mayo 21, 2010

¿Paranormalidad para chirona?

Por una vez, partamos de la base de que los adivinos, videntes, profetas, vaticinadores, agoreros, augures y demás dicen la verdad.

Es decir, que pueden "ver" los acontecimientos del futuro con claridad.

Nada más y nada menos. Estos sujetos, estos Octavios Aceves, estos Antonios Vázquez Alba, estas Brujas Lolas, estas Aramises Fústeres, estos Rapeles, estos Efraínes Barrazas y otros miembros del mundo estrambótico y estrafalario conocen el futuro, lo ven con claridad suficiente y de modo tan preciso que merecen en justicia que se les pague por informarnos de sus videncias, visiones y sensibilidades.

Sin duda alguna.

Pues bien, todos deberían estar en la cárcel. Salvo los que viven en países con pena de muerte (como China, Estados Unidos y los páises víctimas de la sharia), que deberían haber sido ya ejecutados de conformidad con las leyes de tales países, aunque uno pueda lógicamente estar en desacuerdo con dicha forma de "castigo".

Me explico. Los videntes con gran frecuencia aseguran que "sabían" (e incluso que "predijeron") diversos desastres naturales y humanos. Por ejemplo, la delirante Ivana Adzija, pianista y "compositora profética" (dale, che) de la Patagonia argentina, asegura que "predijo" el ataque del 11 de septiembre contra las Torres Gemelas.

No dice que "sintió cosas raritas como si algo feo pudiera pasar", nonono, centrémonos, asegura que predijo, es decir "que dijo antes de que ocurriera" que iba a haber un ataque terrorista del fanatismo religioso el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, con casi tres mil víctimas inocentes.

Si lo "predijo", es que lo sabía.

Si lo sabía, como sólo podían saberlo Bin Laden y sus cómplices, y no dijo nada, si no avisó a la embajada de Estados Unidos, si no levantó la alarma, si no usó sus poderes para dar los nombres de los pilotos multiasesinos que se preparaban para esto, la "pianista profética" es cómplice de unos tres mil asesinatos.

De ser ciertas sus afirmaciones, mientras ella componía zarandajas y callaba, ayudaba criminalmente a poner el escenario para la muerte de muchísimos inocentes. Algo de una bajeza, de una inmoralidad y de una indecencia humana absolutamente colosales.

Y lo mismo va para el sujeto que se hace llaman Minik Zek Balam, de quien ya hemos hablado, y para el impresentable embustero tamaño XXXXXXL Antonio Vázquez Alba, que un día ante el espejo y en ceremonia solemnísima, se concedió a sí mismo el modesto título de "Brujo Mayor" de México, aunque ningún niño jamás aprendiera telepatía con los cursos que cobraba cuando era más joven pero no menos caradura. Ambos desvergonzados aseguran ante cualquiera que los quiera escuchar que él predijo el terremoto del 19 de septiembre de la ciudad de México, donde murieron entre 20 mil y 90 mil personas (nunca se supo). Vamos, que los supuestos profetoides son más letales que una cámara de gas de campo de concentración ambulante.

Como último ejemplo de autopostulado carne de presidio, el erróneamente hombrado Hugo Bonito se promovió un tiempo en su natal Argentina asegurando que había "predicho" el atentado del 11-M en Madrid utilizando un procedimiento al que le otorga el rimbombante nombre de "sistema técnico de fechas gemelas". Para que España pida su extradición y lo enchirone un par de décadas por haberse quedado tan tranquilo comiendo asados en Rosario en vez de levantar la alarma y hablar, así fuera a cobro revertido, a la embajada de España en Buenos Aires.

Si uno sabe que otra persona va a morir y uno no hace nada, sin duda alguna hay delito. Sin contar con que queda certificado que uno es bastante hijo de puta.

De hecho no es necesario ser vidente para ser un delincuentazo así. Basta ser, por ejemplo, un papafrita que recorra el mundo escribiendo libros y diciendo que es "experto en Nostradamus" y defensor de que el astuto francés sabía lo que iba a ocurrir, para hacerlo corresponsable. ¿Ahora me sales con que Nostradamus dijo que Hitler era un peligro? ¡Y por qué no avisaste en 1931 para mandarlo de bracero a Australia, pedazo de indolente!

