octubre 24, 2007

Hipnosis, la frontera de lo creíble (1 de 2)

Un querido amigo, un genio por derecho propio, médico, escritor, pintor, fotógrafo, lingüista aficionado y luchador contra la irracionalidad, me sorprendió hace muchos años afirmando que consideraba que la hipnosis era un fenómeno real, lo que nos llevó a una discusión larga (de años, en realidad) y muy tensa. Con el tiempo, he descubierto que incluso personas que aparentemente ejercitan el pensamiento crítico de modo coherente, dejan al hipnotismo en un sitio medianamente aparte, como si fuera algo que en ciertas circunstancias es real y en otras no, pero sin ejercitar ningún criterio estricto para diferenciar ambos estados.

El problema es que ni siquiera hay un criterio para decir si una persona está hipnotizada o no. O por ponerlo en buen romance: nadie sabe qué es realmente eso a lo que llaman hipnosis o hipnotismo. Como "lo paranormal", no tiene una definición que nos permita proponer hipótesis y diseñar experimentos. Además, se pueden hacer con una persona "no hipnotizada" todo lo que supuestamente se hace con una persona debidamente "hipnotizada" (cosas como tranquilizarla, provocarle analgesia, o implantarle falsos recuerdos que luego se presentan como "regresiones" y burradas similares), de modo que tampoco por sus efectos se puede hacer una distinción entre un "hipnotizador" y alguien convincente o de autoridad.

La hipnosis parece un cuento, pues, tanto su lado supuesta o aparentemente "serio" como sus facetas y aplicaciones más celebradas por el munduco paranormalero.

Y en ese sentido, la breve cuanto intensa vida de este blog ha estado marcada, sin embargo, por fanómenos relacionados con la hipnosis. El primer fenómeno (de la naturaleza, diría alguien con muy mala uva) fue Manuel Capella, un personaje que depreda (o depredaba) a sus congéneres fingiéndose "hipnotista clínico" (con el consultorio cobrante que le recordaba Pedro Amorós muy airado al calor del divorcio que protagonizaron), y al que le disgustó enormemente que yo tuviera la osadía de burlarme porque el antiguo grupo de discusión original de la colmena de cocohuecos llamada SEIP se ufanaba de tener en el club a "los mejores parapsicólogos del mundo" (casi ná) y acabó despeñándose en el robo de propiedad intelectual (el porcino sujeto se robó una foto mía para insultarme con ella). Después, mi señalamiento de las extravagantes fabulaciones de Pedro Amorós Sogorb sobre un CD "de autohipnosis" inútil y mentiroso que le vendía a incautos desató una avalancha que aún no termina con el mismo grupo de obnubilados, el SEIP, que comanda este elemento. Finalmente, me gané el cariño y respeto de Javier Sierra cuando comenté su inaudita cara dura al llevar al plató del finado programoide de teleshit Crónicas marcianas a un soplagaitas que aseguraba que podía hacer crecer el pene y los pechos "mediante la hipnosis", aunque por supuesto no hizo tal cosa (hubiera sido de Premio Nobel, pero bien sabía Javiercito que era un cuentote). De poco ayudó que alguien por allí empezara a llamarle al flamante bestseller y súbito ufólogo vergonzante "Javier el Crecepitos".

La hipnosis está presente en toda nuestra cultura. O quizá deba decir en toda nuestra incultura cuidadosamente cultivada por gobiernos, escuelas, iglesias, medios y negociantes sin escrúpulos.

Por desgracia, los datos indican que la hipnosis no existe más que como una fantasía que se agarra de distintas cosas que no tienen relación entre sí. Pero hasta el día de hoy no hay una medición, prueba, confirmación, dato, evidencia o demostración que pueda separar con toda claridad a una persona "normal" de una persona "hipnotizada". Para aclararnos, hay muchísimas mediciones para saber si alguien está despierto o dormido, pero para saber que alguien está hipnotizado no tenemos más que la afirmación del propio hipnotizador. Y como el hipnotizador sería la persona más perjudicada si resultara que la hipnosis no es sino un cuento, pues no es el instrumento de medición más fiable.

¿Entonces?

