En el mundo de las creencias acríticas en todo tipo de ocurrencia, una cosa que siempre me ha llamado la atención es la claridad con la que la gente identifica cosas que no tienen referente.
Me explico: si usted reconoce una silla es porque ha visto sillas y ha podido hacer abstracción de las características consustanciales al concepto "silla". Pero cuando alguien describe una voz como "voz de ultratumba", no tiene forma humana de saber cómo es realmente una "voz de ultratumba". Es decir, las voces graves, dolidas y jadeantes (a veces como sacadas de una peli porno casera, como las que merca el SEIPyPISPIS) son producto de la interpretación que guionistas, dramaturgos y actores han hecho a lo largo de la historia de la creencia en los fantasmas. Pero no son "voces de ultratumba", sino "voces como de los actores haciéndola de muertos vivarachos".
Y sin embargo, podemos escuchar (como ayer en Tele5, donde se estuvieron promoviendo los productos demonológico-criptofranquistas del falsamente beatífico José Antonio Fortea Cucurull) a uno de los promotores de los exorcismos todoacien del párroco de Villalbilla decir que una poseída "tenía voz de ultratumba". ¿Será?
Hagan lo que hagan los plativoleros, no se ha demostrado que ninguna de las cosas, formas, manchones, lucecitas o reflejos que han presentado como "naves procedentes del espacio ultraterreno" lo sean en realidad. Es decir, nadie sabe en realidad cómo es una "nave de etés", ni sabe si realmente se mueven con o sin ruido, en zig zag o en zugzug, para arriba o para abajo, con estela o sin estela, si son redondas, cuadradas o largas en forma de pipa de opio. Pero esto no quita que algunos entusiastas sin ánimo crítico afirmen que "no podía ser más que una nave extraterrestre, yo la ví".
El culmen de este despropósito, en el que intervienen todo tipo de seres, fenómenos y cuentos del mundo del ocultismo abracadabrante (chupacabras, yetis, voces de otras dimensiones, el diablo en sus enemil advocaciones, etc.) es el de la persona que dice "vi un fantasma". ¿Cómo son los fantasmas? ¿Blancos y traslúcidos o en color? ¿Tienen pies? ¿Tienen puestos fantasmas de camisas, camisones, babuchas y ligueros o andan al fresco? ¿Hablan o no hablan? ¿Llevan fantasmas de cadenas para hacer clan clan por los pasillos o las cadenas no mueren? ¿Tienen aspecto de muerto en avanzado proceso de descomposición o no? De todas estas formas y de muchas más se han descrito los espíritus de los muertos que actúan como si no lo estuvieran, sino más bien como si fueran vivos con una resaca monumental que apenas pueden quejarse y caminar inciertamente. Pero eso sí, quien cree en fantasmas puede decir que ha visto un fantasma con la misma certeza con la que el psiquiatra milusos José Cabrera asegura que en la época de las cavernas todo el sexo se realizaba por medio de violaciones, y cagándola igualmente.
¿De qué hablan los que hablan de lo sobrenatural, parapsicológico o paranormal cuando hablan (y hablan hasta por los codos, sobre todo cuando cobran? La verdad es que no tienen idea, no han podido siquiera definir su objeto de estudio, y sus conceptos carecen de referente real.
Alguna vez dijimos que los fenómenos paranormales eran como los pitufos, en cuanto a que no había pruebas sólidas de su existencia. Pero al menos de los pitufos sabemos que son azules y visten de blanco (salvo Papá Pitufo), que viven en setas y que les gusta hacerle la vida de cuadritos a Gargamel. Más, mucho más de lo que sabemos sobre fantasmas, extraterrestres y seres misteriosos protagonistas de los programas de fantasía de Jiménez, Sierra, Cardeñosa y demás vendemotos profesionales. Piénselo: los relatos de asombro asalariado que le ofrecen vienen siendo más inciertos que los pitufos, que ya es decir.