Tablero de Ouija (imagen D.P. de Mijail0711, vía Wikimedia Commons) |
(Entra música de miedo como la que ponen los programas de radio ocultista cuando el presentador informa que se le pusieron los pelos de punta y cosas así.)
Este mito convierte a la ouija en un objeto muy atractivo, especialmente para los jóvenes. En la adolescencia todos pensamos que somos inmortales e invulnerables, y nos da (a casi todos) por tentar nuestra suerte de diversas maneras: el exceso de velocidad en auto o motocicleta, el jugueteo a grandes alturas, la visita nocturna a cementerios o la práctica de una sesión de ouija y otras tonterías.
Los que tuvimos suerte y no logramos matarnos pese a nuestras tarugadas juveniles, sobrevivimos para seguir dando lata y, a veces, hasta nos damos cuenta de cuán afortunados fuimos y qué tan burros podíamos ser en aquellos tiempos dorados.
Entonces, la ouija atrae a los jóvenes como los atrae todo lo prohibido. Y esto bien lo saben los charlatanazos que siempre tienen una sección dedicada a la ouija en los sitios Web en los que promueven sus mercaderías, periódicamente la mencionan en sus revistas, y nunca dejan de mencionar el "peligro" de volverse loco, ser poseído por algún espíritu, demonio o diablete o, cuando menos, ser engañados por las inteligencias extraterrestres con las que entramos en contacto telepático (puestos a inventar barbaridades, los "parapsicólogos" no tienen límite).
El único peligro que nunca mencionan es el más evidente: que los jóvenes se traguen el embuste y empiece a admirar acríticamente a algún gurú de una protosecta, además de invertir sus pocos euros en la compra de libros absurdos, revistas engañosas y otros productos del maravilloso mundo del consumismo paranormal.
Veamos de dónde sale la ouija, para empezar.
Breve historia de un juego novedoso
Los vendedores de maravillas fementidas disfrutan mucho hablando de misteriosos orígenes de la ouija en el siglo VI antes de Cristo, ya que cualquier cosa antigua tiene para ellos un gran valor. Pero en realidad el tablero de la ouija fue inventado por Elijah Bond y comercializado por la empresa de Charles Kennard en la década de 1890, cuando la locura espiritista estaba en todo su apogeo.
A Bond se le ocurrió que ésta era una forma divertida de "comunicarse con los espíritus" bastante menos complicada que los sistemas de "escritura automática" en boga por entonces y con los que lo más que se podía colegir era que los espíritus tenían una caligrafía lamentable. Otro caso era que los "médiums" más avezados podían hacer que se inclinaran o levantaran mesas, hazaña mucho más impresionante que deslizar una planchita. Por alguna causa, era más fácil lo de la planchita.
La antigüedad "egipcia" que se le adjudica al jueguito proviene de que, según Kennard, "ouija" significa "buena suerte" en egipcio antiguo. ¿Cómo lo supo? Le preguntó a la ouija. ¿Es cierto? En lo más mínimo. "Ouija" no quiere decir "buena suerte" en ningún idioma.
Como fuere, Kennard obtuvo una patente del inventajo el 10 de febrero de 1891 (cuando llevaba ya un año vendiéndolo), pero el negocio iba mal y le faltaba plata, de modo que perdió la empresa y la patente, que acabaron en manos de su exempleado William Fuld. La Kennard Novelty Company se convirtió en la Ouija Novelty Company y Fuld se ocupó de darle más emoción al negocio inventando que el nombre del tablero era más bien oui-ja y significaba "sí-sí", pues oui es "sí" en francés y ja es "sí" en alemán, explicación que al parecer se sacó de la manga para darle un toque "europeo" a la fabulilla. La familia de Fuld explotó el negocio, hasta que los herederos, ya en la segunda mitad del siglo XX, vendieron la patente del tablero a Parker Brothers, la mayor productora de juegos de mesa del mundo (y dueña de la patente del Monopoly).