Empecemos por el principio, y en el principio fue Mesmer.

Mesmer, Faria, Braid


Franz Anton Mesmer (1734-1815) estudió medicina en Viena y acabó creyendo, por pura y celestial ocurrencia, que es el método de himbestigación favorito de los charlatanes, que las mareas afectaban a las personas y determinaban su salud. Al dejar la universidad se casó con una rica viuda (lo que técnicamente se conoce como "dar el braguetazo") y empezó a vivir como rico en Viena, gastándose el dinero de su esposa, entre otras cosas, apoyando a artistas como Mozart (lo que explica la presencia del "magnetismo animal" en la ópera mozartiana Cosi fan tutte). Pero, en 1774, tuvo la salvaje ocurrencia, sin haber siquiera probado alguna hipótesis sobre sus mareas imaginarias, de producir una "marea artificial" en una paciente dándole a beber una solución con hierro y luego aplicándole imanes en distintas partes del cuerpo, sin explicar cómo eso sería una "marea artificial", por supuesto. Al menos, Mesmer sabía que los imanes no afectan a las personas a menos que las llene uno de hierro, dato que aún no manejan los delicados estafadores que venden como oro la baratija de la "magnetoterapia". Mesmer era convincente, y la paciente dijo "sentir" un fluido misterioso corriendo por su cuerpo y mejoró durante unas horas (lo que los vendedores de cuentas de vidrio llaman "un milagro" y la ciencia "efecto placebo"). Luego Mesmer concluyó que el curandero Johann Joseph Gassner tenía "mucho magnetismo animal" y así curaba. Claro, Mesmer no había visto ningún "magnetismo animal", había hecho una experiencia incontrolada con el magnetismo de toda la vida. Pero nadie puede negar que "magnetismo animal" es una frase afortunada, un "slogan con mucho gancho", que diría un publicista. Era pegadizo y pegó.

Mesmer fracasó en su magnéticamente animal intento de curar la cerguera de la niña prodigio de la música Maria Theresa von Paradis, y se vio requerido a huir de Viena y probar fortuna a París, donde ya muchos estaban convencidos que Anton era más mecha que petardo, más pan que jamón, un charlatán, pues. Decidido a darles la razón, Mesmer se inventó un "tratamiento" descabellado en el que pasaba la mano sobre los pacientes y los sometía a rituales en los que participaban imanes y barras de hierro, con lo que "movía el fluido magnético" de los pacientes y los curaba... con el único problema de que no los curaba y con la innegable ventaja de que le pagaban. En 1784, Luis XVI nombró a un grupo de 14 científicos ("científicos de verdad" como dice Íker Jiménez "El Asombrao", para diferenciarlos de los "expertos de milonga" y "científicos de jijijí" como serían, por poner un ejemplo, el Marylin Manson de mandilón blanco que sale en su programa, Carmen Porter y los demás profesionales de los misterios a la carta de la televisión paranormal) a ver si Mesmer realmente había descubierto un nuevo fluído. Personajes como Antoine Lavoisier, Joseph-Ignace Guillotin (sí, ése) y Benjamín Franklin, primer embajador de Estados Unidos en Francia que por entonces cataba los finos vinos, las novedosas ideas y las sabrosas damas de la Francia prerrevolucionaria, hicieron experimentos y concluyeron que Mesmer no había descubierto nada y que los beneficios del tratamiento se debían "a la imaginación", que es como se llamaba antes al "efecto placebo".

Los franceses, inteligentemente, le hicieron caso a Lavoisier, Guillotin, Franklin y compañía y dejaron de engordarle la piara a Mesmer, quien dejó París y vivió sus últimos veinte años en el anonimato, disfrutando la herencia de su mujer.

¿Y qué tiene esto que ver con la hipnosis? Así, de primeras, las chaladuras de Mesmer parecen una forma distinta del desplumamiento de incautos mediante curanderismos huecos, pero...

Bueno, nadie esperaría que el mundo de los vagos viera a Mesmer llenarse los bolsillos y no querer apuntarse al negocio. Para cuando la Real Comisión llegó a sus conclusiones, ya había multitud de "mesmerizadores" recorriendo Europa y forrándose a cuenta de los ingenuos, y las afirmaciones de Mesmer rodaban sin ir acompañadas del informe de los experimentos que las contradecían.

