Periódicamente recibo una llamada de algún programa de Antena 3 o de Telecinco, y más infrecuentemente de alguna emisora regional (nunca de Asturias, será que aquí ya me conocen) o de un reportero o reportera de prensa en situación de desamparo que me dicen, más o menos, lo mismo siempre:
"Soy del programa de (aquí va el presentador debidamente maquillado) y estamos haciendo un reportaje sobre (videntes o curanderos). Me encontré con su blog (pero no me preocupé mucho en leerlo) y quería saber si usted tiene (así, en un cajón o en un bolsillo de los otros pantalones) a personas que hayan sido estafadas por (videntes o curanderos) para que aparecieran en nuestro programa porque vamos a denunciar esta estafa en un reportaje."Mi respuesta es también más o menos la misma siempre, y dice así:
"No, mire, no tengo a nadie, porque debe usted tener presente que alguien que haya dejado una fuerte cantidad en manos de un estafador, cuando no un miembro que tuvo que amputarse, la vida de alguno de sus seres queridos o su propia salud, no suele estar interesado en presentarse ante el público a decir que le han visto la cara de gil, salvo que sea tertuliano profesional, y de ésos no conozco. Si me permite, creo que lo que deberían ustedes hacer es dar a conocer los mecanismos de la estafa, cómo hacen creer los videntes que lo son o en qué se basan los curanderos para que sus víctimas crean que los han curado, e incluso confrontarlos públicamente y desafiarlos a que demuestren con hechos sus afirmaciones, lo cual sería mucho más útil para su público."Aquí habitualmente se crea una pausa incómoda. Primero, mi interlocutor al parecer dedica unos segundos a preguntarse quién coños se cree ese tipo de acento raro para decir qué es o no es útil para el público. Después, se le ocurre que quizá estoy tratando de presentarme candidato para que me inviten al programa y hacerme rico y famoso. Quizá como última idea, en el fondo de su cerebro un viejo profesor repite algo sobre deontología y ética informativa, pero rápidamente acuden los ejecutivos de la cadena que viven en el cerebro del reportero y amordazan al pesado del profesor (que por algo está dando clases en una universidad y no conduciendo un programa de telebasura rosa) mientras gritan que la publicidad y no el público es la que paga y aseguran que los resultados financieros son responsabilidad del reportero o reportera, que obviamente se asusta.
La conversación luego puede asumir otros derroteros. Preguntan si conozco alguna organización, grupo, club, cofradía o tienda de segunda mano donde "tengan" existencias de posibles entrevistados/estafados que "den juego" en la tele y explico que no, que en España (y en el mundo en general) nadie se ocupa de estas personas salvo para sacarlas en televisión, cuando incluso los jueces se niegan a condenar a quienes los estafan lo cual entra en el concepto de "encima de cornudo apaleado".
Puede ser que alguno me pregunte por un "científico" o de menos "catedrático" que puedan criticar a los videntes y curanderos en televisión (mismos videntes y curanderos a los que NO les piden que los valide un científico o un catedrático para promoverlos, claro). Entonces explico que esta labor generalmente la hacen los periodistas de divulgación porque los científicos habitualmente -y para fortuna de todos- se ocupan de hacer ciencia y no comunicación.
Lo que viene después, más o menos prolongado es tiempo perdido, claro. Y al final el reportero se va a buscar otro lugar donde "tengan" al tertuliano a medida que le han mandado a conseguir.
Ahora me toca a mí
Todo esto me lo recordó hoy el reportaje sobre videntes emitido por Tele Cinco en el programa de Ana Rosa. No, para éste no me llamaron, pero el esquema lo ha visto usted hasta el hartazgo en programas de mañana, tarde o noche:
- Valiente reportera va con una serie de videntes contándoles una trola que los videntes se tragan sin masticar, sin desplumar y sin sal (en el programa de hoy, les contaba un falso embarazo y preguntaba si el niño era del marido o del amante).
- Los videntes, como era de esperarse, no le atinan ni al mundo en sus "videncias" y dicen más o menos lo que creen que la clienta/víctima quiere oír.
- Esto se presenta casi como una hazaña periodística similar a la de Watergate, lo nunca visto, asombro, estupor, emoción y futuro Pulitzer
- Se procede a la tertulia.
La terulia, a su vez, tiene un esquema prediseñado que usted también ha visto hasta aprendérsela de memoria:
- El locutor habla de "falsos videntes" o "falsos curanderos", dejando claro que los hay "verdaderos" para no meterse en líos, pues las cadenas suelen tener negocios con estos embusteros, ya sea como sus empleados (Rappel, Octavio Aceves, Aramís Fúster y otros distinguidos frikis) o como clientes que les alquilan su horario nocturno para anunciarse y conseguir víctimas, o porque los presentadores mismos son sus clientes y no van a poner en duda sus propias supersticiones.