El tablero de la ouija es esencialmente un rectángulo de madera o cartón en el que están dispuestas las letras del alfabeto en dos arcos, los números del 1 al 0, las palabras "Sí" y "No" en las esquinas superiores y las palabras "Hola" y "Adiós" en las esquinas inferiores. Sobre el tablero se usa una planchita (o planchette en francés) con tres patitas cubiertas de fieltro que se desliza más o menos fácilmente sobre el tablero. Los participantes en el juego ponen los dedos sobre la planchita (muy suavemente, se indica siempre), hacen una pregunta y la planchita se mueve deletreando la respuesta.
Quienes no quieren comprar la versión comercial hacen una serie de tarjetitas con letras y números, las ponen en una mesa y en lugar de planchita usan un vaso para deletrear. A eso, los entendidos (desvergonzados) le llaman "vasografía".
El asombroso comportamiento de la ouija
Originalmente diseñada para dos personas, se puede "jugar a la ouija" con varias personas más, tantas como dedos puedan ponerse sobre la planchita. Las instrucciones hacen hincapié en que los dedos apenas deben rozar la tal planchita, sin ejercer presión que pueda impedir su libre movimiento. Alguien hace una pregunta y la planchita deletrea la respuesta, o da los números, o dice "Sí" o "No".
Lo que se nos vende como "gran misterio" es que parece que la planchita se mueve sola, lo que los buhoneros del cuento venden genéricamente como "la mueven los espíritus", aunque para eso hay, como veremos, explicación suficiente. Los verdaderos grandes misterios de la ouija son los siguientes:
Estos misterios son lo bastante llamativos como para darnos una pista indicando que lo más probable es que los que responden las supuestas preguntas y mueven la tablita o indicador son, precisamente, los participantes en el jueguito.
Y eso es lo que dicen quienes se han ocupado de estudiar este "misterio".
El tremebundo "efecto ideomotor"
Nos gusta pensar que controlamos perfectamente los movimientos de nuestro cuerpo, al menos los de nuestros músculos estriados (excepto el corazón, claro).
Pero no es cierto.
Nuestros músculos están sujetos a varias influencias al mismo tiempo, una de las cuales es nuestro control consciente. El cansancio, la gravedad y muchos otros elementos pueden hacer que, por ejemplo, nuestra puntería sea lamentable.
Fue en 1852, cuando William B. Carpenter, estudiando precisamente el zahorismo (práctica de buscar agua con uno o dos palitos), propuso que los movimientos musculares se podían iniciar por efectos de la sugestión, más allá de la voluntad consciente.
Hay un experimentillo que sirve muy bien para comprobar esta hipótesis de Carpenter.
Fabríquese un péndulo. No hace falta ir a una tienda esotérica a adquirir un péndulo de cuarzo con cadena de plata mistificada con el aura de la gnosis tántrico-egipcia, sino que basta con cualquier peso atado a un hilo de unos 15 cm. de largo. (Es cierto, sin embargo, que un péndulo de aspecto "profesional" y "misticón" puede ser más efectivo para personas más proclives a la sugestión.)
Lleve el péndulo a una persona y dígale, con toda la certeza que pueda fingir, que dicho péndulo es un detector de mentiras eficacísimo. Explique que debe sostener el péndulo con el índice y el pulgar, el brazo más o menos extendido, y deje muy claro que cuando la persona diga la verdad, el péndulo se moverá en línea recta, pero cuando diga una mentira, el péndulo se moverá describiendo un círculo. A continuación, hágale algunas preguntas a la persona pidiéndole que mienta en algunas respuestas y vea cómo su sujeto se asombra al descubrir que, sin que él o ella esté conscientemente moviendo el péndulo, cuando dice la verdad el péndulo se mueve recto y cuando miente se mueve en círculo.
Luego vaya con otra persona (alguien que no haya visto el primer experimento, obviamente), y dígale exactamente lo mismo, con el siguiente cambio: que cuando la persona diga la verdad, el péndulo se moverá en círculo y, cuando mienta, se moverá en línea recta. Su sujeto se sorprenderá igual que el anterior, porque cuando responda la verdad el péndulo describirá un círculo y cuando mienta se moverá en línea recta.