Así encontró el mesmerismo un personaje tremendamente pintoresco, el Abbé Faria, o sea, el abad indostano-portugués José Custodio de Faria cuando llegó a París huyendo de su fracaso en una conspiración política en 1788, y luego participó en la revolución francesa, donde conoció a un discípulo de Mesmer. En 1813, ya olvidados los científicos latosos y los malvados escépticos, Faria decidió que no había "magnetismo animal", sino la fuerza de la sugestión y la autosugestión, que le evocó fenómenos similares en las religiones indostanas de su origen. Acusado de charlatanería, se retiró y murió en la oscuridad. En 1841, un mesmerista viajero fue visto por el médico inglés James Braid, quien al ver a los clientes del mesmerista decidió que estaban en un estado psicofisiológicamente distinto al de la vigilia y el sueño, para el cual inventó el término hipnosis en una publicación de 1842. Curiosamente, Braid quería dejar atrás ideas bobas como que el mesmerista tenía "un poder irresistible" sobre sus sujetos" o que la hipnosis permitía que aparecieran fenómenos paranormales como la clarividencia (más adelante se ligaría con el espiritismo, que se inventaría seis años después). En las propias palabras de Braid, declaró sin lugar a dudas que el hipnotismo no afirmaba producir ningún fenómeno que no fuera "totalmente reconciliable con los principios fisiológicos y psicológicos claramente establecidos".

El tiro le salió por la bienintencionada culata. El mundo de las maravillas pasando primero por taquilla sigue afirmando todo tipo de locuras sobre el tema, simplemente se apropió la nueva palabra de Braid y chau.

Que la realidad no interfiera con la venta


¿Qué se dice hoy sobre la hipnosis en el mundo del delirio paranormal y también, por desgracia, en el mundo de la práctica médica? Burradas como para parar un tren: aquí se revuelve con la persuasión subliminal (y le venden cosas), aunque sabemos que la persuasión subliminal es un mito; aquí van con el cuento de las regresiones (y le venden cosas) pese a que nadie ha demostrado que nadie regrese ni en su vida ni mucho menos a vidas pasadas, y todo parece ser una mezcla de imaginación y memorias artificiales, con frecuencia inducidas por el propio "hipnoterapeuta"; la revista de la charlatanería holística, Discovery DSalud afirma (sin demostrarlo) ¡que la hipnosis cura el cáncer! (aclaremos que esa revista es dirigida por José Antonio Campoy, antiguo director de la revista Mäs allá (de la ciencia), entrevistador de extraterrestres, creyente en espíritus y promotor del delincuente Geerd Ryke Hamer y del presunto genocida Matthias Raath (al que se le siguen muriendo sus pacientes sidóticos) sin que de ello dé noticias la revistucha de Pepe Toño, a quien yo no le confiaría la salud de una col medio seca, ya no digamos de seres humanos; pero aquí lo convierten a usted en hipnotista clínico sin que haya tenido que pasar antes por la escuela (el formulario no habla de requisitos académicos), usted paga 1640 euros, recibe por correo treintaytantas horas de clase y ya puede poner su diploma, su consulta y una caja fuerte para la platuca; el presidente de una de muchas sociedades españolas de hipnosis clínica muy astutamente le ofrece todo menos hipnosis "clínica", sabiendo, supongo yo, que fingir tratar a un paciente lo puede a uno volver inquilino de alguna correccional, pero este alumno de dicha sociedad (donde hizo un "doctorado", ¿será?) no tiene empacho en lanzarse al ruedo ofreciendo: "un protocolo realmente sencillo de aprender y aplicar, con resultados sorprendentemente rápidos, basada en la Psicología Bioenergética, aplicada con dígito puntura, y relacionada con la física cuántica" (tenía que aparecer la física cuántica y la falsísima "bioenergética", ¿cuándo empezaron a enseñar física cuántica en las facultades de psicología, que cuando yo anduve por allí no lo vi en el plan de estudios?);

La pregunta entonces es: ¿existe realmente un estado psicofisiológico distinto de la vigilia y el sueño que podamos llamar "estado hipnótico", "hipnosis" o, como diría el vengador hipnótico Manuel Capella Torres "trance hipnótico" (le recomiendo que compare la "historia de la hipnosis" que nos ofrece el redondo charlatán en el enlace con ésta, porque, claro, él es un profesional con "consultorio" y todo, y quien esto escribe es sólo un barrendero sin título que, eso sí, nunca le ha robado nada a nadie).

