que suele afirmar (sin pruebas) que en las "páginas darwinistas" se "censura" a los creacionistas, se puso frenético y armó un escándalo porque la COPE contrató para hablar de ciencia a un ateo anticlerical. La página Infocatólica se hizo eco a toda velocidad para montar el tribunal inquisitorial, la COPE se enteró y rápidamente despidió, sin diálogo previo, interpósita persona, a Armentia, para júbilo de las turbas inquisitoriales (no se pierda los comentarios al artículo, son aterradores), mientras que el propio Armentia no le daba demasiada importancia al asunto, quizá por saber con qué pájaros se enfrentaba.
Todo esto en un par de días.
El despido de Armentia por odios religiosos, por intolerancia en nada distinta a la que establece la persecución de judíos, protestantes o musulmanes, debería crear alarma social. No vale decir que "era de esperarse" que la COPE actuara así, lo que es de esperarse es que la caduca iglesia católica española se apresure a llegar cuando menos al siglo XIX. Tampoco vale decir que "Armentia debía saber a lo que se arriesgaba", porque esto responsabiliza a la víctima de la censura. Para cualquier periodista, toda tribuna es aceptable mientras no le exija que cambie su forma de pensar. Por lo demás, un ateo, un judío o un cristiano pueden trabajar sin problema como camareros en un restaurante de dueño musulmán, por ejemplo. Y un tejedor católico fervoroso que odiara a los ateos a tenor de las habituales declaraciones de Benedicto XVI no debería ser despedido de su trabajo textil sólo porque el dueño fuera ateo.
La iglesia católica española sigue militando entre las más retrógradas y cavernarias del planeta, y eso debiera preocuparnos. Sobre todo porque cada vez su jerarquía está más apartada de la realidad del mundo, de sus fieles e incluso de sus ministros. Y sigue militando en el odio, la represión y la inquisición brutal, sigue escribiendo "caridad cristiana, compasión y amor al prójimo" con "i" de intolerancia. Vea los comentarios de odio de las páginas enlazadas para constatarlo.