Pese a haber nacido en el corazón de la Ciudad de México y vivido allí durante décadas, hace cinco años vivo en Gijón, a orillas del Cantábrico, ciudad en extremo agradable, segura, alegre, protestona, guerrera, culta y llena de curiosidades. Una de esas curiosidades que siempre me llamó la atención es un monumento a Alexander Fleming, sobre todo cuando me enteré que éste es el primer monumento que se le hizo en el mundo al padre de la penicilina.
Hoy me entero que la creación de este monumento se debe a un artículo que un pediatra gijonés, Avelino González, escribió en el diario local El Comercio exaltando las maravillas de la penicilina, lo cual hizo que la población (no el gobierno, originador de tantas estatuas y monumentos inútiles, convenencieros y con frecuencia autoelogiadores) se uniera, aportara fondos y comisionara el busto del investigador.
Escribió el doctor González:
No era admiración, era verdadero asombro lo que yo veía en mis enfermitos tratados con esta droga; eran milagrosos sus resultados.
Pero aún fue mayor mi asombro y mi agradecimiento cuando mi nieto mayor cayó enfermo con una angina maligna estrepocócica y con localización cardiaca. Ni uno solo de esos enfermos se salvaban antes de la penicilina, pero tuve el placer de ver los resultados maravillosos de ella en mi nietecito de dos años, que no sólo salvó la vida, sino que no le dejó el menor rastro o lesión.
En esta era de antibióticos y enfermedades resistentes y nuevos antibióticos, hemos olvidado sin duda el verdadero cambio que produjo la penicilina.
Durante miles de años, en todo el mundo, pese a todas las charlatanerías, curanderismos, sanaciones, terapias imaginarias, chamanismos y brujerías, la gente se moría por causa de las mismas infecciones, sin cesar, sin paliativo. Y de pronto un medicamento obtenido mediante métodos confiables lo cambió todo.
Lo cambió todo no es cualquier cosa. Donde no sobrevivía nadie sobrevivieron millones.
Muy probablemente yo y la mayoría de los que estamos vivos hoy tenemos una deuda con Fleming. La historia de la enfermedad humana, de la lucha contra el dolor, se alteró radicalmente cuando Fleming identificó el principio activo del hongo penicillium, lo reprodujo en laboratorio, se determinó la dosificación adecuada y se empezó a producir industrialmente para llegar de manera accesible a millones y millones de enfermos.
De un día para otro dejaron de producirse cantidades incalculables de muertes o de dolencias prolongadas e incapacitantes. Como verdadera magia. Fleming consiguió lo que ningún charlatán de la "medicina natural" ha hecho nunca: tomar un elemento de la naturaleza, estudiarlo, conocerlo, investigarlo y convertirlo en un bien para toda la humanidad.
Lo mismo hizo Pasteur cuando desarrollo la teoría de los gérmenes como causantes de la enfermedad, teoría que ha demostrado ser cierta mientras que las demás teorías son falsas. (La teoría de los humores de la homeopatía, la teoría de las temperaturas del naturismo, la teoría de los doshas de la medicina ayurvédica, etc., etc., etc.) Y cuando puso a prueba su teoría con la vacuna antirrábica (donde antes morían todos se salvaron millones).
(Probablemente lo que no se imaginó Pasteur es que habría personas que vivirín gracias a las vacunas se dedicarían a la charlatanería y a negar la eficacia de la medicina que les salvó la vida. Calcule usted el tamaño del desagradecimiento que se necesita para caer tan bajo.)
Por supuesto, las medicinas alternativas no inventaron ni descubrieron, entre otras muchísimas:
- la anestesia
- la asepsia
- los trasplantes de órganos
- los antirretrovirales (esperanza de los sidóticos)
- las vitaminas (absolutamente todas)
- la insulina
- las vacunas
- el trabajo con células madre
- la aspirina
- el demerol (analgésico que controla el dolor más terrible)
- la adrenalina (sin la cual cualquier infarto, shock o reacción anafiláctica pueden acabar en muerte)
- el litio (medicamento contra la esquizofrenia)
- el aciclovir (el mejor tratamiento contra el herpes genital)
- el albuterol (broncodilatador del que depende la vida de muchos, entre otros los asmáticos)
- la nitroglicerina (vida para muchas personas con afecciones cardiacas)
- la carbamazepina (anticonvulsivo para epilépticos)
- la ciclosporina (para evitar el rechazo en trasplantes)
- las píldoras anticonceptivas, todas
- el sildenafil (la mágica Viagra, pues)
- el somatrem (ayuda al crecimiento en niños de crecimiento atrofiado)
Éstos y otros muchos medicamentos son, para millones de personas, milagros tan grandes como fue en su momento la penicilina y como siguen siendo todos los antibióticos.
Compárese con los grandes logros de la medicina alternativa, que en los últimos cien años han ofrecido, como avance salvador de vidas que ha impactado favorable y dramáticamente la salud pública:
- Ninguno
- Nada
- Ni por asomo
- ¿Eh?
- No, en serio
¿O no?