Pues la respuesta es que nadie lo sabe. O lo que es lo mismo, todos los que hablan de la hipnosis lo hacen sin un referente real sobre el cual basar sus experiencias, sus "tratamientos" y sus ocurrencias, lo que los pone exactamente a la misma altura de Anton Mesmer dándole un batido de ferretería a una pobre "paciente".

En la próxima entrega, vamos a la hipnosis de hoy en día y a los que viven de ella, las teorías al respecto y por qué no se le puede considerar un fenómeno real, pasando a visitar a los paranormaleros que consideran que el reino de la hipnosis es de su mundo peculiar, los "hipnoterapeutas" de los cuales le hemos pedido datos al ministerio pertinente del gobiernio español y a otros personajoides con la cara dura y la mano presta a cobrar mintiendo.

Para acabar de demoler de una buena vez esta frontera de lo creíble, pues.

El primo de Mariano Rajoy

El presidente y precandidato del Partido "Popular" (derecha bastante de derecha en lo social, lo económico y lo político, explico para quienes no están en España, pero dentro de la democracia, aclaro a solicitud de amigos que quieren dejar claro que el PP no está en la extrema derecha), Mariano Rajoy, declaró ayer muy desenfadado, tratando de quitarle importancia a la preocupación por el cambio climático aprovechando que Al Gore está de oferta por España y le acaban de dar el Premio Nobel de la Paz, que tiene un primo que es científico y le dijo "oiga: he traído aquí a diez de lo más importantes científicos del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que iba a hacer mañana en Sevilla; ¿cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?" Con eso pretendió dejar claro que eset tema "no se puede convertir en el gran problema mundial", con la implicación, claro, de que la preocupación por el cambio climático de los malvados rojos marxista-masónicos antifranquistas y legalizadores del matrimonio entre homosexuales es una distracción de las cosas que de verdad importan, como por ejemplo que cada vez menos personas se toman en serio a la derechona hispana.

El súbitamente famoso primo de Mariano Rajoy, José Javier Brey, es catedrático de física teórica de la Universidad de Sevilla y se distanció rápidamente del asunto diciendo que sus palabras habían sido descontextualizadas y que él de política no quiere saber nada.

Y se entiende la actitud del doctor Brey, al que esperemos que no lo sigan molestando, porque lo que ha demostrado Mariano Rajoy no es nada que haya o no podido decir el doctor Brey, sino una ignorancia supina sobre los métodos, procedimientos y predicciones que puede hacer la ciencia, cosa por otro lado nada extraña entre los políticos profesionales, de derecha o de izquierda, extremos o no.

Porque aunque a Rajoy y a quienes están "totalmente de acuerdo" con él (como la presidenta de la Comunidad de Madrid, que lanzó su "con Mariano hasta la ignominia" para hacerse co-victima del pitorreo generalizado) les parezca "de sentido común" que si no se puede saber qué tiempo va a hacer mañana en Sevilla no se puede saber qué va a pasar dentro de 300 años, el hecho real es que sí se puede, merced a las tendencias estadísticas (las mismas que insisten en que las posibilidades de Rajoy de ganar las elecciones de 2008 son escasísimas).

Por ejemplo, nadie sabe si mañana va a tener un accidente en la autovía del Cantábrico una persona con camisa amarilla, pero sí se puede saber que para fines de año habrá muerto en las carreteras españolas un número determinado de personas. Es más, se puede decir con triste y absoluta certeza que alguien morirá en el puente de la Semana Santa, pese a que no se sepa quién, en qué carretera y con qué marca de automóvil.

