mayo 04, 2007

El tiempo en Turulatilandia: berrinches tormentosos continuados

Berrinchazo sin límites habrá en Cuarto Milenio, la/lo/el SEIP (o lo que quede de tal agrupación de egos inflamados después de las últimas deserciones masivas) y los alrededores de tales centros de mercadeo de la estupidez y la mentira, a resultas del libro de Francisco Máñez y Javier Cavanilles Los caras de Bélmez, volumen dedicado a todas las personas que se han llevado un euro al bolsillo a resultas de ciertas caras malpintadas en el suelo de una casa en Bélmez de la Moraleda, Jaén.



La conocida historia no la vamos a repetir acá, como no sea para recordar que numerosos profesionales del embuste se han llenado la boquita hablando de rollos "parapsicológicos", "paranormales", "maravillosos", "inexplicables" y demás bobadas sin jamás haberse ocupado ni de demostrar tales delirios y ni siquiera de emitir una hipótesis que se pudiera someter a prueba. Y es que esas cosas de hipótesis, experimentos y demás siempre acaban, vaya usted a saber por qué, jodiéndole el negocio a los más distinguidos soplaflautas. Recuerde usted cómo las investigaciones más o menos serias le hundieron a Íker Jiménez el barquito de sus fantasmas gigantes de Navalperal. En todo caso, durante décadas las caras malhechotas de Bélmez han sido protagonistas de un negociazo en forma, donde un equipo de dones y doñas nadie se han autoproclamado "investigadores", "expertos" y cualquier tontería que se les ocurriera, a más de realizar experiencias misteriosas que luego han sido negadas por los propios cómplices cuando se pelean porque no les gustó el reparto de los prestigios, los dineros y los minutos en televisión.

Las caras de Bélmez, publicitadas como "el más importante" caso paranormal de España, dieron, eso sí, oportunidad a un personaje tan patético como Pedro Amorós de pavonearse con amenazas mentirosas como la que me dedicó a mí, de presentar una demanda civil buscando ganarse más dinero (y fracasando patéticamente, aunque bien puede congratularse de que la jueza no lo haya procesado por las ofensas y acusaciones delirantes que Pedrito le dedicó a la juzgadora cuando perdió), de salir en televisión y de demostrar la falta de aseo jurídico y económico con que suelen llevarse los clubes de paranormaleros.

El problema de Pedro (que se apropió del tema Bélmez munido de sus coladores y tupperwares verdes disfrazados de "equipo de investigación"), de Íker Jiménez (cuyo prometido y anunciado altivamente pago de los estudios del suelo de la "nueva casa" sigue sin llegar), de Luis Mariano Fernández (guía de las giras turísticas bien cobradas a Bélmez y otros sitios supeustamente fantasmosos) y demás personajes es que su demanda y su arrogancia llevaron a que se les prestara una atención pocas veces dedicada a las chifladuras de los pobres que ven duendes, extraterrestres y cosas que se mueven. Y el resultado es este libro, que no les gustará nada.

Lo cual es un gusto no porque lo pasen mal unos desvergonzados, sino porque permite que haya alguna víctima menos de las trolas paranormaleras jamás probadas, pero siempre bien cobradas en dinero, en prestigio y en reconocimientos, todo mal habido.