Parece medicina... pero no lo es. (Foto D.P. de Wikidudeman, vía Wikimedia Commons) |
Piénselo un poco: si alguien es usuario o consumidor habitual de un producto (pantalones vaqueros, hamburguesas de canguro, teléfonos inteligentes, heroína en vena, servicios de dominación y humillación BDSM o ensaladas de aguacate) es obvio que está satisfecho con ese producto.
De otro modo no lo compraría o usaría, ¿no le parece?
Las encuestas de satisfacción pueden ser útiles para valorar un producto si los encuestados no tienen experiencia previa y se ven expuestos al producto por primera vez en el estudio.
Si usted quiere lanzar al mercado un yogur con sabor a hígado encebollado, le da a probar el producto a varias personas del grupo al que lo ha dirigido y les pregunta qué les parece. Si tiene buena aceptación, sabe que el producto gusta y quizá lo compren. Si los encuestados lo rechazan, quizá no llegue a los estantes de nuestros supermercados.
Pero si usted ya tiene un yogur con sabor a hígado encebollado que un grupo de consumidores adquiere y come con frecuencia, ir a preguntarles si les gusta el yogur con sabor a hígado encebollado es hacerse tonto solo.
Y tratar de hacer tontos a los demás.
La satisfacción de 9 sobre 10 con la acupuntura o el "alto grado de satisfacción de los pacientes" con la quiropráctica no significan que tales prácticas sean eficaces, que sirvan para lo que se anuncian, que es prevenir, tratar y curar diversas enfermedades.
Por ejemplo, que los antibióticos combaten las infecciones no está en duda. Ni un poco. Ni que los antipsicóticos eliminan las alucinaciones de la mayoría de los esquizofrénicos en unos pocos días. Ni que la insulina trata la diabetes y ofrece a quienes la padecen una vida más larga y de mayor calidad. Ni que la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia curan cada vez más eficazmente el cáncer. Ni que las angiotensinas controlan eficazmente la hipertensión arterial alargando vidas. Ni que las estatinas reducen el colesterol LDL en sangre con el mismo resultado.
Y así un largo etcétera.
Un diabético puede no estar satisfecho con la insulina, puede querer una forma de administración que no implique clavarse una aguja constantemente, puede desear que la sustancia no sólo detuviera el avance de la enfermedad, sino que la eliminara por completo. Su insatisfacción no significa que la insulina no sirva para controlar la diabetes, pues.
Las encuestas de satisfacción de estas prácticas presuntamente médicas no son sino trucos propagandísticos que pretenden convencerle de abandonar la racionalidad y entregarse a una visión supersticiosa de la enfermedad y de su tratamiento.
El argumento es también conocido como falacia de "apelación al número". Su ejemplo clásico es: "millones de moscas no pueden estar equivocadas: coma mierda".
Que es lo que están vendiéndole.
Porque lo que no pueden demostrarle es que tendrá resultados reales y positivos sobre su hipertensión, su infección, su esquizofrenia, su colesterol, su diabetes o los miles de afecciones más que pueden fastidiarle la vida y de las que estos personajes no saben absolutamente nada.
De alguna manera están reconociendo que sus productos no mejoran la salud, sólo provocan, en algunas personas, una sensación de satisfacción.
Bastante poco cuando lo que alguien necesita es atención médica eficaz.