La distribución en Badalona en los últimos días de abril de un folleto xenófobo por parte del candidato del Partido Popular a la alcaldía, Xavi García Albiol (ya conocido por sus arranques violentos contra "propios", lo cual no hace más agradable este ataque contra los que considera "extraños") ha desatado nuevamente el siempre curioso (y siempre igual) debate sobre la xenofobia.
Antes que agotarnos en la denuncia del populismo goebbelsiano que identifica a un enemigo común para convocar a la ciudadanía tras él (como lo hizo Hitler con el complot "judeomasóncomunista" o George Bush con las "armas de destrucción masiva" de Iraq) quizá es más interesante analizar el razonamiento fallido detras de quienes apoyan, con entusiasmo, por cierto, a los políticos xenófobos, y que es el mismo razonamiento fallido que se puede aplicar a todo tipo de paranormalidad, religión y autoritarismo.
El silogismo sencillo es el siguiente: existía un status quo en una comunidad determinada, llegó un grupo de inmigrantes X y ahora hay más delitos. Más aún, muchos delitos están a cargo del grupo X. Luego entonces, no queremos a gente del grupo (étnico, nacional, religioso, racial, de preferencias sexuales, etc.) X. Hay que expulsarlos porque muerto el perro, se acabó la rabia.
Es claro que aquí funciona la "generalización apresurada". Es decir, quien razona según este silogismo se olvida de la posible distinción entre "ciudadanos honestos del grupo X", digamos Xa, y "delincuentesdel grupo X", digamos Xb. Más grave aún, si se da cuenta de que existe esa distinción, puede decidir que los del grupo Xa pueden ser "sacrificados" en bien de la comunidad.
Algo como lo que dijo Arnaud Amalric, abad de Citeaux, cuando durante la cruzada albigense se le pidió que distinguiera a los católicos de los herejes cátaros: "Mátenlos a todos. Dios sabe cuáles son los suyos". Misma lógica.´
Pero la generalización es doble. Lo que dicen muchos de los potenciales electores de García Albiol es "no queremos rumanos". Pero al mismo tiempo parecen estarse refiriendo "únicamete" a los gitanos rumanos. En palabras del candidato de la mano suelta: "Puede haber uno u otro que viva de la chatarra, pero la mayoría roba y son responsables de casi todos los delitos que se cometen en La Salut y Llefia (barrios de Badalona)".
Por supuesto, la memoria es débil. Tenemos la tendencia a recordar el pasado magnificando lo bueno y minimizando lo malo, lo cual lleva a esa idea, casi siempre demostrablemente falsa, de que "todo tiempo pasado fue mejor". ¿Acaso realmente el status quo era tan tolerable, tan bueno, tan ideal antes de la aparición del grupo X que es deseable la vuelta a él? ¿O simplemente lo vemos así porque los problemas los causaba alguien con aspecto, idioma, costumbres y antecedentes más similares a los nuestros?
El segundo defecto de razonamiento de esta forma de pensamiento es la incapacidad o indisposición a valorar estadísticamente ambos grupos, Xa (honestos) y Xb (delincuentes). Como ocurre en toda sociedad y en todo medio de comunicación, no se presta igual atención a los delincuentes, violentos, antisociales de un grupo que a los ciudadanos mayoritariamente tranquilos, honestos con apenas manchitas, decentes y silenciosos.
Si no me cree, vea cuántas veces sale en las noticias un delincuente desvergonzado como Emilio Suárez Trashorras (quien facilitó el robo de 200 kilos de explosivos con los que los terroristas del 11-M asesinaron a 192 inocentes y luego mintió por dinero) y cuántas veces salen todos los demás mineros asturianos, gente sencilla, honrada y muy trabajadora. Y claro, recordemos cómo siempre en Estados Unidos, como ejemplo clarísimo, siempre se anota cuando el ladrón era negro, pero no cuando era un blanco de Wichita, dejando la errónea impresión de que los negros en general delinquen más que los blancos de Wichita.