Si esto le parece sorprendente a don Mariano Rajoy, imagínese los efectos que podrían presentarse al hacerle saber de experimentos mentales como el del llamado "gato de Schrödinger", o el concepto de la indeterminación de Wener Heisenberg o algunos de los conceptos más enrevesados de la mecánica cuántica, conceptos que tienen una clara expresión matemática pero que parecen paradojas o tonterías al ponerse en palabras, porque el idioma común no es la forma adecuada de formular algunas de las conclusiones de la física cuántica. Por ejemplo, como demostró Niels Bohr, los electrones no "giran" en una "órbita" alrededor del núcleo de los átomos, sino que aparecen y desaparecen, y pueden estar en cualquier lugar, desde pegado al núcleo hasta el extremo opuesto del universo, pero lo más probable es que esté en las llamadas "órbitas", que no son sino "nubes de probabilidad".

Bueno, pues esta física cuántica sin números es la que suelen utilizar algunos notables cocohuecos para tratar de engarzar la física, esa materia tan seria y tan demostrable, con la magia, el new age (o niuéich), el esoterismo y las más diversas patrañas que pueda a usted contarle un periodistilla ido a más con poca iluminación y un atrezzo de carcajada los domingos por la noche (es sólo un ejemplo). Es la "física cuántica de juguete" de los Sheldrakes, las Ramthas, los Masarus Emotos, los Paulinos y fauna similar, ocupada principalmente en la depredación de los bolsillos ajenos.

El concepto que pueda tener entonces Mariano Rajoy de lo que sabe la ciencia, de cómo lo sabe y de qué no puede saber en realidad no es nada desusado ni extraño. Por el contrario, uno se atrevería a decir que es la norma, en la medida en que es "normal" que un ambiente educativo, escolar y mediático como el que experimentamos en la actualidad y en todo el mundo arroje ese lamentable resultado en sus víctimas, incluido alguien que pretende ni más ni menos que regir los destinos de la octava economía mundial, la española. ¿Qué cree usted que entenderá o pensará Rajoy (o cualquier político, no excluyo al actual presidente de gobierno Zapatero) cuando se le diga que se necesita presupuesto para el mantenimiento de uno de los telescopios del observatorio del Teide, o para el análisis de las pautas de desplazamiento de los linces ibéricos, o para estudiar, como me explicaba mi querido amigo y genial físico Luis Mochán, por qué si la mayor parte de la materia es espacio vacío actúa como un sólido... y eso por no entrar en las áreas más extrañas y complejas de la física, la genética o las neurociencias. Fuera de las investigaciones con aplicaciones más evidentes y fáciles de explicar, el resto de todo el complejo universo de la búsqueda, consecución y desarrollo del conocimiento pueden parecer tan abstrusos, inútiles y delirantes que pueden verse, desde la arrogancia del poder político, con tal desprecio que "no se pueden convertir en el gran problema mundial".

En este caso, al menos, los políticos no tienen soluciones porque son, precisamente, parte integral del problema.

octubre 18, 2007

Ya, ya, pero ¿cómo lo sabe?, ¿puede probarlo?

Actualización al 19 de octubre: A James Watson le están dando hasta por debajo de la lengua por sus comentarios racistas. Un enlace excepcional del diario argentino La Nación nos llega por cortesía de Alejandro Agostinelli que recuerda que a) la idea de "razas" no es aplicable a los seres humanos (crean lo que crean los esoterinazis) y que b) no hay definición objetiva y aceptada de "inteligencia". Entretanto, el laboratorio Cold Spring Harbor quitó a Watson sus responsabilidades administrativas, quizá pensando que a Watson le puede la edad, no que sea el racista que, dicen quienes lo conocen, es sin más. Menos amables, los miembros de la Federación de Científicos de EE.UU. (FAS), que reúne a 68 Premios Nobel de varias disciplinas, dicen sin más que Watson "ha perdido la razón al decir tamañá barbaridad sin una sola prueba.

El brillantísimo biólogo James Watson, que junto con Francis Crick desentrañó la estructura del ADN en 1953, dijo al Sunday Times de Londres que temía por el futuro de África porque "todas nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra, mientras que todas las pruebas dicen que realmente no", y abundó diciendo que él esperaba que todas las personas fueran iguales, pero "la gente que ha tenido que tratar con empleados negros descubren que esto no es cierto".

