enero 04, 2011

Morir de miedo... ajeno

El arroz dorado

El arroz tradicional y el arroz dorado enriquecido.
(Foto CC del International Rice Research
Institute (IRRI), vía Wikimedia Commons
En el año 2000, Ingo Potrykus, científico alemán del Instituto de Ciencias Vegetales de Instituto Federal Suizo de Tecnología, anunció haber conseguido introducir en una variedad de arroz dos genes (uno de una bacteria y otro de la flor del narciso). Con estos genes, este alimento esencial de 3 mil millones de personas en Asia y África biosintetiza beta-caroteno natural, una sustancia que nuestro cuerpo utiliza para producir vitamina A. El objetivo de Potrykus era darle una fuente de provitamina A al 10% de esas personas que dependen del arroz y sufren una grave deficiencia de vitamina A (el arroz no tiene provitamina A, y para muchos es el único alimento, sin tener acceso a otras plantas que pudieran suplir la deficiencia). La falta de vitamina A, que afecta aproximadamente a un tercio de los niños del mundo es una deficiencia nutricional grave, ocasiona anualmente la muerte de al menos 67 mil niños menores de 5 años, la ceguera a entre 250 mil y 500 mil niños más y participa en problemas de bajos niveles de crecimiento entre los niños.

El resultado, el "arroz dorado", llamado así por su color amarillo anaranjado a diferencia del blanco del arroz común, era además un proyecto humanitario. A diferencia de las semillas transgénicas producidas como negocio por empresas de biotecnología, el arroz dorado se creó para darse gratuitamente a los agricultores, en especial los pobres.

Ante esta promesa, diversos grupos presuntamente ecologistas, muy destacadamente Greenpeace, se aferraron al dogma de oponerse a todo organismo genéticamente modificado (sea que alteren sus propios genes o que se introduzcan genes de otros organismos, como en este caso). Sin explicaciones, sin justificaciones, "como asunto de principios", dijo el director de la campaña contra el arroz dorado Benedikt Haerlin quien en 2001 amenazaba con "acciones", en el estilo habitual del grupo (su afirmación, en ese email, de que la gente tendría que comer 9 kg diarios de arroz para obtener la vitamina A necesaria, por cierto, es una mentira clarísima; 144 gramos rinden el consumo diario recomendado, muy por encima de lo necesario para evitar la deficiencia de vitamina A). Cierto que sería mejor que esos 3 mil millones de personas tuvieran acceso a dietas balanceadas con tuberosas, verduras de hojas y frutas, pero es inviable en la situación socioeconómica y política actual. Ante una acción positiva, real e inmediata, los pseudoecologistas optaron por la fantasía. Como decirle a una víctima de un apuñalamiento que "lo mejor sería que no lo hubieran apuñalado" y usar eso como argumento para no darle atención médica.

Ya retirado, Ingo Potrykus, que fue además atacado, amenazado e insultado por su intención de salvar seres humanos (al grado que su invernadero suizo era una instalación de alta seguridad antiterrorista) se ha dedicado al Consejo Humanitario del Arroz Dorado para conseguir que este grano se ponga a disposición de quienes se beneficiarían de él. En 10 años de oposición, son millones las muertes y casos de ceguera y otras afecciones que se podían haber evitado, vidas que han dependido de lo que cada vez parece más una religión, con dogmas inatacables, principios no sometidos a discusión y un rechazo a la ciencia que poco se diferencia del que practican los creacionistas, pseudomédicos y conspiranoicos más delirantes.

Mosquitos contra el dengue

2011 amanece con otra historia de horror de simulación ecologista de la que nos informa Jorge Alcalde, director de la revista Quo.

Imagen de Wikimedia Commons
A fines de 2010, las autoridades de Malasia anunciaron que emprenderían un programa para liberar mosquitos machos genéticamente modificados de la especie Aedes aegypti para controlar la fiebre del dengue, causada por un virus cuyo vector es, precisamente, ese mosquito. El dengue infecta a entre 50 y 100 millones de personas al año, medio millón de las cuales necesitan hospitalización, y mata a unas 12.500 personas en toda la franja tropical del planeta, endémico en 110 países.

El mosquito macho básicamente tiene genes que hacen que sus crías sean inviables, reduciendo así la población del mosquito.

Sistemas así ya se usan desde hace años aunque la modificación genética se hace mediante radiación nuclear. El gusano barrenador del ganado, larva de la mosca Cochliomyia hominivorax ha sido controlado en Estados Unidos y el norte de México produciendo primero por selección artificial machos altamente atractivos para las hembras y luego criando sus larvas en una planta productora situada en el estado mexicano de Chiapas. Las larvas son irradiadas con rayos gamma de cobalto 60, esterilizándolas. Como la hembra de esta mosca sólo se aparea una vez en la vida, si opta por uno de estos atractivos pero estériles machos, sus huevos no serán viables, evitando muertes de ganado y problemas económicos a los productores grandes y pequeños.

A principios de 2011, las autoridades malayas han anunciado que suspenden indefinidamente el plan piloto de liberación de entre 4 mil y 6 mil machos modificados genéricamente debido a las protestas de grupos ecologistas y de consumidores. Algunos de los argumentos para no emprender esta acción contra el dengue realmente alucinan, como el de Jaymi Heinbuch, que bien atendido en California nunca tendrá dengue, ni lo sufrirán sus hijos, y que asegura que hay "formas más holísticas" de evitar la difusión de la enfermedad. Menciona los esfuerzos para controlar las aguas estancadas, más costosos y que han fracasado después de años de lucha (pero que mejorarían enormemente si se utilizara DDT, uno de los demonios del pseudoecologismo), o aumentar el acceso de los malayos a la atención médica de calidad. Esto último es imposible dadas las condiciones del país, por holístico que le suene a un adepto al new age de California, pero además no prevendría la enfermedad, sólo ayudaría a reducir el número de muertes tratando a tiempo a quienes padecen los atroces síntomas del dengue.

El sufrimiento de los enfermos, al parecer, es lo bastante holístico para no preocupar a personas que se han autoproclamado los salvadores de la tierra.