En la mayoría de los casos, lo que usted diga influirá en los resultados, en el movimiento del péndulo. Inténtelo con varios sujetos.
¿Qué pasa? Evidentemente el péndulo no tiene la más remota idea de cuándo una persona dice la verdad o miente, faltaba más. Pero al darle las instrucciones a su sujeto experimental, usted condiciona el movimiento involuntario de los músculos de la persona, de modo que ella hará, sin estar consciente de ello, que el péndulo se mueva según lo que usted haya dicho. Está usted viendo en vivo y a todo color el "efecto ideomotor".
Si junta usted a dos o tres personas y les dice que la planchita se moverá, la planchita se moverá en la mayoría de los casos. Si les dice que deletreará palabras, todos buscarán palabras (la planchita "se detiene" primero en la "N" y luego sigue moviéndose, y todos colaborarán para llevarla a una vocal, sin permitir que se detenga en la "R" y luego en la "Y", deletreando algo sin sentido; si la vocal es la "A", todos irán dejando que la planchita se mueva hasta llegar a una letra que sea lógicamente la siguiente (desde la "D" de "nada" hasta la "U" de Nauru, si viene al caso).
Esto ocurre, claro, cuando quienes juegan lo hacen con honestidad. En otros casos, es evidente que el director del juego mueve la planchita con todo descaro para impresionar a su público.
El efecto ideomotor, de hecho, es un elemento de gran importancia en la explicación de muchos fenómenos supuestamente paranormales, incluidos, según los estudios de Ray Hyman, la "comunicación facilitada", la "kinesiología aplicada", la "sugestión hipnótica", y algunos aparatos de la seudomedicina como el "detector de radiación Toftness" que usan los curanderos de la quiropráctica o la "caja negra" de la radiestesia y la radiónica (formas recientes de charlatanería médica).
La interpretación de la sesión
Obviamente, en un ambiente tenso, de "misterio" como el que suele rodear a las sesiones de ouija, especialmente entre jóvenes buscando misterios, cualquier respuesta, por absurda que pudiera sonar en otro contexto, puede ser reinterpretada para dar la impresión de profundidad o esoterismo. Siempre habrá alguien dispuesto a "explicar" lo que "quiso decir" el "espíritu" (o extraterrestre o ángel o telépata o demonio o cantautor o lo que fuere).
Y es que, precisamente, la diversidad de supuestas "fuentes" de las respuestas de la ouija permite que se "explique" prácticamente cualquier respuesta: si es certera o es un engaño, o es esquiva, o es malévola. En cualquier caso, un "parapsicólogo" puede "explicar" cualquier respuesta inventándose una "entidad" que sea supuestamente responsable de la comunicación.
Sin embargo, el hecho real es que Parkers Brothers ha fabricado y vendido más de ¡dos millones de tableros ouija!, sin contar los muchísimos tableros más que se han producido y vendido y usado sin respetar la extraña patente de que disfruta esta megaempresa.
Si consideramos que cada tablero ha sido usado en promedio sólo dos o tres veces para hacer una "sesión", hay al menos cinco millones de sesiones de ouija sin que se haya obtenido información fuera de la experiencia de los participantes y sin que se haya demostrado en modo alguno el origen preternatural, externo, telepático, telequinésico o peripatético de las respuestas. En la realidad, en ninguna sesión ouija ha ocurrido nada excepcional como no sean los efectos de sugestión que puede tener sobre algunas personas.
No hay ningún dato que nos haga creer que las respuestas que ofrece la ouija provenga de otro lado que no sean los propios participantes, incluso las respuestas más ofensivas, desagradables y emocionalmente cargadas, estarían reflejando las emociones y, sobre todo, los miedos de quienes están inmersos en el juego.
Los peligros de la ouija
Todo "parapsicólogo" que se respete advertirá de los peligros de la ouija para hacerla más atractiva a sus clientes (o fieles o creyentes o candidatos a trasquilaje o potenciales adoradores). Hablará del peligro de "posesiones" o de cosas aún más atroces, y observará adustamente que en algunos casos la gente "se ha vuelto loca" al usar la ouija.