Ante esto, claro, encontraremos todo tipo de reacciones, desde el rechazo (aplaudible) a tamaña barrabasada hasta las explicaciones sobre los métodos de "medición de la inteligencia" (que son cuando menos cuestionables) y hasta las rasgaduras de vestiduras (que no vienen al caso). Pero en lo que ocupa a este blog, lo interesante pueden ser las reacciones por parte del mundete del misterio y la anticiencia. Las que un servidor espera (por la experiencia que da el pasar tres décadas escuchando las necedades del paranormalerío) son: a) "esto demuestra que la ciencia es racista" (o sea, de repente, James Watson quedará nombrado por la asociación parapsicopatología como el verdadero y único vocero de toda "la ciencia") o bien b) esto demuestra que la ciencia no sirve para nada (como si las afirmaciones de Watson fueran realizadas en su carácter de científico y no en plan de gringo racista común y corriente, es el tipo de lógica de sacamocos tipo "como Oscar Wilde era homosexual, todos los escritores son homosexuales"), o incluso c) "ahora vamos a ver si los que creen en la ciencia" (como si fuera asunto de creencias) "también defienden a Watson", que es una variante de la anterior.

En realidad, las afirmaciones de James Watson, como las de J.J. Benítez, Íker Jiménez , B.B. King, Isaac Asimov, la bruja Lola o mi tía Eufrosina deben analizarse del mismo modo. Por un lado, ciertamente la experiencia tiene un peso que no podemos descontar (pero que tampoco podemos convertir en argumento de autoridad para obnubilarnos). Es decir, si Íker Jiménez habla de cómo hacer negocio con lo falsamente misterioso, si B.B. King habla de la interpretación del blues en guitarra o si mi tía Eufrosina pronuncia una conferencia sobre las mejores recetas de lomo al horno, uno presta más atención porque hablan de lo que saben. En cambio, si mi tía Eufrosina hablara sobre la Revolución Francesa, si B.B. King hablara sobre las corrientes pictóricas del medievo o si Íker Jiménez hablara sobre astronomía, paleoantropología, criminalística, historia del arte o parapsicología, seríamos más cautos, pues resulta aparente que estas personas están entrando en terremos de los cuales no tienen tanta información.

Pero ahora pensemos que el hobby del gran maestro B.B. King fuera, efectivamente, la pintura del medievo. A poco que lo escucháramos, sabríamos que sí tiene datos sobre el tema, mientras que en el caso de mi tía Eufrosina, podríamos llevarnos una sorpresa gorda por no saber que ella, en su no muy lejana juventud, fue parte de grupos de estudios, organizó la ayuda a la legítima república española contra los milicos golpistas y se ha leído todo lo que pudo sobre los movimientos revolucionarios del siglo XVIII.

Todo esto significa que hay que echar fuera los prejuicios. Nadie es sabio por ciencia infusa, y los argumentos de "es que es físico", "es que tiene un doctorado", o "es que se sopló ochenta mil kilómetros detrás de un ovni que resultó ser la mancha de una mantis religiosa que chocó contra el parabrisas de su Lamborghini Miura" no sirven para nada.

Bien, Watson sabe de genética, fundó la disciplina. Es asesor de un centro que investiga la expresión de 20 mil genes en el cerebro del ratón adulto, y encabeza el Laboratorio Cold Spring Harbor, pero los propios directivos de ese laboratorio de estudios sobre cáncer y genética se apresuraron a declarar "Cold Spring Harbor Laboratory no se ocupa de ninguna investigación que pudiera siquiera usarse como base para las declaraciones que se le atribuyen al dr. Watson".

Entonces, le hacemos al doctor James Watson, premio nobel de medicina y fisiología, maestro de generaciones y hombre respetado que acaba de publicar sus memorias como científico, lo mismo que le preguntamos a un barrendero sin título, a un cocinero o a un empleadete de la televisión que vive con los pelos de punta: "¿cómo lo sabe?" y "¿puede probarlo?"

