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¿Se puede encontrar agua (o petróleo, oro, trufas, fósiles o reputaciones) bajo el suelo usando métodos adivinatorios?
El arte del zahorí, la adivinación de agua por métodos supuestamente sobrenaturales, es un antiguo mito que resurge ocasionalmente con variaciones para separar a la gente de su dinero. El propio Uri Geller, después de quedar exhibido por el libro de James Randi The Truth About Uri Geller (La verdad sobre Uri Geller), se dedicó, según él mismo confiesa, a cobrarle a empresas petroleras y mineras "encontrando" petróleo y oro con un sistema delirante que implica poner un mapa en la mesa y pasarle encima un péndulo (formado por una cuerda o cadena y cualquier objeto pesado) asegurando que cuando el péndulo hace ciertos movimientos es que abajo de la tierra representada en el mapa hay agua, petróleo, oro o cualquier cosa que usted quiera.
A esta forma de la charlatanería se han subido todo tipo de palurdos. Los promotores del New Age, por ejemplo, aseguran que el péndulo es más efectivo si está hecho de cuarzo o algún otro cristal. En su fantasía consideran que el cuarzo "almacena" energías misteriosas cuya existencia no pueden demostrar, por supuesto.
Pero la base de esta superstición está en el pasado, cuando los zahorís, dotados de una varita en forma de "Y", se paseaban por los campos y aseguraban que el agua de los mantos freáticos "atraía" a la varita, especialmente si estaba hecha de avellano, sauce o fresno (a saber por qué).
Ahora, el salto de "una vara de madera es atraída por agua cuando caminas sobre ella" a "un péndulo se mueve cuando pasa por encima de un mapa de un lugar determinado donde se supone que hay petróleo abajo" es un salto cuántico que requiere que uno vaya al juzgado y se divorcie de la razón por incompatibilidad de caracteres.
Pero para estos personajes con alma de recogepelotas, todo es más o menos lo mismo.
Con el paso del tiempo, la supuesta capacidad adivinatoria de percibir lo que hay debajo de la tierra se adaptó a todo tipo de majaderías. Por ejemplo, cada vez que un grupo de chavales ingleses se lanza a hacer un nuevo diseño de circulitos en Wiltshire o en cualquier campo de trigo, aterriza en el lugar (para acabarle de joder la cosecha al pobre campesino) una parvada de adoquines, algunos de los cuales llevan la versión renovada y mejorada de la vara del zahorí para "percibir" las "energías" de los "extraterrestres".
Los modernos zahorís Usan dos mangos formados por secciones de tubos de cobre en los que insertan dos trozos de alambrón doblados en forma de "L" que giran libremente dentro del tubo (se puede ver una ilustración de esta babosada en esta tienda para engañar engañabobos que también tiene a la venta para los credulazos todo tipo de pendulitos, libros para convertirse en zahorí y otros atentados al sentido común (que, como todo el mundo sabe, es el menos común de los sentidos).
Si alguna vez toma uno en sus manos uno de esos artilugios adivinatorios, verá algo interesante: la más pequeña inclinación de la mano que empuña el tubo provoca que el alambre en "L" gire. No es necesaria gran cosa, pues. Igualmente, si usted sostiene entre el índice y el pulgar el extremo de la cadena de un péndulo adivinatorio, verá asombrado que el péndulo se mueve, debido sobre todo a la tensión muscular.
Lo invitamos a que lo intente: amarre en el extremo de un hilo cualquier objeto más o menos pesado (una llave, un bolígrafo, el ojo de vidrio del abuelo o un mechero) y vea cómo se mueve. Ahora, intente controlar el movimiento. Primero haga que el sipositivo pendulee de atrás hacia adelante. Luego intente unos giros en sentido de las manecillas del reloj. Ahora invierta el sentido del giro y termine haciendo que su péndulo de pacotilla se balancee de lado a lado.
Fíjese muy bien en que los movimientos que tiene que hacer con la mano para conseguir estos asombrosos resultados son prácticamente imperceptibles, de modo que puede asombrar a mentes cándidas.
¡Coño, es usted un zahorí acojonante!
Lo mismo pasa con las varitas de zahorí: el místico holístico que las sostiene controla totalmente sus movimientos.