Hay en realidad dos casos que se citan con frecuencia. En 1971, Susy Smith, en su libro Confessions of a Psychic (Confesiones de una psíquica, el solo título ya nos da una idea de su posición objetiva y equilibrada sobre el tema) afirma que el uso de la ouija le provocó perturbaciones mentales. La pregunta, claro, es si dichas perturbaciones no estaban ya presentes en doña Susy al grado de que se creyera "psíquica" y usara una ouija con un tremendo temor debido a sus creencias en lo preternatural. Por su parte, en el libro Thirty Years Among the Dead (Treinta años entre los muertos, de 1924, otro título revelador), el doctor Carl Wickland afirma que el uso de la ouija "dio como resultado una locura tan brutal que el internamiento en asilos se hacía necesario".
Ciertamente son declaraciones potentes, pero no se puede dejar de pensar que los casos de "locura" o "posesión" son tan pocos en relación con los millones de ouijas y las millones de sesiones realizadas con ellas que es difícil establecer una relación causal entre el uso del juguete y la locura. Probablemente cualquier persona impresionable y proclive a la sugestión, algo creyente y no muy estable mentalmente, pueda expresar más fácilmente su perturbación mental en un entorno tenso relacionado con el ocultismo, lo cual nos dice más acerca de estas personas que de las prácticas ocultistas en particular.
Los peligros de la ouija son los peligros que tiene todo el ocultismo sobre la gente poco equilibrada, sugestionable y deseosa de encontrar respuestas en un mundo confuso. Es un peligro real pero que nada tiene que ver con los poderes o energías de un trozo de madera con letras impresas en él.
Quizá lo más revelador de las verdaderas posibilidades que tiene la ouija de ofrecer datos reales e importantes para sus usuarios (y sus posibles riesgos) sea un experimento que hace todos los años Larry Barrieau, profesor de ciencias de la tierra para alumnos de séptimo grado (primero de secundaria) en una escuela estadounidense.
Después de comentar temas paranormales con sus alumnos y averiguar quiénes han tenido "tremendas" experiencias con la ouija, hace que traigan un tablero ouija "que sí funcione" y selecciona a los dos más entusiastas creyentes para el experimento.
Los dos alumnos se sientan uno frente a otro. Otros dos estudiantes sostienen una tabla bajo las barbillas de los participantes para que éstos no puedan ver sus propios regazos. El profesor coloca la ouija en los regazos de los chicos de modo que no sepan la orientación del tablero, se pone la planchita y se colocan los dedos de los dos experimentadores sobre ella. Otro alumno anota dónde se detiene la planchita cada vez que los dos participantes indiquen que se ha detenido.
El profesor hace una única pregunta como: "¿Dónde nació la abuela materna del profesor Barrieau?", y la respuesta correcta, guardada en un sobre, se mantiene en el bolsillo del profesor.
Luego el profesor apuesta en serio: le ofrece a todo el grupo que si la respuesta es correcta, les dará a todos un 10 (o un sobresaliente, o una A) para todo el año y no tendrán que volver a la clase, con lo cual consigue la absoluta atención de todos los alumnos.
Uno de los dos participantes recibe la pregunta y se la hace a la ouija. Cuando ambos participantes están de acuerdo en que se ha dado la respuesta, el profesor Barrieau le da el sobre con la respuesta al alumno encargado de anotar las letras. La respuesta se anota en el pizarrón (o encerado) y, debajo de ella, se escribe la respuesta dada por la ouija.
Evidentemente, nunca, ningún grupo del profesor Barrieau ha obtenido un 10 general.
Supongo que un parapsicólogo dirá que a las escuelas sólo van los espíritus muy tontos.
Supongo que es evidente que si los alumnos hubieran apostado, por su parte, a ser reprobados (o suspendidos) si la respuesta era incorrecta, habrían corrido un gran peligro con la ouija.
Supongo que cada quién llegará a sus propias conclusiones.