Lo bueno es que todos estos soplapitos y caraduras mienten. Que si no...

Y es que no solemos detenernos a analizar racionalmente las implicaciones de las maravillas que nos relatan quienes de una u otra forma, por negocio, por entusiasmo, por tontería o por simples ganas de vivir sin trabajar, quieren que creamos. Se nos dice que un "vidente", "psíquico" o muerdecacas es "muy bueno" porque una vez hace veinte años "profetizó" algo y ello lo cualifica para cobrarnos por decirnos si debemos invertir en deuda de Bosnia o en el invento del insoportable mocoso del 5º F, si conviene llevarle flores a la rubia del estanco o a la morena de la oficina, si tenemos que cuidarnos el colon o las coronarias, si es preferible viajar a Francia o a Etiopía el próximo verano.

Si realmente estos personajes pudieran "ver el futuro", es de dudarse que habitaran en viviendas de mala muerte, y se sacaran la manduca diaria atendiendo a ciudadanos comunes con preguntas sencillas. Estarían asesorando a los ejércitos del mundo, a los políticos, a los científicos, indicándoles cómo serán los descubrimientos de dentro de diez, cien, mil años, informando cómo conseguir energía libre, gratuita y abundante, la curación de todas las enfermedades y el secreto de la felicidad. Y, por supuesto, cada médico estaría acompañado de uno de éstos para diagnosticar sin fallos por siempre jamás.

Pero en realidad se trata de vividores que un día dicen que "predijeron" algo (no tienen que demostrarlo) y aunque en los siguientes años sus predicciones resulten estrepitosamente inútiles, se anuncian para sacarle los billetes al personal.

Un profeta de verdad atinaría no un terremoto, sino todos, o al menos la gran mayoría. Y la gran mayoría de atentados. Y de tsunamis. Y de días de lluvia. Y de números de la lotería o de la ruleta de Montecarlo.

Igual, un verdadero "médium" sin duda podría comunicarse con, digamos, el espíritu descarnado de Homero y preguntarle cómo eran La Ilíada y La Odisea en versión original. O preguntarle a Lorca o al tlatoani azteca Cuauhtémoc o a Alejandro Magno dónde rayos están enterrados que nos traen locos.

Lo que se nos presenta como "milagros" o "maravillas" serían, pues, maravillas mucho más grandes y milagrosas incluso de lo que dicen los brujos, brujas y tarambanas que viven de esto. De hecho, tan maravillosas que más gente se daría cuenta de que son cosas increíbles, y eso es veneno puro para el negocio.



Por ejemplo, si un sujeto realmente pudiera levitar como el santón que vemos en este fotograma, sostenido apenas por el báculo con el que se apoya para caminar, todos los científicos del mundo se pondrían en fila para estudiarlo. ¿Por qué? Bueno, porque levitar no es sólo una demostración, según cuentan los santones indostanos que operan la caja registradora, de "superioridad espiritual", de "iluminación" y de "acercamiento al satori, al moksha, al bodhi, al dzogchen", no...

Para empezar, sólo hay dos formas de levitar. Una es ejerciendo una fuerza constante que contrarreste la atracción gravitacional de nuestro planeta. ¿Cuánta energía es ésa? Calcúlelo así: para contrarrestar unos breves instantes la atracción de la gravedad lo que solemos hacer es saltar. Si saltamos muchas veces, conseguimos estar en el aire unos momentos más, pero nos cansamos rápidamente. Un gurú suspendido en el aire está gastando un montón de energía, que tiene que salir de alguna parte, y cualquier médico, fisiólogo, biólogo molecular, químico, físico, cosmólogo, neurólogo o miembro de cualquiera de una pléyade de especialidades más estaría dispuesto a dar un riñón por estudiar de dónde sale esa fuerza, cómo replicar el fenómeno y otras miles de preguntas que el gurú suspendido plantearía no sobre el misticismo, sino sobre el universo en su absoluta totalidad.