- Los tertulianos están todos de acuerdo en que sí hay "verdaderos" videntes o curanderos.
- Todos se asombran al unísono de que los videntes no descubran el engaño ni tengan acierto alguno, probablemente porque esperaban otra cosa.
- Alguno hace brevemente de escéptico (en este caso, Alessandro Lequio y Marta Sánchez, "tertulianos" profesionales).
- Una vez habiéndose burlado de los "falsos" videntes, el presentador (en este caso Ana Rosa Quintana) sale en defensa de los "verdaderos" declarando algo así como "a mí una vez me atinaron en todo".
- Después viene la oportunidad de defender un poco a los pobres "falsos" videntes preguntando, por ejemplo, si mentirles "impide la videncia".
- Algún tertuliano echa mano de sus intachables fuentes informativas afirmando: "El otro día me dijeron..."
- Se le quita importancia a la estafa porque "sólo son veinte euros" (Lequio) o "es como ir al psicólogo (Marta).
- En raras ocasiones se invita a un verdadero crítico de lo supuestamente sobrenatural, más que nada para presentarlo al principio e impedir que hable mucho durante el segmento. Si el crítico se apodera de la palabra durante más de doce segundos, el presentador va a publicidad y al regresar no vuelve a darle oportunidad alguna al aguafiestas.
- Se llama a un "verdadero vidente" (en este caso Elena Jiménez, vidente del programa y también tertuliana profesional de TeleCinco) que jura que no cobra, le zumba a los falsos videntes, afirma que su caso es distinto y que él o ella no habría sido engañado (nadie lo intentó, por supuesto), se hace publicidad para su "consulta" y sonríe (en vivo o por teléfono).
- Todos se queden muy contentos. Publicidad.
Lo que no hacen estos reportajes-eructo es, sin embargo, lo que deberían hacer:
- Acudir a magos y divulgadores para explicar el mecanismo de la estafa.
- Denunciar la impunidad fiscal, legal y social de estos personajes y entrevistar a políticos, jueces, abogados y psicólogos para valorar el daño que pueden hacer estas prácticas supersticiosas.
- Buscar fuentes sobre la inexistencia de videntes "reales" e informar de ellas a su público.
- Asumir y recomendar una posición crítica ante las afirmaciones extrañas y preternaturales.
Lo fácil es asumir mala fe de directivos, presentadores, tertulianos y reporteros, claro, como si supieran que realmente no hay "videntes verdaderos", como si ejercitaran el pensamiento crítico y, malévolamente, se hicieran parte de la estafa mientras se ríen de nuestra ingenuidad.
Es criticable, sin duda, que repitan una y otra vez los mismos reportajes poco útiles, poco informativos y desprovistos de todo indicio de originalidad, pero su visión sobre cosas como la videncia, las pseudomedicinas, los fantasmas y demás falsos enigmas es normalmente de ignorancia e ingenuidad, y eso es lo que promueven.
Pero lo verdaderamente criticable es que algunos de sus empleados, reporteros, presentadores y tertulianos, estén al tanto de la existencia de una posición crítica, cuestionadora, basada en hechos y datos, ejemplificada en numerosos blogueros y divulgadores científicos no sólo en el ciberespacio, sino en la prensa y en la radio, y sin embargo al final se opte por no abrirles las puertas en la mayoría de los casos y mantener esta posición oculta a ojos de sus televidentes.
Lo evidente es que se trata de "hacer tele", no de informar, ni hacer pensar.
Y de repetir lo que atrae público, sin importar sus consecuencias.
Es criticable, sin duda, que repitan una y otra vez los mismos reportajes poco útiles, poco informativos y desprovistos de todo indicio de originalidad, pero su visión sobre cosas como la videncia, las pseudomedicinas, los fantasmas y demás falsos enigmas es normalmente de ignorancia e ingenuidad, y eso es lo que promueven.
Pero lo verdaderamente criticable es que algunos de sus empleados, reporteros, presentadores y tertulianos, estén al tanto de la existencia de una posición crítica, cuestionadora, basada en hechos y datos, ejemplificada en numerosos blogueros y divulgadores científicos no sólo en el ciberespacio, sino en la prensa y en la radio, y sin embargo al final se opte por no abrirles las puertas en la mayoría de los casos y mantener esta posición oculta a ojos de sus televidentes.
Lo evidente es que se trata de "hacer tele", no de informar, ni hacer pensar.
Y de repetir lo que atrae público, sin importar sus consecuencias.