agosto 04, 2007

Más rollos judiciales paranormales

Si usted no es habitual del mundillo de lo "paranormal" (sea lo que sea lo "paranormal"), quizá no sabe que a últimas fechas los profesionales del misterio en España, especialmente los autoproclamados "investigadores de los enigmas más acojonantísimos" han renunciado a debatir sus descabelladas propuestas, extravagantes ideas y más patentes mentiras en los foros públicos y han decidido acudir a los tribunales para conseguir que sus críticos sean acallados, un poco al estilo de la fauna "del corazón".

Hace poco, Pedro Amorós, presidente de un grupúsculo autonombrado SEIPySEIP o algo así, perdió la demanda que había interpuesto contra un periodista del diario El Mundo, contra el propio diario y contra su director, Pedro J. Ramírez por sentirse ofendido por algunos artículos. Ahora, por contraparte, un juez ha concedido a Juan José Benítez la suma de seis mil euros como indemnización que deberá pagarle el periodista Luis Alfonso Gámez por ciertas expresiones de éste en su blog Magonia y que, según el juez y el demandante, vulneran el derecho al honor del millonario escritor e "investigador" y por las cuales éste emprendió la correspondiente demanda pidiendo 80 mil euros y la retirada de Internet de todos los artículos de Gámez en los que se le menciona, lo cual el juez no concedió.

No se puede estar de acuerdo con esta decisión del juez, como no se puede estar de acuerdo con el secuestro de la revista Jueves por un dibujo que al parecer también se considera que vulnera el honor del heredero de la corona española, ni con el juez que le quita la custodia de un hijo a una lesbiana, ni con muchísimas barbaridades judiciales. Bueno, al menos algunos no podemos estar de acuerdo aunque otros, sin duda, aplauden estas decisiones. Pero esto no significa, claro, que uno vaya a despeñarse en acusaciones como las que el mundo de la misteriología lanzó contra el juez que sentenció contra Amorós, y que llegaron a niveles de verdad alarmantes. Grave habría sido que Gámez mintiera, falseara los hechos o alterara la verdad, pero no lo hizo y así lo reconoció el juez. Grave es que otros mientan, falseen los hechos o alteren la verdad, pues.

Los jueces interpretan las leyes. En este caso, usted puede hacer lo mismo leyendo los artículos de Gámez y, por supuesto, la sentencia.

Ciertos sectores apasionados del mundo de quienes viven o quieren vivir de la venta de misterios falsos y mentiras varias consideran que esto es una "derrota" del pensamiento crítico y un triunfo de la venta de supersticiones. Y esperan que quienes difunden datos que contradicen sus delirios se callen y los dejen cobrar en paz. En resumen, se están convenciendo de que sus rollos supersticiosos, mágicos y anticientíficos, su pleitesía a la antiinteligencia y su promoción de la ignorancia emocionada, se vuelven respetables porque un juez estuvo de acuerdo que decirle "mentiroso" a Juan José Benítez vulneraba el derecho al honor de esta persona, sin valorar si lo que decía eran o no mentiras, claro.

(A ver cuándo tenemos, eso sí, un juez que defienda el derecho de la gente a conocer la verdad sobre las numerosas afirmaciones que realizan Benítez y su club en los más diversos medios de comunicación, libros, revistas, televisión y programas de radio, todos controlados por los misteriólogos.)

Un juez puede decidir que llamar "mentiroso" a un señor que dice mentiras hiere su delicada sensibilidad y su firme honor, claro, lo cual se repara, claro, con dinero (que es de lo que va el asunto, finalmente, estos señores viven de afirmar la existencia de misterios, a diferencia de sus críticos). Cierto. Pero un juez NO puede conseguir que el Coliseo Romano se construya antes de la muerte de Cristo, ni puede hacer que unas piedras talladas por unos vivillos sean "prueba" de que el hombre convivió con los dinosaurios ni nada por el estilo. Ningún juez puede decretar que existe la magia, ni derogar la ley de gravedad, ni hacer que la Tierra sea el centro del universo. En ese sentido, los vendedores de enigmas cada vez más rancios siguen sin poder ofrecer pruebas sólidas de que sus afirmaciones son ciertas, de que hay motivos para creer en cualquiera de las muchísimas propuestas que se engloban en la misteriología.

Y el tema es ése. Deje usted de lado si hay escépticos altisonantes y gurús mediáticos simpáticos y de hablar cautivador, el tema esencial es que el público sigue a la espera de que los promotores de la enigmatología ofrezcan pruebas sólidas, firmes, contrastables y claras de sus naves extraterrestres, sus megaconspiraciones, sus fantasmas, sus curaciones mágicas, sus poderes mentales y todo cuanto ofertan en su cartera de productos para el asombro bobalicón. Y de ésas, que sí le taparían la boca a los incrédulos, incluido quien esto escribe, que se volvería creyente y promotor de la nueva ciencia, no hay.

Eppur si muove, entonces, que dice la leyenda que dijo Galileo.