Por supuesto, en todo el asunto existe una indisposición a la búsqueda de evidencias para sustentar la conclusión, en gran medida por temor a que dichas evidencias sean contrarias a la conclusión y exijan replantearse el problema. Como en el caso de los creyentes en ovnis, en el yeti, en la telepatía y en la eficacia de la homeopatía, las evidencias se consideran sospechosas. Por ejemplo, en Badalona, sede de nuestro ejemplo, el comisario jefe de la Región Metropolitana Norte de los Mossos d'Esquadra, David Piqué, declaró que la cifra delincuencial de Badalona se sitúa por debajo de la media de toda la región. Por supuesto, quien haya sido robado por un gitano rumano en Badalona dirá, como el que se cura después de consumir algún mejunje homeopático o ha visto una luz en el cielo, que a él "le consta" que los gitanos rumanos son todos unos ladrones, que la homeopatía funciona o que los extraterrestres nos visitan. Y dirá que la evidencia científica o policial es "interesada", está "manipulada" y "no es de fiar". Todo esto lleva a que se repita con frecuencia la frase defensiva: "Yo no soy xenófobo, pero los rumanos son todos unos ladrones".
Y es que nuestro cerebro tiene la tendencia a seleccionar y elegir los datos que refuerzan los prejuicios ya existentes y a rechazar, ignorar o despreciar los datos que los rebaten. Esto se multiplica por la tendencia humana a buscar soluciones sencillas a problemas complejos, y una sola explicación para distintos fenómenos. Los lectores de este blog reconocerán en esto a los "himbestigadores" paranormales que quieren explicar todo ruido que les sobresalte con "fantasmas" (o "impregnaciones") por no asumir la posibilidad de que algunos ruidos sean causados por ratas, otros por murciélagos, otros por el crujir de maderos viejos. Igual, las docenas de fenómenos que pueden explicar el avistamiento de luces en el cielo se reducen todas a "los platillos voladores". En el caso del racismo, la complejidad del problema es tan apabullante que quienes están inmersos en la situación se rehúsan a considerar los muchos aspectos que la distinguen.
Pero el problema no es que los delincuentes sean rumanos, gaditanos, yonkis, militantes del PP, estudiantes de ballet, colombianos, gitanos, zurdos o vegetarianos... es que son delincuentes, y ése debería ser el tema. Si no, se deja la impresión de que a la hora de que nos roben, maten, violen y arruinen, preferimos que lo haga un compatriota en vez de preferir que no pase.
¿Qué aspectos complican las cosas en un entorno donde se dice que los gitanos rumanos son los responsables de un aumento en la delincuencia? Aún si fuera cierto, hay que considerar distintos aspectos. Por ejemplo, los gitanos rumanos, víctimas consecutivas del nazismo y del sanguinario Nicolae Ceauşescu, vienen a España a ser víctimas de Xavi García Albiol. Evidentemente todo ello obstaculiza brutalmente el proceso de integración que han vivido otros colectivos gitanos en Europa. Pero además, los rumanos, gitanos o no, no tienen la calidad de "inmigrantes" ni queriendo. Son ciudadanos europeos, tanto como Ángela Merkel o Le Pen. O el propio Xabier García Albiol. Por tanto, desde el punto de vista legal no pueden ser "expulsados", lo cual deja patente que el xenófobo tiene tan claro el problema que analiza mal como oscura le resulta la "solución" del aparente problema, como no fuera, claro, una "solución final", en la que sin duda algunos (no la mayoría) piensan, pero mucho se cuidan de decirlo a la hora de hacer su propaganda.
De otra parte, la marginalización del diferente lo excluye socialmente y lo empuja más fácilmente a la delincuencia. Y entonces, atendiendo a las experiencias reales de la historia humana, y a lo que nos enseña la psicología, la sociología y el verdadero sentido común, ningún problema se ha resuelto nunca expulsando o aniquilando a los discriminados, a los diferentes, y sí haciendo un esfuerzo por integrarlos, educarlos, involucrarlos y entenderlos. Y de hecho es obligación de la comunidad receptora considerando las leyes de la Europa comunitaria. Pero esa solución sería extremadamente compleja, debe atender distintos aspectos (empleo, educación, socialización, trabajo social) y cuesta dinero, mientras que, a primera vista, la eliminación, expulsión o masacre parecen soluciones más fáciles, rápidas y baratas.