Los lectores atentos sabrán que éstas son las dos preguntas con las que este bloguero de ínfima categoría, y muchos de más altos vuelos, numerosos racionalistas, escépticos y enemigos del embuste organizado han hecho enfurecer a todo género de médiums, vendedores de cuentecillos, "expertos" autonombrados, seudoperiodistas sin ética, esoterinazis de cuarta, negociantes del dolor humano y muchos más miembros de la fabulosa tribu del uyuyuyante asombro ante el misterio de ocasión.

A don James lo tratamos ni más ni menos que como tratamos a un pavo como Bruno Cardeñosa: queremos saber cómo sabe lo que dice que sabe. Durante cuatro días, hasta el laboratorio que encabeza se ha desmarcado de sus absolutamente imbéciles afirmaciones racistas, pero lo único que ha ofrecido Watson como "prueba" es su creencia (irracional, sin sustento alguno) de que en unos "diez años" se descubrirán los genes de la inteligencia y le darán la razón, y se ha callado ante los miles y miles de periodistas que quieren preguntarle de dónde sacó tamaña burrada racista.

O sea, lo que podemos concluir de momento no lo sabe y no puede probarlo.

Por tanto, la afirmación de Watson sólo puede ser calificada igual que calificamos a las niñas fantasmas de Íker, los estudios de Bruno sobre la historia de la mesoamérica prehispánica y las caras de cemento de Pedro Amorós: basura intelectual emitida para llevar agua a su molino, producto de una creencia irracional perniciosa y una muestra de falta de ética que lo pone a la altura de los vendedores de piedras de Ica y dinosaurios guanajuatenses. Y se aplaude que diversas universidade y museos británicos hayan cancelado las conferencias que tenía que dar Watson en los próximos días para promover su libro de memorias. Ojo, no estamos a favor de la censura en modo alguno, y yo personalmente estoy dispuesto a defender el derecho de James Watson a decir lo que piensa, sin importar que yo opine que sus ideas son repugnantes, pero no estoy de acuerdo que se le permita usar tribunas que no están diseñadas para eso, del mismo modo que los paraninfos universitarios y los observatorios y planetarios no están para que un vivillo haga alertas ovni en ellas. La libre expresión, uno de los principales derechos humanos, no significa que uno tenga derecho de tomar al abordaje todas las tribunas para que sólo suene nuestra voz. Así que James Watson puede hablar en los medios, donde cabe cualquier cosa, y en las reuniones del Poder Blanco, del KKK y de Stormfront, pero no en las universidades y museos.

¿Dónde deja eso a los demás descubrimientos y trabajos de Watson? Exactamente donde estaban. Lo que ha probado está probado sin importar que fuera él quien lo probó, y sus estupideces son estupideces sin importar que él sea famoso.

La lección es tan sencilla que seguro nuestros amigos los vendemotos y rarólogos otra vez no la van a entender.

octubre 05, 2007

¿Terror parasitológico?

Decía Howard Philips Lovecraft en su ensayo El horror en la literatura que "la más antigua y más poderosa de todas las emociones es el miedo, y el más antiguo y más poderoso miedo es el miedo a lo desconocido". Sobre esas bases, crea un brillante entramado que le permite analizar el terror como herramienta literaria. El terror, hasta Poe, generalmente explotaba el miedo a los muertos como los monstruos que destruyen la realidad, Poe inventó al monstruo como vecino, como algo cotidiano, Lovecraft creó los terrores cósmicos de los "Mitos de Cthulhu" y el neoterror ha llegado a proponer que no podemos huir del monstruo porque el monstruo vive en nosotros o, incluso, somos nosotros. Todo esto permite explorar los sentimientos, emociones y motivaciones humanas por medio del arte, como siempre, que ya decía Elías Canetti que el ser humano siempre ha reflexionado sobre los mismos temas.

Aunque los culteranos de rigor desprecien al terror, como lo hacen con la ciencia ficción, la literatura policiaca y otros esfuerzos "de género", su eficacia es indudable, como reveladora es su recepción por parte del público, desde el Drácula de Stoker hasta Los libros de sangre de Clive Barker, y pasando por el Frankenstein y Freddy Krueger.