La segunda forma de levitar es dejando de tener peso. Ojo, para no tener peso, hay que dejar de tener masa. El santón de la túnica color anuncio de refresco de naranja dejaría de tener masa, no sólo él, sino la túnica. Anular esa masa exigiría un proceso incluso más asombroso que el de la primera opción. En la primera, brujerilmente el joven barbas estaría tomando energía de "quiensabedónde" y utilizándola, dirigiéndola y aplicándola "quiensabecómo" para empujarse hacia arriba mientras la masa de todo el planeta lucha por astraerlo. En la segunda opción, el magazo estaría anulando una de las propiedades básicas de la materia, la masa. Si pudiéramos anular la masa de cualquier cosa, de cualquier objeto, podríamos, por ejemplo, acelerarlo hasta la velocidad de la luz y más allá, se rompería la limitación que impone la teoría de la relatividad, que no es una ocurrencia, es que cuando aceleramos cualquier objeto, su masa se incrementa de modo que si un trozo de materia alcanzara la velocidad de la luz, su masa sería infinita, es decir, ocuparía todo el universo. Si no hay masa, no hay problema.

Evidentemente, la búsqueda del bosón de Higgs para la cual se ha construido el LHC o Gran Colisionador de Hadrones adquiriría connotaciones aún más asombrosas. Según dicen los físicos de partículas, el bosón de Higgs es una partícula elemental teórica que estamos buscando porque según las ecuaciones es la responsable precisamente de que la materia, todas las demás partículas elementales, los átomos, las moléculas e incluso Alyssa Milano tengan masa. ¡El saddhu estaría creando ni más ni menos que materia sin bosones de Higgs, algo que pondría de cabeza totalmente el modelo estándar de la física que explica todo cuanto nos rodea!

Vamos, o es un milagrísimo o es un milagro aún mayor, o es el máximo milagro imaginable.

Lo bueno es que en este mundo hay personas que los vendedores de humo llaman "cabrones escépticos", o "escépticos de los cojones" como Ray Hyman, que demostró que los "experimentos" de percepción extrasensorial de J.B. Rhine eran fraudulentos, o James Randi, quien desenmascaró, entre otros muchos, al embustero Uri Geller y muchos otros por todo el mundo, como Basava Premanand, el racionalista hindú que en su juventud se aprendió los trucos de los swamis, gurús, saddhus y demás místicos cuenteros de su país natal, la India, y luego se dedicó a desenmascarar a estos caraduras que abusan de la ignorancia e ingenuidad de la gente para sacarles, lo hemos dicho muchas veces, las tres cosas que los mueven: dinero, poder y sexo.

En el caso del "levitante levitador" que aparece arriba, Premanand llegó para mostrarle a los aldeanos engañados el sencillo truco, y deslevitar al bufón anaranjado:


Un armazón metálico con una sillita donde reposa el gordo trasero del embustero, con todo el aparato oculto por su traje de farsante, o que diga, de iluminado de las tradiciones milenarias indostanas y al que se subía antes de que el público llegara al claro donde realizaba el acto. El escaso, escasísimo dinero de los aldeanos quedó a salvo. El vídeo completo está aquí, por cierto.

Después de todo, si bien es cierto que algo hay de delictivo en las estafitas, engaños, embustes, trolas y desvergonzadas exageraciones de los que viven de verle la cara al prójimo, sus delitos serían mucho mayores si realmente pudieran hacer lo que dicen. Y además tendrían un gran peligro ante esos señores que se llaman "científicos", y que viven precisamente de explorar misterios y poner las soluciones al alcance de todos. Porque ante la telepatía que venden cuatro atosigaos, la ciencia le ofrece teléfonos móviles a todos; ante la levitación del Maharishi nos entregan alas delta, parapentes y aviones, y están dispuestos a entender y socializar cualquier fenómeno milagroso real que encuentren.

Mejor así, delincuentes menores y no genocidas.