El análisis de los hechos en toda su complejidad exige bastante más trabajo que hacer la pancarta que aparece en el folleto del PP de Badalona: "No queremos rumanos".
Buscar evidencias exige hacer preguntas complejas: ¿El porcentaje de gitanos rumanos encarcelados ha aumentado en relación al número de gitanos rumanos residentes en España? En caso negativo, toda la argumentación racista cae. En caso afirmativo, es necesario preguntarse por qué. ¿Los inmigrantes gitanos rumanos hoy están en mejores o peores condiciones sociales que los de hace cinco, diez, quince años? ¿Los antecedentes socioeconómicos de los gitanos rumanos que vienen hoy a España son iguales que los de hace cinco, diez o quince años? ¿Y cómo se compara su situación a la de otros grupos marginados en España, tanto inmigrantes como gitanos españoles (que tampoco llevan aplausos habitualmente entre la sociedad, salvo que canten y bailen)? ¿Y qué tanto tiene que ver la crisis en este fenómeno? ¿Y la escolaridad? ¿Y la alimentación? ¿Y la posibilidad de integrarse a la sociedad que rodea al núcleo marginado (es decir, qué porcentaje de gitanos rumanos de Badalona que hoy tienen 5 años pueden aspirar realmente a ser médicos, empresarios, ingenieros, periodistas, informáticos o dependientes de joyería comparados con el porcentaje de españoles -gitanos o no- de Badalona que pueden aspirar a lo mismo)? ¿Y si se cambia la posibilidad de integración? ¿Y qué hacemos con el grupo Xa que ya habíamos olvidado, esos gitanos rumanos como los que presentó El Gran Wyoming en su programa "El Intermedio", que ciertamente no son delincuentes y por ende no merecen ser tratados como tales?
Para algunas personas esto resulta demasiado complicado.
Y es que, incluso si es cierto que los miembros de un determinado colectivo delinquen más que otro, esto no pasa "debido" a su etnia, religión, "raza" (palabra nunca bien definida), color, preferencia sexual, género, etc. Los delincuentes, a diferencia de lo que creen lombrosianos deterministas como los palafreneros de la paranormalología, ejemplificados en el aterrador doctor José Cabrera, psiquiatra de guardia de los programas delirantes de Íker Jiménez, no nacen. Salvo en el caso de psicopatías que son más tema de la medicina, la delincuencia es resultado de una serie de factores sociohistóricoculturales y económicos cada vez mejor estudiados, aunque los García Albiol del mundo prefieran ignorarlo.
El problema, pues, es un poco más complicado de lo que creen los racistas. Y la solución, también.
Tanto el análisis de los problemas como el hallazgo de sus mejores soluciones dependen de tener evidencias, datos, información, conocimientos y hechos certeros, no percepciones vagas, miedos irracionales, conclusiones preestablecidas ni intereses electorales espurios de manipuladores profesionales.
Plantear silogismos falaces con conclusiones inválidas y a partir de allí pretender crear una política no es distinto de salir a buscar al monstruo del Lago Ness partiendo de falsedades para concluir tonterías, hacer "alertas ovni" o realizar himbestigaciones al estilo de la-lo-el SEIP. El problema es que esta forma de pensamiento irracional, especialmente cuando se aplica a cuestiones de política y sociedad, siempre acaba provocando dolor, cuando no muerte y desolación, la humillación de las víctimas y la denigración humana, moral y emocional de los victimarios.
Ver crítica y racionalmente no sólo los temas relacionados con lo paranormal, con el "misterio" y con el esoterismo es así, también, vacuna contra fanatismos sencillos, emocionantes y peligrosos. No es poca cosa.