No desespere el lector, que esta entrada sí tiene que ver con la temática del blog, como verá, lo que pasa es que antes hay que pasar por un próximo estreno de cine español de gran nivel, la cinta El orfanato de Bayona, coproducida por Guillermo del Toro. Se trata de una película de terror, hasta donde sé y hasta donde me habían dicho, muy en la onda del trabajo de Guillermo, que consiguió reconocimiento con Cronos y desde entonces ha explorado con gran éxito y capacidad narrativa varias historias de fantasía y terror. Lo que se había dicho de El orfanato era que se trataba de un filme de terror y más o menos de fantasmas, un poco en la indecisión de la estupenda novela La vuelta de tuerca de Henry James.

Bueno, eso creía yo.

Pero resulta que el éxito mediático y editorial de los vendedores de misterios ha trascendido también al mundo del cine y del periodismo supuestamente serio. En notas de la agencia Colpisa, además de una nota de Javier Ludeña Fernández, resulta que esta película es de "terror parapsicológico".

¿Será el terror "parapsicológico" una historia de falsos himbestigadores vendemisterios persiguiendo a sus fans para teleportarles la cuenta bancaria al caer la noche? ¿O es simplemente que Colpisa y Javier Ludeña han caído bajo el influjo del monopolio mediático charlatanesco y ahora creen que llamar "parapsicológico" a lo que antes era meramente "preternatural" o "sobrenatural" le da más presencia a la película o los hace parecer a ellos periodistas "más enterados"?

"Terror parapsicológico", sinceramente espero que el mote no pegue... entre que ahora muchos de los profesionales del embuste misteriosón creen que escriben novelas y la idea de que la farsa de la parapsicología tuviera algo que ver con el arte, la creación y los puntos finos de la exploración del ser humano, no sólo corren el peligro de seguirles haciendo creer a los vendemotos que el éxito económico sustituye al respeto al público y a todo código deontológico, sino que ayudarán a desprestigiar fomas de narrar historias que no merecen ser mezcladas con los negocios del misterio por docena.

Digo yo. Porque... El orfanato es una película de terror serio, ¿o no?

Actualización 9 de octubre a la 1:45 de la madrugada: He visto a la protagonista de El orfanato, Belén Rueda, en televisión hablando con mucho entusiasmo de la obra cinematográfica en la que ha trabajado y definiéndola como "terror psicológico", algo totalmente creíble como el tipo de cosa que sí creo que promueva con entusiasmo Guillermo del Toro. Vaya, muy lejos de la paja mental del "terror parapsicológico" que la babosería petulante suelta con el entusiasmo propio de la estulticia absolutamente virginal.

octubre 01, 2007

Otro agobio para los charlatanes

El nuevo periódico español Público parece decidido a sustraerse al hechizo de la charlatanería y el mucho dinero que maneja y ofrece. Una de las primeras cosas que se hicieron notar fue que el diario no tenía horóscopo, esa colección de doce vaguedades que por desgracia siguen trayendo los diarios en todo el mundo, y sólo algunos anotan que se trata de piezas de diversión que en realidad no tienen nada que ver con la "predicción del futuro" ni milongas similares.

Ahora, el periódico Público se ha hecho eco de un estudio de la universidad sueca de Linköping que comprueba por enésima vez que la acupuntura (esa especie de "vudú pero con buen rollito", frase con la que he conseguido bonitos insultos por parte de los seudomédicos seudochinos ibéricos) tiene como mucho el mismo valor de un placebo, es decir, que la gente cree que le funciona porque cree que le funciona, pero en realidad las agujas no hacen nada que no sea permitir vivir sin trabajar a unos vagos a los que les gusta sentirse médicos sin tener que soplarse el arduo estudio de la carrera con sus enredadas materias científicas como la fisiología, la citología y la patología.

Junto con la nota, vale la pena leer los comentarios, sobre todo los del sector crédulo y fiel a su religión anticientífica.

¿Habrá conciliábulo de charlatanes para ver cómo se cuelan en Público y lo meten al redil? Se aceptan apuestas.