Ahora, para que el asunto funcione, lo único que tiene usted que asegurar es que usted no mueve las manos, que tiene pulso de tirador olímpico, que si por usted fuera no se movería nada y que son las fuerzas ultraterrenas las que hacen que pasen esas cosas maravillosas.
Por supuesto, eso de andar por los cerros haciendo el imbécil con dos palitos o un pendulillo no es para todos.
Entra entonces el fenómeno de la magia representativa que ya hemos comentado aquí en la entrada de "Médicos brujos sin máscara". Si se puede adivinar algo en el terreno, ¿por qué no se puede adivinar algo en una representación del terreno?
Deje usted de lado la pregunta de cómo el péndulo "sabe" que el mapa es de las afueras de Beijing y no de una huerta de lechugas en Cáceres. Lo apasionante es que, si lo piensa usted, el mapa funciona como una especie de escudo místico transparanormal que impide que el péndulo "vea" lo que hay debajo de la tierra en la que está sentado el desvergonzadísimo charlatán con su mapita. Si el mapa no fuera un escudo contra las influencias metapsíquicas mamertas, lo que percibiría es lo que hay debajo de la tierra donde está el embaucador y no lo que hay en el mapa. ¿O sí?
Para quedar a salvo de los poderes místicos de los brujos del Castillo de las Mentes Vergonzosas, lo único que necesita usted es recortar el mapa callejero de Bruselas y pegotéarselo en el cuerpo. ¿O no?
El mapa es mágico, pero no menos mágico es el péndulo. El péndulo se supone que "sabe", quizá informándoselo por correo electrónico, que lo que usted busca es agua y no petróleo, o petróleo y no agua. El péndulo, en su interior (quieren hacernos creer) hace un análisis químico, se comunica telepáticamente con el farsante del que cuelga, determina si lo que quiere el cliente es agua, petróleo, oro o las ruinas de la Atlántida, y entonces señala en el mapa dónde están esas cosas que busca.
Pero, por supuesto, todos los botarates que practican esta forma de desplumamiento de incautos afirman que pueden encontrar agua bajo la tierra.
Para probar tan aventurada como aparentemente psicodélica alucinación, James Randi diseñó un interesante experimento que puso a disposición de los zahorís ofreciéndole un premio al que demostrara verdaderamente adivinar dónde hay agua. El premio no era cualquier porquería, eran diez mil dólares (el premio Randi al primer papanatas que logre resultados paranormales en un experimento controlado es ahora de un millón de dólares, que ningún parásito ha logrado cobrar).
En un terreno se dispuso una red de tuberías, algunas de las cuales podían llevar agua o no en cada momento determinado. La decisión de qué válvulas abrir para que el agua corriera por cualquiera de los muchos caminos posibles se tomaba estrictamente al azar.
Allá fueron los más audaces y codiciosos zahorís. Aceptaron las condiciones del desafío diciendo que ellos sí podían determinar el curso del agua e hicieron las pruebas bajo control científico serio. Ninguno logró adivinar por dónde corría el agua en un momento determinado más allá de lo que se conseguiría totalmente al azar.
Ésa es la única realidad sobre los haraganes que se venden a sí mismos como zahorís o buscadores de agua o encontradores de petróleo o penduleros pendulejos.
(Por cierto, alguien me escribió desde México defendiendo que Astyaro, cuyo vulgar nombre es "Jorge", no se vende como paranormalólogo ni como místico, sino como un simple ilusionista. Por desgracia parece que sí es un ilusionista y relativamente bueno. Su sistema para "adivinar" el porcentaje de votos que dieron el triunfo a Vicente Fox es exactamente el mismo que usó Anthony Blake para "adivinar" el número ganador de la lotería de Navidad de 2003: un impresionante acto de ilusionismo, pero sin fuerzas sobrenaturales. Cualquiera puede aprender a hacerlo. Pero además de ser un ilusionista, en su sitio Web anuncia que hace "Lecturas de Tarot, Mano o Péndulo" lo cual demuestra que además de ilusionista es, como Uri Geller, un descarado embustero que le saca dinero a los inocentes afirmando tener poderes de los cuales carece del todo.)
Dicho todo lo cual, el único péndulo que realmente se asombroso sigue siendo el Péndulo de Foucault que demuestra que la tierra gira (y no como creen los chupapitos de la astrología, que la esfera celeste gira alrededor de la Tierra).